jueves, 25 de diciembre de 2014


Un villancico alternativo y clásico al tiempo: Bing Crosby & David Bowie cantando "The little drummer boy".

"The little drummer boy", o "El pequeño tamborilero", como aquí diríamos. Se trata de un especial de 1977 de la cadena norteamericana CBS, donde cantaban a dúo el rey del glam rock, y estrella del rock en general y sin etiquetas, David Bowie, con el veteranísimo clooner  y clásico de la canción popular estadounidense Bing Crosby, que por cierto, fallecería sólo un mes después de la grabación, y que no lo vería en forma de disco. En teoría, parecía una mezcla que no podía funcionar demasiado bien, pero aún teniendo en cuenta el poquísimo tiempo que tuvieron para ensayar -sobretodo Bowie-, la cosa salió mucho mejor de lo que podría pensarse. En realidad, ha acabado transformándose en un clásico de los villacincos, incluso para los que -como yo- no son precisamente simpatizantes de este "subgénero" navideño.


Más adelante saldría en forma de single -o sea, de vinilo, algo que hoy en día nos parece tan lejano, y tan querido por no pocos coleccionistas-, y la canción se presentaría como "Peace on Earth/Little drummer boy", debido, sobretodo, porque Bowie adaptó algo la canción para que sonara mejor. Bueno, pues nada más, ahí queda el vídeo, y abajo, una foto del disco posterior, ahora tan buscado como casi inencontrable -al menos, fuera del mundo anglosajón.


sábado, 20 de diciembre de 2014

Los prerrafaelitas (VII): Edward John Poynter, ilustrador de los mitos clásicos.

E.J. Poynter, quizá el pintor que mejor supo retratar los mitos de la cultura clásica greco-latina.



Sir Edward John Poynter (1836, en París-1919, en Londres; a la derecha, un retrato realizado por su cuñado Burne-Jones), nacido en París -de casualidad, pues sus padres y familia eran británicos-, fue otro ejemplo claro de lo que fueron los pintores prerrafaelitas, si bien muchos críticos e historiadores del arte lo consideran, básicamente, un "academicista" -o sea, un pintor poco dado al rupturismo-, que de una u otra forma, se acabó acercando al prerrafaelismo, aunque eso, realmente, sea lo de menos. Interesado desde siempre en la mitología greco-latina, o clásica, como también se le llamaba, no dudó en pintar no sólo a personajes o relatos concernientes a ésta, sino también escenas más "costumbristas" del mundo antiguo, incluyendo también el  Egipto faraónico -no sería el único, como ya se habrá visto-, así como a otros contemporáneos a su época. Aún así, la mitología griega -la romana no dejaba de ser, realmente, una reinvención de la primera- fue su tema favorito, aunque en ocasiones, también tuviera que hacer cuadros más conservadores. Y esta palabra, conservador, no es casual, pues a Poynter le agradaba pintar mujeres hermosas, sensuales y, en general, ligeras de ropa. Y no sólo en los personajes femeninos reflejaría su deseo re representar la belleza. No dudaría tampoco en fondos o escenas naturales, históricas, etc. Porque la búsqueda de eso mismo, la belleza, en color, la luz, es lo que todos los prerrafaelitas buscaban.

"La visita de la reina de Saba al rey Salomón" (1875), un clásico en muchos sentidos -de recreación más o menos histórica, como tema bíblico de lo más exótico, y también como cuadro reproducido en no pocas ocasiones en las sedes y templos de las logias masónicas de medio mundo-.

"Funchal", la capital de la isla portuguesa de Madeira, en el Atlántico. Una rareza en la carrera de Poynter, pues se trata de una pintura de una población vista desde lejos, sin personaje humano alguno, ni tan siquiera como detalle secundario.


"Moisés golpea la roca" (1865), es un ejemplo de grabado -también era ilustrador y dibujante, además de pintor- para una biblia ilustrada.


La vida y la obra de un pintor "alternativo", que llegó a ser orgullo de la Royal Academy.

Hijo de un arquitecto, nació, como ya se dijo, en París, pero en poco tiempo la familia regresó a Inglaterra, donde Poynter viviría gran parte de su vida. Estudió en la Universidad de Brighton, pero problemas de salud, tan habituales en un país húmedo y de continuas lluvias como la Gran Bretaña, en una época en que la medicina avanzaba con rapidez, pero que todavía tenía mucho que mejorar, hicieron que pasara temporadas en Italia y Madeira, en el Atlántico. 
Conoció entonces (1853) a Frederick Leighton en Roma -otro gran retratista de mitos antiguos y mujeres exuberantes; al menos, para la época-, que fue, con toda seguridad, la persona que más hizo para que se lanzara de lleno al mundo artístico, tanto -sobretodo- a la pintura, como también, de forma casi natural, al dibujo y al diseño. También tuvo relación con el norteamericano James McNeill Whistler -quizá, más original que cualquiera de los que luego serían prerrafaelitas, y del cual, seguramente, no recibiría ni de lejos la misma influencia-. Como otros muchos, estudió también en la Royal Academy, y tras ello partió a París, donde entró en el estudio del pintor clasicista Charles Greyredonde. Casado en 1866 y con tres hijos, no tuvo una vida familiar movida, aunque sus hermanas le emparentaron con personajes famosos de la época -una de ellas fue esposa del artista Edward Burne-Jones, que también es incluido en el grupo de los prerrafaelitas, aunque él tenía un estilo un tanto particular, más "medievalista" en algunos casos-; otra fue madre del escritor Rudyard Kipling -el "escritor del Imperio Británico" por antonomasia-; y una tercera, madre también, del que sería primer ministro de Gran Bretaña Stanley Baldwin -si bien no pudo conocer, debido a la diferencia de edad, la totalidad de los éxitos literarios o políticos de sus famosos sobrinos-.

"Andrómeda" (1869), una de las obras que han pasado con mayor éxito a la posteridad, y que, en aquella época y lugar -la Gran Bretaña Victoriana-, no dejó de ser un escándalo. Sin embargo, ello no impidio a Poynter hacerse un hueco importante entre los más destacados artistas de su tiempo.

"La cueva de las ninfas de la tormenta" (1903). En aquella época, el pintor ya era una celebridad que estaba un poco a vueltas de todo, así que podía podía permitirse pintar casi lo que le viniera en gana.

Ingresó en la Royal Academy en 1876 -desde 1869, era asociado, que venía a ser una especie de socio de segunda, o puesto a prueba-, y tras la muerte de John Millais, fue elegido en 1896 presidente de la misma.  También consiguió ser nombrado caballero, o sir, y en 1902, baronet, que sería el equivalente a la baja nobleza. Aquello significaba tener las puertas de la política abiertas, aunque él no se interesó por ello, aparte de poder recibir una pensión del gobierno. Fue uno de los primeros artistas, como también su amigo de adolescencia Leighton, en ser nombrado sir, lo que significó un reconocimiento social considerable para pintores, escultores, etc. A partir de ese momento, junto a arquitectos y escritores, todos ellos serían considerados orgullo del imperio, y parte de lo que no sólo los reyes y políticos, sino gran parte del pueblo británico -incluyendo no pocos ciudadanos considerados progresistas o casi revolucionarios- veían como las joyas -humanas, pero joyas al fin y al cabo- que más brillaban dentro de la que creían mejor y superior cultura entre todas las que había en el mundo en aquella época. Como en tiempos del Imperio Romano, la cultura se alió con el poder político y militar, y con el orgullo patrio, aún en el caso de que no pocos de los artistas que la creaban y de la que formaban parte fueses apolíticos, críticos con el gobierno o, como mínimo, de ideas nacionalistas moderadas.

"El rincón en la plaza del mercado" (1887). Aquí, la imagen es bien distinta y mas comedida: se trataría de un retrato más o menos "doméstico" -lleno de luz, de flores, jugando con los colores y brillos y sombras de los distintos mármoles, siempre relacionados con la antigua Roma- de una Antigüedad transformada en una Edad de Oro perdida para siempre.

Parte de sus obras históricas serían consideradas clásicas y representativas de toda una época, de ahí que, a pesar de ciertas temáticas un tanto "incómodas", llegara a ser presidente de la Royal Academy. Es el caso de "Israel en Egipto" (1867), o "San Jorge de Inglaterra" (1869) -que se encuentra en el vestíbulo principal del Palacio de Westmnster, y que representa al santo patrón de Inglaterra en su lucha contra el dragón-, o "La visita de la reina de Saba al rey Salomón" (1875) y "El rey Salomón" (1890). Respecto a lo que serían sus obras de tema claramente mitológico, "Orfeo y Eurídice", y "Andrómeda" (1869), serían dos de las más conocidas.
Se le supone masón, debido a los cuadros dedicados al rey Salomón y a su mesa -objeto, por lo demás, totalmente legendario, y que algunos supusieron tanto en la Roma de los césares, después del saqueo del templo de Jerusalén, como en la antigua España conquistada por los musulmanes, aunque eso ya sería otra historia-, y a su relación con su sobrino Kipling. En realidad, en no pocos templos de logias masónicas se pueden encontrar reproducciones de "La visita de la reina de Saba al rey Salomón".

"Una tarde en casa -o en el hogar, según como quiera traducirse-". Uno de los escasos ejemplos de un retrato contemporáneo -del pintor, se entiende-: una joven leyendo a la luz de una lámpara; una luz en medio de la penumbra de la habitación. Y además,como toque de modernidad, nada menos que una luz eléctrica. Una rareza, en aquella época.

"En el jardín" (1901), otro caso de "retrato contemporáneo". Aquí, sin embargo, el personaje femenino, humano, no deja de ser un detalle frente al protagonista real del cuadro: la naturaleza, en forma de inabarcable jardín.

"Israel en Egipto" (1867), sería un cuadro, al tiempo, de temática histórica -al menos, en aquella época nadie dudaba de que el Éxodo de los hebreos conocidos aquí como "Israel", era un hecho histórico irrefutable-, y, a la vez, una forma de retratar el Egipto faraónico, que seguramente es lo que más interesaba a Poynter. Lo que ahora se llamaría "reconstrucción histórica".




viernes, 12 de diciembre de 2014

Jacques Tardi (II): Los géneros y los personajes principales: el folletín.

En esta segunda parte, su visión del folletín en su doble vertiente: el fantástico durante la "Belle époque", y el histórico de "El grito del pueblo".


En la primera entrada dedicada a Tardi, básicamente se habló por encima sobre su vida, sus ideas políticas -o su visión del mundo, un tanto fuera de la política-, y se habla de obras que, en sí mismas, no forman parte clara de ningún tema o grupo que incluyera trabajos que contaran con los mismos personajes o temática. 
En esta segunda, se hablará de sus tres temas preferidos, aunque aquí pueda dividirlos en cuatro, por una razón que explicaré en este párrafo: la Primera Guerra Mundial, en la que participó su abuelo, y donde podría incluirse también su único álbum -por ahora, pues hay otro por salir, no se sabe todavía exactamente cuando- sobre la II; el género negro, tanto los álbumes protagonizados por Nestor Burma, como otros independientes y con un estilo más "moderno"; y por último, el folletín, que incluiría las aventuras de Adèle Blanc-Sec, de Brindavoine -finalmente, los caminos de una y otro acabarían por entrecruzarse-, y "El demonio de los mares". Aquí, también, en teoría, deberían ir los cuatro álbumes que forman la obra -quizá la más ambiciosa, y que ha sido finalmente publicada en forma de recopilatorio casi de obligada lectura para cualquier seguidor del autor- "El grito del pueblo", sobre la Comuna de París. Sin embargo, tratándose de un relato con características y origen distintos al resto, prefiero dejarlo para el final, como un cuarto tema tratado en más de una ocasión, aunque actualmente, como ya se ha dicho, se venda como un libro de los llamados "integral", y no en su forma original, de cuatro capítulos o partes.
Ahora, después del preámbulo, entremos en materia.


