domingo, 28 de octubre de 2018

Lilit, la olvidada primera mujer: ¿maligna, madre de mil monstruos, o simplemente independiente?

Súcubos, demonios, vampiros... todos parecen tener la misma madre.


La mujer que abandonó el paraíso por decisión propia.

Hará ya como mil años -no literalmente, claro está- que no escribo nada, y la verdad es que en un futuro no creo que pueda dedicarle al blog apenas tiempo. Estaré no poco ocupado en no pocas cosas, pero al tiempo...
Bien, tampoco creo que ello sea demasiado interesante de contar. La cuestión es que me apetecía escribir algo, aunque no tenía demasiado claro el qué. Así que leyendo y mirando aquí y allá, me decidí por un personaje de la mitología judía -que no se reduce al Antiguo Testamento-, cuya historia está seguramente recogida en alguna de las versiones del Talmud -la palestina o la babilónica-, auténtica primera enciclopedia de la historia -con permiso de los chinos, que quizá también tuvieron obras parecidas perdidas o no del todo conservadas-, donde entra casi cualquier cosa, tuviera relación directa o no con los antepasados de los judíos modernos. Y digo lo de "seguramente" porque es muy posible, pero la única forma de saber qué recoge realmente el Talmud es leerlo, o al menos estudiar un resumen realmente amplio de él. Algo que necesitaría horas y horas de estudio profundo.
Bueno, sin más preámbulos. La cuestión es que los antiguos judíos -de tiempos de Asiria y el nuevo Imperio Babilónico, así que, hablando de Oriente Próximo, tampoco serían tiempos tan extraordinariamente antiguos, realmente-, defendían la idea de que Eva no fue la primera mujer que existió sobre este planeta, y que antes de ella -nacida, según la tradición de una costilla de Adán, el primer hombre, pero según estudiosos y lingüistas actuales, bien podría haber sido del hueso del pene de éste; sí, ya sé, los hombres no tenemos un hueso en el pene, pero sí otros mamíferos, y los antiguos debieron pensar que si lo tenían unos animales, también podía darse el caso en los humanos varones-, existió otra: Lilit (o Lilith).
Lo de ser el primero a veces te significa reconocimiento y -buena, mala, justa o injusta- fama. Pero el caso de Lilit fue distinto. Los estudiosos de aquellos tiempos defendían que Lilith tuvo el mismo origen, digamos, biológico de Adán: nacida del polvo de la tierra, a imagen y semejanza de Dios, o sea, el Yahveh hebreo. ¿Imagen y semejanza? ¿Podía ser Dios un ser de aspecto masculino y femenino al tiempo? No soy teólogo, pero creo entender que el mito -y las tradiciones religiosas posteriores- no habla de un parecido físico profundo, ni que tuvieran que ser del mismo sexo -en realidad, es de suponer que el Dios único no debería tener sexo-, sino que los dos primeros humanos serían una versión modesta de su creador. Algo así como una imitación en pobre de la "especie" creadora. La cuestión es que Lilit tuvo el mismo origen, la misma naturaleza que Adán. Y eso también significaría otra cosa: que ella se viera como un igual a su compañero masculino.
Eso último, la igualdad, y el que ella lo creyera y lo defendiera, provocó su desaparición de la historia bíblica, y su posterior casi desaparición de la memoria colectiva, a no ser de forma oscura, como si ella misma deseara ocultarse a nuestros ojos. Adán deseaba mantener relaciones sexuales con su pareja cómo y cuando a él le apetecía, y la postura sexual que prefería era la de estar siempre sobre Lilit. Una posición, según como se mire, de poder y dominación. Pero Lilit no estaba por la labor, y le dijo alto y claro que no, que ella era igual que él, creado por Dios al mismo tiempo y con el mismo polvo, y que también tenía derecho a elegir en cuestiones sexuales -y probablemente, en otras muchas cosas-. Adán, macho alfa de la humanidad -lógico, por ser el único- se pensó que allí era él el que mandaba -con permiso del altísimo, que sólo se dejaba caer por allí de vez en cuando-, e intentó forzarla a obedecerle. Pero no contaba con que Lilit era mujer de carácter, así que, encolerizada, dijo en voz alta el nombre mágico -y secreto- de Dios, y, elevándose por los aires como un ser de poder divino -quizá sí, que era más semejante al creador de lo que podría pensarse-, salió de aquel jardín que también parecía ser una especie de cárcel de barrotes de oro, y desapareció para siempre.
¿Para siempre? No, para siempre no, porque no desapareció más que de la vista de Adán. Y Eva, la que cargó con el pecado original en solitario -ella y todas las mujeres, generación tras generación- muy probablemente ni se enteró de la existencia de aquella antecesora.

