domingo, 9 de diciembre de 2012

Leigh Brackett, del pulp a guionista de Hollywood.

Probablemente, la mujer más ecléctica en el mundo de la cultura popular en los 40 y 50... hasta "El imperio contraataca".


Bien, en este caso, no toca hablar de una actriz, sino de una escritora, en su doble vertiente, literaria y como guionista de cine y, ocasionalmente, también de televisión. Leigh Brackett no es, precisamente, muy conocida en España -desconozco si también en Hispanoamérica; tal vez sí en México o Puerto Rico, por influencia más directa de Estados Unidos, pero es sólo suposición-, al menos, como escritora. Pero como guionista, no sucede lo mismo. No es que su nombre, actualmente o en el pasado resultara familiar al oído, pero sí las películas en que fue autora, o co-autora, de sus guiones, pues se trataron en su momento, de producciones prestigiosas, con, nada menos, que John Wayne como protagonista. Algo curioso, el que destacara como guionista de westerns, teniendo en cuenta que, literariamente, siempre estuvo entre la novela negra más norteamericana -el hard-boiled, del cual fue una de los pioneros, y única "madre", entre tanto "padre"- y la ciencia-ficción en su versión más lúdica. Lo que, en otros tiempos, era conocido en Norteamérica como "space-opera", o historia -en cine, literatura, cómic o serial de radio- consistente, básicamente, en aventuras espaciales, con naves, héroes, malvados y viajes imposibles, con una base científica, como mínimo, discutible. Al menos, en gran parte de los casos, pues tampoco hay que olvidar auténticas obras maestras, así como otras con una visión científica más realista. Como ejemplo, las aventuras de Flash Gordon.


Leigh, como escritora.

Leigh Brackett (a la derecha, junto a su marido, Edmond Hamilton) nació en 1915 en Los Ángeles -al contrario de tantos escritores de su época, que llegaban al mundo en minúsculos pueblos de la América profunda-, y se crió allá, donde conoció al que luego sería su marido, el también escritor de CF Edmond Hamilton, con quién marcharía al centro-este del país, al estado de Ohio -Kinsman; Hamilton y su familia eran originarios de dicho estado-, y donde vivirían hasta la muerte de ambos -él, en 1977, y ella, un año después-. Como se puede ver, su vida personal no es demasiado llamativa, excepto que acabó casándose, y pasando a su lado toda su vida, con un escritor de su mismo género -aunque ella, realmente, cultivó varios-. Algo parecido a otra de las primeras mujeres escritoras de CF en su versión más o menos moderna: Catherine L. Moore, casada con Henry Kuttner -si bien él optó más por el terror y la fantasía, dejando la CF a su esposa, con quién escribió a cuatro manos varias novelas, sin saber exactamente cual fue la aportación de uno u otra-.
La primera revista para la que publicó relatos -porque, en aquella época, cualquier escritor novel que quisiera labrarse un nombre, debía primero, de forma casi obligatoria, intentar publicar en revistas, fueran claramente pulp, o literariamente más "respetables"-, fue en Astounding SF. Aquello fue entre 1940 y 1943, antes de su primera novela larga, o novela propiamente dicha. Probablemente, su primer relato fue "Martian quest", aunque el más logrado fue la novela corta "La ciudadela de los barcos perdidos", de 1943, donde trata, mediante la CF, el tema de la colonización comercial y cultural, en este caso, de la Tierra sobre la población de planetas más primitivos, con los que mantiene contacto para abrir nuevos mercados.
Sin embargo, su primera obra larga, y que le dio una fama de la que todavía no disfrutaba, fue del género negro. Entiéndase por "negro", no la novela de detectives, como el Sherlock Holmes de Doyle, o las historias de Agatha Christie, consistente, básicamente, en averiguar el culpable de un crimen o robo que se describe al principio del relato o novela, y mediante las pistas o datos que el autor nos va dando casi al mismo tiempo que al protagonista principal. Esta rama del género policiaco, genuinamente norteamericana, es el "hard boiled", protagonizado por detectives privados, que, estos sí, deben cobrar sus honorarios para malvivir, llenos de crimenes retorcidos, retratos crudos de la época en que transcurren, bajos fondos, mujeres fatales, locales hediondos, y personajes mucho más reales y profundos, con un pasado, problemas personales, familia, amores y desamores, errores de los que en muchas ocasiones deben arrepentirse, etc. Dashiel Hammet o Raimond Chandler serían dos de los autores clásicos, y, en aquella época -principios y mediados de la década de los 40- todavía vivos y famosos. Y de repente, una joven -que, como era habitual en la época, mandó por correo su obra sin ni tan siquiera explicar más que al director que era una mujer- logra publicar una obra que no desmerecía el ser considerada un pequeño clásico, y con la misma calidad y originalidad, para los estándares de la época, que las publicadas por los dos pioneros ya nombrados: "No good from a corpse" -se podría traducir como "Nada bueno de un cadáver", porque no he logrado encontrar una traducción anterior, aunque no creo que sea la mejor-. Brackett ya había publicado en la revista Black Mask, dedicada básicamente a publicar relatos policíacos -y, en aquella época, con ventas y fama comparables, o incluso superiores, a otra tan conocida para los aficionados actuales al terror y la fantasía como "Weird tales"-, y aunque no se había hecho un hueco entre los más vendidos y seguidos por los lectores habituales de la publicación -que escribían masivamente, como era costumbre en la época, para alabar, criticar, machacar, o exigir más material de sus más queridos/odiados autores-, sus obras sí que eran aceptadas con relativa continuidad, incluida una novela corta, "La desgracia Teller", que ya avanzaba la calidad de la escritora. En esa misma revista, fue donde consiguió publicar "No good...", y eso le significó no sólo buen nombre como novelista, sino también, siendo todavía joven -31 años-, y sin experiencia alguna en el mundo del cine. Más adelante, volvería al género negro, con "Ojo por ojo", en 1957, que sería adaptada a la televisión por la CBS, o "El tigre entre nosotros", del mismo año. En resumidas cuentas, no se puede hablar de un "período CF" o un "período hardboiled" -o noir, como se diría en Francia y Europa-. Siempre escribió de todo en todo momento.