Adèle Blan-Sec, Brindavoine y compañía. La loca alegría del folletín de la "Belle époque".

En determinado momento, se le pidió a Tardi que creara algún tipo de "personaje referencial" o carismático. Alguien de quién pudiera hacerse algún tipo de serie de álbumes, que fuera reconocible por el gran público. En resumidas cuentas, que su nombre y el de su autor tuvieran una clara relación, como Tintin y Hergé, o Asterix con Uderzo y Goscinny.

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Una viñeta de "Adiós Brindavoine": El personaje en un lugar indefinido de Afganistán, o al menos, el Asia Central. El exotismo era algo habitual en la nueva historieta de la época. Y si aquellos lejanos países y ciudades eran retratados con realismo y fidelidad, mejor que mejor.

El "Palacio de hierro", pura arquitectura industrial,  donde el fotógrafo Brindavoine sería trasladado de forma misteriosa, y que finalmente sería asaltado y destruido por las tribus nómadas de las tierras afganas donde fue levantado, buscando, con seguridad, el pasar inadvertido por las potencias occidentales.

Ese personaje fue Brindavoine, y su primera historia -que debía haber sido el primero de varios álbumes-, publicada en 1974 por la belga Casterman -como gran parte de su obra- se llamaría "Adiós Brindavoine". Se trata de un relato bastante curioso, como mínimo, donde el protagonista, aparentemente un tipo debilucho y un poco cobarde, aunque buena persona, es literalmente arrancado de su cómoda vida parisina para ser arrastrado a un exótico Afganistán, donde se las tendrá que ver con un tirano anciano y enfermo, rodeado de siniestros personajes -unos, físicamente tan débiles como cobardes; los otros, matones y personajes nada recomendables-, que vive en un palacio metálico en medio del desierto, siempre en riesgo de ser conquistado por los salvajes habitantes del lugar. La historia no es que tuviera demasiado éxito en revista, y cuando Tardi inició una segunda historia de Brindavoine -ese personaje delgado, alto y desgarbado, con gafas y traje gastado y pasado de moda que parece irle siempre grande, y que, con diversos nombres y oficios, y sin apenas cambios físicos, parece repetirse en diversos trabajos del autor, bien distintos entre sí-, cuyas aventuras transcurrían en plena I Guerra Mundial, las escasa ventas del álbum -que, con el tiempo, ha seguido teniendo modestas pero continuas tiradas, transformado casi en una rareza buscada por coleccionistas y seguidores del autor-  fueron la causa de que se le "convenciera", o forzara, a dejarla inacabada.

Una portada -superpoblada de personajes", de "El misterio de la Salamandra", donde Adèle Blanc-Sec y Brindavoine se entrecruzarán para siempre.

Una página de "La rosa y el fusil", donde "la patria", en forma de estatua de su personificación en una guerrida y brutal Marianne, obliga al pobre soldado Brindavoine que vuelva a la lucha.

Esta sería "La rosa y el fusil" -también de 1974-, y debido a que sólo contaba diez páginas, desde ese momento, se publicaba siempre junto a "Adiós Brindavoine". Parece que, excepto la historia ambientada en la Gran Guerra, el personaje ha ido siendo poco a poco olvidado por Tardi, que incluso reconoció que "Adiós..." no deja de ser una especie de "pecado de juventud", un experimento en temática y dibujo, que, una vez revisado -al menos, en mi opinión de aficionado al trabajo de Tardi- no ha envejecido nada mal y que, además, muestra la ruptura del cómic franco-belga con la llamada "linea clara", y con temáticas y estilo que, hoy en día, podrían parecer -como le parecieron también en los 70 y 80 a no pocos autores- bastante pasados de moda. Brindavoine es un anti-héroe, y en "La flor y el fusil" no es más que un soldado que no sabe qué demonios está defendiendo -¿patria, religión, gobierno?-, lo que sirve de excusa al autor para atacar todo lo que considera "intocable", la sociedad burguesa e hipócrita que habla de patriotismo, mientras manda a millones de jóvenes a luchar, matar y morir en lo que fue -hasta la Guerra Mundial siguiente- el mayor matadero de la historia humana. Aunque Tardi no pudo acabar dicha historia, la primera sobre la guerra en la que intervino su abuelo paterno, sí que hizo aparecer, años más tarde, a Brindavoine en el mundo de Adèle Blanc-Sec. Para ser más exacto, en el álbum "El secreto de la Salamandra", donde la protagonista, realmente, sólo aparece en la historia final, resucitada de una muerte a la que esquiva gracias a la tecnología -fantástica, como cualquier máquina folletinesca-, despertando en un mundo nuevo, más moderno y cruel, arrasado por la guerra. Una guerra que ya no era la suya, habitante de una época ya perdida, la anterior al conflicto, donde todo el mundo era más inocente. Y tal vez, y por eso el desastre que arrasó a Europa se extendió con tanta facilidad, más fácil de engañar. Más adelante, Brindavoine aparecería en otras aventuras de la joven periodista y escritora -como no- de novelas por entregas -folletines, sí, al fin y al cabo-, haciendo que el mundo de Blanc-Sec, y el de Brindavoine, se fusionen en uno solo.
Pero, al tiempo, Tardi también publicaría, directamente en forma de álbum, uno de sus trabajos más originales, fantásticos y atractivos "El demonio de los hielos", también en el año 1974 -si bien, parece que llevaba ya tiempo enfrascado en su creación. Aquí, mezcla la novela de aventuras científicas con algo tan difícil de pasar al cómic como es el grabado, herencia mezclada, reconocible, tanto de Jules Verne -el creador, como decían erróneamente los británicos, del "romance científico", traduciendo como romance el francés "roman", que en realidad significa, simplemente, novela-, con el legendario arte de un Gustave Doré, el rey -sin duda- del grabado, cuyo trabajo a servido para ilustrar tantas y tantas obras, durante siglos. Aquí se puede observar tanto un ejemplo de lo que, años después, sería conocido como "steam-punk", con el pesimismo que siempre ha sentido Tardi a la hora de retratar a la sociedad humana en su sentido más amplio -y más todavía, a su patria, pues si bien él siempre se ha sentido francés, no duda en atizar con dureza a todo lo que le parece corrupto y falso-. Aquel optimismo cientifista que tenían Verne, Wells y otros muchos, en Tardi, hombre del siglo XX, que sabe bien lo que esa "maravillosa ciencia" puede hacer en los campos de batalla -él, hijo y nieto de soldados en dos guerras mundiales-, no tiene cabida. No es que no quiera aceptarlo. Muy probablemente, es que no puede. Aquí, vemos una extraña amenaza que, como Nautilus del capitán Nemo, hunde barcos en todos los océanos del mundo -sobretodo, en aguas del Norte-, pero, lejos de criminalizar o criticar con dureza a los que consideraríamos malvados, más bien los comprende, mientras que el protagonista -que, como no, tiene algo más que simple semejanza con Brindavoine- más bien parece un pobre tipo que sirve de excusa para que la historia avance, y se nos explique qué hay detrás de los misteriosos hundimientos. Podría explicar algo más, pero creo que este álbum, que es auto-conclusivo, es de los más interesantes para cualquiera que desee conocer la parte menos social de la obra de Tardi. Eso, y alucinar con las imágenes de un mundo que ya no existe, con grabados que parecen pura magia, con los protagonistas moviéndose por ellos como si fuera en un sueño de tinta china.

Dos ejemplos de la fusión entre grabado y cómic de "El demonio de los hielos", una obra neo-verniana, pero sin el optimismo de un siglo XIX lleno de maravillas tecnológicas.


En 1976 Tardi crearía al que sería -y sigue siendo- su personaje más popular, no sólo por el gran número de historias largas que protagonizaría, sino también por su éxito de ventas y crítica, por la forma en que ha perdurado su recuerdo -a pesar de que, en los últimos años, apenas ha salido al mercado un nuevo álbum- y por, dentro de lo que cabe, su originalidad, amén del carisma que detenta: Adèle Blanc-Sec, escritora y protagonista, al tiempo de folletines.
Su primera historia sería "Adèle y la bestia" (1976), donde se presenta al personaje, y el mundo en el que se mueve. Adèle es una mujer independiente, con fuerte personalidad, que se las ve y se las desea con su editor para publicar sus historias sobre monstruos, momias, brujos y sectas satánicas -más o menos, lo mismo que se encontrará en las calles, y bajo ellas, de la "Ciudad Luz"-, que vive sola -o no tan sola, pues tiene a una momia en el comedor, y la trata como si fuera, como quién dice, un amigo que no da mucha conversación, pero tampoco dolores de cabeza- y que, si no tiene ni novio, ni líos amatorios, ni sexo -algo curioso esto último, teniendo en cuenta que Tardi nunca tendría problema, ni antes ni después de esta primera historia de Adèle, en representar relaciones sexuales de todo tipo- básicamente, por una poderosa razón: no le da la real gana, pues ella prefiere mantenerse siempre independiente. No sufre la soledad, sino que la disfruta, aunque a lo largo de sus historias, se cruzarán en su camino todo tipo de personajes. Algo, por lo demás, muy habitual del folletín: toda una serie de personajes principales, secundarios o casi accesorios, que nunca se acaba de saber de donde salen ni que pintan realmente en la historia, pero que le dan más colorido, pero también algo de confusión, sobretodo, a la hora de intentar recordar todos los nombres -algo que a mí, personalmente, se me antoja un tanto complicado, si se trata de nombres o apellidos franceses-.

La portada de "Adèle y la bestia", que ha acabado siendo uno de los iconos de la serie.

Adèle en "El sabio loco", donde el resucitado pitecántropo no es, en absoluto, el más primitivo de todos los homínidos que pasan por la historia.

