miércoles, 1 de mayo de 2013

La ciencia-ficción franco-belga: la literatura (III). Siglo XX: nuevos autores para nuevos tiempos.

Época de clásicos todavía recordados en su país, o que dieron paso a futuras adaptaciones a la gran pantalla, en versión animada.


En este tercer capítulo, ya aparecen autores que so plenamente "modernos", aunque muchos personajes, situaciones, vocabulario, etc., nos parezcan un tanto desfasados o pasados de moda. Es en este momento en que la ciencia propiamente dicha deja en parte paso a lo que los norteamericanos llaman "space opera", por considerar que eran historias de aventuras, peleas, persecuciones y romances -algo así como sustituir a vaqueros, soldados de antiguas guerras, o piratas, por tipos con traje futurista y armas láser; aunque lo de "ópera", aquí, demuestra que los norteamericanos de principios del siglo XX tenían, en general, una visión muy particular de dicho género musical-, que, antes que en el cine, y al tiempo que en las revistas de literatura popular -las famosas revistas de "pulp fiction"-, se podían escuchar en la radio. Esto último explica el por qué, en ocasiones, las historias de "space opera", cuando eran retransmitidas por medio de las ondas, también eran conocidas como "soap opera": "soap", en inglés significa jabón; y eran empresas de jabón, y de limpieza en general, las que, en parte -no siempre, claro está-, patrocinaban dichos programas radiofónicos, que tantos millones de seguidores incondicionales tenían, cuando la televisión todavía era, en este caso también, pura ciencia-ficción. Ahora, volvemos a saltar el charco, de América vuelta a Europa, con autores más reconocibles, debido también, a que algunas de sus historias han sido adaptadas al cine animado. Películas de las que ya, en su momento, ya se ha hablado bastante. Ahora va siendo hora de conocer, aunque sea un poco, a los hombres que están detrás de dichas obras adaptadas.


Francis Carsac, revolucionario de la CF francesa.

El auténtico nombre de Francis Carsac (1919-1981; muerto, curiosamente, en Tucson, Arizona) fue François Bordes, y es un ejemplo, en su momento no demasiado común, pero hoy en día -y desde hace ya mucho- bastante habitual, de escritor de CF que, al mismo tiempo, es científico o, por lo menos, una persona de enorme erudición. Otro hecho llamativo es que, a pesar de dedicarse a la escritura de evasión espacial, Carsac fue un paleontólogo y antropólogo célebre, que escribió ensayos sobre el tema -"Los limos cuaternarios del valle del Sena. Estratigrafía y arqueología paleolítica"; creo que con este título, de una de sus obras de investigación más importantes, es fácil hacerse a la idea del conocimiento del tema-, y que, en caso de haber querido escribir "novela prehistórica"; lo habría hecho con bastante más verosimilitud que su antecesor belga, Rosny Aine -a pesar de que éste, en su momento, intentaba empaparse de todos los conocimientos de la época en prehistoria de los que era capaz-. 
Francis CarsacCuando no estaba enfrascado en temáticas como la industria lítica -para entendernos, el estudio de la fabricación y tipología de las herramientas de piedra de los hombres prehistóricos-, o las diversidades culturales de tal o cual comunidad del paleolítico, o cómo utilizar las matemáticas para avanzar en la ciencia paleontológica, Bordes debió tener la necesidad de olvidarse un poco del más lejano pasado de la Humanidad, y levantando la cabeza, debió ver en los inmensos espacios el teatro de sus todavía emocionantes -y más profundas de lo que los lectores de la época estaban acostumbrados a leer- historias de exploración y luchas interestelares.
La importancia de Carsac sería importante, pues después de la II Guerra Mundial, ni Francia ni el resto de Europa estaban muy por la labor ni de escribir, ni de leer relatos o novelas de pura evasión, y menos todavía, de CF. Carsac fue de los primeros autores que, viendo cómo los reducidos grupos -aunque crecientes en grupo- de seguidores del género leían, básicamente, material de importación de Estados Unidos, o bien algunos relatos antiguos considerados ya -y no sin cierta razón- como totalmente desfasados, decidió empezar a escribir CF autóctona, con influencias anglosajonas -resultaba imposible no tenerlas, en aquella época, excepto, quizá, en la Unión Soviética, si bien éste era casi un mundo aparte-, pero con personalidad propia. Se da por supuesto que, hasta 1950, la CF, al menos en Francia y otros países de Europa, no se distinguía del resto de literatura, que de 1950 hasta 1955, se empezó a considerar como "infraliteratura" -o sea, "literatura barata", de poca calidad, de "usar y tirar", y, finalmente, hasta mediados de los sesenta, como, prácticamente, "paraliteratura", o sea, intentos de hacer literatura, pero reducidos a bobadas que sólo interesaban a gente simple e inmadura, o trabajos sin personalidad ni reconocimiento realizados por autores en horas bajas, o prefionales que se querían sacar un sobresueldo, como ocurría en no pocas ocasiones en España -las llamadas "novelas de a duro", pues sus autores no cobraban mucho más por escribirlas, a veces en no más de una semana de tiempo-.
Carsac publicaría su primera novela en 1954, en la editorial Hachette,  -tenía, por tanto, unos treinta y cinco años, y ya se estaba labrando una carrera científica que, con el tiempo, le daría fama mundial; al menos, entre los investigadores e intelectuales-, con el nombre de "Aquellos -o el pueblo, según otras traducciones- de ninguna parte" -quizá no sea la mejor traducción, pero creo que resulta inteligible; en España se conoció como "Los habitantes de la nada"-, escrita realmente en 1945 -quizá antes- pero que durmió el sueño de los justos hasta que logró acabar la carrera, y ejercer de profesor de geología y paleontología en la universidad de Burdeos. La novela en sí misma, mas bien sería de acción, con un amigo científico que cuenta a otro como viajó con unos seres de otro mundo, los Hiss, a su mundo, gobernado por una especie de tecnocracia -algo muy de moda en la CF de la época-, pero con ribetes filosóficos y religiosos -porque también tienen religión propia-. La base de la obra es el conocimiento que el protagonista tiene sobre el mundo Hiss, y la guerra, más bien cruzada, que tienen contra los Misliks, una especie de raza metaloide -pero viva; no son robots- que apaga los soles, exterminando así a los habitantes de los diferentes sistemas, y, en la nueva edad de hielo creada artificialmente, habitar los mundos, ahora muertos. Esta será una señal de la obra de Carsac: al tiempo, crear unas sociedades extraterrestres creíbles, y que en no pocas ocasiones acaban siendo fácil empatizar con ellas, y combates espaciales que no dejan de ser el equivalente a la terrible guerra mundial que Carsac, y la Humanidad al completo, sufrieron no muchos años atrás. Carsac considera aquí que, de existir el hiperespacio, la idea de "distancia" o "lejanía" no tienen relación de ser. Así, sus historias no suceden solamente en nuestra galaxia, sino a través de todo el universo. Pero es en la capacidad de retratar de forma verosímil tanto la sociedad Hiss, como la Mislik, lo que hace de Carsac un renovador, o como dicen algunos críticos, el responsable del renacimiento de la CF francesa. Porque, al fin y al cabo, Carsac era antropólogo, y sabía de lo que escribía. A partir de ahí, la idea de estudio de las sociedades y los pueblos, y la influencia de la tecnología en individuos y colectividades, serían habituales en el género en lengua francesa, más que en los países anglosajones, y parejo a la CF soviética. Con la diferencia importante de que la URSS, a pesar de la importancia que quisieran darle a la cultura, no dejaba de ser una dictadura de partido único. Y al partido, y a la revolución, y a la camarilla gobernante, claro está, ni tocarlos.
Su segunda obra, "Los Robinsones del Cosmos" aparecería en 1955, también en la editorial Hachette-Gallinard, en su colección "El rayo fantástico". En aquella época, ya era el autor de género de moda en Francia. Ésta fue, sin embargo, uno novela muy diferente a la anterior, pues los Robinsones del título no son, como se podría creer, una familia, o un pequeño grupo de individuos. Son, por el contrario, los habitantes de un pueblo de los Alpes franceses al completo, que junto a una fábrica, viviendas aledañas, y un observatorio científico, son "arrancados" de forma misteriosa por la energía de un mundo no de nuestro universo, sino de otra dimension -un "para-universo", podríamos decir-, y reinstalados en dicho planeta, donde se encontrarán una fauna y una flora salvajes y completamente distintas a lo que habían conocido, allá en la vieja Europa, además de tener que coexistir con una raza primitiva pero inteligente, parecida a los centauros. Contada en primera persona, por un profesor de geología de visita en el centro astronómico -una especie de alter ego del autor-, está ambientada en 1975, donde, supuestamente, los humanos ya han llegado a la Luna y a Marte. Tal vez tenga algún parecido con "La ciudad en el fin del mundo", del norteamericano Edmond Hamilton, publicada en su país en 1950, y traducida y a la venta en Francia en 1952, y no sería raro que Carsac se inspirara en ella para escribir su obra -la editorial que la trajo a Europa fue, precisamente, la misma para la que él trabajaba-, pero el francés cambia una Tierra del lejano futuro, agotada, desértica y condenada, por un mundo nuevo, exuberante y lleno de vida y misterio, por lo que, en cierto modo, resulta mucho más atractivo, sin desmerecer la obra de Hamilton, el esposo de Leigh Brackett -el mundo es un pañuelo; y este blog, por lo visto, también-.

