sábado, 21 de febrero de 2015

Los prerrafaelitas (XI): John William Godward, entre prerrafaelita y neo-clásico. La dificultad de poner etiquetas.

En muchas ocasiones no es considerado como un auténtico prerrafaelita, pero su preferencia por representar una Antigüedad idealizada y colorida lo acerca a dicha corriente artística.


John William Godward (1861-1922) fue nombrado en otra entrada como amigo, compañero en experiencias artísticas, y hasta cierto punto, maestro del también pintor, y prerrafaelita, William Clarke Wontner, a pesar de que ambos artistas tuvieran una edad parecida -para nada Godward pertenecía a una generación anterior a la de su compañero-. Sin embargo, reducirlo a esto, al amigo y profesor superado por su alumno de un artista que, con toda justicia, se hizo un nombre en su época, y sigue siéndolo hoy en día, sería injusto.
Bien es cierto que no su nombre no ha llegado a nuestros días con la misma fuerza, pero eso no significa que no valga la pena conocer su obra. Realmente, ¿no vale eso, la pena, el esfuerzo, o más bien el placer, de descubrir nuevos artistas, de cualquier país o época, y conocer su vida, su obra, sus influencias, tanto las recibidas, como las proyectadas sobre artistas coetáneos o posteriores? Godward no es un asiduo de los libros o webs de arte, más allá de Gran Bretaña, su país, pero no por eso deja de tener un espacio en la historia de los prerrafaelitas.


El hombre que nació demasiado tarde: nadie como él para retratar a las dominas y dominilas de las grandes familias romanas.

Godward nació en Wilton Grove (Wimbledon), que es como decir la Inglaterra profunda, hojo de un empleado de una empresa de seguros de vida de Londres, y criado en una familia numerosa -era el mayor de cinco hijos, con las habituales obligaciones no escritas hacia sus hermanos pequeños, que eran todos-, con un padre y un abuelo conservadores y un tanto autoritarios, religiosos y que, debido a que intentaron llevar bastante recto al joven John William -que, por lo demás, no parece que fuera un hijo ni rebelde ni egoista-, quizá provocaran que, en su edad adulta, fuera hombre un tanto tímido y con ciertos problemas para relacionarse con los demás. Al menos, al principio, pues cuando había confianza, parece que fue persona bastante agradable al trato, una vez que se le conocía a fondo.

"Nerissa" (1906). Si Godward hubiera vivido dos mil años antes de su época, con retratos como este habría conseguido fama y fortuna, y la invitación a no pocas fiestas y banquetes de los nobilis romanos.

Sus gustos, y por tanto, su estilo, no sería exactamente prerrafaelita, pues la influencia del neoclasicismo pictórico -que no se sabe bien si era un estilo, una corriente, o, simplemente, un re-descubrimiento de la cultura greco-latina en su conjunto, y no sólo desde un punto de vista político o militar, que fue lo más habitual hasta aquella época, primera mitad del siglo XIX- era clarísima. El título de más arriba no es gratuito. Godward, básicamente, siempre pintó obras muy parecidas entre sí: una mujer joven -entre adolescente y treintañera, aunque, en aquella época, resultaba un poco difícil distinguir edades de forma más o menos exacta-, normalmente de cuerpo entero, sola o acompañada de alguna otra mujer de la misma edad, y que representaba a una romana de clase media o alta -sí, en la antigua Roma había lo que llamaríamos una clase media, aunque, a partir del comienzo de su larguísima decadencia, las desigualdades sociales fueron cada vez mayores; la crisis y caída de Roma también fue un quebranto de la estructura social, y el desapego de gran parte de la población, que cada vez se veía más empobrecida y abandonada por el estado-. La  mujer representada, porque aunque muchos sean los cuadros, y las modelos no fueran siempre las mismas, sería, en la práctica, sólo una en muchos de ellos, acostumbra a llevar sus negros cabellos -latinos, como suponían la gente del norte, normalmente rubia, castaña o pelirroja, recogidos y no excesivamente largos, y su colorido vestuario no acostumbraba a variar demasiado. Cierto es que las modas en la Roma Imperial -o republicana, da igual- no cambiaron en exceso, pero las influencias exteriores -o de las provincias, a medida que los romanos sometieron a casi todos sus vecinos- hicieron que, tanto entre las mujeres como entre los hombres, hubiera más cambios de lo que se podría suponer. Y no sólo en el vestuario, pues según se ha podido averiguar en los últimos tiempos, las romanas tuvieron, a lo largo de los años, multitud de peinados y cortes de pelo que cambiaban, y a veces se recuperaban, de temporada en temporada, como también existían tintes para el cabello. Esto último quizá era más habitual en las atenienses -se teñían de rubias, como suponían que era la diosa Atenea, protectora de la legendaria Atenas pre-romana-, pero nada hace pensar que en Roma no hubiera mujeres de todos los orígenes sociales -y no sólo prostitutas, como a veces se dice- que gustaran de usarlos. Como Alma-Tadema o Leighton, en ocasiones tenía que investigar, si deseaba retratar de forma verosímil a sus "romanas resucitadas", por lo que dichos pintores, como también escultores o escritores -Flaubert, a la hora de escribir su "Salambó, la princesa de Cartago"; o Bulwer Lytton, cuando decidió escribir "Los últimos días de Pompeya". Es curioso lo mucho que hicieron estos artistas o literatos para re-descubrir el pasado clásico. Quizá, hicieran más que no pocos historiadores, acostumbrados a escribir de forma pesada y académica, sólo para gente de su mismo nivel cultural, por resucitar las costumbres y las vidas de hombres y mujeres del Mediterráneo que llevaban tantos siglos muertos y casi olvidados.

