sábado, 25 de abril de 2015

Los prerrafaelitas (XVI): Albert Joseph Moore, inglés y neo-clásico, el mejor retratista de la mujer romana.

Considerado en ocasiones como un autor secundario, fue también el mayor ejemplo de artista neo-clásico, incluido también en el prerrafaelismo.


He aquí otro ejemplo de artista que, por un lado, sería un prototipo de neo-clásico, pues la casi totalidad de su obra representa a mujeres -las figuras masculinas son tan raras como secundarias, incluso cuando las vemos en el mismo plano que sus "compañeras" femeninas-, como prerrafaelita, por la importancia que se le da al color, la luz, la belleza, la textura -la representación, lo más realista y llamativa posible, de las telas, los mármoles, la vegetación...- y la temática de la Antigüedad como una época perdida, tan bucólica y tranquila como, en la práctica, falsa. O no tanto, pues no sus obras no dejan de ser tanto una excusa, como una puerta para que los europeos modernos nos interesemos y podamos viajar a aquella lejana época.
Una cosa sí es cierta: de haber nacido en aquellos lejanos tiempos, Moore se podría haber ganado bien la vida retratando las damas  novilis -los patricios y plebeyos ricos, pues a partir del descubrimiento de Pompeya, se pudo comprobar que, al contrario de lo que se pensaba antes de ello, los romanos daban gran importancia a la pintura, que con ellos llegó a un nivel muy alto, aunque no gustaran de cuadros en lienzos, sino que pintaban directamente frescos en las paredes de sus casas, y probablemente también en negocios privados y en templos y edificios públicos.


Un interminable desfile de damiselas romanas.

Albert Joseph Moore (1841 en York; 1893 en Londres, en el barrio de Westminster) nació y se crió en la muy numerosa familia del también pintor de retratos William Moore, que se casó dos veces, y que tuvo con sus esposas nada menos que catorce hijos, trece de ellos varones. Como era una persona que se tomaba en serio su trabajo, y consideraba la pintura como una buena forma tanto de llenar la vida de una persona, como para poder ganársela honradamente, intentó que algunos de sus hijos también se dedicara a ello, y al menos dos, Albert Joseph, y Henry, lo consiguieron de sobra.
Su padre fue su mejor y principal maestro, aunque, ya de niño, también estudió en las escuelas de arte de la ciudad de York -la de S. Peter, y la de Holgate. Llegó, incluso, a ganar una medalla del departamento de ciencia y arte en Kensington, en 1853, cuando apenas contaba con doce años.
Tras la muerte de su padre, y con la ayuda de su hermano John Collingham -entre tantos hijos, es normal que la diferencia de edad entre los mayores y los pequeños fuera grande- le ayudó a estudiar en la escuela primaria de Kensington y, más adelante, en la Royal Academy. En 1857, con apenas dieciseis años, ya envió allá algunas obras, para conseguir ser aceptado en su seno.
Albert Joseph Moore.jpgEn principio, Moore trabajó en el mundo de la arquitectura -llegó a viajar a Francia, en 1859, por esa razón-, y seguiría con proyectos tanto de temas sagrados -tema que sólo tocaría en su juventud-, como en el mundo de la decoración: azulejos, vidrieras, papel pintado..., además de pintor mural, también, sobretodo, en el plano eclesiástico -o sea, no sólo temática religiosa, sino en edificios también religiosos-.
Pero Moore (en la foto de la derecha, cuando ya era un pintor famoso), aunque se ganaba bien la vida, tenía interés en ser pintor de lienzos, y más que la temática religiosa cristiana, sentía más interés por el mundo antiguo romano. Y sobretodo, estaba mucho más interesado en dibujar mujeres jóvenes y atractivas que hombres, o, en general, en santos o vírgenes. El tipo de mujer que le gustaba retratar no era tan raro en la pintura de la época: se trataba de una joven lánguida, de aspecto entre delicado y despreocupado, de origen social elevado -o, al menos, no especialmente modesto-, y que parece que no tiene gran cosa que hacer en la vida excepto aburrirse, posar para un artista imaginario o, a lo sumo, escuchar música o poesía, tomar el sol o el fresco, o disfrutar de la compañía de, principalmente, otras mujeres de su misma edad y condición social. Como también reflejaba el lujo de la época, se consideraba que representaba, de alguna forma, la decadencia y la molicie del mundo antiguo que, naturalmente, fueron responsables de su caída ante los bárbaros. Algo, por lo demás, de una simpleza bastante mayor que los retratos de Moore que, al fin y al cabo, nunca intentaron ser una lección de historia. Las mujeres que representaba eran de una clase social que no tenía necesidad de trabajar, que apenas tenía obligaciones dentro del hogar, pues contaban con una legión de esclavos y libertos a sus órdenes, que contaban con su juventud -real o presunta- y su belleza -o, al menos, su elegancia y feminidad- para resultar socialmente destacables y resaltables, y que no podían -y eran educadas con esa idea- ni trabajar, ni dirigir negocios, ni dedicarse a la política o el arte. En resumidas cuentas, no es que fueran mujeres perezosas por naturaleza; sólo eran, por decirlo así, hijas de su tiempo y su clase social. Si Moore hubiera pintado esclavas, o mujeres campesinas o trabajadoras, habrían sido, desde luego, bien distintas. Y tal vez, también, más interesantes y realistas.

