miércoles, 17 de abril de 2013

Novedades sobre la obra de Jaime Hernández.

Algunas cosas que se quedaron en el tintero a la hora de hacer una entrada dedicada a él, o que, simplemente, todavía no había descubierto.


Bien, después de haber dedicado al dibujante y guionista estadounidense de origen mexicano un post como Dios manda -o sea, extenso, lleno de ejemplos de su obra, y no sólo dedicándolo a la parte dedicada al cómic, sino también a todo tipo de ilustraciones-, es lógico que, en caso de descubrir nuevas historias suyas, o algunas viejas que se pasaron por alto, o algún que otro homenaje que se le tributa, se comente todo ello en una entrada nueva, más corta, pero que sirva de complemento a la anterior y principal. Hay va todo lo que he ido encontrando desde que la redacté -dejándome, sin duda alguna, más de una cosa interesante por allí o por allá-:


*Dios y ciencia: el retorno de las T-girls.

El nombre tal vez tenga su miga. La historia que se cuenta, también. Jaime Hernández siempre demostró que el cómic alternativo -o, en su versión más personalista, pero también más elitista, el "art comic", o como se le quiera etiquetar- y el de superheroes -también conocido como "de capas y capuchas", "de calzoncillos sobre los pantalones", y similares-, no tienen por qué estar reñidos. Una cosa es que a un lector de superhéroes, en principio, no le interese demasiado -o nada- otro tipo de historieta; o que los lectores del antiguo "underground" setentero, o su derivado, el alternativo de los 80 y 90 no sientan ganas de leerse ninguna historia de enmascarados varios, otra bien distinta, que no sea posible sentir atracción por ambas cosas a la vez. O que, al menos, aunque un tipo de historieta te tire más que la otra, te tengas que desentender, o más bien odiar, a la otra. En el caso de los europeos que también conocen -otra cosa es que les guste o no- el manga, el comic americano más antiguo o, simplemente, el trabajo de los autores del viejo continente, hace que el decantarse por un lado o por el otro pueda resultar todavía más difícil, porque sus afinidades van, al tiempo, por varios caminos.
Ya en muchas de sus primeras historias el personaje del superhéroe, como prototipo, se colaba a menudo, y era Penny Century, aparentemente una joven normal -por normal, se entiende, sin superpoderes, ni historias parecidas- la que más atraída se mostraba por ellos. Tanto, que soñaba que, por medio de la inmensa fortuna de su siniestro marido -el multimillonario Costigan, el de los cuernos en la cabeza, a modo de pequeño demonio mortal- le ayudara, por medio de la ciencia, a llegar a ser uno de ellos. Sin embargo, incluso en la parte más fantasiosa -o de CF- de la larguísima serie de "Las locas", nunca estuvo claro que los superhéroes, en su universo creativo, realmente existieran. Hasta que, finalmente, Jaime decidió coger el toro por los cuernos, y con todo el acerbo cultural propio, y su experiencia artística de décadas, decidió crear una auténtica historia de superhéroes -o, como resultaba lógico en un universo artístico tan femenino, de superheroínas- en los últimos números de la segunda época de su revista -y la de su hermano Gilbert/Beto-, la legendaria Love and Rockets.
Y así, realizó un serial de seis o siete capítulos -he leído la obra, pero ahora no recuerdo; además, tampoco sé exactamente donde empieza o acaba ninguno, a pesar de crear para cada capítulo, al menos en teoría, por no haber visto el material original, la portada imaginaria de una publicación de cómic también inventada-, que más tarde se publicó en forma de libro y con un final alternativo -o más bien algo alargado-. Y aquí, el mundo de Maggie Chascarrillo -que también participa, pero como personaje secundario, de mujer de cuarenta con una vida tranquila y asentada, y que ya no tiene ganas de juergas y amoríos pasajeros, y que, como mucho, se distrae leyendo tebeos, precisamente, de los personajes que, a su alrededor, son tan corpóreos y reales como ella misma- da paso a otro donde la fantasía, ya olvidada en los primeros tiempos del serial, vuelve con grupos de superheroínas de diversas generaciones -y con enfrentamientos y distintas visiones de la vida que también corresponderían a esa diferencia de edad- que se enfrentan a un dislate de historia, a un universo que parece haberse vuelto loca cuando, precisamente, Penny Century -que parece tan joven como las primeras ocasiones en que se asomó a una viñeta; algo que, por cierto, no pasa inadvertido al autor, que no duda en destacarlo- consigue ser una superheroína gracias, no a la ciencia, sino a una hechicera, que no puede evitar que las dos últimas hijas de Penny -una todavía niña, pero que logra llegar a la adolescencia en cuestión de días; la otra no-nacida, pero que, con un tamaño minúscula, acaba de soberana de un planeta poblado por una especie tan minúscula como ella... supongo que con semejante par de explicaciones, uno ya se imagina lo que se va a encontrar- acaben también adquiriendo superpoderes. Y para intentar aclarar todo lo que está pasando, será un personaje secundario, Angel Dare -si no voy equivocado, la ex-novia del hermano menor de Hopey-, la que, transformada también en heroína nocturna, acaba formando parte de un grupo de supuestas viejas glorias -las T-girls del título, que más adelante demostrarán que no lo son tanto-, con los que intentará poner un poco de orden en un sinnúmero de apariciones de otras mujeres de enormes poderes -o no tan enormes, pues sólo son "mucha fachada y poco fondo"-, buenas o no tan buenas, y, de paso, darle la vuelta al género superheroico de una vez por todas.
A mí, personalmente, las historietas de superhéroes nunca me han atraído demasiado, por no decir muy poco. En último caso, tal vez me atraería Supermán y poco más -algún personaje de la Marvel, como Iron Man; y el tener cierto interés por "gentes" tanto de la DC como de la Marvel, demuestra que no soy acérrimo interesado de ninguna de las dos editoriales, ellas dos, eso sí, muy "super" dedicadas a dicho género-. Eso no impide que tenga algún tomo y un puñado de tebeos sobre ellos, o que reconozca que también hay no poco, más bien mucho material interesante y agradable de leer en extremo, pero como ya se habrá visto, mis gustos son un tanto distintos. Eso sí, el mezclar lo que se podrían llamar "las dos almas del cómic norteamericano moderno" -y por moderno, es desde los años 50 hasta ahora-, la alternativa y la comercial-superheroica, tiene lo suyo. Y como soy seguidor del señor Hernández desde hace ya tiempo, no dudé en comprarlo y leerlo. Y para el que quiera imaginación, y un "más allá" muy "allá" de su universo creativo, esta es una obra muy recomendable, y que no aburre en absoluto. Eso sí, hay que leerla con mente abierta, y eso va incluso para los seguidores y fans varios del autor.
Y por último, la aparición de dos personajes muy poco conocidos de Jaime, pues sólo se pudieron ver, y de pasada, en sus historias más antiguas -que además, raramente eran del "universo locas", sino de personajes ya olvidados: Space Queen -una especie de reina estirada de origen extraterrestre que parece gustarle más vivir de rentas que moverse por nadie; porque por tener, hasta tiene mujer de la limpieza; y como todo prototipo de WASP norteamericana, aunque sea superherína y de otro mundo, dicha empleada de hogar tiene que ser, como no, mexicana... aunque, claro está, siendo también Jaime de origen mexicano, la buena señora demostrará ser algo bien distinto de lo que parece a primera vista; y Cheeta Torpeda -sí, hay alguien, aunque sea una persona imaginaria, con semejante nombre; y encima, hasta es pegadizo-, un androide en forma de mujer -¡y que mujer!- cuya enfrentamiento con una Penny Century tan poderosa como enloquecida -no vamos a decir el por qué; explicar demasiado hace que las cosas pierdan su gracia- no la deja, digámoslo así, en muy buen estado anímico.
Reunión del guepardo
El personaje del androide femenino Cheetah Torpeda, en una vieja historia de Rocky y Fumble, una gimnasta -y, raro a principios de los 80, heroína afro-americana- y su robot. La serie fue abandonada en la misma década, después de muy pocos relatos.


