sábado, 11 de mayo de 2013

La ciencia-ficción franco-belga: la literatura (IV). La actualidad; o casi.

La última parte de la literatura en lengua francesa, al menos europea, y con un final abierto, no sea que haya algo más que añadir.


El subencabezado de ahí arriba viene, sobretodo, porque aquí, básicamente, se hablará de dos autores, aunque hay, desde luego, muchos otros, vivos  o ya fallecidos, que han ido publicando en los últimos años. No serán los únicos, pero sí no sólo los que más conozco, sino también, tal vez -que me puedo haber equivocado, vamos a ver...- los más importantes o conocidos. Sobretodo el primero, aunque no por su obra escrita propiamente dicha, sino por las múltiples adaptaciones, spin-off, ramificaciones y derivaciones -o como se quiera llamar todo ello- que han ido apareciendo en las últimas décadas. Porque, al fin y al cabo, ¿quién no ha oído hablar, en algún momento, del "Planeta de los Simios"?


Pierre Boulle: la lucha final entre antropoides.

Nacido en Aviñón (1912-1994), con el título de ingeniero bajo el brazo, acabó enamorado de una mujer casada, más tarde separada de su marido, y vuelta con él, hasta que acabó reencontrándose con Bulle en Francia después de la guerra; pero ya habían pasado muchos años, nuestro protagonista por muchas penalidades, y de aquel reencuentro sólo nació una amistad mezclada con un amor platónico. Pierre Boulle  tuvo una juventud un tanto difícil, por la sencilla razón de que le tocó vivir la II Guerra Mundial en dicha época de su vida, y una vez que su país se hundió ante la guerra relámpago de los ejércitos alemanes, en teoría podría haber decidido no complicarse demasiado la vida -como sí hicieron durante la ocupación no pocos de sus compatriotas, la verdad sea dicha-, y decidió colaborar con la resistencia francesa -más bien, con la Francia Libre, el estado-régimen democrático alternativo de de Gaulle y sus seguidores-, y "ejerció" -llamémoslo así- de espía en Singapur. Pero el bueno de don Boulle no era un profesional del espionaje, así que fue capturado por los japoneses, e internado en un campo de prisioneros, junto a numerosos militares aliados -la mayoría británicos o de los dominios de Gran Bretaña-, donde hay que reconocer que no soltó prenda; y los japoneses de la época, cuando vestían el uniforme, no resultaban, precisamente, tan simpáticos y aparentemente inofensivos como sus actuales descendientes, ni mucho menos.
Esa época de su vida, donde se vio obligado a trabajar prácticamente como un esclavo, junto a miles de prisioneros occidentales y peones -obligados- de Asia a construir ferrocarriles y puentes en plena selva. Para ser más exacto, uno de los muchos que levantaron los japoneses, le llevó a escribir en 1952, "El puente sobre el río Kway", que si bien no es una obra de CF, sino realista, bélica -o antibelicista, teniendo en cuenta cómo retrata la situación de los vencidos, y la brutalidad de los temporalmente vencedores- y en parte autobiográfica, si bien el oficial que estaba al mando de los cautivos en la vida real, y al contrario del protagonista de la novela, el coronel Nicholson, siempre se negó a colaborar con el enemigo. La novela, que ya de por sí resultaba interesante y consiguió ser un best seller, acabó pasando al cine en 1957 por David Lean, con el mismo título, y consiguió una buena cantidad de oscars, incluyendo el de mejor película, y mejor actor protagonista, el legendario sir Alec Guiness.

Pero no es de esta, o de otras obras -en general, realistas, y en muchas ocasiones bélicas-, de la que se debería hablar aquí, sino de un clásico de la CF, "El planeta de los simios" (1963), con multitud de versiones, ramificaciones y nuevas reboost, series, merchandising, etc.
La historia del planeta de los simios inteligentes, que tienen a la humanidad en parte reducida a la esclavitud, o más bien a la domesticación, y en parte la combaten como fieras que amenazan su civilización -se trataría de la parte no doméstica de la especie- la hemos visto muchas veces, sean en las dos primeras películas, protagonizadas por Charlton Heston, como las tres posteriores -incluída "La rebelión...", donde un simio inteligente viaja a un pasado donde se encuentra con unos humanos dominadores de la Tierra, que lo consideran una simple anomalía biológica, un monstruo a combatir-, la nueva versión de Tim Burton, lo la última, donde se plantea de forma lógica -dentro de la fantasía- el origen del "planeta al revés" del resto de películas.

Una de las muchas ilustraciones -y una de las más artísticas- basadas en la novela de Boulle.

La historia original, la primera, la novela, se parece bastante a la primera película, si bien el héroe -en este caso un periodista francés, no un astronauta norteamericano con entrenamiento militar, como en la versión fílmica-, con alguna diferencia tecnológica -más bien, porque si bien él participó en el guión, o al menos tuvo que dar por fuerza su beneplácito, en éste participaron entendidos en astronautica y astronomía, que eran temas que Boulle no dominaba en profundidad. Además, en cuestión de cine de CF, los norteamericanos estaban mucho más acostumbrados que los europeos, que, sin embargo, no les iban a la zaga, al menos, en literatura y en cómic.

Visión artística del final de "El planeta de los simios".

En general, su obra iba del espionaje al relato de guerra, pero su obra más conocida también fue,  sigue siendo, del género de CF, tanto a nivel europeo, como mundial, y su influencia en cine y televisión ha sido enorme, si bien mucha gente piensa que, tras la saga cinematográfica, sólo había un buen guión norteamericano, y no una novela europea que ya tuvo éxito de crítica y ventas por sí misma.


Un par de autores de "Fleuve Noir": Richard Bessiere y Jean Mazarin.

Ahora toca hablar de autores, quizá, menores, o no demasiado recordados fuera de los círculos más expertos, pero que en su momento -y podría hablarse de hasta los años ochenta- eran escritores de modestos -en la forma- superventas -porque, eso sí, vender, vendían; y eso mantenía muy vivo el género-. Gente que trabajó para la editorial "Fleuve Noir", que aún hoy en día no sólo aguanta a pesar de la crisis, sino que es capaz de capear el temporal, precisamente, por ofrecer literatura de fácil consumo y precio bajo.
Aquí van, pues, dos autores -entre otros muchos- que dieron buen nombre a su colección de CF, "Anticipación":

Richard Bessiere: El autor de Béziers (1923-2011, así que falleció hace un par de años; poco le ha faltado para ingresar en la corta lista de autores vivos que salen en esta serie) trabajó casi toda su vida literaria para la editorial del Río Negro, y se hizo famoso por una serie de novelas, conocida como "Los conquistadores del Universo", donde el profesor Bénac, y la modesta tripulación que reúne (tres jóvenes), exploran, más que conquistan, el Sistema Solar gracias a la avanzada -y única- tecnología de la nave Meteoro. Después de leer la primera novela -la conseguí en un mercadillo a uno o dos euros-, uno se da cuenta que Bessiere no es que tenga una formación científica muy sólida, pero, la verdad, tampoco es que la necesite demasiado. Sus civilizaciones en los distintos planetas y -sobretodo- satélites del sistema solar, hasta cierto punto, son plausibles -si una deja volar la imaginación, que no está de más, el hacerlo de vez en cuando-, aunque, en algún momento, cuando intenta dar alguna explicación científica -el funcionamiento de la nave, por ejemplo- uno no sabe bien si es que no tiene ni idea de ciencia, si la forma de enseñarnos el funcionamiento  del motor en cuestión es demasiado complicado o, si bien -y lo más seguro- el autor nos empaqueta una explicación tan abstrusa como sin ningún sentido, pero que parece muy profundo, y en paz. Teniendo en cuenta que, aún siendo, más que científica, una serie de aventuras, no deja de ser literatura pulp, aunque sea a la europea, el nivel tampoco es tan bajo, y al final de la serie, opta incluso por cierta autoparodia. Él sabía lo que escribía, y lo que era capaz de hacer, y no nos hace creer lo contrario.