Archivo: Albert Joseph Moore - Una noche de verano - Google Art Project.jpg
"Una noche de verano" (1890). En aquella época, finales del siglo XIX, el público ya estaba bastante habituado, dentro de lo que cabe, al desnudo femenino. En realidad, las mujeres representadas lo mismo podrían ser mujeres de la Antigüedad como contemporáneas -del pintor, se entiende-, o ninfas o seres mitológicos extremadamente humanos. Serían mujeres que disfrutan de la compañía mutua, sin varones delante, y que parece que podemos observar tras alguna pared, por un agujero no descubierto por ellas.

A Reverie - Albert Joseph Moore
"Ensueño" (1892), donde la joven, sentada en su artística silla como si fuera un trono, parece abstraída, como si el mundo no fuera con ella. Se puede ver el extraordinario detallismo en el mueble, la alfombra, las flores... no pocos artistas tomarían nota de todo ello, cuando el nombre de Moore ya estaba casi olvidado.

La Royal Academy fue un lugar ideal para exponer su obra. Más que prerrafaelita, aunque se le podría considerar como tal -si no somos demasiado exigentes a la hora de poner etiquetas-, era un auténtico neo-clásico, un tipo de artistas que resultaban interesantes en la Gran Bretaña victoriana que, por lo demás, aunque su clase dirigente -y muchos que no lo eran también- comparaban el Imperio Británico con el Romano, no les hacía gracia que se pudieran buscar paralelismo entre la presunta decadencia y degeneración moral del gran imperio de la Antigüedad, con el británico, dueño de un cuarto del mundo habitado.
La forma de representar a la figura femenina, la ropa -no es fácil, pintar pliegues y arrugas, ni los diversos tipos de telas-, o los elementos secundarios, como adornos florales, cortinas o mobiliario, hizo que su obra influyera en pintores y, también, tanto en ilustradores como en decoradores de épocas posteriores, incluso cuando el prerrafaelismo y el neo-clasicismo habían quedado relegados a un olvido casi absoluto, tras la llegada de estilos mucho más rupturistas y menos realistas.
Aunque ahora pueda resultar, dentro de ser un tanto anacrónico, un artista atractivo, en su época no tuvo nunca una gran popularidad en el llamado "gran público", aunque sí en los críticos y los expertos en arte. En realidad, nunca tuvo problemas para vender sus obras, ni lo hizo a un precio bajo. Aún así, aparte de cuadros, nunca tuvo problemas -ni manías-, en aceptar otro tipo de trabajos, como frisos o murales para iglesias -la de Rochdale, por ejemplo-, teatros -como el "Queen Theatre" o casas particulares.

dreamers-1882
"Soñadoras" (1882), sería un ejemplo claro de lo que algunos llamaban "pintura decadentista". O cómo y por qué se hundió el Imperio Romano -explicación a todas luces simplista, incluso para aquella época, en que no pocos historiadores dejaron claro que la caída de dicho imperio se debía a múltiples causas-: aquella gente eran unos indolentes que se pasaban el día de fiesta o de siesta.

"Bayas rojas" es una proeza a la hora de representar de forma realista, casi mágica, la tela de la sábana, la cortina y el almohadón que cubren a la joven protagonista, que aquí es, realmente, un detalle secundario. Lo mismo se podría decir de las flores. Por el tipo de mesa y jarrones, aparte del libro, se puede considerar una de las pocas obras "actuales" -del autor se entiende- que pintó Moore después de su juventud.

Murió con poco más de cincuenta años -no llegó a ver el siglo XX-, y pintó prácticamente hasta el último momento, a pesar de encontrarse gravemente enfermo de un cáncer. Poco antes de fallecer, pudo acabar una de sus obras más complicadas: "Los amores de las estaciones y los vientos". El mismo Moore, para explicar el título -y el cuadro, en general- escribió un poema de tres estrofas. Probablemente, viendo la muerte tan cerca, y tras un enorme esfuerzo en acabar una de sus mejores obras, pensó que no estaba de más ese pequeño detalle final. Aún así, y aunque su muerte fue sentida por los que conocían su obra, en más de un periódico se le quiso recordar y reconocer de forma especial, porque desde hacía ya años había sido en parte olvidado, siendo considerado -ya en los últimos años del XIX- como un pintor de otra época, cuyos mejores años -más para él que para su arte, que seguía siendo el mismo- habían pasado ya hacía mucho.


