domingo, 29 de octubre de 2017

Runciman, y la Caída de Constantinopla -y otras historias-.

Sobre lo que sería un auténtico intelectual británico, y el por qué del nombre de este blog.


Bien, reconozco que esta entrada, más que para hablar de un personaje realmente fuera de lo común, en el sentido de curioso o fuera de lo común, es un poco capricho mío. Bueno, eso, y el hecho de que, ya que tengo poco tiempo, y no mucho de lo que escribir, me viene bien para colgar algo nuevo, porque ahora mismo, no es que haya tenido la posibilidad de buscar y encontrar, aquí o allá, otras cosas de las que hablar.

La Caída de Constantinopla, y otras historias, de esas que apasionan a muy serios sabios británicos.

Resulta curioso el interés,  la cantidad y calidad de obras y estudios realizados gracias a dicho interés, que existe en las Islas Británicas -también querría añadir Irlanda, y no sólo hablar de la Gran Bretaña- sobre lo que normalmente llamamos "La Época Clásica", o el mundo antiguo greco-latino. Y por extensión, más allá de la Grecia y la Roma antiguas, también el Mediterráneo -sobretodo europeo, también musulmán, sobretodo turco otomano- durante la Edad Media. Y ahí, en ese Mediterráneo medieval, aparece lo que llamamos Imperio Bizantino, conocido como tal, precisamente, a partir de la caída de su capital, de Constantinopla, pues mientras existió, el tal "Bizancio" fue conocido, dentro y fuera del imperio, como Imperio Romano -tras la caída de su hermano occidental, claro, porque mientras tanto, llevaba el añadido de "Oriental"-, y a sus habitantes, emperadores y tropas, lo mismo como romanos, que como griegos -esto último, a partir, principalmente, de la pérdida de Egipto, Siria y Palestina, y los territorios romanizados de Iliria, Mesia o Tracia-.
Pues después de este preámbulo, o ejemplo de enrollarse como una persiana, al lío:

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Steve Runciman -nombre completo: James Cochran Stevenson Runciman; como es de imaginar, decidió recortárselo a la hora de usar el nombre en su vida diaria- nació en 1903, en Northurberland, hijo de dos parlamentarios del Partido Liberal británico -los antiguos whigs-, con padre vizconde,  y que, según se cuenta -casi leyenda-, sabía leer latín y griego a los cinco años, y alos ocho, según su biógrafo Dinshaw -700 páginas de libro- era "un niño alarmantemente alfabetizado". Pasados los años, ni él mismo habría podido decir cuantos idiomas podía hablar y escribir de forma correcta, pues al contrario de otros historiadores, no sólo consultó fuentes en latín y griego, de la Antigüedad o la Edad Media europea, o en lenguas de Europa Occidental -francés, italiano, catalán...- sino también en árabe, farsi -persa-, turco, hebreo, siríaco -arameo, aún hablado entre los cristianos del norte de Siria-, armenio y georgiano.
En 1921 ingresó en el Trinity College, de la Universidad de Cambridge -donde siempre se sintió muy a gusto-, gracias a una beca, y más tarde, en Eton -que odiaba-, donde descubrió su amor por la historia en general, y la Edad Media en particular. Fue amigo y compañero de George Orwell, autor de "Rebelión en la granja" y "1984", y ambos fueron alumnos de Aldous Huxley, autor de "Un mundo feliz"; que junto a la obra de Orwell, son dos de las distopías más influyentes y conocidas de todos los tiempos. Allá también conoció al historiador J.B. Bury, que, de carácter difícil y huraño, no quiso en principio darle clase, pero, al saber que Runciman leía ruso, le dio gran cantidad de documentos en búlgaro -lengua eslava emparentada, aunque no cercanamente, con la rusa- para que los tradujese, y acabó cambiando de idea. Con el paso del tiempo, Runciman fue considerado "el único alumno de Bury", que fue no sólo su mentor y guía, sino un gran historiador y escritor, sobre San Patricio y la cristianización de Irlanda, el Papado, la antigua Grecia, Roma, etc..