"Dolce far niente" (1904). El arte y disfrute de, simplemente, no hacer nada. Los italianos modernos, y mediterráneos en general, siguen practicándolo, dos mil años después de los esplendores imperiales romanos, y pasados más de mil quinientos desde la caída de Roma.

Summer Flowers - John William Godward
"Flores de verano" (1903), quizá uno de sus retratos más característicos. Una auténtica escena de cuento, donde las flores tienen tanto protagonismo como la joven patricia que admira un jardín que llega, literalmente hasta su ventana.

En ocasiones, también retrató mujeres desnudas, o semi-desnudas, aunque fuera en pocas ocasiones. Ni que decir cabe que, por muy clásico -por su estilo- que creyera ser -aunque no fuera realmente así, su forma de retratar era más alegre y colorida que la típica de los pintores británicos de otras generaciones-, aquello fue un escándalo. Aunque, con el tiempo, el público se fue acostumbrando, hasta que, finalmente, los desnudos femeninos no resultaban mucho más escandalosos que los masculinos. Aunque hablar, se hablaba, eso seguro.
En resumidas cuentas, Godward se habría ganado bien la vida retratando a las dominas -dueñas o amas de la casa, y no sólo entre familias ricas, aunque éstas eran las que más usaban la palabra en cuestión- o las dominilas -las niñas o adolescentes de la casa, o las mujeres de más edad que no eran ni las esposas ni las madres del dueño de la domus, la casa unifamiliar que sería el equivalente antiguo al chalet o vivienda separada en alguna de las muchas urbanizaciones que rodean a las ciudades-.

"Ochenta y dieciocho" (1898). En el original, "Eighty and eighteen", cuya pronunciación es mucho más parecida. La diferencia de edad no impide que se pueda disfrutar de la vida, aunque sea de forma o con una visión un tanto distintas. Aquí, el autor demuestra  su habilidad para representar la textura del mármol, la piel del tigre, el arbusto con flores de la derecha...

¿Qué influencias recibió Godward? Si hablamos de influencias personales, en primer lugar, de Alma-Tadema, uno de los paladines y líderes no reconocidos del movimiento. Él le ayudó a mejorar su pintura y su visión de la imagen y los personajes, quién -sin duda- le animó a interesarse por la Antigüedad, y a pintar obrar de ambientación romana. Tanto, que, más incluso que su maestro, fue Godward el representante de lo que podría llamarse "prerrafaelismo neoclásico", o "greco-romano". Y sin duda, el trabajar con Wontner le benefició también, porque, como ya se ha comentado, más que una relación maestro-alumno, fue una búsqueda compartida del arte y la belleza, y, por lo visto, fue bastante beneficioso para ambos. Sus obras lo atestiguan. Frederic Leighton, también amante de la mitología y la temática clásica, sería otra de sus influencias. O más bien, un autor de temática parecida. Roma, pues, sería su centro, aunque también en ocasiones retrataría alguna imagen "griega", o helénica. 
Como otros muchos artistas de su época, aparte de exponer en la Royal Academy -en su caso, desde 1887-, también visitó y vivió un tiempo en Italia, patria adoptiva de todo artista que se preciara, y donde se fugó con una de sus modelos en 1912. Aquello no facilitó, precisamente, que su familia, que nunca vio de buen grado que se dedicada a la pintura -consideraban a los artistas como poco menos que unos vagos viciosos, gente poco religiosa y nada recomendable- decidiera volver a aceptarlo en su seno. Más bien al contrario; desde ese momento, las relaciones con el su miembro más díscolo quedaron rotas para siempre.