También tuvo, entro otras muchas obras, dos series más: una sobre Dan Seymour, una especie de agente secreto indestructible, pero en versión espacial. La otra compuesta por novelas autoconclusivas -y, normalmente, que no tenían relación directa unas con otras- donde la Tierra, o más bien la humanidad, se enfrentaba a diversas invasiones extraterrestres, pero compuestas no por las típicas flotas de naves espaciales, sino por invasiones más "biológicas": unos seres indescifrables y aparentemente invencibles, cuya única debilidad es el sonido, pues no son capaces de soportar ciertos tipos de ruidos ("Los maestros del silencio", de 1965); parásitos que se apoderan de los cuerpos humanos, adueñándose su voluntad ("Esa luz que venía de la oscuridad", de 1967; la verdad es que se curraba bastante los títulos); la idea de que la Tierra está compuesta por siete esferas -o mundos-, uno dentro del otro, con el infierno -y sus peligros- como el mundo más profundo ("Los siete mundos de Rea", de 1962; esta teoría, por cierto, no era nueva, y había otras, como la Tierra cóncava, o la Tierra hueca, que tuvieron bastantes seguidores en Europa y Norteamérica. Se cree que algunos dirigentes nazis, entre ellos Himmler, llegaron a creer en serio en algunas de esas locas ideas); o la reconquista de la Tierra, por parte de los humanos, a una marabunta de mutantes y nuevos seres mortales, tal como se cuenta en "La legión Alfa", de 1961.

Una versión -más bien modesta- de "Los conquistadores del universo". En el libro que leí, no se habla del vestido de la protagonista femenina, más atrevido que los cómics norteamericanos de la época.

Además, también escribió, para la misma editorial, multitud de novelas de espionaje, acción o policíacas. En este caso, al cambiar de género, también usaba otro nombra, y prefería el sobrenombre de F.H. Ribes.

Emmanuel ErranteJean Mazarin: Su nombre real es René-Charles Rey -de origen en parte español, pero nacido en Túnez, de donde tuvo que salir, con casi toda la población europea y judía, al independizarse el país norteafricano; la población musulmana, en su mayoría, no destacó por su tolerancia una vez conseguida la emancipación de la metrópoli-. Aunque gran parte de su  extensa obra no era de CF, sino policíaca-costumbrista -las aventuras del detective privado de Niza Frankie "Pat" Puntacavello, y su extensa familia, donde se retrata la vida de los "pied noirs", los occidentales repatriados de los países del norte de África, después de su independencia; algunas novelas de terror-gore, con el sobrenombre de Charles Nécrorian...-, también escribió para el Río Negro algunas historias de género "espacial": "El universo roto" (1985), "¡Vivan los superhombres!"  (1980), "Los profetas del apocalipsis" (1983), "El general de las galaxias" (1977)... habría que añadir una enormidad de obras de terror, policíacas o de espionaje que no entrarían en ninguna saga o colección.

En los últimos tiempos siguió escribiendo, por ejemplo, "La historia desviada" (1984), imaginando una guerra fría en un mundo alternativo, donde alemanes y japoneses se dividieron gran parte del planeta después de la II Guerra Mundial, que ganaron, precisamente, al ser los primeros en lanzar bombas atómicas. Las potencias son distintas, pero el peligro de hecatombe nuclear es el mismo. Aquí, como en otras de sus obras, interesan los datos sobre un nuevo pasado -hasta 1989- que explica el futuro alternativo -cinco años después del año en que escribió la novela- tanto o más que la acción en sí misma.

Mazarin ha escrito -a veces con dicho apodo, como Charles Nécrorian, como Emmanuel Erre -novela negra, básicamente-, docenas de obras, casi todas en "Fleuve Noire", pero también con otras, incluídas revistas, como "Mystère Magazine". Conozco, por haberla leído, alguna de sus obras -en su momento, en los 70 y 80, se publicaba en España bastante CF francesa; casi tanta como anglosajona, tal vez porque había más traductores de francés que de inglés-, "El general de las galaxias". Es un relato bastante corto, que te lo puedes leer de una sentada -tal vez 200 páginas, pero en formato pequeño. No es que sea una maravilla, pero sí que resulta interesante la claridad con la que se expone una historia del futuro, donde China acaba gobernando el mundo, creando un estado planetario con su propia dinastía, y que, para evitar enfrentamientos internos, sus últimos gobernantes mandan a su enorme ejército a la conquista de medio universo, y a someter a otras especies. Extinguida la dinastía terrestre, y por elección de los representantes de los distintos mundos -los humanos, en este enorme imperio, son mayoría en cuestiones demográficas, pero no en reparto de votos-, acaba dirigiendo dicho super-estado multiplanetario una dinastía no humana, con los conflictos culturales y políticos que esto plantea. En realidad, más que la historia en sí, es el planteamiento lo que más interesa. A pesar de que ha seguido escribiendo hasta, como quién dice, ayer mismo, Mazarin no es ya conocido o recordado fuera de Francia, pero eso no le niega dos cosas: la enormidad de su obra, y sus más que considerables ventas. Y el hecho de que, a pesar de ello, aunque siempre ha vivido holgadamente, nunca se ha hecho millonario. Ni parece que le haya importad demasiado.



Alain le Bussy, el maestro moderno de la CF belga.

Le Bussy (1947-2010) nació en Lieja, en Bélgica -para ser más exacto, en Valonia, la parte francófona del país-. Al fin y al cabo, si llevo tanto hablando de literatura franco-belga, ya tocaba hablar de algún belga, que no ha salido por aquí ninguno desde Rosny el mayor.
Desde muy joven, con unos catorce años, empezó a publicar artículos y cuentos en el periódico del colegio jesuita de Lieja donde estudió, para publicar después en una revista juvenil, que publicaba tanto relatos, como novelas por entregas -como en los viejos tiempos; al fin y al cabo, se trataban de autores jovencísimos y nóveles, así que, si lograban publicar, ya tenían bastante-, siguió publicando en el boletín de la universidad de su ciudad, que se leía en todas las del país, y acabó formando su propio fanzine -que lejos queda eso, lo de los fanzines, que me sonaban bastante, cuando todavía era un crío, o casi-: Xuensè.

Como los demás ya descritos, le Bussy también publicó, y mucho, en "Fleuve Noir", dedicándose, básicamente, a las sagas o ciclos; series de varias novelas, donde la CF, el terror o la fantasía se aúnan, pues como otros francófonos, le Bussy no era amante de la CF "dura", o "hard".
Las series más importantes, que representan gran parte de su obra, serían las de "Aqualia", "Chatinika", "El Sol Loco", y  "El ciclo de Yorg". Esta última serie es realmente larga, y los últimos títulos fueron publicados por una nacienta editorial dedicada, básicamente, a la CF: "Edicions Eon".
Además, consiguió numerosos premios; desde el Rosny Aîné en 1993 -el máximo galardón de la literatura francófona para escritores del género, por "Deltas", la quinta parte de un total de siete de la serie de "Aqualia"-, hasta el "Séptimo continente", de la ya extinta revista "Imagine", del Quebec -o sea, la América francófona-.
Marcos Alain Le Bussy
Imagen que sirvió de portada a "La marca" una de sus mejores obras en fantasía.

Era no sólo escritor, sino también un auténtico fan del género, participando, e incluso fomentando y presidiendo, convenciones en Bélgica y Francia, así como escribiendo prólogos, relatos para recopilaciones, artículos para fanzines... fue conocido como uno de los autores más abiertos, sencillos y participativos, y su relación con lectores, críticos y otros escritores fue muy fluida. Curiosamente, a pesar de tener una obra tan grande a sus espaldas, no se dedicó de forma íntegra -aparte de su jardín, pues era fanático de la jardinería- hasta 1999, cuando consiguió la jubilación anticipada.
En 2010 moriría de un ataque cardíaco, después de haber escrito más de doscientas obras -de ellas, cerca de cien novelas, de CF, misterio, terror, fantasía, literatura adolescente...; en ocasiones, utilizaba los seudónimos Michael Eden e Igor Kalkoff-. De ahí la frase que le inmortalizó: "El hombre que escribe más rápido que su propia sombra".


