domingo, 20 de julio de 2014

¿Estoy viendo robots salir de la tienda?

Robots Pitarque, o como se hacen reales los robots de los cómics.


Hace unos días estuve de visita en Andorra, por cuestiones de trabajo -o de búsqueda de él, más bien-, y me encontré delante de una tienda, ANDORobots, donde se vendían juguetes de todo tipo que tenían algo en común: eran robots, o, al menos, asemejaban serlo. En realidad, algunos eran auténticos robots, y aunque apenas tuve tiempo de mirar, no pude evitar "apuntarme" el nombre, por si tenía la posibilidad, en mejor momento, de visitarla a fondo. Entre todas aquellas pequeñas máquinas, como robots casi de tamaño natural, o en forma de obedientes y pequeños dinosaurios, pude ver unas reproducciones -o más bien invenciones- de robots de tamaño diverso, que respondían al nombre de "Robots Pitarque". Para quién tenga cierto interés en visitarla, pero antes quiera información, aquí un aquí.


¿Y en qué consiste esto? La verdad, nunca he anunciado ninguna tienda o negocio, ni me lo han ofrecido, ni yo tampoco pensé en ello, pero este caso es un poco distinto, porque más que un negocio en sí mismo, es una mezcla de afición, arte y experiencia de cultura popular lo que pude ver en el escaparate de dicho comercio. Se trataban de pequeños robots fabricados con todo tipo de piezas y elementos metálicos, además de plásticos, gomas, etc., y que lo mismo incluyen una bombilla -de las de antes, grandes, redondeadas, con su filamento y casquillo y todo lo demás, como latas de refresco. Y cada uno de ellos es tan único como original. Por lo que he podido leer, Javier  Pitarque es el  del creador de este creador de criaturas imaginarias hechas realidad, y tiene un taller donde se le puede visitar mientras las construye y, evidentemente, también se pueden comprar. Porque hacerlas será, imagino, divertido, pero también requiere tiempo y dinero, así que, si tu afición -o más bien pasión- te puede dar algún beneficio económico -y más, teniendo en cuenta las horas que te ocupa-, mejor que mejor. Se pueden comprar allá mismo, en la tienda andorrana que nombré al principio, e, imagino, en algunas más. Porque comercios de cosas curiosas, haberlos, los hay por toda la geografía española. La cuestión es encontrarlos. Por lo menos, tanto en Madrid como en Barcelona me he topado con más de uno, y quizá en un futuro les dedique un espacio.
Respecto a quién quiera visitar su web, puede apretar aquí.

                  
 Un anuncio publicitario, y una foto del autor con un robot "tamaño familiar".

Y aquí abajo, dejo unos cuantos de estos robots, que me recordaron -es casualidad, pero creo que parece hecho adrede- los que se pueden ver en más de una historia de Chaland, de quién hablé en la entrada anterior.

                                       
                                     

                                     

Bueno, pues la próxima vez, una entrada más larga, imagino.

jueves, 17 de julio de 2014

Yves Chaland, genio de la bandé dessinée de vida lamentablemente corta, pero de recuerdo perdurable.

Figura indiscutible del cómic franco-belga en los 80, todavía se ve reflejada su influencia y estilo en autores de diversos países.


Creo que, teniendo en cuenta lo que siempre me ha atraído y gustado el cómic europeo en general, resultaba como mínimo lógico -y agradable el hacerlo, todo hay que decirlo- el dedicarle algunas entradas a autores de los que he leído parte de su obra, sea por haberla comprado, o por haberlos encontrado en la biblioteca pública de mi ciudad -que, las cosas como son, en los últimos tiempos ha ido adquiriendo un fondo de historieta más que aceptable, e interesante-. Querría empezar con un autor fallecido hace ya tiempo y, lamentablemente, de forma muy temprana: Yves Chaland. Su nombre, a los que no sienten mucho interés por el cómic franco-belga -la también llamada bandé dessinée, si bien esta expresión, en francés, hace, o hacía referencia, al cómic en general, aunque en los últimos años ha ido adquiriendo singificado de "cómic autóctono, de autores propios", en contraposición al norteamericano, japonés (el famoso manga), etc-, quizá no diga mucho, por no decir nada. Lo mismo debe suceder con los que sólo conocen a autores de los últimos diez o quince años, pero hace un cuarto de siglo, más o menos -cuando yo era niño, o adolescente, y empecé a interesarme por autores más allá de la "Escuela Bruguera", o los superhéroes de la DC y la Marvel-, era un auténtico fenómeno para los aficionados a este medio de expresión, tuvo una enorme influencia en autores no sólo de su área cultural, sino también en Italia y España -Max, por ejemplo-, y no era raro, incluso resultaba habitual -yo lo he oído, al menos-, que alguien dijera que tal o cual autor "ha recibido una clara influencia de Chaland", y que otro respondiera: "Normal, todo el mundo quiere ser como Chaland". O quería, aunque yo todavía lo recuerdo, de cuando lo descubrí. Y todavía sigo descubriendo, gracias a internet, nuevos ejemplos de su trabajo, y de amigos y compañeros suyos, contemporáneos que también, aunque fuera en menor medida -pero también de forma encomiable- protagonizaron una pequeña revolución en el cómic de la época, los años 80, conocida como atoomstijl, y que sin duda merece capítulo aparte.


Una viñeta de una de las historias de "Freddy Lombard", el personaje al cual dedicó más tiempo.


Rupturistas en la época de "Métal Hurlant". Colores y alegría de vivir en tiempos de revolución rockera.