Una ilustración -¿de Moebius?- para una edición de las dos primeras novelas de Carsac.

Es una historia un tanto distinta, donde los obreros de la fábrica exploran el nuevo mundo a ritmo de canciones revolucionarias, y tienen lo suyo con los miembros de un grupo fascista -que reciben lo suyo- que también acaban trasladados al nuevo mundo. De la misma forma, conocen a una "colonia" de norteamericanos que, con su pedazo de Tierra, también llegan a aquel extraño planeta de la misma forma, y aunque los consideran aliados, no dejan de tener algunos desencuentros, debido a las diferencias culturales. Todo lo más, cosas que, difícilmente, se podían leer en las novelas estadounidenses, que raramente tenían en cuenta que en la Tierra vivía gente que no fuera de su país, y así lo trasladaban a las historias de otros mundos, donde sólo los norteamericanos WASP parecían estar capacitados a llegar.
La tercera novela apareció, en la misma editorial, en 1960.  "Tierra a la fuga -o a la deriva, que podría ser otra traducción"-, también escrita en primera persona por -como no- otro científico francés, que cuenta a un amigo cómo -no está claro cómo- se ve trasladado a un lejanísimo futuro, ocupando el cuerpo de otro, a una Tierra donde la Humanidad ha llegado a otros mundos, pero sin colonizarlos, y que ha sufrido una glaciación que casi ha hundido la civilización tal como la conocemos. Sobreviviendo a ésta, los humanos tendrán que sufrir otras dos, alcanzar Marte, donde descubrirán los restos de una civilización perdida; después Venus, que "terraformarán"; serán más tarde vencidos por una invasión de extraterrestres que, más adelante, serán exterminados por virus creados artificialmente por los humanos en laboratorios clandestinos... aquí Carsac crea una historia futura de la Humanidad con la que se podrían haber escrito, de haberlo él querido y alargado, libros enteros.

Una ilustración para una portada de "Este mundo es nuestro".

En 1962 aparecería su cuarta novela, "Este mundo es nuestro", que sería una segunda parte de "Tierra a la fuga", con una Nueva Tierra que intenta recrear la vida de la vieja, donde también ha habido un nuevo desarrollo tecnológico que ha llevado a la Humanidad por medio Universo, creándose o descubriéndose nuevas humanidades, con los enfrentamientos y conflictos consiguientes, y que incluye, probablemente, la primera -¿y única?- aparición de los vascos en una novela de CF. Sin saber como, éstos decidieron emigrar en masa a un mundo para ellos solos, topándose con otra especie verde y de cultura medieval, y más tarde, con humanos más avanzados, que se las tienen que ver con ambos -con los vascos, tanto como con los alien, pues insisten en conservar su cultura e identidad de una forma, al menos, más que tozuda-.
La última novela, aparecida en 1967, "La vermine du Lion" -¿Los parásitos del león?; no sabría cómo traducirlo mejor-, trata sobre los enfrentamientos entre una gran empresa extractora de minerales, contra pequeños mineros y protectores del medio ambiente. En otro mundo, sí, pero ecologistas de todas formas, y protagonizado por una especie de aventurero millonario de origen mestizo, que lo mismo puede ser caballeroso como brutal.

El protagonista de "Los parásitos del león", con sus dos protagonistas: el aventurero humano, y el león inteligente por medio de la genética.