*Rocky y Fumble; Cheetah Torpeda y Space Queen.

Como más arriba se indica, estos son dos personajes de la primera -o casi primera- época de L&R, y no duraron más que unas pocas historias -seis, según pude contar en una web-, y fue abandonada a medida que Maggie y compañía iban acaparando protagonismo y espacio. Rocky va vestida como si fuera una joven -en principio, casi una niña- practicante de gimnasia artística -o rítmica, pues son deportes semejantes, pero distintos- y va acompañado por lo que aparentemente sería un robot, pero más bien se asemeja a una pelota que ha tomado vida propia. Como no he podido leer ninguna historia completa del personaje, pues nunca ha sido traducido al castellano, y resulta prácticamente imposible encontrar la obra en internet -se ha editado, junto a otras historias, en un volumen con trabajos de Jaime y Gilbert que no corresponden a sus dos grandes series, "Locas" y "Palomar", pero en inglés y para los USA; aquí, a no ser por importación, no creo que sea posible conseguirlo ni de casualidad-, así que se trata de opiniones "de segunda mano". Pero por lo que he podido imaginar, sería una historia de fantasía donde nunca se acaba de saber la parte que es real, y la que no es más que la fantasía de una joven aburrida de su vida normal. En este mundo, aparece el androide femenino Cheetha Torpeda, que también protagoniza alguna historia en solitario -en total, tres o cuatro historias-; Space Queen -o Space Girl-, que apenas aparece en dos, pero a quien se puede ver en varias viñetas de "Locas" -sobretodo, en fantasías de Rai con mujeres varias-, más bien parece una especie de "heroína superstar" que se divierte más luciendo tipo y tomando copas que haciendo heroicidades.

Cheetah Torpeda -en el centro, lanzando un rayo por los ojos-, junto a Rocky y Fumble -la chica sentada a su derecha, junto al balón-robot que está a su lado-.


*Unos cuantos homenajes e historias nuevas, a partir de su obra -algunas, bastante particulares).

-Del artista Ben Horak, autor de Fantagraphics, la editorial de las obras de los Hernández Bros. Aquí recuerda uno de los arcos argumentales más famosos de Hernández: "La muerte de Speedy", y crea una portada basada en la original.

 

 

-De la web "Comics Alliance" que, aprovechando que la DC ha sacado al mercado unos reboots -para entendernos, un nuevo comienzo de personajes ya clásicos, sin tener en cuenta lo sucedido en historias anteriores, y dándoles nueva vida con un estilo distinto-, hizo lo mismo, en parte como homenaje, y en parte como experimento, pero con clásicos del cómic más alternativo. O, al menos, que no fueran parte del mundo de "capas y enmascarados".


Y resumiendo lo que la web cuenta, como presentación de dicha nueva versión, el supuesto cómic -porque, realmente, no existe como tal-, el escuadrón de "Las Locas" -así, en español-, escapado de un hospital psiquiátrico, se encargarán de combatir a un ejército extraterrestre que pretende dominar la Tierra dejando sin voluntad a los seres humanos. Escuadron formado por Luba -armada con un arsenal de cohetes, voluptuosa y martillo en mano-, Mad-Maggie, y su amante lesbiana Hopey, y Penny Century -la experta en explosivos. Bien mirado, tampoco estaría nada mal que visión alternativa tendrían otros autores sobre personajes tan emblemáticos.

*El fanzine anterior al L&R original.

Love and Rockets (1981) 1En 1979 los Hernández Bros -los tres, incluido Mario- sacaron este fanzine totalmente artesanal -se cree que fueron unos 800 ejemplares; ni los mismos autores se acuerdan ya de ello. Allá se pueden leer algunas historietas que luego se podrían volver a ver -más o menos retocadas y mejoradas- en el posterior L&R. Entre ellas, "BEM", una historia de monstruos extraterrestres de grandes ojos saltones -eso es, lo que en inglés significa BEM- de Gilbert; Meca-X, de Mario -una proto-historia sobre Maggie la mecánica-; una historia sin título de Gilbert; y un relato de Jaime de lo más curioso "Cómo matar a...", que sería un artículo de una escritora de género negro de cómo inspirarse para escribir un relato de crímenes. La autora, cuyo nombre en ese momento no parece tener gran importancia, es el de casada, precisamente de Leticiz/Lizzi Ortiz, la amiga de Maggie, y casi hermana mayor suya, que acabará enloqueciendo en su extraño y gótico viaje al México profundo.


 *El hombre ghoul.

Este es un relato de pocas páginas, publicada poco menos que como obra de coleccionistas, en tapas naranjas y dedicada a las películas de monstruos de los años 30 a 50, y a revistas de relatos de terror, como Eerie, o Creepy -o Vampirella, con la legendaria vampira de traje imposible, aunque muchas veces, ésta ni aparecía, o sólo protagonizaba una historia de muchas-. Así que, al ser casi imposible encontrarlo en papel, el autor -y sus seguidores- han facilitado que se pueda encontrar en internet. Aquí, uno de las webs donde se puede encontrar la historia completa, con un pequeño comentario. Está en inglés -como en otros casos, creo que no se ha traducido nunca al español-, pero no hay mucho texto, y las imágenes dibujadas por Jaime hablan por sí solas. Por cierto, si alguien se extraña que el personaje sea capaz de hablar, pensar y sentir, que tenga en cuenta que un ghoul -o goulh, hay divesas grafías- no es un zombi, sino un personaje de la mitología árabe-semítica anterior al islam -y, tal vez, también al cristianismo-, sólo que no era un ser con aspecto humano, sino canino -más que un perro o un lobo, un chacal del desierto-, que se alimentaba de los muertos, vigilaba tumbas y cementerios, y que podía ser peligroso si se le molestaba; así que siempre era mejor dejarlo tranquilo, porque a pesar de su aspecto animal, era mucho más inteligente y astuto de lo que se podría uno imaginar.


La primera página de la historia, y un enlace para poder leerla.



*Browntown.


O "Pueblo Marrón". Se trata de una historia corta, de pocas páginas, donde se vuelve a la infancia de Maggie, y a su casi misterioso hermano -en realidad, son cuatro, pero aquí habla sobre todo de uno-, y el por qué, tal vez, de la rebeldía de una joven cuya personalidad, en principio, no parece encaminarla a estar en contra de todo. Quizá muchos piensen que ya no es posible explicar más sobre la vida pasada de Maggie, sobretodo de sus primeros años, pero la verdad es que su infancia no ha estado tampoco demasiado "aprovechada". En este caso, no hay -al menos, que yo sepa- ninguna web que permita leerla, al menos, en su versión original, pero todo se andará. Imagino que, antes o después, y cuando haya material suficiente, se podrá ver en España en algún tomo recopilatorio de la Editorial "La cúpula", que nos ha permitido descubrir gran parte del universo Hernández Bros.