Chaland nació en 1957, en la ciudad de Lyon, en la parte sudoriental de Francia, y  que tenía, y sigue teniendo una identidad propia acusada. Allí llevará una vida tranquila -"de provincias", diría un parisino-, y a los diecisiete años publicaría por primera vez, en lo que era muy habitual en la época, en un fanzine: Biblipop. Entraría, entonces, en la escuela de Bellas Artes de Saint-Étienne, donde crearía su propio fanzine: L'Unite de Valeur.

Un autorretrato del dibujante.

En 1978, se topará con uno de los creadores de la revista de cómics Métal Hurtant, rupturista y contra-cultural -aunque su influencia en la cultura popular, dentro y fuera de Francia, sería enorme, incluso entre los que no eran fieles seguidores de gran parte de los artistas que en ella trabajaban-: Jean Pierre Dionnet. En esta revista, y en Ah Nana! publicará, con guión de Luc Cornillon, algunas historias cortas ambientadas en los años 50, en forma, más que paródica, puesta al día, y que se publicarían más adelante en forma de álbum, con el nombre de "Captivant" (1979), donde lo mismo trata historias de aventuras, de ambientación rockera o -como no- lovecraftianas, con sentido del humor, sin complejos, y experimentando con diferentes estilos de dibujo.
En Métal Hurlant, una vez que se ha consagrado -en realidad, muchos autores con los que compartía cartel, guionistas o dibujantes, eran casi tan jóvenes como él, así que cualquiera que demostrara su valía, sabía que tenía muchas posibilidades de que le dieran oportunidad de triunfar-, creó a Bob Fish (1980), a los que siguieron trabajos más "alimenticios", o con personajes no propios, pero que le dieron fama de dibujante ecléctico que se adaptaba a todo. En 1981 coloreará el primer álbum de "Las aventuras de John Difool" de Moebius y Jodorowsky; en 1982, tras crear al personaje del joven Albert, dibujará algunas páginas de Spirou, donde volverá, en cierto modo, al carácter y estilo gráfico del personaje originales, aunque con relatos con temáticas o líneas argumentales más modernas; en 1984 continuará, con tres historias cortas, las andanzas del personaje de Moebius Mayor Fatal.
Tras todo ello, tuvo la suficiente fama y reconocimiento para ser considerado, junto a autores de su generación, como Ted Benoît o Serge Clerc, creadores de un sub-estilo dentro del cómic franco-belga, o bandé dessinée, llamado atoomstijl. Escuela -por llamarla así- colorista, retro-futurista, con historias ambientadas en unos años 50 alternativos, imaginarios -se notaba que las historias transcurrían en aquella época, más bien, por la música, la moda, los coches... por todo lo que a Chaland y sus amigos les fascinaba de aquellos años, sin tener en cuenta los acontecimientos políticos o históricos; eran unos 50 "ahistóricos"-, y donde la expresión "línea clara", sin diversidad de anchuras en las diferentes líneas que delimitaban personajes y fondos tenía toda la razón para ser utilizada, la perspectiva no parecía tener demasiada importancia, y el realismo y la caricatura se daban la mano, y donde el atractivo del dibujo les hacía muy proclives a que sus viñetas y portadas fueran consideradas auténticos ejemplos de "nuevo arte". Pues el cómic, hacía ya tiempo, era llamado "noveno arte" con toda justicia. (Por cierto, si se supone que el cine es el séptimo arte, tras los seis "clásicos", ¿cuál es el octavo? ¿La televisión, el teatro?).


La visión de Chaland de Spirou, Fantasio, y su ardilla. Las historias que dibujó de tan legendario y longevo personaje del cómic franco-belga, aunque fueran pocas, resultan de las más llamativas.

"Bob Fish" (1981), primera historia larga, donde también era guionista, y publicada en MH, trata sobre un curioso detective del mismo nombre, donde también participa, como secundario importante, el gamberro joven Albert -que luego tendría historias propias-, que se enfrenta a extrañas sectas y delirantes personajes. No deja de ser, hasta cierto punto, una historia noir, policíaca, pero, al tiempo, adulta -aunque resultara muy atractiva a los jóvenes, que en aquella época consideraban las historietas que se creaban para ellos, paradójicamente, demasiado infantiles-, con mala leche, sorpresas, personajes realistas y en absoluto perfectos, y, en resumidas cuentas, una forma novedosa de vender una, valga la redundancia, nuevo tipo de personajes e ideas en el medio. Que yo sepa, se publicó, años ha, en España en los 80, cuando aquí se publicaban no uno, ni dos, sino multitud de revistas de cómic entre juvenil y adulto, pero desde aquellos añorados años -yo era todavía niño, así que no recuerdo bien, pero tampoco dejo de añorar, la verdad-, no se ha vuelto a reeditar. Y en estos momentos de crisis, no sé si alguien se atreverá. Pero nunca se sabe.

                  
Dos portadas con las aventuras del detective Bob Fish, y los enemigos con los que se las tenía.

En 1982 probaría con un personaje de ciencia-ficción, que tan bien iba a su detallista y enérgico estilo, con una carga crítica, paródica -en ocasiones, la cf se ha tomado demasiado en serio a sí misma-, con humor negro deshinibido, donde crea un personaje que le gusta vivir la vida, rodeado de naves, robots con personalidad propia -el desarrollo del robot como personaje atractivo y autónomo en el cómic de la época fue grande; dejó de ser un simple enemigo, o instrumento o herramienta de los protagonistas humanos de forma definitiva- y, evidentemente, mujeres atractivas, y todo tipo de influencias y referencias a la cultura popular. Algo, por lo demás, que se vio tanto anterior como posteriormente en toda su obra. Se trata de "Adolphus Claar" -los nombres no dejan de ser tan originales como fáciles de recordar; entran a la primera-. Como en el caso de Bob Fish, el material no daría más que para un álbum de cuatro historias cortas o medianas, pero fue un paso más en su camino a la fama.

    


  
Un par de imágenes de "Adolphus Claar", donde Chaland experimentaría dibujando robots, tecnología fascinante como imposible, y ciudades de un futuro incierto, lejano pero que, paradójicamente, nos parece muy cercano, pues los hombres y mujeres que lo habitan no difieren demasiado de nosotros mismos.

"John Bravo" (1983) fue una incursión en el relato del Oeste, para la revista Astrapi. El western, al contrario de lo que podría pensarse, está más presente en el cómic europeo -da igual si es francés, belga, italiano o español- que en el norteamericano de las últimas décadas, donde los super-héroes han ocupado gran parte del espacio, en revistas o álbumes -con permiso, en los años más recientes, de la novela gráfica, y que cada uno dé ese nombre a lo que quiera-. Así que no resultaba nada raro que Chaland creara a este "John Bravo, justiciero. Balada para un banjo y dos botas", que al poco abandonó, no sin dar su visión de lo que sería un pistolero que se coloca en el lado de la ley.

Una tira de una página de "John Bravo". La visión de un francés del salvaje Oeste, con un espacio, como no, para la música.

Pero, en 1981, casi al tiempo de "Bob Fish", crearía su personaje más famoso, el más trabajado y profundo, y también el único que le animó a seguir creando historias después de la primera: Freddy Lombard -otro nombre redondo-.  Chaland le dedicaría cinco álbumes, y si no siguió fue por su trágica muerte, con sólo treinta y tres años. Pero no adelantemos acontecimientos, aunque tengamos que llegar a tan funesto final. Lombard, y sus amigos, Sweep y Dina, son personajes a quienes las aventuras les pillan un poco sin querer, de sopetón. No son aventureros "profesionales", ni supuestos periodistas que no escriben ni una crónica, como el legendario Tintín -a quién Lombard le da un aire, aunque más adulto, y también más realista, y con mayores problemas para "buscarse la vida"-. Simplemente, las cosas les suceden porque sí, y ellos tienen que salir de las situaciones donde el destino les ha colocado, llegando a un desenlace donde ellos no siempre son responsables.
"El cementerio de elefantes", la más exótica de las aventuras de Lombard y compañía.

El primer álbum, "El testamento de Godofredo de Bouillon" (1981)  -un personaje real, un noble de la actual bélgica, que no sólo lideró la I Cruzada, sino que acabó como primer, y efímero, soberano del reino de Jerusalén-, es una aventura juvenil, con sueños, nobles encontrados en mesones de las Ardenas, y una sub-historia donde se cuenta la historia de Godofredo, su hijo y un siervo -un auténtico gigante- que sería la excusa para presentar a los personajes, y que acaban teniendo más peso en la historia que ellas mismos -tal vez, porque Chaland, que aquí denota influencias de otros autores anteriores y más "infantiles"; como el Peyo de los pitufos, tiene ganas de experimentar con una imaginaria Edad Media-. En "El cementerio de los elefantes" (1984), dividido en dos partes, Chaland se adentra en las aventuras exóticas, en plena selva africana, con mapas y guías de poca confianza, una tribu, los Bangobango, retratada de una forma un tanto discutible -¿influencias de "Tintín en el Congo"?-, y un final de la historia bastante redondo, aunque el relato a veces adolece un poco de "no sé por dónde continuar", debido, quizá, a que la historia estaba dividida en dos, y se alargó demasiado. 


La revolución húngara de 1956, y la posterior invasión soviética, en cómic.

En "El cometa de Cartago" (1986), Chaland pedirá ayuda, como guionista -tal vez no sabía que nueva aventura inventar para Lombart y compañía, posiblemente, porque no sabía bien como introducirlos en ella- a Lepennetier (Yann). Aquí, se mezcla la aparición del cuerpo sin vida de una joven en una playa, con un cometa que parece provocar algún tipo de histeria colectiva, y la relación entre un escultor y su modelo, y el averiguar la auténtica identidad de la mujer muerta del principio del relato. Yo lo leí hace muchos años, fue lo primero que conocí de Chaland, y aunque el final parecía dejar más de un cabo suelto -o más bien, no parecía todo lo redondo que cabría esperar-, la originalidad, el dibujo, el detalle, en su conjunto, lo hace interesante y absorbente. "Vacaciones en Budapest" (1988), trata sobre la invasión soviética de Hungría en 1956 -de forma que el lector puede hacerse una idea más exacta de en qué época viven los protagonistas-, aunque las relaciones entre personajes tal vez acaben teniendo una importancia sobre el hecho histórico en sí que no esperábamos. De todas formas, muchos críticos -como el blog de cómic "Zona negativa"- lo consideran un gran álbum, adulto. Pero para relatos adultos, un estilo como el de Chaland -al menos, para este personaje- quizá resulte un poco chocante, pero hay que tener en cuenta que empezó siendo una serie juvenil, y el cambio tal vez acabó siendo un poco brusco. El último álbum, "F-52" (1990; uno de sus últimos trabajos), puede resultar familiar: la desaparición de una niña en un avión en pleno vuelo. Sí, ya sé que cierta película norteamericana con Jodie Foster parece tener un parecido razonable, y tal vez no sea casualidad, pero este es un álbum encomiable y adictivo. Adulta, con unos personajes que con el tiempo se van haciendo más creíbles y queridos -lo de creíbles, porque tienen que buscarse trabajo para comer, nada de vivir no se sabe bien de qué, como se ve en no pocos cómics infantiles o juveniles-, siempre plantea la misma pregunta: ¿cómo habría seguido la serie Chaland de haber vivido más tiempo? Eso, nunca lo sabremos.


Freddy Lombard, con sus amigos, Dina y Sweep.

En 1985 se publicarían en forma de álbum "Las aventuras del joven Albert" -o Albertito, como también se tradujo al español-, donde el amigo y compañero del detective Fish aquí es protagonista principal. Albert es un joven gamberro, quejica, cobarde y un tanto cruel, pero que tampoco consigue salirse siempre con la suya -raramente, en realidad-, y que no deja de ser la visión personal de Chaland de cierto tipo de joven de barrio de los suburbios franceses -al menos, cuando los suburbios estaban poblados básicamente por población de origen francés y europeo, pues en las historiestas de Chaland, como en otras de no pocos autores, la diversidad étnica y cultural de Francia o Bélgica no es que esté muy representada, precisamente-. Precisamente, por sus defectos, lo vemos como más realista y, en la práctica, más cercano. Se trataban, en todo caso, de historias cortas, de aventuras, reales o imaginarias, de un joven de barrio, que iban más allá de su pequeño mundo.


El joven Albert, auténtico anti-héroe juvenil de barrio.

Por último, en 1990 aparecen los dos tomos de su última obra -la diferencia de años desde las historias del Joven Albert son debido a ello, que su obra final era mas larga de lo normal, y por tener tres historias de Freddy Lombard y compañía de por medio, además de otros trabajos menores, sobretodo publicitarios-. Se trata de un retorno al personaje de Spirou "Corazones de acero", que, por lo que sé, nunca se ha publicado en español. O más bien, al trabajo que él realizó a principios de los 80 con dicho personaje. El primer tomo consistía, en realidad, en la publicación de todas las tiras de las historias cortas e interconectadas del personaje, con el nuevo nombre de "Buscando Bocongo", formando, ahora sí, un solo relato. El segundo álbum sería una continuación de la historia, pero a todo color, y con un estilo y visión un tanto distintos. El relato, fantasía llena de viajes al África, robots y un sabio visionario belga, resultaría más adulto, pero también más cómico, y no poco crítico y ácido con la visión del mundo que se podía notar en los cómics -y en la novela, el cine...- de los años 50, sobretodo en cuestiones como la relación entre occidentales y africanos. Más adelante, la obra apareció como una sola, en un único álbum, y con los mismos colores.

Una tira, en blanco y negro, de la primera contribución de Chaland al "universo Spirou", a principios de los 80.
Spirou en color, en la edición definitiva de "Corazones de acero".

Como otros miembros del grupo -más que escuela- de atoomstejl, Chaland también se dedicó a la publicidad, y a la ilustración, tanto para portadas de revistas, como de discos -entiéndase por disco, vinilo, que por su tamaño y forma era ideal para cualquier artista plástico pudiera trabajar en él-. además de su influencia para la formación de la identidad, como revista, de Métal Hurland, que su momento, lo acogió no como fundador, sino como simple colaborador.
Sin embargo, toda aquella carrera, que auguraba que el joven de 33 años pudiera ser, a la corta o a la larga, uno de los grandes de la historia del cómic europeo, iba a verse truncada por un desgraciado accidente de coche, en el que fallecerían el autor y su hija.
Resulta un tanto egoísta, hasta cierto punto, sentir la muerte de un artista por todo lo que podría haber hecho, en caso de haber vivido más, y que nunca llegaremos a conocer, antes que por la desaparición de la persona en sí. Pero no deja de ser, también, algo lógico. Chaland, casi veinticinco años después de su muerte, es ya un clásico, que en absoluto a envejecido, a pesar de que su estilo corresponde, claramente, a una determinada época. y su influencia no ha desaparecido, si bien en Francia y Bélgica, por lógica, es mucho mayor, y en Norteamérica -algo, por lo demás, muy abitual-, sigue siendo un casi desconocido, como mínimo.
Además, hoy en día, no resulta demasiado fácil conseguir no pocas de sus obras en español. Más bien al contrario, pues algunas -"Corazones de acero", "Captivant", como mínimo-, no se llegaron a publicar nunca en España, y otras, como "Bob Fish", fue hace ya mucho tiempo, y no se han reeditado. Sí se hizo con las aventuras completas de Lombard, pero al no tener demasiado éxito de ventas, la editorial que las sacó al mercado, Glentat España -luego EDT, casi desaparecida por cuestiones económicas- prefirió dejar estar la publicación de la obra competa del autor. Pues bien, si alguien sabe francés, o tiene interés en aprenderlo, las obras de Chaland, como la de muchos otros autores que tenían dicha lengua como propia, son una gran excusa para ponerse a estudiarlo.

Una casa de Bruselas, decorada con una viñeta de Chaland, con el joven Albert a la izquierda.

"Los cibers  no son hombres", con guión de François Landon, y donde Chaland puso el arte gráfico. Los cibers del título son androides con aspecto humano, y, en este caso, no se trataba de un cómic, sino de un libro ilustrado de 1988, en tiempos de madurez del autor.


Y un par de enlaces:

Una página de admiradores, donde se habla sobre su vida y obra: AQUÍ

La página oficial: AQUÍ

martes, 8 de julio de 2014

Duda existenciales blogueras -o en resumidas cuentas, cosas en las que se piensa cuando no tienes nada más importante que hacer-.

O sea, ¿me he quedado sin ideas, y sin temas que tratar? Vamos a verlo.