"Desnudo en la playa" (1922). El único desnudo "moderno" que realizó, el último año de su vida. Tal vez, para demostrar que él podía ser, en los años 20 -lejos ya de su mejor época artística- tan rupturista como el que más.

"Cuando el corazón era joven", o "La señal" -he encontrado ambos títulos-, de principios de siglo. La afición de Godward a retratar mujeres en posición de descanso haría pensar que las romanas se pasaban el día entero tumbadas, lo que tampoco era del todo cierto -aunque, en el caso de las de origen social más elevado, igualmente, no sería del todo falso-.

Respecto a su fin, su muerte, no deja de ser sorprendente. Él murió en 1922, bien entrado ya el siglo XX. En sus últimos años, fue, por tanto, una especie de "antigüedad viviente" en los círculos artísticos. Cierto que seguía vendiendo cuadros, y teniendo seguidores, pero ya no era lo mismo. La aparición de impresionistas, post-impresionistas, fauvistas, cubistas, etc., hizo que su pintura fuera vista cada vez más como arte viejo, pasado de moda, condenado al olvido -como así fue, durante muchos años-. La aparición de un genio revolucionario, rupturista, como fue Pablo Picasso, más que enfurecerle, lo sumió en la depresión -claramente, el buen hombre tenía una psicología complicada y débil, y ciertas cosas le hicieron un daño en principio inimaginable-, y le quitaron las ganas de pintar. Cuando se encontró su cadáver, contando sesenta y un año solamente -aunque, en aquella época, era una edad avanzada, incluso entre gente con un nivel de vida bastante alto-, parece que se encontró -quizá sea leyenda; la historia del arte está llena de ellas- una nota que decía "El mundo no es lo suficientemente grande para mí y un Picasso".
Su familia, tan religiosa, y con quién Godward -aficionado a pintar, no vírgenes o santos, sin a antiguas romanas, ¡paganas!- no tenía buenas relaciones, se avergonzó de su suicidio -en aquella época, los suicidas eran vistos poco menos que como criminales, y descreídos que habían ofendido a Dios y a su familia-, y quemó sus papeles y documentos: cartas, fotografías, y tal vez, obras sin acabar, bocetos, escritos con posibles ideas... por lo que el conocimiento de la persona, más allá del artista, nos ha quedado vedado por culpa de la cerrazón de mente de la familia Godward.
Como otros muchos prerrafaelitas, la belleza de la composición y la modelo -o modelos- era de gran importancia. Y, a la vista está, el buen tratamiento de la luz, el color, el realismo a la hora de representar mármoles, telas y vegetación, y de retratar una Antigüedad más ideal que histórica. Aunque, después de todo, no fueron personajes o hechos históricos, los que más le interesaban. Una de sus obras más conocidas sería "Dolce far niente" (1904), el arte de no hacer nada. Tan italiano, tan mediterráneo. Claramente, Gorward era un británico que tenía poco de ello. Él siempre fue un italiano de adopción, aunque fuera desde la distancia.  De esta obra, como de otras, existen varias versiones, algunas poco conocidas, o directamente perdidas.

    
"Una sacerdotisa" (1894; aunque no queda claro dedicada al culto de que dios o diosa de la Antigüedad; la afición de muchos artistas "modernos" a retratar sacerdotisas paganas no sentaba demasiado bien a muchos miembros de una sociedad conservadora y muy cristiana), y "Una matrona romana" (1905). Sobre este segundo cuadro, quizá la dama no parezca una matrona tal como se las podría imaginar, pero es que en Roma, a partir de Augusto, no pocas mujeres jóvenes de buena familia se tomaban su condición de "señoras de alta alcurnia" como una forma de estar "encantadas de conocerse". El disfrute de la vida, vamos.

En resumidas cuentas, ante la pregunta "¿Godward era un prerrafaelita?", quizá habría que decir que no, que era un neo-clásico victoriano -por la época y lugar que le tocó vivir; a algunos de dichos autores se les criticó diciendo que representaban "victorianos con togas"-, pero sus influencias mutuas, entre los miembros de dicha corriente y él, hace que merezca ser nombrado entre el listado de los que sí son considerados como tales. Aunque sólo sea para dar a conocer su obra.

Y el por qué no hay fotos del artista, simplemente, porque su familia hizo lo posible, y lo imposible, para destruirlas todas. Probablemente, alguna se pueda encontrar en internet -al fin y al cabo, algún fotógrafo de algún periódico o revista tendría la idea, en determinado momento, de hacerle uno-, pero no deja de sorprender -si no se conoce la verdad de su fin- que resulte un personaje tan misterioso, como si no hubiera existido nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario