sábado, 25 de febrero de 2017

¿Todavía más portadas alternativas de Tintín? ¡Pues ahí van algunas!

Tras el sorprendente éxito -relativo, claro, teniendo en cuenta que esto es un blog de andar por casa- de otras entradas, un poco más de Tintín alternativo.


La verdad es que me llama la atención el éxito de las dos entradas anteriores sobre portadas alternativas de Tintín, sobretodo la segunda, así que, aparte de repasarlas, porque en ocasiones hay imágenes que desaparecen, y conviene volver a buscarlas -o a eliminar el texto que las acompaña, si no hay forma de reencontrarlas-, pues no está de más añadir algunas nuevas. Realmente, es sorprendente que la obra de Hergé tenga todavía tantos seguidores, tras no pocos años desde la muerte del autor, y al hecho de que, legalmente, no puedan salir al mercado nuevos álbumes -o por lo menos historias, aunque sean cortas, y en revistas- del personaje, por un intrincado asunto de derechos de autor entre la viuda del autor, la editorial Castelman, y no sabría decir qué otro tipo de problemas legales. La cuestión, en pocas palabras, es que, durante muchos años, no han podido disfrutarse nuevas aventuras del periodista que no escribió -que se sepa- ni un solo artículo. O por lo menos, no está nada claro que los publicara. 
Pero eso no ha impedido que seguidores y admiradores de todo el mundo creara, a falta de historietas propiamente dichas, una enormidad de portadas que son la delicia tanto de tintinólogos, como de aficionados al cómic franco-belga en general.
Y aquí, unos pocos más. Alguna portada quizá se repita -existe toda una serie sobre Tintín en San Sebastián-, más alguna que no pude recuperar, pero que he podido volver a encontrar, pero la mayoría son completamente nuevas, y sin relación con otras ya enseñadas.

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Tintín sería buen candidato para averiguar qué es lo que sucedió -y sucede, actualmente- en la central nuclear de Fukushima. Quizá sea su viaje a Oriente más importante, y también el más peligroso.

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Aunque se trate de una aventura imaginaria, una historia ambientada en el desierto -¿de Arabia?-, donde se las tiene que ver con una tribu de beduinos que lo secuestra, no se sabe ni por qué razón, ni con qué objetivo.

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No sería extraño que alguno de los personajes de Hergé tuviera que pasar por el diván de un psicoanalista, tras tantas increíbles aventuras.

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Una historia protagonizada ¿en la Guerra Fría? Tintín, como otros muchos personajes de ficción, parecen atemporales: el mundo cambia a su alrededor, pero él, como sus amigos, no parecen envejecer, ni su carácter o su forma o medio de vida cambian en absoluto. Es algo que sabemos en cuanto leemos algunas de sus historias seguidas, pero aún así, ese sinsentido no nos importa. No es cuestión de que eso nos impida disfrutar de sus aventuras.

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El artista Óscar Alonso quiso homenajear al personaje de Hergé haciéndole viajar por San Sebastian, o Donostia, como si fuera, más que una serie de aventuras, una auténtica guía turística que Tintín protagoniza para atraer a la ciudad vasca a los amantes de sus cómics.

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Y como, en no pocas ocasiones, Tintín, más que un periodista, ha sido un detectiva aficionado, ¿cómo no iba a encontrarse, sin importar realmente por medio de qué prodigio, con el más famoso detective no profesional de la literatura universal?

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Perdí esta imagen, navideña y burtonana al tiempo, en otra entrada, así que aquí la recupero.

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Y esta portada de Amanda Conner, de ciencia-ficción de la de echarse a temblar. Alien crossover Tintín.

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Y otro homenaje doble. Tintín más allá del tiempo y del espacio, en una galaxia muy, muy lejana...

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Y sobre esta portada... ¿cómic americano y europeo frente a frente? Bueno, es Tintín, el que viaja al país de los superhéroes.

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Y Tiintín y Haddock bien acompañados -y no me refiero al coche, un modesto 2C-.



viernes, 24 de febrero de 2017

Las Híades, hermanas de las Pléyades. ¿Morir de amor fraternal?

Los cielos están llenos de antiguas deidades femeninas, en ocasiones grupos de hermanas de origen poco claro.


Las Híades, musas de la lluvia, y su hermano Hiante.