La primera novela larga de Brackett, publicada como libro.

Sin embargo, no fue el género negro quién le daría más fama. Brackett se dedicó, básicamente, antes y después de su trabajo como guionista, a la CF, y tuvo como personaje más destacado, por ser protagonista en varias de sus historias, a Eric John Stark. Stark es considerado un individuo de origen oscuro: vivió en Mercurio "adoptado" por una tribu de gentes del planeta, de aspecto más o menos insectoide, pero en cierto modo civilizados y "sociables". Él era hijo de unos ingenieros terrestres que murieron en aquellas solitudes trabajando para una empresa minera. Después de haber sido encontrado por un grupo de mineros, fue tratado por ellos poco menos que como un esclavo o un infrahumano, hasta que decide escapar y ganarse la vida, básicamente, como ladrón y saqueador, aunque sin dejar de tener un firme código moral que, entre otras cosas, le hace huir del poder y la civilización tecnológica y urbana -personalizada por la humanidad, sea de la Tierra o colonos de otros mundos- y de su hipocresía y materialismo, así como un odio a cualquier tipo de explotación y esclavitud de los débiles por parte de los más poderosos. Una de las razones por las que, quizá, fuera tratado con tanto desdén por los humanos que, teoricamente, le liberaron, pudiera ser su aspecto físico: aunque en todas las ilustraciones de portada o interiores, John Stark es retratado como el típico héroe anglosajón blanco y rubio, la autora lo describe en varias ocasiones como un individuo muy probablemente de familia norteamericana de cultura occidental, pero no blanco, sino de piel oscura; si no negro, sí de piel morena -y no sólo, se aclara, por el clima o la falta de higiene; Starck es, muy probablemente, un afro-americano con ascendencia europea, pero con un mayor origen africano-. Y esto, en aquella época -y hasta principios de los años 80, nada menos- era considerado algo poco creíble, incluso en un género lleno de hechos y personajes increíbles: un héroe negro. Algunas historias, novelas o relatos, y en ocasiones novelas largas nacidas a partir de cuentos más cortos ya publicados, serían "Reina de las catacumbas marcianas" y "La ciudad de los perdidos", de 1949, "Negra amazona de Marte", de 1951, y "Camino de Sinharat", ya tardía, de 1963. Un caso de relato transformado en novela -con la ayuda de su marido- sería "El pueblo del talismán", cuento largo transformado en la novela "El secreto de Sinharat", de 1964. Sin embargo, no sólo fue Stark el protagonista de sus novelas. Una de sus obras más conocidas, y de las pocas traducidas al castellano, sería "La espada de Rhiannon", publicada en 1953, pero derivada de "Los reyes del mar de Marte" -otro más que probable trabajo de colaboración de Hamilton-, que fue publicada en 1949. También destacar, entre otras historias más o menos independientes, "La negra amazona de Marte", planeta donde transcurren gran parte de sus historias.

