viernes, 31 de enero de 2014

Cordwainer Smith y los Señores de la Instrumentalidad.

O un breve comentario sobre uno de los autores norteamericanos más originales, y menos conocidos, de los años 50 y 60.


Hacía ya bastante tiempo que no hacía ninguna entrada -o, al menos, la empezaba y acababa-, así que me he decidido a hacerlo sobre un autor del, hasta hace unos meses, no conocía ni su propia existencia, y que llegué a leer por pura casualidad: vi tres de los cuatro libros que forman el recopilatorio de la totalidad de su obra en un centro comercial a sólo dos euros cada uno, además de otros libros, también de autores norteamericanos de CF, al mismo bajísimo precio. Así que, pensé, no era cuestión de dejarlo estar, y me apropié -previo pago, se entiende- de todo lo que me pareció interesante, y así ponerme, pensé yo, un poco al tanto de ciencia-ficción, si no totalmente actual -la mayoría de las novelas eran de los 80 o 90-, sí más allá de los años clásicos -de los 40 a los 60-. Pero Cordwainer Smith fue algo distinto. Yo imaginé que también sería un autor relativamente moderno -y vivo-, pero no era así. Sin embargo, y después de haber leído a contemporáneos suyos, no se puede negar que sus relatos han envejecido muy bien -y muy poco- precisamente, por su originalidad. Como también el mismo autor, en cierto modo, no dejaba de ser también un tanto distinto a otros como Asimov, Bradburi o Heinlein.


El hombre que creó el universo de la Instrumentalidad.

El nombre de Cordwainer Smith es, en realidad, el seudónimo de Paul Myron Anthony Linebarguer (1913-1966), que por sí solo  ya tiene una biografía de película. De una familia religiosa -su abuelo era pastor- de Milwakee, vivió durante años con sus padres tanto en China, Japón, Francia y Alemania. El hecho de que conociera tan de cerca, sobretodo, la cultura china, fue porque su padre fue uno de los asesores -y financiadores- del primer presidente de la República Nacionalista China, Sun Yat Sen, y éste fue, en cierto modo, un padrino para su hijo. El trabajo de su padre hizo que viajara por Asia y Europa, y que aprendiera, aparte del inglés, entre otras lenguas, el chino y el alemán, además de conocer la espiritualidad orientales, y aunque siempre demostró un conocimiento e interés profundo por las culturas de estos países, nunca estuvo de acuerdo ni con el desprecio por la vida humana -incluso de multitudes- por parte de sus gobiernos o ideólogos, ni el que, como el caso de los samurais japoneses -en los que admiraba su valor, honestidad y sentido artístico- la forma en que anteponían el honor a su propia existencia, aunque no hubiera, según su ideal occidental, razón real para sacrificarla en nombre de señores que nunca se interesaron por ellos ni por su bienestar. 
Con 23 años obtuvo el doctorado en Ciencias Políticas, aunque su carrera, realmente, fue básicamente como militar, pero no como un militar -llegó hasta coronel- cualquiera. Experto como era en Extremo Oriente, fue asistente tanto del ejército, como, más adelante, del mismo   gobierno  de los  Estados Unidos    -conoció y aconsejó a Kennedy, y fue de los pocos que le habló claramente sobre el enorme error de intervenir en Vietnam, aunque dicha intervención todavía era pequeña, reducida a algunos "consejeros" militares-, además de dar clases de Política Asiática en la Universidad John Hopkins, la misma donde consiguió su título. Además, fue uno de los padres de lo que se empezaba a llamar "guerra psicológica", llegando, incluso, a escribir un libro sobre el tema -con el mismo título, y traducido al castellano en Argentina en 1951-. Por su cuenta, o por cuenta ajena, viajó por Grecia, Egipto y Australia, y fue consejero de los británicos en su guerra colonial en Malaysia, y de los norteamericanos en Corea. Fue en esa guerra, la coreana, donde consiguió que se rindieran miles de soldados chinos, que Mao había mandado a la destrozada península casi como ganado -pura carne de cañón-, que por orgullo y miedo a la vergüenza que podrían sufrir, estaban dispuestos a sacrificarse ante un ataque a gran escala de surcoreanos y norteamericanos. El evitar ese baño de sangre fue, por lo visto, una de las cosas que más le llenó de orgullo.
Pero aparte de sus trabajos de profesor, experto en psicología bélica, y consejero militar, Linebarguer también tenía vena y madera de escritor. Empezó a escribir, durante los años 30, en un cuaderno secreto que sólo fue público tras su muerte, cuentos basados, principalmente, en la cultura o la historia chinas, pero de diversa temática, para pasar más adelante a escribir auténticas novelas, "Ria", y "Carola", que podrían considerarse de temática psicológica, y donde fue muy capaz de ponerse en el papel de sus personajes femeninos. Aunque utilizó -aquí también- seudónimo -Felix C. Forrest-, no pudo evitar, a la larga, presentarse al gran público con su auténtico nombre y rostro. Curiosamente, en un hombre que, aunque tuviera que enseñar y aconsejar a tantas personas -generales y jefes de estado incluidos-, se mostró muy cortado a la hora de relacionarse con sus lectores -y eso, que en general tenían buena impresión de sus obras-, así que decidió dejar de escribir, si no novelas en general, sí las que fueran realistas o políticas. 
Años después, en 1950, apareció en una de las muchas revistas pulp de la época -en una de las menos conocidas y recordadas actualmente, y que difícilmente encontraba autores o historias que quedaran en la mente de sus no muy numerosos lectores-, conocida como "Fantasy Book", un relato con el extraño título de "Los observadores viven en vano". En principio, al ser el primero -y durante un tiempo el único- cuento de un autor completamente desconocido, se suponía que habría de ser olvidad al momento. Pero no fue así. Algunos lectores, cada vez más, empezaron a interesarse por ese tal Cordwainer Smith -que a no pocos les pareció un nombre falso-, y a demandar más relatos e información sobre él. No fue su primer cuento, sino el llamado "La guerra número 81-Q", que publicó, con sólo quince años, en la revista estudiantil "The Adjutant", en 1928, también, como no, con seudónimo: Karloman Junghar.

