miércoles, 28 de diciembre de 2016

Los prerrafaelitas (LIV):Temas y personajes (y 6.-). La mitología griega, más alla de "La Odisea".

Los mitos y leyendas griegas, una de las bases de la ética y la cultura occidentales, influyeron sobremanera en los prerrafaelitas.


Dioses, semidioses, mortales heroicos o víctimas, deidades menores y monstruos...

Sin duda, los prerrafaelitas, tan amantes no sólo de colores o de la naturaleza, sino también de la fantasía en todas sus caras y alternativas, por pura lógica tuvieron que verse influidos por los antiguos griegos, y por extensión, también los romanos. Durante el siglo XIX, no sólo se fueron traduciendo al inglés prácticamente todo lo que unos y otros llegaron a escribir -descubrimientos posteriores aparte, evidentemente- sino que también hubo -no sólo en Gran Bretaña, sino también en Alemania, Francia, etc.- cada vez más historiadores y estudiosos del arte responsables de esclarecedores y atrayentes títulos que daban a conocer la Antigüedad a los europeos decimonónicos. Además, ya no eran solamente las clases altas las interesadas en ella, sino también, y cada vez más, la creciente y cada vez más culta clase media. Aparte decir, pero no olvidar, que la arqueología, desde tiempos del descubrimiento de Troya, Micenas, Tirinto, y la cultura minoica en Creta, comenzó a iluminar un pasado tan extraordinario como oscuro. 
Aparte, un dato más: Gran Bretaña, por encima de cualquier otro país -europeo o no- era un imperio extraordinariamente grande, poblado y poderoso. Nunca un país había dominado tanto territorio, ni había estado tan poblado, ni contenía dentro de sus fronteras una proporción tan grande de la población humana -se supone que en el Imperio Británico debían vivir, al menos, una cuarta parte de la humanidad-. Resulta lógico que los habitantes de ese imperio, de esa nueva Roma, que además, por su enorme peso en la cultura y el arte también ccreyera parecerse en algo a la antigua Grecia -o, al menos, a Atenas, que realmente fue la polis que, más y mejor que ninguna otra, representa lo que fue aquella época extraordinaria de un pueblo igualmente extraordinario-. Lógico, pues, que los británicos victorianos mirasen a ese pasado que consideraron suyo, y que pensaban, y no sin cierta razón, que eran sus antecedentes. O según como se mire, el Imperio Británico era el sucesor de griegos y romanos, a unos y otros, a la vez.
Ya se ha visto que se podrían dividir esas obras pictóricas -y de otro tipo, en tres grupos, según la temática, digamos, clásica:
-Las damas -jóvenes, adolescentes, a veces un poco mayores- que parecen posar para el pintor, que en ocasiones más bien parece retratar victorianas vestidas de romanas o griegas, y no mujeres de la época clásica propiamente dicha. Casi nunca se trata de mujeres, reales o de la mitología, con nombre y personalidad propia, sino jóvenes anónimas, que representan una Antigüedad donde todo el mundo parecía vivir en calma y sin preocupaciones, sin violencia ni -¡qué cosa tan desagradable!- esclavos o siervos. Aunque el nombre de neo-clásico -no prerrafaelita, son otra escuela- más bien sería francés, donde Jacques-Louis David sería uno de sus mejores representantes, en Gran Bretaña destacaría, por encima de cualquier otro, John William Godward. Él no era, ni se consideró, prerrafaelita, pero resulta evidente su influencia, en por ejemplo, Alma-Tadema. Sin embargo Godward, normalmente, retrata a uno o dos personajes, casi siempre femeninos, y no se interesa en grandes escenas, históricas o no, llenas de gente.
-Preferir retratar la Antigüedad de forma atractiva, incluso deslumbrante, pero dentro de lo que cabe, realista. Ya había suficiente conocimiento de cómo debía vivirse en Grecia, Roma, pero también en el Egipto faraónico, o en el cercano Oriente -Mesopotamia, Persia-, e incluso, en lo que se llamaba Tierra Santa, pues hay pinturas que, si bien tienen un trasfondo bíblico, su intento de retratar de la forma más exacta posible arquitecctura o vestuario dejan entrever que la religiosidad no tiene por qué estar en contra del respeto a la verosimilitud histórica. Tanto Lawrence Alma-Tadema, como en ocasiones, otros autores, como Frederic Leighton, fueron sus mejores representantes, si bien hubo autores fuera del prerrafaelismo -en la segunda mitad del siglo XIX, y aún algo después-, tanto en Gran Bretaña como en el continente, y en Norteamérica, también se apuntaron a ello.
-Y por último, los autores que, más que interesados en la representación histórica, optaron por dejarse influir por la mitología, tanto en temáticas de "La Odisea", como se vio en el capítulo anterior, como en cualquier otro mito, leyenda o cuento primero inventado, más tarde enriquecido por aedos, sacerdotes, o gente común de forma oral, y más adelante, puestos por escrito por poetas primero, dramaturgos y mitógrafos después. Los romanos, más bien, se redujeron a cambiar el nombre a dioses y humanos, y a recrear en nuevas obras lo que más les interesaba -y que consideraron, desde el primer momento, como literatura helena, raramente como relatos con alguna credibilidad histórica; hacía ya mucho que ni los mismos griegos la veían-. Curiosamente, o no -Roma fue la dueña del mundo antiguo, al menos, hasta Oriente Próximo; más allá de la Persia de los partos o los Sassánidas ya era otra cosa-, fueron las obras, y sobretodo los nombres que los romanos crearon los que más conocemos hoy en día -Ulises en lugar de Odiseo, o Hércules en vez de Heracles-. Esto se llamaría, por ejemplo, pintura de temática mitológica. Y entre otros, el que más destaca en ello, ya se vio con sus cuadros sobre las aventuras de Odiseo, John William Waterhouse.


Waterhouse, y el redescubrimiento de los mitos griegos, en ojos de un inglés.

John William Waterhouse no sólo pintó cuadros de temática clásica, o mitológica, ciertamente. A cierta edad, prefirió dedicarse a pintar cuadros basados en leyendas más modernas, u obras literarias británicas. Pero los griegos, desde luego, se le aparecieron muchas veces al pintor, que como pocos, pudo decir que se vio iluminado por las nueve musas -no por la décima, la única real, Safo, que iluminó más a Alma-Tadema y a su maestro, Godward, pero quizá por eso ellos la pintaron: por ser, precisamente, una mujer real-.

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"Hilas y las ninfas" (1896), es una de las obras más conocidas de Waterhouse, de tema mitológico o no. Hilas era el hijo del rey Tiodamante, a quién había asesinado Heracles -un personaje que lo mismo aparece como un esforzado héroe, que como un asesino o un saqueador o bárbaro, lo que hace pensar que, llegado el momento, más bien era la fusión de distintos personajes de naturaleza parecida, pero de distinto comportamiento, o bien era uno solo, pero recreado por gente bien distinta, que tenían también, de él, visiones claramente distintas-. Además, había secuestrado a Hilas, su hijo, a quién había transformado, en la práctica, en su esclavo sexual, si bien otras versiones, hablan de amigos, o incluso de amantes -resulta casi imposible encontrar una sola versión de una historia en la mitología griega-. Durante el famoso viaje de Jasón y los argonautas a la Cólquide -en la costa de la actual Georgia, y zonas cercanas-, en búsqueda del vellocino de oro, el Argo -el barco de los héroes- hizo un alto para recoger agua y buscar algún alimento, o reconocer donde estaban. Entonces, Hilas fue a un riachuelo, o una laguna, a buscar agua, y alla las ninfas -según versiones, una sola, o varias, pero llevando una la voz cantante y el resto acompañándola- le convención para que le acompañara, y de un tirón, se lo llevaron a las profundidades del hogar de aquellas ninfas acuáticas -había ninfas de todo tipo y naturaleza-. Y aquí, también hay versiones distintas: Hilas murió ahogado, o las ninfas le mantuvieron con vida, permitiéndole vivir bajo el agua; que fue engañado, o que, simplemente, prefirió abandonar a su amo Heracles, asesino de su padre, para vivir rodeado de inmortales beldades. Esta versión, que la da Robert Graves en su "Dioses y héroes de la Antigua Grecia", por lógica, debió ser, o habría sido, de ser verdad, la más lógica. Yo me habría ido con ellas, ciertamente.