Un poco más, antes de acabar.

Antes de finalizar la entrada, y toda la serie sobre la literatura de CF franco-belga -quizá no francófona en su conjunto, porque olvidé el Quebec-, podría redondear hablando de algunos personajes. El primero sería Pierre Versins (1923-2001; nacido y fallecido en Aviñón), o André Chamson, su nombre real. Versins no era novelista, ni crítico. Era un fan, pero un fan extraordinario. Recorrió mercadillos y tiendas de primera y segunda mano, recogiendo material de todo tipo del género de la CF, fundando la asociación Futopía, con seguidores casi tan incondicionales como él mismo. Poco a poco, sus libros, carteles de cine, cómics, revistas, etc., no le cabían en su casa. Consigue que su creciente colección sea exhibida en Berna (Suiza), y después en el Museo de Artes Decorativas de París, paro acaban volviendo a su casa, donde construye estanterías para todo aquel creciente material. Conocido por el mismo Ackerman, el ejemplo de máximo experto y fan de CF de Estados Unidos, compra una granja en el pueblo de Robray, donde instala su enorme colección. En total, unos 40.000 libros, y 20.000 documentos y objetos con alguna relación con la CF. Escribió en revistas, y fundó fanzines -el primero, en 1957, siendo uno de los primeros en Europa-. Este museo sobrevivió a su creador, con el nombre de "La casa de otros lugares", en la población suiza de Yverdon-les-Bains, que ha ido creciendo con numerosas y continuas donaciones, tanto de autores famosos, coleccionistas que no saben a quién donar todo lo que han ido recogiendo a lo largo de su vida, como de gente anónima.

Una sala de "La casa de otros lugares", dedicada a Jules Verne.

Para quién le interese más información -o si se pasase por Suiza, y le coja cerca- aquí dejo un enlace de su página oficial.
También hablar de, al menos, tres revistas -no colecciones, sino publicaciones especializadas-: "CyberDreams", "Bifrost", y "Galaxies".  En el caso de "Galaxies" -nada de ver con "Galaxy", la legendaria y desaparecida revista norteamericana, excepto por su interés por la CF- se puede decir que su punto de vista a la hora de buscar material ha cambiado un poco. Aquí, dos portadas, la primera más antigua:



Se supone que, con el paso del tiempo, las ventas aumentaron, pero el contenido varió bastante.

Mientras que "Bifrost" sigue siendo un clásico -de estilo moderno, eso sí- para los numerosos seguidores del género en el país vecino:

Bifrost No. 68 Ian McDonald, Olivier Girard, Thierry DI ROLLO, Thomas DÍA, STOLZE Pierre, Hervé Le Roux, Xavier Mauméjean Patrice Lajoye Alain Sprauel Roland Lehoucq          Bifrost No. 69 Olivier Girard, Jacques Barberi, Daniel Walther, Stephanie Benson, Alastair Reynolds, Thomas DÍA, STOLZE Pierre, Hervé Le Roux, Eric-Holstein, Norman Spinrad, Jean-Marc Philippe LIGNY THIEYRE Richard COMBALLOT Roland Lehoucq, Sébastien STEYER, Viktoriya

Para quién pueda interesarle -y, tal vez, intentar comprar por correo electrónico algún número-, dejo aquí también el enlace de la editorial, "El Belial", que la publica.

También podría hablarse un poco de Christine Renard (1929-1979), una de las pocas mujeres que consiguió renombre en la CF francófona, llegando a conseguir el Rosny Ainé, por "La noche de los albinos". Sin embargo su carrera literaria se vio interrumpida por un cáncer, no llegando a ver publicada la novela que le otorgaría un espacio en la CF francesa, al ser publicada de forma póstuma, y dejando a sus lectores con la duda de a donde habría llegado, pues pasó de ser escritora, básicamente, de relatos -que acostumbraban a publicarse en no pocas recopilaciones- a novela -la ya nombrada, o "Delta". A pesar de su corta obra, sigue siendo la gran dama de la CF francesa, quizá por la escasez de escritoras entre tanto hombre.

Bien, y por el momento, ya está bien. Quizá este par de entradas han sido un poco sosas, por no haber encontrado suficientes fotos o ilustraciones interesantes, o por falta de tiempo. Ahora mismo, son las tantas de la noche, así que corto por hoy, y hasta la próxima. Que en qué consistirán las próximas entradas, todavía no estoy seguro. Tal vez haya un par de escritoras, o alguna actriz con no mucho arte interpretativo, pero no poca personalidad -o como se le quiera llamar-. O algo distinto, ya se verá.

sábado, 4 de mayo de 2013

Una charla sobre una ruta por Tokio, sin moverme de mi ciudad.

Mi más que modesta participación en el Ciclo de Conferencias sobre Japón en Reus, mi ciudad.


Nunca he hablado aquí sobre mí mismo, ni sobre mi vida o experiencias. Evidentemente, cualquier blog, en mayor o menor medida, también indica algo sobre los gustos o intereses de la persona -o personas, porque a veces son más de una- que lo escribe. Por un lado, te gusta escribir para ti mismo, pero por otro, tienes presente que, aunque no tengas mucho éxito de público, por llamarlo de algún modo, siempre habrá alguien al otro lado de una pantalla que leerá lo que tu has escrito. Lo que se ha escrito a sí mismo pero también, lo quiera reconocer o no, ha escrito para cualquier otro que quiera echar una mirada a todo lo que se te ha ocurrido introducir.
Bueno, pues, aunque yo siempre he considerado que mi vida no tiene gran cosa de interesante o llamativa, y, sea por la razón que sea, no me agrada hablar de ella, no he podido evitar -no siempre uno va a practicar la modestia, venga esta al caso o no- comentar una pequeña experiencia que tuve el último sábado del ya pasado mes de abril -día, por lo demás, que empezó bastante mal, con una lluvia que duró todo el día, y un viento, muy habitual en mi ciudad, que amenazaba con romperme el paraguas y ponerme de una mala leche que no era el mejor estado emocional para charlas, precisamente-. De vez en cuando voy a clases de japonés -o a charlas, pues no son de pago, ni algo reglado, sino simplemente una aproximación al idioma- de una asociación cultural reusense llamada Amakuni. Allá me enteré de que se iban a realizar una serie de charlas sobre Japón, los últimos viernes y sábados de abril, y yo decidí exponer un trabajo sobre una ruta imaginaria, por medio de una agencia de viajes también de pura imaginación, por Tokio y Yokohama, que tuve que realizar para un curso de turismo que realizo todas las mañanas, desde hace ya meses. 
Pero claro, no es lo mismo exponerlo en una clase, delante de un profesor y unos compañeros que ya conoces, y con los que hay suficiente confianza como para decir que no conozco determinada respuesta para alguna de sus preguntas -aunque, en su momento, me hicieron bastantes, y salí bastante airoso de todas ellas- como hacerlo en una sala nada informal, con sus asientos de madera, su estrado, micrófonos, pantalla para Power Point -que, por cierto, era bastante corto, pero aún así, me quedé por enseñar en su totalidad-, y todo lo que correspondería a un acto, digamos oficial y serio.
Y reconozco que me podría haber salido mejor. Estuve nervioso, aunque parece que no se notó demasiado, no me acerqué lo que resultaba adecuado al micrófono, tal vez me puse demasiado cómodo en la silla, y en alguna ocasión, temí quedarme en blanco. Aparte de que, aunque no llegó a durar media hora -tal vez se alargó más de lo que pensaba-, no tenía en mis apuntes los suficientes datos necesarios como para que resultara todo lo profesional que yo habría querido. 
De todas formas, creo que tampoco salió tan mal. Era el único que no era profesional de nada -los había que eran profesores de universidad, gente que presentaba por segunda o tercera vez sus ponencias o tesis, directores de una revista, de una asociación gastronómica...-, y era mi primera vez. Y, la verdad, a pesar del mal rato inicial, nunca está de más intentar cosas nuevas. De todo se aprende, e imagino que, si tuviera que volver a hacer algo parecido, habría aprendido bien de mis errores o debilidades, porque, lejos de no querer admitirlos, los tengo bien presentes.