Aparte de ello, Carsac escribió algunos relatos más cortos, como "Así se aburren en Utopía" (1976), parte de un recopilatorio de autores franceses del género, o "En las montañas del destino" (1974), pero ya fue a finales de su carrera literaria. Más adelante, sólo se dedicaría a la investigación, y al turismo. Y visitando Norteamerica, en la ciudad de Tucson, fue cuando murió, repentinamente, en 1981.
Tal vez poco conocido fuera de su país -en España se publicaron casi todas sus obras, pues durante cierto tiempo, la CF francesa tenía casi tanto eco como la anglosajona, pero después de los 60, raramente hubo ya alguna reimpresión-, al menos en la actualidad, en Francia es considerado, con toda justicia, como el responsable del renacimiento del género en tierras galas. Fue el que dio el gran salto, de la CF a la manera de Verne o Aine, a escribir, salvando las distancias, como un autor moderno y culto, como Asimov o Clarke. Ahora sólo falta que alguien lo tenga en cuenta, y tenga la ocurrencia -y poco interés por ganar dinero- de volver a ponerlas en circulación en el mercado hispanohablante. Aunque esto, tal como está la cosa, sea mucho pedir ya.

(Esta parte de la entrada la he podido crear, principalmente, gracias a un artículo de la legendaria revista-libro de CF española "Otra dimensión", que tanto hizo por el género en tierras hispanas, y cuyos números consigo siempre que puedo, recorriendo mercadillos de segunda mano. Buen consejo es hacerlo, porque se pueden encontrar cosas ciertamente interesantes).


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Quizá hablar aquí de dos editoriales. La primera nacería con la fusión de dos anteriores: Hachette, y Gallimard, que acabarían siendo la "Hachette-Gallimard". Sacaría una colección, conocida como "El rayo verde" -nombre probablemente inspirado en la novela de J. Verne del mismo nombre-, que se dedicó, básicamente, a la traducción al francés de autores anglosajones, como Asimov, Heinlein, Clarcke -no estamos hablando sólo de los años 50, sino de décadas, hasta la actualidad-, pero que no dio demasiada importancia a los autores patrios. Sin embargo, en deteminado momento, decidieron dar una oportunidad a Carsac y otros autores menores, tal vez, por miedo a que la CF autóctona, a la que, en cierto modo, habían ninguneado, o que consideraron algo del pasado -publicaban a autores franceses anteriores a la guerra, pero no a jóvenes valores- acabara ocupando parte del pastel que creían iban a comerse ellos solos.
Hachette Book logo.jpgFleuvenoir logo.gifLos que capitanearon, por decirlo así, a los autores autóctonos, no contra los foráneos -léase, norteamericanos y británicos- fue "Fleuve Noir" -Río Negro- que, realmente, se dedicaba, en general, a la literatura popular, sobretodo a la novela negra o detectivesca, o al terror, y casi siempre con autores franceses. Aunque, más que por patriotismo o chovinismo -algo, por lo demás, bastante común en Francia-, por una razón más simple y prosaica: la mayoría de aquellos franceses eran autores nóveles, o jóvenes con cierta fama, pero, en general, con modestas minutas. Una cosa es que, en un futuro, pudieran vender mucho, y cobrar por ello, pero, en principio, era gente que salía muy barata a la editorial. Y además, eran muy prolíficos. Sería en cambio, a partir de los 60 y 70, cuando, ya casi retirado Carsac, y asentada la CF francesa -fue a partir de mediados de los 60, cuando se ganó cierto respeto de la crítica, y atención de los medios-, cuando empezó a ser una superventas. En realidad, no ha habido editorial francófona que vendiera tanto como FN, cerca de mil millones, con mil autores y diez mil títulos en su haber. Algo no ya considerable, sin sencillamente extraordinario.
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Jean-Pierre Andrevon, la CF más fantástica.