Últimamente, he estado un tanto ocupado en cuestión de búsqueda de trabajo, estudiando inglés, con exámenes de dicho puñetero idioma -¡cómo se me resiste, por favor!-, y demás historias. Aún así, eso no me ha impedido, curiosamente, in haciendo nuevas entradas en el blog. Realmente, es posible que nunca haya hecho tantas -tal vez quince, no sé- en tan poco tiempo -mes y medio, más o menos-, si bien algunas son de las que se hacen en poco tiempo y sin romperme la cabeza. Me viene a la mente la dedicada a los micro-cortos, donde sólo pude copiar uno -que me gustó mucho, y de alguna forma quería, al tiempo, conservarlo y compartirlo-, mientras creaba un enlace para que se vieran otros.
Ahora bien, después de haberme extendido en el universo de Amélie Nothomb, y haber hablado de los artistas de mi ciudad, más algún que otro tema más que quería tratar, ahora mismo tendría dudas de sobre qué escribir, así que le he dado vueltas, para ver qué se me ocurría.
Y lejos de lo que pensaba, no me ha costado mucho pensar en nuevos temas que me interesaría no sólo exponer, sino también, y sobretodo, y aprovechando el blog como excusa, profundizar y estudiar. Como por ejemplo:

-A la hora de tratar el mundo del cómic, sólo he hablado de dos autores, norteamericanos y alternativos -al menos, teniendo en cuenta que el cómic habitual en USA es el de superhéroes, y siendo el resto bastante minoritario, como mínimo-: Peter Bagge, y Jaime Hernández. Y más adelante, añadí un par de entradas más, con nuevo material o novedades varias. Sin embargo, y curiosamente, es el cómic europeo -franco-belga, español, italiano- el que más me interesa -en sentido amplio, no reduciéndome a dos o tres autores-, y no he hablado todavía sobre ningún dibujante, guionista, obra o autor completo del Viejo Continente. Y no creo que sea muy lógico, teniendo en cuenta, además, lo que me gusta buscar y escribir sobre ellos. ¿Qué autores serían? No lo sé, porque hay muchos, muchísimos, y algunos -la mayoría, realmente- no los recuerdo en este preciso momento. Podría nombrar a Tardi, o a Moebius, o Bilal, o Chaland, o Max... pero podrían ser muchos más.
Y no pocos de ellos, merecerían más de un post. Así que tiempo al tiempo.

Leyendo cualquier historia perteneciente a la obra de Chaland, es fácil pasar un buen rato en vacaciones.

-En cuestión de arte, y en particular en pintura y dibujo, también he tratado algunos autores. La mayoría conciudadanos míos -aunque creo que, tanto pintores como escultores, lo merecían-, pero me he dejado dos o tres estilos que me gustan demasiado para olvidarme de ellos: el modernismo -empezando por un clásico: Alphonse Mucha-, el romanticismo -en general, no sólo un autor-, los autores post-modernistas -como Gauguin, o Touluse-Lautrec- y, como no, los prerrafaelitas. Todo un clásico entre los amantes del arte figurativo del XIX.

Un cartel de la obra "Medea", con Sarah Bernhardt de protagonista. Obra de Mucha.

-La música. Una gran olvidada. Pero es que, en su momento, no sabía copiar videos, y muchos enlaces en una sola entrada resulta pesado. Además, no soy experto o crítico musical, así que pensé en otro punto de vista: por mi edad, escucho música de grupos ya desaparecidos o veteranos, de cantantes que no se oyen como antes, pero no soy cerrado a novedades. ¿Por qué no aprovechar para descubrirlas y comentarlas? Tal vez lo haga, para empezar, con grupos o solistas españoles que, cantando en español o inglés, han logrado fama y buenas críticas. Así que nunca se sabe.

"Russian Red", alter ego de la madrileña Lourdes Hernández.

-La historia o la antropología. O algo así. Sí que me interesan, y mucho. Pero no sé cuando me excedo o me quedo corto. Dediqué una entrada a los circasianos, por mi particular interés -mayor de lo que pensaba- por los pueblos del Cáucaso. Nunca se sabe, pero algo parecido puede caer. Hace poco leí un libro, una novela, sobre ese fascinante mundo, geográficamente bastante cercano a Europa, pero muy poco conocido. También he leído algo sobre su antigua mitología. Nunca se sabe. Y el hablar sobre los jázaros, significó tratar dos temas: el pueblo judía, y el mundo túrquico -o turanio-. Tal vez también vuelva.

Y más cosas, desde luego. Simplemente, es cuestión de un poco de tiempo y ganas.


Gente de mi ciudad (VII), en sentido amplio: el Cementerio de Reus.

De acuerdo, que estamos hablando de un lugar donde podemos encontrar a mucha gente, pero gente ya difunta. ¿Pero no lo están ya, todos los reusenses ya retratados?