Hace ya tiempo -ahora mismo, me parece casi una eternidad-, hablé de las Pléyades, hijas del titán de segunda generación Atlas, y de la oceánide Pléyone -o Pleíone-, que en la práctica, también era una titánide -titán mujer- hija de los titanes pricipales y de primera generación -su padre fue Océano, y su madre Tetis-. Resulta claro que, incluso estos dioses "secundarios" -titanes, titánides, oceánides originales, deidades menores consideradas primeras y principales ninfas- forman una familia tan grande, que resulta difícil no confundirse sin la ayuda de un árbol genealógico.
Pues bien, parece que Atlas y Pléyone no sólo tuvieron a la siete Pléyades -que no está claro si fueron septillizas, o nacieron en un breve plazo de tiempo; breve para dioses eternos, se entiende-, sino también a otro grupo de hermanas, las ocho Híades, además de las ¿tres? Hespérides, y la solitaria y fascinante Calipso, amante de Ulises/Odiseo, y que por su poder, más que una ninfa, casi podría considerársele como una diosa menor. 
Y además de esta enorme descendencia femenina -diecinueve hijas, por lo menos-, también existió un hijo varón: Hiante, o Hyas.
Sin embargo, la importancia de Hiante en la mitología es mínimo. Se podría decir que existe solamente como una especie de compañero, responsable masculino, protector y vigilante de las Híades. Algo un tanto curioso, pues si bien la sociedad griega antigua fue muy machista y patriarcal, no fueron pocas las diosas, ninfas, deidades menores -una especie de "pequeñas diosas", como las tres Gracias-, o seres femeninos como las sirenas, y ya no digamos las amazonas, que al menos en principio, fueron mujeres mortales.
En principio, las Híades debieron nacer, de golpe o en poco tiempo, en aquellos lejanos tiempos que luego se llamaron "la Edad de Oro", en que existió una primera humanidad -o algo parecido- que se extinguió tras la terrible guerra entre los Titanes y los dioses Olímpicos -ayudados por algunos de estos mismos Titanes, aparte de algunos "neutrales", como Océano y Tetis-, y serían conocidas como las diosas, más tarde ninfas, de la lluvia. Pero mucho tiempo después, se cuenta -unos mitógrafos, poetas o aedos sí, otros no- serían también las encargadas, junto a las Pléyades -o al menos algunas de ellas-, y tal vez otras ninfas -que por lo visto, acabaron siendo legión- de cuidar de Dioniso, el Baco romano, el último de los dioses Olímpicos en nacer, pues lo hizo ya en una época, digamos, tardía, y era nieto de Cadmo -el fenicio que fundó Tebas, aunque muy probablemente con otro nombre, y sobre, o cerca, de alguna pequeña población anterior a su capital- y Harmonía, la hija humana, o transformada en mortal, de Afrodita y Ares -la "escondieron" en el mundo de los humanos para evitar la furia de Hefesto, el esposo de Afrodita-.

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Las Híades, junto a las Pléyades -y probablemente, otras ninfas- cuidaron de Dioniso, el hizo de Zeus con la humana Sémele, hija de Cadmo y Harmonía. Y esta era, al tiempo, hija de Afrodita y Hades. Por tanto, Zeus tuvo un hijo con su biznieta mortal. Pero claro, Zeus era así, y cuando se encaprichaba de una mujer, le daba lo mismo quien fuera.

Pero las Híades, además de como diosecillas, o ninfas de primera categoría, también son conocidas, hoy en día -y ya no digamos en el pasado- como una constelación de estrellas, no muy lejos de las Pléyades, donde también se encuentran Atlas y Pléyone. ¿Cómo llegaron allá arriba? Este proceso de catasterismo, que es la transformación de unos seres -mortales o divinos-, o parte de ellos -la cabellera de Berenice, de la que también escribí hace tiempo- pudo venir por dos razones:
Una, quizá la más antigua, es donde participa Hiante, que en sus tiempos libres, cuando no vigilaba y cuidaba de sus hermanas, hacedoras de lluvias bienhechoras, cazaba fieras. Y un dia tonto, cuando intentaba cazar, según unos un cachorro de león, según otros una serpiente, acabó muerto, bien por la mamá leona, bien por el reptil, que no era una culebra, no, sino una serpiente de grn tamaño y fuerza, casi como la Pitón que liquidó en su momento Apolo -que según versiones, más bien parece un primitivo dragón-. Lo suficientemente fuertes, una u otra, como para matar a un seer divino, un pequeño dios, que por lo visto, podía ser inmortal, pero sólo en caso de no encontrar algo o alguien con fuerza suficiente para acabar con él -una inmortalidad un poco discutible, por decirlo así-. Las Híades, que al fin y al cabo eran sus hermanas, y lo querían muy mucho, no soportaron la muerte de su hermano, así que lloraron y lloraron -más que lluvias, fueron tormentas e inundaciones, lo que debieron provocar-, y acabaron muriendo por amor fraternal. Zeus se apiadó de ellas -la verdad es que podría haberlo hecho antes de que murieran, pero claro, no dejaban de ser las hijas de un enemigo vencido, Atlas, e hijas y hermanas de exiliadas no siempre con un lugar donde poder vivir en paz: Pléyone y las Pléyades-, así que, aunque físicamente desaparecieran de la Tierra -o de algún tipo de mundo paralelo donde ellas vivían-, sus espíritus debían ir camino al Hades, el reino del oscuro y silencioso dios del inframundo, del mismo nombre, y decidió elevarlas a los cielos, donde formarían, como más adelante el resto de su familia, una nueva constelación, donde, es de suponer, se encontrarían a su hermano y protector -¿o controlador y vigilante?, Hiante, o Hyas.