Bien, pues después de esta pequeña entrada de autobombo, una nueva entrada, aunque no sé muy bien qué es lo que tocaría ahora. ¿Acabar con la CF francesa y belga en literatura? Tal vez. Probablemente, si sigo con el tema, entraría en el emocionante pero complicado mundo del cómic. Lo de complicado, porque la cantidad de obras y autores sería enorme, y tendría que elegir. E, incluso, sin desear hacer elección, con toda seguridad me dejaría algún clásico o, al menos, algunas obras a tener en cuenta. Eso, si no prefiero realizar algún monográfico sobre ciertos autores. Moebius, por ejemplo, merecería uno por sí solo.

jueves, 2 de mayo de 2013

"Reset": lo nuevo de Peter Bagge.

Un pequeño comentario sobre lo último de una de las vacas sagradas del cómic alternativo norteamericano.


Bien, como creo que ya va siendo hora de aprender a hacer entradas cortas, cuando el tema lo requiere, voy a intentarlo de una vez.
Ya existe aquí un buen comentario sobre el señor Bagge, y gran parte de su obra, que, además, he ido reescribiendo, aunque sólo sea poco a poco, a medida que he ido leyendo algunos relatos que sólo conocía por comentarios o por páginas sueltas. Pero en este caso, se trata de la salida al mercado español -en el suyo ya salió hace tiempo, claro está- de un nuevo trabajo.
Se trata de "Reset", que en Estados Unidos se publicó en forma de comic-book -o sea, a base de cuatro tebeos de veintipocas páginas y tapa de papel satinado, con su grapa y todo-, y que a España -no sé si a Hispanoamérica; imagino que también, si la editorial es la misma- llega en forma de tomo de unas cien, con tapa de cartón. Quizá no resulte tan interesante para los coleccionistas, pero para los menos puristas, que simplemente quieren un cómic completo y sin complicarse la vida -y, además, este formato es más resistente y fácil de guardar- ya nos está bien.

La portada de uno de los comic-books que forman "Reset", en su versión norteamericana.

Bien, a lo que iba: esta es la historia de Guy Krause, un cómico en horas no bajas, sino bajísimas -ya nadie se acuerda de él- que se ve envuelto en un extraño experimento de supuesto interés científico, consistente en revivir, por medio de una máquina de realidad virtual, episodios ya pasados de su vida, y saber cómo reaccionaría al volver a pasar por cosas ya vividas, pero con la experiencia del pasado. Teniendo en cuenta que la historia no es muy larga -ya dije, cien páginas más o menos; lo que finalmente sabe a poco-, el autor sabe contarnos una historia coherente, con su habitual humor negro, su vivisección de sus compatriotas, y de la sociedad donde le ha tocado vivir, y el hacer que nos preguntemos qué haríamos si nos toparamos con situaciones ya pasadas, algunas desagradables, otras, en las que nos quedamos con ganas de saber qué es lo que realmente sucedió, y cómo, sin darnos ni cuenta, algo o alguien -¿el gobierno? ¿la "ciencia"? ¿grandes empresas?- nos ningunean y creen poder manejarnos a su antojo. Y al mismo tiempo, cómo un tipo como el cómico Krause, que al principio parece, además de un fracasado un tipo en el que poco se puede confiar, y que oculta un oscuro pasado, finalmente es alguien que ha aguantado muchos más palos que los merecidos, y que es mejor persona que todos los que pretenden darles lecciones de moral. Excepto su compañera de instituto Gail Malone, que tampoco resulta ser lo que él pensaba.
En resumidas cuentas, que tal vez no sea la obra más indicada para el que pretenda sumergirse en el universo Bagge -para eso, mejor la serie de "Odio", sobretodo los dos tomos en blanco y negro, aunque los otros tampoco les desmerecen-, pero para los que ya lo conocemos de lejos -o no tan de lejos; a mí me sonaba desde hacía muchos años, pero hace relativamente poco que decidí comprar y leer en serio su obra- no deja de ser, como "Other lives", un relato maduro -han pasado los años, para él y para sus lectores- y que se lee del tirón.

Lo nuevo de Bagge en América, en este caso, con amigo. ¿Para cuando aquí? Ya se verá.

Y una cosa más. Parece que, entre otras cosas -una tira para una revista musical, por ejemplo-, Bagge está a punto de sacar -si no lo ha hecho ya- "Other stuff", que más bien podría traducirse como "Otras cosas", donde lo mismo se pueden leer historias propias olvidadas, creadas para la ocasión, o que sólo son conocidas por su "Odio anual", que aquí no llega -sólo las historias de Buddy Bradley y compañía, pero sin el resto de material de cada número-, o colaboraciones con otros autores alternativos -R. Crumb, los hermanos Hernández, Daniel Crowes...-, con un total de casi 150 páginas. No sé cuando llegará esto aquí, pero imagino que es cuestión de tiempo, porque la Editorial la Cúpula ha publicado para el mercado hispanohablante la casi totalidad del trabajo de Bagge.

Bien, pues hasta la próxima, que esta entrada ha sido corta. Para variar.

miércoles, 1 de mayo de 2013

La ciencia-ficción franco-belga: la literatura (III). Siglo XX: nuevos autores para nuevos tiempos.

Época de clásicos todavía recordados en su país, o que dieron paso a futuras adaptaciones a la gran pantalla, en versión animada.


En este tercer capítulo, ya aparecen autores que so plenamente "modernos", aunque muchos personajes, situaciones, vocabulario, etc., nos parezcan un tanto desfasados o pasados de moda. Es en este momento en que la ciencia propiamente dicha deja en parte paso a lo que los norteamericanos llaman "space opera", por considerar que eran historias de aventuras, peleas, persecuciones y romances -algo así como sustituir a vaqueros, soldados de antiguas guerras, o piratas, por tipos con traje futurista y armas láser; aunque lo de "ópera", aquí, demuestra que los norteamericanos de principios del siglo XX tenían, en general, una visión muy particular de dicho género musical-, que, antes que en el cine, y al tiempo que en las revistas de literatura popular -las famosas revistas de "pulp fiction"-, se podían escuchar en la radio. Esto último explica el por qué, en ocasiones, las historias de "space opera", cuando eran retransmitidas por medio de las ondas, también eran conocidas como "soap opera": "soap", en inglés significa jabón; y eran empresas de jabón, y de limpieza en general, las que, en parte -no siempre, claro está-, patrocinaban dichos programas radiofónicos, que tantos millones de seguidores incondicionales tenían, cuando la televisión todavía era, en este caso también, pura ciencia-ficción. Ahora, volvemos a saltar el charco, de América vuelta a Europa, con autores más reconocibles, debido también, a que algunas de sus historias han sido adaptadas al cine animado. Películas de las que ya, en su momento, ya se ha hablado bastante. Ahora va siendo hora de conocer, aunque sea un poco, a los hombres que están detrás de dichas obras adaptadas.


Francis Carsac, revolucionario de la CF francesa.