"Un cuarteto" (1868) no es sólo un ejemplo de habilidad para pintar telas, o anatomías humanas de ambos sexos, sino también del interés de los británicos de la Era Victoriana por la antigua Roma, y la forma en que la introducían en su propia cultura, pues el cuadro es, claramente, un anacronismo, o sea, una mezcla de conceptos imaginaria: los antiguos romanos no contaban con instrumentos como nuestros violines, violoncelos o contrabajos -como el que se ve arriba del todo, a la derecha-.

Loves of the Wind and The Seasons - Albert Joseph Moore
"Los amores de las estaciones y los vientos". La última obra de Moore, que acabó muy poco antes de morir, o cuanto menos, gastando en ello las últimas fuerzas que le quedaban. U mucho tuvo que esforzarse, para representar de forma tan verosímil las flores del campo donde transcurre la escena.

miércoles, 22 de abril de 2015

"The Great Martian War": "La Gran Guerra Marciana", el falso documental definitivo de una invasión extraterrestre.

Cómo habría sido una invasión marciana fallida, en la época en que, realmente, transcurrió la I Guerra Mundia.


Esta es una entrada dedicada a un documental. O más bien, a un falso documental, acompañado por una genial web, que parece haber sido creada por un grupo de historiadores que, en principio, se asemeja a no pocos trabajos en la web dedicados al centenario de la Gran Guerra, que comenzó hace exactamente un siglo... y un año. Como casi siempre, la falta de tiempo, o mi gran facilidad para dejar ciertas cosas para más adelante, hace que, si me da por hablar de la I Guerra Mundial, tenga que dejar lo de "con la excusa del centenario del comienzo de...". Aunque, bien mirado, tampoco creo que ello tenga la mayor importancia.
Bien, la cuestión es que el canal canadiense "History TV", responsable de series como "Vikingos", aparte de gran número de programas de lo que se podría llamarse "realidad ficcionada" -personajes reales, que cuentan su vida de forma guionizada, para que resulte más interesante al televidente- decidió reunir a un grupo de amantes tanto de la historia -real-, como de la ciencia-ficción, incluyendo obras como "La guerra de los mundos" de Wells -historia, también, en este caso de la literatura de género, y de la literatura en general, por mucho que pese a los puristas-, para crear un documental de casi una hora de duración, que fue anunciado con pequeños adelantos en youtube, e imagino que en otros canales que desconozco, y que fue colgado en una página donde también se pueden encontrar multitud de fotos del conflicto, relatos de supervivientes ya ancianos -algunos, de hace ya décadas, algo que se hace totalmente creíble gracias al tratamiento de las imágenes-, datos sobre las máquinas usadas por los invasores, biología y anatomía de los marcianos en cuestión...
Un trabajo tremendo, que, a pesar de estar solamente en inglés -aunque la parte escrita puede ser traducida por cualquier ordenador; hasta el mío puede, y eso que tiene ya una década- se transforma en un disfrute continuo que hace pensar una y otra vez "¿Pero cómo no se les ocurrió antes a otros hacer algo así?", pero sobre todo "¡Madre mía, cuánto trabajo! ¿Pero les habrá dado algún beneficio, a esta gente, hacer todo esto?". Bueno, mirémoslo como "arte por el arte". Porque para eso están estas cosas, para compartirlas y que las disfruten cuanta más gente, mejor.
De acuerdo, es un canal privado de televisión, que como todo medio que se ha adaptado a los tiempos que corren, tiene un "segundo canal" en internet, con su programación y sus diversas formas de conseguir publicidad e ingresos económicos, y que intentará ganar lo que pueda sacando el documental en DVD -o cosas parecidas, no ando muy enterado de estas cosas-, o tal vez promoviendo la creación de un video-juego basado en la historia original, pero hay dudas que había tantas  ganas de hacer algo original, como de ganar mucho dinero con ello. O más.


Un trailer, bajado de youtube, donde los autores daban a conocer la temática del documental, y el genial tratamiento de las imágenes.

En general, como se podrá ver tanto en el trailer, en otros adelantos colgados en la web, o en el documental completo, hay mezcla de multitud de imágenes reales de la Gran Guerra, con combatientes de todos los estados combatientes, y de ambos bandos -que aquí, son uno solo, el de la humanidad contra el invasor marciano-, con recreaciones por ordenador de las máquinas de los marcianos, así como algunas filmadas con actores reales, y reproducciones de marcianos o restos de máquinas, además del tratamiento del metraje donde humanos -reales- y marcianos -falsos- combaten, que es gran parte de la película.
Y para entrar en la web, y poder verlo, y leerlo todo, entrar AQUÍ.

No hay mejor forma que vender la ficción que disfrazarla de forma convincente de realidad.

viernes, 10 de abril de 2015

La historia de la humanidad según Milo Manara: Poder, Sexo y violencia.

El genio italiano del cómic erótico realizó una obra en que retrata la especie humana de forma tan cruda como realista.


