lunes, 31 de octubre de 2016

Más escultura contemporánea: maravillas campando por las ciudades (II.- Mundo anglosajón).

Esculturas fuera de lo común en Gran Bretaña, Australia...


Sigo, después de bastante tiempo sin escribir nada, debido a cuestiones de trabajo, con nuevas esculturas contemporáneas, en este caso, en otros países anglosajones -entiéndase, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda, Canadá-. Más adelante, habrá al menos una entrada de otros países o regiones del mundo, como la Europa continental, Extremo Oriente, etc.


"Escultura en homenaje a Charles La Trobe", o "la estatua al revés", de Charles Robb; en Melbourne (Australia).

Esta primera es, sin duda, una estatua de lo más curioso. Conocida popularmente como "la estatua al revés", por razones evidentes, está dedicada a Charles La Trobe, que fue durante tres años teniente-gobernador de la colonia de Victoria -durante los primeros tiempos de la colonización, y antes de transformarse en un dominio británico con gobierno propio, Australia estuvo dividida en distintas colonias-. Está fabricada en fibra de vidrio y y plástico, pues si fuera de metal, muy bien podría llegar a deformarse o volcarse -aunque aparente estar hecha de bronce-, y mide cinco metros de altura.
Respecto a por qué está colocada de tan curiosa y llamativa forma -y de ahí, el material del que está realizada-, su autor, Charles Robb, argumentó que era para cuestionar el sentido y significado de los monumentos en nuestros días, si bien se podría dar otra explicación: Australia está en el Hemisferio Sur, y para europeos o norteamericanos, dicho país está "allá abajo", en la parte inferior del mundo. No resulta extraño imaginar a austrilianos y neocelandeses "boca abajo", como si fuera un mundo al revés. Tal vez eso pudo pensar La Trobe, un funcionario británico, o sea, de "la parte de arriba" del mundo. 

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"Cocodrilo comiéndose a un capitalista", en Nueva York (Estados Unidos).

Aunque ha dediqué una entrada a estatuas contemporáneas en Estados Unidos, resulta fácil que alguna quedara fuera. Y esta es una. Los cocodrilos son unos habitantes, más legendarios que reales, de las alcantarillas de la Gran Manzana -y de otros ciudades norteamericanas, como Miami- y aquí, u no de ellos ha salido por una en pleno Wall Street, -no es donde se encuentra la escultura; se halla en Brooklin-, para devorar a un individuo de la fauna humana de esa parte de la ciudad, un capitalista puro, donde la bolsa de dinero sustituye a la cabeza.

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"Los cerdos de Rundle Mall", de Marguerite Derricourt, en Adelaida (Australia).

Resulta curioso encontrar el centro de una ciudad moderna como Adelaida donde habitan no uno, sino una buena cantidad de cerdos, aunque sean de bronce. La autora es Marguerite Derricourt, y los cerditos, de tamaño natural, tienen sus propios nombres -aunque no está claro cómo se llama cada uno de ellos en particular-: Truffles, Oliver, Augusta y Horatio.

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"Kelpies", en Falkirk, de Andy Scott (Escocia, Reino Unido).

Los kelpies son una especie de caballos acuáticos, y forman parte de la fascinante y vastísima mitología celta. Y este conjunto escultórico -que se encuentra en Escocia, una de las naciones celtas modernas- es, sin duda, extraordinariamente atractivo. Se encuentra en la pequeña localidad de Falkirk, entre las dos grandes ciudades escocesas, Glasgow y Edimburgo, y que ha saltado a la fama, al menos en Escocia, gracias a tan llamativo conjunto escultórico, obra del artista patrio Andy Scott, y que le llevó siete años de trabajo. Y si bien lleva el nombre de animales legendarios, también quieren recordar a los caballos que fueron tan importantes en la Revolución Industrial en Escocia, a partir del siglo XVIII, sobretodo en Glasgow.
Hay replicas en menor tamaño en rotondas y plazas, por ejemplo, en Edimburgo, y para los originales, se necesitaron trescientas toneladas de acero inoxidable, hormigón y madera.