El auténtico nombre de Francis Carsac (1919-1981; muerto, curiosamente, en Tucson, Arizona) fue François Bordes, y es un ejemplo, en su momento no demasiado común, pero hoy en día -y desde hace ya mucho- bastante habitual, de escritor de CF que, al mismo tiempo, es científico o, por lo menos, una persona de enorme erudición. Otro hecho llamativo es que, a pesar de dedicarse a la escritura de evasión espacial, Carsac fue un paleontólogo y antropólogo célebre, que escribió ensayos sobre el tema -"Los limos cuaternarios del valle del Sena. Estratigrafía y arqueología paleolítica"; creo que con este título, de una de sus obras de investigación más importantes, es fácil hacerse a la idea del conocimiento del tema-, y que, en caso de haber querido escribir "novela prehistórica"; lo habría hecho con bastante más verosimilitud que su antecesor belga, Rosny Aine -a pesar de que éste, en su momento, intentaba empaparse de todos los conocimientos de la época en prehistoria de los que era capaz-. 
Francis CarsacCuando no estaba enfrascado en temáticas como la industria lítica -para entendernos, el estudio de la fabricación y tipología de las herramientas de piedra de los hombres prehistóricos-, o las diversidades culturales de tal o cual comunidad del paleolítico, o cómo utilizar las matemáticas para avanzar en la ciencia paleontológica, Bordes debió tener la necesidad de olvidarse un poco del más lejano pasado de la Humanidad, y levantando la cabeza, debió ver en los inmensos espacios el teatro de sus todavía emocionantes -y más profundas de lo que los lectores de la época estaban acostumbrados a leer- historias de exploración y luchas interestelares.
La importancia de Carsac sería importante, pues después de la II Guerra Mundial, ni Francia ni el resto de Europa estaban muy por la labor ni de escribir, ni de leer relatos o novelas de pura evasión, y menos todavía, de CF. Carsac fue de los primeros autores que, viendo cómo los reducidos grupos -aunque crecientes en grupo- de seguidores del género leían, básicamente, material de importación de Estados Unidos, o bien algunos relatos antiguos considerados ya -y no sin cierta razón- como totalmente desfasados, decidió empezar a escribir CF autóctona, con influencias anglosajonas -resultaba imposible no tenerlas, en aquella época, excepto, quizá, en la Unión Soviética, si bien éste era casi un mundo aparte-, pero con personalidad propia. Se da por supuesto que, hasta 1950, la CF, al menos en Francia y otros países de Europa, no se distinguía del resto de literatura, que de 1950 hasta 1955, se empezó a considerar como "infraliteratura" -o sea, "literatura barata", de poca calidad, de "usar y tirar", y, finalmente, hasta mediados de los sesenta, como, prácticamente, "paraliteratura", o sea, intentos de hacer literatura, pero reducidos a bobadas que sólo interesaban a gente simple e inmadura, o trabajos sin personalidad ni reconocimiento realizados por autores en horas bajas, o prefionales que se querían sacar un sobresueldo, como ocurría en no pocas ocasiones en España -las llamadas "novelas de a duro", pues sus autores no cobraban mucho más por escribirlas, a veces en no más de una semana de tiempo-.
Carsac publicaría su primera novela en 1954, en la editorial Hachette,  -tenía, por tanto, unos treinta y cinco años, y ya se estaba labrando una carrera científica que, con el tiempo, le daría fama mundial; al menos, entre los investigadores e intelectuales-, con el nombre de "Aquellos -o el pueblo, según otras traducciones- de ninguna parte" -quizá no sea la mejor traducción, pero creo que resulta inteligible; en España se conoció como "Los habitantes de la nada"-, escrita realmente en 1945 -quizá antes- pero que durmió el sueño de los justos hasta que logró acabar la carrera, y ejercer de profesor de geología y paleontología en la universidad de Burdeos. La novela en sí misma, mas bien sería de acción, con un amigo científico que cuenta a otro como viajó con unos seres de otro mundo, los Hiss, a su mundo, gobernado por una especie de tecnocracia -algo muy de moda en la CF de la época-, pero con ribetes filosóficos y religiosos -porque también tienen religión propia-. La base de la obra es el conocimiento que el protagonista tiene sobre el mundo Hiss, y la guerra, más bien cruzada, que tienen contra los Misliks, una especie de raza metaloide -pero viva; no son robots- que apaga los soles, exterminando así a los habitantes de los diferentes sistemas, y, en la nueva edad de hielo creada artificialmente, habitar los mundos, ahora muertos. Esta será una señal de la obra de Carsac: al tiempo, crear unas sociedades extraterrestres creíbles, y que en no pocas ocasiones acaban siendo fácil empatizar con ellas, y combates espaciales que no dejan de ser el equivalente a la terrible guerra mundial que Carsac, y la Humanidad al completo, sufrieron no muchos años atrás. Carsac considera aquí que, de existir el hiperespacio, la idea de "distancia" o "lejanía" no tienen relación de ser. Así, sus historias no suceden solamente en nuestra galaxia, sino a través de todo el universo. Pero es en la capacidad de retratar de forma verosímil tanto la sociedad Hiss, como la Mislik, lo que hace de Carsac un renovador, o como dicen algunos críticos, el responsable del renacimiento de la CF francesa. Porque, al fin y al cabo, Carsac era antropólogo, y sabía de lo que escribía. A partir de ahí, la idea de estudio de las sociedades y los pueblos, y la influencia de la tecnología en individuos y colectividades, serían habituales en el género en lengua francesa, más que en los países anglosajones, y parejo a la CF soviética. Con la diferencia importante de que la URSS, a pesar de la importancia que quisieran darle a la cultura, no dejaba de ser una dictadura de partido único. Y al partido, y a la revolución, y a la camarilla gobernante, claro está, ni tocarlos.
Su segunda obra, "Los Robinsones del Cosmos" aparecería en 1955, también en la editorial Hachette-Gallinard, en su colección "El rayo fantástico". En aquella época, ya era el autor de género de moda en Francia. Ésta fue, sin embargo, uno novela muy diferente a la anterior, pues los Robinsones del título no son, como se podría creer, una familia, o un pequeño grupo de individuos. Son, por el contrario, los habitantes de un pueblo de los Alpes franceses al completo, que junto a una fábrica, viviendas aledañas, y un observatorio científico, son "arrancados" de forma misteriosa por la energía de un mundo no de nuestro universo, sino de otra dimension -un "para-universo", podríamos decir-, y reinstalados en dicho planeta, donde se encontrarán una fauna y una flora salvajes y completamente distintas a lo que habían conocido, allá en la vieja Europa, además de tener que coexistir con una raza primitiva pero inteligente, parecida a los centauros. Contada en primera persona, por un profesor de geología de visita en el centro astronómico -una especie de alter ego del autor-, está ambientada en 1975, donde, supuestamente, los humanos ya han llegado a la Luna y a Marte. Tal vez tenga algún parecido con "La ciudad en el fin del mundo", del norteamericano Edmond Hamilton, publicada en su país en 1950, y traducida y a la venta en Francia en 1952, y no sería raro que Carsac se inspirara en ella para escribir su obra -la editorial que la trajo a Europa fue, precisamente, la misma para la que él trabajaba-, pero el francés cambia una Tierra del lejano futuro, agotada, desértica y condenada, por un mundo nuevo, exuberante y lleno de vida y misterio, por lo que, en cierto modo, resulta mucho más atractivo, sin desmerecer la obra de Hamilton, el esposo de Leigh Brackett -el mundo es un pañuelo; y este blog, por lo visto, también-.

Una ilustración -¿de Moebius?- para una edición de las dos primeras novelas de Carsac.

Es una historia un tanto distinta, donde los obreros de la fábrica exploran el nuevo mundo a ritmo de canciones revolucionarias, y tienen lo suyo con los miembros de un grupo fascista -que reciben lo suyo- que también acaban trasladados al nuevo mundo. De la misma forma, conocen a una "colonia" de norteamericanos que, con su pedazo de Tierra, también llegan a aquel extraño planeta de la misma forma, y aunque los consideran aliados, no dejan de tener algunos desencuentros, debido a las diferencias culturales. Todo lo más, cosas que, difícilmente, se podían leer en las novelas estadounidenses, que raramente tenían en cuenta que en la Tierra vivía gente que no fuera de su país, y así lo trasladaban a las historias de otros mundos, donde sólo los norteamericanos WASP parecían estar capacitados a llegar.
La tercera novela apareció, en la misma editorial, en 1960.  "Tierra a la fuga -o a la deriva, que podría ser otra traducción"-, también escrita en primera persona por -como no- otro científico francés, que cuenta a un amigo cómo -no está claro cómo- se ve trasladado a un lejanísimo futuro, ocupando el cuerpo de otro, a una Tierra donde la Humanidad ha llegado a otros mundos, pero sin colonizarlos, y que ha sufrido una glaciación que casi ha hundido la civilización tal como la conocemos. Sobreviviendo a ésta, los humanos tendrán que sufrir otras dos, alcanzar Marte, donde descubrirán los restos de una civilización perdida; después Venus, que "terraformarán"; serán más tarde vencidos por una invasión de extraterrestres que, más adelante, serán exterminados por virus creados artificialmente por los humanos en laboratorios clandestinos... aquí Carsac crea una historia futura de la Humanidad con la que se podrían haber escrito, de haberlo él querido y alargado, libros enteros.