Una de las primeras ediciones de "El pueblo del talismán".

Uno de los números de "Planet stories", una revista "menor" de CF donde habituaba a publicar Brackett.

Aunque estuvo bastante tiempo alejada de la literatura de cualquier género, en los 70 escribió tres novelas más o menos cortas -entre 1974 y 1976-, de nuevo con Stark como protagonista, pero ambientadas no en el sistema solar, como las anteriores, sino en un planeta extra-solar llamado Skaith. Más adelante, serían reimprimidas en un solo volumen conocido como "El libro de Skaith". El personaje tal vez aparezca aquí un tanto cambiado, se nota que el estilo de la autora no es el de la época -aunque ello no debería ser un problema, pues también, evidentemente, los relatos de los 40 serían, en los 70, de otros tiempos-, lo que dificultó el tener mayor venta, y el nuevo planeta suena un tanto raro, en un universo propio ambientado en nuestro sistema -un sistema donde cada planeta cumple un propósito: el Mercurio lleno de explotaciones mineras; el Venus poblado por razas humanas o no-humanas primitivas que combaten a los escasos colonos y soldados terrestres, que deben enfrentarse también a un clima insoportable, y a una fauna y flora peligrosas en extremo; el Marte colonizado en masa por los terrestres, que intentan "civilizar", comerciar, pero también dominar, a las decadentes razas allá existentes...-  pero no dejan de tener su interés. No hay que buscar aquí obras maestras, pero sí que son, claramente, obras de evasión más que apreciables.
Algo más sobre su obra literaria: la novela del Oeste, tan poco conocida, e incluso denostada y tomada como auténtica literatura ya no barata, sino, directamente, basura. De forma totalmente injusta, hay que decirlo. Habría que destacar su primera novela en dicho género, "Río Bravo", basada en un guión de ella misma junto a Jules Furthman. La novelización de guiones es algo típico en Norteamérica. En ocasiones, no deja de ser, prácticamente, publicar una copia del guión. En otras, sin embargo, se trata de una auténtica novela, que en ocasiones logra estar a la altura, e incluso mejorar, el original cinematográfico. No resulta raro, pasado el tiempo, en pensar que la adaptación fue contraria, y que primero existió la novela, y luego la película. En otras muchas ocasiones, la novelización es totalmente olvidada. Pero en este caso, no es así. No fue, sin embargo, su única novela del Oeste, aunque sí la primera. Su otra aportación al género sería -en traducción un poco libre" "Seguid al viento libre", en original "Follow the free wind", de 1963. Que yo sepa, ambas están inéditas en castellano.

Leigh como guionista.

Cuando Brackett empezó su carrera como guionista, no llevaba demasiado tiempo como escritora. Realmente, ejerció siempre ambos oficios casi al unísono, no existe una época-escritora, y otra en el cine. Su primer trabajo, hoy ya bastante olvidado, aunque llamativo, fue en un género que nunca tocó en la literatura: el de terror. Para ser más exacto, el tema vampírico. Pero no fue el típico vampiro europeo -en aquella época, en no pocas ocasiones llegado, de cualquier forma imaginable, a tierras norteamericanas-, que sería, en mayor o menor medida, una copia del Drácula de Bela Lugosi o actores que seguían su sombra. No, este sería bien distinto; aunque, mejor, empezar por el principio. Leigh recibió una oferta de una modestísima productora Republic, donde alguien habría leído alguna de sus historias de CF. Haciendo tándem con el también guionista cinematográfico John K. Butler, fue ella la que imprimió al guión de la modestísima producción que sería conocida como "The gost vampire", "El espíritu del vampiro" -a veces se ha traducido como "El fantasma del vampiro", pero no creo que semejante expresión tenga mucho sentido: ¿Cómo va a existir el fantasma de un ser como un vampiro que, por sí mismo, ya está previamente muerto?-.