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"Monumento a la Biblioteca Estatal", en Melbourne (Australia).

Australia parece un auténtico paraíso para los que buscan esculturas urbanas originales. Esta está dedicada a la biblioteca del estado de Victoria, cuya capital es Melbourne. Original, como si quisiera que nos preguntáramos -o más bien, nos imagináramos, al ver un supuesto caso real- cómo sería el que la tierra engullera un gran edificio, como una biblioteca de gran tamaño e importancia.

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"Cabinas telefónicas", en Londres (Reino Unido).

Las antiguas, famosísimas y casi legendarias cabinas telefónicas londinenses, parte íntegra de la ciudad desde hace décadas, han ido desapareciendo poco a poco -o no tanto- en los últimos años, debido a que, hoy en día, todo el mundo usa móvil. Con varias cabinas del modelo K6, el más común, y de su característico color rojo brillante, se realizó este conjunto arquitectónico que es, más bien, un homenaje a un mundo que se marcha, para no volver más. Los británicos, como tantas veces, intenta conservar lo que consideran propio de su cultura y su carácter, aunque se trate de algo ya anacrónico, y sin uso práctico, transformándolo en un monumento a un pasado que añoran, incluso sin haberlo conocido en persona.



"Leones", de Kendra Haste, en Londres (Reino Unido).

Leones de color gris oscuro, casi negro, obra de Kendra Haste, custodian la Torre de Londres, que tantos "huéspedes" involuntarios contuvo en su momento, no sea que quiera entrar alguien indeseado. La autora es experta en realizar esculturas realistas de animales salvajes, y están creados con una armadura de acero pintado, y alambre galvanizado. Su obra merecería una pequeña entrada independiente.

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"Monumento a Nelson Mandela, por el 50 aniversario del comienzo de su encarcelamiento", o "Liberación" de Marco Cianfarelli, en Howick (Sudáfrica).

Nelson Mandela, el mítico luchador por la libertad y la igualdad, símbolo de toda África, y de la dignidad humana -sin importar país o cultura, pues es ya una figura universal, fue detenido en 1962, y sufrió cárcel durante veintisiete larguísimos años.
La escultura, acabada en 2012, medio siglo después de su detención, está formada por cincuenta placas o piezas de acero, una por año, y de entre seis y medio y nueve metros de altura, que forma su rostro, si bien vista desde uno u otro lado, más bien parecen los barrotes, estrechos y muy juntos, de una celda. Su nombre, "Liberación" -aparte del más largo, que es más bien una explicación de la obra-, sin duda es de lo más acertado. Se encuentra en las afueras de la pequeña población de Howick, en Kwazulu Natal -hogar del pueblo zulú, y nucleo de la que fue colonia británica de Natal, en principio enfrentada a los estados afrikaners, o boers, de Orange y Transvaal-. y es obra del sudafricano de origen italiano Marco Cianfarelli.




miércoles, 19 de octubre de 2016

Los prerrafaelitas (XLIX): Temas y personajes, en ellos y sus contemporáneos (1.-). Dante y Beatrice.

Toda época, y todo movimiento, tiene unos temas preferidos, y algunos se repiten en las obras prerrafaelitas o en los que recibieron su influencia, incluso en el extranjero.