En esta primera aventura, repito lo de primera, la bestia en particular es un pterodáctilo que ha nacido de un huevo fosilizado que, debido a una ciencia que parece salida en lo que Maurice Renard -tanto tiempo hace, que se habló de él en este blog..., o ese me lo parece- llamaba "científico-maravilloso", donde la ciencia y la magia parecen ser dos caras de la misma moneda, pues una y otra son capaces del mayor de los prodigios. Adèle, que más que vivir aventuras, le caen encima, acaba averiguando el origen de la bestia prehistórica, culpable de varias muertes de ciudadanos parisinos, ante la completa incapacidad del comisario Caponi -otro personaje que será habitual en sus aventuras- que sirve a Tardi para criticar, de nuevo, a lo que llamamos "fuerzas de seguridad del estado", aunque aquí, al menos, el policía en cuestión sólo es un inútil y un vago, y no algo peor.
En el mismo año, vendría "El demonio de la torre Eiffel", donde aparece el monstruo -o demonio- Pazuzu, y Adèle se las verá -otro clásico de las novelas por entregas decimonónicas, francesas o británicas- con una misteriosa secta que aparentemente tiene influencia de la antigua religión egipcia, pero que pone de punta los pelos de la ciudadanía bienpensante, básicamente, por su más que criticable costumbre de realizar sacrificios humanos. Aquí también, Tardi demuestra que se lo pasa en grande dibujando a Adèle y compañía, inventando enemigos o peligros tan inverosímiles como carismáticos, dando vueltas de guión, riéndose de historias que no se pueden tomar en serio, y, en definitiva, haciendo disfrutar a cualquier amante del cómic franco-belga y europeo en particular, y del cómic en general. En 1977, llegará "El sabio loco", donde se las verá, como da a entender el título, con un "evil doctor", uno de esos científicos que juegan a ser Dios -desde el doctor Franckenstein, hasta el Lerne de Renard, pasando por no pocos doctores orientales de las películas de Gotzila y compañía que la compañía japonesa Tojo hacía como churros durante décadas- y que tiene la peregrina idea -o no- de resucitar a un homínido, un "hombre-mono", que resulta ser, contra todo pronóstico, un perfecto caballero, que si desentona en el París de un naciente siglo XX, no es por su barbarie sino, curiosamente, por ser demasiado buena persona. En 1978, "Momias enloquecidas", donde el vendado compañero de piso de Adèle -que resulta tener una hermana, que aparece de un día para otro- acaba teniendo su importancia, se asiste a una resurección de momias, y que sería parte del material usado para la película que, años después, se haría sobre el personaje.

Adèle en la portada de "El misterio de la salamandra". Nunca se vería tan acompañada en una sola viñeta. Otra cosa es que dichas compañías sean más o menos recomendables.

Habría que esperar hasta 1981 para poder leer una próxima aventura de la sinpar escritora -que no está demasiado claro cuando tiene tiempo de ejercer de tal-. En la historia anterior -espero no fastidiar a nadie con el spoiler-, Adèle, aparentmente, muere, pero permanece en estado de hibernación -o de criogénesis, según se mire-, por lo que en "El secreto de la salamandra", Adèle sólo aparecerá en la última página de la historia. Historia en la que aparecerá, por primera vez, el bueno de Brindavoine. Así, Tardi, que aún es capaz de hacer una buena y enrevesada historia -aparte de una de sus mejores y más superpobladas portadas-, introduce a un personaje por el que ha dicho en más de una ocasión que siente gran simpatía, pero que hacía mucho -desde la fallida "La flor y el fusil"- tenía abandonado, aunque, por lo que se vería, no olvidado. A partir de ahí, el ex-soldado, ahora manco por una herida que él mismo se provocó para librarse de la carnicería de la Gran Guerra, entraría a formar parte del mismo universo de Adèle. Universo del que también forma parte, aunque sea de forma modesta, "El demonio de los hielos"; y esto es así, porque en sus historias, dicho álbum es, en realidad, un libro de ciencia-ficción primigenia, al estilo de los de Verne, y un auténtico super-ventas.
"El ahogado de dos cabezas" (1985) significaría varios cambios: el primero, que Adèle, hija de la "Belle époque" y de la alegría de vivir en unos tiempos de bonanzas, adelantos científicos, y confianza en el futuro de la humanidad, y que murió en los estertores de dicha mitificada época, despertaría en un mundo nuevo, que ha sufrido un terrible conflicto militar que casi destruye Europa. El segundo, que Tardi demuestra haber perdido bastante interés en seguir con las aventuras de su heroína más famosa,  y sus historias se van espaciando en el tiempo cada vez más y más. Aún se puede ver el peligro de una ciencia que parece magia negra, según en qué manos esté; también, la corrupción de un estado asesino, que poco antes ha sacrificado innumerables vidas en nombre de la patria, la religión y una bandera que a Adèle le provoca asco y pavor al tiempo. Pero poco a poco, la joven, que tras despertarse en un nuevo tiempo, decide cortarse el pelo y cambiar de vestuario, empieza a cansar a Tardi, que le resulta una buena forma de ganar dinero, y le sirve para publicar historias más a su gusto, pero quizá también menos comerciales, es cierto, pero que también parece resultar un escollo para dedicarse a nuevos proyectos, pues el autor nunca se ha querido dedicar a un solo tema en particular. Aunque, incluso, nos parezca que Adèle puede llegar, si no a enamorarse, sí a interesarse por un hombre -al que intentará salvar de una ejecución por un crimen que no ha cometido-, y todavía presenta seres como unos extraños animales acuáticos que habitan las profundidades de las lóbregas alcantarillas parisinas, llega el momento en que se nota la desgana, y que Tardi ya no está por lo que tiene que estar.

En "El misterio de las prufundidades", Tardi aprovecha el interés de los europeos de hace un siglo o más, por la ciencia y el descubrimiento de nuevos animales o plantas. A pesar del cientifismo de la época, no poca gente -y gente culta, parte de ella- soñaba, incluso estaba segura, de que antes o después, se encontrarían terribles monstruos en las profundidades o selvas que poco a poco se iban explorando.

Una de las mejores páginas de "El ahogado de dos cabezas", donde un misterioso ente campa a sus anchas por París, aunque en no pocas ocasiones, pasando desapercibido. Y de paso, una excusa de Tardi para dibujar trenes, algo que hace siempre que puede -su padre trabajó para el ferrocarril, y se aficiono a ello siendo niño-.

En 1994 vendría "Todos monstruos", en 1998 "El misterio de las profundidades", y finalmente, o no, en 2007, "El laberinto infernal". Si en las dos primeras, aún vemos una historia propiamente dicha, la última es un tanto curiosa, y, para no pocos seguidores de la serie, un poco decepcionante, pues, en un dibujo un tanto más parecido al de las primeras historias, no parece suceder realmente nada. Explicándolo mejor: se ve a todo tipo de antiguos y nuevos enemigos de Adèle planeando como acabar con ella, se sabe de una extraña apidemia de gripe aparentemente incurable -y que parece transformarse en algo peor, si se consume cierta supuesta medicina-, y por ahí anda una mano misteriosa sin dueño, y una bestia que devora gente pero, finalmente, no parece haber forma de saber qué es lo que ha pasado. Y la razón es simple, tanto como que es la primera parte de un díptico. Pero cuando llegará la segunda parte al mercado... eso no se sabe. Han pasado ya siete años, pero como entre la penúltima historia y la última pasaron nueve, pues no hay forma de saber cuando Tardi volverá, se supone que, esta vez sí, por última vez, a dibujar a su amiga de media vida. Eso sí, si lo hace, será más porque la editorial Casterman, y sus muchos seguidores le fuercen a ello, que porque él quiera. En realidad la misma Blanc-Sec dice, al principio de su última obra que ella tampoco quiere estar ahí, y que no sabe realmente qué es lo que hace allá, en un tejado bajo un cielo lleno de humo. Algunos, incluso, hablan de "la aventura perdida de Adèle", pero no creemos que Tardi sea tan poco serio como para dejar el serial inconcluso. Y si no, tal vez, en un futuro, veamos a la escritora dibujada y guionizada por otros autores, como el mismísimo Asterix. Al tiempo.

"Todos monstruos", transformado en una especie de vodevil, con multitud de extraños y enloquecidos personajes que entran y salen a cada momento de la historia principal.

Parte de la primera página de "El laberinto infernal", donde una Adèle con nuevo look -el pelo más corto, y sin sombreros emplumados- nos dice, mirando cara a cara al lector, que ella tampoco sabe qué está haciendo ahí, entre chimeneas y columnas de humo, y que no es que se encuentre demasiado cómoda, precisamente.

Adèle Blanc-Sec ha sido llevada al cine en una ocasión, en 2010, nada menos que por Luc Besson, admirador de la obra de Tardi, y de las aventuras de tan curiosa y  carismática escritora. Sin embargo, parece que la película no tuvo el éxito esperado, ni dentro ni fuera de Francia. La actriz que encarna a Adèle, Louise Bourgoin, es sin duda una preciosidad, pero tal vez no se correspondería, exactamente, al tipo de mujer que imaginó Tardi a la hora de dibujar a su heroína. Además, la historia es una mezcla de "Adèle y la bestia" y "Momias enloquecidas", sin saber fusionar del todo ambos relatos, aparte de que, en ocasiones, incluye cierto humor muy francés, pero que, para otros públicos, puede parecer un poco tonto, o algo molesto. También -aunque esto no tiene por que ser una pega en sí mismo-, el director coloca a Adèle en Egipto, además de en Francia, cuando, quién haya leído sus aventuras, sabrá que todas ellas transcurren en París. Aún así, aunque sólo sea por curiosidad, y teniendo en cuenta que la ambientación está bastante cuidada -aunque alguna imagen del pterodáctilo deja un poco que desear- tampoco está de mas el verla.

El cartel en inglés de la película sobre las aventuras de Adèle Blanc-Sec.

Adèle, con su abrigo verde y su sombrero emplumado, tan característicos en todas sus aventuras anteriores a "El misterio de la salamandra", en un cartel en japonés.

No sé si es una de las mejores imágenes de la película, pero sí de las que mejor representa el carácter del personaje -bueno, y algo de morbo a la francesa, también tiene-.

Un cartel latinoamericano, con un título alternativo.

Existe también una web dedicada al personaje y sus aventuras. Está en francés, y no siempre se pueden ver bien todas las ilustraciones, pero para el que entienda la lengua gala, o consiga que su ordenador haga una traducción en condiciones, está llena de datos y curiosidades. Este es un enlace.


"El grito del pueblo": La otra cara del folletín, aquí transformado en crónica histórica y proclama social.

Entre 2001 y 2004, Tardi realizaría, junto al novelista y guionista de televisión y cómic Jean Vautrin, una de sus principales obras, dividida en cuatro álbumes que, en adelante, se acostumbrarían a publicar en forma de un integral de más de 300 páginas y tapa dura que, para cualquier seguidor del autor francés -y del cómic europeo adulto en general-, se ha transformado en un auténtico clásico: "El grito del pueblo". Los cuatro álbumes que conforman tal obra serían: "Los cañones del 18 de marzo" (2001), "La esperanza asesinada" (2002), "Las horas sangrientas" (2003), y "El testamento de las ruinas" (2004), cada uno de ellos con una portada de las que se hicieron clásicas en la obra de Tardi, pues fue una de las ocasiones en que pudo esforzarse más -y lo consiguió con creces- en realizar un trabajo que podría considerarse, más que historietístico, de ilustrador.

Una de las portadas de "El grito del pueblo", transformada ya en un clásico, y que ha acabado reflejando ideales revolucionarios y rupturistas más allá de la obra del su autor.