Creo, las cosas como son, que el título de la parte superior es un tanto engañoso, pero también es verdad, que para algo se crearon los subencabezados o "segundos títulos", para aclarar un poco las cosas. La verdad es que, a la hora de hablar de reusenses, me he dedicado a hacerlo, muy especialmente, en los pintores, y en menor medida, los escultores -mucho más recientes que los primeros; al menos uno vivía todavía cuando yo nací-, dejando aparte a Eduard Toda, que fue un personaje aparte -y por lo que se cuenta, un tipo inteligente, pero tal vez, con demasiada imaginación a la hora de contar las cosas; lo de la momia, que ya comenté, es algo de lo que de vez en cuando se habla en Reus, y hay gente que piensa que, sencillamente, momia como tal, nunca fue, sino que se trataba de una "creación" del viajero-. Ahora, más bien, incluyo un tema diferente, cogido un poco por los pelos, es cierto, porque es un lugar, no un grupo de personas, pero que no quería tratar de forma separada a los "reusenses de pro": el Cementerio Municipal de Reus. Y alguien seguramente pensará: "¿Y qué tiene de especial ese cementerio, que pertenece, al fin y al cabo, a una ciudad pequeña y no demasiado conocida?". Pues algo tiene, evidentemente. Porque si no, por muy reusense que yo sea -y no lo soy tanto, en sentido "municipalista", o de "nacionalismo de campanario", de lo que podría pensarse; no me van los localismos que se hacen excesivos o rimbombantes, sea de lugares grandes o pequeños-. Hay cementerios que cumplen con la labor que todos conocemos, y lo hacen muy bien. Hay otros que, además, son un espacio no sólo de paz, sino también de arte y cultura, y como tales son conocidos y admitidos. Y este es uno.


Un museo de arquitectura y arqueología al aire libre.

Como cualquier otro cementerio más o menos modernos -el reusense se inició en 1869, acabándose al año siguiente-, se encuentra a las afueras de la ciudad, aunque el crecimiento de ésta lo ha ido acercando poco a poco, así que, no sólo se puede visitar en coche o en autobús -para quién tenga interés en ello-, sino también caminando, pues hay aceras dispuestas para ello.
Como ya se ha comentado, el que se llamó "nuevo cementerio" se inició en 1869 gracias a una donación particular, algo bastante habitual en la época -no existía un estado de bienestar como tal, y la sanidad y educación públicas, si bien existían, eran muy limitadas; muchas cosas, más allá de lo indispensable, se realizaban por donaciones de particulares, que no siempre eran ricos, sino gentes de clase media o trabajadora que recogía fondos, a veces durante años, lo mismo para un hospital especializado, una biblioteca, o un monumento artístico-. El donante fue el abogado y politico liberal reusense Josep Sardà, que cedió en su testamento una considerable cantidad de dinero para que se creara el primer cementerio laico de España -anterior a la llamada "secularización" de los cementerios, legislación por la cual no se podía negar a nadie ser enterrado en cualquiera de ellos en todo el país-, pues Sardà dejó constancia en su testamento -y de eso sabría, teniendo conocimiento tan exacto del derecho de la época- que no quería ningún tipo de discriminación en cuestiones de religión, raza o lugar de nacimiento. Todo el mundo debía tener derecho a ser enterrado allá. 
En aquella época había tres cementerios en Reus, dos de ellos en el centro -lo más habitual, por lo demás: así no resultaba demasiado difícil ni caro transportar a los difuntos, sobretodo los de clase social más modesta; además, se pensaba que, en no pocos casos, cuanto antes se les enterrara mejor, así que resultaba práctico tener los cementerios, prácticamente, al lado de casa, dentro del núcleo urbano-, más un tercero, llamado "Cementerio del Roser", que, se cuenta, no tenía condiciones adecuadas para ello, lo que hace pensar que, aunque estuviera al lado de una iglesia -terreno consagrado-, no estaba en absoluto preparado, y fue poco menos que improvisado por los residentes de la zona.
En 1871, el 2 de enero, se llevó a cabo la primera inhumación, aunque este primer "residente" no tardó en estar acompañado. El estilo se considera neoclásico, y fue un cementerio amplio, donde se podía pasear, y también trabajar, sin problemas, con avenidas, división en "calles" -porque de eso se trataba", y plazas, y zonas ajardinadas. Una auténtica ciudad de los difuntos, por tanto, y que resultaba también más fácil de visitar, no sólo a las familias de éstos, sino para cualquier otra persona que quisiera conocerlo.
Existen, por así decirlo, dos espacios: el de entierros "comunes", con nichos o columbarios -para cenizas, que se ha tenido que ir ampliando a medida que la incineración ha ido calando en las preferencias de la población-, y el monumental, donde se encuentran los monumentos funerarios -normalmente, de hijos ilustres, o de antiguas familias burguesas que, en gran parte, o se han extinguido, o marchado de la ciudad, o sus descendientes han ido a menos, y no pocos se han olvidado ya, o no se pueden permitir, mantener esa parte de la herencia familiar-. Estos monumentos funerarios, a la vez, se podrían dividir en dos: las tumbas singulares -los segundos, básicamente-, y los monumentos conmemorativos -en no pocas ocasiones, han sido remodelados o reformados por ayuntamientos en años posteriores-.
Cuenta con, aproximadamente, 13.400 sepulturas -panteones, nichos, capillas y tumbas- y hace pocos años que tuvo una ampliación. Algo normal: cuanto mayor es la ciudad, más gente vive, Y cuantos más vivos, más fallecidos.


Los monumentos conmemorativos o históricos.

No es que sean muchos, por no ser la mía ciudad con gran peso histórico o demográfico, pero a destacar:

-La tumba y mausoleo del general Prim, que también fue presidente del gobierno (1869-70), ministro de defensa, etc., que fue restaurado -considerándolo un sólo elemento- muy recientemente, por el segundo centenario de su nacimiento. La verdad es que el original, para la época en que se hizo, era llamativo, pero estaba un poco en mal estado. Otra cosa es la historia de la momia del pobre Prim, exhumada, con una discutible autopsia, exhibida en el ayuntamiento, y vuelto a enterrar.


La tumba propiamente dicha (arriba), y un grabado de Prim y sus soldados de vuelta a España, recibidos por la multitud como héroes, por sus victorias -por lo demás, de lo más estériles y pírricas- en Marruecos.