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Un cuadro italiano de finales del XIX, donde se representan las Vísperas Sicilianas, donde el pueblo de Sicilia exterminó a los franceses de la isla, mayoritariamente, pero no del todo, compuesto por soldados y funcionarios, pero también por religiosos, comerciantes, obreros y sus familias. Es considerado por los italianos como un levantamiento nacional, patriótico, pero como en tantas otras ocasiones, también se cometieron desmanes e injusticias, y se asesinó a no poca gente simplemente por ser francesa.

Después de recibir una cuantiosa herencia de su abuelo paterno -era empresario naviero-, se retiró en 1938 de la enseñanza, para así dedicarse con completa libertad tanto al estudio de idiomas, como a la escritura de libros que, debido a la enorme erudición y datos que exigían, le habrían resultado casi imposible de escribir en caso de haberse dedicado a la enseñanza. Por ello, aparte del estudio académico, se dedicó también a viajar por el Mediterráneo, llegando a ser profesor de historia en la Universidad de Estambul -en turco- entre 1942 y 1945. Fue en Turquía, donde comenzó sus investigaciones sobre el Imperio Bizantino y las Cruzadas, con documentos que otros historiadores habían desechado.
Ruciman era una persona un tanto particular, pero también el ejemplo del sabio británico excéntrico y, a la vez, conservador, aunque no reaccionario. Era ingenioso y agradable, pero no le gustaba nada hablar en público -como Tolkien, que, según ex-alumnos suyos que acudieron a alguna de sus charlas, no se defendía nada bien hablando en público, entre otras cosas, porque no podía evitar hablar en voz muy baja, casi inaudible-, y prefería a ello la tranquilidad de su estudio, y que entremezclaba forma de vida aparentemente tradicional, con su interés por el ocultismo, y su actitud hacia el arte y la estética como algo primordial, de ahí que fuera considerado un esteta. Fue un ejemplo de un tipo de sociedad, la británica posterior al Eduardismo, que acabó en gran parte desapareciendo tras la II Guerra Mundial, aunque aún existe en ciertos círculos, como son las universidades privadas.
Murió en el año 2000, a los noventa y siete años, en Radway, y fue enterrado en Lockerbie, en Escocia.

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La caída de Constantinopla ha sido retratada en multitud de cuadros y grabados. Aquí dos, el primero más moderno, el segundo, renacentista.

Y respecto a su obra, que sería quizá lo que más interesaría a la gente, aquí un resumen, al menos, de lo traducido al castellano: su "Historia de las cruzadas", en tres volúmenes, publicados entre 1951 y 1954, y que sigue siendo, a pesar de haber pasado más de seis décadas, un clásico ineludible para conocer hechos ta aparentemente conocidos, pero más complejos de lo que podría pensarse; "La caída de Constantinopla, 1453" (1965), que -puedo asegurarlo porque la he leído, y de ahí el título del blog, al no tener idea de cual ponerle- permite hacerse a la idea de tan magno acontecimiento -más, quizá, de lo que la gente de aquella época debió pensar, por ser Constantinopla una sombra patética de lo que llegó a ser-; "Las vísperas sicilianas; una historia del mundo mediterráneo a finales del siglo XIII" (1958), sobre la rebelión de la población de Sicilia contra el dominio Angevino, la dinastía de origen francés que gobernaba la isla, y que sirve de excusa para conocer la situación de todos los estados y civilizaciones mediterráneas de finales del siglo XIII.
Además, escribió otras obras sobre el peso de la iglesia, la cultura y los conflictos bélicos de Bizancio, así como temas cercanos, como sería la historia de los maniqueos -considerados una secta, pero realmente, una más de las religiones con pretensión universal, o al menos supranacional, que aparecieron durante siglos en Oriente-, o sobre el primer Imperio Búlgaro, enemigo acérrimo de los bizantinos -o romanos, que es como se llamaban a sí mismos, y eran llamados por los demás, los supuestos "bizantinos"-, y en aquella época, con una aportación étnica y cultural túrquica muy fuerte, aunque los búlgaros originales acabaron mezclándose con las tribus eslavas sobre las que gobernaban, dando paso al actual pueblo búlgaro.
La obra de Runciman, al contrario que otros estudiosos, es fácil y agradable de leer, a pesar de las décadas pasadas, pero eso na ha de hacer pensar que sufre de falta de erudición y todo tipo de datos y detalles. Es, sin duda, una puerta a unos mundos, como la Sicilia medieval, y sobretodo, el Imperio Bizantino, que gracias a su pluma, siguen todavía vivos y entre nosotros.


    jueves, 12 de octubre de 2017

    La dama que representaba a Estados Unidos, lady Columbia, cuyo nombre nadie recuerda.