Una ilustración para una portada de "Este mundo es nuestro".

En 1962 aparecería su cuarta novela, "Este mundo es nuestro", que sería una segunda parte de "Tierra a la fuga", con una Nueva Tierra que intenta recrear la vida de la vieja, donde también ha habido un nuevo desarrollo tecnológico que ha llevado a la Humanidad por medio Universo, creándose o descubriéndose nuevas humanidades, con los enfrentamientos y conflictos consiguientes, y que incluye, probablemente, la primera -¿y única?- aparición de los vascos en una novela de CF. Sin saber como, éstos decidieron emigrar en masa a un mundo para ellos solos, topándose con otra especie verde y de cultura medieval, y más tarde, con humanos más avanzados, que se las tienen que ver con ambos -con los vascos, tanto como con los alien, pues insisten en conservar su cultura e identidad de una forma, al menos, más que tozuda-.
La última novela, aparecida en 1967, "La vermine du Lion" -¿Los parásitos del león?; no sabría cómo traducirlo mejor-, trata sobre los enfrentamientos entre una gran empresa extractora de minerales, contra pequeños mineros y protectores del medio ambiente. En otro mundo, sí, pero ecologistas de todas formas, y protagonizado por una especie de aventurero millonario de origen mestizo, que lo mismo puede ser caballeroso como brutal.

El protagonista de "Los parásitos del león", con sus dos protagonistas: el aventurero humano, y el león inteligente por medio de la genética.

Aparte de ello, Carsac escribió algunos relatos más cortos, como "Así se aburren en Utopía" (1976), parte de un recopilatorio de autores franceses del género, o "En las montañas del destino" (1974), pero ya fue a finales de su carrera literaria. Más adelante, sólo se dedicaría a la investigación, y al turismo. Y visitando Norteamerica, en la ciudad de Tucson, fue cuando murió, repentinamente, en 1981.
Tal vez poco conocido fuera de su país -en España se publicaron casi todas sus obras, pues durante cierto tiempo, la CF francesa tenía casi tanto eco como la anglosajona, pero después de los 60, raramente hubo ya alguna reimpresión-, al menos en la actualidad, en Francia es considerado, con toda justicia, como el responsable del renacimiento del género en tierras galas. Fue el que dio el gran salto, de la CF a la manera de Verne o Aine, a escribir, salvando las distancias, como un autor moderno y culto, como Asimov o Clarke. Ahora sólo falta que alguien lo tenga en cuenta, y tenga la ocurrencia -y poco interés por ganar dinero- de volver a ponerlas en circulación en el mercado hispanohablante. Aunque esto, tal como está la cosa, sea mucho pedir ya.

(Esta parte de la entrada la he podido crear, principalmente, gracias a un artículo de la legendaria revista-libro de CF española "Otra dimensión", que tanto hizo por el género en tierras hispanas, y cuyos números consigo siempre que puedo, recorriendo mercadillos de segunda mano. Buen consejo es hacerlo, porque se pueden encontrar cosas ciertamente interesantes).


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Quizá hablar aquí de dos editoriales. La primera nacería con la fusión de dos anteriores: Hachette, y Gallimard, que acabarían siendo la "Hachette-Gallimard". Sacaría una colección, conocida como "El rayo verde" -nombre probablemente inspirado en la novela de J. Verne del mismo nombre-, que se dedicó, básicamente, a la traducción al francés de autores anglosajones, como Asimov, Heinlein, Clarcke -no estamos hablando sólo de los años 50, sino de décadas, hasta la actualidad-, pero que no dio demasiada importancia a los autores patrios. Sin embargo, en deteminado momento, decidieron dar una oportunidad a Carsac y otros autores menores, tal vez, por miedo a que la CF autóctona, a la que, en cierto modo, habían ninguneado, o que consideraron algo del pasado -publicaban a autores franceses anteriores a la guerra, pero no a jóvenes valores- acabara ocupando parte del pastel que creían iban a comerse ellos solos.
Hachette Book logo.jpgFleuvenoir logo.gifLos que capitanearon, por decirlo así, a los autores autóctonos, no contra los foráneos -léase, norteamericanos y británicos- fue "Fleuve Noir" -Río Negro- que, realmente, se dedicaba, en general, a la literatura popular, sobretodo a la novela negra o detectivesca, o al terror, y casi siempre con autores franceses. Aunque, más que por patriotismo o chovinismo -algo, por lo demás, bastante común en Francia-, por una razón más simple y prosaica: la mayoría de aquellos franceses eran autores nóveles, o jóvenes con cierta fama, pero, en general, con modestas minutas. Una cosa es que, en un futuro, pudieran vender mucho, y cobrar por ello, pero, en principio, era gente que salía muy barata a la editorial. Y además, eran muy prolíficos. Sería en cambio, a partir de los 60 y 70, cuando, ya casi retirado Carsac, y asentada la CF francesa -fue a partir de mediados de los 60, cuando se ganó cierto respeto de la crítica, y atención de los medios-, cuando empezó a ser una superventas. En realidad, no ha habido editorial francófona que vendiera tanto como FN, cerca de mil millones, con mil autores y diez mil títulos en su haber. Algo no ya considerable, sin sencillamente extraordinario.
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Jean-Pierre Andrevon, la CF más fantástica.

Ya se ha hablado antes de Andrevon, en una de las entradas dedicadas al cine -en su caso, de animación- de CF francés. Él es el autor de la obra en la cual se basaría la película "Gandahar". Pero antes de llegar a ello, mejor hablar un poco de la persona, además de la obra propiamente dicha.
Andrevon nació en Bourgoin en 1937, y... todavía está vivo. Sí, estoy escribiendo, para variar, de un autor que todavía está con vida, cosa que, la verdad, hasta este preciso momento en que escribo estas líneas, desconocía. Como es de imaginar, la vida de Andrevon estuvo marcada por la guerra mundial, la ocupación nazi, y la posterior posguerra, que si bien no fue tan dura como en Alemania o la Unión Soviética, tampoco debió ser, ni para él ni para otros muchos, una época mucha abundancia, precisamente. Abandona sus estudios en el liceo -el instituto- de Grenoble para trabajar de peón en carreteras hasta los 20 años, para, posteriarmente, entrar a estudiar en la Escuela de Artes Decorativas de la misma ciudad. Andrevon demostraría ser un artista realmente poliédrico, pues no sólo sería escritor, sino también ilustrador y músico. Además, no sólo se dedicó a escribir relatos o novelas de CF -en varias editoriales, pero sobretodo, en la ya nombrada "Fleuve Noir"-, sino también policiacas, además de ser responsable de numerosos recopilatorios de relatos de género, donde se encargaba del prólogo, de incluir alguno de sus cuentos, y de poner de acuerdo a la tribu gala de CF para que no se dejaran olvidar por el gran público. Sería, por tanto, una de las luminarias del género en el mundo francófono, y quizá en toda Europa, teniendo en cuenta toda la historia, experiencia y creación que lleva a sus espaldas.
En 1969 escribiría "Los hombres-máquina contra Gandahar", que veinte años después adaptaría René Laloux al cine de animación. Obra rupturista, adulta y vanguardista como la novela de la que parte y que, un cuarto de siglo después, sigue siendo extremadamente moderna -incluso, teniendo en cuenta los avances de los últimos años en animación, y el hecho de que Laloux tampoco contó nunca con demasiado dinero o apoyo para llevar los conocimientos que había en dicho campo en aquellos tiempos-. No creo necesario explicar la historia de dicha novela, porque no es muy distinta de la que se puede ver en las imágenes creadas por Laloux. Pero, sin duda, a finales de los 60, resultaron algo parecido a las obras de Carsac en los 50: un soplo de aire fresco, y una llamada de atención a los aficionados y críticos del género fanta-científico, para que supieran que sí, que en Norteamérica había, sin duda, una legión de grandes, o al menos de más que aceptables, autores, pero que también había que mirar, aunque fuera de vez en cuando, al otro lado del Atlántico. Andrevon fue uno de los que atrajo esa atracción. Otro sería el polaco Lem, aunque éste fuera un autor bien distinto.

