miércoles, 21 de diciembre de 2016

Los prerrafaelitas (LIII): Temas y personajes (5.-). "La Odisea", como relato mitológico más atractivo para los artistas.

La historia de Ulises, y los personajes que encontró en su viaje, junto a otros personajes de los mitos griegos, fueron protagonistas de no pocas obras.


Una nueva visión para unas historias eternas.

Sin duda, fueron los personajes y los hechos contados en la Odisea, y en general, contenidos en los mitos y leyendas de los griegos antiguos, uno de los filones que aprovecharon, tan fascinados por ellos como deseosos de aportar sus nuevos puntos de vista, tanto los prerrafaelitas, como pintores contemporáneos suyos -románticos, neo-clásicos, o de corrientes posteriores-, tanto en Gran Bretaña, como en toda Europa.
Aún así, hay que tener en cuenta que el término "influencia greco-romana", no significa traslación directa de los personajes de los mitos a la tela, porque los neo-clásicos, por ejemplo, más bien hacían retratos de damas -adolescentes o jóvenes algo mayores- que bien podrían haber sido de mujeres contemporáneas suyas, sólo que vestidas de griegas o, en menor medida, de romanas. Otros autores, como Alma-Tadema o Poynter, si bien gustaron, y mucho, de retratar la Antigüedad -Roma, Grecia, pero también, en ocasiones, el Egipto de los faraones, y una visión más historicista de lo normal de relatos o hechos del Antiguo Testamento-, prefirieron prescindir de mitos y personajes de ficción, humanos o divinos, y prefirieron reflejar a otros reales -emperadores romanos, por ejemplo- o simplemente, hombres y mujeres anónimos, en ocasiones en grandes obras repletas de personajes, y donde la arquitectura y la recreación histórica en general tenían gran importancia, y que hacían viajar a quienes las admiraban a unas épocas lejanas y perdidas. Perdidas, sí, pero parcialmente -y cada vez más- recuperadas por historiadores y arqueólogos, que a partir de la segunda mitad del siglo XIX, desenterraban en todas partes -Grecia, Italia, la actual Turquía, Mesopotamia, Egipto...- ciudades y hasta civilizaciones enteras que, pocas décadas antes, o eran casi leyenda, o se dudaba de su propia existencia, porque apenas había rastro de ellas en documentos o hallazgos anteriores, caso de los sumerios o de los hititas, o incluso, de las grandezas de Babilonia y Asiria.
Entonces, ¿quienes fueron los que más y mejor retrataron los llamados mitos, sin más, por considerar la mitología griega como una de las bases culturales y espirituales de Occidente? Se podría hablar, principalmente, de dos: John William Waterhouse, y Frederic Leighton, aunque hubo más. En realidad, casi todos ellos, antes o después, acabaron cayendo en los brazos de los héroes, las doncellas y los dioses y deidades menores que forman ese tapiz de mil hilos, que  no parece tener límites, y que cuenta con tantas versiones y contradicciones, por haber sido creado no por un individuo -ni tan siquiera por un Homero, o un Hesíodo, que son parte de ello, pero sólo parte, y no la mayor-, sino por generaciones y generaciones de griegos, y no sólo por aedos, el equivalente a juglares o trovadores de la época oscura -la llamada "Edad Media Griega", y posteriormente, y en menor medida, la Época Arcaica.


"La Odisea", obsesión y mina de temas para Waterhouse y otros.

Sin duda, "La Odisea", la historia de Odiseo -el Ulises de los romanos, que es como lo conocemos hoy en día-, segunda obra de ese tan oscuro como legendario personaje que fue Homero, interesó mucho más a prerrafaelitas y otros artistas de toda Europa más que "La Ilíada". En realidad, aunque una sea continuación de la otra, son obras bien distintas: en "La Ilíada", vemos una historia de guerreros, de héroes que se exterminan unos a otros, en un combate inacabable, que ellos creen estar en cierto modo controlando, y sin tener en cuenta que son los dioses eternos los que literalmente juegan con ellos, tomando partido por aqueos y troyanos más por enfrentamientos entre ellos, o por caprichos o supuestas ofensas recibidas por unos u otros, que por llevar más o menos razón en aquel destructivo conflicto, tumba de tantos héroes, con o sin sangre divina.
En cambio, "La Odisea" es bien distinta, y no sólo porque cuenta con un sólo personaje principal, Ulises/Odiseo, sino porque se nos representa un hombre en parte héroe guerrero, y en parte un ser más humano, creíble y cercano, que no duda en mentir o en contar historias para salirse con la suya, pero que, también, utiliza su mente más que su fuerza física -que no es poca- para sortear peligros y amenazas.
Además, en la historia de Ulises existen personajes femeninos con personalidad propia -y dichos personajes encantaban a los prerrafaelitas-, que apenas se pueden ver en "La Ilíada", donde la famosa Helena es más una excusa para la guerra -para la historia que transcurre, para contarla, y para declarar un conflicto que necesita de alguna razón que no deja de ser, realmente, risible: por culpa de una esposa que escapa de un marido que no quiere, al lado de su amante asiático, dos civilizaciones se destruyen, porque los aqueos, tras tanta guerra y tantas pérdidas humanas, no salieron, precisamente, bien parados-. Circe, al contrario que Helena, sí tiene personalidad propia, y a pesar de su origen divino, se transformó, junto a su sobrina Medea, en la base de lo que, siglos después, serían el prototipo de las hechiceras y las brujas -contando también la poderosa influencia celta, sobretodo, de Morgana, enemiga de su medio hermano Arturo, rey de Britania-. Y además de la bruja, también podían encontrarse allí a Calipso -esta, más que otra bruja o hechicera, es más bien una solitaria diosa desterrada en una escondida isla, pues eso es lo que Ogigia, la islata donde vive, significa en griego-, a la bella, joven pero independiente Nausícaa -sí, se llama igual que el personaje del anime de Miyazaki-, hija de Antinoo, rey de los feacios -se cree que Feacia, su tierra, sería la isla de Corfú, en la costa noroccidental de Grecia-, o la misma Penélope, esposa de Odiseo/Ulises, y puesta como ejemplo de todas las virtudes de la mujer griega, pasada o presente -para los griegos de tiempos de Homero, Penélope ya llevaba muerta siglos; para los de la época clásica, ya era un lejano mito-.
Como ya se ha dicho, hubo sobretodo dos artistas que sintieron interés por la historia de Ulises, y por los mitos en particular: Waterhouse, y Frederic Leighton, aunque hubo más.

"Ulises y las sirenas", de Herbert James Draper. Aquí, las sirenas no se conforman con intentar atraer a Ulises y sus marinos desde rocas de la costa, sino que, literalmente, invaden su nave. Además de ello, las sirenas de Draper son capaces de algo que fascinó a griegos y romanos -sobretodo a estos últimos- como son las metamorfosis, la transformación de unos seres en otros, bien de forma voluntaria, o como maldición o castigo divino. La sirena -y en ocasiones, su versión masculina, el tritón, más habitual en mitologias del norte, como la celta- capaz de transformarse en mujer humana, perdiendo su medio cuerpo de pez por unas piernas con las que moverse entre los bípedos de la superficie, ha acabado viéndose en no pocas obras de todo tipo: cine, cómic, animación, ilustración...

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"Circe ofreciendo la copa a Odiseo", de Waterhouse, que casi se obsesionó con la hechicera. Aunque tenía sangre divina -su padre era Helios, algo así como un dios menor o secundario, que trasladaba el Sol a diario-, era una mujer de carne y hueso. Eso sí, inmortal y libre de envejecimiento. Es, junto a la también hechicera Medea -sobrina suya, además-, uno de los personajes femeninos más fuertes e independientes, también más interesantes, de la mitología griega. Ella vive prácticamente sola -cuenta como sirvientas con algunas obedientes ninfas, unas deidades menores, innumerables, que parecían servir para ocupar cualquier papel secundario en un mito cualquiera-, y se divierte transformando en animales a los desgraciados que llegan a su solitaria isla, aunque no queda demasiado claro el por qué. Circe es aquí protagoista, y Odiseo sólo puede verse e el espejo que se encuentra a su espalda, mientras ella, sentada en su trono -al fin y al cabo, es un ser divino y de extraordinario y oscuro poder- le ofrece la copa con el bebedizo que, teóricamente, habría transformado a Odiseo, como a sus compañeros, en cerdo. Si el héroe pudo salvarse de tan siniestro destino, fue gracias a Hermes, el Mercurio romano, que le avisó y ayudó, y que, además, era bisabuelo suyo por parte de su madre.

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"Circe envidiosa" (1892), donde Waterhouse vuelve con la hechicera.

"Ulises y las sirenas" (1891). Aquí, Waterhouse es fiel al retrato que Homero hace de las sirenas: no tenían medio cuerpo de pez, sino que eran, básicamente, pájaros con cara y cabello de mujer, aunque en ocasiones se las pinta o dibuja con un aspecto más humano, pero con alas y patas de pájaro. Según Homero y otros, las sirenas más bien parecen parientes de las arpías. Según algunos relatos, o más bien suposiciones de los antiguos -le dedicaron poco espacio, a sirenas, arpías y otros seres femeninos-, en una apuesta con las musas, perdieron las plumas, y acabaron transformándose -¿con ayuda de algún dios, como Poseidón?- en seres medio humanos, y medio marinos.

Aunque no corresponde, realmente, al episodio o canto de "La Odisea" dedicado al encuentro de Ulises y los suyos con las sirenas, es sin duda la obra de Homero la que las hizo inmortales, pues todavía se les recuerda y representa de todas las formas posibles. Aquí, una de ellas, disfrutando llevando a la muerte a un pobre desdichado que escuchó su canto. "La sirena" es de 1900, posterior al cuadro dedicado al canto dedicado en parte a ellas.


"Penélope y los pretendientes" (1912), fue una de las últimas obras de Waterhouse. No es, seguramente, de las mejores, pero sí demuestra que el artista no olvidó nunca la Odisea hasta, prácticamente, sus últimos años como pintor en activo. El espíritu de Homero y sus criaturas lo poseyó, no hay duda.



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