El irascible padre de Maggie con la hermana de ésta, Esther -la novia del difunto Speedy, para aclararnos un poco- (arriba); y Maggie con uno de sus hermanos (abajo).

Y por último -¡sí, finalmente esto se acaba, y eso que iba a ser, en teoría, una entrada corta!-, un par de enlaces sobre los personajes de los Hernández. Hay más, pero no era cuestión de liar con la cantidad, así que elegí lo que encontré más interesante y atractivo.

-"Los bros. Hernández": Es precisamente lo que antes decía: una web dedicada, entre otras muchas cosas   -no son los únicos en ser analizados- a la obra de ambos autores, llena de dibujos, material de todo tipo, listado de personajes... de aquí he sacado bastante información -hay que ser sincero, y explicar las fuentes; aunque me he tenido que "patear" bastante internet para encontrarme con ciertas cosas, pero aquí hay muchas-. Para cualquier amante de la obra de Jaime y Gilbert, aquí encontrará de todo y más. Está en inglés, como no, pero para eso están los diccionarios y las traducciones -a veces demenciales, pero en bastantes ocasiones más que aceptables- del chrome y compañía.

-Todas las portadas de la primera época de L&R: Ya he dicho en alguna ocasión que las portadas de los Hernández bros. son parte de su obra, y seguramente, de lo mejor que han hecho. Teniendo en cuenta todo el tiempo que ha pasado desde que las realizaron, nos parecen más modernas y alternativas que nunca. Y a falta de una publicación formando parte de una recopilación de todo lo que aún está inédito, y debido a que aquí no se editaron las revistas -y, por tanto, no se pudieron ver en su momento-, no hay nada mejor que admirarlas en una web. Y teniendo en cuenta que internet, mal que nos pese, es el mundo de lo inestable, por si acaban desapareciendo de un día para otro, nada mejor que grabarlas en nuestro PC o en una memoria externa.
Love & Rockets 2
Una de esas portadas que tanto molan. Y nada mejor que verlas todas, seguidas y por orden de aparición.

Bueno, pues ya está. Me he hecho la entrada de un tirón, algo a lo que no estoy demasiado acostumbrado, debido a lo ocupado que normalmente estoy.
Así pues, hasta pronto. Espero. La próxima vez, supongo que volveremos con la CF francófona en su versión literaria, que da para más de lo que nos podamos imaginar. Más de lo que yo mismo imaginé, que pensaba que, con dos entradas tendría suficiente.


lunes, 15 de abril de 2013

La ciencia-ficción francesa y belga francófona: La literatura (II); CF antigua, pero ya reconocible.

Continuación de la temática literaria francófona de CF, con autores del siglo XX, muchos de ellos llevados al cine.

Arsène LupinBien, después de un largo abandono, volvemos con la temática de la literatura francófona, francesa o belga, de CF. En este caso, también, en principio, serán autores que hoy en día llamaríamos "antiguos"; pero que son un poco posteriores al maestro Verne. Según el historiador literario Jacques Baudou, a finales del siglo XIX ya se pudo ver una diferenciación entre dos estilos. Uno sería la llamada "literatura popular", que más bien estaría incluida en el enrevesado, ilimitado y fascinante mundo del folletín y que podría haber recibido influencias de grandes nombres de dicho tipo de escritura: autores que realmente no son del género, pero sí extremadamente prolíficos e imaginativos, como Maurice Leblanc -"padre" del ladrón de guante blanco Arsenio Lupin-, o Gaston Leroux, creador del legendario Fantasma de la Ópera. La otra rama, sería la "letrada" o culta, que durante un tiempo recibió el nombre de "maravilloso-científico" -expresión quizá muy gala pero que, por suerte, se dejó de utilizar rápidamente, y no llegó a cuajar en ninguna lengua extranjera; más o menos, como la expresión "fanta-ciencia", bastante usada, en este caso, en Italia-. Pero dejémonos ya de preámbulos, y empecemos con la lista de algunos de estos "segundos pioneros", que ahora quizá nos parezcan tan antiguos, pero que, de ser releídos -teniendo siempre en cuenta, eso sí, el paso del tiempo, y los cambios sociales de los últimos ciento y pico de años- sin duda, en mayor o menor medida, seguirían siendo, sino tan frescos como en su época, sí, por lo menos, interesantes y aprovechables.

El Fantasma de la Opera
Arsenio Lupin, ladrón de guante blanco, de M. Leblanc (arriba a la derecha) y el Fantasma de la Ópera (más abajo; según una ilustración de Iria Abella Chacón), dos clásicos del folletín francés.



Gustave le Rouge, genio y señor del folletín.