Acabando ya la larga, larguísima serie sobre el prerrafaelismo -bueno, no del todo; esta no será todavía la última entrada- no está de más hablar de algo que, una vez que se miran, y admiran, una buena cantidad de obras de los miembros del movimiento, tanto parte de la Hermandad, como externos, o de prerrafaelitas "poco claros", o que sin serlo, fueron sus contemporáneos -y algo de ellos se ve en lo que pintaron-, siempre hay algunos personajes que se repiten. 
Y cuando se habla de temas, entiéndase, no se puede ser demasiado vago. No se puede decir que los prerrafalitas pintaron sobre "la Antigüedad", sin más, sino más bien si optaron por retratar "damas romanas", que más bien parecen victorianas vestidas de romanas -a veces-, o da la impresión de que los autores pudieron viajar en el tiempo, y poner de moda entre las mujeres de los aristócratas -patricios o plebeyos- el retrato en lienzo y con pinturas al óleo, u otras cosas. Por ejemplo, una visión lo más historicista, realista -dentro de lo que cabe- de las épocas retratadas. En otros tiempos, en el Renacimiento o el Barroco, resulta claro que, cuando se retrataba a santos, a Alejandro Magno o a Julio César, los artistas no tenían ni idea de cómo vestían aquellas gentes, o cómo eran los ejércitos o las ciudades -que más que griegas, o romanas, parecen medievales; en alguna, incluso dándose a suponer que eran Babilonia, o la Jerusalén de tiempos de David o Salomón, hasta parece verse una catedral cristiana, lo cual es, desde luego, un anacronismo tremendo-. Pero en el siglo XIX, con tantos descubrimientos arqueológicos, exploraciones, y obras históricas de calidad -desde el británico Edward Gibbon, aún en el XVIII, con su "Decadencia y caída del Imperio Romano", o los estudios de la antigua Roma del alemán Mommsen-, a los artistas se les exigía, aunque fuera de forma implícita, algo más de realismo, de atenerse a la realidad. O al menos, a la realidad sobre la Antigüedad que en esos tiempos se tenía, o se suponía.
A ello habría que añadir, aparte del re-descubrimiento de esa Antigüedad greco-romana, el repaso y estudio profundo de los mitos griegos, así como de leyendas e historias -con mayor o menor base histórica- del Medievo. Además, el siglo XIX fue el siglo de los estados-nación, pero también de la aparición de los nacionalismos de los pueblos sin estado propio. Uno y otro -más bien habría que escribirlo en plural, pues nacionalismo y nacionalistas aparecieron en todas partes- también necesitaron el re-descubrimiento, y la re-escritura del pasado. Un pasado que debía ser siempre no sólo glorioso, sino también atractivo, hermoso, literario. Las leyendas, los cuentos, los personajes considerados más fantásticos que reales, de golpe, pasan a ser "padres de la patria", aunque fueran patrias que ellos nunca conocieron. El rey Arturo, por poner un ejemplo, pasó a tener una importancia que, durante mucho tiempo, su espíritu -¿fantástico?,  ¿literario?- no debió ni soñar en tener.
Pero ahora, mejor pasar a listar algunos de esos temas, y en ellos, personajes de lo más vistos en los cuadros de los maestros del prerrafaelismo, y de algunos que, sin serlo, fueron sus contemporáneos, y vivieron el mismo ambiente -más bien explosión- cultural y artística. Y digo algunos, porque con una entrada, no  habrá suficiente, sino que, en caso de querer una lista más o menos completa, harían falta varias:


Personajes de origen literario, o directamente, escritores e intelectuales ( I ).

Sin duda, en una época como la Victoriana, donde la cultura británica -sus artes plásticas, su arquitectura, pero también, su literatura-, fue una de las principales del mundo -junto a la francesa, quizá; la alemana, mucho más dirigida a la ciencia y la investigación, o a la filosofía, tuvo una influencia distinta- resultaba lógico que los personajes de muchas obras literarias acabaran siendo no sólo extraordinariamente populares dentro del Imperio, sino, a la corta o a la larga, también fuera. Ejemplos, aunque fueran de años un tanto posteriores a los 50 del XIX -cuando se creó y creció la Hermandad- serían Drácula o Sherlock Holmes, pero en aquellos tiempos, fueron otros, a los que habría que añadir personajes muy anteriores -creados por Shakespeare, por ejemplo-, o no británicos, sino, por ejemplo, italianos de tiempos del Renacimiento. Pero no sólo los personajes ficticios eran populares para ser retratados, sino los mismos autores, y más, cuando su vida estaba entre el mito y la realidad. Lo mismo que, en el XIX, Oscar Wilde era tan o más conocido por sí mismo que por su obra, lo mismo podría decirse, salvando las distancias, de Dante, por ejemplo. Y es de Dante, de quién se hablará en primer lugar.