Ninguno de los cuatro álbumes es especialmente distinto a los otros tres. En realidad, se trata de un continuo, de un folletín pasado al dibujo, donde Vautrin, que en principio deseaba simplemente escribir una novela que contara con una portada y algunos dibujos interiores -ilustraciones que ocuparan toda una página- realizados por Tardi, acabó escuchando de éste algo que no se había atrevido a plantearle, debido no sólo por la dificultad, sino también por el tiempo y trabajo que tenía el proyecto: ¿por qué, en lugar de representar la historia de un episodio histórico tan poco tratado como fue la Comuna de París, sólo en forma de novela, no se hace también en formato de cómic? Evidentemente, aquello, si quería hacerse bien, necesitaría no meses, sino años de trabajo. Además, Tardi dejó claro que -no sólo por cuestiones económicas o contractuales, sino también por deseo de hacer otras cosas- compartiría dicho proyecto con otros -policíacos, bélicos...-. Aún así Vautrin, según reconoce él mismo, quedo encantado, así que, además de publicar su novela -sin ilustraciones entremezcladas con el texto-, realizaría el guión del cómic.
¿Qué debía, ser, "El grito del pueblo"? Trata, básicamente, de recrear el levantamiento popular de la Comuna, en París -de ahí que a los que participaron en ella les llamaran comuneros y, según dicen algunos, de ahí viene la palabra "comunismo"-, tras la derrota estrepitosa de los ejércitos imperiales de Napoleón III frente a los prusianos -o más bien, los alemanes, pues fue la unificación alemana, lo que favoreció la creación de un ejército alemán, de alma prusiana, que pasó como una apisonadora sobre los franceses en Sedan-. Los alemanes persiguieron al ejército francés hasta la capital, y finalmente, el emperador, sobrino del conquistador de Europa, acabó huyendo con el rabo entre las piernas. Mientras, los políticos "moderados" crearon un gobierno provisional, que acabaría por ser la llamada III República, capitaneada por Thiers, que en el cómic es llamado de todo menos guapo, y que es considerado un tipo débil con los poderosos que alegremente lanzaron a Francia a una guerra que, en teoría, ganaría de calle, y frente al ocupante alemán, pero al tiempo, usa puño de hierro para mantener a raya la indignación popular.
Y fue en ese momento, en que los más pobres de París -más de media población de la capital, en realidad- que decide, de forma espontanea, sin un auténtico líder -aunque muchos participaran en los primeros levantamientos, y no pocos intentaran alzar la voz, aquí no hubo una cabeza visible y claramente destacable- que decide hacerse con los cañones que vigila el ejército, y que no llegaron a usarse para defender la ciudad contra el invasor -en realidad, no llegó a haberla; antes hubo rendición-. Y tras ese primer golpe popular, masivo e inimaginable -una segunda Bastilla-, vendrían los revolucionarios, nuevos y viejos, que intentarían mantener un poco de orden en aquella minúscula República Libertaria, que sería mitificada tanto por comunistas como por anarquistas, por feministas y socialistas, sindicalistas o parlamentaristas varios. Y quizá, el hecho de que todos se acuerden de ella, es por lo poco estudiada -y enseñada, sobretodo en colegios e institutos- que ha sido. No dejaba de ser -bajo gobiernos conservadores, o simplemente "de orden"-, y lo es todavía, algo bastante incómodo. Cierto es que hubo, por parte de los revolucionarios, abusos, errores, ideales imposibles, y, como en cualquier momento en que la autoridad falla, crímenes. Pero si se les compara con la política de exterminio, de tierra quemada, que el ejército, la policía y el gobierno republicano, con el apoyo de todos los "bienpensantes" -y el apoyo moral de todos los gobiernos europeos, alemanes teoricamente enemigos incluidos, que ni quería hablar de otra Francia revolucionaria, aunque dicha revolución apenas traspasase los arrabales parisinos-, la verdad es que no se puede hablar de una igualdad, ni tan siquiera una aproximación, en cuestión de sangre derramada.

Uno de los prostíbulos de lujo -o casi- de la época del Segundo Imperio, que seguirían prosperando durante la República.

Tardi y Vautrin se harán servir de una enorme cantidad de personajes, principales o secundarios -algunos, incluso, simples extras, pero que servirán para describir a las distintas clases sociales, oficios, o participantes en la revolución- para retratar aquellas pocas semanas en que, en los barrios bajos de la Ciudad de la Luz, nació y creció, sin poder llegar a la edad adulta, un nuevo tipo de sociedad, en que el pueblo creía ser libre de cualquier autoridad, y donde políticos reformistas y revolucionarios, sindicalistas, periodistas e intelectuales, líderes sociales salidos desde los más profundo de las masas populares, o simples delincuentes o aprovechados que intentaban no sólo salir a flote, sino prosperar en tiempos tan convulsos, intentaban crear algo parecido a un nuevo tipo de autoridad, en que la libertad y la igualdad no tuvieran que convivir -o coexistir- con una opresión y desigualdad que acabara por ahogarlas. El autor tuvo no sólo que imaginar el aspecto de los distintos personajes, sino también que fueran fácilmente reconocibles -de ahí el trabajo que tuvo que hacer con cabellos, barbas, trajes, vestidos y uniformes, gafas, etc.-.  

La "pacificación" del ejército y del gobierno del presidente Thiers. La III República, que acabaría con la invasión y ocupación nazis, y que daría paso a la IV tras la guerra y el gobierno provisional de De Gaulle, tuvo unos inicios sangrientos y no precisamente ejemplares, que todos los políticos y militares, y en general los llamados "pilares de la sociedad" intentaron tapar, ocultar o tergiversar, durante generaciones. Hasta hace pocos años, la masacre de los comuneros, al igual que las críticas al pésimo trato dado a los soldados durante la I Guerra Mundial, o el colaboracionismo con los ocupantes durante la II, fueron tabúes en la sociedad francesa.

El inspector Grondin -tan temido por el hampa, como oscuro su pasado-, obsesionado con vengar la muerte de su sobrina e hija adoptiva; el también inspector Barthélemy, un hipócrita u egoísta servidor del estado; el capitán Tarpagnan, desertor del ejército, unido a los revolucionarios, más que por ideología, por amor a la prostituta Gabriella Pucci, alias la Caf' Conc' -la verdad es que nunca queda claro el por qué de dicho apodo-, controlada desde lejos por el matón Caracole, obediente servidor de su jefe... y así, se ve a delincuentes, sacerdotes, oficiales y soldados, chusma junto a trabajadores, burgueses atemorizados por lo que llaman "populacho inculto", pero que aplaude que éste sea aplastado a sangre y fuego, o jovencísimos revolucionarios como Ziquet y Lili, supervivientes y, aún a su pesar, cronistas de un sueño transformado en pesadilla, que no murió, por mucho que a algunos les pesara, entre las ruinas y las montañas de cadáveres que dejaron atrás las fuerzas regulares de la nueva y flamante III República.
Sin duda, la más ideológica de las obras de Tardi, a pesar de que el guión no fuera suyo. Aún así, colaboró en todo momento en la reconstrucción histórica y recreación de personajes, y dio ideas y nuevos puntos de vista al autor. Nadie negará que resulta muy claro, tal vez demasiado, de parte de quién se pone, pero lo hace de forma sincera, no lo oculta en ningún momento, que cada uno saque sus conclusiones. Algunos creen que una de las pocas pegas que puedan ponerse, aparte de la falta de objetividad -realmente, ¿es posible esta, cuando se traba tan a fondo un movimiento popular?-, el hecho de que los personajes hablan mucho, demasiado incluso. Pero en realidad, este supuesto defecto viene, y de él son responsables ambos autores, por el deseo de transmitirnos a nosotros, lectores del siglo XXI, la mayor cantidad de información posible, y así comprender algo mejor qué es lo que, de forma tan cruda, está pasando delante nuestro. Aunque sea sobre  un papel.

"Venceréis, pero no convenceréis". Las palabras que, más de setenta años después pronunciara Unamuno, no habrían sonado, en absoluto, fuera de lugar, tras el retorno de "la autoridad".

Y la en la próxima entrada -espero no tardar tanto para hacerla como con esta-, el género negro, y las guerras mundiales.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Ciencia y ciencia-ficción: o cómo usar un corto para hablar sobre la sonda Rosetta. "Ambition".

El cine, aunque sea en pequeño tamaño, puede ser útil para explicar la misión de la sonda que debía dejar un pequeño robot en un cometa.

Como últimamente ando falto de tiempo, he decidido hacer una entrada pequeña, aunque, como he acabado realizándola más tarde de lo que pesaba, tendré que extenderme un poco más, pues en principio sólo deseaba colgar, básicamente, dos videos sobre la sonda -nave espacial, si lo preferimos llamar así- Rosetta, de la Agencia Espacial Europea, que, tras años de vagar por los espacios siderales, finalmente debía acabar acercándose de tal modo a un cometa elegido previamente, que prácticamente debía rozar la superficie de éste, donde debía dejar caer el pequeño módulo -robot de exploración, para entendernos- Philae, que lamentablemente no aterrizó donde debía -una superficie plana, donde podía moverse sin demasiado peligro de salir volando, debido a la casi nula gravedad del cometa-, y en la que resultaba posible beneficiarse de los rayos solares que le debían servir de energía para su funcionamiento. Aún así, a pesar de sostenerse sólo sobre dos de sus tres patas, y de estar en un lugar donde apenas le llegaba energía solar, el aparatito llegó a la superficie sin demasiados problemas, y sin sufrir daños físicos, así que los científicos de la Tierra decidieron que quedara en estado de "hibernación", hasta que el astro que le sirve de nuevo hogar esté más cerca del Sol, y pueda volver a "despertar". 

Después de Philae, Rosetta empieza su misión puramente científica
La nave Rosetta, de la Agencia Espacial Europea, que, hoy por hoy, está ocupando un espacio en la exploración espacial que rivaliza con una decadente NASA, y con las agencias rusa -una sombra de lo que fue la astronáutica soviética-, china e india.

Mientras, Rosetta, después de tan complicado viaje a tan pequeño cuerpo celeste -un cometa, por grande que sea entre los de su tipo, no deja de ser mucho más pequeño que el menor de los planetas, incluso de los enanos, como Plutón-, seguirá con su trabajo científico -si se le puede llamar así-, acompañando al cometa como si fueran unos buenos amigos para, se supone -la astronáutica exige exactitud en cálculos y tecnología, pero a la hora de la verdad, no se le puede considerar una ciencia completamente exacta; nunca se sabe, qué puede suceder allá fuera, en los inmensos espacios siderales-, seguir más adelante su labor descubridora, hasta que no de más de sí.

Y aquí, el par de vídeos que descubrí casi por casualidad. El primero, "Ambition", se trata de un cortometraje creado por la misma Agencia Espacial, que utiliza la ciencia-ficción -un maestro y su alumna, que son, a primera vista, una especie de magos de un lejano futuro, pero que, lo que a nosotros parece poco menos que brujería, para ellos sea algún tipo de ciencia o técnica de control mental inimaginable para la humanidad de nuestro tiempo- para hablar de la nave y su misión, para nosotros un hito de la tecnología aeroespacial, y para ellos, poco menos que Historia Antigua, como si cualquier habitante del siglo XXI estudiara los barcos romanos o fenicios, por poner un ejemplo. Está en inglés -que yo sepa, no se ha doblado al español; será por el poco interés que se tiene por la ciencia en general, y la astronomía y astronáutica en particular en este país; o eso es lo que los medios de comunicación y la clase política piensas, y de paso, creen que pensamos nosotros también- pero con subtítulos en español.