Milo Manara es, como ya se ha dicho, un genio del cómic erótico, tanto en Italia, como a nivel mundial. Como guionista, no se puede decir que sea de lo mejor -aunque tampoco de lo peor, comparado con otros-, pero si encuentra una idea a realizar, o cuenta con un guionista asociado de calidad -como Hugo Pratt, por ejemplo, es capaz de realizar auténticas maravillas. Y en caso de no ser así, al menos desde el punto de vista gráfico, pues también. 
En 1999 realizó un trabajo, llamado "Bolero", que, por lo que he podido encontrar en internet -y si no ando equivocado, porque no me he entretenido en buscar traducción del original en italiano-, se trata de un álbum de forma apaisada, sólo gráfico -sin texto, para entendernos- donde en una serie de láminas se observa como un homínido, todavía más bestia que humano, se va "civilizando", haciendo avanzar -o no- la especie en base a tres motores principales: el poder, el sexo, y la violencia; esta última, como herramienta para conseguir, en no pocos casos, los dos primeros. Claro está, hay mucho más, en la historia humana, pero cuando se lee un libro de historia, y dejando aparte el sexo -que, en casi todas las culturas, prácticamente desaparece a la hora de realizar estudios de "ciencias sociales"-, la violencia y el poder, la esclavitud y el exterminio, ocupan un espacio preocupantemente -y en muchos casos, tan excesivo como aburrido- grande, muy grande.
Como, por lo que creo haber visto, no se publicó en España, ni en muchos otros países fuera de Italia, y debido a que realmente ocupa poco espacio, la obra ha sido colgada en internet en varias webs, así que, al sentirme desde el primer momento atraído por el trabajo de este hombre, que reconozco conocer más bien poco -mucho menos que el de cualquier otro autor de cómic del que he escrito en el blog- decidí reproducirlo al completo.


Dibujo
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eros
La historia de la humanidad según Milo Manara.
Dibujo

Por cierto, el individuo entrado en años, trajeado y calvo, con una televisión detrás suyo, y una joven tan ligera de ropa como, muy probablemente, también de intelecto, que se contornea delante suyo, sin duda no deja de ser un ejemplo del "nuevo poder", con gran apoyo audiovisual -sobretodo cuando dicho poder está en manos del poderoso en cuestión- de estos tiempos: Il cavaliere Silvio Berlusconi.

jueves, 9 de abril de 2015

Los prerrafaelitas (XV): Simeon Salomon, auge y caída de un artista.

Con una relación estrecha con los iniciadores de la Hermandad, de la que formó parte, aunque su obra no fuera tan extensa y conocida.


El miembro más famoso de una prominente familia judía de artistas.

Simeon Solomon nació en 1840 en Londres, y murió en 1905 en la misma ciudad, en un hospicio para mendigos y, en general, gente pobre y que no tenía familia o amigos que se hicieran cargo de ello. Eso da una idea de cómo acabó un artista que no sólo llegó a conseguir fama y dinero con su trabajo, sino que, además, era miembro de una familia que, sin ser rica, no era en absoluto pobre o de clase modesta.

Archivo: Un SolomonFirst Class- La Reunión, y en la primera reunión amó. Abraham Solomon.jpg

Archivo: AbrahamSolomon-FirstClass-REUNION-RevisedVersion.jpg
"Viaje en primera clase", en su versión original, y en su segunda -y definitiva-, pues la primera fue considerada, en aquellos tiempos tan malpensados, como fácilmente tergiversable, o dicho con otras palabras: que daba que pensar. Fue pintada por Abraham Salomon, que también estudió en la Royal Academy, y que nunca alcanzó la fama de su hermano menor, aunque también consiguió hacerse un nombre.

Archivo: TheGovernessRebeccaSolomon.jpg
"La institutriz", una obra de Rebecca Salomon, la hermana, también artista, de Salomon. Se dedicó a pintar lo que se llamaba "pintura de género", donde reproducía, y en cierto modo criticaba, la discriminación social y étnica -sobretodo de los judíos, como ella y su familia- en la sociedad británica de la época. No sería, quizá, una pintora tan brillante como otros contemporáneos suyos, pero sí tenía facilidad para retratar la sociedad que le tocó vivir, y su obra ayuda a comprenderla a los que la vemos como algo lejano y no bien conocido.

