lunes, 9 de febrero de 2015



Los prerrafaelitas (X): Una visión femenina, Evelyn de Morgan.

La principal voz femenina del movimiento, y una de las más fieles a la influencia italiana y, en general, greco-latina.


La serie dedicada a los pintores prerrafaelitas ha resultado mucho más larga de lo que pensaba, debido también a que, a medida que escribía sobre algunos de ellos, descubría o recordaba a nuevos autores. En este caso, se trataría de la única mujer que se hizo un nombre en el universo prerrafaelista, mayoritariamente pictórico, también escultórico. Tal vez su obra no sea tan conocida, aunque, con un estilo muy neo-renacentista y característico, distinto a sus "compañeros" masculinos, debería ser, sin embargo, la que podría reclamar su condición de prerrafaelita más que ningún otro.


Evelyn de Morgan. El redescubrimiento de los autores renacentistas que, en su tiempo, intentaron pintar como si vivieran en la antigua Roma.

Nacida como Evelyn Pickering -su padre era magistrado en el pueblo minero y cervecero de Pontefract, en el norte de Inglaterra- en 1855, falleció en Londres  en 1919. Aunque sería quizá equivocado pensar que no hubiera más mujeres pintoras en el movimiento prerrafaelita, sí que fue la única que destacó en vida, y fue recordada tras su muerte, como una artista de importancia y especial valía. A los quince años recibía clases de dibujo -lo cual tampoco resultaba tan extraño en mujeres, o más bien adolescentes, de clase media-alta, y más teniendo en cuenta que su madre era hermana del artista John R. Spencer Stanhope-, si bien le costó un poco más que sus padres decidieran que pudiera inscribirse en un centro de arte serie, en 1873: la Slade School of Art, aunque, muy probablemente, y más todavía que los prerrafaelitas contemporáneos suyos, sería su tío Spencer Stanhope -también de esa tendencia pictórica- su mayor influencia. Éste vivía en Florencia, donde Evelyn fue a visitarlo en ocasiones, aprendiendo de él, y al tiempo, dejándose influir por el arte italiano en general, y el renacentista en particular. Sobretodo, por Boticelli, y no sólo por la pintura o el dibujo, sino también por la escultura. Florencia sería su segunda patria. La visitaría cuando ya era una mujer joven, pero adulta, y con su marido. Sobretodo, cuando éste ya tenía cierta edad, además de una salud delicada, y el clima mediterráneo le era mucho más benigno que el británico.
El apellido por el que es conocida, De Morgan, es de él, su marido, el ceramista William De Morgan, (en la foto de la derecha, ambos, cuando ya llevan muchos años juntos) con quién se casó en 1887, y con el que vivió hasta la muerte de éste en 1917. Ella le acompañaría sólo dos años después, también en Londres. De Morgan fue un artista reconocido en su arte, pero necesitaba ayuda económica para llevarlo a cabo, y su mujer no dudó en dársela. Al fin y al cabo, no se trataba de un simple capricho. William era una gran artista, y no disfrutaba de unos orígenes socio-económicos tan elevados como su mujer, que recordaba como sus padres se opusieron en principio a su carrera artística, y  la aceptaron -por su tozudez e insistencia continua, no era persona que se rindiera fácilmente- de forma apática, sin darle la mayor importancia a su arte. En 1876 expuso por primera vez una de sus obras: sería en la galería Dudley. Se trataba de su "Santa Catalina de Alejandría" (1873-5, parece), y al año siguiente, expondría su "Ariadna de Naxos" (1877, año de la exposición), en la prestigiosa galería Grosvenor. Y no le fue sencillo, pues a las mujeres les costaba un mundo que les tomaran en serio como artistas -los críticos, los artistas varones, los posibles mecenas, la sociedad en general-, así que tuvo que enfrentarse a ese hándicap durante años, aunque en edad madura, fue respetada como el que más.
"Medea" (1889), ejemplo de su temática: un personaje mitológico clásico, sobre un fondo que aparenta ser un ejemplo de colorida y marmórea arquitectura griega -aunque los arcos más bien parecen de influencia árabe-.

"SOS" (1914). Utiliza las siglas del código Morse para pedir ayuda, refiriéndose, quizá -nunca se ha llegado a estar completamente seguro- a la civilización en peligro de ser devorada por la barbarie, o tal vez acordándose de los millones de soldados que morían durante la Gran Guerra, o, incluso, a la pérdida de la inocencia de la sociedad, tanto en Gran Bretaña, como en Europa entera.