El autor con un gato. En no pocas historias los felinos son protagonistas o elementos importantes.

Ahora bien, después de conocer al personaje y su carácter -retraído, aunque él reconoció a una revista que le encantaba escribir ciencia-ficción, y que se alegraba que él hubiera conseguido que un nuevo público se interesara por el género-, habría que comentar algo sobre su obra, intentando que sea inteligible, pero sin explicar demasiado, para no fastidiar a quién quiera introducirse en su universo, o, en caso de haberlo hecho ya, leer nuevos relatos. Pues la obra de Smith es, dejando aparte novelas de no cf, básicamente, cuentos, o relatos largos, y una sola novela -entregada a revistas de género en dos partes, como era bastante habitual en los 50 y 60-: Norstrilia.


Los Señores de la Instrumentalidad.

Como ya se ha dicho antes, Linebarguer -o Smith, si se le llama por su seudónimo- empezó a escribir por pura distracción siendo joven -"La guerra..." la publicó con quince años-, y tuvo en sus manos un par de lo que él llamaba "cuadernos secretos", donde contenía génesis de futuros cuentos, así como ideas, dudas, personajes, experimentaciones..., uno de los cuales, lamentablemente, perdió, según dijo, en un yate en el que hizo un viaje turístico. Respecto a la idea que él tenía sobre su propio universo, ni tuvo tiempo para darla a conocer al público, por morir joven y de forma bastante repentina, ni, muy probablemente, la tenía demasiado clara. Sí que, en cuadernos o en su propia mente, tendría una cierta idea de la cronología de su futuro imaginado, y de los personajes -entendiendo por ello no a individuos con nombre y apellido, sino más bien, como especies, pueblos, oficios o grupos sociales- que deberían intervenir, pero sujetos a cambios, con muchos espacios en blanco, y facilitando -y en cierto modo, también forzando- a sus lectores a que imaginaran por sí mismos muchas cosas. En eso, tal vez estuviera cerca de Lovecraft, que también tenía un universo propio muy particular, aterrador y fascinante, pero poco delimitado, y donde personajes e ideas a veces chocaban o no estaban claros. Fue Derleth, que no era mal escritor, además de ferviente seguidor del eremita de Providence, el que decidió clarificar y planificar ese mundo. Pero al aclarar, también se perdió algo de su magia, de su misterio. Linebarguer, probablemente -tal vez lo haya, no lo sé- no ha tenido alguien así, que haya delimitado, siglo por siglo, los cambios de "su" humanidad, y de sus compañeros, el sub-pueblo, los robots -tal como él los imaginaba-, etc. Ahora, sería interesante describir, en pocas palabras, y sin "destripar" el final de ninguno de sus relatos, en qué consiste el suyo. O, al menos, el intentarlo. Dos expertos en literatura de cf, John Pierce, y el argentino Pablo Canpanna -"El señor de la tarde: conjeturas sobre Cordwainer Smith"- ya lo intentaron. Y para quién le interese profundizar, con notable éxito.