El segundo, que por cierto, es más largo que el primero, es un "making of", o sea, lo que también se llama, el "cómo se hizo". Es un poco lioso el encontrar subtítulos en español, pero al final, para el que le interese -y si le sale el documental subtitulado en polaco-, tiene que apretar la florecita que hay abajo a la derecha -a la izquierda del titulito de "YouTube"-, y allá buscar la traducción de subtítulos, eligiendo, entre no pocos idiomas, el español -o la lengua que sea-.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Los prerrafaelitas (VI): Frederic Leighton, mucho más que un señor que pintaba señoras, y esculpía héroes antiguos.

Uno de los pintores más conocidos de la corriente, aunque siempre mantuviera su independencia.


Como ser rupturista, y formar parte del establishment artístico al tiempo.

Frederic Leighton (1830-1896), fue no sólo pintor, sino también, en su momento, un gran escultor inglés. Nacido en Scargorough, en lo que se llamaría una familia burguesa de clase media-alta dedicada al comercio de importación-exportación, estudió en la London University, para pasar, más adelante, a proseguir sus estudios, en la rama artística, en el continente europeo. Para ser más exacto, tuvo la suerte de poder hacerlo en lo que los británicos victorianos de clases media o alta consideraban el paraíso de cualquier amante del arte -sobretodo, antiguo, medieval y renacentista-, y todavía más, si deseaba dedicarse a él. Sobretodo, teniendo en cuenta que no pocos de ellos, al ser rentistas desde jóvenes, se podían permitir el dedicarse a pintar o esculpir aunque sus habilidades fueran limitadas, o su arte demasiado "diferente", o adelantado a su tiempo, y su forma de vida les diera más gastos que otra cosa. 

El autor en su estudio, según un retrato de Paul Renouard (1888),

Leighton no era exactamente eso. Más que renta, sabía que podía esperar, en un futuro, heredar parte de un negocio que funcionaba bien, pero es que, además, resultó, desde muy joven, ser un gran artista, se notaba que podía, con suerte y trabajo, ser algo grande. Estudió con artistas como el italiano Giovanni Costa, y, en Florencia -ciudad fetiche de cualquier amante del arte italiano y europeo en general-, logró entrar en su Academia de Bellas Artes, trasladándose más adelante a vivir a París (1855-9), donde había florecido el estilo romántico, y donde conoció, entre otros, al genial Delacroix.
"Junio -o Sol- ardiente" (1895 o 1896, no está claro el año exacto). Resulta curioso, hoy en día, que un retrato de una joven durmiendo -por mucho que se la "disfrazara" de personaje mitológico de la antigua Grecia, su aspecto era de una mujer de carne y hueso- diera tanto que hablar en su momento. Probablemente, lo fue tanto por la habilidad para retratarla, como porque el vestido naranja transparentaba lo justo para, sin enseñar un desnudo explícito, dar mucho trabajo a la imaginación. Hay que recordar que la Época Victoriana era muy conservadora en cuestiones sexuales.

"La luna de miel del pingor" (1864), o la conjunción de amor y arte.

"Dédalo e Ícaro" (1869). Aquí, el sexo masculino parece tabú, aunque, tal vez, fuera el autor, el que no tuviera interés en representarlo. Como en otros muchos cuadros que representan temas mitológicos de raíz griega -y no sólo de Leighton-, los personajes aparecen o desnudos, o muy ligeros de ropa. Los europeos del norte pensaban, tal vez, que los sureños antiguos iban por la vida poco menos que con taparrabos, o ni eso, haciendo de paganismo, antigüedad y nudismo todo en uno.

Pero llegado el momento, tuvo que volver a Londres -en 1860, así que ya rondaba la treintena, y llegó el momento en que debía demostrar si era capaz de ganarse la vida con el arte, y sobretodo, de qué era capaz-. Al contrario que otros prerrafaelitas, Leighton no sólo fue pintor, sino también escultor. Realmente, fue en este segundo campo, donde rompió moldes de forma más clara, pues, si como pintor era un gran artista, no dejaba de estar, de todas formas, dentro de una corriente artística, la prerrafaelita, que contaba con otros y variados -y excelentes- ejemplos, contemporáneos suyos, y de edad parecida. El primer trabajo escultórico que tuvo no es que levantara mucho la moral, en el sentido de que no resultaba demasiado alegre, pero sí que era un gran honor para cualquier joven artista: la tumba de la poeta Elizabeth Barrett Browning -enterrada, eso sí, no en Londres, sino en Florencia, que tan bien conocía Leighton-, que a mediados del siglo XIX había alcanzado gran fama entre sus compatriotas. Tras este encargo, siguió con una de sus mejores obras: "Atleta que lucha con una pitón" (1877), donde deja un tanto al margen un clasicismo conocido como "neoclásico" -en referencia a que bebía, directamente, de la escuela greco-romana antigua-, dándole al personaje más energía, más vida. Para Leighton, el representar a un hombre, dentro de lo que cabe "común" -aunque fuera un atleta antiguo, un héroe-, como si fuera un personaje de un baile, aparentemente tranquilo y calmado, como queriendo mostrar su belleza física, cuando estaba luchando por su vida con un animal terrible, no resultaba en absoluto natural, así que este atleta sin nombre demuestra, al tiempo, miedo, pero también deseo de luchar, de matar al monstruo que desea acabar con él. Influido por los franceses, Leighton fue, probablemente, el primer escultor moderno que tuvo Gran Bretaña, en el sentido de realista y renovador, y siendo considerado el precursor de la llamada "Nueva Escultura" británica.

"Atleta luchando con una pitón" (1877), en mármol blanco, donde el héroe lucha con sus propias manos contra la bestia. Fue clara influencia para escultores británicos -y de otros países- posteriores.

"Procesión por las calles de Florencia" (1853-5). Una de sus primeras obras, pintada en sus años italianos, cuando estudió y vivió en dicha ciudad italiana. No sería ni el primero ni uno de los últimos artistas británicos enamoradas, o influenciados, por las "ciudades del arte" de Italia.

Respecto a su pintura, su temática es parecida a la de otros autores de la corriente prerrafaelita, y se divide en tres grandes grupos: el de temas bíblicos -aunque retratando a los personajes, igual que en su escultura, de forma más viva y con más fuerza que en cuadros de épocas anteriores-; el clásico, entendiendo como tal no sólo a personajes más o menos reales de la Grecia y la Roma antigua, sino, sobretodo, a elementos mitológicos o imaginarios; y por último, el histórico, aunque este último en menor medida. Cuando era ya hombre maduro, su arte fue reconocido de tal forma, que pudo representar a Gran Bretaña en la gran exposición de París de 1900, lo que no era poco honor, pues, en aquella época, todo país estaba en extremo orgulloso de sus mejores artistas, y cualquier gobierno, y con él, gran parte de la población, estaban encantados de que su patria fuera representada por sus mejores pintores, escultores, dibujantes o arquitectos. Leighton fue capaz de pintar algo hermoso, atractivo, que pareciera clásico y, al tiempo -para su época-, nuevo. Y hoy en día, más de un siglo después de su muerte, su pintura, por mucho que nos retrotraiga a otra época, sigue siendo igual de atractiva. Respecto a qué cuadros serían más representativos, sería difícil hacer una lista, resulta mejor reproducir aquí algunos de ellos, pero "Junio ardiente" se ha transformado en un clásico, mil y una veces reproducido, y aunque no tanto, el retrato de "Creania, la ninfa del río Dangle", también sigue siendo, actualmente, fascinante.
Además, sin salir de la pintura, Leighton realizó dos enormes frescos para el Museo de Albert y Victoria -la reina y su marido- de South Court, conocidos como "Las artes de la industria aplicado a la guerra", y "... a la paz", que realizó entre 1870 y 1872, y que venían a ser un cántico a los avances científicos y tecnológicos de su época, aunque él ambientara sus dos obras, llenas de personajes y detalles, en la antigüedad greco-romana.

Archivo: Artes de Industria como Aplicado a Peace.jpg
"Las artes de la industria aplicadas a la paz", en la sala 109 del Museo de Albert y Victoria de South Court, en Londres.

Respecto a lo que opinaban sus contemporáneos sobre su obra, parece que, el hecho de que en ocasiones gustara de representar a mujeres jóvenes en aptitudes que muchos contemporáneos consideraban "poco decentes", no le dio problemas a largo plazo. Quizá, no sólo fuera porque los conquistara con su arte, sino, también, porque, pasado el tiempo -sobretodo, a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se pasó de la Época Victoriana a la Eduardiana, con cierta relajación de costumbres y apertura de mentes-, la visión que tenía la población del arte empezó a cambiar hacia una mayor comprensión de "lo diferente", de lo que intentaba reflejar cosas distintas. Leighton fue, en 1864, asociado a la Royal Academy, y cuatro años después, socio de pleno derecho. Aún así, tuvo que tener, por fuerza, simpatizantes y admiradores en dicha veterana -y conservadora por naturaleza- institución artística, pues en 1878 llegó a ser presidente de la misma, lo que no se conseguía, simplemente, siendo un gran pintor, pues él no era el único en su época, precisamente.
Además, fue el primer artista en lograr alcanzar la nobleza por su trabajo. En 1878 fue nombrado caballero -sir, en 1886 logra el título de baronet, que sería algo así como miembro de la baja nobleza -como un hidalgo en España, o un castellano en Francia, aunque con un reconocimiento social mayor, quizá porque eran menos numerosos-, y, en 1896, logra el título de barón, aunque no es que lo disfrutara mucho, pues murió por una angina de pecho, nada menos, que al día siguiente de ser considerado par -alta nobleza- del reino, y con él, el título de Barón de Leighton también desapareció. Nunca, en la historia del Reino Unido, un título de nobleza duró tan poco, y más, teniendo en cuenta que el portador había hecho honores de sobra para merecerlo.

Frederick Leighton - A Bather 2
"Creania, la ninfa del río Dargle" (1880). A pesar de "disfrazarla" de ninfa -o sea, de personaje mitológico, imaginario, fantástico-, Creania es, sobretodo, una muchaca en la que se mezclan la belleza, la sensualidad y cierta inocencia que, para muchos hombres victorianos poco acostumbrados a ver una mujer en semejante índole, debió ser extremadamente atractiva. Y escandalosa.

"El pescador y la sirena" (1856-8). Otro cuadro de temática "clásica", o mitológica, donde la sirena, bella e irresistible, pero terrible, hace suyo al pobre pescador, que muere enamorado, conquistado, pero muere, de todas formas.

"El baño de Psique" (década de los 90, aunque no está demasiado claro). Parece que a finales del siglo XIX, el representar a una mujer desnuda -en caso de ser un hombre, no llamaba tanto la atención, pues resultaba más común, al contrario de lo que podría pensarse- no resultaba tan escandaloso.