Ya se ha hablado antes de Andrevon, en una de las entradas dedicadas al cine -en su caso, de animación- de CF francés. Él es el autor de la obra en la cual se basaría la película "Gandahar". Pero antes de llegar a ello, mejor hablar un poco de la persona, además de la obra propiamente dicha.
Andrevon nació en Bourgoin en 1937, y... todavía está vivo. Sí, estoy escribiendo, para variar, de un autor que todavía está con vida, cosa que, la verdad, hasta este preciso momento en que escribo estas líneas, desconocía. Como es de imaginar, la vida de Andrevon estuvo marcada por la guerra mundial, la ocupación nazi, y la posterior posguerra, que si bien no fue tan dura como en Alemania o la Unión Soviética, tampoco debió ser, ni para él ni para otros muchos, una época mucha abundancia, precisamente. Abandona sus estudios en el liceo -el instituto- de Grenoble para trabajar de peón en carreteras hasta los 20 años, para, posteriarmente, entrar a estudiar en la Escuela de Artes Decorativas de la misma ciudad. Andrevon demostraría ser un artista realmente poliédrico, pues no sólo sería escritor, sino también ilustrador y músico. Además, no sólo se dedicó a escribir relatos o novelas de CF -en varias editoriales, pero sobretodo, en la ya nombrada "Fleuve Noir"-, sino también policiacas, además de ser responsable de numerosos recopilatorios de relatos de género, donde se encargaba del prólogo, de incluir alguno de sus cuentos, y de poner de acuerdo a la tribu gala de CF para que no se dejaran olvidar por el gran público. Sería, por tanto, una de las luminarias del género en el mundo francófono, y quizá en toda Europa, teniendo en cuenta toda la historia, experiencia y creación que lleva a sus espaldas.
En 1969 escribiría "Los hombres-máquina contra Gandahar", que veinte años después adaptaría René Laloux al cine de animación. Obra rupturista, adulta y vanguardista como la novela de la que parte y que, un cuarto de siglo después, sigue siendo extremadamente moderna -incluso, teniendo en cuenta los avances de los últimos años en animación, y el hecho de que Laloux tampoco contó nunca con demasiado dinero o apoyo para llevar los conocimientos que había en dicho campo en aquellos tiempos-. No creo necesario explicar la historia de dicha novela, porque no es muy distinta de la que se puede ver en las imágenes creadas por Laloux. Pero, sin duda, a finales de los 60, resultaron algo parecido a las obras de Carsac en los 50: un soplo de aire fresco, y una llamada de atención a los aficionados y críticos del género fanta-científico, para que supieran que sí, que en Norteamérica había, sin duda, una legión de grandes, o al menos de más que aceptables, autores, pero que también había que mirar, aunque fuera de vez en cuando, al otro lado del Atlántico. Andrevon fue uno de los que atrajo esa atracción. Otro sería el polaco Lem, aunque éste fuera un autor bien distinto.

A partir del éxito de Gandahar, Andrevon se pudo dedicar seriamente, y a tiempo completo, a la escritura    -antes había sido profesor de dibujo, precisamente, en el estudio Champollion de Grenoble que había abandonado antes de tiempo, y después soldado en Argelia-. En los 70, decidió cultivar la "space opera", con la trilogía de "La época de las grandes cacerías"-"La guerra de los Gruulls"-"Dios de la luz", que volverían a publicarse en un sólo volumen en los años 90.

Una versión más "futurista" de los hombres-máquina del mundo de Gandahar.

Dejando aparte obras menores, y teniendo en cuenta la amplitud de ésta, uno novela a resaltar sería "El trabajo del hurón en el gallinero" (1983), donde, al reducirse casi a la nada la mortalidad, se decide a nivel mundial un número máximo de habitantes por país, y si, por exceso de natalidad, o deseo de reducir la población -o por exigencia del gobierno mundial, que sería más exacto- sobraban individuos, se pagaba a unos asesinos -los hurones- para que ejercieran, de la forma más "limpia" posible, el exterminio de los considerados por el gobierno como prescindibles. Y eso es lo que hace el protagonista, hasta que empieza a pensar. Y al pensar, es cuando empieza a tener problemas... La historia fue adaptada como una película para televisión por Fabrice Eberhard, y al cómic por Afif Khaled.
Además de otros relatos ambientados en el universo Gandahar -como "Las puertas de Gandahar", de 1999, o "El exilio de Gandahar", de 2005, entre otras- se podría destacar "Los guerreros de la noche", donde unos supuestos espíritus de guerreros navajos intentan expulsar de las tierras de su pueblo a los trabajadores y propietarios de una empresa minera que amenaza con destruirlas.
Otra historia curiosa sería -y que, probablemente, haga recordar a una reciente obra de E. King- sería "La casa que se desliza" -ya de 2010, lo que demuestra que todavía está activo-, donde los habitantes de un pequeño pueblo se ven rodeados por una extraña niebla imposible de atravesar -al menos, aparentemente- pero que no impide la entrada y salida de desconocidos seres que amenazan a los desgraciados humanos que han acabado atrapados, junto a sus viviendas y vehículos, en lo que parece una cúpula gaseosa, que los tiene atrapados como insectos. Esta no sería, incluso, su última obra. Se trataría de "Nueva bolsa" -¿se traduciría así "Nouvelles de poche"?-, de este mismo 2012.