"Los observadores viven en vano", donde unos hombres que se sacrifican para llevar una "no-vida" dudan de que nadie reconozca su trabajo.

Según la cronología supuesta por estos dos estudiosos y admiradores de Smith, y de otros -como el español Miquel Barceló, que dirigió la publicación de la totalidad de su obra, incluyendo cuentos que no eran del Universo de la Instrumentalidad, y de algunos que sí lo eran, pero que no se habían traducido todavía al castellano, y alguno, ni publicado en inglés, todo ello todavía posible de conseguir comprando alguno, o todos, los cuatro volúmenes de la obra completa, de Ediciones B, Colección Byblos CF, de donde he sacado mucha información de la que estoy escribiendo. Para quién quiera intentar encontrarlos, pues ya están agotados hace años en las librerías-, hay una "Primera Era del Espacio", totalmente olvidada, y que incluiría una sola historia, "¡No, no, Rogov, no"!, sobre un intento de científicos soviéticos de controlar a los individuos, y que acaba con un viaje mental al futuro -Smith, por lo visto, en su adolescencia tuvo interés por la Unión soviética. Su padre solucionó aquello enviándolo de viaje a aquel país. Abandonó el comunismo, pero no una idea de que a la humanidad le esperaba un futuro brillante y, a la vez, duro y confuso-, y que acabaría como en el siglo XXI o XXII.
A partir de ahí, y supuestamente por una serie de guerras -atómicas o no, y donde la II Guerra Mundial sólo sería la primera de varias, cada vez más destructivas- el mundo acabaría casi en ruinas, con un pequeño número de seres humanos residentes en ciudades amuralladas, mientras gran parte del mundo es habitado por las llamadas Bestias -en realidad, animales descendientes de otros cuya inteligencia y carácter han sido elevados al de los seres humanos, pero con aspecto completamente animal, o casi-, No Perdonados -quizá, hace referencia a salvajes, o a los "idiotas", personajes que parecen humanos, de escasa inteligencia, muy pagados de sí mismos, orgullosos de unas obligaciones burocráticas que parecían fantasía propia, o una forma de darles trabajo-, y unos curiosos personajes, conocidos como "manshonyaggers", unos tanques-robots que sólo entienden el alemán. A ese mundo debastado, donde sólo resiste una nación unida, China, que es capaz de colonizar un mundo entero, Venus, a fuerza de "bombardearla" con millones de sus habitantes en paracaídas -"Cuando llovió gente"-, llegan las hermanas Von Acht, las tres hijas -aunque en las historias sólo participen activamente dos, y de la tercera sólo se hable, aunque se intuye su futuro- de un científico alemán que, al final de la II Guerra Mundial, y para que no caigan en manos de los soviéticos, las envía al espacio en naves espaciales donde permanecen en animación suspendida, que acaban cayendo una detrás de otra, enfrentándose a los Jwindz -los chinos- y uniendo la humanidad, dándole el vigor perdido, pues no eran más que unos soñadores anonadados y sin personalidad que deambulaban por el mundo, y creando así el germen de lo que sería la Instrumentalidad. De estas tres Von Acht, descendería la familia Vomact, cuyos miembros, para bien o para mal, participarían en los avances y las transformaciones de la humanidad, ejerciendo cargos tanto políticos como médicos o científicos.
Más adelante, se detalla cómo la humanidad va progresando, creando una civilización mundial, y más tarde, explorando y conquistando el espacio, más o menos vigilados, dirigidos y aleccionados por esos señores y señoras de la Instrumentalidad, que no son ni dictadores ni emperadores, ni tampoco, exactamente, ni filósofos ni religiosos. Son, hasta cierto modo, políticos, que deciden qué es mejor para los humanos, y que reconocen sus errores -aunque les cueste, por considerarse la élite intelectual y espiritual de la especie, y no muy dados a la autocrítica-, mientras fomentan -cuando se supone que conviene- el desarrollo tecnológico primero, y social después.
Los observadores del relato de "Fantasy Book" son unos humanos escogidos, muertos en vida, que se encargan de dirigir las naves espaciales cuando los humanos "comunes" duermen o no son capaces de enfrentarse a ciertos problemas físicos, hasta que Adam Smith los hace inútiles. Más adelante vendrían las naves lumínicas, hermosas pero enormes, con gigantescas velas solares, que llevarán a los humanos cada vez más lejos, aunque eso signifique que sus pilotos se pasen la vida -que se les escapa literalmente de las manos- dirigiéndolas; "La dama que llevó El Alma" relata dicha época, donde una joven piloto, la primera mujer en ocupar dicho cargo, llega a fusionarse mentalmente con su propia nave para realizar un extraordinario viaje. En aquella época, es cuando unos descendientes de australianos forman la colonia, luego mundo independiente de Norstrilia, que se hará riquísima vendiendo a otros mundos -incluida la Tierra- un producto que alarga la vida humana en siglos -ellos, evidentemente, son los más longevos, que para esos son los proveedores de tan milagroso invento-, y que tiene su origen en la leche de unas ovejas mutantes, gigantescas y deformes. Su mundo será el más rico y envidiado del universo y, evidentemente, también el que cuenta con mayor vigilancia -continua- para evitar a espías y ladrones.