A partir del éxito de Gandahar, Andrevon se pudo dedicar seriamente, y a tiempo completo, a la escritura    -antes había sido profesor de dibujo, precisamente, en el estudio Champollion de Grenoble que había abandonado antes de tiempo, y después soldado en Argelia-. En los 70, decidió cultivar la "space opera", con la trilogía de "La época de las grandes cacerías"-"La guerra de los Gruulls"-"Dios de la luz", que volverían a publicarse en un sólo volumen en los años 90.

Una versión más "futurista" de los hombres-máquina del mundo de Gandahar.

Dejando aparte obras menores, y teniendo en cuenta la amplitud de ésta, uno novela a resaltar sería "El trabajo del hurón en el gallinero" (1983), donde, al reducirse casi a la nada la mortalidad, se decide a nivel mundial un número máximo de habitantes por país, y si, por exceso de natalidad, o deseo de reducir la población -o por exigencia del gobierno mundial, que sería más exacto- sobraban individuos, se pagaba a unos asesinos -los hurones- para que ejercieran, de la forma más "limpia" posible, el exterminio de los considerados por el gobierno como prescindibles. Y eso es lo que hace el protagonista, hasta que empieza a pensar. Y al pensar, es cuando empieza a tener problemas... La historia fue adaptada como una película para televisión por Fabrice Eberhard, y al cómic por Afif Khaled.
Además de otros relatos ambientados en el universo Gandahar -como "Las puertas de Gandahar", de 1999, o "El exilio de Gandahar", de 2005, entre otras- se podría destacar "Los guerreros de la noche", donde unos supuestos espíritus de guerreros navajos intentan expulsar de las tierras de su pueblo a los trabajadores y propietarios de una empresa minera que amenaza con destruirlas.
Otra historia curiosa sería -y que, probablemente, haga recordar a una reciente obra de E. King- sería "La casa que se desliza" -ya de 2010, lo que demuestra que todavía está activo-, donde los habitantes de un pequeño pueblo se ven rodeados por una extraña niebla imposible de atravesar -al menos, aparentemente- pero que no impide la entrada y salida de desconocidos seres que amenazan a los desgraciados humanos que han acabado atrapados, junto a sus viviendas y vehículos, en lo que parece una cúpula gaseosa, que los tiene atrapados como insectos. Esta no sería, incluso, su última obra. Se trataría de "Nueva bolsa" -¿se traduciría así "Nouvelles de poche"?-, de este mismo 2012.

Portada de "La casa que se desliza", dibujada por él mismo.

En cuestiones de literatura apocalíptica, publicó en 2006 "El mundo, por fin", donde un viejo agotado pasea a caballo por una Francia donde la población humana ha sido casi totalmente exterminada, y la vegetación ha borrado todo rastro de civilización, encontrando solamente un puñado de ancianos como él, pero también a otros personajes, como una mujer joven obsesionada con tener un hijo, o los tripulantes -o no-tripulantes- de una expedición abortada hacia otra estrella. Eso, y la existencia de unos extraños meteoros azules, que no se sabe bien si son señal del apocalipsis final, o de un motivo de esperanza. Quizá pueda hacer recordar a la novela "Los genocidas", donde una supuesta invasión extraterrestre, realizada no con armas, sino con una vegetación que destruye el mundo de los hombres, amenaza con apoderarse del planeta, barriendo toda vida humana, animal o vegetal. Pero Andrevon, dentro de lo que cabe, es menos oscuro, y nos hace soñar o, al menos, ver las cosas de forma realista, pero siempre con un mínimo de optimismo.
También se interesó por la historia alternativa. En "El último domingo del señor canciller Hitler", de 1995, se cuenta la historia alternativa donde el dictador nazi malvive, protegido -¿por qué, realmente?- por el FBI, y junto a su esposa Eva Braun, en un mísero apartamento de Nueva York.
Sería responsable de varias recopilaciones, como las dos que responden al nombre de "Volver a la Tierra", en 1975 y 1976.
"Los visitantes"; ilustración del autor.

Pero también sería defensor de la causa ecologista, con la creación de la revista "La boca abierta"; participaría en el Taller de Escritura Creativa de Grenoble; en los 70, sería crítico de cine y cómic; también ilustrador y escritor en la revista satírica "Charlie Hebdo" -la que, recientemente, fue atacada por fanáticos islamistas, debido a las burlas que ésta hacía sobre Mahoma-, e incluso se dedica a la pintura, con el mural "El muro de las galaxias" -aunque sus ilustraciones futuristas son muchas más-. Además, claro está, de recibir reconocimiento y premios, como el Gran Premio dela CF francesa. Y en sus tiempos libres, hasta compone música; ya va por su tercer disco. Con un estilo que podría considerarse de fantasía científica, más que de CF dura -"hard SF", como llaman los anglosajones a las obras donde la exactitud científica están por encima de la historia en sí misma, aunque eso no deba significar que tenga, por ello, que resultar aburrida-, sigue resultando nuevo y fresco, y un autor a descubrir para los no francófonos -y para muchos de ellos también, sobretodo los más jóvenes, aunque él nunca abandonó la literatura juvenil-. Además, es uno de los pocos escritores, sin importar nacionalidad, que en no pocas ocasiones ha ilustrado las portadas de sus propios libros. En fin, toda una leyenda, y todavía en activo.

"Saturno 3: la torre Perret", una de las ilustraciones de Andrevon.


Stefan Wul, y quién se ocultaba tras ese pseudónimo.