Respecto a su vida privada, siempre permaneció soltero, y no se le conocieron demasiadas aventuras amorosas -en realidad, resulta casi imposible, hoy en día, separar la realidad de las suposiciones, fantasías o maledicencias de sus contemporáneos, que cuando no le descubrían relación seria, con toda seguridad siempre había alguien que las inventaba-, aunque se hablaba de algún hijo ilegítimo con alguna de sus modelos -lo que da a entender alguna relación, por lo menos sexual, con una de ellas- mientras que, al tiempo, se insinuó -y todavía se cree en la posibilidad- de su homosexualidad, o más bien -si resulta cierto que tenía relaciones con, al menos, una de sus modelos femeninas- su bisexualidad. Sin embargo, esto no parece demasiado probable, pues se basa en la atracción que sentía por él el poeta William Greville -que sí se sabe que era homosexual-, y a quién conoció en su juventud en Florencia. Atracción y quizá amor -platónico o no- que, por lo visto, Leighton nunca parece haber correspondido, aunque eso no impidió, por lo visto, que el en aquella época joven pintor sintiera simpatía o admiración por el poeta, en aquella época, famoso y ya maduro. Además, en una época donde el género epistolar era tan habitual que mucha gente escribía diarios y disfrutaba escribiendo gran cantidad de larguísimas cartas, donde explicaban su vida, opiniones y sentimientos de todo tipo, Leighton no dejó diario alguno, y en sus misivas, apenas hablaba de su parte más íntima. Lo que ahora se diría un hombre celoso de su intimidad.
En Londres existe un museo dedicado sólamente a él, el Leighton House Museum, con obras propias, de cuadros de otros autores propiedad suya, y objetos de su propiedad, que en ocasiones le sirvieron de inspiración.

El exterior de la casa-museo de Leighton, en Londres

"La lección de música", o la representación de la maternidad sin necesidad de recurrir a la Virgen, sino representándola de una forma más "mundana", pero también más terrenal.




    miércoles, 22 de octubre de 2014

    Diez mil visitas; lo que, en un blog popular, es una nadería, pero no es lo mismo en un "mini-blog".

    Después de dos años y medio, y una dedicación más bien irregular, el blog llega a las diez mil visitas.


    Bien, como ya se ha indicado más arriba, hace unos días -quizá dos semanas, realmente- llegué a las diez mil visitas. De acuerdo que una parte de ellas -pequeña, pero parte, sí- son visitas propias, no realizadas expresamente para contabilizar, sino para comprobar como queda tal o cual entrada, pero teniendo en cuenta que no le dedico demasiado tiempo al blog -en las últimas semanas, apenas nada; me costó mucho, el hacer la entrada de Tardi, y si dejé parte de lo que quería escribir para una segunda entrega, fue más por falta de ganas para seguir, que porque pudiera hacerse demasiado largo, pues, en principio, tendría que haber sido un solo post, aunque más corto que lo que serán los dos que, finalmente, habrá-, y, en ocasiones, me quedo enfangado con tal o cual tema. Y eso, que hay cosas de las que todavía querría escribir, pero, si no tengo tiempo o ganas, me saco de la manga una entradita corta -me ha ido muy bien, el saber cómo copiar videos; ojalá hubiera sabido hacerlo cuando le dediqué una de las primeras entradas a Elastica-, y así, al menos, hay un poco más de variedad, y de vida en el blog.
    Y con respecto a qué es lo que ha recibido más visitas, quizá sería interesante repasarlo. Tal vez no interesante para los demás, pero a mí, la verdad, me apetece hacer una "revisión" sobre lo que he hecho, y lo que más ha interesado o, al menos, ha recibido más visitas.

    Las dos protagonistas principales de la obra de Jaime Hernández, las "locas Hopey y Maggie.

    Dejando aparte lo que podrían ser "auto-visitas", que las ha habido, y teniendo en cuenta que algunos temas, por tener numerosos -o numerosísimos, incluso- webs, blogs o noticias que hablen sobre ellos, difícilmente pueden conducir a un blog de muy pocas visitas generales, cuando hay tantas y tantas páginas con más visitas y que, por tanto, en cualquier búsqueda, aparecerían mucho antes, han sido otros temas algo más "minoritarios", los que han tenido más éxito. Por poner ejemplos claros: si hablas de Peter Bagge, que es un autor en teoría minoritario -bueno, no sólo en teoría- pero que desde hace años ha encontrado eco en no pocas webs, pues es normal que alguien con un blog primerizo y sin seguidores no consiga apenas visitas. Y lo mismo pasaría con una escritora superventas como Amélie Nothomb, aunque en mi caso, le haya dedicado una biografía "sui generis" de tres partes, además de otras dos entradas traduciendo un par de escritos cortos-muy cortos que, según creo, no tuvieron traducción anterior al español.

    Tura Satana, en plan Vampirella -creo que habría sido una buena intérprete del personaje, en alguna de esas películas que nunca se harán-.

    Sin embargo, sí que he recibido visitas de gente interesada por un pintor de mi ciudad, Josep Tapiró   -más de cien, en realidad- que, por lo que pude observar cuando buscaba información más allá de la que tenía por escrito, no tenía mucho espacio dedicado a él y su obra en la red. Y lo mismo me ha pasado con una entrada -que me gustó mucho hacer, por cierto- dedicada a una actriz de serie B, o más bien de serie Z, tan relativamente desconocida como era Tura Satana, que también está entre "lo más visitado". Igual podría decirse del pintor prerrafaelita John Collier que, por cierto, en principio, ni tan siquiera iba a incluir en la serie que les dedico a dichos artistas, pues al contrario que otros contemporáneos suyos del mismo estilo, a él no lo conocía, pues en pocos días, llegó a tener un centenar de visitas -todas de Alemania, curiosamente. Y lo mismo podría decir de otra entrada que me costó lo suyo hacer, pero con la que disfruté como un crío, tratándose de un autor de cómic que me encanta: la dedicada a Jaime Hernández, el padre de las "locas" -tiene más de cuatrocientas visitas, y la mayoría llegaron en cuestión de días, y siempre de Estados Unidos; ¿quizá llamó la atención de un blog popular, y allá alguien colocó un enlace directo? Imagino que nunca lo llegaré a saber-. Por último, también ha tenido éxito la entrada más "antropológica", la dedicada al pueblo circasiano, en el Cáucaso -y en su enorme diáspora, pues hay muchos más fuera que en su dividida patria rusa-, aunque aquí hay que contar -eso sí lo sé, por haber recibido un comentario diciéndomelo- un enlace en un blog de, precisamente, una circasiana jordana, residente en Madrid, y con quién tuve cierto contacto, aunque ahora, lamentablemente, ha dejado de escribir en el blog, que tengo -por si a alguien le interesa- en mi lista de lugares para visitar. Otra entrada que ha acabado siendo popular, llegando a llamarme la atención -la verdad-, es la dedicada al escultor Jaume Plensa, pero quizá, la escultura sea un tema que interesa bastante más de lo que pudiera pensarse. Si mi modesto trabajo ha servido para dar a conocer un poco más el suyo, por mí, ya está bien.
    Y claro, lo que más ha atraído, también es la serie o trabajo más largo: el dedicado a la ciencia-ficción francesa -y belga, cuando llegaba el caso-; tanto en forma literaria, como cinematográfica, incluyendo un par de anexos, no tan populares. Quizá debería tratar, también, de su faceta en forma de cómic, pero tiempo al tiempo. En total, aunque no lo he contado, sería una parte considerable de las visitas debido a búsquedas de temas en particular -también las hay, de visitas directas al blog, o por casualidad, o como sea-. También he recibido visitas gracias a otro enlace, en este caso, del blog "Décima víctima", que también tiene otro tanto por mi parte: sólo hay que mirar en el lado derecho del mío.

    "La muerte de Cleopatra", del pintor británico prerrfaelita John Collier. Por lo visto, más popular en Alemania de lo que podría imaginarse.

    Otras cosas no han obtenido el mismo "éxito" -y lo pongo entre comillas- pero, bien mirado, cuando alguien entra en un blog, puede hacerlo buscando una información o tema en particular par, finalmente, darse una vuelta por todo el "listado de temas". Últimamente, la verdad, tengo menos tiempo, y también no muchas ganas de seguir, pero me apetecía, al menos, plantearme dos modestos retos: llegar a las diez mil visitas, aún teniendo en cuenta que algunas son propias -eso ya lo conseguí, ahora rondo las 10.600, más o menos-; y haber escrito cien entradas, y con esta, creo que tengo ochenta y nueve, así que, con la segunda dedicada a Tardi, y las que quedan de los prerrafaelitas, y alguna más, creo que llegaré sin demasiados problemas. Otra cosa, es que continúe mucho más, pues estoy metido en asuntos varios, tanto laborales-estudiantiles, como de darle a la tecla, aunque en este caso no serán cuentos cortos-muy cortos, sino algo mayores. Incluso novelas, aunque sean cortas y malas de tirar de espaldas. Eso sí, lo que he comprobado, es que escribiendo, aún sin ganar un céntimo, ni tener apenas calidad lo que hagas, y sabiendo que nadie te leerá, te puede hacer pasar cantidad de horas de gran placer.

    "El santón darcawi", de Josep Tapiró, según una costumbre de Marrakech ya perdida. Pocos como el pintor reusense para conocer el Marruecos del siglo XIX.

    miércoles, 8 de octubre de 2014

    Jacques Tardi ( I ), de la inocua locura del folletín, a la salvaje, y real, de la I Guerra Mundial.

    Una visión personal -y con algo de ayuda- sobre uno de los más importantes autores de cómic franco-belga actual.


    Tenía ganas de volver a hablar de algún autor de cómic que me haya influido, agradado o, simplemente atraído especialmente. Lo hice en su momento con autores norteamericanos, y después, con otro francés, Chaland. En este caso, se trata de un autor -dibujante, pero también, en muchos casos, aunque no siempre, guionista- que todavía vive, y que cada poco, saca una obra al mercado, si bien en ocasiones, la novedad no es demasiado conocida, más allá del mundo francófono. Sobretodo, en el caso de sus historias policíacas, o como se dicen en Francia, parte del género noir.

    Una ilustración para la revista libertaria -neo-anarquista, digámoslo así- "Le Libertaire".

    Un autor que no intentó parecerse a nadie.

    En este caso, debo agradecer toda la información que he encontrado en la web "Entrecomics", donde cualquier amante del medio puede encontrar una enorme cantidad de artículos y noticias, y, en particular, a una serie de artículos firmados por uno de sus expertos, El tío Berni, si bien esta entrada no es, ni una copia -siempre prefiero el original-, ni un resumen. Más bien, me he servido de su trabajo para tener una mejor idea cronológica de la obra de Tardi, así como conocer, aunque sea mínimamente, algunos trabajos casi desconocidos no solo en España, sino también en su propio país.
    Hay que añadir que, si bien Tardi ha tratado diversos temas y personajes, la mayoría de sus historias se podrían agrupar en tres o cuatro grupos bien definidos, y llegado el momento, quizá sería interesante presentarlas así, dejando aparte, quizá, sus primeras historias, muchas casi olvidadas, bien porque tuvieron poca repercusión -publicación en revistas alternativas, por editoriales no demasiado potentes, o simplemente, porque no tuvieron una repercusión demasiado grande en el público de la época, y nadie decidió volver a llevarlas al mercado con demasiada publicidad, ni gran tirada; o simplemente, nadie se interesó por ellas, y en paz-, bien porque su calidad, comparadas con lo que el autor realizaría más adelante, no le hace demasiada justicia. O bien, porque lo que en su momento parecía bizarro pero alternativo y rompedor, con el paso del tiempo, perdida su capacidad de fastidiar pero, al tiempo, sorprender, no deja de ser una obra sin demasiado interés. O simplemente, por tratarse de obras únicas en sí mismas, y de difícil clasificación, pero que no dejan de tener también su interés y calidad.