-El obelisco conmemorativo a los soldados caídos en la Guerra Civil (1936-39), y la fosa en recuerdo de los civiles fallecidos en la misma contienda.

-La capilla de los héroes de Vilallonga y el Morell. Se trata de un monumento en recuerdo de los 132 milicianos reusenses que murieron en 1838, en una batalla ocurrida entre los dos pueblos que dan nombre a la capilla, durante la I Guerra Carlista,  -hubo tres, y fueron, hasta cierto punto, el preámbulo de la Guerra Civil, que fue mucho más devastadora que las tres juntas-, en que los isabelinos -reusenses- se enfrentaron a los carlistas -catalanes y aragoneses de diversos puntos. Estos últimos no deseaban como reina a Isabel I, hija del nefasto Fernando VII, sino a su hermano, Carlos de Borbón -un ultracatólico especialmente autoritario, por lo visto-. De ahí, el nombre de "carlistas" por el que sus seguidores eran conocidos.

-El Panteón de Hijos Ilustres: En principio, es un panteón restaurado y recuperado -estaba abandonado- por una escuela de oficios de la ciudad, Mas Carandell, para los hijos ilustres de la ciudad que, en su momento, quieran ser enterrados allá. Dicho de otro modo, que todavía está por recibir a sus primeros "invitados".

-El monumento conmemorativo y de homenaje a Josep Sardà, ya que, gracias a él -a su dinero, pero también a la idea, moderna y tolerante para la época, de entender qué debía ser un cementerio municipal-, existe dicho cementerio. También existe un pequeño monumento recordatorio -en realidad, una placa de piedra en el suelo, que puede pasar inadvertida para el que no busque detalles en todas partes- de los restos humanos que se trasladaron al nuevo camposanto de los viejos y abandonados, sobre los cuales, al poco, se edificó, debido al crecimiento continuo de la ciudad.

-La estatua del dios Cronos, de Agustí Auqué. La original se encuentra a la entrada, en el suelo, y una copia, en mejor estado y coloreada de marrón arcilloso, sobre ésta, y se puede ver desde el exterior desde lejos.


Las tumbas singulares, de familias o personajes históricos.

La tumba del escultor Joan Rebull, con una copia de una de sus esculturas más recordadas, la de "Los tres gitanillos" -aunque, en realidad, los niños retratados son él mismo y dos amigos suyos de la infancia, que vivían, como ya se comentó en otra entrada, en el considerado barrio o calle de los gitanos, aunque ellos no lo fueras-.


-El panteón de la familia Boule, donde, recientemente, se restauraron los vitrales. Su estilo sería entre neoclásico y romántico, con influencia británica, y algo oscurecido por la contaminación. A la derecha, a lo lejos, el monumento a Prim.

reusdigital.cat cementiri de reus

-El panteón de la familia Pratdeseba, que no es un edificio en sí mismo, sino una especie de enorme rosetón, con los nombres de los distintos difuntos grabados con letra modernista.


-El mausoleo de la familia Magerat, de Lluis Domenech i Montaner, el arquitecto modernista autor, en la ciudad, de las casas Rull, Gasull i Navàs, además del Centro Psiquiátrico Pere mata, entre otros.


Además desde hace tiempo, es posible asistir a visitas dramatizadas, con actores de la ciudad realizando pequeñas actuaciones relacionadas con cada monumento o tumba, en ocasiones, incluso, de noche. Sin embargo, no ha sido hasta hace muy poco que la administración local -y los medios de comunicación, ni la población en general- que no se han dado cuenta del auténtico potencial turístico de su cementerio, y más, desde que éste forma parte de la Ruta Europea de Cementerios -auspiciada por el Consejo de Europa desde 2010, año en que se creó; participan 52 cementerios de 37 ciudades y 16 países-, así como la participación de sus monumentos en el primer concurso de cementerios de España -"Mejor monumento arquitectónico funerario"-, para elegir el ejemplo de arquitectura funeraria más atractivo y valioso del país.

He intentado encontrar más fotografías, sobretodo, que pudieran indicar con toda seguridad el nombre del monumento o estatua en cuestión, y quién fue el autor, o la familia que lo pagó, pero lamentablemente, en la red hay menos de lo que pensaba. Sin soy capaz de realizarlas yo mismo -que para eso tengo móvil nuevo-, intentaré como pueda introducirlas en el blog. Y si no, el consejo es visitar el cementerio y descubrir todo lo que tiene que ofrecer, que no es poco. Al poco de entrar, en lo que se podría llamar "avenida principal", se podrán ver a mano derecha multitud de monumentos arquitectónicos de diversos estilos -neoclásicos, neogóticos y, evidentemente y teniendo en cuenta la época en que fueron construidos, también modernistas- adornados con grandes y magníficas esculturas, estatuas que lo mismo representan a deidades de la época clásica greco-latina -según el gusto, principalmente entre modernista y realista de la época-, entremezcladas con ángeles, o representaciones de la virgen o Cristo bastante más "modernas" -y en tres dimensiones- que las que se pueden ver en tantas ocasiones en la pintura española de épocas anteriores. No siempre están en el mejor estado -la polución ha hecho estragos, ennegreciendo algunas de ellas-, pero, en general, están bien conservadas, y la mayoría de las tumbas que pertenecieron a antiguas y poderosas familias de la ciudad, que son las más atractivas, se encuentran normalmente limpias y bien cuidadas -o al menos, eso se intenta-, aunque muchas de esas estirpes de burgueses, o se han extinguido, o empobrecido, o marchado de la ciudad, cuando no han decidido, simplemente, desprenderse u olvidarse de un patrimonio familiar que, aparte de un orgullo -y eso, en ocasiones se olvida-, también es una onerosa obligación de conservación.
Pues eso, para quién guste del turismo alternativo, o de camposanto, en Reus tiene un lugar más que interesante para visitar.