*Dante Alighieri, uno de los iniciadores del Renacimiento, y su amor por Beatrice: Realmente, más que Dante, y su obra, que cualquier británico culto conocía -aunque fuera de oídas; había mucha gente, que había leído ciertos libros sólo "en teoría"; el haberlas leído significaba contar con un importante acerbo cultural, algo que, hoy en día, y de forma tal vez menos clasista, pero también un tanto lamentable, ha dejado de ser importante-, lo que llamaba la atención fue un hecho de su vida privada. O más bien, un supuesto hecho: se cree que el personaje de Beatrice -Beatriz- de "La Divina Comedia" no se lo sacó de la manga, así por las buenas, sino que está basado en una joven, seguramente también llamada Beatrice, de la que se enamoró perdidamente desde niño. Esta mujer real podría haber sido una tal Beatrice Portinari, casada con un rico banquero viudo, y por tanto, el amor que Dante -que también estaba casado- debía sentir por ella era puramente platónico, trovadoresco -o más bien, una versión renacentista del amor cortés, que era medieval; hay que tener en cuenta, sin embargo, que el Renacimiento italiano apareció en el siglo XIII, cuando el Medievo estaba todavía lejos de acabar-, y muchos imaginaban la escena en que Dante se la encontraba en tal o cual lugar de la legendaria Florencia de aquellos tiempos. Hay, al menos, un par de autores prerrafelitas que lo reflejaron en alguna de sus obras:

"Dante y Beatrice", de Marie Spartali Stillman. A pesar de su origen griego, y del acerbo cultural helénico que llevara consigo, Spartali siempre se sintió más atraída por la Italia del Renacimiento. Quizá, lo griego era para ella tan familiar, que no le podía fascinar tanto como a sus contemporáneos anglosajones.

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El artista Henry Holiday no fue tan popular como Marie Spartali, tampoco tan prolífico como ella, pero pintó un cuadro que se hizo muy popular: "Dante y Beatrice" -también-, donde el escritor se encuentra -dudosamente de forma casual- con su amor imposible en el puente de Santa Trinidad, 

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Como no, no podía faltar alguien tan pasional, y atraído por la época, como fue Dante G. Rosseti, con el que hasta compartía nombre. Aquí, en "El sueño de Dante a la hora de la muerte de Beatriz" (1856), va más allá, imaginado al pobre Dante viendo en sueños -aunque de forma vívida- como su amada abandona este mundo. No la pudo tener en vida, tampoco en sueños. Aunque en teoría no querían estar vinculados a los románticos, una corriente más francesa y algo anterior -sobretodo, de la primera mitad del XIX, aunque no se extinguió así como así-, sin duda, aquí sí se nota su influencia: amor, dolor, sentimientos a flor de piel, aunque fuera en sueños. Algo, la mezcla o confusión entre lo que era sueño y realidad, también muy romántico. El Romanticismo echó buenas raíces, sin duda.

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"Beata Beatriz", con "su" Elizabeth Siddal como modelo. La pintó viva, y tras su muerte. Otro amor imposible, aunque no por razones sociales que impidieran el matrimonio, sino por la personalidad de uno y otro. Este cuadro fue una de las representaciones canónicas de Beatriz, amor de Dante. Rossetti fue, ante todo, un gran retratista de mujeres en segundo plano, aunque también era capaz de pintar, y muy bien, escenas con varios personajes.

Y aquí, por fin, también Rossetti pinta a la Beatriz de "La Divina Comedia", en la parte dedicada al paraíso. De ahí el nombre de la obra: "El saludo a Beatriz en el Paraíso".

Y claro, también existe la teoría -nada descabellada- de que Beatrice Portinari existió, sí -pues hay pruebas documentales de ella-, pero, o Dante no la conoció, o sí, pero sólo cuando eran niños, y ya adulto, la olvidó. O bien, se conocieran o no, sólo fue de vista -la Florencia de la época no tenía más que unas decenas de miles de habitantes, y la "gente importante", apenas serían unos cientos; todos conocían de vista a todos, o casi-, y el supuesto amor platónico o fue más que una metáfora. O una suposición de lectores y críticos posteriores.
Eso sí, en caso de ser no más que un fantasma literario, con toda seguridad podría decirse que ese amor ha acabado por ser algo real, aunque sólo sea en el mundo de la fantasía, por la enorme cantidad de gente que ha creído en él.




jueves, 13 de octubre de 2016

Escultura contemporánea: maravillas campando por las ciudades (I.- En Estados Unidos).