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Las Híades participaron en una leyenda, en la que Alcmena, madre de Hércules/Heracles, es salvada de morir quemada en una pira, por orden de su marido, Anfitrión -al saber que estaba embarazada, y no de él-, gracias a la lluvia provocada por las hermanas, por orden de Zeus, padre del héroe. Que salvaran a Hércules y a su madre hace pensar que, en principio, las Híades o fueron transformadas en estrellas -un caso más, tan habitual, de metamorfosis en los mitos griegos- hasta una época bien avanzada. Hércules pertenecía a la generación anterior a los héroes -al menos, a los más jóvenes- que participaron en la guerra de Troya.

La segunda versión es menos triste, pero también no muy clara: agradecido Zeus por el cuidado que tuvieron las Híades de su hijo Dioniso, las transformó, también, en estrellas. Pero en este caso, que se sepa, no fallecieron, así que acabaron en la bóveda celeste, en apariencia, como estrellas -para los griegos de la época, las estrellas no eran astros, sino simples puntos de luz en el cielo-, pero tras aquellas pequeñas luces en la oscuridad de la noche, se encontrarían las jóvenes, eternas y vivas, muy vivas. En este caso, parece que Hiante no aparece -de ahí su insignificancia en los mitos-, y las Híadas, libres del hermano mortal, pasan a ser unas ninfas de vida, o eterna, o, en caso de no haber subido a los cielos, larguísima. Imagino que lo primero, porque por lo visto, había ninfas y ninfas.
Respecto a su número y nombre, lo más habitual es suponer que fueron ocho, aunque en época temprana, fueron tres, y tardíamente, hasta quince. Al contrario que las Pléyades, el nombre de las Híades no tiene importancia, porque, por decirlo así, no tienen ni personalidad, ni vida propias. Siempre se habla de ellas en grupo, sin que ninguna aparezca como hermana mayor, como líder, o destacando por nada en particular.
Lo que pienso, personalmente, es que la Hiades, con o sin hermano -dudo de que tuviera siempre un sitio en el mito original-, como sus hermanas las Pléyades, y la madre de todas elas, Pléyone, eran la familia de un derrotado en la guerra de la Titanomaquia, y Zeus tardó algo en encontrarles sitio en su nuevo orden. Mientras que las Pléyades tuvieron relación con dioses o humanos, y fueron más conocidas, y tuvieron lo que podría decirse "personalidad propia", las Híades eran un grupo de diosas menores, o ninfas principales, encargadas de la lluvia. En realidad, el que todas ellas estuvieran en el cielo, en forma de estrellas -como también su madre, y su padre Atlas, y Hiante, en caso de haber existido realmente- no tenía por qué impedirles el seguir vivas, y conservandon su identidad, en el mundo paralelo de los dioses, e incluso, intervenir -sobretodo los Híades, que para eso eran ninfas de la lluvia- en el devenir de los mortales.
Sus nombres fueron, según la mayoría de las fuentes: Fésile, Cleeía, Corónide -no confundir con otra Corónide, amante mortal de Apolo, y madre de Asclepio/Esculapio, dios de la medicina-, Eudora, Ambrosia, Feo, Polixo, y Dione.
El poeta romántico británico Tennyson las recuerda, en la boca de Ulises, en su inacabable vagar por los mares.

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La Híades y las Pléyades, dos grupos de hermanas en los cielos, muy cerca unas de otras. La estrella principal de las Híades es Aldebarán, que destaca sobre todas las demás.


domingo, 19 de febrero de 2017

Si llega el fin del mundo, al menos que el arte de la ilustración, y unas pin-ups apocalípticas, nos lo hagan un poco menos duro.