Gustave Le Rouge.jpgDurante el siglo XIX, y también a principios del XX, existieron en Europa, sobretodo en Francia -también en Alemania y Gran Bretaña, pero los franceses y belgas francófonos fueron los más numerosos y conocidos- una pléyade de auténticos super-hombres de la literatura popular. Gente capaz de escribir docenas y docenas de novelas, cuentos, artículos, y que tenían, incluso, tiempo para cultivar la poesía, el ensayo, la novela de viajes, y complicarse la vida haciendo de ésta uno novela más, casi siempre tan interesante como muchas de sus obras. Algunos de ellos son de sobra conocidos fuera de su país, y su calidad literaria -amén de las legiones de lectores que, generación tras generación, han disfrutado de sus obras, bien sea en su versión original escrita, o en versiones cinematográficas, televisivas, comiqueras, o incluso como influencia en la música, el teatro, la ilustración...- no era inferior -o, al menos, no muy inferior- a los llamados comúnmente "escritores serios" -que tampoco es que tenga que ser sinónimo de "aburridos"; aunque también sería erróneo que, si una obra es distraída y no especialmente profunda, por fuerza debe ser mala-. Caso es de Alexandre Dumas, o de Balzac. Otros, como Gustave le Rouge, son poco o casi nada conocidos fuera de su país; o lo fueron en su momento, pero con el paso del tiempo, han sido total o casi totalmente olvidados. La vida de le Rouge (1867-1938) estuvo repleta de acontecimientos, y con toda seguridad, merecería un especial para él solo, y la verdad es que lo tendré en cuenta. Pero este buen hombre, nacido en una familia de la burguesía rural, con un hermano abogado y un abuelo alcalde, con pasado de estudiante de derecho, marino -durante su servicio militar-, periodista, bohemio, casado en dos ocasiones, amigo del poeta Verlaine, y un sinfín de cosas más, se dedicó, básicamente, a escribir ficción. Y entre las docenas de sus obras -nadie se pone de acuerdo de cuantas escribió-, destacan algunas que, claramente, sí se podrían considerar de auténtica CF. Con toda la influencia del folletín que tanto cultivó que se quiera ver -fue autor de una obra de capa y espada, y muchas otras de aventuras, de terror, etc.; o bien, de una mezcla de todo ello-. 
La primera novela que logró publicar -escrita a medias con Gustave Guitton-, "La conspiración de los millonarios", trata sobre algo tan novedoso (salió publicada por entregas en un diario entre 1899 y 1900) como el intento de un millonario norteamericano William Boltyn, con el apoyo económico de otros plutócratas compatriotas suyos, y del inventor -y también millonario, y con conocidos métodos más o menos gansteriles para combatir a la competencia; y para más inri, personaje real- Thomas A. Edison, de adueñarse del mundo con la ayuda de unos "hombres metálicos" que son, claramente, primitivos robots. Hay que tener en cuenta que la palabra "robot" -del checo "robota", trabajo- no la utilizaría el escritor, también checo, Karel Capek hasta 20 años después, por consejo de su hermano. Su otra gran arma, sería el control casi absoluto de los medios de comunicación, acaparándolos junto a sus amigos y socios, en algo que resulta, como mínimo, demasiado familiar incluso hoy en día.
Después de aquella primera obra, vendrían otras dos que se podrían considerar, hoy en día, como "steam-punk", con la diferencia, creo yo, que dicho estilo -más gráfico que literario- reinventa el pasado, y le Rouge, gran admirador de Verne -nunca negó su influencia- escribía sobre un posible y cercano futuro. Pues bien, aquellas dos novelas serían "La princesa de los cielos" (1902), y "El submarino Jules Verne", donde está bastante claro en quién se inspiró para escribirla.
Sin embargo, la obra, dividida en dos libros, que tuvo mejor acogida y mayores ventas sería la que forman las novelas "El prisionero del planeta Marte" (1908) - también conocido como "El náufrago del Espacio"- y "La guerra de los vampiros" (1909). ¿Y qué tienen que ver los vampiros con todo esto? Porque, en estas dos novelas, se puede seguir las aventuras y desventuras de Robert Darvel, que llega a Marte, a falta de naves espaciales... con el apoyo de una máquina que concentra la energía mental de mil faquires indios, que le prestan su generoso apoyo en un monasterio del Tíbet -el hecho de que los faquires, además de indios, parezcan ser hindúes y no budistas no parece importar mucho-, pues su intento anterior, mediante gigantescas cartas, para comunicarse con Marte, no han dado resultado. Allá, descubrirá la existencia de diversas especies: unos pequeños y primitivos humanos que no conocen el fuego -y a quienes decidirá educar y ayudar-; unos seres humanoides alados que beben sangre -los vampiros del título, que aquí no son no-muertos, sino una especie viva e inteligente- que les hacen la guerra -conocidos como erloor; otros erloor, invisibles, que no parecen, realmente, muy contentos con su suerte; una civilización marina, que habita en mares subterráneos, y que no parece importarles nada de lo que suceda en la superficie; y, finalmente, un gran cerebro, cruel y todopoderoso, que lo domina todo. Finalmente, el héroe hace lo posible para luchar contra las especies malvadas, consigue volver a la Tierra, aunque sin llegar a destruir al cerebro-dios -en realidad, ¡es el mismo cerebro, quién lo manda de vuelta a Marte, harto ya de que intentara matarlo o dañarlo-, y allá se reencontrará con su novia. 
En la segunda parte, se descubrirá que algunos de esos erloor, o vampiros marcianos, han viajado también a la Tierra, y amenazan con matar a su novia si no les ayuda a acabar con el cerebro que los esclaviza, pero él, que ya está cansado de historias marcianas, los elimina a todos menos uno, que huye a Túnez, y allá escribe un melodramático poema sobre la derrota.
Con claras influencias del John Carter de Marte, de Burroughs, a "La guerra de los mundos" de Wells, y a su admirado Verne, amén de nombrar los canales de Schiaparelli, que en aquella época se suponían debidos a antiguos ríos ya desaparecidos. El autor, que explica largamente las formas y costumbres de fauna y flora, argumenta que, en realidad, son causados por el movimiento de enormes crustáceos que no necesitan agua para vivir.
Ya más alejado de la CF, y en el ámbito de los científicos locos, o "evil doctors", crearía al profesor Cornelius Kramm, capaz de operarse a sí mismo para cambiar su aspecto físico. Su obra, por su ritmo, sus historias delirantes, con influencias entre el socialismo y el anarquismo -era anti-norteamericano y fuertemente anticapitalista- fue admirada por los surrealista, y tuvo legión de seguidores, y no pocos imitadores. Con el paso del tiempo, fue desestimada y despreciada, y finalmente olvidada -muchas de sus obras menores o relatos cortos, así como su poesía, simplemente, se han perdido; él no tenía copia de mucho de lo que hacía, y las tiradas de los libros publicados eran cortas, cuando no lo eran sólo en periódicos; así que, nunca se sabrá hasta donde llegó su trabajo-, aunque a partir de los años 70, la cultura popular más antigua fue recuperada y reivindicada en Francia, sobretodo porque fue a partir de esa época cuando ésta tuvo más influencia y consiguió más respeto por público y crítica llamados "serios" o respetables. Hoy en día, es considerado en Francia como un clásico menor, pero también un autor a reivindicar y revisar. Teniendo en cuenta la época en la que vivió, claro está.

Una visión no tan "radical" del cerebro que gobernaba Marte. Aquí, en forma de anciana pero todopoderosa deidad extraterrestre, indiferente a la existencia de los terráqueos. 


Albert Robida, escritor, caricaturista y, sobretodo, ilustrador. Su colaboración con Pierre Giffard.

La importancia de Albert Robida como escritor (1848-1926; nótese que no es que siga aquí un orden temporal exacto, sólo aproximado) es secundaria, pues es famoso, sobretodo, por una sola trilogía de novelas de CF. Pero, además, Robida fue un gran dibujante, y fue autor de cientos de ilustraciones para todo tipo de obras, sobretodo del género que él cultivó como escritor.
La tres novelas, interrelacionadas entre sí, que le darían fama -aunque fuera bastante efímera, pues ha sido más olvidado todavía que le Rouge- serían: "El siglo XX" (1883); "La guerra en el siglo XX" (1887); y "El siglo XX: la vida eléctrica" (1890).  Aunque él también recibió influencias de Verne -¿y quién no, por lo visto?-, no escribió sobre científicos locos o solitarios, sino sobre avances científicos y tecnológicos integrados en la vida diaria, tanto de las personas como de las administraciones o empresas. Además, también acertó de pleno con los futuros cambios sociales que habrían de venir, como la emancipación de la mujer, el turismo de masas, la contaminación... además, a la hora de tratar la guerra, supuso que existirían máquinas más avanzadas, producto de que todos los avances científicos acabaran usándose sólo para destruir a otras naciones, anticipando el uso del gas venenoso -como así sería, durante la I Guerra Mundial, que en aquella época nadie imaginaba como algo real, sino sólo como una excusa para novelas patrioteras-, o misiles teledirigidos. Uno de sus inventos, el telefonoscopio, donde se podían ver obras de teatro, escuchar música, conocer las últimas noticias, además de permitir la comunicación a larga distancia,, fueron una mezcla de teléfono, televisión e internet.


Una casa de movimiento rotatorio -que da vueltas sobre su eje-; en "El siglo XX".

Además de escritor, fue colaborador con revistas y periódicos como ilustrador. Trabajo que también realizó para la obra de Pierre Giffard, creando nada menos que 520 ilustraciones para sus dos obras más conocidas: "El fin del caballo" (1899), donde habla precisamente de ello, del fin del caballo como medio de transporte, sustituido por la bicicleta -él mismo era ciclista, y promotor de dicho deporte en los periódicos deportivos donde trabajaba como periodista; además fomentó la creación de carreras y premios de ciclismo-, y finalmente por el coche -en aquella época, casi recién nacido-; y su obra principal, "La guerra infernal", donde se habla (entre 1907 y 1908) de una guerra mundial en que los alemanes, enfrentados a los británicos y franceses, bombardean Londres con máquinas voladoras muy superiores a los aeroplanos motorizados de la época, y donde Estados Unidos y Japón se enzarzan en una guerra en el Pacífico. Publicado en forma de revista con ilustraciones de Robida -una mezcla de tebeo y novela por entregas, y casi precursor del cómic franco-belga-, más tarde lo haría en forma de libro. Al igual que su amigo y socio, demostraría una visión del futuro que, hoy en día, y después de más de un siglo, todavía da casi miedo.

                 

"La guerra infernal", en uno de los cuadernillos ilustrados por Robida (1908), y "La reina bicicleta", un relato de Giffard, promotor y gran aficionado al turismo. La expresión "la petite reine" pasó, así, a definir en lengua francesa a dicho medio de transporte.

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En esta época también destacarían autores todavía más inclasificables, como Renée Dunan, una de las pocas escritoras francesas de CF, conocida no sólo por tratar por igual historia, novela prehistórica, brujería, ciencia-ficción política, erotismo y política. Anarquista, feminista y hasta una de las primeras defensoras del nudismo, Dunan es, por sí misma, un personaje que, muy probablemente, se tratará más adelate.
En esta época, según algunos historiadores de la literatura, y hasta 1950, la CF no se distingue del resto de literatura. No es que sea mejor o peor. Simplemente, es literatura, sin más. El hecho de que uno de los escritores franceses de todo el siglo XIX más conocidos -evidentemente, hablamos de J Verne- sea, en parte de este género, hizo que, de alguna forma, pasara desapercibida como algo distinto, formando, paradógicamente, parte de lo más conocido que dio la literatura francófona de la época.
Revistas de aquella época, donde se podrían encontrar relatos o novelas por entregas de CF, y de otros muchos géneros -básicamente, aventuras, sin más adjetivos- serían "En otro lugar y mañana" -"Ailleurs & Demain"-, y la que sería su rival, "Ici & Maintenant" -"Aquí y ahora", en clara desavenencia con el título de la anterior publicación". En todo caso, era un género minoritario, todavía en desarrollo, pero con multitud de seguidores, aunque no fueran acérrimos, y nunca tratado con desdén por editores y directores de revista. También los periódicos, como "Le Petit Parisien" no tenían reparos en publicar obras de ficción de todo tipo.

L'homme volant: (.. Le Petit Parisien, 09 de septiembre 1894) Une expérience d'périlleuse Otto Lilienthal
"Le Petit Parisien", tratando sobre la trágica -y auténtica- aventura del "hombre volador". En aquella época, la realidad y la ficción convergían tanto, que en ocasiones, en nuestros tiempos, resulta un poco difícil distinguir entre la una y la otra.

"Serenata selenita", de Bouel y Caro -uno de los miembros del tandem de "Delicatessen", entre otras películas-. Novela de CF actual, pero escrita como si fuera de finales del siglo XIX, o principios del XX, y cuya descripción podría traducirse como "Novela de anticipación arcaica; o anacrónica". ¿Respuesta francófona al anglosajón steampunk?

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Maurice Renard: "lo fantástico-maravilloso".

Maurice RenardPara acabar esta entrada -o post, o como se diga-, hablar de Maurice Renard. Antes, no recuerdo exactamente cuando, hablé de la expresión "fantástico-maravilloso, acuñada por este buen hombre. Estaba claro que, a finales del siglo XIX y principios del XX -no se sabe exactamente cuando empezó a usarla- estaba naciendo un género que, en adelante, sería conocido como ciencia-ficción -o ficción científica, que sería la traducción más exacta del inglés "science-fiction", aunque esta, la verdad, como que quedaba un tanto rebuscada...  Bien, a lo que vamos. Renard (1875-1939), natural de Chalons, aparte de recibir la influencia de autores algo anteriores o contemporáneos, desarrolló -o directamente, creó- variaos estereotipos y situaciones que, en adelante, retomarían otros autores que, al ser más recientes o famosos, ocultaron la influencia del autor francés, pues aunque en según que casos, la similitud de historias pudiera ser simple casualidad, no siempre, al parecer, debió de ser así.
Si hemos de realizar un listado de algunas de sus novelas claramente CF, pues hay algunas más, como "El amo de la luz", que sería un folletín donde se mezclan amores a primera vista con historias de fantasmas, las principales serían las que ahora siguen:
-"El doctor Lerne, aprendiz de Dios" (1908): dedicada a Wells, padre de la CF británica, e influido por la novela de éste, "La isla del doctor Moreau", habla sobre las andanzas del prototípico "profesor loco", el Lerne del título, que no sólo es capaz de intercambiar cerebros humanos y animales en sus correspondientes cuerpos, haciendo, por ejemplo, que el protagonista -enamorado hasta las trancas de una muchachita que, finalmente, se nos aparece como una interesada y una aficionada al sexo muy distinta a las virginales féminas británicas de las novelas victorianas- se despierte en el cuerpo de un toro, con la inteligencia y alma de un humano, pero incapaz, por ejemplo, de poder hablar o hacerse entender por otros humanos. Finalmente, Lerne rizará el rizo: acabará dando vida, trasplantando alma e inteligencia humanas -la suya propia- no a un animal, cosa que habrá demostrado en la novela como algo sencillo, o a otro cuerpo humano, incluso a una planta, ¡sino a un automóvil que, repentinamente, parece el hermano psicópata de Herby!
-"El peligro azul" (1912), donde los humanos son capturados, literalmente "pescados", por unos seres que viven en las capas altas de la atmósfera -no está demasiado claro para qué; ¿cómo alimento, quizás?-, y que empiezan a verse amenazados por aviones y, en un futuro próximo, por ¿naves espaciales? Así que deciden tomar prisioneros a numerosos humanos, como si fueran rehenes, hasta que, finalmente, al darse cuenta que son seres realmente pensantes -antes, los veían como una especie de plaga, lo cual no dejaba de ser un tanto extraño; ¿unos seres sin inteligencia serían capaces de construir una máquina como un avión, por primitivos que fueran los aeroplanos de la época?-. En resumidas cuentas, aquí no se habla de un enfrentamiento sangriento entre especies inteligentes, sino en un primer contacto -que, probablemente, habría durado siglos, o milenios- que, después de enfrentamientos, desconfianzas y falta de comunicación, acaba con el reconocimiento del otro, y un intento exitoso de coexistencia. La diplomacia en lugar de la guerra, aunque sea en una versión más biológica que política.

Una edición posterior -de los años 70- del peligro azul donde, donde el subtítulo avisa: "Los hombres pescados como peces". Un clásico, a pesar de un lenguaje un tanto en desuso, palabras inventadas y un surrealismo que de inocente, resulta simpático.

-"Las manos de Orlac" (1920) fue, con seguridad, su obra más conocida y traducida -recuerdo, incluso, un grupo de pop español de los primeros noventa con ese nombre-, y la temática, en este caso, es el del trasplante de órganos. O más bien, de miembros amputados. Un famoso pianista pierde sus manos en un accidente, y consigue que le trasplanten las que pertenecieron a un famoso asesino ejecutado. Esas manos, contra el deseo de su portador, acaban haciendo lo mismo que el individuo del que anteriormente formaron parte: matar.

"Amor loco", título que se le dio a la versión cinematográfica de "Las manos de Orlac", de Renard.