Salomon (a la derecha, una foto suya vestido a "la oriental", como era moda en la época) fue el octavo y último hijo de una familia donde le padre, Michael (Meyer) Salomon, era comerciante de sombreros, y su madre Catherine (Kate) Levy, artista -se supone que actriz-. Tuvo la suerte de contar en su propia casa con otros dos hermanos pintores, su hermano Abraham (1824-1862), y su hermana Rebecca (1832-1886). Quizá el mejor fuera Salomon, pero sus hermanos también fueron pintores reputados, que tuvieron encargos, exposiciones y buenas -y no tan buenas- críticas. En el caso de Abraham, fue artista bien considerado, y si no hubiera sido por su temprana muerte -con menos de cuarenta años- es probable que hoy en día fuera más conocido. Respecto a su hermana, no tuvo tan buena crítica, en parte, las cosas como son, por su condición de mujer, de judía, pero también por no tener problema en describir las costumbres y peculiaridades de la sociedad de su época, sin ahorrar cierta crítica y acritud.
'Simeon Solomon' by David Wilkie Wynfield
Él también estuvo en la escuela de la Royal Academy -la Academia era una especie de "colegio profesional" de artistas, pero también ejercía como escuela y promotora de exposiciones, entre otras cosas- le dio la posibilidad de conocer a los futuros fundadores de la Hermandad, siendo amigo, sobretodo, de Dante Gabriel Rossetti, que por lo visto, era el más extrovertido de ellos, y el que, de alguna forma, buscaba nuevos futuros miembros del grupo artístico que se estaba creando dentro de la Academia -aunque rompiendo con los principios de ésta-. Ya se vio, sin embargo, que también era el más posesivo y celoso con su pareja, acabando en el suicidio de ella. También conoció, más adelante, al pntor Edward Burne-Jones (1857), y al poeta Algernon Charles Swinburne. Todo ello hizo que su arte se desarrollara y diera a conocer siendo muy joven, y ocupara un lugar, si no prominente, sí al menos, importante entre los pintores de su tiempo (en lo que sería, quizá, el tercer cuarto del siglo XIX).
Su primera exposición fue, sin embargo, en la misma Royal Academy, contra la cual no llegó a enfrentarse, ni a romper con ella, como sí hicieron otros prerrafaelitas. Eso no impidió que, al contrario que pintores como Leighton o Alma-Tadema, el sí formara parte de la Hermandad, que fue más pequeña de lo que, en principio, se podría creer. Desde esta exposición, en 1858, seguiría teniendo espacio en tan ilustre asociación hasta 1872. 
Respecto a la temática de sus cuadros, aparte de temas literarios o "naturalistas", tan habituales entre sus correligionarios, también se interesó por el Viejo Testamento -o sea, la parte de la Biblia común a cristianos y judios- y, en general, con temáticas históricas, sociales o religiosas que tuvieran relación con su pueblo, pues si bien el no era precisamente religioso, sí que, desde un punto más culturas que étnico -aunque quizá, también- se consideraba como parte del pueblo judío, y siempre estuvo, si no exactamente orgulloso, sí que tuvo presente sus orígenes y acerbo cultural. Su amistad con Swinburne le llevo a ilustrar -no fue el único, que de la pintura pasó a la ilustración, al dibujo profesional-  de su obra "Lesbia Brandon" en 1865, aunque no pudo publicarse hasta la muerte del poeta. La obra fue, en su momento, muy polémica, y eso que era una novela inconclusa, que parece ser una colección de retazos, de obra no completada, donde el protagonista parece conquistado, y conducido a una mezcla de castidad y erotismo -presente en toda la historia, aunque de una forma más limitada de lo que podría imaginar; estamos hablando de literatura británica, victoriana, del siglo XIX; el término "erotismo" sería de un nivel menor que, por ejemplo, un equivalente suyo francés- por la joven poeta, liberal y neo-pagana que da nombre a la obra: Lesbia Brandon -que no es lesbiana, sino que debe su nombre a la isla donde nació la legendaria Safo, Lesbos-.

"El rey Salomón" (1854), en los mejores tiempos del pintor

Shadrach, Meshach and Abednego in the Fiery Furnace, 1863 Wall Art & Canvas Prints by Simeon Solomon
Hananías, Azarías y Misael, los tres jóvenes del libro de Daniel (1863). Una de sus obras más conocidas, y basada, esta también, en el Antiguo Testamento.

En 1873, sin embargo, su carrera fue repentinamente del éxito al casi olvido, cuando fue arrestado en un urinario público en Stratford Place Mews, en Londres, acusado de intentar cometer sodomía con un hombre maduro de sesenta años. O dicho con palabras actuales, por querer mantener una relación homosexual. El hecho de haber aceptado ilustrar la historia de Swinburne, que fue un escándalo -el poeta no consiguió que se la publicaran en vida, y el hacerlo cuando él falleció, fue más por morbo del público que por otra cosa- demostraba que Salomon estaba un tanto cansado y agobiado por la puritana sociedad victoriana. Si ésta encontraba tan escandalosa una novela que sólo tenía una carga erótico-sexual limitada -la supuesta atracción entre el protagonista y su hermana era más imaginada por según que lectores que real-, no hacía falta imaginar lo que significaba que se descubriera que un pintor conocido fuera, si no homosexual, sí interesado en mantener una relación sexual en un lugar público con otro hombre. Homosexuales había, como los ha habido en todo momento y en todo lugar de la historia, pero aunque tuvieran asociaciones, clubs privados, o grupos de conocidos realizaran todo tipo de actividades -desde las más inocentes, hasta orgías de las que daban que hablar durante meses-, todo se mantenía convenientemente tapado. La sociedad victoriana era dura, puritana y muy religiosa, pero también había -siempre hay, en sociedades de este tipo- mucha hipocresía. El problema de Salomon fue que, sencillamente, le pillaron in fraganti, y él iba por libre.