Es fácil seguir encontrando, por mucho que se haya visto ya, nuevos ejemplos de que el arte escultórico no está muerto.


Esculturas espectaculares por todo el mundo. En este caso, Estados Unidos.

La escultura siempre fue una rama del arte que me llamó la atención de forma relativa, siempre por detrás de la pintura y el dibujo, y de la arquitectura. Pero el tiempo, y la posibilidad de conocer, ha hecho que el interés que pudiera tener por ella, aparte de un conocimiento general algo mayor de este arte, ha ido aumentando exponencialmente.
Ya he ido haciendo entradas sobre escultura -sobre Jaume Plensa, la primera, y más adelante, sobre tal o cual escultura, a veces de forma un tanto indirecta, como cuando comenté la existencia de una escultura móvil de Ali y Nino, los personajes literarios-, así que, en el poco tiempo que me deja el trabajo, he decidido realizar más de una dedicadas a esculturas modernas en sentido amplio. O sea, de todo lo que me he ido dejando por hacer hasta ahora.
Y para empezar, he encontrado algunas que se pueden disfrutar en los Estados Unidos, aunque, evidentemente, se pueden encontrar en todas partes.


Mustangs de las colinas, de Robert Glen.

Esta serie de estatuas de bronce de gran tamaño -una vez y media más grandes que los mustangs, o mustangos, de carne y hueso- se encuentran en Texas, y hacen referencia a la fuerza y energía de los pioneros que crearon el Estado de Texas. Los mustangs eran caballos salvajes, libres, sin dueños, como así querían ser, también, los colonos en esta parte de Estados Unidos, con una identidad tan fuerte, donde la parte anglosajona se acabó imponiendo, aunque no del todo, a la hispana -hoy en día, Texas es ambas cosas, y algo más, pues aparte de asiáticos y afro-americanos, también existe una comunidad nativa que ha conseguido que se reconozcan sus derechos, aunque con un peso mucho menor que en la vecina Oklahoma, donde los nativos tienen un peso demográfico y cultural realmente grande-.
Bajo las patas de los caballos, hay fuentes que dan la impresión de ser agua levantada por el galo pe de los animales, como si estuvieran vivos. 
La escultura, o más bien el grupo escultórico, se encuentran en la población, precisamente, de Las Colinas, y fue un encargo del empresario -también texano- Ben H. Carpenter, y encargó la obra a Glen en los años setenta, y en principio, estaban en el rancho del empresario, transformado más adelante en zona residencial, aunque actualmente se les puede ver en la ciudad.

caballos corriendo

"Caballos de las colinas", en su emplazamiento inicial -el rancho transformado en espacio residencial de Carpenter-, y en el actual, en el centro de Irwing, una pequeña población de Texas.


Expansión, de Paige Bradley.

La autora dijo en una ocasión que esta obra, considerada una de las mejores en la escultura de los últimos años, viene a cuento -o más bien le vino a la mente- tras meditar sobre la opinión que tenía la gente sobre las esculturas que representaban personas.
Creada en bronce -un material habitual en la escultura de tamaño grande o medio-, la estatua cuenta con una complicada instalación eléctrica en su interior, para que podamos ver la luz que emana de sus grietas. Según Paige, su obra quiere representar la lucha entre la liberación y las tensiones que todo ser humano sufre.
Lo curioso, explica la autora, es que en principio la escultura no debía haber sido así. No tenía pensado que tuviera grietas, y que por ellas pudiera verse luz alguna. Simplemente, mientras estaba creándola, la estatua se cayó y agrietó. Pudo haberla destruído, y rehacerla tal como la tenía pensada, pero de repente tuvo una idea genial, y "Expansión" acabó siendo una escultura distinta, diferente a todas las demás.