Esta "Lilit" (1892) de John Collier -sí, un prerrafaelita, pero seamos sinceros, eran unos pintores magníficos, y pintaban como no lo habían hecho otros antes- no es que se corresponda exactamente con el mito hebreo. Que se sepa, la serpiente que tentó a Eva no tuvo nada que ver con la marcha de Lilit. Aunque sí resulta lógico que ella pudiera encontrársela en el Eden, como a cualquier otro animal.

"La Reina de la Noche". Así es como los arqueólogos llaman a este extraordinario relieve encontrado en el sur de Irak. No se sabe a qué deidad representa. Lo más probable es que sea Ishtar, diosa del amor y el sexo de los pueblos mesopotámicos, heredera de la sumeria Inanna -sólo que esta última también lo era de la guerra; en esto último, tomaría el cetro, o el escudo y la lanza, la combativa y poco conocida Amat; es muy posible que Ishtar y Amat fueran adoptadas por los griegos, y de ellas "nacieran" Afrodita y Atenea-. Sin embargo, los hay que defienden que podría tratarse de Lilitu, una demonia y deidad menor mesopotámica de la que los hebreos pudieron sacar ciertas características de la futura Lilit. Aunque, evidentemente, no tengo la cultura de un arqueólogo, creo que la diosa debe ser Ishtar, pero su desnudez, alas a la espalda, pies de águila, y el poder omnimodo que despide, explica que judíos y cristianos vieran en ella algún tipo de demonio.

Volvemos a saber de ella a partir de leyendas y relatos que se oían entre las comunidades judías de la Europa Medieval -aunque con toda seguridad, se debían contar y comentar desde mucho antes; por lo menos, desde tiempos romanos-. Se contaba de que Lilit, se supone que volando cual personaje de Marvel o DC, llegó al Mar Rojo. En la Antigüedad, los judíos, fueran de Palestina, Siria, Italia, Egipto o cualquier otro país, debían tener cierto conocimiento de dónde estaba aquella lejana región del mundo, y qué estados o pueblos debían vivir frente a sus aguas. Pero los europeos medievales, judíos o cristianos, poco sabrían. Aquello era casi otro mundo. Fácil pensar que en en aquellas tierras, y en una época, de tan antigua legendaria,  vivieran demonios y seres que Dios, por la razón que fuera, decidió, en lugar de exterminar, apartarlos lo más lejos posible del Edén, hogar de la primera humanidad reducida a dos individuos. El que uno de esos miembros, Lilit, decidiera abandonar el paraíso para instalarse entre ellos, mantener relaciones sexuales -sexo no para reproducirse, sino por goce y diversión, de ella, y no de él-, tal vez fue algo un tanto inesperado.
Así pues, Dios decidió mandar a tres ángeles -Snvi, Snsvi y Smnglof; teniendo en cuenta la dificultad de "detectar" vocales en nombres hebreos desconocidos con anterioridad, resulta casi imposible cómo debían sonar originalmente dichos nombres-, que tenían orden de prenderla y, se supone, obligarle a acudir a algún lugar a ser juzgada. Pero Lilit, seguramente sintiéndose protegida por los demonios, los mismos demonios que vivían donde ahora se deben encontrar las costas de Eritrea, o Somalia o a saber qué otro país y que no parecían importarle demasiado ni a los ángeles ni a su señor celestial, les dijo que no, que ella vivía bien a gusto allí, con su enorme prole -parece que de cientos, quizá miles de individuos conocidos como lilim. Los ángeles no se tomaron aquello muy bien, y, o bien cumpliendo órdenes, o tomando la iniciativa, dejaron de ser ángeles encargados de búsqueda y captura, para pasar a ser ángeles exterminadores. Mataron a multitud de lilim, cien al día, y está claro que, por extraordinaria que fuese la capacidad reproductora de Lilit, desde luego no llegaba ni de lejos a contrarrestar semejante mortalidad de los que, al fin y al cabo, eran sus hijos.
Estaba bastante claro que Lili, lo tuviera anteriormente pensado o no, pasó a ser parte de lo que llamaríamos "el lado oscuro". Los enemigos de los seguidores de Yahveh, y más adelante, del Dios de los cristianos, y más adelante, de los musulmanes.

Lilith
Lilit en un grabado en madera sobre papel, obra de Ernst Barlach (1922). Encontrado en la web de la Enciclopedia Británica.


Una descendencia de naturaleza cambiante.