    Una ilustración de Tardi para la revista Futuropolis, con la que colaboró ocasionalmente.

    Habría primero que hablar, más que de la vida del personaje en sí, de su familia y, al tiempo, de sus ideales políticos, o de su falta de ellos, según se mire. Nacido en 1946 en Valence -y por tanto, todavía vivo; lo cual, en mi caso, no deja de ser casi una novedad, y más, tratándose de franceses-, es hijo y nieto de militares. Su padre fue prisionero durante la II Guerra Mundial, y al acabar esta, fue enviado a la Alemania vencida como parte del contingente francés ocupante, de ahí que el autor viviera parte de su infancia en el país vecino. Hombre de clase media -como mucho- y de ideología poco clara, pero que él mismo considera anarquista, retrata de forma bien distinta a la gente de origen modesto o, directamente, marginal, y a los ricos y poderosos, los dominadores del mundo, que gobiernan, sea dando la cara, sea desde las sombras, a las multitudes, mandándolas, si llega el caso, a morir en masa en guerras absurdas, como la I Guerra Mundial, que tantas veces retrataría, y sigue retratando.

    El autor, delante de un cartel de "¡Puta guerra!".

    Si se pregunta si Tardi hace política con su trabajo, él mismo dice que no. Siendo anarquista, aunque no militante, y menos aún dogmático, no duda en practicar cierto maniqueísmo, en que claramente se ve quienes son los "buenos" -los pobres, los obreros, los soldados rasos, incluso los delincuentes-, y los "malos" -no sólo reyes, políticos u obispos, sino también los representantes de la iglesia, los jefes militares y, en mayor o menor medida, la policía, por quienes muestra, como mínimo, una escasa simpatía-. Él mismo reconoce que sólo ha votado dos veces en su vida, y fue para parar al Frente Nacional -quizá, tenga que volver a hacerlo de nuevo, en vista de la importancia que dicho partido está consiguiendo en Francia; de todas formas, la declaración tiene un tiempo, así que no me extrañaría que votara por tercera vez, en las últimas elecciones europeas, donde el FN resultó ganador-, y que, cuando el gobierno francés le otorgó la Legión de Honor, él se negó a recogerla, argumentando que no es que se sintiera ofendido, sino que, simplemente, no quiere deber nada al Estado, de la misma forma que, impuestos aparte, él tampoco quiere darle a éste nada, mientras esto resulte posible.
    Una portada de Tardi para "A suivre", la revista donde publicó por capítulos "Ici Même".

    Tardi estudió dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Lyon, y más tarde, en la de Artes Decorativas de París -la capital, tan importante en un país fuertemente centralista como Francia-, y, desde el principio, demostró que su estilo no casaba bien con la llamada "línea clara", iniciada por el Tintín de Hergé, con un trazo limpio y cuidado, y donde la violencia cruda desentonaba, como mínimo, bastante. Entró a trabajar en la revista Pilote, dirigida -durante tanto tiempo, que debió parecer eterno- el mítico Goscinny,  guionista de Asterix y Lucky Lucke. Allá realizaría historias cortas, que le servirían para aprender el arte de la historieta desde un punto tanto artístico, como profesional, teniendo como guionistas, entre otros, a Jean Giraud -o Moebius, su otra "personalidad artística", cuando se dedicaba no a la historieta realista, sobretodo el western, sino a la ciencia-ficción y a la fantasía onírica-, en "Un caballo en invierno". Pero, aunque la revista en principio estaba dirigida al público infantil, con el tiempo también intentó atraerse -y con bastante éxito, al menos en principio- al juvenil, así que incluía no pocas historias que podrían considerarse "adultas". Aún así, Goscinny consideraba que según que cosas -violencia explícita, combates sangrientos, sexo, religión, crítica política directa- eran, como mínimo, incómodos. Tardi, aunque sabía lo que significaba estar trabajando allá, deseaba expresarse sin cortapisas, así que intentó publicar en Pilote una historia sobre la I Guerra Mundial, de la que tanto había oído hablar, no a su abuelo -inmigrante corso que vistió el uniforme al poco de desembarcar en el continente-, que luchó allá, sino a la esposa de éste -su abuela paterna-, que le contó a su nieto lo que, años atrás, había sabido por boca de su marido, sobre los desastres y horrores de dicha contienda. "Un episodio banal de la guerra de las trincheras", donde habla de la brutalidad de la guerra, el sacrificio de millones de europeos en un conflicto sin ningún sentido, más allá del patriotismo hueco, y, sobretodo, la crítica al gobierno y el ejército francés por el fusilamiento de varios soldados que, hartos de la carnicería, se negaron a luchar, fue demasiado para Goscinny, a pesar de que no era hombre especialmente cerrado de mente. Finalmente, Tardi pudo publicar la historia, pero no en Pilote, sino en un medio bien distinto: el diario independiente de izquierdas Libération -creado en su momento por el filósofo existencialista Sartre-, con el apoyo de Charlie Hebdo, la revista satírica y política, que años después -creo que lo comenté en una entrada dedicada a Amélie Nothomb-, fue atacada por los integristas islámicos. Pero eso fue algo después, lo que, por lo demás, fue un gran escándalo, pues en Francia, la Gran Guerra es considerada -y hace años, todavía más- como la guerra patriótica por antonomasia -más o menos, como la Segunda en la Unión Soviética, y en sus países herederos, donde es la Gran Guerra Patria-, y recordar como víctimas a los que, o se consideraba traidores, o simplemente eran olvidados por todos, escoció y levantó ampollas. Mientras, seguiría dibujando historias para pilote, como "La evasión del caballo gris" -ya en los 90- , con guión de Verrier, o algunas historias de Blue Jackett -con un protagonista indio norteamericano, algo raro en aquella época, años 70-, en la revista Lucky Lucke -dedicada a este personaje y, en general, al género western, que tiene más tradición en Francia de lo que podría pensarse-.

    Adèle Blanc-Sec contra "la bestia". La heroína más carismática de Tardi. Una mujer de armas tomar.

    Aún así, Tardi tenía ganas de realizar una historia corta. Ya había demostrado ser un gran dibujante, pues "Un caballo de invierno", de inspiración napoleónica, era un tema complicado, sobretodo si se deseaba verosimilitud histórica -y en eso, Tardi sería casi un fanático, y más todavía, cuando ya consiguió fama y respeto, y más tratándose de historias de la Gran Guerra-. Así, aceptaría colaborar con el guionista Pierre Christin, que tenía pensada una serie de historias largas en forma de álbum, independientes y -en principio- autoconclusivas, pero que tuvieran relación entre ellas, y que se conocerían como "Leyendas de hoy". El primero, realizado junto a Tardi, se llamaría -y perdón por no traducirlo del francés, pero se me hace difícil, así que uso el original- "Rumeurs sur le Rouerge" (1976), donde el guionista intentaba representar una fuerte crítica sobre el capitalismo salvaje y la destrucción del medio ambiente, con ambientación rural, personajes fantásticos junto a otros realistas -hay hasta animales parlantes, o seres que parecen duendes-, y tanta o más fantasía que política explícita. En resumidas cuentas, una historia un tanto fallida, que demostró que Tardi ya había aprendido a dibujar, y muy bien, pero que él mismo reconoce que realizó bastante a disgusto. Así pues, dibujante y guionista no volverían a trabajar más, y en adelante, Christin optó por seguir la serie con Enki Bilal, que, como se vio más adelante, sí que supo plasmar las ideas de Christin -y de paso, influir en ellas con sus propios puntos de vista, pues Bilal también sería, en no pocas ocasiones, guionista de los álbumes que dibujaba-. Como Tardi no se atrevió a proponer cambios en el relato de Christin, por mucho que no estuviera demasiado de acuerdo con él, y prefirió, aparte de seguir colaborando con Pilote, realizar una historia larga, un álbum, con un personaje que fuera realmente suyo. Y así nació "Adiós Brindavoine".

    Portada de una de las primeras ediciones de "Adios Brindavoine", que todavía no incluía "La flor en el fusil".

    Obras primigenias o individuales.

    Bien, aquí, una aclaración. Como en las webs en las que me he basado en parte -y en parte, en la obra del mismo Tardi que he leído, que es bastante- al hacerse ésta tan abundante, es mejor ir dividiéndola por partes o temáticas, siguiendo aquí con obras menores, o únicas, debido a la temática que trata. Así, prefiero dividir lo que queda en cuatro partes, aunque signifique escribir más de una entrada: en primer lugar, historias independientes no demasiado interesantes -como "Rumeurs sur le Rouerge"-, o fallidas, o que sean únicas e independientes. Seguidamente, lo que se llamaría folletín -historias de Adèle Blanc-Sec o el ya nombrado Brindavoine-; en tercer lugar, las historias policíacas o de temática negra, o noir, como se llama en francés; en tercer lugar, la I Guerra Mundias, y de paso la II. Y pos último, las cuatro partes de "El grito del pueblo", que más adelante se recopilarían en un solo tomo.  Así, resulta un poco más claro en qué consiste su obra en su totalidad, aunque, al no querer hacer una exposición extremadamente larga, no me extenderé en todas y cada una de sus obras, incluidos relatos cortos, portadas de libros, trabajos no acabados, etc., aunque se intentará que el listado sea bastante completo.
    Después de aclarar esto, dejar claro algo evidente: Pilote, o revistas juveniles parecidas a ella, no eran el medio ideal para las historias de Tardi, así que optó por marchar a otra editorial -la de la revista era Dargaud-, en este caso, la belga Casterman, que le publicaría gran parte de su trabajo. Antes de ello, decidió cambiar de aires, yendo a parar a una revista creada, precisamente, por autores, dibujantes o guionistas que deseaban precisamente eso: una nueva publicación, creada desde la nada, donde pudieran expresarse como les diera en gana. Se trataba de la legendaria Metal Hurtlant.
    Tardi, dentro de lo que cabe, tampoco podía criticar demasiado a Pilote, y a la editorial que la publicaba, la francesa Dargaud -otro gigante editorial, como Casterman-, pues le había publicado "Adiós Brindavoine" -que, en forma de álbum, fue un fracaso-, y un capítulo -de cuatro, aunque los tres siguientes no se publicarían nunca, pues nunca fueron realizados- de "La flor en el fusil", también con Brindavoine de protagonista en, como no, la I Guerra Mundial. Como el personaje, en solitario, no funcionaba, Tardi decidió olvidarlo, aunque antes de abandonar Dargaud, publicó "El demonio de los hielos", del que se hablará más adelante, y que es una obra tan genial como inclasificable, donde se mezcla fantasía a lo Julio Verne, con grabados a lo Gustave Doré-. Mientras, en su nueva revista, como "hombre nuevo" y recién llegado, aunque fue bien acogido, no formaba parte de lo que podría llamarse "los padres fundadores del nuevo cómic francés", o sea, los "Humanoides asociados", que es como serían conocidos Jean Giraud, que ya conoció en Pilote -y que abandonó antes de Tardi, y haciendo más ruido que él, por cierto-, ahora Moebius, Druillet, Dionnet, Arno, el norteamericano Corben, y compañía. Para ellos realizaría "Polonius" (1974) -con guión de Picaret-, donde la violencia y el sexo explícito, en esta historia ambientada en una falsa antigüedad, que en ocasiones recuerda a Roma, y en ocasiones a Mesopotamia y el Oriente, pero que en determinado momento nos hace pensar que podría ser un lejano futuro -la aparición en un desierto de gran número de extraños relojes estropeados-, deberían ser fuente de escándalo, pero más bien entorpecen un guión con un personaje, Polonius, que pierde de forma estúpida a su amigo,  y que acaba muriendo él mismo también, estupidamente, lo que hace pensar que el relato acaba quedando hueco, más allá del deseo de llamar la atención.