Una imagen en que el vampiro -hombre de mundo, más que noble engolado- juega con el supuesto héroe, que se pasa media película a su merced.

Estrenada en 1945, y con apenas una hora de duración -hacía programa doble con "The phantom speaks"-contaba como actor principal -el vampiro en cuestión- a un John Abbott que se toma su papel más en serio de lo que cabría esperar, y que crea a un ser de la noche bien distinto al siniestro conde transilvano. Dicho vampiro, por cierto, aparece -no está demasiado claro como- en el África colonial -o sea, teniendo en cuenta que son los años cuarenta, en el África contemporánea de la película-, donde se hace pasar por un europeo más. Mientras él hace una vida de dueño de local de mala muerte, con un buen nombre entre la escoria del lugar, una pequeña ciudad portuaria africana, donde se suceden una serie de extrañas muertes que serían, claramente, atribuibles a un vampiro, pero que el "héroe" que acaba topando con él. Un héroe, por lo demás, bastante inútil, que no se da cuenta del tipo de ser que tiene delante, y que se pasa media película como su esclavo, o tumbado en una cama, y que, el hecho de que un hombre sólo salga a  la luz del día de vez en cuando, aunque con gafas de sol -aquí, los vampiros no son seres totalmente nocturnos-, que tiene miedo a los espejos y crucifijos, no le da en absoluto que pensar. En realidad, son los africanos, los que se dan cuenta de que aquel tipo es algo más que extraño, aunque el héroe, propietario de una finca que teme que los crímenes asusten a sus trabajadores -en resumidas cuentas, que decide investigar por su cuenta por razones eminentemente prácticas y pecuniarias-, no les hace ni caso. Y el hecho de que dichos africanos sean retratados como gente inteligente y con personalidad propia, y no como, poco menos, que simios, que era algo bastante habitual en el cine de la época, parece también deberse a Brackett.
En resumidas cuentas, y sin explicar aquí el final, para ser una peli claramente de serie B -casi, serie Z- tiene una historia bastante bien hilvanada, y con un vampiro en absoluto contenido y aristocrático, sino una especie de personaje de los bajos fondos, que oculta un vampiro harto de una inmortalidd que le ha impedido tener amores o amistades duraderas -lo que acaba haciendo que no busque ni lo uno ni lo otro-, y que, mientras se sacie de la sangre que necesita para su supervivencia, no duda en filosofar y demostrar más profundidad emocional que su antagonista, que no deja de ser, al fin y al cabo, un terrateniente explotador. Y en medio de todo ello, una selva que parece un decorado de Barrio Sésamo, y la corta -demasiado- actuación de la ya olvidada -otra más- Adele Mara, cantante y bailarina española-estadounidense, una de las pupilas y amigas, o lo que fuera, del legendario Xavier Cugat -que, por sí solo, ya da para hablar bastante-.
De ahí, dio el salto a lo más grande. En 1946, el director Howard Hawks la fichó para que ayudara a William Faulkner, a escribir el guión de "El sueño eterno", obra capital de uno de los padres del género negro literario norteamericano -el hardboiled-, Raymond Chandler, y protagonizado por su ya legendario detective Philip Marlowe. La película estaba llamada -más bien, era casi obligatorio- que fuera un gran éxito -sobretodo, para Hawks, que no sólo era director, sino también productor-, y más, teniendo en cuenta que contaba como protagonistas a dos estrellas de la época, como Humphrey Bogart y Lauren Bacall, pero los problemas de Faulkner con la botella -y el hecho de que, quizá, no trabajara muy a gusto con material que no era propio, ni de su estilo, pues él era, al fin y al cabo, un dramaturgo autor principal del teatro moderno norteamericano, mientras que el género negro, probablemente, no le interesaba gran cosa- pudieron más que su genialidad como escritor, y Brackett, con la ayuda de un tercer guionista, Jules Futhman, lo acabó a tiempo.