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La escultura, vista desde lejos, no deja de hacer recordar a los monjes budistas, buscando la paz, rodeados del ruido del mundo. De noche, o a oscuras, o sin "contaminación lumínica", es aún más fácil admirar la originalidad de la obra, y la fascinación que provoca. La fotografía, posiblemente, sea de 2006. cuando fue expuesta en la National Sculpture Society Exhibition.

La estatua al aire libre. Por la noche, o nublado el cielo, es como mejor se le puede admirar. Se encuentra en Nueva York, donde las estatuas, en ocasiones, pasan demasiado inadvertidas.


Libertad, de Zenos Frudakis.

La palabra libertad es algo tan relativo como, en la práctica, casi imposible de explicar de forma lógica, pues no siempre significa lo mismo para todo el mundo. Pero todos comprendemos lo que significa, sin necesidad de que nos lo expliquen. El autor refleja aquí una serie de individuos, que en realidad se podría considerar que es uno solo, que se va liberando de la pared, poco a poco, como si esta representara la opresión, pero también la falta de individualidad o libertad personal. Se encuentra en Filadelfia, donde vive y trabaja Frudakis. Sea cual sea la razón por la que el anónimo personaje de metal se libera, representa, de todas formas, lo mismo: escapar de quién te posee o te oprime.
El artista también ha creado muchos otros trabajos, entre ellos bustos de personajes importantes de la historia norteamericana, como el de Martin Luther King, o el de Mark Twain.

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El autor, ocupando el espacio que su creación ha dejado libre, tras conseguir su liberación.

El conjunto escultórico al completo, en Filadelfia.


Escultura del salmón, de Keith Jellum.

Esta "Escultura del salmón" se encuentra en Portland, en Oregón -Costa Oeste del país-, y llama la atención, sin duda, de cómo atraviesa el edificio. Mide más de tres metros, y está realizada en bronce. Es el reclamo publicitario del restaurante Southpark, pero ha acabado siendo un atractivo artístico más de la ciudad.

La estatua, curiosamente, se encuentra en Salmon Street. Como no.

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La estatua, sobre el restaurante que publicita.

He encontrado fotografías e información en varias webs, las principales serían: "DetalleLogía", "Fratela", y "Genial.guru". Aunque no he puesto enlaces directos, escribiendo cualquiera de los nombres de las webs permite visitarlas sin problema.


La pistola anudada, de Carl Fredik. 

El artista sueco Carl Fredik creo esta estatua, con una pistola con el cañón anudado, para representar la no-violencia,  y en general, criticar la obsesión norteamericana por las armas, que cuesta cada año miles de vidas. Se encuentra en Nueva York, en el barrio de Turtle Bay, en Manhattan. En realidad, es una estatua de una serie, pues hay otras en ciudades de todo el mundo: Ginebra (Suiza), Malmo (Suecia, el país de Fredik), Caen (Francia)...
Sin duda, es una de las estatuas más conocidas y reconocidas de la Gran Manzana, que para el que quiera verlo, es un auténtico museo al aire libre de, entre otras cosas, escultura.

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domingo, 2 de octubre de 2016

Maurice Leblanc y Arsène Lupin: cuando un ladrón -aunque sea de guante blanco- acaba siendo el protagonista.

Si Leroux creó a un periodista que hacía de detective, o a un preso que sufrió los errores de la justicia, Leblanc llegó un poco más lejos.


El "padre" de Arsène Lupin.