"La dama que llevó el alma", sobre la fusión entre mente humana y computadora de una nave, obra de Craig Moore.

Más tarde, se inventa el método de la "planoforma" -así se tradujo al español; muchas palabras técnicas eran, en realidad, inventadas por el autor, lo que no dejaba de ser un dolor de cabeza para los traductores a otras lenguas-, y los viajes ya no duraban años, ni necesitaban de naves tan enormes -"Piensa azul, cuenta hasta dos", sobre una joven que no tiene más importancia entre la tripulación de una nave, que caer bien a la gente, o "El coronel volvió de la nada", donde uno de los pioneros de este tipo de vuelos, después de partir al espacio, reaparece desnudo y en estado vegetal en medio del parque de una gran ciudad-.
A partir de ahí, los seres inteligentes se diversifican: existen robots con una inteligencia artificial e independencia considerable, aunque atados a los humanos, y aparecen las llamadas sub-personas. Éstas son animales que, como en "La isla del doctor Moreau", de Wells, han sido "transformados" en seres con inteligencia, habilidades y sentimientos humanos, aunque conservando algunos que, en teoría, corresponderían a los animales que eran antes de su modificación: las sub-personas que vienen de perros son fieles; las felinas son independientes y astutos; los que vienen de tortugas, son pacientes, lentas, con gran memoria y largas vidas. También existen los llamados "homúnculos", de los que apenas se hablan, y parecen ser humanos auténticos, pero que han sufrido algún tipo de mutación -natural o, lo más seguro, artificial- para adaptarse a nuevos mundos que, en caso de ser completamente humanos, habrían sido demasiado duros para colonizar y habitar. Son las sub-personas, las que van ocupando cada vez más espacio y atención por parte del autor. P'Juana -la P es de perro; en el original era D'Joan, de dog- es una especie de mártir que está dispuesta a llegar a donde haga falta por que los humanos reconozcan a su gente -sea cual sea su origen animal, pues también hay sub-personas hijas y nietas de otras sub-personas; toda una diversidad de vida en parte animal, en parte humana-, que son tratados por los humanos, que se creen tan civilizados, como esclavos, o incluso objetos, y no dudan en matarlos en cuanto se hieren de gravedad o enferman. Su historia, se relata en "La dama muerta de Clown Town", una de las mejores y conmovedoras de sus historias, y donde la humanidad no sale, precisamente, muy bien parada. Otra sub-persona importante sería G-Mell -G de gato-, que aparecería en varias historias -"Norstrilia", "La balada de G'Mell"...-, que sería la más inteligente y astuta de su clase, llegando a tener algo más que amistad con un importante humano. Respecto al aspecto de las sub-personas, lo curioso es que, realmente, el autor apenas entra en ello. Destaca si alguna tiene una semblanza al animal del que proviene pero la mayoría, da la impresión, de que básicamente parecen humanos, y tal vez sólo la cola o las orejas animales les distingan de los auténticos humanos. Cuando algunos ilustradores ha querido retratarlos -como a G'Mell, por ejemplo-, lo han hecho cada uno a su manera, porque Smith no explica cómo son. Dicho de otra forma, que lo deja todo a nuestra imaginación.