-"El hombre falsificado" (también traducido como "falso", de 1923), donde un herido de la I Guerra Mundial que quedó ciego tras la explosión de un proyectil, recibe -o sufre, según se mire- el trasplante de un aparato conocido como electroscopio, para que pueda así recuperar la vista. Y, en realidad, no sólo la recupera, sino que es capaz de descubrir a seres que viven entre nosotros, pero que nos resultan invisibles a todos los sentidos, y cuyas costumbres e intenciones en gran parte, y de forma un tanto siniestra, se le escapan.
-En "El hombre que quería ser invisible", de 1923, se trata sobre el tema de la invisibilidad y de que, al contrario de lo que se enuncia en la novela de Wells sobre el hombre invisible, éste, de serlo, tendría el problema de que el ojo humano, en tal caso, actuaría como un cuarto oscuro opaco y, por tanto, además de invisible, sería ciego.
-En "El mono" (1925) se habla de la posibilidad de crear y "clonar" seres vivos por métodos artificiales, lo que él llama método de "radiogénesis". La iglesia católica montó en cólera, al considerar que sólo Dios podía crear vida de la nada -o bien, que la vida proviene de la vida, sin ciencia de por medio- así que consiguió que su obra acabara en la lista negra del Vaticano, y no pudiera entrar en biblioteca pública alguna, ni de Francia ni de ningún otro país católico, durante años. Quizá por eso, es una de sus obras menos conocidas.
-Por último, "Un hombre entre microbios: Scherzo" (1928), donde se trata de la posibilidad de que un hombre reduzca su tamaño indefinidamente, hasta encontrarse en mundos del tamaño de electrones hasta que, finalmente, encuentre en uno de ellos a una civilización lo suficientemente avanzada como para revertir el proceso, y así poder volver a su mundo y tamaño original. Richard Matheson, el creador de "Soy leyenda", trató sobre el mismo tema en "El increíble hombre menguante", en 1956, con un final también parecido. No significa eso de que, obligatoriamente, recibiera la influencia de Renard, pero no se le puede negar al francés que fue el "padre" de la idea original. Antes que Matheson, el también norteamericano Henry Hasse trató, en 1936 el mismo tema en "El hombre que encogió", aunque él, autor de cierto nombre en revistas pulp anteriores a la II Guerra Mundial, también acabó arrastrado por el olvido.
Teniendo en cuenta la temática de sus novelas -pues hay algunas más- no hay duda de que lo menos interesante de la obra y de la inventiva de Renard fue algo tan, a la larga insignificante, como el nombre del género en el que deseaba encuadrarla.

Y aquí, un enlace donde M. Renard explica su propia versión sobre la expresión "científico -o ciencia- maravilloso", y, en general, se explica sobre su visión personal sobre el naciente género, que en aquella época, tantos seguidores tenía en Francia y Bélgica, y que todavía no había sido separado del resto de literatura, ni popular ni seria. Está en inglés -traducción del original en francés-, pero con el chrome, o algún otro navegador que traduzca automáticamente, se entiende bastante bien.

Y por el momento, nada más. Próximamente, un nuevo capítulo sobre el tema.

miércoles, 3 de abril de 2013

El imperio fantasma de los jázaros.

El primer estado organizado de Rusia, oculto tras la bruma del misterio.


Bien, después de tan largo paréntesis, creo que ya iba siendo hora de volver. En este caso, no trataré de un tema, digamos, actual, sino histórico; y en cierto modo, también antropológico, étnico, o como lo queramos considerar. Se trata del pueblo o nación de los jázaros, y, más que de lo que se sabe, de lo que no se sabe realmente de ellos.
¿Qué es lo que tienen de particular los jázaros, un pueblo de raza y lengua túrquicas, y aparentemente no demasiado distinto a otros emparentados con ellos, que invadieron y se asentaron en territorios tanto asiáticos como europeos a lo largo de los siglos? Básicamente, dos razones que los hacen realmente únicos: el primero, que se convirtieron al judaismo, siendo judíos no de raza, sino de religión; de cultura, pero no está nada claro si de nacionalidad. La segunda, que fueron el primer pueblo capaz de crear un estado más o menos organizado en territorio ruso. Y no se trata de una pequeña ciudad independiente, parecida, salvando las distancias, a una polis griega o urbe fenicia. Se trató de un gran estado, que se extendía, desde el Cáucaso hasta mucho más al norte de la desembocadura del Volga; y de este a oeste, de lo que ahora sería Kazajstán, hasta la Ucrania oriental.
Así pues, paso ha hacer un corto repaso -la falta de tiempo libre me mata, así que mejor no me extiendo demasiado en ninguna entrada; por ahora- sobre este curioso y casi olvidado pueblo. Olvido extendido, no de forma casual, en la misma Rusia que vio nacer tan curioso estado.

Una visión del mundo según el tengrismo, la religión animista-chamanista de los pueblos túrquicos y mongoles anterior al budismo y el islam, y que también practicaron los jázaros.


Un pueblo salido de la nada: el origen del pueblo y el estado jázaros.