"Un rabino sosteniendo la Torá"; un ejemplo de "pintura hebrea", que si bien no estaba destinada únicamente a la comunidad judía, demostraba que Salomon, aunque laico, nunca dejó de considerarse judío. El reconoció influencias culturales de todo tipo, desde la Biblia, hasta Shakespeare.

Simeon Solomon - Love in Autumn - 1866
"Amor en Otoño"; una visión un tanto distinta de un ángel -que aquí, tiene sexo y capacidad de enamorarse-.

Aquello le representó una multa y año y medio de cárcel, que acabó por una temporada de libertad vigilada por la policía, pero al año siguiente, sería de nuevo detenido, y condenado, esta vez sí, a tres meses de prisión. Una persona anónima podría haberse recuperado, aunque fuera marchándose a otra población a empezar de nuevo. Pero cuando se trataba de alguien famoso, y que, además, ni tenía demasiado dinero, ni nadie poderoso que le protegiera, la cosa cambiaba. Y a peor. Marchó a vivir a Francia, pero su fama le precedía, así que el exilio auto-impuesto no le sirvió de mucho.
Aparte de que sus encargos disminuyeron, acabó cayendo en el alcohol. Esto destruyó poco a poco su salud física y mental, lo fue distanciando de su familia -que, sin embargo, nunca rompió con él, ni desearon nunca dejarlo en la estacada; muy probablemente, Simeon tampoco puso mucho de su parte para reconstruir puentes-,  y acabó con su carrera. Fue a parar a lo que en aquel tiempo llamaban una workhouse, o casa de trabajo, donde los pobres sin recursos podían malvivir si a cambio trabajaban de forma obligatoria, pero no le ayudó a salir del pozo en el que había caído. En 1905 acabaría muriendo, precisamente, por el alcoholismo y una bronquitis, y fue enterrado en el cementerio judío de Willesden. Se podría decir, en resumidas cuentas, que su pecado -que no era tal, pero hay que tener en cuenta de qué época estamos hablando- mas que ser homosexual, fue el no ocultarlo, el vivir su sexualidad sin miedo, sin dejarse dominar o influir por la hipocresía de su época. Y eso no se le perdonó nunca.

Una foto de Simeon Salomon en 1896, cuando ya no fue capaz de salir del agujero del alcoholismo, la pobreza y el olvido.


    miércoles, 1 de abril de 2015

    Cerezos floridos, floridos almendros: campos de deslumbrante blancura.

    Con la llegada de la primavera, a uno y otro lado del mundo, hay árboles que nos anuncian la llegada de la nueva estación.



    En primavera, a uno y otro lado del mundo, hay al menos dos árboles que, al florecer, llenan de un blanco, níveo en ocasiones, entremezclado con diversas tonalidades rosáceas en otras, parques, jardines, y valles enteros.
    Uno es el cerezo, que si bien está presente en Europa, es en Japón donde su flor, la sakura ( en kanjiさくら en hiragana), es uno de sus símbolos nacionales. El otro, es el almendro, mucho más presente en Europa, y particularmente en España, aunque también en otros países. 


    El Palacio Imperial, en Tokio, rodeado de cerezos en flor. Fue reconstruido tras los bombardeos de la II Guerra Mundial.


    El cerezo en flor, símbolo del Japón eterno.

    Así debería considerarse. La sakura, la flor del cerezo japonés, es un símbolo nacional, pero también el protagonista del festival de Hanami (花見 ; en este kanji, el primer símbolo significa flor), en la que familiares y amigos se reúnen en parques, jardines o campos -en zonas rurales- con cerezos en flor, para comer y hablar, pero también para reflexionar sobre el sentido de la vida, a la sombra de éstos, mientras disfrutan de la belleza inigualable, y del buen tiempo, que deja atrás el frío del invierno. Tras el fin de esta festividad, empezará el curso académico en Japón, como si ésta fuera una forma de tomar fuerzas para el duro año estudiantil o universitario que se avecina. Se considera que el Hanami comienza cuando en el templo Yasukuni de Tokio han empezado a florecer los cerezos; una semana después, el espectáculo de la sakura ya ha llegado a su máximo esplendor.
    Aunque no es la flor nacional del país -lo es el crisantemo-, sí tiene una amplia simbología, además de una aceptación y atracción enormes. La imagen de un campo cubierto por los pétalos de estas flores, que se asemeja a un enorme sudario blanco-rosado -o directamente rosa claro-, simboliza la belleza de la naturaleza, y el renacimiento de la vida, que se prolonga año tras año.
    Entre los antiguos samuráis, la sakura era muy estimada, pues como ella, aquellos terribles guerreros acostumbraban a tener una vida corta -al menos, en períodos de guerra, lo que no ocurría siempre-, y además, se creía que la flor representaba la sangre que se derramaba en las incontables guerras civiles del Japón antiguo.
    En la actualidad, la flor representa la inocencia, la sencillez -en wikipedia y afines se habla de simplicidad, pero más bien creo que es lo antes dicho-, y la naturaleza en general.