G'mell ilustrada por Pierre Lacombe
La mujer-gato -y más humana que muchos humanos- G'Mell, por Pierre Lacombe.

Se podría hablar de muchos otros personajes y situaciones: de cómo el capitán Suzdal consiguió enfrentarse a una especie humana degenerada formada por hermafroditas mediante gatos -"El crimen y la gloria del capitán Suzdal"-; de naves inmensas y al tiempo inofensivas pero terribles -"Dorada era la nave"; de cómo la religión es considerada un peligro, lo que hace que un gurú desquiciado transforme la antigua fe del legendario faraón Akhenatón en un poder destructivo -"Bajo la vieja Tierra"-; sobre el descubrimiento de un mundo habitado por enormes aves inteligentes que sólo piensan en comer y comer -"Del planeta Gustible", habitado por unos seres conocidos como "Apicios", igual que Apicio, el célebre cocinero romano-, y así, relatos y más relatos, que, aunque sepamos de que existen diferencias de estilo, y saltos temporales enormes, corresponden a un mismo universo, un puzzle cuyas piezas intentamos, en alguna ocasión con dificultad, que concuerden.

"Los mininos de mamá Hitton", una historia ambientada en Norstrilia, bien defendida de ladrones e intrusos.

Los últimos relatos que escribió -y también de los que aparentan suceder en un futuro más lejano-, tienen a un sólo personaje de protagonista: Cashier O'Neill. Hay que tener en cuenta, primero, que los siempre lejanos pero presentes Señores de la Instrumentalidad se dieron cuenta de que la humanidad, sin nada que hacer ni temer, dejaron de tener hijos, de colonizar mundos, de inventar nada, y que se comportaban casi como zombies. Así que decidieron que tuvieran que trabajar y preocuparse de enfermedades y penalidades, mientras resucitaban culturas, idiomas y formas de vida antiguas, pero adaptadas a la tecnología del futuro, lo que hace que vuelva a haber nuevos franceses, alemanes, árabes, chinos, etc, aunque las culturas resucitadas no correspondan a las razas de las que formaban parte. Uno de esos mundos será algo parecido a Egipto, pero sin religión aparente, pues el islam no existe, y el cristianismo es algo casi desconocido, y lo siguen más las sub-personas -cada vez más respetadas e influyentes- que los humanos. En ese mundo, Mizzer -de Misr, el nombre de Egipto en árabe de ese país- es expulsado el rey de la casa O'Neill, vicioso e indolente -casi un retrato del también destronado rey Faruk-, y con él, su sobrino, que deja mujer e hija en su mundo. Él sólo piensa en vengarse y volver a reinar, y por eso viaja por los mundos buscando ayuda económica, política o militar, llevándole a tres mundos, que son tres relatos diferentes: uno cubierto de gemas, pero sin apenas territorio cultivable -"El planeta de las gemas"-, donde consigue una nave espacial; otro con un clima enloquecido, gobernado, en teoría, por un hombre con siglos de vida -gracias al stroon, la sustancia de Norstrilia que tanto alarga la vida-, pero que se la pasa en gran parte durmiendo, cuidado de una mujer-tortuga: T'ruth -T de tortuga; su nombre en inglés, se ve claramente, significa verdad, truth, porque nunca miente-, que hace del héroe una persona nueva, con grandes poderes psíquicos para enfrentarse a quién sea, herencia de una mujer -bruja, maga, ser todopoderoso y extraordinario- de la que, tras morir, recibió su alma y parte de sus poderes, aunque no su personalidad; este sería "El planeta de las tormentas". El tercer relato, "El planeta de arena", sería el retorno de Casher a su mundo patria, donde finalmente, decide no matar al general que lo gobierna, sino cambiar de vida -aunque mejor no explicar más-.
Sus últimas historias serían, entre otras, "Tres a una estrella", en que tres máquinas de matar interplanetarias y de extraordinario poder, capaces de pensar, hablar y sentir, y cuyo pasado ¿humano? acabaremos sabiendo, se dirigen, en un viaje tan lejano en el espacio como en el tiempo, a un mundo que Casher y su mujer consiguen intuir gracias a sus poderes mentales: un planeta poblado por una especie al tiempo inteligente y brutal y que, aparentemente, sólo piensa en devorar a la humanidad. Los tres viajeros pretenden, por tanto, actuar atacando antes de ser la Tierra y otros mundos atacados.