Stefan Wul es el pseudónimo del parisino Pierre Pairault (1922-2003), que también utilizó en ocasiones el de Lionel Hudson. Aunque se graduó en filosofía en 1940, al finalizar la II Guerra Mundial decidió estudiar algo con más salida profesional, así que se decidió a ser cirujano dentista. Pero París no debió llenarle, así que en 1952, un año después de casarse, decidió marcharse al campo normando, y allá vivió durante el resto de su vida.
A partir de 1956, empieza a escribir, adoptando el pseudónimo del nombre de un científico atómico que leyó por casualidad en una revista científica. En vista de que la novela negra -muy en boga en su país y Bélgica desde antes de la guerra- no se le deba demasiado bien, decidió provar en la CF, según contó él mismo, por las malas críticas que hizo su mujer a una novela de dicho género. Algo así como "¿Tú serías capaz de hacerlo mejor?". Y por lo visto, el señor Pairault no pudo decir que no a su señora, cosa que los aficionados agradecieron muy mucho. Como Andrevon -y otros muchos, algunos de los cuales ya se nombrarán en la próxima entrada sobre el tema-, Wul también decidió intentar publicar -y lo consiguió- en la editorial "Fleuve Noir", en su colección "Anticipación". Su obra es corta: doce novelas, además de algunos relatos y poemas -entre ellos, uno dedicado al héroe galo Vercingetorix, la "Vercingetoríada", que vendría a ser la respuesta celta -y francesa- la la Ilíada o la Eneida de la civilización greco-romana. Como Wul publicó, básicamente, entre 1956 y 1960, se podría decir que su nombre saltó a la fama cuando la CF ya no fue considerada ni tan siquiera como "infra-literatura", para pasar a ser, según críticos sesudos, poco menos que bazofia para idiotas. Resulta duro, pero la realidad era así. Y más, en un país tan intelectual, e intelectualoide, como Francia, donde, al menos en las últimas décadas, los géneros, sea en literatura o cine, han recobrado el respeto e interés de los medios de comunicación que nunca habrían tenido que perder.
¿Cuáles son sus principales obras? 
"Retorno a 0" (1956), sería una "space opera", donde los delincuentes de una colonia penal en la Luna no sólo consiguen rebelarse y triunfar sobre sus guardianes sino que también, dirigidos por un sabio atómico allá retenido, intentarán vengarse sobre la odiada Tierra. Aparentemente, no parece algo muy original -quizá, lo más llamativo sería encontrar individuos reducidos a un tamaño microscópico introducidos en cuerpos humanos, sobretodo teniendo en cuenta que la película "Viaje fantástico", con guión de Asimov, es de 1966-, pero parece que Wul fue capaz de crear personajes de carne y hueso, mezclado con una forma original e imaginativa de explicar la historia, aunque la ciencia propiamente dicha ocupara un lugar bastante secundario en el relato. Lo que él llamaba "un depósito de imágenes e ideas locas". Wul consideraba que, si no conseguía que el lector se sintiera dentro de la novela, si la atmósfera de la historia no le atraía, todos los datos técnicos que pudiera darle no servirían de nada, que sería como perder el tiempo. Cansados de las traducciones de autores anglosajones no demasiado inspirados, o simplemente porque buscaban algo nuevo y autóctono, la otra de Wul tuvo mucho éxito entre la legión de seguidores de "Fleure Noir", así que no le costó conseguir que se le encargaran nuevos trabajos.
"Niourk" (1957), es una -otra- novela post-apocalíptica, donde el protagonista, un niño negro que va a ser sacrificado por su tribu, consigue finalmente escapar, vagando por un mundo donde los océanos se han secado, los humanos sobreviven como clanes violentos y míseros, y los pulpos han mutado transformándose en un peligrose e inteligente enemigo,y consigue llegar, dirigiendo a su pueblo a la ciudad legendaria conocida como Niourk, o en su nombre antiguo: Nueva York. Allá reconstruirá la civilización, después de haber comido el cerebro del anterior jefe, un anciano que fallece por radiación, lo que hace que la inteligencia del niño se desarrolle hasta límites casi sobre-humanos. Un relato extraño, pero atractivo, y con un personaje -negro, además; despreciado por su raza, pero tratado igual que si fuera un protagonista blanco, sin estereotipos raciales- de lo más moderno para la época. Probablemente su mejor obra, hizo subir el nivel medio de la calidad de las novelas de CF de su editorial.

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El protagonista de "Niourk".

Radio: Álbumes (Sci-Fi) Series: Niourk T1, El Niño Negro (Toilé)
Portada de un cómic de O. Vatine, a partir de la obra de Wul.

En "Rayos para Sidar" (1957), el Sidar del título es una antigua colonia terrestre que, por medio del mercadeo político, pasa a depender de un estado planetario -o interplanetario, no se sabe bien- de Xress, que además de un mundo, es una especie de ratas inteligentes, que deciden eliminar a los sidaritas, los habitantes más o menos humanos de este pequeño mundo selvático, lleno de plantas y animales alienígenas, donde Wul tira de imaginación para plantearnos que sería la lucha entre sus protagonistas -un humano, Lionel, y su clon cibernético- contra estos seres genocidas, en una selva quizá no del todo creíble -más de película de Tarzán, que de libro de geografía serio- pero que tampoco importa demasiado al lector: al fin y al cabo, se trata de una selva de otro mundo, así que tampoco es necesario que se parezca en extremo a las que tenemos en la Tierra. El plan de Lionel es cuanto menos increíble: en lugar de combatir a las ratas, que consideran que la colonia está dentro de su "espacio vital", decide llegar con su clon a un laboratorio para, desde allá, intentar que el pequeño mundo "viaje" al sistema solar, para, así, ponerlo en lugar seguro. Claramente, aquí prima la más loca fantasía, pero ¿importa mucho, después de tanta fantasía exótica?
"Oms en serie" (también de 1957, está claro que, o Wul tenía ya material a medio escribir, o tuvo un año muy movido) es fácil de resumir. Esta obra genial fue la base de "El planeta salvaje" de Laloux, con sus seres extraterrestres gigantes -draags-, y sus pequeñas mascotas de aspecto humano -oms-. Tan humano, porque eso es lo que son. La dureza de ver a nuestros congéneres de especie reducidos a pequeños animales de compañía, al papel que representan en la sociedad, pero también, la forma en que los supuestos mini-esclavos pueden darle la vuelta a la situación y conseguir dignidad y reconocimiento.

Una ilustración sobre "Oms en serie", de Mike Hawthorne.

"El huérfano de Perdido" (1958). Cuenta la historia de un niño, único superviviente de una colonia en el planeta de nombre "Perdido" -y que como es de suponer, está allá, perdido en algún oscuro rincón del universo-, tras el ataque de un enjambre de avispas gigantes, parte de la fauna de dicho mundo. Por medio de un micrófono, que usa como un juguete, logra ponerse en contacto con la tripulación de una nave de contrabandistas, que deciden ir a buscarlo. A partir de esta novela, Laloux rodaría otro de sus clásicos, "Los amos del tiempo", con la inestimable colaboración del maestro Moebius, que añadiría algunos cambios marca de fábrica "Metal Hurlant", los humanos transformados en una especie de ángeles blancos, asexuados, sin rostro y que se comportan como si compartieran una sola mente suprema; y "los amos del tiempo", extraterrestres que explican la paradoja temporal por la cual, los rescatadores llegan a Perdido... un siglo antes del exterminio de la colonia.

Imagen de la película de Laloux, a partir de "El huérfano de Perdido".

Después de escribir otras cuatro novelas -entre ellas, "La muerte viva", donde se habla de la clonación: una joven madre pide a un viejo científico que "resucite" a su hija... y consigue no uno, sino siete clones de ella; o "Trampa en Zarkass", donde vuelve con aventuras en planetas selváticos, aquí uno amenazado por misteriosos triángulos de luz-, en 1959 decidió dejar de escribir casi al completo, después de haberse ganado bien la vida mediante la literatura -aparte, claro está, de la posibilidad de seguir como dentista, aunque esto último ya no parecía interesarlo tanto como antes-. La pintura y la escultura, pero sobretodo la jardinería, ocuparían parte de su tiempo desde entonces.
No es que dejara la literatura al completo, pues siguió escribiendo relatos cortos -empezó con ellos en el 57- y la poesía. Revistas como Satellite o Fiction los publicaron sin problemas, y la poesía, que se tomó muy en serio en sus últimos años de vida -en 1997 decidió publicarlas en un recopilatorio-. Respecto al por qué dejó de escribir tan pronto, y siendo todavía tan joven, el respondió, simplemente, que se le había acabado la inspiración, y que prefería parar, antes de escribir bazofia o, al menos, obras que estuvieran muy por debajo del nivel de lo que había publicado, y que tanto había hecho por la CF de su país, y por su editorial, que todavía lo publica. En 1977, publicó su última novela, "Noô", publicado en dos partes -es una obra extensa- sobre la guerra entre dos mundos: Soror y Candida, donde Wul, ahora más profundo, y con referencias de todo tipo -literarias, pictóricas, geográficas...-, escribe su novela no sólo más larga, sino también más compleja y completa -llega a inventar enfermedades, fauna y flora, leyes, una enormidad de neologismos...- que resulta, sin duda, una dignísima despedida. Lastima que no decidiera escribir más. Y lástima, también, que resulte tan extremadamente difícil encontrar algo en castellano de tan magnífico autor.

Trampa en Zarkass
Otra adaptación al cómic, en este caso, "Trampa en Zarkass". La obra de Wul es lo suficientemente actual como para que le sienten bien nuevas versiones sin desviarse demasiado del original.

Y después de haber hablado de Stefan Wul, y de Jean-Pierre Andrevon, que inspiraron la obra del ya comentado Laloux, lo dejamos estar, hasta la próxima -y se supone que última- entrada sobre dicho tema.