Los cementerios que pertenecen a la ruta europea. En algunas ciudades, como París o Londres, hay más de uno.

domingo, 6 de julio de 2014

El relato más corto de Amèlie Nothomb:

 "Aspirina".

Una traducción del francés, como siempre aproximada -o eso espero- del pequeño relato.


Esta traducción la he conseguido hacer a partir de la web literaria francesa Par Ahcene81, que, si bien no permite la copia -pues es de pago, y hay que estar registrado para bajarse el material literario allá contenido-sí permite el leerlo. En general, son relatos bastante más largos, pero en este caso, me limité -bueno, tiene su trabajo-, a escribirlo a mano en un papel en francés, reescribirlo en la misma lengua en un traductor de mi ordenador, y con un diccionario, un libro de gramática, y lo que sé de dicha lengua -que parece que es más de lo que yo habría pensado nunca, la verdad-, he hecho lo que he podido. Al fin y al cabo, se trata de dos páginas de libro -de un libro de la Nothomb, que sería de página pequeña, letra grande, y márgenes generosos-, lo que sería una entrada un poco larga en internet. No había para tanto, y lo pasé bien haciéndolo. Otra cosa es que estas cosas se puedan hacer o no, pero teniendo en cuenta -creo- que no existe el material en castellano a la venta, y siendo para la autora más una diversión que un trabajo propiamente dicho, no creo que fastidie  a nadie.



Aspirina, de Amélie Nothomb.

Cuando era pequeña, pronunciar la palabra "aspirina" equivalía a una blasfemia. En materia de medicina, mi madre tenía una teoría, o más bien una religión: todos fuimos criados en el culto a la homeopatía, o con mayor precisión, a un homeópata del que no puedo dar el nombre. Una fuerza esotérica me lo impide. Le llamaremos Señor X. Él vivía en Bruselas, y nosotros en Beijing, lo que hizo que sus enseñanzas resultaran, por remotas, más sagradas. Y también mucho menos prácticas: en los años sesenta no existía el fax, y cuando teníamos un resfriado, mamá tenía que escribir una carta al Sr. X, y nos prohibía tomar cualquier remedio antes de recibir por correo la respuesta del gurú, acompañada de unas píldoras salvadoras. La mayor parte de las veces, el mensaje llegaba con tanto tiempo de retraso, que  la naturaleza nos había sanado en el ínterin. 

Mi hermano, mi hermana y yo nos dimos cuenta de que los más terribles sufrimientos no tenían relevancia. El único delito sería tomar un remedio alopático, o sea, ajeno a la homeopatía. La aspirina era alopática, y por lo tanto, satánica. Yo estaba en una edad en la que  creía todo lo que mi madre me decía, y cuando tenía fiebre, antes habría muerto que tomar una demoníaca pastilla. ¿Que tenía un dolor de cabeza terrible? Nada dramático. El dolor se iría más pronto que tarde. Pero si aceptaba la religión de tomar ácido acetilsalicílico, el horror del pecado nunca sería borrado de mi conciencia. 

Y así llegué a la edad adulta, sin haber experimentado siquiera una aspirina, o  cualquier otra sustancia alopática. Es entonces cuando dejé a mis padres y me instalé en Bruselas. 

Una de las primeras recomendaciones de mi madre fue tener una cita con el Señor X en persona, lo cual cumplí piadosamente, como un musulmán que va a la Meca. El gurú belga se dignó a recibir a aquella muchacha de diecisiete años, a quién había atendido en la distancia desde su nacimiento. Y descubrí, no sin terror, que el Señor X tenía la apariencia de un zombi sádico. Me preguntó acerca de mis hábitos y descubrió que bebía mucho té: se mostró preocupado y me lo prohibió. No dije nada, pero pensé que entre el té chino y el Señor X, la elección era rápida. No he vuelto a ver al Señor X, pero tampoco caí en la herejía, que consistiría en elegir a otro médico. Acabé por decidir vivir sin ningún tipo de medicina, algo a lo que la lentitud del correo internacional ya me había acostumbrado. 

Mucho más tarde, mientras me encontraba en casa de un amigo, me cogió una de mis muchas dolencias. Mi querido amigo me trajo una aspirina. La miré como se mira al Anticristo, y grité que nunca habría de ingerir la sustancia de Belcebú. Consideró mis abjuraciones consecuencia de la fiebre, e hizo disolver la pastilla en un vaso de agua, que me obligó a beber. Tuve la impresión fascinante de haber absorbido el mal en persona por primera vez, y descubrí sus seducciones, y su sabor ácido y amargo me llenó de alegría. Un sabor que acabó por conquistarme. Poco después, un leve entumecimiento se apoderó de mí, y me hundí en un sueño beneficioso. Cuando me desperté diez horas más tarde, me sentía mejor que nunca. 

Desde entonces, se puede decir que soy una neófita de la aspirina. La amo apasionadamente y de forma revanchista por el tiempo perdido, e incluso actualmente, no puedo conseguir tomarme una sin tener la sensación de estar enferma para poder administrármela. Y tras haber descubierto la etimología de "salicílico", no puedo pensar en un sauce sin ver en él a un aliado del mal, al árbol de la transgresión, y me pregunto si el manzano del jardín del Edén no sería en realidad un sauce llorón,  y colgando de todas sus ramas, el remedio secreto para el dolor impuesto por el eterno.

Lo más simple, como tomarse una aspirina, visto desde otro punto de vista, y con una luz nueva.