El norte de Asia, el territorio que se extiende por toda la actual Mongolia -la región supuestamente autónoma china de Mongolia Interior, la casi totalidad de Manchuria, el sureste de Siberia, y gran parte del Asia Central, incluido el Sinkiang- estuvo poblado por una amalgama de nómadas o semi-nomadas; gente de cultura del caballo, que formaban imperios efímeros, cuyos nombres apenas han quedado para la historia, pero que en no pocas ocasiones dieron enormes dolores de cabeza a los chinos o indios. En realidad, en algunos casos, hasta llegaron a conquistarlos, y a crear sus propias dinastías, que con el tiempo se fueron integrando en la sociedad china, pero nunca disolviéndose del todo; caso de los Yuan, que eran mongoles y descendientes del famoso Gengis Khan, o los Tsing, la última, que era manchú. El primer gran estado que se creó al norte del Imperio Chino fue el de los Xiong-nu, que en chino de la época significaba, básicamente, bárbaros. Más o menos, lo mismo que pensaban de sus vecinos septentrionales los romanos, contemporáneos suyos. Después de ellos, pasarían los Tien -¿antepasados de los mongoles?-, los Rouan      -¿antecesores de los ávaros, que más adelante acabarían formando un efímero imperio de Hungría, destruido por Carlomagno?- y el Khanato de los Gokturks. Estos últimos, antecedentes directos de los pueblos túrquicos -como los mismos turcos- se acabarían hundiendo en guerras civiles entre occidentales y orientales -después de haber mandado a los ávaros a Europa-, y tras sufrir los ataques del Imperio Chino de los Tang. Y de sus escombros, salió el pueblo jázaro -o kházaro, como se le nombra en el mundo anglosajón- una posible fusión entre proto-turcos con hunos -hermanos de los que, pocos siglos antes, precediendo a los ávaros, habían llegado a Europa, dando la puntilla a un agónico Imperio Romano de Occidente, y capitaneados por el legendario Atila; y a otros que, no mucho después, atacarían la India-. El origen y la cultura turca, sin embargo, eran los que dominaban, pero su origen mayoritario, antes de la mezcla con los pueblos que dominaron o con los que se relacionaron posteriormente, era huno.Evidentemente, esto no es todo cierto. Ningún pueblo sale de la nada, todos tienen algún antecesor, incluso los más antiguos, hasta llegar, finalmente, a los primeros auténticos humanos, llamémoslos homo sapiens de la raza cromañón, o de cualquier otra -porque las hubo, pero esto es otra larga historia- ya extinta. Pues bien, los jázaros, como pueblo túrquico, tienen un origen bastante claro, que se podría considerar el territorio primigenio y ancestral de los llamados pueblos altaicos: los túrquicos, los mongoles, manchúes, no poca gente de la Siberia Oriental -rusos eslavos aparte, se entiende- y con un lejano, muy lejano parentesco, aunque no por ello existente, con los japoneses y los coreanos. Este territorio es el Asia Central, o si lo preferimos, el Turkestán. O sea, cuatro de las antiguas repúblicas soviéticas: Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán y Turkmenistán, además del territorio chino del Sinkiang Uigur -o Uiguristán, como llaman a su tierra los uigures, la población autóctona; "Sinkiang", en chino mandarín, significa, más o menos "Frontera lejana", o algo parecido-. Probablemente se podrían incluir algunas regiones fronterizas tanto de Rusia, al norte, como de Afganistán, al sur, además de parte, o la totalidad, del Tayikistán -por lo demás, una nación que, por lengua, historia y raza, sería considerada irania, cercana a los persas-, pero esto es algo más discutible.
Estos jázaros primitivos no eran muy distintos a sus hermanos y primos más orientales. Eran nómadas, aunque conocían las ciudades -aunque fuera más por haberlas atacado que otra cosa-; estaban divididos en dos grandes grupos sociales, los blancos (ak-khazars), que corresponderían a los reyes, nobles, guerreros, y en general a la parte de la población con más poder o derechos -que no significaba, a la fuerza, la más rica-, y los negros (kara-khazars), que serían los burgueses y comerciantes -la "gente del caballo" consideraban a los urbanitas, y más aún a los que se dedicaban al comercio, como gente de poco fiar, o débil y un tanto decadente; eso no significaba que no se dieran cuenta de su importancia social, y a su manera los protegieran-, o campesinos, obreros y siervos sin demasiados derechos. Es dudoso que en este grupo se incluyera a los esclavos -porque sin duda, como en cualquier otra sociedad antigua o medieval, y más moderna también, existían-, que no parecían ser demasiado numerosos -más bien, prisioneros de guerra, rebeldes, deudores...-, porque, sencillamente, los esclavos no eran habitantes o parte del pueblo -a no ser que consiguieran la manumisión-, sino simple mercancía. Estas expresiones de "blanco" y "negro"; no eran raciales, aunque algunos historiadores -o más bien simples cronistas-, tanto rusos como persas y árabes, en ambos casos -cristianos o musulmanes orientales- enemigos suyos, dieron a entender lo contrario, imaginando a los blancos casi como nórdicos -claros de piel y pelirrojos o rubios-, y a los negros como morenos, como los indios. Pero queda claro que esto no tiene base. Eso sí, con el paso de los años, sí que había diferencias físicas entre los jázaros, pero por una razón evidente: formaron un imperio multiracial, donde había turcos, eslavos, judíos semitas, persas, gentes del Cáucaso de raza caucásica -circasianos o abjasios-, irania -osetios, en aquella época conocidos como alanos-, armenios... Y la mezcla era algo lógico: los reyes, nobles y guerreros tenían esposas o concubinas de todos los pueblos dominados o vasallos, o de estados extranjeros; mercenarios añadidos a las tropas victoriosas; mujeres de pueblos vencidos que buscaban un marido del bando vencedor para progresar socialmente; la mezcla habitual en los centros urbanos; funcionarios, médicos o artistas no jázaros que pasaron a trabajar para ellos, a asimilarse a su cultura y a, finalmente, mezclarse con ellos; e, incluso, la existencia de esclavos liberados, o siervos ascendidos socialmente, que consideraban el matrimonio con un hombre o mujer libre -sobretodo mujer- una forma de acabar de "limpiar" su pasado, aunque tuviera un origen social muy modesto.
Los jázaros, hundido el estado gokturk, y ocupados sus primos más orientales en machacarse unos a otros, o seguir resistiendo los ataques chinos que tanto habían ayudado al fin de dicho imperio, decidieron crear el suyo propio más al oeste, donde unos y otros -túrquicos y chinos- no molestaran demasiado. En principio, se instalaron en un territorio no demasiado poblado, entre el Cáucaso y  la desembocadura del Volga, con el mar Negro al oeste, y el Caspio al este -no parece que fueran gente aficionada a la navegación, así que dichos mares eran, básicamente, límites territoriales-. Pero en un territorio poblado, mayoritariamente, por pueblos semi-nómadas, compuestos por masas humanas realmente grandes -cientos de miles de personas en movimiento casi continuo-, ciudades creadas alrededor del comercio, con gente de todas las razas, y apoyadas por grandes grupos armados de mercenarios de todos los orígenes, y pueblos más o menos sedentarios, vigilantes en sus altas montañas, o dispuestos a defender sus angostos y preciados valles, crear un imperio resultaba, como mínimo, un tanto difícil. Los jázaros se las vieron, primero, con los pechenegos, a los que derrotaron y enviaron más al oeste, a la actual Ucrania, donde se las vieron con los bizantinos, que tras combatirlos, no dejaron de ellos prácticamente ni el recuerdo. Pero antes de esa guerra destructora, los pechenegos expulsaron todavía más hacia el oeste a los magiares, que en Europa conocemos comúnmente como húngaros -en realidad, el nombre de "húngaros" lo adoptaron después de haberse instalado en la actual Hungría, sobre los restos del Imperio Ávaro, destruido por Carlomagno, y la expresión "Hungría", viene de "Hungaria", que es el nombre que los antiguos romanos pusieron al territorio donde se instaló el grueso del pueblo huno, en la antigüedad tardía, y dirigidos en su momento por el terrible Atila-. No perece que se llevaran demasiado bien, pero tampoco se enfrentaron bélicamente. Tal vez los magiares supusieron que, en lugar de luchar contra los jázaros y sus hermanos, los búlgaros, era mejor marchar al oeste, ocupando, pasados siglo y medio, el espacio de los ávaros, y aprovechando también -se supone que esto lo averiguarían más tarde- que tras el coloso Carlomagno, su enorme imperio fue gobernado por su hijo Luis, llamado "el piadoso" -Ludovico Pío-, pero, más bien, le habría correspondido el sobrenombre de "el débil", porque de piedad, con amigos y enemigos, no es que tuviera demasiado que digamos.


La creación de un imperio en los márgenes de la historia.