"Ariadna en Naxos" (1877), que ayudó a Teseo a salir del laberinto del minotauro, traicionando a su padre, el rey de Creta Minos.

Su relación con su marido siempre fue buena, por tener no sólo la misma pasión por el arte -por lo demás, su medio de vida- y un carácter parecido, sino también por sus ideas liberales y tolerantes. Evelyn adoptó las ideas feministas que empezaron a florecer en la Gran Bretaña -y Europa en general- de finales del siglo XIX, y, como mucha otra gente de su época -incluyendo gran número de personas de considerable inteligencia y nivel cultural-, estaba fascinada por el espiritismo, aunque no por la teosofía -que sería una versión más elaborada y pseudo-religiosa del primero-. Junto a otras amigas, no sólo tenía sus reuniones sociales y políticas, sino que también intentó -mejor o peor- participar en los cambios sociales, políticos y artísticos que iban desde el final de la Época Victoriana, hasta la I Guerra Mundial, cuyo final pudo ver -aunque no la firma del Tratado de Versalles-.


Helen of Troy.jpg
"Helena de Troya" (1896), personaje mitológico indiscutible para cualquier amantes de la literatura y los mitos griegos.

Morgan, Evelyn de - Aurora Triumphans - c. 1886.jpg
"Aurora triunfante" (1878), mezcla a la diosa romana del alba, Aurora, con unos ángeles de alas rojas de temática cristiana, que anuncian el triunfa de ésta sobre la oscuridad (a la izquierda).


"La esperanza en la prisión de la desesperación". Esta pintura alegórica fue una de las más conocidas y representativas de la obra de Evelyn de Morgan.

Respecto a su obra, sí que, en su caso, es claramente prerrafaelita -no como otros artistas, donde a veces hay ciertas dudas, o mezcla de estilos-. De Morgan gustaba de dibujar sobretodo a personajes femeninos, de cuerpo entero, muchas veces como personajes centrales y únicos en lo que parece un retrato, con apariencia greco-latina -por el vestuario, el peinado, y los interiores, o exteriores, de ciudades o viviendas de la Antigüedad, que muchas veces sólo sirven de telón de fondo, sin ser demasiado descriptivos del lugar donde se muestra a la retratada en cuestión-. Como en otros casos, no son retratos históricos, sino entre mitológicos y de una particular reconstrucción del pasado -la ya nombrada "Edad de Oro" antigua, perdida para siempre, y que, realmente, nunca existió tal como es retratada-, dando gran importancia a los detalles, el color y la luz. Porque luz sí que hay mucha, nada de negrura o sombras oscuras. Quizá sea de los artistas de la corriente donde la influencia del Renacimiento -Boticelli, pero no sólo pintura, también escultura- se ve de forma más clara, como si, siglos después de que la parte artística de dicho movimiento -también social, literario, político, espiritual- hubiera desaparecido y pasado a la historia o los museos. De Morgan fue, como muchos otros artistas -y no artistas- de la Gran Bretaña del siglo XIX, muy británica, pero también, de forma espiritual, y casi sin darse cuenta, muy italiana. Fue un auténtico re-descubrimiento no sólo de la Antigüedad -al menos, de su arte-, sino también de la Europa meridional de su propio tiempo.
Y sobre su determinación para ser artista, recordar un par de frases que escribió en su diario cuando cumplió los diecisiete años, poco antes de inscribirse en la escuela artística: "El arte es eterno, la vida es breve", claramente inspirada en el "Ars longa vita brevis" de los antiguos romanos -aquí, claramente, la influencia clásica, aún antes de viajar de forma seria y continuada a Italia, a descubrir dicha huella cultural en su propia cuna itálica-, y "Debo darme prisa, no tengo un momento que perder". Y por lo que parece, hizo lo que pudo para no perder ese tiempo al que tanto valor daba.

"Cadmus y Harmonía" (1877), o la Tierra durmente frente a una Luna luminosa y cálida. Aunque, en teoría, tenga una temática mitológica, la imagen parece anticiparse por representar un mundo onírico. Probablemente, de Morgan, como Burne-Jones, acabó, casi sin darse cuenta, dando inicio al sucesor del prerrafaelismo: el simbolismo.

"Luna", otra escena onírica que pintó a partir de la década de los 70 del XIX -esta corresponde ya a los 80 de aquel siglo-, que invita a soñar, y a mirar atentamente el cielo con otros ojos.


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