Kfar Kama: un relato sobre una curiosa aldea.
Después de pasar por un concurso literario, colguémoslo aquí.
Hace unos meses, a principios de este verano, decidí participar en un concurso literario, el de la Asociación Emilio Carrere, con un relato corto, pero al no tener ni idea de sobre qué tema podría tratar, decidí preguntar a una amiga, a ver si podía darme una idea. Y sí, me la dio, y muy original. Ella sabe de mi interés -que demostré dedicándole no una, sino dos entradas- por el pueblo circasiano. Interés compartido, por lo demás, y me habló de la aldea de Kfar Kama, en el norte de Israel, habitada por una mayoría de circasianos, que llevan décadas conviviendo lo mismo con judíos como con árabes musulmanes, cristianos y drusos.
No tardé mucho en escribir el relato, si bien es demasiado corto para mi gusto, pero así lo exigían las bases del concurso, y una vez que lo escribí, no lo cambié -algo no muy habitual, pues cuando escribo relatos que me parece que quedarían mejor con una mayor extensión, no tengo problema en dársela-. Y a falta de otro sitio donde enseñarlo, pues lo cuelgo aquí mismo, esperando que alguien más lo lea:
KFAR KAMA.
Bibras caminaba en silencio por las calles de su pueblo, Kfar Kama,
al norte de Israel. No era, aquella pequeña población, un lugar común. Habitada
por judíos, drusos, palestinos musulmanes y cristianos, era mayoritariamente
circasiana, como el mismo Bibras, que se dirigía a la parada de autobús para
volver al cuartel donde realizaba su servicio militar, como todos los hombres
de su pueblo.
La soledad, en un pueblo en silencio absoluto, con calles
vacías, lo mismo atrae el aburrimiento o la fantasía, que hace presa fácil de
comunidades que cuentan con un generoso acerbo de mitología.
Los pueblos guerreros acaban vistiendo uniforme, y los
circasianos fueron grandes luchadores. Hombres a caballo, altos gorros y largos
abrigos de piel, afiladas espadas de acero, señores de las cumbres, fantasmas
de los bosques, aplastados por los ejércitos del zar, se dispersaron, vencidos
pero orgullosos del deber cumplido, por las tierras de Oriente, atravesando
desiertos, poblando ciudades, levantando aldeas…
Las hazañas de los narts, los héroes, transcurrían antes sus
ojos: Sosriqwe, que decapitó a un gigante; la divina Setenay, reina y madre de héroes;
la hechicera Ediyixu y su esposo, Psebide, ladrón de caballos… ¡qué lejanos
quedan, roto el silencio por un vulgar autobús!

La mezquita anexa al centro de herencia cultural circasiana de Kfar Kama.


Parte de los miembros de una asociación cultural de la aldea.
Y sí, Kfar Kama es un lugar real.