Andrew Tarusov es un ilustrador con una considerable carrera como ilustrador a sus espaldas. Los calendarios, su trabajo preferido.


Bueno, no sé si el ilustrador californiano de origen ruso Andrew Tarusov tendrá como trabajo principal, o al menos preferido, el ilustrar calendarios, pero sin duda, sí que han acabado siendo la parte más popular de éste, debido a que no sólo se ha hecho popular en la red, sino también, digámoslo así, la vida real, pues dichos calendarios consiguen ventas más que considerables, dentro y fuera de su país.
Existen otras series de Tarusov interesantes, como la versión pin-up de princesas Disney, o de actrices del Hollywood clásico interpretando películas de terror de los 50 o 60 -otro calendario-, o superheroínas, pero, el dedicado alapocalipsis, o más bien, las mil y una formas en que nos puede sobrevenir el fin del mundo -sólo hay que darse una vuelta por la cinematografía, las series y documentales de televisión, o la literatura y el cómic-, que son cada vez, no sólo más reales -o a menos, así nos lo venden-, sino más numerosas y variadas que nunca.

Y aquí, una muestra de ello. ¡Bienvenido al apocalipsis!:


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viernes, 3 de febrero de 2017

De vuelta con los circasianos: sobre esculturas, píldoras, y exiliadas en Europa en circos.

Después de años de la primera entrada sobre este pueblo, una segunda de un pueblo con más historias detrás de lo que podría pensarse.


De vuelta al Cáucaso. Un pueblo del que se ha hablado mucho, conociéndolo muy poco.

Hace ya mucho, en el año 2012 -casi cinco años, ya-, me dio por escribir sobre los circasianos, un pueblo del Cáucaso -del noroeste de esta cordillera, que parece separar Europa y Asia, y que va desde el Mar Negro, hasta el Mar Caspio-, en gran parte exterminado o expulsado en su tierra ancestral, y que hoy en día sigue manteniendo  su identidad, mejor o peor. tanto en ella, en Rusia, como en otros países de Oriente Próximo: Turquía -sobretodo-, Jordania, Siria -a pesar de la guerra, que ha provocado la huida de no pocos de ellos-, Israel, e incluso Irak, además de algunos países occidentales, como Alemania o Estados Unidos.
Hasta el siglo XIX, los circasianos eran un pueblo prácticamente desconocido fuera de su espacio nacional, de Rusia y del Imperio Otomano. Pero su guerra contra la Rusia Zarista, y los combates, matanzas, expulsiones y migraciones que aquel conflicto inacabable provocó, hizo que en los periódicos occidentales, sobretodo los británicos, empezaran a hablar de ellos. Lástima que a los europeos les diera por interesarse por un pueblo que, en gran parte, se estaba extinguiendo a ojos vista.
La visión que de ellos se tuvo fue una mezcla de interés, fascinación, y de visión un tanto distorsionada. En ocasiones, casi inventada, a falta de información seria y de primera mano. De ahí, a que el nombre de "circasianos", y sobretodo de "circasianas" -mujeres bellísimas, exóticas, pero al tiempo, con un físico totalmente occidental; o sea, de raza blanca- se usara casi para todo. Y casi siempre, o de forma errónea, o curiosa, o directamente increíble. 
Y aquí, unos cuantos ejemplos, en que los hombres, y sobretodo mujeres, de dicho pueblo, tan desconocido, pero también, geográficamente hablando, relativamente cercanos,  dieron nombre a tantas cosas que no lo tenían.


Las circasianas de Mexico, que resultaron ser de bronce, y quizá, demasiado griegas.

