Los prerrafaelitas (X): Una visión femenina, Evelyn de Morgan.
La principal voz femenina del movimiento, y una de las más fieles a la influencia italiana y, en general, greco-latina.
La serie dedicada a los pintores prerrafaelitas ha resultado mucho más larga de lo que pensaba, debido también a que, a medida que escribía sobre algunos de ellos, descubría o recordaba a nuevos autores. En este caso, se trataría de la única mujer que se hizo un nombre en el universo prerrafaelista, mayoritariamente pictórico, también escultórico. Tal vez su obra no sea tan conocida, aunque, con un estilo muy neo-renacentista y característico, distinto a sus "compañeros" masculinos, debería ser, sin embargo, la que podría reclamar su condición de prerrafaelita más que ningún otro.
Evelyn de Morgan. El redescubrimiento de los autores renacentistas que, en su tiempo, intentaron pintar como si vivieran en la antigua Roma.
El apellido por el que es conocida, De Morgan, es de él, su marido, el ceramista William De Morgan, (en la foto de la derecha, ambos, cuando ya llevan muchos años juntos) con quién se casó en 1887, y con el que vivió hasta la muerte de éste en 1917. Ella le acompañaría sólo dos años después, también en Londres. De Morgan fue un artista reconocido en su arte, pero necesitaba ayuda económica para llevarlo a cabo, y su mujer no dudó en dársela. Al fin y al cabo, no se trataba de un simple capricho. William era una gran artista, y no disfrutaba de unos orígenes socio-económicos tan elevados como su mujer, que recordaba como sus padres se opusieron en principio a su carrera artística, y la aceptaron -por su tozudez e insistencia continua, no era persona que se rindiera fácilmente- de forma apática, sin darle la mayor importancia a su arte. En 1876 expuso por primera vez una de sus obras: sería en la galería Dudley. Se trataba de su "Santa Catalina de Alejandría" (1873-5, parece), y al año siguiente, expondría su "Ariadna de Naxos" (1877, año de la exposición), en la prestigiosa galería Grosvenor. Y no le fue sencillo, pues a las mujeres les costaba un mundo que les tomaran en serio como artistas -los críticos, los artistas varones, los posibles mecenas, la sociedad en general-, así que tuvo que enfrentarse a ese hándicap durante años, aunque en edad madura, fue respetada como el que más.
"Medea" (1889), ejemplo de su temática: un personaje mitológico clásico, sobre un fondo que aparenta ser un ejemplo de colorida y marmórea arquitectura griega -aunque los arcos más bien parecen de influencia árabe-.

"SOS" (1914). Utiliza las siglas del código Morse para pedir ayuda, refiriéndose, quizá -nunca se ha llegado a estar completamente seguro- a la civilización en peligro de ser devorada por la barbarie, o tal vez acordándose de los millones de soldados que morían durante la Gran Guerra, o, incluso, a la pérdida de la inocencia de la sociedad, tanto en Gran Bretaña, como en Europa entera.

"Ariadna en Naxos" (1877), que ayudó a Teseo a salir del laberinto del minotauro, traicionando a su padre, el rey de Creta Minos.
"Helena de Troya" (1896), personaje mitológico indiscutible para cualquier amantes de la literatura y los mitos griegos.
"Aurora triunfante" (1878), mezcla a la diosa romana del alba, Aurora, con unos ángeles de alas rojas de temática cristiana, que anuncian el triunfa de ésta sobre la oscuridad (a la izquierda).

"La esperanza en la prisión de la desesperación". Esta pintura alegórica fue una de las más conocidas y representativas de la obra de Evelyn de Morgan.
Y sobre su determinación para ser artista, recordar un par de frases que escribió en su diario cuando cumplió los diecisiete años, poco antes de inscribirse en la escuela artística: "El arte es eterno, la vida es breve", claramente inspirada en el "Ars longa vita brevis" de los antiguos romanos -aquí, claramente, la influencia clásica, aún antes de viajar de forma seria y continuada a Italia, a descubrir dicha huella cultural en su propia cuna itálica-, y "Debo darme prisa, no tengo un momento que perder". Y por lo que parece, hizo lo que pudo para no perder ese tiempo al que tanto valor daba.

"Cadmus y Harmonía" (1877), o la Tierra durmente frente a una Luna luminosa y cálida. Aunque, en teoría, tenga una temática mitológica, la imagen parece anticiparse por representar un mundo onírico. Probablemente, de Morgan, como Burne-Jones, acabó, casi sin darse cuenta, dando inicio al sucesor del prerrafaelismo: el simbolismo.
"Luna", otra escena onírica que pintó a partir de la década de los 70 del XIX -esta corresponde ya a los 80 de aquel siglo-, que invita a soñar, y a mirar atentamente el cielo con otros ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario