Ramón Casas, el pintor e ilustrador más importante del modernismo catalán y español.
En España, y en particular en Barcelona y el resto de Cataluña, el modernismo fue, básicamente, arquitectónico. Pero hubo pintores con mucho que decir.
Un artista entre dos siglos: el XIX del modernismo, y el XX del neocentismo y otras vanguardias.
El modernismo, en España, estuvo en gran parte concentrado -aunque no sólo- en Cataluña, y no sólo en Barcelona, como podría pensarse -en mi propia ciudad, Reus, hay cantidad de edificios modernistas, aparte de ser lugar de nacimiento del mismísimo Gaudí, aunque en el vecino Riudoms se duda de ello-, pero, en principio, tanto el ya nombrado Gaudí -uno de los arquitectos más importantes, a nivel mundial, de la segunda mitad del siglo XIX, y los primeros años del XX, aunque a su muerte, ya existían estilos arquitectónicos bien distintos-, como otros muchos -Puig i Cadafalch, Doménech i Montaner, etc.- harían pensar que el modernismo, o art nouveau -como era conocido en el mundo francófono; en el mundo germánico tuvo nombres y sub-estilos distintos, sobretodo en Viena- fue, básicamente, un estilo arquitectónico. A lo sumo, también tuvo su influencia directa en el mundo del diseño de muebles, lámparas, enrejados...
Pero, ¿y en la pintura, o el dibujo? Pues también, sí, también hubo pintores, que en general, igualmente trabajaron de dibujantes, o mejor dicho, de ilustradores, tanto de cartelería -obras de teatro, anuncios que se podían ver en cristaleras de tiendas, establecimientos conocidos por su apoyo a la cultura, y en particular, a las vanguardias...-, como en libros -tanto portadas, como ilustraciones interiores-. Y uno de ellos en nuestro hombre: Ramón Casas.
Un autorretrato de 1908. En esa época, principios del XX, dedicó mucho tiempo al retrato al carboncillo.
"El garrote vil" (1894), fue un tipo de ejecución que sólo existió en España -o en sus colonias-, y que acostumbrava a usarse para ajusticiar gente de origen modesto -de ahí lo de vil, en referencia a la gente común, no noble-. Casas quiso dar más protagonismo a la multitud, que se agolpe alrededor de tan siniestro espectáculo -una ejecución real que pudo ver el pintor en 1883 con sus propios ojos-, más que en el condenado, el verdugo o los sacerdotes. No fue su primer cuadro de multitudes, pero este resulta más atractivo que otros, sobre regatas o corridas de toros. Y más útil para conocer un pasado relativamente reciente.
"La carga", o "Barcelona 1902" -aunque, en realidad, se acabó en 1900-, ha sido, durante mucho tiempo, una clara representación de la fuerza bruta del poder contra el pueblo en rebelión o protesta. Obra de gran formato, representa hechos contemporáneos del pintor de forma realista, y hoy en día, son una ventana al siglo XIX, como la obra anterior.
Ramon Casas i Carbó nació en 1866 en Barcelona, y fue un artista versátil y poliédrico, tanto en estilos, como en temáticas. Se dedicó a los retratos de gentes importantes y conocidas de la época, en cuadros realistas, en otros de estilo más moderno -o sea, modernista, art nouveau-, así como a caricaturas, cartelismo, y lo que saliera. La visión del modernismo catalán que tenemos hoy en día, realmente, tienen de base, tanto o más que los edificios que nos han llegado, en general, en buenas condiciones -no pocos de ellos se han ido restaurando en los últimos años; eso, también lo he podido comprobar en mi propia ciudad, y no sólo en Barcelona, o en Comillas, por ejemplo, en "El capricho" de Gaudí-, los cuadros, y sobretodo los carteles e ilustraciones de gente como Ramon Casas.
Hijo de una familia adinerada, en 1877 abandonó la escuela para estudiar arte en el estudio de Joan Vicens Cots, y siendo aún muy joven, fue uno de los fundadores de la revista "L'Avenç" -"El avance"-. En 1881, con la excusa de acompañar a un primo suyo a estudiar a París, decidió quedarse a vivir y estudiar durante un tiempo en la ciudad de la luz, que en aquellos tiempos, era uno de los centros culturales y artísticos más importantes del mundo, si no el que más. Allá, además, fue corresponsal de su revista en Francia, aunque lo que más tiempo le ocupó fueron sus primeras obras, digamos, en serio. Así, en 1882 realizó su primera exposición, en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883, expuso su "Autorretrato vestido de flamenco" en la sala de los Campos Elíseos de París, lo que le abrió puertas en salones y asociaciones de críticos de arte, y de artistas propiamente dicho. Lo que cualquier pintor de la época soñaba con hacer al menos una vez en la vida: triunfar, o al menos llamar la atención, en París, ciudad llena en esa época -y lo seguiría estando durante algunas décadas más- con artistas de todo el mundo.
En la década de los 80 siguió pintando, viajando -vivía entre París y Barcelona, pero también visitó Madrid y Granada-, iniciándose en la pintura de multitudes, y conociendo a artistas como Santiago Rusiñol, o Ignacio Zuloaga, amén de sobrevivir a una tuberculosis, una de las enfermedades que diezmaban de forma crónica a la población de todos los países europeos, sin importar demasiado su origen social -aunque, evidentemente, los ingresos económicos de las familias eran vitales para que una persona pudiera, o no, sobrevivir a ella, aunque en no pocas ocasiones, ni el dinero podía curarla-.
Con su amigo Rusiñol, se volvió a instalar en París, donde el primero ejercía de corresponsal de "La Vanguardia", y Casas ilustraba sus crónicas. En esa época, es cuando consiguió ser miembro de la Sociedad de Artistas Franceses, lo que permitía participar en exhibiciones anuales, sin paso previo de descarte de jurados.
"Joven decadente", de 1899, es una vuelta a los tiempos parisinos. También, una temática de Casas de esos años: mujeres modernas, cosmopolitas, que viven como quieren, sin hacer caso a lo que piensen sobre ellas.
Fama mundial, para un artista por redescubrir.
Fue a partir de la década de los 90 cuando expuso no sólo en España, sino también en Berlín, París, Chicago, etc., además de Sitges, que empezó a ser algo más que una pequeña población costera: un centro de turismo minoritario -porque en aquellos tiempos, poca gente podía permitirse hacer turismo-, de segundas residencias, pero también cultural. También, en esa época, empezó a notarse, no sólo en Casas, sino también en otros pintores europeos -tanto franceses, como también alemanes, de la Europa Oriental, austriacos...- la aparición de un estilo pictórico nuevo, que parecía un híbrido o intermedio entre la pintura académica realista y el impresionismo francés, pero sin querer llegar "más allá", creando la simiente para vanguardias posteriores, como sí consiguieron hacer los llamados post-impresionistas -Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Gauguin... cada uno, realmente, bien distinto de los demás-:se trataba de lo que se llamaría, poco después, modernismo, expresión que se usa más que art nouveau cuando se hace referencia a la pintura y el dibujo.
Ese modernismo estético, pictórico, encontró un centro donde poder reunirse sus miembros -Casas, Rusiñol, Utrillo...- para hablar, participar de sus proyectos, comentar sus trabajos todavía inacabados, realizar exposiciones-, en el bar "Els Quatre Gats" -"Los cuatro gatos"-, que quería ser la versión barcelonesa de "Le Chat Noir" -"El gato negro" de París-. Se encontraba en los bajos de un edificio de Puig i Cadafalch, y contaba, aparte de exposiciones y tertulias, con una pieza fija, un autorretrato de Casas pedaleando sobre un tándem -una bicicleta para dos-, junto a su amigo, el promotor y animador cultural -entre otras cosas- Pere Romeu.
Porr tener, el bar tuvo su propia revista, que tuvo vida bien corta, pero a la que siguió "Pel i Ploma", -"Pelo y pluma", imagino que refiriéndose al pelo del pincel, y a la pluma de dibujar y escribir-, en la que participó siempre que pudo. En esa época, es cuando se dedicó de forma seria y profesional al cartelismo -el diseño gráfico, diríamos ahora-, para empresas como "Codorniu", o "Anís del Mono".
Poco más que añadir, excepto que su fama se extendió por toda Europa, y también por Latinoamérica, sobretodo Argentina. También en ese momento, a partir de 1900, se dedicó a la caricatura de gente conocida, tanto en el mundo de la cultura como de la política, y algunas obras realistas suyas, como "El garrote vil", sobre una ejecución pública, o "La carga" -después, conocida como "Barcelona 1902", basada en una carga de la guardia civil sobre unos huelguistas, le hcieron famoso, sí, pero en ocasiones, también levantó ampollas, pues Casas, cuando se interesaba en retratar la sociedad, y quizá debido a la fama y buena posición social y amistades importantes que había conseguido, no temía enfadar a quien no debía.
"Flores deshojadas" (1894), fue una obra de su mejor época. La pintura fue un escándalo, porque la sociedad barcelonesa -y en general catalana y española- era más conservadora que en otros países europeos. Casas quería llamar la atención de una estúpida y brutal idea de la época: la mejor forma de curarse de la sífilis, era mantener sexo con una virgen. De ahí, que hubiera durante algunos años tantos casos de violaciones de adolescentes, e incluso niñas. Pero la gente bienpensante sintió más vergüenza de su cuadro, que de las barbaridades que ocurriían en sus calles y casas. Como no pudo venderla, se lo regaló a su amigo, el compositor Isaac Albéniz -abajo a la derecha, sobre la firma y la fecha, se puede ver la dedicatoria que le escribió-.
"Plen Air" -que podría traducirse como "Al aire libre" (1890), la realizó en París, mezclando el impresionismo francés -todavía vivo- y el realismo naturalista que buscaba parte de la pintura academicista, y que más adelante, alcanzaría lo que se podría llamar hiperrealismo, que aquellos tiempos todavía no se había conseguido. Es una de sus obras más conocidas y representativas de su estilo, que al ir variando entre el academicismo, la influencia francesa, el modernismo, y más adelante, una vuelta al realismo, además de sus trabajos en cartelismo y dibujo al carbón, realmente, debería llamarse "estilo Casas".
Tras conseguir la amistad del coleccionista norteamericano Charles Deering -tener un buen patrocinador y mecenas en mucho conseguir-, conoció a una joven, de apenas dieciocho años, cuando él rondaba los cuarenta -veintidós años de diferencia-: Julia Peraire.
Que un hombre famoso se encaprichara de una jovencita de origen modesto -era vendedora de lotería- tampoco es que fuera algo extraordinario. No fueron pocos, los artistas que tuvieron relaciones sentimentales y/o sexuales con sus modelos -Rossetti sería un ejemplo de libro-, pero raramente deseaban casarse con ellas -aquí, se podría decir que el ya nombrado Rossetti se casó con Siddal, pero es que en aquellos tiempos, tenían una edad parecida, y si Siddal era de clase media-baja, Rossetti era un artista bohemio y poco conocido; más bien, era el pintor, el mal partido de ella, y no al revés-, así que resultaba normal que la familia y más de un amigo, y no pocos conocidos de la clase alta, o la media-alta, que conocía o trataba el pintor, decidieran oponerse a la unió, o al menos, aconsejarle de que no echara su vida por la borda. Según ellos, claro está.
Una fotografía de Casas con Julia Peraire, cuando ya estaban casados.
"La sargantain", fue uno de sus retratos de una Julia jovencísima, osada, que se sentía encantada de ser el amor -correspondido- de un gran artista, que nunca la trató ni como una niña, ni como una posesión. Tal vez eso, el respeto la falta de celos -que se sepa- también animó a la joven a mantener una relación que acabó sólo cuando falleció el pintor.
Una obra más personal y atrevida de su amante Julia. Casas pensaba que ya iba siendo hora de que el desnudo -sobretodo el femenino, porque el masculino ya era normal en el arte desde tiempos del Renacimiento- no fuera tabú.
Sin embargo, Casas y Peraire, después de que ella fuera modelo y amante suyo durante años, llegaron a casarse, y además, el matrimonio, a pesar de la diferencia de edad, funcionó. La joven Julia fue su modelo desde poco después de conocerse, aunque no pudieron casarse en ese momento, sino cuando ella ya contaba con treinta y cuatro años, y él, unos cincuenta y seis. Vivieron juntos hasta la muerte de su artista, y la retrató de diversas formas y estilos: como jovencita, como señora casada, o como musa, para nada inalcanzable. Muchos cuadros de sus últimos años tienen como protagonista, precisamente, a ella.
En la primera década del siglo XX, se dedicó mucho al dibujo al carboncillo, sin abandonar nunca la pintura, y viajó por Cuba y Norteamérica, y también Europa, aunque la I Guerra Mundial hizo que ya no viajara apenas, acabando por establecerse definitivamente en Barcelona. También fue el responsable de la restauración de un pequeño pueblo abandonado, Tamarit, muy cerca de la ciudad de Tarragona -actualmente, forma parte de su municipio-, que había comprado su mecenas y amigo Deering, pero, cuando falleció en 1932, hacía tiempo que su época había pasado. En aquellos difíciles años, el modernismo había pasado ya a la historia, y otras escuelas y vanguardias habían cogido el testigo.
Ejemplos de trabajos publicitarios de Casas, para Anis del Mono, y Codorniu.
Una ilustración de 1899, de la revista "Pel i ploma".
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