Hace ya tiempo escribí sobre Gaston Leroux, considerado uno de los principales escritores de folletín francés moderno, entendiendo como tal el que se publicó entre finales del siglo XIX, y los años anteriores de la II Guerra Mundial. Leroux fue el creador de un personaje mítico de la novela terrorífica-romántica -ambas cosas a la vez-, el fantasma de la ópera, pero también de otros, como el periodista metido a ddetective aficionado -o no tanto, por ser, realmente, parte de su trabajo-, Rouletabille, y de Chéri-Bibi, que en su momento dio bastante que hablar, por tratarse de las aventuras de un inoente que sufre los erores de la justicia de su país, y que decide escapar de su destino y encontrar al auténtico asesino de su mujer, crimen del que erróneamente se le culpaba.
Maurice-leblanc.jpgMaurice Leblanc (1864 en Rouen, Normandía; 1941 en Perpiñán, en la Cataluña francesa) llegó algo más lejos, a la hora de buscar un protagonista distinto a lo que se había visto: creó a Arsène Lupin, o Arsenio, en su versión en español, que no es que immpartiera justicia a su manera, sino que era un auténtico delincuente. Para ser más exacto, era lo que se llamaba, y se sigue llamando, un ladrón de guante blanco, que nunca usa la violencia contra las personas, que roba sólo a los que mucho tienen, y que se acaba tomando su "trabajo" como un juego, y en cierto modo también, un reto, que consistía, al mismo tiempo, en robar lo que aparentemente resultaba imposible de sustraer, burlarse y escapar de la policía -o en caso de haber sido detenido, de la cárcel-, y pasar completamente desapercibido en una sociedad que lo considera  una persona honrada y respetable. 
Nacido en Rouen, en el norte de Francia -la fría y húmeda Normandía-, estudió y vivió en varios países, e intentó infructuosamente estudiar derecho, carrera que abandonó, por aburrirle mortalmente. tras ello, decidió establecerse en París, Ciudad de la Luz, y una de las grandes capitales culturales y artísticas del mundo, donde empezó a escribir relatos -aún no novelas- de ficción, pasando luego a publicar -o a intentarlo, al menos- novelas más largas, que daban más dinero. Sus influencias fueron dos grandes autores compatriotas suyos, ejemplos de la literatura francesa del siglo XIX, y capaces de escribir casi de todo: Gustave Flaubert -que lo mismo escribía novelas entre románticas y costumbristas, como "La educación sentimental", como una de las mejores novelas históricas de la historia, teniendo en cuenta cuándo la escribió, y con qué medios: "Salambó, la princesa de Cartago"- y Guy de Maupassant, una auténtica máquina de escribir cuentos -"El horla", por ejemplo, que fue un pequeño clásico sobre fantasmas, o más bien, sobre entidades invisibles-. La crítica lo trató bien, pero las ventas fueron malas, así que decidió cambiar de registro.

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"Je sais tout", la revista donde escribió Leblanc, y en la que Lupin se hizo famoso.

Empezó, en 1905, a escribir en la revista "Je Sais Tout", una publicación de "ciencia popular", que llegó a vender hasta un cuarto de millón de ejemplares de algunos números, y que dio el gran salto, precisamente, a las historias de Leblanc, sobre Lupin. Realmente, se podría decir que la revista llegó a hacerse un nombre gracias a las aventuras del ladrón, y más tarde detective, más que a cualquier otro autor o temática. 
Parece ser que no fue idea original de Leblanc, el crear una serie de cuentos con un ladrón como protagonista, por muy carismático e inteligente que fuera, sino de la redacción -precisamente, por aumentar las ventas, cosa que se consiguió, por lo demás-, y también puede ser cierto, que se le aconsejara que tomara como ejemplo al Sherlock Holmes de Conan Doyle, en aquellos tiempos, un auténtico super-ventas a nivel mundial, y traducido a multitud de idiomas -y con toda clase de imitadores y plagios, aparte de uso indevido del nombre del personaje-, pero realmente, Lupin parece, más bien, el rival ideal -más que enemigo- del detective británico. A él le interesaban los robos, sí, pero no para resolverlos, sino para efectuarlos. Como era de imaginar, el personaje dio que hablar, pero en aquel joven siglo XX, a mucha gente ciertas cosas ya no les llamaba demasiado la atenció, o al menos, no se escandalizaban tan fácilmente como en el siglo anterior. Además, los franceses de aquellos tiempos, en general, eran más abiertos de mente, o menos puritanos, que por ejemplo, los británicos. Y su literatura, como su arte, en uno y otro caso, podrían, antes y ahora, revisitados, dar cuenta de ello.