    Más ejemplos de la magia de la sakura, que parece cubrir el mundo entero, y de donde los edificios parecen luchar por salir a la luz, y sólo ríos o lagos parecen contener a los cerezos, señores, en primavera, de los campos y parques japoneses.


    Cerezos en flor en la Península Ibérica: el Valle del Jerte, en Extremadura.


    En este valle de la España rural, casi despoblada, hay dos citas ineludibles para los amantes de la naturaleza: entre finales de marzo  y principios de abril,  para asistir a la floración de los cerezos, que tiñe el valle de un blanco absoluto. La segunda, será entre junio y julio, cuando la vida de sus flores llega a su fin, y se ve, al tiempo, a los árboles resplandeciendo de rojo intenso, el de las cerezas, y el suelo, cubierto por un manto blanco, como si se hubiera asistido a una invisible nevada, pues eso es lo que aparenta el sudario de pétalos de unas flores que no volverán hasta el año que viene.

    Los almendros del Valle del Jerte, cubriendo los caminos como una cúpula de flores.


    "Los pilones", en la Garganta de los Infiernos. Otro de los atractivos, aparte de los almendros en flor, del Valle del Jerte.


    Almendros en Málaga, el otro árbol que llena de blanco valles enteros.

    Es en Málaga, donde los almendros, un árbol que se supone que fue introducido por los fenicios hace ya casi tres mil años, llenan de blanco el principio de la primavera. Cerca de la capital, en los Montes de Málaga, se pueden encontrar no pocos de ellos, y algo más lejos, en los alrededores de los pueblos como Almogía o Casabermeja. Pero también se pueden ver, en gran número, en el valle del Gadalhorce, por donde discurre el río del mismo nombre.

    Los almendros que se pueden encontrar en distintos valles o zonas rurales, y urbanas, de Málaga.



    La telegrafía óptica, una de esas invenciones olvidadas del siglo XIX.

    Por un repentino interés por la ciencia decimonónica, una entrada sobre una forma de comunicación de breve existencia.


    En general, la telegrafía, como medio de comunicación, da que pensar en dos cosas que hacen referencia a ésta: que está desfasada y apenas ya nadie la usa, y que se transmite de emisor a receptor por medio de sonidos -de pitidos más largos o cortos, más bien; los famosos puntos y rayas-. Sin embargo, aunque una y otra cosa sean ciertas, también lo es el hecho de que la primera telegrafía fue anterior a la de Morse en décadas, y que se basaba, no en el sonido, sino en señales visuales. Es la llamada telegrafía óptica.


    Un invento revolucionario en una época revolucionaria.

    En pocas palabras, se podría decir que la telegrafía óptica fue el primer sistema telegráfico de la historia, y usaba para comunicar mensajes señales a distancia.
    Si bien ya hubo investigadores e inventores que, en los siglos XVII y XVIII experimentaron con lentes, lo que significó un preámbulo científico para el futuro invento, fue durante la Revolución Francesa (1792), cuando parece que el mundo iba a cambiar para siempre -lo que fue, en cierto modo, cierto- y de forma radical -ahí, no tanto-, cuando algunos científicos e inventores intentaron no sólo enriquecerse o hacerse famosos con sus creaciones o descubrimientos, sino que, muchos de ellos -quizá, incluso, la mayoría, debido a los aires tanto revolucionarios como patrióticos que recorrían de punta a punta el país galo- también intentaron, y a veces consiguieron, que éstos fueran adoptados por el Estado, y beneficiaran a la nación y al pueblo.
    Uno de ellos fue el ingeniero lionés -de Lyon- Claude Chappe, que consiguió inventar el primer transmisor de mensajes por vía óptica -de semáforos, se le ha llamado-, y más todavía, conseguir imponerlo a la administración estatal revolucionaria. Y no debió funcionar mal, o, al menos, no se le consideró mal invento, pues Napoleón lo fomentó, y prosiguió, todavía, durante años, en tiempos de la restauración monárquica y más allá. Más adelante, gran parte de Europa tomaría ejemplo, y cada país pondría en práctica sus propias líneas de comunicación óptica.

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    A la izquierda, una torre reconstruida, en Arganda del Rey, en España -quizá, la única restaurada, y que podría volver a utilizarse sin problemas-. A la derecha, una ilustración de principios del XIX, donde se reproduce una de las torres de Chappe, menos elaborada, y que sólo permitía transmitir letra a letra.