En los jardines de la Universidad Autonoma de Chapingo, en la ciudad de Texcoco, en México, se puede ver este conjunto escultórico, conocido como "La fuente de las circasianas", o simplemente, "Las circasianas", si bien las mujeres aquí representadas, por sus ropas, peinado y vasijas que, más que llenar parecen vaciar en la fuente, asemejan más griegas que caucásicas. En realidad, el que en ocasiones las llamen también ninfas -esas curiosas y hermosas deidades menores de la mitología griega, entre la humanidad de corta vida, y los dioses eternos- resulta lógico, pues es eso mismo lo que parecen.
El por qué, sean realmente circasianas o ninfas de la mitología helena, se encuentren en el espacio público que forma parte de una universidad, es debido, simplemente, a que dicha institución, al ir creciendo, "absorbió" lo que, en otra época, fue propiedad privada -después de pertenecer a diversos amos, compañía de los jesuitas incluida-, del -en el momento en que la compró- presidente mexicano Manuel González, que adquirió la propiedad de Chapingo en 1884, donde invirtió no poco tiempo y dinero. 
Y respecto a la escultura... aquí, la historia se mezcla un poco con la leyenda. Según se cuenta en la web elaguilillo.es, el presidente, aunque manco, no dejaba de tener un tremendo apetito sexual. Pero como parecía no tener suficiente con las mujeres mexicanas que conoció a lo largo de su vida, y a lo ancho de su país, sintió interés, no de europeas o norteamericanas -algunas debió conocer ya-, sino de mujeres con un origen mucho más exótico. Y todavía más, en un lugar como México, donde el Cáucaso, excepto para un número muy pequeño de personas, o sonaba a mitología. o directamente, no sonaba a nada. Para el antiguo general, y presidente en activo, una circasiana era el colmo de la mujer hermosa, exótica, bella hasta la locura, y no se sabe bien cómo, consiguió que una de aquellas extraordinarias mujeres viajara al país azteca, y viviera con él en la hacienda de Chapingo, donde se movía como si fuera poco menos que una reina, sin que nadie se atreviera a hablarle, y donde su único trabajo parecía satisfacer al presidente González, que según contaban todos los que lo vieron junto a aquella misteriosa mujer, parecía como hipnotizado por ella.
Y de ahí, se cuenta, que decidiera construir un conjunto escultórico con dos mujeres tan bellas y curvilíneas como, se supone, eran, y son, las hijas del Cáucaso. Eso sí, sobre el nombre de "fuente de las circasianas", como del origen o carácter de aquella mujer, parece haber dudas. Es posible que González le "regalara", digámoslo así, la escultura a su amante, pero no que representara a compatriotas suyas. Así que, quizá las circasianas que más bien parecen ninfas de la Grecia legendaria, no sólo lo parecieran, sino que lo fueran realmente. Pero el nombre de circasianas, no se lo quita nadie. Resulta demasiado atractivo y evocador, para cambiárselo por el de ninfas, porque de estas últimas, las encontramos en gran número en el arte europeo.


Vista de la Fuente de las Circasianas
La fuente de las circasianas, en la Universidad de Chapingo, en Texcoco (México), y que formó parte de la antigua hacienda del mismo nombre.


Las píldoras circasianas, para tener un busto firme e irresistible.

Entre los siglos XVIII, y hasta los años 20 o 30 del XX, se vendían en Europa y Norteamérica las llamadas "píldoras circasianas". ¿Y para qué servía, o qué es lo que curaban o aliviaban, dichas píldoras? ¿Y qué tenían que ver con Circasia? Pues básicamente, eran unas píldoras que, en teoría, y sólo en teoría, ayudaban a la mujer que las tomaba a tener un busto firme y generoso, como del que, supuestamente, disfrutaba prácticamente cualquier mujer de aquella lejana y casi desconocida región en que Europa y Asia se entrecruzaban.
Y sí, la verdad, las circasianas siempre fueron, y son conocidas por sus curvas, por ser mujeres de envidiable figura, aunque nunca se puede generalizar. De todas formas, de las circasianas, incluso en el siglo XX, sólo se podían ver en algún libro o periódico gracias a alguna fotografía tomada no a una mujer cualquiera de ese pueblo, sino a una joven con un atractivo especial, que quedaba más bonito en el medio que pagaba por ella. O eso, o antes de la existencia de la fotografía, gracias a grabados, casi siempre coloreados y con gran atractivo y misterio.
No está muy claro de qué estaban fabricadas -hace mucho ya que no se venden, al menos legalmente, y es muy difícil dar con un bote o paquete de ellas-, y por lo visto, eran varios los laboratorios farmacéuticos -no tan grandes como ahora, aunque ya movían no poco dinero-, y las farmacias de cierta importancia, incluso, que las fabricaban, pues por lo visto, se vendían por Europa y América, y lo de "píldoras circasianas" no era lo que ahora llamaríamos "marca registrada". Así que, de píldoras mágicas, había muchas, y siempre acabaron resultando un fiasco. En el mejor de los casos, porque con toda seguridad, más de alguna pobre mujer tuvo problemas de salud gracias a los inventos de algún que otro embaucador.