Portada de "La casa que se desliza", dibujada por él mismo.

En cuestiones de literatura apocalíptica, publicó en 2006 "El mundo, por fin", donde un viejo agotado pasea a caballo por una Francia donde la población humana ha sido casi totalmente exterminada, y la vegetación ha borrado todo rastro de civilización, encontrando solamente un puñado de ancianos como él, pero también a otros personajes, como una mujer joven obsesionada con tener un hijo, o los tripulantes -o no-tripulantes- de una expedición abortada hacia otra estrella. Eso, y la existencia de unos extraños meteoros azules, que no se sabe bien si son señal del apocalipsis final, o de un motivo de esperanza. Quizá pueda hacer recordar a la novela "Los genocidas", donde una supuesta invasión extraterrestre, realizada no con armas, sino con una vegetación que destruye el mundo de los hombres, amenaza con apoderarse del planeta, barriendo toda vida humana, animal o vegetal. Pero Andrevon, dentro de lo que cabe, es menos oscuro, y nos hace soñar o, al menos, ver las cosas de forma realista, pero siempre con un mínimo de optimismo.
También se interesó por la historia alternativa. En "El último domingo del señor canciller Hitler", de 1995, se cuenta la historia alternativa donde el dictador nazi malvive, protegido -¿por qué, realmente?- por el FBI, y junto a su esposa Eva Braun, en un mísero apartamento de Nueva York.
Sería responsable de varias recopilaciones, como las dos que responden al nombre de "Volver a la Tierra", en 1975 y 1976.
"Los visitantes"; ilustración del autor.

Pero también sería defensor de la causa ecologista, con la creación de la revista "La boca abierta"; participaría en el Taller de Escritura Creativa de Grenoble; en los 70, sería crítico de cine y cómic; también ilustrador y escritor en la revista satírica "Charlie Hebdo" -la que, recientemente, fue atacada por fanáticos islamistas, debido a las burlas que ésta hacía sobre Mahoma-, e incluso se dedica a la pintura, con el mural "El muro de las galaxias" -aunque sus ilustraciones futuristas son muchas más-. Además, claro está, de recibir reconocimiento y premios, como el Gran Premio dela CF francesa. Y en sus tiempos libres, hasta compone música; ya va por su tercer disco. Con un estilo que podría considerarse de fantasía científica, más que de CF dura -"hard SF", como llaman los anglosajones a las obras donde la exactitud científica están por encima de la historia en sí misma, aunque eso no deba significar que tenga, por ello, que resultar aburrida-, sigue resultando nuevo y fresco, y un autor a descubrir para los no francófonos -y para muchos de ellos también, sobretodo los más jóvenes, aunque él nunca abandonó la literatura juvenil-. Además, es uno de los pocos escritores, sin importar nacionalidad, que en no pocas ocasiones ha ilustrado las portadas de sus propios libros. En fin, toda una leyenda, y todavía en activo.

"Saturno 3: la torre Perret", una de las ilustraciones de Andrevon.


Stefan Wul, y quién se ocultaba tras ese pseudónimo.