    El invento en cuestión consistía en una serie de torres altas, normalmente de base cuadrada, resistentes y desde donde el operador pudiera ver tanto una como otra torre que estaban, según como se quisiera mirar, delante y detrás de la suya -excepto, claro está, en la primera y última torres del recorrido, que acostumbraban a estar cerca de la costa, o de un lugar poco poblado, o de una frontera, aunque no lo suficiente como para que se pudiera ver algo desde el país vecino, por si acaso-.
    Para transmitir, por ejemplo, un mensaje entre dos ciudades entre las que había una distancia importante, el operador, que tenía que estar siempre atento a una y otra torre -razón por la que, muchas veces, no había al mismo tiempo uno, sino al menos dos; era lo que se llamaba "posición o estado de alerta o atención"-, por si los mensajes venían desde una u otro sentido, debía usar un sistema de brazos articulados, maniobrados por él mismo, tras haber aprendido una serie de códigos, que correspondían a letras y números. Así, cuando el operador de la torre emisora mandaba un mensaje a la siguiente, éste -que, antes de empezar a recoger el mensaje, tenía que demostrar estar en "estado de listo o preparado"- debía entenderlo a la perfección -o, al menos, intentarlo, porque parece que siempre hubo problemas de entendimiento-, y, una vez apuntado al completo, mandarlo a la otra torre, esperando que el operador de ésta también estuviera atento y fuera capaz de comprenderlo a la perfección. O algo así. Evidentemente, en ocasiones había problemas para transmitir un mensaje a través de una gran distancia. El segundo operador podía no entender del todo el mensaje del primero, y no saber transmitirlo exactamente como debiera -no sólo por problemas de comunicación, sino por equivocaciones en letras o números-. El tercer operador, el que lo recibía del segundo, podía cumplir a la perfección con su trabajo, o no. Y de ahí que, en ocasiones, diera que pensar si no habría un sistema mejor para comunicar una ciudad con otra.
    De todas formas, resultaba mucho más rápido que transmitir mensajes a caballo, pues en aquella época no había medio de comunicación más rápido -en tierra, se entiende-. En poco tiempo, se sustituyeron letras y números por palabras -un sólo símbolo por una palabra completa, o una frase corta, o un mensaje urgente y también corto, recogidos en un "libro de códigos"-, lo que hacía que aprender la simbología fuera más complicado, pero también más práctico. También la forma de transmitir fue mejorando poco a poco.

    GENTECADIZ 3 Codigo
    Reproducción de una hoja con uno de los primeros códigos de telegrafía óptica. Había una señal por letra, y no por palabras o frases. Era más sencillo de aprender, pero la transmisión, si tenía que recorrer una línea de muchas torres, podía resultar muy lenta.

    En su mejor momento, podía comunicar París, en el norte, con Marsella, en la costa mediterránea, en cuestión de pocas horas, mediante un código de cientos de palabras y frases. Existía, sin embargo, un gran problema, o más bien dos: no se podía transmitir por la noche -no había forma de iluminar correctamente, no había instalaciones eléctricas, en aquella época, y las pruebas con faroles no resultaron satisfactorias-, ni en momentos de mala visibilidad, como cuando nevaba o llovía con fuerza. Además, necesitaba de gran número de torres y de operadores bien adiestrados. En cuanto ocurriera algo en una o dos torres, o no hubiera hombres suficientes -por la causa que fuera-, la transmisión podía ser, o muy difícil, o directamente imposible.
    Hasta que, en 1845, Samuel Morse consiguió establecer la primera línea de telegrafía sonora en Estados Unidos. Nada menos que desde Boston, en Nueva Inglaterra, hasta Washington, en el centro de la Costa Este -aunque la ciudad esté algo al interior- del país. Una distancia realmente grande.
    Ni que decir cabe, que aquello fue el principio del fin. De Estados Unidos llegó pronto a Francia, que en aquel tiempo era uno de los países no sólo más avanzados, sino también más abiertos a novedades científicas y técnicas, aunque países como España tardaron mucho más en abandonarla, por la sencilla razón de que el morse también llegó, como casi todo, más tarde que a gran parte de Europa.
    Respecto a España, la telegrafía óptica empezó en 1844, prácticamente al mismo tiempo que empezaba a experimentarse con la eléctrica-sonora. En realidad, a medida que se extendía la primera, llegaba y se popularizaba la segunda, llegando a competir y, finalmente, quedar como única la eléctrica. En 1857 se daba de baja la última línea, la de Madrid-Cádiz -del centro al extremo sur-, por lo que, dicho sistema de comunicación apenas llegó a durar trece años, y expandida por gran parte del país, menos de una década. Y el hecho de que España fuera no sólo un país grande, sino también montañoso, y que hubiera amplias zonas poco o apenas pobladas -Castilla, Aragón, Extremadura- hizo que, realmente, nunca pudiera haber líneas que comunicaran el país al completo, de punta a punta.
    El interior de la torre de Arganda. Para más información, se puede entrar AQUÍ.