Las leyendas y cuentos judíos, relacionados con los textos religiosos y la historia más o menos dada por válida, pero con vida propia -la vida que le da su condición de literatura oral y autoría colectiva-, daban por cierto que, destrozada por el dolor de ver a tantos hijos muertos a manos de los ángeles, o quizá por el mismo Dios -se supone lo primero, pero no con seguridad absoluta-, decidió, al menos en cuanto los humanos empezaron a ser numerosos, a vengarse sobre sus hijos. En cuanto a los judíos, o más bien los antiguos hebreos anteriores a la deportación a Babilonia, los mataba antes de cumplir los ocho días, cuando todavía eran incircuncisos -o sea, que no habían sido circuncidados por un sacerdote, siglos después, exterminados éstos en las guerras contra los romanos, por rabinos-. La idea de una Lilit asesina de niños era algo que no fue difícil que entroncara con todo tipo de leyendas y cuentos de los pueblos con los que se encontraron o vivieron junto a los judíos a lo largo de los siglos, fueran griegos, romanos, germanos, o pueblos romanizados pero que conservaban parte de su cultura celta, tracia, etc. 
Además, Lilit, de alguna forma, en el Mediterráneo se encontró, por decirlo así, con Lamia, la reina Libia amante de Zeus, transformada por Hera, la celosa -con razón- y cruel e hipócrita esposa del dios de dioses  en un monstruo, después, también aquí, de haber asesinado a sus hijos. La amante de demonios temida por los judíos se entroncó en un solo mito por la desgraciada amante de Zeus que los griegos, injustamente, en lugar de tratarla como víctima, transformaron en monstruo que mataba o torturaba a los hijos de otras mujeres. Existiría otro caso de mujer que ha sufrido la ira divina, Medusa, pero que la posteridad recuerda sólo como monstruo flagelo de humanos, sin tener en cuenta sucesos anteriores, pero esa ya sería otra historia.

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Una versión más moderna de Lilit, por la ilustradora canadiense Rebecca Yanovskaya. Más sobre su obra aquí. (Creo que aquí hay alguien de quien vale la pena escribir algo más).

Y esos seres, hijos de Lilit, ¿cómo  o qué eran? En principio, se les llamó simplemente demonios. Más adelante, ya se les podría dividir y subdividir, en una demonología transformada en auténtico arte y ejemplo de diversidad y complejidad. En versiones antiguas, los lilim eran descritos como seres cubiertos de vello, casi como hombres-mono -pensar que pudieran referirse a homínidos antiguos como erectus o habilis sería delirante, sí, pero también provocativamente fascinante-. Más adelante, se dijo que, si no todos, la mayoría eran mujeres, o más bien de sexo femenino -no eran humanos propiamente dichos-. Además, la misma Lilit acabó transformándose también como un ser no humano, o post-humano, una especie de demonia-madre, y súcubo mayor. Finalmente, los, o las- lilim se transformaron en lo que en la Edad Media -donde lo judío y lo greco-latino se entremezcló con la cultura europea cristiana- en los súcubos -en plural-, los demonios de aspecto femenino que seducían a hombres, no pocos de ellos jóvenes monjes o sacerdotes -algunos de ellos, en la vida real, se sacaran de la manga algún súcubo cuando se insinuaba que habían tenido alguna relación no sólo amistosa con alguna mujer-. Y a los súcubos, les acabaron apareciendo su versión masculina: los íncubos, que violaban a mujeres dormidas, o las seducían y, en no pocas ocasiones, las dejaban embarazadas. Como en el caso de los súcubos, los íncubos también acabaron siendo útiles, en este caso, para explicar extraños embarazos. Lilit también tuvo hijos semi-demonios con el semen de aquellos hombres que caían en sus garras. Una descendencia enorme, desde luego.
Y pasado el tiempo, estos lascivos demonios acabaron siendo cada vez más literarios, e igualmente, más atractivos. Y sus historias y características se entremezclaron con leyendas de la Europa central y oriental -balcánica, magiar, germana, eslava...- para, de manos de la literatura de escritores europeos occidentales -británicos, franceses, alemanes-, contribuir a la creación de la imagen del vampiro, si no moderno, sí reconocible, como la Carmilla de Le Fanu, o antes de él, el vampiro de Polidori. De ahí, que hasta hoy en día, los vampirófilos -por llamarlos de algún modo- consideren a Lilit como la primera vampira, sólo un paso.
En los últimos años, Lilit es considerado incluso un símbolo feminista. ¿Hay razón para ello? Que cada uno piense lo que quiera. Evidentemente, Lilit no era feminista en el sentido moderno del término, y tampoco fue creado como símbolo de igualdad o derechos de las mujeres. Pero si se analiza su naturaleza más allá de la religión, sí resulta un ejemplo de independencia femenina muy convincente, de eso no hay duda.
Pero si nos olvidamos de todas las historias posteriores al mito hebreo original -mito, con toda seguridad, importado de Mesopotamia, donde asirios y babilonios sólo repetían lo que contaban y escribían sus antecesores semitas acadios, y éstos, de sus "maestros", padres de la civilización, los sumerios-, nos quedamos sólo con una cosa: Lilit, ni era malvada, ni cruel,  ni traidora; tampoco viciosa o lasciva. Simplemente, era una mujer independiente, que se sabía igual a su compañero hombre, y así lo exclamó y defendió. Hasta las últimas consecuencias, aunque eso significara el ser considerado por siempre como un ser maldito y monstruoso.