"El sueño eterno", con Bogart y Bacall

Tras su matrimonio, se tomó un descanso de, más o menos, una década como guionista -y, en mayor o menor medida, de escritora de cualquier género- volviendo a mediados de los 50, también, de mano de Howard Hawks, que no olvidaba que ella había sido parte del éxito de "El sueño eterno" -sin desmerecer, claro está, a los intérpretes y a la novela original, y al trabajo del mismo director-productor-. Así, con Hawks detrás de la cámara, Bracket sería responsable -sola o acompañada, pero con un peso normalmente grande en la redacción final de cada guión- de diversas películas que tenían como protagonista a una auténtica superestrella de la época: John Wayne, el vaquero eterno, y prototipo del hombre que forjó el antiguo Oeste norteamericano, el género conocido en todo el mundo como western. Cuatro serían sus éxitos con Hawks a la dirección y Bracket como guionista o co-guionista, y es aquí donde cualquiera, norteamericano o no -gran parte de su obra literaria no ha sido traducida al castellano- donde es más reconocible su talento:  Río Bravo (1959, que más tarde, como antes se ha dicho, reescribiría en forma de novela en solitario), Hatari! (1962; si bien esta no es un western, sino una historia de aventuras africanas), El Dorado (1966), y Río Lobo (1970).


Uno de los clásicos con dirección de Braquett, con el hombre del Oeste por antonomasía: John Wayne.

Después de tanto éxito, y teniendo en cuenta su ya lejano trabajo en "El sueño eterno", Robert Altman decidió contratarla para que hiciera el guión adaptado de "El largo adiós" (1973), también Raymond Chandler, saliendo igualmente bien parada, a pesar de ser una novela, en aquella época, escrita ya décadas antes, y que, en cierto modo, había necesidad de "modernizar" un poco -aunque no demasiado, pues se trata de un tipo de literatura que es, al tiempo, intemporal y siempre, en mayor o menor medida, contemporánea al lector que la disfruta, si decide entrar de buen grado en dicho mundo-.
Su último trabajo como guionista -y como escritora, realmente- fue un primer borrador del guión de "El imperio contraataca", el segundo capítulo de la saga Star Wars -aunque, tras las tres de la precuela, el orden haya sido variado-. Sin embargo, al morir cuando la producción todavía estaba como quién dice en mantillas, Lucas decidió confiar en Lawrence Kasdan, que más adelante sería autor de "El retorno del Jedi" y la primera de las películas de la saga de Indiana Jones. Por lo poco que se ha oído comentar a quienes leyeron la versión de Bracket, una vez comparado con el film final, apenas tiene que ver lo uno con lo otro, al contrario de lo que en principio se insinuó -que Kasda, básicamente, daba un enfoque distinto a la historia, pero sin cambiar demasiado en ella-. Dicho guión sólo se conserva -es imposible copiarlo, no existe, que se sepa, en internet, y no se le enseña a cualquiera-: en la biblioteca de la Universidad Eastern  del estado de Nuevo Mexico, y en los archivos de LucasFilm.
Respecto a qué se podría encontrar, hoy en día, de la obra de dicha escritora, básicamente, sería a partir de las películas en las que intervino como guionista, sola o en colaboración de terceros, pues, en castellano, no se ha traducido -al menos, en el mercado español- mucho más que "La espada de Rhiannon", pero como, incluso con la crisis actual, poco a poco se va re-descubriendo -o, como en este caso, básicamente, descubriendo sin más- a cada vez más autores de pasadas décadas, no sería extraño que alguien -un iluminado; un amante de literatura de otras épocas; alguien que, en definitiva, ande sobrado de entusiasmo o de dinero- acabe por traducir una parte considerable de sus novelas o relatos cortos. Al tiempo

Y ahora, después de haber necesitado días y días para esta entrada -no por su dificultad, sino por su falta de tiempo y, tal vez, por las un tanto, para mí, deprimentes fiestas que se avecinan-, un pequeño descanso hasta finales de mes. O tal vez antes. Ya se verá.