    Una viñeta de "El exterminador de cucarachas", donde el rojo del uniforme del anodino e inofensivo protagonista es lo único que destaca entre una gama de grises, y donde los "enemigos" llegan a obsesionarlo de tal manera, que parece verlos en todas partes, y bajo cualquier apariencia.

    Pero será allá donde nacerá, también, en 1976 el personaje más famoso de Tardi: la simpar Adèle Blanc-Sec, protagonista femenina de auténticas historias folletinescas -ella misma, es autora de dicha corriente literaria, y orgullosa de ello-, donde se enfrenta a todo tipo de persecuciones, monstruos, personajes que aparecen y desaparecen como en una loca comedia, donde no se sabe bien quienes son peores, los monstruos, o los "normales". Adèle es tan particular, tan especial -la leí hace muchos años, en algún número de la revista Cimoc, creo recordar, o algún álbum de Norma, y hace poco pude comprar los tres tomos con todas sus aventuras, y no ha envejecido nada mal; más bien, al contrario-, que sin duda, merece un capítulo aparte. Pasado el tiempo, Tardi decidió unificar su "universo folletinesco", donde Adèle, Brindavoine, y hasta el demonio de los hielos acaban compartiendo aventuras, aunque el último de forma un tanto particular.

    Una de las portadas de "La verdadera historia del soldado desconocido". Quizá, la obra donde el autor deja volar su mente de forma más absoluta. Surrealismo puro.

    Mientras, vendrían, al menos, tres obras a tener en cuenta, dos de las cuales van unidas, aunque sea porque sus protagonistas, aunque con nombre y oficios distintos, son básicamente idénticos, física y emocionalmente hablando, y que, a la vez, son un reflejo de Lucién Brindavoine, pues este parece ser una especie de alter ego, del autor. Se tratan de "La verdadera historia del soldado desconocido" (1974), y "La guillotina" (1976, en francés, "La bascule à Charlot", nombre "popular" de dicho aparato de rebanar cuellos en francés). Desde hace ya tiempo, se acostumbra a publicar, al menos en Francia y Bélgica, ambas historias en un sólo álbum, o en dos que van juntos. La primera y principal, sobre ese soldado desconocido, más bien se trata de la historia de un autor de folletín -como Adèle, como él mismo se considera a veces- que se las ve y se las desea con su siniestro editor -en ocasiones considerado una especie de monstruo metafísico e irreal-, mientras que su vida -real u onírica- transcurre saltando de antro de mala muerte a prostíbulo decadente, mientras recibe las visitas de un enorme y misterioso personaje barbudo y con gafas negras, que resulta ser uno de sus personajes, o más bien, una especie de dios, o ser superior, que adopta dicho aspecto. Como se ve, fantasía entre erótica y onírica, surrealismo puro, aunque, leyéndolo de una sentada, se le encuentra sentido y cierta fascinación. Fue publicada por la editorial Futurópolis, pues ni Casterman, que lo tiene como una de sus estrellas, estuvo segura de su éxito o conveniencia. "La guillotina", básicamente, es un relato parecido, más corto -menos de treinta páginas- que, básicamente, pregunta al lector sobre el derecho, o no, del Estado, de ejecutar a un individuo, y en caso de hacerlo, si realmente es por sus crímenes, o porque lo considera incómodo o peligroso para su buen funcionamiento, no como sociedad, sino como estructura de poder. Y, como se ha dicho antes, aunque los protagonistas de ambos relatos sean física y personalmente similares, por no decir casi idénticos, no son el mismo individuo, como tampoco son Brindavoine. Aún así, el autor quiso aclararlo en alguna ocasión, diciendo que, cuando debe crear un personaje masculino más o menos inofensivo, anodino, y un tanto cobarde o sin demasiada personalidad, siempre acaba imaginándose a la misma persona, de ahí que personajes distintos, en situaciones diferentes, se parezcan tanto unos a otros.


    El protagonista de "Ici Même", del mismo nombre, con guión de Forest, "padre" de Barbarella.

    Muriendo juntos. Un retrato hiperrealista de la Gran Guerra, sin heroicidades ni patrioterismos.

    La tercera obra, sería "Ici Même" (1979), donde el personaje, curiosamente, se llama así. En español, "ici même" significa "yo mismo", como si el relato tratara de un personaje en particular -y muy particular, él- que habla de sí mismo. Aquí, el protagonista, -¡qué también tiene un aire a Brindavoine! ¿Se parecerá a alguna persona real, de carne y hueso, que Tardi conoció en su infancia y juventud, y que le viene a la mente en cuanto empieza un nuevo trabajo?- pierde el derecho de propiedad sobre una gran finca, que incluye una antigua mansión familiar, quedándose sólo con el derecho a los muros que separan las nuevas propiedades, y cobra por abrir las verjas de éstas -una especie de impuesto de paso-, mientras construye sobre esos muros su pequeña casa, y recibe alimentos  y otros productos de un comerciante dueño de un barco, con quién acabará teniendo una gran amistad. Su vida parece aburrida pero sin grandes problemas y sobresaltos -algo a lo que teme-, hasta que, por casualidad, encuentra a una joven desnuda, tan bella como salvaje, que vive y hace lo que quiere, y que le hará perder la cabeza. El guionista fue de Jean-Claude Forest, el autor de la legendaria Barbarella -por tanto, capaz de sacar fantástico partido a cualquier idea, y de imaginar a un personaje femenino, como la viajera espacial, rupturista para la época-, y se publicó en los trece primeros números de la nueva revista de cómics "A suivre", para salir al mercado en forma de álbum, como casi siempre, gracias a Casterman. Es una obra un tanto curiosa de Tardi, diferente a casi todo lo que ha hecho, casi siempre realismo -bélico o policíaco-, sin caer tampoco en el folletín de ambientación "Belle Époque", anterior a la Gran Guerra, pues aunque la época en la que transcurre es un tanto confusa, sí es muy posterior a los años diez del siglo pasado.
    Por último, y dejando aparte algunas obras menores, y las incluidas en las categorías mayores, hablar un poco de "El exterminador de cucharachas" (1984), también en Casterman, donde la historia transcurre, para variar, no en Francia, sino en Nueva York, donde se cuenta la historia de un inofensivo personaje, de profesión la del título, alemán de nacimiento, adoptado al nacer durante la guerra y adoptado por una familia norteamericana, que se siente eternamente desubicado, y sueña con ser un superhéroe -muy norteamericano, esto también- eliminando enormes y mortales cucarachas que, curiosamente, van adornadas con la esvástica nazi sobre su espalda. La historia es en blanco, negro, y tonalidades de gris, excepto el rojo del uniforme del personaje -y poco más-, y por lo visto, resultó un tanto difícil de llevar al papel por Tardi, tan obsesivo como es en retratar la realidad porque, al contrario que París, él no conocía personalmente Nueva York, y, por tanto, debía guiarse por fotografías, que, en no pocas ocasiones, casi calcó, para que su personaje pudiera moverse por una ciudad que, aunque dibujada, era tan real como la que podría verse con nuestros propios ojos.
    Más adelante, Casterman le permitiría publicar relatos tanto de inspiración policíaca, como bélica. En el primer caso, sobretodo, con historias basadas en novelas de Léo Malet -protagonizados por el personaje de Nestor Burma, y con él, también por la ciudad de París, retratada de forma casi fotográfica-. "Niebla en el puente de Tolbiac" (1982) sería la más conocida de sus muchas adaptaciones al arte historietístico de dicho escritor. Malet no sería el único autor de novela negra que colaboraría -o, como en este caso, en quién se inspiraría- Tardi para crear nuevos trabajos, pero la serie de Burma sería la principal y más famosa. Pero, en general, el autor preferirá siempre autores más o menos "clásicos", con historias realistas, sucias y crudas, con crítica social -un "polar", que se dice en el país vecino-, y, a ser posible, ambientadas entre los años 40 y los 60. No parece demasiado interesado, en reflejar la realidad actual. En los últimos tiempos, sin embargo, adaptaría a Manchette, una de las figuras del neo-polar -revitalizador del noir francés de toda la vida-, con "Balada en la Costa Oeste" (2006) y "Cuerpo a tierra" (2011), y que realizó, gracias a su buena relación con Tardi, su único guión para cómic: "Griffu", en el lejano 1977.

    Nestor Burma, deambulando por las calles de París, magistralmente retratadas por Tardi.

    En cuestiones bélicas, las historias más importantes serían "La guerra de las trincheras" (1993) o "¡Puta guerra! 1914-1919" (2010), que sería su relato definitivo de dicha contienda -con la ayuda del historiador Jean Pierre Verney-, aparte de obras más cortas como "El soldado Varlot" (1999), sobre la historia de un personaje en particular, y no sobre los soldados franceses en general, y contada, esta última, con diálogos -no como la segunda obra-, ni explicándonos qué es lo que está ocurriendo, como si de un documental se tratara -como en la primera-.
    En el 2000, publicaría, con la colaboración al guión del autor de novelas policíacas -o de lo que se tercie- Daniel Pennac "La patada", si bien, más que relato noir, sería una historia con crímenes, sí, pero también entre absurda, crítica y humorística, donde Tardi tuvo que añadir más texto -o sea, diálogos, explicaciones- de los que Pennac tenía pensado, por suponer éste que los lectores podrían tener ciertos problemas para saber de qué iba la historia, con periodistas, zoólogos -y tigres- y personajes de la "alta sociedad" de por medio.
    Por último, entre 2001 y 2004, publicaría, en cuatro partes, y a partir del guión -que debía, en principio, haber sido una novela- "El grito del pueblo". Quizá, la historia más impresionante de Tardi, teniendo en cuenta que las más de 300 páginas que la incluyan, aún habiéndose publicado en cuatro álbumes no deja de ser una sola historia por capítulos, razón por la que, hoy en día, resulta más sencillo, y barato, poder adquirirla en un solo y enorme tomo. Es, básicamente, un cruce entre historia -la proclamación y caída de la Comuna de París, tras la guerra franco-prusiana y el fin del Segundo Imperio- y folletín, con una enorme cantidad de personajes y situaciones, y que conviene leer, eso sí, no de un tirón, pues puede llegar a ser un tanto difícil de comprender y seguir. De todas formas, no deja de ser una auténtica obra magna del cómic europeo de los últimos años.

    El pueblo aplastado por la fuerza represora del Estado, descrito de forma impresionante -aunque también, un tanto maniquea, influenciada por el folletín-, según "El grito del pueblo".

    Por ahora, es mejor no alargar más la entrada. Como se ha visto ya, poco se ha hablado sobre las historias folletinescas, policíacas o bélicas de Tardi, como tampoco se ha comentado sus trabajos en la ilustración, el guión -sin dibujo- o hasta la radio. Así pues, si el tiempo me lo permite -que tendré poco-, en el próximo post, más.