    La versión femenina del Tío Sam, perdurando como anónima estrella de cine.


    El tiempo libre que tengo no me da para mucho más, así que, por el momento, haré una entrada cortita, de una web que encontré por casualidad, "Krasker talks!" -aquí, un enlace, para quien quiera visitarla-, sobre la considera actriz norteamericana no más conocida, pero sí la que, aunque sea brevemente, en más ocasiones ha aparecido en una película. Y siempre en el mismo momento: el principio. En realidad, antes todavía que eso, pues no la podríamos ver participando en ningún film propiamente dicho, sino poco antes, cuando se nos anuncia qué estudios son los responsables de lo que estamos a punto de ver.
    Se trata de la personificacion de los Estados Unidos, en su versión femenina -la masculina sería el Tío Sam-, aparecida desde la I Guerra Mundial en periódicos y revistas, además de carteles e ilustraciones de todo tipo: Lady Columbia, también, en ocasiones, conocida como Lady America. Pero en determinado momento, la dama Columbia fue considerada una personificación del coloso norteamericano secundario, a medida que la iba sustituyendo un icono más moderno y poderoso, como fue la Estatua de la Libertad.
    Sin embargo, en determinado momento, Lady Columbia pudo tener una segunda oportunidad de no ser olvidada, cuando los dueños de la productora de cine Cohn-Brant-Cohn -fundada en 1919- se dieron cuenta de que la gente no se quedaba con semejante nombre. Los hermanos Harry y Jack Cohn, y su socio Joe Brandt decidieron cambiárselo, en 1924, por el de Columbia, como el medio olvidado personaje. Pero también pensaron que si querían que su productora ganara notoriedad, el tener un nombre corto y pegadizo, y que sonara en algo a la población, algo ayudaría. El marketing no es cosa de hace cuatro días, precisamente.
    Sin embargo, decidieron que no fuera la Lady Columbia de aspecto casi modernista, sino un personaje más moderno, en parte fusionado con la Dama Libertad, copiando -o más bien adaptando, cogiendo prestados- tanto la antorcha que iluminaba el mundo, como la vestimenta de diosa greco-latina. 
    En 1934 aparecería una primera versión, pintada, pero en 1939 aparecería la que es considera la versión final, también un ilustración, sí -no es una fotografía repintada, aunque lo parezca a primera vista- más moderna y atractiva. Tanto, que duró décadas, porque, sin apenas cambios -más allá del color- duró hasta 1976. Más adelante, sufrió diversas variaciones, hasta llegar a desaparecer, sustituyendo los rayos de luz a la figura femenina.
    Y ahora la pregunta: ¿quién fue la modelo para Lady Columbia? Realmente, no se sabe, y probablemente no se sepa nunca. Hay dos candidatas con más posibilidades de haberlo sido por encima de otras, que serían Amelia Baatchelor y Evelyn Venable, pero después del fallecimiento de todas ellas, de quienes contrataron y fotografiaron -para más adelante realizar la ilustración- a la modelo, y de cualquiera que conociera el tema de primera mano, tal vez acabe siendo uno de los muchos misterios de Hollywood. O no.


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    Una primera versión, de 1934, con un aspecto más Art Nouveau. No se sabe quién debió ser la modelo, pero no parece que fuera la misma que para la versión posterior, definitiva y más conocida.

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    La imagen de Lady Columbia, en blanco y negro, antes de ser coloreada y un poco más modernizada, aunque parecida a la versión definitiva.

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    Lady Columbia, tal como la vemos al comienzo de tantas películas, y ¿la modelo original? que posó para darle su rostro y personalidad, y de la que tan poco -o nada- se sabe aún hoy en día.

    Imagen relacionada
    La figura con el fondo detrás, tal como la conocemos.