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Y aquí, ejemplos de anuncios de la época. ¿Desarrollo y endurecimiento? Claramente, en aquellos tiempos -y etamos hablando de los primeros años del siglo XX, no de la Edad Media- había una confianza en la medicina que se podría considerar no ya inocente, sino casi supersticiosa. Los médicos y farmacéuticos sustituyeron a los brujos y curanderos.


Circasianas en circos, como una atracción más. Cabellos afro antes de época.

Hasta el siglo XX -por ejemplo, en las Olimpiadas de San Luis de 1904, que más bien fue un auténtico despropósito-, estaban de moda lo que luego se llamaron "zoológicos humanos". Este horror, auténtico insulto a la dignidad humana, consistía en "enseñar" supuestos salvajes, que en realidad eran pobres desgraciados de pueblos aborígenes, como nativos del Amazonas, pigmeos del centro de África, polinesios, y un largo etcétera. En auténticos circos, además de fieras, payasos, equilibristas y demás, también en ocasiones se mostraban no sólo animales exóticos -aunque no participaran en ningún número circense, sino que, simplemente, estaban a la vista-, sino también personas con determinada enfermedad o deformidad, sobretodo gigantes o enanos. Pero también, durante un tiempo, se mostraban a personas que, simplemente, tenían un origen misterioso, como de cuento exótico. Y si su origen no eran tan extraordinario, con que fuera de un país lejano, bastaba. El dueño del circo ya se encargaría de crearle una biografía acorde con las espectativas que vendía a un público que no podía permitirse otros espectáculos, y que estaba dispuesto a dejarse unas monedas por ver cosas extraordinarias.
Así, en algunos circos europeos se podían ver supuestas princesas circasianas, que podían ser del Cáucaso, sí, pero que de princesas, tenían más bien poco, y que contaban su historia, o en silencio, dejaba que la contara un jefe de pista, o quien fuese. Pero siempre se podría rizar el rizo. ¿Queréis una mujer exótica? Pues le añadimos, también, un peinado exótico. El empresario del espectáculo Phineas Taylor Barum presentó una -supuesta- circasiana con un cabello que mujer europea alguna llevaba, y que hoy en día llamaríamos afro. Realmente, hasta hay dudas de que las mujeres afro-americanas con dicho peinado, y aquellas ya olvidadas circasianas, no tengan algún tipo de también olvidada conexión.
Y cuando las circasianas originales escasearon, pues se buscaron sus equivalentes en cualquier otro país o grupo étnico. Y cuando a dichas, ya falsas, circasianas, se les exigía algo más que lucir belleza exótica, se dedicaron a números circenses más de toda la vida, como tragar sables.
Parte importante de esta información, he podido encontrarla en el blog leyendoada.blogspot.com.es

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Aquí, una -supuesta- circasiana, con un cabello que no correspondía -ni corresponde, hoy en día- al que llevaban dichas mujeres, ni en su tierra, ni en el exilio o la diáspora posterior.

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Aunque tal vez sólo sea curiosidad, no deja de ser llamativa la semejanza del peinado entre aquella supuesta circasiana, y el afro posterior en Norteamérica.

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Con toda seguridad, las circasianas lucían un peinado como esta mujer, si bien, aún siendo súbdita del sultán otomano, no está claro si era circasiana, turca, armenia, o de cualquier otro origen étnico.


Una Circasia en Colombia.

Aunque parezca mentira, en Colombia, en América del Sur, existe una población llamada Circasia. Y no es un pueblecito, sino una población de casi 30.00 habitantes. E igualmente curiosos son los nombres de poblaciones cercanas: Armenia y Montenegro. 
Fundada en 1884 por colonos de la ciudad de Antioquía -como la antigua ciudad griega de Siria; no hay duda de que en Colombia tienen imaginación a la hora de poner nombres a sus poblaciones-. originalmente se llamaba La Plancha, parece que prefirieron, a principios del siglo XX, ponerle un nombre más exótico y original.

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Una vista del centro de Circasia, en la parte occidental de Colombia.


Y aquí, un ejemplo, de mujer real y actual, de por qué las circasianas eran, con toda justicia, consideradas de las mujeres más hermosas del mudo. Injusto sería quedarnos sólo con su físico. Como también, el no hablar más de dicho pueblo, sobretodo a medida que he ido buscando más información aquí  y allá.
Por ejemplo, su situación actual en cada país donde tienen cierta importancia demográfica o cultural, o quienes son la guardia circasiana de los reyes de Jordania, o algo más sobre la música circasiana.
Mucho por comentar, por tanto...

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