Stefan Wul es el pseudónimo del parisino Pierre Pairault (1922-2003), que también utilizó en ocasiones el de Lionel Hudson. Aunque se graduó en filosofía en 1940, al finalizar la II Guerra Mundial decidió estudiar algo con más salida profesional, así que se decidió a ser cirujano dentista. Pero París no debió llenarle, así que en 1952, un año después de casarse, decidió marcharse al campo normando, y allá vivió durante el resto de su vida.
A partir de 1956, empieza a escribir, adoptando el pseudónimo del nombre de un científico atómico que leyó por casualidad en una revista científica. En vista de que la novela negra -muy en boga en su país y Bélgica desde antes de la guerra- no se le deba demasiado bien, decidió provar en la CF, según contó él mismo, por las malas críticas que hizo su mujer a una novela de dicho género. Algo así como "¿Tú serías capaz de hacerlo mejor?". Y por lo visto, el señor Pairault no pudo decir que no a su señora, cosa que los aficionados agradecieron muy mucho. Como Andrevon -y otros muchos, algunos de los cuales ya se nombrarán en la próxima entrada sobre el tema-, Wul también decidió intentar publicar -y lo consiguió- en la editorial "Fleuve Noir", en su colección "Anticipación". Su obra es corta: doce novelas, además de algunos relatos y poemas -entre ellos, uno dedicado al héroe galo Vercingetorix, la "Vercingetoríada", que vendría a ser la respuesta celta -y francesa- la la Ilíada o la Eneida de la civilización greco-romana. Como Wul publicó, básicamente, entre 1956 y 1960, se podría decir que su nombre saltó a la fama cuando la CF ya no fue considerada ni tan siquiera como "infra-literatura", para pasar a ser, según críticos sesudos, poco menos que bazofia para idiotas. Resulta duro, pero la realidad era así. Y más, en un país tan intelectual, e intelectualoide, como Francia, donde, al menos en las últimas décadas, los géneros, sea en literatura o cine, han recobrado el respeto e interés de los medios de comunicación que nunca habrían tenido que perder.
¿Cuáles son sus principales obras? 
"Retorno a 0" (1956), sería una "space opera", donde los delincuentes de una colonia penal en la Luna no sólo consiguen rebelarse y triunfar sobre sus guardianes sino que también, dirigidos por un sabio atómico allá retenido, intentarán vengarse sobre la odiada Tierra. Aparentemente, no parece algo muy original -quizá, lo más llamativo sería encontrar individuos reducidos a un tamaño microscópico introducidos en cuerpos humanos, sobretodo teniendo en cuenta que la película "Viaje fantástico", con guión de Asimov, es de 1966-, pero parece que Wul fue capaz de crear personajes de carne y hueso, mezclado con una forma original e imaginativa de explicar la historia, aunque la ciencia propiamente dicha ocupara un lugar bastante secundario en el relato. Lo que él llamaba "un depósito de imágenes e ideas locas". Wul consideraba que, si no conseguía que el lector se sintiera dentro de la novela, si la atmósfera de la historia no le atraía, todos los datos técnicos que pudiera darle no servirían de nada, que sería como perder el tiempo. Cansados de las traducciones de autores anglosajones no demasiado inspirados, o simplemente porque buscaban algo nuevo y autóctono, la otra de Wul tuvo mucho éxito entre la legión de seguidores de "Fleure Noir", así que no le costó conseguir que se le encargaran nuevos trabajos.
"Niourk" (1957), es una -otra- novela post-apocalíptica, donde el protagonista, un niño negro que va a ser sacrificado por su tribu, consigue finalmente escapar, vagando por un mundo donde los océanos se han secado, los humanos sobreviven como clanes violentos y míseros, y los pulpos han mutado transformándose en un peligrose e inteligente enemigo,y consigue llegar, dirigiendo a su pueblo a la ciudad legendaria conocida como Niourk, o en su nombre antiguo: Nueva York. Allá reconstruirá la civilización, después de haber comido el cerebro del anterior jefe, un anciano que fallece por radiación, lo que hace que la inteligencia del niño se desarrolle hasta límites casi sobre-humanos. Un relato extraño, pero atractivo, y con un personaje -negro, además; despreciado por su raza, pero tratado igual que si fuera un protagonista blanco, sin estereotipos raciales- de lo más moderno para la época. Probablemente su mejor obra, hizo subir el nivel medio de la calidad de las novelas de CF de su editorial.

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El protagonista de "Niourk".

Radio: Álbumes (Sci-Fi) Series: Niourk T1, El Niño Negro (Toilé)
Portada de un cómic de O. Vatine, a partir de la obra de Wul.

En "Rayos para Sidar" (1957), el Sidar del título es una antigua colonia terrestre que, por medio del mercadeo político, pasa a depender de un estado planetario -o interplanetario, no se sabe bien- de Xress, que además de un mundo, es una especie de ratas inteligentes, que deciden eliminar a los sidaritas, los habitantes más o menos humanos de este pequeño mundo selvático, lleno de plantas y animales alienígenas, donde Wul tira de imaginación para plantearnos que sería la lucha entre sus protagonistas -un humano, Lionel, y su clon cibernético- contra estos seres genocidas, en una selva quizá no del todo creíble -más de película de Tarzán, que de libro de geografía serio- pero que tampoco importa demasiado al lector: al fin y al cabo, se trata de una selva de otro mundo, así que tampoco es necesario que se parezca en extremo a las que tenemos en la Tierra. El plan de Lionel es cuanto menos increíble: en lugar de combatir a las ratas, que consideran que la colonia está dentro de su "espacio vital", decide llegar con su clon a un laboratorio para, desde allá, intentar que el pequeño mundo "viaje" al sistema solar, para, así, ponerlo en lugar seguro. Claramente, aquí prima la más loca fantasía, pero ¿importa mucho, después de tanta fantasía exótica?
"Oms en serie" (también de 1957, está claro que, o Wul tenía ya material a medio escribir, o tuvo un año muy movido) es fácil de resumir. Esta obra genial fue la base de "El planeta salvaje" de Laloux, con sus seres extraterrestres gigantes -draags-, y sus pequeñas mascotas de aspecto humano -oms-. Tan humano, porque eso es lo que son. La dureza de ver a nuestros congéneres de especie reducidos a pequeños animales de compañía, al papel que representan en la sociedad, pero también, la forma en que los supuestos mini-esclavos pueden darle la vuelta a la situación y conseguir dignidad y reconocimiento.