Arsène Lupin

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Arsène Lupin - Poster - Espagne
Lupin es un personaje muy cinematográfico, así que resulta lógico que se hayan filmado varias películas sobre sus aventuras, o historias basadas en el personaje, aunque no en los relatos o novelas que protagonizó. Estos son carteles -dos originales para el mercado francés, y uno para Portugal- de un film de 2003, con Romain Duris haciendo de Lupin, y la condesa de Cagliostro de co-protagonista.

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En "Las aventuras de Arsène Lupin", de 1956, el personaje, que se ha creado una falsa imagen de noble amante de la buena vida, es secuestrado por el kaiser alemán Guillermo II, para obligarle a robar una misteriosa joya.

Es un tanto difícil saber en quién pudo inspirarse Leblanc a la hora de crear a Lupin, pues fue el primer personaje de estas características que él creó. Tal vez hubo influencias de otro autor de la época, menos recordado -aunque no completamente olvidado-, al menos, en su país: Octave Mirbeau, escritor de novelas, artículos de prensa, y obras de teatro. Sobretodo, de su obra "Los veintiún días de un neurasténico" (1901), donde el protagonista, Arthur Lebeau, era un ladrón de guante blanco. Tal vez también fuera el anarquista y carismático ladrón francés Alexandre "Marius" Jacob, o posiblemente, una mezcla de ambos, y de algún otro personaje, real o ficticio. Pasado más de un siglo, muchos de ellos han sido completamente olvidados, así que resulta muy difícil, incluso imposible, saber qué pudieron influir dichos individuos, transformados ya en fantasmas, en obras, estas sí recordadas, que se escribieron en aquellos tiempos.
Más adelante, escribió dos novelas de ciencia-ficción, que alcanzaron fama y reconocimiento, y fueron un ejemplo más -entre muchos- de la fuerza y originalidad de la cf francesa -que, con más o menos fuerza, sigue teniéndolas, sobretodo, en las últimas décadas, en el cómic-: "Los tres ojos" (1919), sobre el contacto televisivo con habitantes de Venus, y "El gran evento", en el que un terremoto crea una nueva masa de tierra entre Inglaterra y Francia
A partir de 1907, Leblanc deja de escribir relatos de Lupin, para hacer que el ladrón protagonice novelas largas -"La isla de los treinta ataúdes", "Los dientes del tigre", o "La condesa de Cagliostro", por ejemplo-, lo que hará que pueda ganarse la vida mucho mejor de lo que, con toda seguridad, nunca debió ni imaginar. Y siguió con el entrañable sinvergüenza hasta los años 30, aunque en ocasiones reconoció, o dejó entrever, que estaba ya un tanto cansado de la fama de su criatura, que como el Sherloc Holmes de Conan Doyle, acabó casi absorbiéndolo, no dejándole tiemo para crear otros personajes, que además, nunca consiguieron la misma fama o recepción de sus personajes más famosos. Uno y otro, en no pocas ocasiones, demostraron desear escribir novelas más "profundas", de más enjundia, con personajes distintos, con temáticas también diferentes. Pero no hubo manera, y finalmente, tuvieron que reconocer que Lupin y Holmes siempre serían sus hijos más famosos, y que los nombres de Leblanc y Conan Doyle siempre estarían irremisiblemente unidos a ellos. Así pues, mejor reconocerlo y aceptarlo. Escribieron otras historias, pero más por gusto -tenían ingresos económicos suficientes para escribir por escribir- que por aumentar su fama literaria o conseguir buenas críticas.

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El enfrentamiento entre Lupin y Sherlock Holmes, aquí con nombre modificado -cuestión de derechos de autor, que ya existían en aquellos tiempos-: un duelo de inteligencias.

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Arsène Lupin también ha pasado al cómic. Para ser más exacto, al manga.

En uno de sus relatos cortos, por cierto, Lupin llega a enfrentarse a Holmes, sólo que, para evitar problemas legales, se le cambia el nombre, por el de Herlock-Sholmes, aunque resulta evidente a quién se le hace referencia. 
Fallecido en 1941 en Perpiñán, y tras recibir la Legión de Honor -en Francia no es tabú premiar a los autores de literatura "popular"-, fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, uno de esos camposantos que, por la gran cantidad de personajes famosos que allá descansan, se han transformado en un monumento más a visitar.