Otros relatos. El fin de Linebarguer, y lo que le quedó por decir.

Si se deja aparte su universo personal, Linebarguer escribió apenas seis cuentos que muy difícilmente se les podría incluir en él. Entre ellos, el ya nombrado de "La guerra número 81-Q", publicada de adolescente, y donde imagina que, en un futuro, la lucha entre grandes potencias -aquí, Estados Unidos y un estado asiático que sería China, aunque con un gobierno mongol, que compiten por un descubrimiento tecnológico de gran importancia- en lugar de destruirse en larguísimas y sangrientas guerras, deciden alquilar un territorio despoblado y neutral a un tercer país, y organizar allá un enfrentamiento entre vehículos aéreos armados al máximo, y que son teledirigidos desde larga distancia, permitiendo, incluso, apuestas y espectadores.
Otras historias, entre estas seis, serían "La ciencia occidental es tan maravillosa", sobre un marciano multiforme que llega a la Tierra, simplemente, para aprender ciencia, pero que sólo se encuentra con militares con los que poco tiene que hablar; o "La flauta de Boodidharma", donde un instrumento musical de poderes casi mágicos fabricado durante la legendaria época en que existía la llamada "cultura del Indo", o de Harappa y Mohenjo Daro -la cultura más antigua de la India y Pakistán-, y que pasa de mano en mano, de saqueadores, científicos, y hasta nazis, hasta un técnico espacial, y que tiene el poder de desarrollar los sentimientos, buenos o malos, de la persona que escucha la música que emite.
Respecto a qué es lo que pretendía Smith, es un misterio. Se perdieron parte de sus apuntes y cuadernos. Su mujer rescató otros -le ayudó a escribir, al menos, un par de cuentos, y cuando murió su marido, acabó un par más, aparte de descubrir uno inédito-, pero no se sabe hacia donde iba su universo. Alguna vez habló de una nueva serie, "Los señores de la tarde", donde, quizá, humanos y sub-personas podrían vivir y convivir en plena igualdad.
Respecto a qué fue de su obra tras su muerte, en 1966, está un poco en consonancia con el comportamiento del autor en vida: pasó un tanto desapercibida, hasta que fue re-descubierta en los 90, consiguiendo nuevos y jóvenes adeptos, traduciéndose a varios idiomas -en español en dos ocasiones; la segunda, con toda su obra en sólo cuatro tomos, no había más-, y, en tiempos ya de internet, consiguiendo más posibilidades de ser conocida, e incluso con alguna web dedicada sólo a él y su obra.
Por lo visto, siempre se negó a que se supiera que el tal "Cordwainer Smith" en realidad era el doctor Linebarguer, aunque, en el fondo, le habría gustado atreverse a ser conocido, a asistir a convenciones -tan habituales- de autores, críticos y aficionados a la ciencia-ficción, en diversas ciudades norteamericanas. Un amigo suyo, el también escritor de género Frederik Pohl -autor, de entre otras, de "Mercaderes del espacio"-, consiguió no sólo conocerlo en persona, sino también trabar una buena amistad. Casi consiguió convencerlo para que diera la cara y se presentara en público en la siguiente convención de cf de Estados Unidos, pero, lamentablemente, Linebarguer murió de un repentino ataque al corazón. Así, siguió siendo un desconocido para el gran público, y aunque de vez en cuando se publicaba algún recopilatorio parcial, pasaron los años, y su nombre se disipó de la memoria, incluso de gran parte delos aficionados más acérrimos. Cuando, en no pocos libros, se hacen selecciones de relatos de ciencia-ficción, o de autores de este género, muy raramente nadie llegaba ni a acordarse de él. Gracias a las nuevas tecnologías, como internet, que él nunca imaginó, ha vuelto a resurgir, y no deja de tener un grupo de seguidores en todo el mundo quizá no muy grande, pero sí muy fiel.

Este sería un enlace para una de las webs dedicadas a él.