Una ilustración sobre "Oms en serie", de Mike Hawthorne.

"El huérfano de Perdido" (1958). Cuenta la historia de un niño, único superviviente de una colonia en el planeta de nombre "Perdido" -y que como es de suponer, está allá, perdido en algún oscuro rincón del universo-, tras el ataque de un enjambre de avispas gigantes, parte de la fauna de dicho mundo. Por medio de un micrófono, que usa como un juguete, logra ponerse en contacto con la tripulación de una nave de contrabandistas, que deciden ir a buscarlo. A partir de esta novela, Laloux rodaría otro de sus clásicos, "Los amos del tiempo", con la inestimable colaboración del maestro Moebius, que añadiría algunos cambios marca de fábrica "Metal Hurlant", los humanos transformados en una especie de ángeles blancos, asexuados, sin rostro y que se comportan como si compartieran una sola mente suprema; y "los amos del tiempo", extraterrestres que explican la paradoja temporal por la cual, los rescatadores llegan a Perdido... un siglo antes del exterminio de la colonia.

Imagen de la película de Laloux, a partir de "El huérfano de Perdido".

Después de escribir otras cuatro novelas -entre ellas, "La muerte viva", donde se habla de la clonación: una joven madre pide a un viejo científico que "resucite" a su hija... y consigue no uno, sino siete clones de ella; o "Trampa en Zarkass", donde vuelve con aventuras en planetas selváticos, aquí uno amenazado por misteriosos triángulos de luz-, en 1959 decidió dejar de escribir casi al completo, después de haberse ganado bien la vida mediante la literatura -aparte, claro está, de la posibilidad de seguir como dentista, aunque esto último ya no parecía interesarlo tanto como antes-. La pintura y la escultura, pero sobretodo la jardinería, ocuparían parte de su tiempo desde entonces.
No es que dejara la literatura al completo, pues siguió escribiendo relatos cortos -empezó con ellos en el 57- y la poesía. Revistas como Satellite o Fiction los publicaron sin problemas, y la poesía, que se tomó muy en serio en sus últimos años de vida -en 1997 decidió publicarlas en un recopilatorio-. Respecto al por qué dejó de escribir tan pronto, y siendo todavía tan joven, el respondió, simplemente, que se le había acabado la inspiración, y que prefería parar, antes de escribir bazofia o, al menos, obras que estuvieran muy por debajo del nivel de lo que había publicado, y que tanto había hecho por la CF de su país, y por su editorial, que todavía lo publica. En 1977, publicó su última novela, "Noô", publicado en dos partes -es una obra extensa- sobre la guerra entre dos mundos: Soror y Candida, donde Wul, ahora más profundo, y con referencias de todo tipo -literarias, pictóricas, geográficas...-, escribe su novela no sólo más larga, sino también más compleja y completa -llega a inventar enfermedades, fauna y flora, leyes, una enormidad de neologismos...- que resulta, sin duda, una dignísima despedida. Lastima que no decidiera escribir más. Y lástima, también, que resulte tan extremadamente difícil encontrar algo en castellano de tan magnífico autor.

Trampa en Zarkass
Otra adaptación al cómic, en este caso, "Trampa en Zarkass". La obra de Wul es lo suficientemente actual como para que le sienten bien nuevas versiones sin desviarse demasiado del original.

Y después de haber hablado de Stefan Wul, y de Jean-Pierre Andrevon, que inspiraron la obra del ya comentado Laloux, lo dejamos estar, hasta la próxima -y se supone que última- entrada sobre dicho tema.




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