"Hilas con una ninfa" (1893), fue una versión algo anterior de Watehouse de la misma historia. Aquí, es una sola ninfa, la que intenta, y consigue, conquistar y llevarse con ella a Hilas, que no parece interesado en recoger agua, sino en descansar, sin esperar lo que le espera. Quizá lo mejor que podría pasarle, en lugar de arriesgar la vida en el viaje de los argonautas, donde fue más bien obligado, o convencido -según versiones- por Heracles, el superhéroe de la mitología griega.

"Pandora" (1896), es otro personaje de la mitología que debió llamar la atención de Waterouse. La primera mujer fue creada por los dioses para dividir a los hombres de la segunda humanidad, la de la Edad de Plata -la Edad de Oro fue la de Crono y los titanes, y los humanos, o algo parecido, escasos y débiles, o demasiado inocentes, se extinguiern al transformar titanes y dioses olímpicos la tierra donde vivían en su campo de batalla-, aunque Prometeo, un titán de segunda generación aliado de Zeus y sus hermanos, pensaba en cosa bien distinta: los humanos de aquella segunda humanidad eran todos hombres, no se sabe si inmortales -seguramente no-, pero que, al morir por accidente, hambre o por ataques de fieras, su número disminuía, y su extinción sería segura. Y por cierto, la expresión "la caja de Pandora" es inaxacta, y viene de una mala traducción del griego realizada por italianos, no se sabe bien quien o quienes, del Renacimiento. En realidad, hace referencia a una jarra o ánfora, pero la traducción por "caja", pasó del italiano al resto de lenguas, y de ahí, a ser representada en cuadros, dibujos, etc.

"Jasón y Medea" (1907). Medea es, sin duda, el personaje más interesante de los mitos griegos. No se trata de un personaje pasivo, secuestrada, violada, conquistada o rescatada por el héroe de turno. Héroes que, como Teseo con Ariadna, a la que abandonó en Naxos después de que ella le ayudara a escapar de Creta con el resto de atenienses entregados por su ciudad como sacrificio humano al Minotauro, no es que fueran, precisamente, de comportamiento ejemplar. Medea, que aquí es la que parece llevar la voz cantante, la que, probablemente, está dando a un Jasón que es un heroe pasivo, que se deja ayudar en demasiadas ocasiones -porque, aunque valiente, no puede por sí mismo cumplir con sus misiones, sus obligaciones o deseos-, y que la está escuchando entre enbelesado y nervioso. Medea sería la que, con su poder, dormiría a la serpiente que no dormía nunca, que guardaba el vellocino de oro, y que, en lugar de otras mujeres de los mitos, griegas auténticas -ella era de la Cólquide, caucásica de raza, bárbara para los micénicos, que consideran la tierra de la hechicera como el fin del mundo, al lado del Cáucaso, el techo del éste-, tomaba sus propias decisiones, y no se retiraba del mundo, o se ahorcaba, cuando pensaba que había cometido un error, o había sido engañada. Fue de las pocas que vivió como quiso, dentro de lo posible, y murió ya anciana, o al menos madura, después de haber recorrido buena parte del mundo conocido por los aqueos, que nunca la vieron como una de los suyos, de "sus mujeres".

Esta segunda versión de "Lamia" representa, más bien, a una atractiva joven de indumentaria helena. Nadie podría ver en ella al antecedente de los actuales vampiros, pues, salvando las distancias, enormes en cuestiones culturales y temporales, no deja de ser uno de sus antecedentes. Probablemente, una lamia era una especie de ninfa -las náyades, nereas, bacantes o musas no dejarían de ser, realmente, comunidades o tipos distintos de ninfas, una especie de seres intermedios, entre dioses y humanos, deidades menores femeninas, bellas y siempre jóvenes, de orígenes muchas veces oscuros, que o bien eran inmortales, o de muy larga vida, y que lo mismo tenían hijos con los eternos del Olimpo, u otros dioses o algo así, como con simples humanos-. Las lamias, por lo visto, bebían sangre humana, o según algunos, hasta comían su carne, aunque también existían otras versiones, como que eran, simplemente, unas ninfas de las que no había que fiarse demasiado. Pero es que de este tipo, había otras, aparte de ellas.


Frederic Leighton, el hombre que lo pintaba todo con gracia.

"Ícaro y Dédalo" (1869), es una obra anterior a las de Waterhouse, que podría considerarse un artista casi de una generación posterior a Leighton, plenamente victoriano. Leighton pintó un poco de todo, y tambiénél se sintió interesado por la mitología. Dédalo, el diseñador del laberinto del minotauro, e Ícaro, su hijo, habian podido escapar de su propia obra, pero claro está, no de la isla de Creta. Necesitaban un barco, así que para eso creó unas alas artificiales, donde las plumas estaban pegadas con cera. Al ascender demasiado alto Ícaro, el calor derritió la cera, y es de sobra sabido qué pasó con él. Dicha historia, más una leyenda que un mito, fue contada durante siglos como ejemplo de lo que sucede cuando los hijos jóvenes no hacen caso de los sabios consejos de sus padres.

"Perseo y Andrómeda" (1891), fue otro de los cuadros de Leighton sobre uno de los mitos más conocido y largo de los helenos. Perseo, hijo mortal de Zeus -un héroe, en lenguaje de la época- salva a la princesa Andrómeda -por cierto, etíope, y por tanto de raza negra, aunque siempre se le represente blanca y de aspecto más nórdico o celta que mediterráneo-, que había sido ofrecida por sus padres, reyes de Etiopía, en sacrificio a un dragón -o un reptil monstruoso, en general- para que éste dejara de atacar a su pueblo. Con la ayuda de objetos fabulosos entregados en préstamo por otros dioses, finalmente pudo liberar a Andrómeda, con la que se casó. Perseo también es famoso por haber matado a Medusa, la única mortal de las tres gorgonas, cuya mirada petrificaba a sus enemigos.

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"El mito de Ícaro", en este caso, en versión de Herbert James Draper. En ocasiones, las obras de Draper son cosideradas como secundarias, o complementarias, de maestros más conocidos, como Leighton o Waterhouse, pero él también tenía su propia personalidad. Aquí, Ícaro no está a punto de emprender el vuelo, sino que yace muerto tras estrellarse -aunque no lo parezca, por estar sus alas artificiales en demasiado buen estado, tras el accidente mortal-. Las jóvenes que lo miran, entre dolidas y curiosas, debían ser ninfas de la costa -según versiones, o se estrelló en las rocas de la costa cretense, o se ahogó en pleno mar-, o tal vez, incluso sirenas. Ni se sabe bien dónde pudieron vivir éstas, ni tampoco, si existía más de una colonia.



Los prerrafaelitas fueron, y son, dentro del mundo del arte a nivel mundial, y sin importar épocas, de los más utilizados para representar los mitos griegos, y a la hora de crear entradas o post sobre algún tema mitológico clásico, sin duda, alguno de ellos acaba por "prestar" alguna de sus obras. Realmente, mucha gente acabó interesándose -o hacerlo con más ganas- por las antiguas historias de los griegos, precisamente, gracias a ellos, y otros artistas del siglo XIX, más modernos, y con obras más espectaculares, que otras más clásicas -aunque igualmente, extraordinarias- de períodos anteriores, como el Renacimiento o el Barroco.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Ramón Casas, el pintor e ilustrador más importante del modernismo catalán y español.

En España, y en particular en Barcelona y el resto de Cataluña, el modernismo fue, básicamente, arquitectónico. Pero hubo pintores con mucho que decir.


Un artista entre dos siglos: el XIX del modernismo, y el XX del neocentismo y otras vanguardias.

El modernismo, en España, estuvo en gran parte concentrado -aunque no sólo- en Cataluña, y no sólo en Barcelona, como podría pensarse -en mi propia ciudad, Reus, hay cantidad de edificios modernistas, aparte de ser lugar de nacimiento del mismísimo Gaudí, aunque en el vecino Riudoms se duda de ello-, pero, en principio, tanto el ya nombrado Gaudí -uno de los arquitectos más importantes, a nivel mundial, de la segunda mitad del siglo XIX, y los primeros años del XX, aunque a su muerte, ya existían estilos arquitectónicos bien distintos-, como otros muchos -Puig i Cadafalch, Doménech i Montaner, etc.- harían pensar que el modernismo, o art nouveau -como era conocido en el mundo francófono; en el mundo germánico tuvo nombres y sub-estilos distintos, sobretodo en Viena- fue, básicamente, un estilo arquitectónico. A lo sumo, también tuvo su influencia directa en el mundo del diseño de muebles, lámparas, enrejados...
Pero, ¿y en la pintura, o el dibujo? Pues también, sí, también hubo pintores, que en general, igualmente trabajaron de dibujantes, o mejor dicho, de ilustradores, tanto de cartelería -obras de teatro, anuncios que se podían ver en cristaleras de tiendas, establecimientos conocidos por su apoyo a la cultura, y en particular, a las vanguardias...-, como en libros -tanto portadas, como ilustraciones interiores-. Y uno de ellos en nuestro hombre: Ramón Casas.

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Un autorretrato de 1908. En esa época, principios del XX, dedicó mucho tiempo al retrato al carboncillo.

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"El garrote vil" (1894), fue un tipo de ejecución que sólo existió en España -o en sus colonias-, y que acostumbrava a usarse para ajusticiar gente de origen modesto -de ahí lo de vil, en referencia a la gente común, no noble-. Casas quiso dar más protagonismo a la multitud, que se agolpe alrededor de tan siniestro espectáculo -una ejecución real que pudo ver el pintor en 1883 con sus propios ojos-, más que en el condenado, el verdugo o los sacerdotes. No fue su primer cuadro de multitudes, pero este resulta más atractivo que otros, sobre regatas o corridas de toros. Y más útil para conocer un pasado relativamente reciente.

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"La carga", o "Barcelona 1902" -aunque, en realidad, se acabó en 1900-, ha sido, durante mucho tiempo, una clara representación de la fuerza bruta del poder contra el pueblo en rebelión o protesta. Obra de gran formato, representa hechos contemporáneos del pintor de forma realista, y hoy en día, son una ventana al siglo XIX, como la obra anterior.

Ramon Casas i Carbó nació en 1866 en Barcelona, y fue un artista versátil y poliédrico, tanto en estilos, como en temáticas. Se dedicó a los retratos de gentes importantes y conocidas de la época, en cuadros realistas, en otros de estilo más moderno -o sea, modernista, art nouveau-, así como a caricaturas, cartelismo, y lo que saliera. La visión del modernismo catalán que tenemos hoy en día, realmente, tienen de base, tanto  o más que los edificios que nos han llegado, en general, en buenas condiciones -no pocos de ellos se han ido restaurando en los últimos años; eso, también lo he podido comprobar en mi propia ciudad, y no sólo en Barcelona, o en Comillas, por ejemplo, en "El capricho" de Gaudí-, los cuadros, y sobretodo los carteles e ilustraciones de gente como Ramon Casas.
Hijo de una familia adinerada, en 1877 abandonó la escuela para estudiar arte en el estudio de Joan Vicens Cots, y siendo aún muy joven, fue uno de los fundadores de la revista "L'Avenç" -"El avance"-. En 1881, con la excusa de acompañar a un primo suyo a estudiar a París, decidió quedarse a vivir y estudiar durante un tiempo en la ciudad de la luz, que en aquellos tiempos, era uno de los centros culturales y artísticos más importantes del mundo, si no el que más. Allá, además, fue corresponsal de su revista en Francia, aunque lo que más tiempo le ocupó fueron sus primeras obras, digamos, en serio. Así, en 1882 realizó su primera exposición, en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883, expuso su "Autorretrato vestido de flamenco" en la sala de los Campos Elíseos de París, lo que le abrió puertas en salones y asociaciones de críticos de arte, y de artistas propiamente dicho. Lo que cualquier pintor de la época soñaba con hacer al menos una vez en la vida: triunfar, o al menos llamar la atención, en París, ciudad llena en esa época -y lo seguiría estando durante algunas décadas más- con artistas de todo el mundo.
En la década de los 80 siguió pintando, viajando -vivía entre París y Barcelona, pero también visitó Madrid y Granada-, iniciándose en la pintura de multitudes, y conociendo a artistas como Santiago Rusiñol, o Ignacio Zuloaga, amén de sobrevivir a una tuberculosis, una de las enfermedades que diezmaban de forma crónica a la población de todos los países europeos, sin importar demasiado su origen social -aunque, evidentemente, los ingresos económicos de las familias eran vitales para que una persona pudiera, o no, sobrevivir a ella, aunque en no pocas ocasiones, ni el dinero podía curarla-.
Con su amigo Rusiñol, se volvió a instalar en París, donde el primero ejercía de corresponsal de "La Vanguardia", y Casas ilustraba sus crónicas. En esa época, es cuando consiguió ser miembro de la Sociedad de Artistas Franceses, lo que permitía participar en exhibiciones anuales, sin paso previo de descarte de jurados.

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"Joven decadente", de 1899, es una vuelta a los tiempos parisinos. También, una temática de Casas de esos años: mujeres modernas, cosmopolitas, que viven como quieren, sin hacer caso a lo que piensen sobre ellas.


Fama mundial, para un artista por redescubrir.

Fue a partir de la década de los 90 cuando expuso no sólo en España, sino también en Berlín, París, Chicago, etc., además de Sitges, que empezó a ser algo más que una pequeña población costera: un centro de turismo minoritario -porque en aquellos tiempos, poca gente podía permitirse hacer turismo-, de segundas residencias, pero también cultural. También, en esa época, empezó a notarse, no sólo en Casas, sino también en otros pintores europeos -tanto franceses, como también alemanes, de la Europa Oriental, austriacos...- la aparición de un estilo pictórico nuevo, que parecía un híbrido o intermedio entre la pintura académica realista y el impresionismo francés, pero sin querer llegar "más allá", creando la simiente para vanguardias posteriores, como sí consiguieron hacer los llamados post-impresionistas -Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Gauguin... cada uno, realmente, bien distinto de los demás-:se trataba de lo que se llamaría, poco después, modernismo, expresión que se usa más que art nouveau cuando se hace referencia a la pintura y el dibujo.
Ese modernismo estético, pictórico, encontró un centro donde poder reunirse sus miembros -Casas, Rusiñol, Utrillo...- para  hablar, participar de sus proyectos, comentar sus trabajos todavía inacabados, realizar exposiciones-, en el bar "Els Quatre Gats" -"Los cuatro gatos"-, que quería ser la versión barcelonesa de "Le Chat Noir" -"El gato negro" de París-. Se encontraba en los bajos de un edificio de Puig i Cadafalch, y contaba, aparte de exposiciones y tertulias, con una pieza fija, un autorretrato de Casas pedaleando sobre un tándem -una bicicleta para dos-, junto a su amigo, el promotor y animador cultural -entre otras cosas- Pere Romeu.
Porr tener, el bar tuvo su propia revista, que tuvo vida bien corta, pero a la que siguió "Pel i Ploma",  -"Pelo y pluma", imagino que refiriéndose al pelo del pincel, y a la pluma de dibujar y escribir-, en la que participó siempre que pudo. En esa época, es cuando se dedicó de forma seria y profesional al cartelismo -el diseño gráfico, diríamos ahora-, para empresas como "Codorniu", o "Anís del Mono".
Poco más que añadir, excepto que su fama se extendió por toda Europa, y también por Latinoamérica, sobretodo Argentina. También en ese momento, a partir de 1900, se dedicó a la caricatura de gente conocida, tanto en el mundo de la cultura como de la política, y algunas obras realistas suyas, como "El garrote vil", sobre una ejecución pública, o "La carga" -después, conocida como "Barcelona 1902", basada en una carga de la guardia civil sobre unos huelguistas, le hcieron famoso, sí, pero en ocasiones, también levantó ampollas, pues Casas, cuando se interesaba en retratar la sociedad, y quizá debido a la fama y buena posición social y amistades importantes que había conseguido, no temía enfadar a quien no debía.

"Flores deshojadas" (1894), fue una obra de su mejor época. La pintura fue un escándalo, porque la sociedad barcelonesa -y en general catalana y española- era más conservadora que en otros países europeos. Casas quería llamar la atención de una estúpida y brutal idea de la época: la mejor forma de curarse de la sífilis, era mantener sexo con una virgen. De ahí, que hubiera durante algunos años tantos casos de violaciones de adolescentes, e incluso niñas. Pero la gente bienpensante sintió más vergüenza de su cuadro, que de las barbaridades que ocurriían en sus calles y casas. Como no pudo venderla, se lo regaló a su amigo, el compositor Isaac Albéniz -abajo a la derecha, sobre la firma y la fecha, se puede ver la dedicatoria que le escribió-.

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"Plen Air" -que podría traducirse como "Al aire libre" (1890), la realizó en París, mezclando el impresionismo francés -todavía vivo- y el realismo naturalista que buscaba parte de la pintura academicista, y que más adelante, alcanzaría lo que se podría llamar hiperrealismo, que aquellos tiempos todavía no se había conseguido. Es una de sus obras más conocidas y representativas de su estilo, que al ir variando entre el academicismo, la influencia francesa, el modernismo, y más adelante, una vuelta al realismo, además de sus trabajos en cartelismo y dibujo al carbón, realmente, debería llamarse "estilo Casas".

Tras conseguir la amistad del coleccionista norteamericano Charles Deering -tener un buen patrocinador y  mecenas en mucho conseguir-, conoció a una joven, de apenas dieciocho años, cuando él rondaba los cuarenta -veintidós años de diferencia-: Julia Peraire. 
Que un hombre famoso se encaprichara de una jovencita de origen modesto -era vendedora de lotería- tampoco es que fuera algo extraordinario. No fueron pocos, los artistas que tuvieron relaciones sentimentales y/o sexuales con sus modelos -Rossetti sería un ejemplo de libro-, pero raramente deseaban casarse con ellas -aquí, se podría decir que el ya nombrado Rossetti se casó con Siddal, pero es que en aquellos tiempos, tenían una edad parecida, y si Siddal era de clase media-baja, Rossetti era un artista bohemio y poco conocido; más bien, era el pintor, el mal partido de ella, y no al revés-, así que resultaba normal que la familia y más de un amigo, y no pocos conocidos de la clase alta, o la media-alta, que conocía o trataba el pintor, decidieran oponerse a la unió, o al menos, aconsejarle de que no echara su vida por la borda. Según ellos, claro está.

Una fotografía de Casas con Julia Peraire, cuando ya estaban casados.

"La sargantain", fue uno de sus retratos de una Julia jovencísima, osada, que se sentía encantada de ser el amor -correspondido- de un gran artista, que nunca la trató ni como una niña, ni como una posesión. Tal vez eso, el respeto la falta de celos -que se sepa- también animó a la joven a mantener una relación que acabó sólo cuando falleció el pintor.

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Una obra más personal y atrevida de su amante Julia. Casas pensaba que ya iba siendo hora de que el desnudo -sobretodo el femenino, porque el masculino ya era normal en el arte desde tiempos del Renacimiento- no fuera tabú.

Sin embargo, Casas y Peraire, después de que ella fuera modelo y amante suyo durante años, llegaron a casarse, y además, el matrimonio, a pesar de la diferencia de edad, funcionó. La joven Julia fue su modelo desde poco después de conocerse, aunque no pudieron casarse en ese momento, sino cuando ella ya contaba con treinta y cuatro años, y él, unos cincuenta y seis. Vivieron juntos hasta la muerte de su artista, y la retrató de diversas formas y estilos: como jovencita, como señora casada, o como musa, para nada inalcanzable. Muchos cuadros de sus últimos años tienen como protagonista, precisamente, a ella.
En la primera década del siglo XX, se dedicó mucho al dibujo al carboncillo, sin abandonar nunca la pintura, y viajó por Cuba y Norteamérica, y también Europa, aunque la I Guerra Mundial hizo que ya no viajara apenas, acabando por establecerse definitivamente en Barcelona. También fue el responsable de la restauración de un pequeño pueblo abandonado, Tamarit, muy cerca de la ciudad de Tarragona -actualmente, forma parte de su municipio-, que había comprado su mecenas y amigo Deering, pero, cuando falleció en 1932, hacía tiempo que su época había pasado. En aquellos difíciles años, el modernismo había pasado ya a la historia, y otras escuelas y vanguardias habían cogido el testigo.

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Ejemplos de trabajos publicitarios de Casas, para Anis del Mono, y Codorniu.

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Una ilustración de 1899, de la revista "Pel i ploma".


miércoles, 21 de diciembre de 2016

Los prerrafaelitas (LIII): Temas y personajes (5.-). "La Odisea", como relato mitológico más atractivo para los artistas.

La historia de Ulises, y los personajes que encontró en su viaje, junto a otros personajes de los mitos griegos, fueron protagonistas de no pocas obras.


Una nueva visión para unas historias eternas.

Sin duda, fueron los personajes y los hechos contados en la Odisea, y en general, contenidos en los mitos y leyendas de los griegos antiguos, uno de los filones que aprovecharon, tan fascinados por ellos como deseosos de aportar sus nuevos puntos de vista, tanto los prerrafaelitas, como pintores contemporáneos suyos -románticos, neo-clásicos, o de corrientes posteriores-, tanto en Gran Bretaña, como en toda Europa.
Aún así, hay que tener en cuenta que el término "influencia greco-romana", no significa traslación directa de los personajes de los mitos a la tela, porque los neo-clásicos, por ejemplo, más bien hacían retratos de damas -adolescentes o jóvenes algo mayores- que bien podrían haber sido de mujeres contemporáneas suyas, sólo que vestidas de griegas o, en menor medida, de romanas. Otros autores, como Alma-Tadema o Poynter, si bien gustaron, y mucho, de retratar la Antigüedad -Roma, Grecia, pero también, en ocasiones, el Egipto de los faraones, y una visión más historicista de lo normal de relatos o hechos del Antiguo Testamento-, prefirieron prescindir de mitos y personajes de ficción, humanos o divinos, y prefirieron reflejar a otros reales -emperadores romanos, por ejemplo- o simplemente, hombres y mujeres anónimos, en ocasiones en grandes obras repletas de personajes, y donde la arquitectura y la recreación histórica en general tenían gran importancia, y que hacían viajar a quienes las admiraban a unas épocas lejanas y perdidas. Perdidas, sí, pero parcialmente -y cada vez más- recuperadas por historiadores y arqueólogos, que a partir de la segunda mitad del siglo XIX, desenterraban en todas partes -Grecia, Italia, la actual Turquía, Mesopotamia, Egipto...- ciudades y hasta civilizaciones enteras que, pocas décadas antes, o eran casi leyenda, o se dudaba de su propia existencia, porque apenas había rastro de ellas en documentos o hallazgos anteriores, caso de los sumerios o de los hititas, o incluso, de las grandezas de Babilonia y Asiria.
Entonces, ¿quienes fueron los que más y mejor retrataron los llamados mitos, sin más, por considerar la mitología griega como una de las bases culturales y espirituales de Occidente? Se podría hablar, principalmente, de dos: John William Waterhouse, y Frederic Leighton, aunque hubo más. En realidad, casi todos ellos, antes o después, acabaron cayendo en los brazos de los héroes, las doncellas y los dioses y deidades menores que forman ese tapiz de mil hilos, que  no parece tener límites, y que cuenta con tantas versiones y contradicciones, por haber sido creado no por un individuo -ni tan siquiera por un Homero, o un Hesíodo, que son parte de ello, pero sólo parte, y no la mayor-, sino por generaciones y generaciones de griegos, y no sólo por aedos, el equivalente a juglares o trovadores de la época oscura -la llamada "Edad Media Griega", y posteriormente, y en menor medida, la Época Arcaica.


"La Odisea", obsesión y mina de temas para Waterhouse y otros.

Sin duda, "La Odisea", la historia de Odiseo -el Ulises de los romanos, que es como lo conocemos hoy en día-, segunda obra de ese tan oscuro como legendario personaje que fue Homero, interesó mucho más a prerrafaelitas y otros artistas de toda Europa más que "La Ilíada". En realidad, aunque una sea continuación de la otra, son obras bien distintas: en "La Ilíada", vemos una historia de guerreros, de héroes que se exterminan unos a otros, en un combate inacabable, que ellos creen estar en cierto modo controlando, y sin tener en cuenta que son los dioses eternos los que literalmente juegan con ellos, tomando partido por aqueos y troyanos más por enfrentamientos entre ellos, o por caprichos o supuestas ofensas recibidas por unos u otros, que por llevar más o menos razón en aquel destructivo conflicto, tumba de tantos héroes, con o sin sangre divina.
En cambio, "La Odisea" es bien distinta, y no sólo porque cuenta con un sólo personaje principal, Ulises/Odiseo, sino porque se nos representa un hombre en parte héroe guerrero, y en parte un ser más humano, creíble y cercano, que no duda en mentir o en contar historias para salirse con la suya, pero que, también, utiliza su mente más que su fuerza física -que no es poca- para sortear peligros y amenazas.
Además, en la historia de Ulises existen personajes femeninos con personalidad propia -y dichos personajes encantaban a los prerrafaelitas-, que apenas se pueden ver en "La Ilíada", donde la famosa Helena es más una excusa para la guerra -para la historia que transcurre, para contarla, y para declarar un conflicto que necesita de alguna razón que no deja de ser, realmente, risible: por culpa de una esposa que escapa de un marido que no quiere, al lado de su amante asiático, dos civilizaciones se destruyen, porque los aqueos, tras tanta guerra y tantas pérdidas humanas, no salieron, precisamente, bien parados-. Circe, al contrario que Helena, sí tiene personalidad propia, y a pesar de su origen divino, se transformó, junto a su sobrina Medea, en la base de lo que, siglos después, serían el prototipo de las hechiceras y las brujas -contando también la poderosa influencia celta, sobretodo, de Morgana, enemiga de su medio hermano Arturo, rey de Britania-. Y además de la bruja, también podían encontrarse allí a Calipso -esta, más que otra bruja o hechicera, es más bien una solitaria diosa desterrada en una escondida isla, pues eso es lo que Ogigia, la islata donde vive, significa en griego-, a la bella, joven pero independiente Nausícaa -sí, se llama igual que el personaje del anime de Miyazaki-, hija de Antinoo, rey de los feacios -se cree que Feacia, su tierra, sería la isla de Corfú, en la costa noroccidental de Grecia-, o la misma Penélope, esposa de Odiseo/Ulises, y puesta como ejemplo de todas las virtudes de la mujer griega, pasada o presente -para los griegos de tiempos de Homero, Penélope ya llevaba muerta siglos; para los de la época clásica, ya era un lejano mito-.
Como ya se ha dicho, hubo sobretodo dos artistas que sintieron interés por la historia de Ulises, y por los mitos en particular: Waterhouse, y Frederic Leighton, aunque hubo más.

"Ulises y las sirenas", de Herbert James Draper. Aquí, las sirenas no se conforman con intentar atraer a Ulises y sus marinos desde rocas de la costa, sino que, literalmente, invaden su nave. Además de ello, las sirenas de Draper son capaces de algo que fascinó a griegos y romanos -sobretodo a estos últimos- como son las metamorfosis, la transformación de unos seres en otros, bien de forma voluntaria, o como maldición o castigo divino. La sirena -y en ocasiones, su versión masculina, el tritón, más habitual en mitologias del norte, como la celta- capaz de transformarse en mujer humana, perdiendo su medio cuerpo de pez por unas piernas con las que moverse entre los bípedos de la superficie, ha acabado viéndose en no pocas obras de todo tipo: cine, cómic, animación, ilustración...

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"Circe ofreciendo la copa a Odiseo", de Waterhouse, que casi se obsesionó con la hechicera. Aunque tenía sangre divina -su padre era Helios, algo así como un dios menor o secundario, que trasladaba el Sol a diario-, era una mujer de carne y hueso. Eso sí, inmortal y libre de envejecimiento. Es, junto a la también hechicera Medea -sobrina suya, además-, uno de los personajes femeninos más fuertes e independientes, también más interesantes, de la mitología griega. Ella vive prácticamente sola -cuenta como sirvientas con algunas obedientes ninfas, unas deidades menores, innumerables, que parecían servir para ocupar cualquier papel secundario en un mito cualquiera-, y se divierte transformando en animales a los desgraciados que llegan a su solitaria isla, aunque no queda demasiado claro el por qué. Circe es aquí protagoista, y Odiseo sólo puede verse e el espejo que se encuentra a su espalda, mientras ella, sentada en su trono -al fin y al cabo, es un ser divino y de extraordinario y oscuro poder- le ofrece la copa con el bebedizo que, teóricamente, habría transformado a Odiseo, como a sus compañeros, en cerdo. Si el héroe pudo salvarse de tan siniestro destino, fue gracias a Hermes, el Mercurio romano, que le avisó y ayudó, y que, además, era bisabuelo suyo por parte de su madre.

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"Circe envidiosa" (1892), donde Waterhouse vuelve con la hechicera.

"Ulises y las sirenas" (1891). Aquí, Waterhouse es fiel al retrato que Homero hace de las sirenas: no tenían medio cuerpo de pez, sino que eran, básicamente, pájaros con cara y cabello de mujer, aunque en ocasiones se las pinta o dibuja con un aspecto más humano, pero con alas y patas de pájaro. Según Homero y otros, las sirenas más bien parecen parientes de las arpías. Según algunos relatos, o más bien suposiciones de los antiguos -le dedicaron poco espacio, a sirenas, arpías y otros seres femeninos-, en una apuesta con las musas, perdieron las plumas, y acabaron transformándose -¿con ayuda de algún dios, como Poseidón?- en seres medio humanos, y medio marinos.

Aunque no corresponde, realmente, al episodio o canto de "La Odisea" dedicado al encuentro de Ulises y los suyos con las sirenas, es sin duda la obra de Homero la que las hizo inmortales, pues todavía se les recuerda y representa de todas las formas posibles. Aquí, una de ellas, disfrutando llevando a la muerte a un pobre desdichado que escuchó su canto. "La sirena" es de 1900, posterior al cuadro dedicado al canto dedicado en parte a ellas.


"Penélope y los pretendientes" (1912), fue una de las últimas obras de Waterhouse. No es, seguramente, de las mejores, pero sí demuestra que el artista no olvidó nunca la Odisea hasta, prácticamente, sus últimos años como pintor en activo. El espíritu de Homero y sus criaturas lo poseyó, no hay duda.



lunes, 12 de diciembre de 2016

Arquitectura brutalista: cuando el nombre lo dice todo ¿o no?.

Dentro de las vanguardias o escuelas arquitectónicas que proliferaron en el siglo XX, es de las menos tenidas en cuenta, a pesar de la huella que ha dejado.


Brutalismo, o a lo bruto, pero con estilo. Alcanzando la utopía social a golpe de hormigón.

Raramente hablo de arquitectura, porque no es un tema que controlo o conozco, no ya en profundidad, sino de forma algo mayor que la más fina superficialidad -conocimiento epidérmico, podríamos decir-. Pero en ocasiones, me apetece escribir un poco sobre ello, y de paso, encontrar una excusa para leer -estudiar por libre, realmente- sobre tal o cual estilo o maestro.
En este caso, no es que esté tratando, precisamente, sobre una escuela o estilo arquitectónico que destaque por su belleza o atracción a primera vista, pero aún así, me ha llamado la atención, por su mezcla, en ocasiones, de fealdad, de aspecto duro y basto, pero al tiempo, de modernidad, de vanguardia, de intentar dar un salto hacia la utopía social, el cambio radical no sólo en la arquitectura, sino también en la planificación urbanística de la ciudad del futuro. Un futuro que estaba, por lo visto, a la vuelta de la esquina. Pero eso sí, había que atreverse a dar la vuelta a esa esquina, y el hormigón parecía una buena herramienta, aliado incondicional de un grupo de arquitectos que buscaban la utilidad, el buen precio, la simplicidad, por encima de lo que consideraban el despilfarro en adornos improductivos. Bienvenido brutalismo, y adiós art déco.

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Habitat'67, en Montreal (Canadá, en la provincia francófona de Quebec). Caso claro de edificio de viviendas. ¿Cómo debe ser vivir, guiarse, en semejante laberinto cúbico?


¿En qué consiste? ¿Quién, y con qué lo crearon e hicieron crecer?

Digamos, si hacemos caso a la wikipedia y otras webs, que a partir de principios del siglo XX, o más bien a partir de los años 30 y 40, pasado el art nouveau a los libros de historia del arte, e intentando sobrepasar el art decó y el neocentismo, apareció un tipo de "espíritu arquitectónico" conocido como Movimiento Moderno, que como todo movimiento cultural y artístico, fue mucho más variado de lo que podría pensarse. Allá se encontraban, juntos o no, los racionalistas, construccionistas, Le Corbusier, Gropius, Aalto, la escuela alemana Bauhaus, etc., y de allá, de esas bases, se desarrollaron estilos -o neo-estilos, o pseudo-estilos... me encantan los prefijos y sufijos greco-latinos; tanto, que a veces abuso de ellos- apareció el brutalismo.
Su nombre viene del francés, al menos, en principio, pues el hormigón crudo -o sea, sin nada sobre él, a la vista de todos- se llama en francés "béton brut". De ahí, el crítico Reyner Banham creó el término "brutalism", en español, brutalismo. Con toda probabilidad, Banham no buscó una traducción directa del francés al inglés, sino una forma de describir el movimiento de forma, más que bruta, cruda, y parece que acertó.

El Complejo Cultural Teresa Carreño de Caracas (Venezuela). Cuando la economía de este país latinoamericano empezó a beneficiarse de los ingresos petrolíferos, se construyeron gran número de edificios e infraestructuras públicas vanguardistas y espectaculares. Un atractivo turístico que poca gente conoce.


Roger Stevens Building, en Leeds (Reino Unido), forma parte del campus universitario de la ciudad.

Respecto a la época durante la que campó a sus anchas en las ciudades de medio mundo, fue entre los 50 y los 70, tiempos en que se intentaba olvidar la II Guerra Mundial, su barbarie y su destrucción, y se buscaba, a veces de forma inocente, y otras casi desesperada, como si nada hubiera tras las vanguardias, ni nada delante, el futuro, la utopía, el fin de la historia. Como casi siempre, no hubo un único padre, ni tan siquiera un único abuelo. Le Corbusier o Sarineen influyeron, sin duda, pero fueron los británicos Peter y Alison Smithson los que lo desarrollaron -Gran Bretaña fue su lugar de nacimiento-, trabajaron y reimaginaron, allá donde iban, y dependiendo de los encargos que recibían. Un autor considerado brutalista más moderno, sería el japonés Tadao Ando.
Porque eso era otra. Los brutalistas, aunque diseñaron no pocos edificios de viviendas u oficinas, intentaron, y normalmente lograron, que fueran otro tipo de construcciones las que lograran representar su estilo como todo lo que buscaban, lo que deseaban aportar, de lo que querían convencer, a la sociedad: museos, sedes de administraciones u organismos públicos, universidades e institutos, auditorios, o en caso de los edificios de oficinas, que fueran centrales de grandes empresas multinacionales -empresa y edificio de sede central todo en uno, representándose el uno al otro-.
El brutalismo, como indicaba su nombre original en francés, tiene como material base el hormigón, pero no solo. También esa pareja de la arquitectura moderna, tan unidos uno y otro, como son el cristal y el acero, además de la piedra basta, áspera, parecida al hormigón, o el ladrillo -los Smithson lo usaron mucho-, y no precisamente un ladrillo fino, brillante, sino también basto, como recién salido del horno. El colocar tuberías u otras instalaciones técnicas en el exterior, a la vista de todos, también fue algo que dio no poco que hablar.
La forma de estos edificios es bastante angular, con una geometría tal, que parecen haber sido creados, más que construidos, por gigantes armados de enormes reglas, escuadras y cartabones. La linea recta abunda, y el circulo, o más bien la forma redondeada, sólo se ve en raras ocasiones, pero claras. Normalmente, en escaleras exteriores, o en balcones, que a veces parecen pegados, o bien discos que, volando por los aires, se han estrellado y quedado incrustados en inmaculados y rectilíneos edificios que parecen haber salido de inmensas fábricas, y donde a veces se pueden observar las texturas de los moldes de madera empleados para conseguir esas formas tan rectas, tan derechas, tan inquebrantables.

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Gimnasio de la prefectura de Kagawa (Japón). Salvando las distancias de cultura y tiempo, el brutalismo tiene cierto aire a versión vanguardista y con hormigón de la arquitectura tradicional japonesa, amante de la simplicidad y las líneas rectas.

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Real Colegio de Médicos de Londres. Belleza en la simplicidad, rodeada de árboles.

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El Teatro Argentino, en la ciuda de La Plata.

Lo que sí representan, a falta de atractivo antiguo, de belleza clásica, es fuerza, energía, deseo de cambio, futuro próximo, que casi podría tocarse con los dedos de una mano. Pero los Smithson y otros, a la hora de hacer del brutalismo el estilo de la utopía, y que en Occidente no tuviera muchos seguidores, o que no pocos barrios o grandes edificios obreros o de oficinas acabaran sufriendo la decadencia económica y social que sufrieron Europa, Norteamérica y el mundo a partir de las crisis del petroleo de los 70, hizo que acabara siendo olvidado, dado de lado, aunque bastantes obras públicas individuales y con personalidad propia -museos, universidades-, han corrido mejor suerte, y ya no llaman la atención como algo en exceso moderno, rupturista. A veces, hasta consigue ser una atracción turística, aunque la verdad, en pocas ocasiones. Quizá por eso no sólo proliferó en el norte de Europa -sobretodo Gran Bretaña-, sino también en países que luchaban por su desarrollo económico y su progreso social, pero también por su modernización, y que deseaban participar en las vanguardias artísticas y culturales, como Venezuela, Argentina, Perú o Brasil -Latinoamérica, al menos en los 70, fue tierra abonada para el brutalismo-, pero también en el sur de Europa, como España -algún ejemplo he visto, con mis propios ojos-, o Italia o Francia. ¿Ejemplos? La Biblioteca Nacional de Argentina, en Buenos Aires, o el Teatro Argentino de la ciudad de La Plata -una ciudad fundada como ejemplo de urbe moderna, cuyas obras comenzaron e los 80 del siglo XIX-. En Perú, el Museo Nacional también es de estilo brutalista. Su época quizá no duró ni veinte años -aunque, sin tanta fuerza, siguió más o menos vivo hasta los 80-, pero sí fue, al menos, un deseo de modernización, de buscar alguna alternativa funcional, pero también enérgica, en una arquitectura a nivel mundial que, tras la modernidad y belleza del art déco, no parecía ser capaz de ir mucho más allá. Mucha escuela y mucha teoría, pero poca práctica, pocos edificios que la mayoría de la población, no sólo algunos millonarios que podían permitirse que construyeran para ellos hermosas casas vanguardistas y vistosas, pudieran ver y tocar con sus ojos y sus manos. Poco es, un estilo arquitectónico, si no lo vemos en ciudades y pueblos. Van Der Rohe y Le Corbusier lo imaginaron, crearon los primeros edificios -el "primer brutalismo"-, pero fueron los británicos Smithson los que hicieron de él su bandera -el llamado "nuevo brutalismo", aunque en realidad, más bien le dieron un lugar en el mundo, y no sólo en libros o clases de arquitectura-.
Pero hubo una utopía -o más bien, un intento, y fallido- que sí intentó usar el brutalismo lo máximo posible, hasta transformarlo en una especie de arquitectura política: la Unión Soviética, y los países del bloque comunista. En todos esos países se pueden encontrar, además de enormes armatostes de cientos de viviendas -tan horrorosos, como mal construidos y peor conservados; no siempre, pero sí mucho-, edificios extraordinariamente originales, futuristas, como salidos de una película de ciencia-ficción. Pero lamentablemente, a pesar del dinero, esfuerzo y tiempo invertidos en ellos, y de lo atractivos que podrían resultar, en caso de conservarse en buen estado, y resultara sencillo el llegar a ellos, en su enorme mayoría yacen en el mayor y más penoso de los olvidos, literalmente, cayéndose a pedazos. 
Brutal, sin duda. 



domingo, 11 de diciembre de 2016

Los prerrafaelitas (LII): Temas y personajes (4.-). "La Belle Dame de sans Merci", de John Keats.

Si la Dama de Shalott de Tennyson fue uno de los personajes preferidos del movimiento, esta otra dama también ocupó un lugar importante.


Ya se ha podido ver que la literatura influyó, y mucho, a la hora de elegir personajes en el mundo prerrafaelita. Y si bien se buscaron temáticas, nuevas o viejas, en la mitología griega, o en leyendas medievales, o en un Medievo o una Antigüedad idealizados, también hubo personajes que en aquella época se podrían haber considerado "modernos", casi contemporáneos, de aquellos artistas. Al menos, de los primeros, como la "Santa Trinidad" fundadora de la Hermandad, y amigos y conocidos suyos.
Un personaje femenino, con una importancia escasa, colateral, en el ciclo Artúrico, como fue la Dama de Shalott, fue retratado de forma insistente, al ser considerada una especie de musa involuntaria -entre otras cosas, la principal, por no haber sido una persona real, sino un personaje de ficción-. La razón de esa casi obsesión de los artistas británicos por ella se debía, aparte del interés que aquella desventurada joven podía despertar en ellos, venía porque fue un gran poeta, Tennyson, el que contó su historia no como lo habría hecho un juglar o un trovador de la Baja Edad Media, o un poeta del Renacimiento, intentando imitar el arte y el estilo de un Horacio o un Ovidio de tiempos romanos, sino de una forma mucho más moderna y atractiva. Tennyson, al fin y al cabo, fue contemporáneo de lord Byron, y de Percy Shelley, todos ellos representantes de lo que fue el romanticismo literario -poético, principalmente- que existió en Gran Bretaña en los primeros años del siglo XIX. Por decirlo de alguna forma, fueron los tres artistas "pre-victorianos", apenas una generación anterior de la de Millais, Rossetti, Hunt y compañía.
Pero hubo, al menos, un cuarto grande entre la poesía pre-victoriana, de una época que en ocasiones se le llama, también, Regencia: John Keats. La influencia, la huella de Keats perduraría no sólo a lo largo de la larguísima época victoriana, sino, incluso, más allá, aunque hoy en día se le considera un clásico, pero clásico de otra época. Aún así, Keats no ha sido en absoluto olvidado en la Gran Bretaña actual. Más bien al contrario, sigue siendo un grande.
Keats creó un personaje propio interesante, basado en parte en leyendas o cuentos, en parte celtas, en parte ingleses -o británicos- de toda la vida. Y eso que Keats sólo vivió, apenas, veintiséis años, de 1795 a 1821.
El título original, en frances, "La Belle Dame sans Merci", traducible como "La bella dama sin piedad", nos recuerda a una mujer tan hermosa como fría y misteriosa, no se sabe bien si hada, elfa, o algún otro tipo de ser primordial, perteneciente a una raza, u na especie parecida, pero distinta, quizá hasta contraria, a la humana. Un joven caballero, humano, mortal, se enamora perdida y enloquecidamente de ella, y como se supone desde el principio del poema, aquello no puede acabar muy bien. Parece que, en principio, Keats no le hizo mucho caso a su obra, ya acabada, pero su hermano le insistió en que no lo eliminara, que lo publicara sin dudarlo.
Keats, por sí solo, quizá más que cualquiera de los otros sufridos, un tanto irracionales, increibles románticos pre-victorianos -claramente, aquella época anterior a la entronación de Victoria era eso, otra época-, merecería una entrada sólo para él. Mientras tanto, aquí algunas de las obras que su dama inmortal terrible pero -o quizá por- sobrehumanamente hermosa sigue estando tan viva, y tan capaz de atraparnos, como hace casi doscientos años.

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Arthur Hughes pintó a la dama y al caballero, siguiéndola casi como un esclavo, en una de sus mejoes obras. Además, aquí se apartó de sus temáticas habituales, de retratos unipersonales de jóvenes de cuerpo entero -su Ofelia, por ejemplo- o de parejas en problemas. Es, quizá, la versión más coonocida de la Dama sin piedad.

Este cuadro también es de Hughes, pero anterior, y como se ve, aunque es una bonita obra, no llega a la espectacularidad y atractivo de la anterior.

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Frank Cadogan Cowper, el último de los neo-prerrafaelitas -o sea, el último de los últimos-, pinto a la dama arreglándose el cabello, con el caballero muerto a sus pies, como si no le importara en asoluto. Como así es, realmente. Nada más que un pobre humano de corta vida, que no merecía más atención por parte de aquella misteriosa dama de edad imposible de calcular, que ve pasar generaciones de humanos como si nada.

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William Waterhouse, además de por la mitología griega, también se sintió fuertemente atraído a todo lo que fueran leyendas medievales, aunque fueran producto de mentes modernas, como la de Keats. Al fin y al cabo, el prerrafaelismo no dejó de ser una continuación pictórica de los poetas románticos. Hubo críticos, incluso, que pensaron -y predijeron- que después de Keats, el romanticismo sólo podía ser expresado por un pintor. Y a la generación siguiente, aparecieron una legión de genios. Si Cadogan Cowper retrata al caballero muerto, Waterhouse prefiere hacerlo aún vivo, pero cercano a su perdición, que probablemente él imagina, pero de la que no se ve capaz de escapar.

Aunque Henry Meynell Rheam no siempre es considerado un prerrafaelita -yo, al menos, no lo conocía como tal-, sí que fue influido por la primera generación de éstos -este cuadro es de 1901, y falleció en 1920; sería, pues, de la segunda generación, y de los más jóvenes de ella-. El estilo es un tanto distinto, y modestamente, lo considero un buen artista, pero inferior a los anteriores. Aún así, es un ejemplo de que la historia de la dama siguió inspirando artistas hasta ochenta años después de que el poema fuera escrito (1819).


Y aquí, el poema completo -no muy largo, para haber inspirado a tantos artistas, pero lo bueno, si breve, dos veces bueno- de Keats:


La Belle Dame sans Merci  (La bella dama sin piedad, de John Keats).

¡Oh! ¿Qué pena te acosa, caballero en armas,
vagabundo pálido y solitario?
Las flores del lago están marchitas;
y ningún pájaro canta.

¡Oh! ¿Por qué sufres, caballero e armas,
tan macilento y dolorido?
La ardilla ha llenado su granero
y la mies ya fue guardada.

Un lirio veo en tu frente,
bañada por la angustia y la lluvia de la fiebre,
y en tus mejillas una rosa sufriente,
también mustia antes de su tiempo.

Una dama encontré en la pradera,
de belleza consumada, bella como una hija de las hadas;
largos eran sus cabellos, su pie ligero,
sus ojos hechiceros.

Tejí una corona para su cabeza,
y brazaletes y un cinturón perfumado.
Ella me miró como si me amase,
y dejó oír un dulce plañido.

Yo la subí a mi dócil corcel,
y nada fuera de ella vieron mis ojos aquel día;
pues sentada en la silla
cantaba una melodía de hadas.

Ella me reveló raíces de delicados sabores,
y miel silvestre y rocío celestial,
y sin duda en su lengua extraña me decía:
"Te amo".

Me llevó a su gruta encantada,
y allí lloró y suspiró tristemente;
allí cerré yo sus ojos salvajes
sus ojos hechiceros, con mis labios.

Ella me hizo dormir con sus caricias
y allí soñé -¡Ah, pobre de mí-
el último sueño que he soñado
sobre la falda helada de la montaña.

Vi pálidos reyes, y tambien princesas,
y blancos guerreros, blancos como la muerte;
y todos ellos exclamaban:
¡"La belle dame sans merci te ha hecho su esclavo!".

Y vi en la sombra sus labios fríos abrirse
en terrible anticipación;
y he aquí que desperté,
y me encontré en la falda helada de la montaña.

Esa es la causa por la que vago,
errabundo, pálido y solitario;
aunque las flores del lago estén marchitas,
y ningún pájaro cante.


Y aunque no se nos presente el caballero muerto, sabemos ya que su alma ya no tiene vida, y que poco tiempo le queda ya en este mundo.



jueves, 8 de diciembre de 2016

Y hasta aquí, por el momento, la escultura contemporánea (IV; Oriente y el mundo en general).

Último "recopilatorio" de escultura de los últimos tiempos, aunque más adelante, algo más habrá.


Después de un tiempo inactivo -poco tengo para el blog-, acabar esta serie dedicada a la escultura contemporánea a nivel mundial. Evidentemente, este listado se queda corto, muy corto, pero ha se habló, antes de comenzarlo, sobre escultura moderna, y más se seguirá hablando, si es que el blog continúa. Simplemente, serán entradas más cortas, con una sola escultura tratada, y de forma, evidentemente, más reducida que una entrada donde se habla de varias, aunque no sea de forma extensa en cada caso.
Bueno, pues basta de enrollarse a lo tonto. Aquí, algunas esculturas del Extremo Oriente, y alguna más del resto del mundo, incluido algún país o región ya tratados.


"Niños bañándose", o "Primera generación", en la ciudad de Singapur (en el país del mismo nombre), de Chong Fah Cheong.

Las 9 esculturas urbanas más fascinantes del mundo

Mundo

Forman parte de una serie de esculturas conocidas como "La gente del río", o "Río de la gente" y hacen referencia a los primeros pobladores de la isla que se instalaron a las orillas del río, y en general, de quienes viven y trabajan cerca de él. Sus esculturas están extendidas por toda la ciudad de Singapur, capital del pequeño estado insular del mismo nombre, vecino de Malasia.
El que sea necesario acercarse mucho -algo que, normalmente, no se hace para admirar un conjunto escultórico, aparte de que la mayoría de las estatuas de los niños están separadas del público por cadenas-, hace que resulte posible -más bien, incluso lógico, aunque sepamos que de lógica no tiene nada-, el pensar que no están unidas unas a otras, sino que son, realmente, criaturas antes vivas, que han sido transformadas en seres de bronce en el momento mismo de saltar, llegando, incluso, a sostenerse en el aire.


"El rebelde", en Bruselas (Bélgica), por Tom Frantzen.

De Vaartkapoen

¿Qué significa ese extraño personaje salido de una alcantarilla, que hace tropezar a un policia local? Según el autor, sería el rebelde que se atreve a enfrentarse a la autoridad, aquí representada por un policía de otros tiempos. Este rebelde, salido de la zona subterránea, desconocida para muchos, de la ciudad, hace caer a lo que parece intocable, y tal como aparece, desaparece. Bruselas es una ciudad donde resulta fácil encontrar arte de todo tipo, y en todas partes.


"La araña", en Bilbao (España, aunque hay otras en diversos países), de Louise Bourgeois.

Aquí, en Bilbao, frente al museo Guggenheim y a ría.

escultura
Y aquí, en Londres, en Inglaterra.

La autora contó que era una dedicatoria a su madre, que fue una gran tejedora -aunque no se sabe bien si de forma profesional, por afición, o un poco por todo-. Hay más arañas en otros países: Francia, Gran Bretaña, Japón, Corea del Sur... Esta está al lado del museo Guggenheim de Bilbao, y se ha transformado en parte del mismo. Hace una eternidad -o eso me parece a mí-, hable un poco sobre dicho museo, donde el edificio parece más importante que el contenido en sí mismo, y parte de él serían las distintas estatuas que lo rodean.


"Floralis genérica", en Buenos Aires (Argentina), de Eduardo Catalano.



Construida en acero inoxidable, con un esqueleto de aluminio y hormigón armado,y acabada en el 2002, se encuentra en la capital argentina, entre el edificio del Canal 7 de televisión, y la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Simboliza la esperanza, en forma de flor que se abre cada día.


"Aparecido", en Budapest (Hungría), de Ervin Loranth Hervé.

Ingeniosas esculturas foto 19

La escultura de la capital húngara simboliza un gigante que, repentinamente, aparece levantando el suelo, como si hubiera despertado de un largo sueño. La escultura está creada con poliestireno, Se creó como escaparate y símbolo del Mercado de Arte Contemporáneo, en 2014, y ahí quedó, como parte de los atractivos de Budapest. Destaca, en una ciudad de atractivos más bien de lejanas épocas, una obra tan original y moderna.


Las webs Infobae y RT sonn las que más he consultado para realizar esta entrada, más corta que las demás, al haber comentado sólo cinco obras.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Unas cuantas fotografías en color de la Grecia de entreguerras.

No se trata de la Grecia clásica, tampoco de la actual, pero sí una ventana a un país que, hace casi un siglo, conservaba una fuerte identidad propia.


Como no ando muy sobrado de tiempo, no se lo puedo dedicar al blog. Así pues, intentaré escribir alguna entrada aunque sólo sea para que haya algo de movimiento. Y mientras, acabaré como pueda la serie dedicada a los prerrafaelitas -aunque no sé cuando; cuando creo que ya llega a su fin ¡aparece un nuevo tema, un nuevo artista-, y a la escultura moderna, si bien se quedarán fuera muchas obras espectacuares, o al menos, interesantes. Pero de saber de ellas, también les dedicaré una entrada, por pequeña que sea.
Mientras, aquí unas fotografías en color -un color un tanto primitivo, pero magnífico para la época- de la Grecia, sobretodo de la isla de Creta, de los años veinte, poco después de la I Guerra Mundial, y apenas unos años después de que el país creciera por el norte a costa del desfalleciente Imperio Otomano, en las Guerras Balcánicas, o en expansiones algo anteriores (1905), que significaron la anexión de Macedonia, el Epiro, Tesalia y Creta, y tras haber recibido, tras la Gran Guerra, y la lucha que siguio contra la naciente República Turca de Ataturk, la llegada de un millón de refugiados de los territorios que anteriormente fueron bizantinos, y donde, en algunas zonas -la costa turca del Egeo-, los griegos llevaban viviendo casi tres mil años.
Fueron realizadas por el fotógrafo del Nacional Geografic Maynard Owen Williams, en un viaje a Grecia en la década de los 20, como ya se ha contado, aunque ya conocía el país heleno por uno anterior, en 1919, recién acabada la Gran Guerra. Fue el primer corresponsal en el extranjero de la revista, y entre otros reportajes, destacó el que realizó en 1923 en Egipto, en el que describía la apertura de la tumba de Tutankamon.

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Una joven con el traje tradicional de Tesalia, en el norte. Quizá en esa zona septentrional de Grecia hubiera cierta influencia eslava.

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Un hombre de Creta, orgulloso de su vestido, de clara influencia oriental, y su paraguas, un lujo en aquella época, y que debía usar más para protegerse del sol que de la lluvia.

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Una joven limpiando maíz, cerca de la ciudad de Salónica, cuando todavía era tan judía sefardita como griega.

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Un monje artista del monte Athos, autor de iconos religiosos -en este caso, San Nicolás-, influencia cultural del extinto -y para ellos casi legendario, por en gran parte olvidado- Imperio Bizantino -aunque los "bizantinos" siempre llamaron a su estado Imperio Romano-.

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Un sacerdote y un monje posando al lado de un pozo de un monasterio de la isla de Corfú, en la costa occidental griega.

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Un hombre de Creta, fumando una pipa de agua. Tanto ésta, como la ropa que lleva el retratado, indican una fuerte influencia turca y oriental.

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Una mujer de la población de Astypalaia, una de las islas del Dodecaneso, griegas, pero frente a la costa egea turca.

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Una joven de la ciudad de Candía -Heraklion, en griego original-, en Creta, con uno de los trajes regionales de la isla.

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Algo posteriores esta imagen, de principios de los 30. Son dos actores, vestidos de griegos antiguos, entre las ruinas de un templo de Poseidón.

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Otra fotografía de la misma época y lugar. Los actores griegos llevaban máscaras que cubrían toda la cabeza,  no sólo la cara, pero por lo demás, intentaban ir vestidos -dentro de lo que se sabía en aquellos tiempos- como supuestamente iban los griegos antiguos, aunque no se sabe bien si los de época clásica o arcaica, o los de tiempos micénicos -la "Época de los héroes", que decía Hesíodo-.


Las fotografías, menos las dos últimas, y algunas más, se pueden ver en la web dinfo.gr. Está en griego, pero si el ordenador es capaz de hacer traducción instantanea, resulta muy interesante para cualquiera interesado por la cultura griega, antigua o moderna.