Pues bien, libres de los magiares, los jázaros y sus vecinos-hermanos los búlgaros empezaros a luchar. Y estos últimos fueron completamente vencidos, con su gran cantidad de muertos y siervos incluidos. Los búlgaros, entonces, quedaron reducidos a dos grupos: unos se quedaron recluidos en un territorio al norte y al este del jázaro, que correspondería a varias repúblicas autónomas de Rusia, en zona de los Urales, y que sería conocida como Bulgaria del Volga -estos búlgaros del Volga darían, más adelante, bastante dolor de cabeza a sus vecinos- y otro gran grupo que emigraría también al oeste. Pero como la futura Hungría ya estaba empezando a estar muy poblada, allá se quedaron sólo unos pocos. Otros se unirían a un pueblo germánico, los longobardos -o a algunas bandas armadas de ellos- y les ayudarían a conquistar el extremo sur de Italia. Los más numerosos, sin embargo, se instalarían en la antigua Tracia romana, se pasarían la vida luchando contra los bizantinos, que los cristianizarían -más por la fuerza que otra cosa- y masacrarían, pero que no pudieron impedir que se crearan, a lo largo de la historia, un par de Imperios Búlgaros bastante temibles. Pero eso es ya otra historia.
Más o menos por el 640-650, el imperio como tal ya estaba constituido. Aparte de jázaros, y restos de pueblos vencidos, como los búlgaros, es posible que en este territorio vivieran pueblos del Cáucaso -como los osetios, circasianos, chechenos, etc. aunque en aquella época, no eran musulmanes, y muchos tampoco cristianos, y normalmente eran conocidos por otros nombres-, y por colonias de judíos, persas, e incluso griegos -estaban cada vez más cerca del Imperio Bizantino-. Es en ese siglo, a mediados del VII, cuando, no se sabe bien el por qué, que acontece la conversión al judaismo. ¿Y por qué un pueblo hasta hacía poco nómada, llegado de lo más profundo del Asia Central, decide convertirse a una religión tan particular y minoritaria, tan distinta a su cultura, como el judaísmo? Realmente, nadie es capaz de dar una respuesta a ello. Según leyendas, que el emperador jázaro José -que reinó, más o menos, a mediados del siglo X- cuenta al rabino de Córdoba, Hasday ben Shaprut, en su imperio había embajadores y comerciantes tanto del Imperio Bizantino -y, probablemente, de otros estados cristianos- como del Califato Abássida. Como el emperador Bulan -el más importante hasta la época- deseaba que su pueblo practicara una religión monoteísta -que, probablemente, pensaba que es lo que correspondía a un país moderno y civilizado- decidió que los representantes del cristianismo y el islam -tal vez embajadores, o comerciantes importantes, o incluso religiosos con deseos de proselitismo- explicaran en qué consistían sus distintos credos, y se pusieran de acuerdo en cual era el mejor -algo, por lo demás, un tanto ridículo, porque era evidente que cada uno de ellos consideraba que su religión era la mejor-. Se dice que también que -aunque esto último varía de una versión a otra de la historia- que también preguntó a un rabino, y este adujo, para no complicarse la vida, que, aunque él también consideraba que su religión era la mejor, que preguntara al cristiano qué credo era más aceptable, la judaica o la musulmana. Y el cristiano respondió que la judía. Después, pidió al emperador que hiciera la misma pregunta al musulmán -¿cuál era la mejor, la judaica o la cristiana?-, y dijo lo mismo: la judía. Así pues, Bulan pensó que la mejor sería precisamente esa, la judía.
Aún así, no se sabe bien qué tipo de judaísmo profesaron Bulan y sus contemporáneos, la caraíta -que no dejaba de ser una especie de "secta", o escisión del judaísmo, sin ser considerado como tal-, o bien el ortodoxo, el judaísmo de toda la vida, vamos. Más bien parece ser lo primero, razón por la cual estos "judíos" no tenían sinagogas propiamente dichas, y su judaismo era tan distinto al de la mayoría. Parece que estos primeros "judíos-túrquicos" tenían relación con caraítas de todo el mundo. Y eso incluye España, tanto la cristiana como la musulmana, pues allá fueron algunos a estudiar judaísmo -las comunidades hebreas sefarditas eran, en aquella época, muchas y prósperas-. Que los caraítas también existían en la antigua Hispania, es bien sabido, pues un documento -por desgracia incompleto- relata los enfrentamientos entre estos y los judíos propiamente dichos en la Castilla de Alfonso VI -el que conquistó Toledo, y tuvo sus más y sus menos con el Cid-, ya en el siglo XI, pues unos y otros consideraban al monarca cristiano como una especie de "rey de reyes" que gobernaba y decidía sobre gentes de todas las religiones. Pero lamentablemente, no se puede saber qué decidió el rey al ver a "sus judíos" pelear por cuestiones religiosas que no parecían serle excesivamente ajenas.

Ubicación de
El Imperio Jázaro en su máxima expansión: en rojo, el estado en 650 -la Jazaria original, donde vivía gran parte del pueblo jázaro-; en naranja, los territorios conquistados hasta 750; en naranja más claro, la expansión hacia 850; en amarillo, los territorios vasallos -magiares al oeste; georgianos, armenios y caucásicos al sur; búlgaros del Volga al nordeste-.

Sin embargo, el nieto de Bulan, y Obadiah -¿su nieto?-, este, con un nombre claramente hebreo, y no turco, como el de su antecesor, se encargó de atraer judíos de Europa y Oriente, y sustituyó el caraísmo por el judaísmo ortodoxo, aunque los caraítas, posiblemente, siguieron existiendo. Algunos continuaron con su religión -porque de eso se trata- en Crimea, en Ucrania, hasta la actualidad, y no se consideran judíos. Lo cual es cierto, porque ni su origen étnico -turco- ni su religión son realmente judías, lo que no les salvó de las persecuciones y matanzas, tanto de los zares, como de los nazis, ni, más tarde, de Stalin -que también era antisemita, aunque no fuera ruso, sino georgiano-. Obadiah -o Abdías- empezó a gobernar, posiblemente, unos treinta o cuarenta años -¿790-830?; imposible saberlo- después de la subida al poder de su supuesto abuelo. Él favoreció la inmigración judía, y, como ya se ha dicho, aceptó el judaismo clásico, con su torah, rabinos, sinagogas, etc. Respecto a, realmente, cuanta gente llegó a convertirse -más que en número, en qué tipo de ella-, es difícil de creer. La familia real al completo, casi seguro. Los nobles, en gran parte, también. Una parte considerable de los auténticos jázaros, al menos los libres, es probable. Algunos libertos o gente baja, por compartir fe con sus gobernantes, es posible. Pero, sin duda, en el imperio vivían muchos miles de musulmanes, cristianos y paganos. La ciudad de Samadan, la primera capital jázara, tenía población de las cuatro religiones en tiempos de Bulan, así que desde el primer momento, allá existió no sólo la diversidad religiosa, sino también una tolerancia que raramente se podía ver en otros estados de la época. Si el número de judíos fue aumentando con el tiempo, debió ser, más que por la natalidad jázara -que debió ser alta, pero habría que tener en cuenta la mortalidad por las continuas guerras-, por la inmigración de judíos semitas, que allá encontraron un auténtico hogar que, sin embargo, la mayoría de los que vivían en Europa y el mundo islámico, o no conocían, o no pensaron -o no supieron- en marchar allá. De haberlo hecho, y así contener Jazaría una población judía de cientos de miles, o incluso de uno o dos millones de judíos, tal vez la historia de Rusia, y del mundo -y, sin duda, de los judíos- habría sido bien distinta. Pero dejando aparte fantasías o suposiciones históricas, se sabe que, en el estado jázaro había diversidad religiosa, y los judíos, con toda seguridad, eran minoría. Lo único distinto a otros países donde había comunidades de dicha religión era que, en este caso, los judíos eran la clase dirigente, y, seguramente, una parte importante de la clase intermedia, como son comerciantes o soldados profesionales.

Los pechenegos, según una representación eslava, antes de enfrentarse tanto a bizantinos como a cumanos; luchas que acabaron con la muerte de muchos y la asimilación a otros pueblos del resto.

Se ha hablado ya de dos dirigentes, Bulan y Obadiah/Abdías -este último, en no pocas listas de gobernantes, como en la wikipedia, aparece como antrio de Bulan; pero esto no puede ser real, pues siempre se deja claro que Obadiah fue nieto o descendiente de Bulan-. Quizá habría que ver cómo crece dicho estado, desde un territorio anclado al norte del Caúcaso, y que llega a la zona rusa del Kuban -que luego sería patria de parte considerable de los cosacos- y más al sur del Volga.
Según comenta el historiador judío Leonel Badin, los jázaros se las vieron, después de crear su estado, todavía más o menos por organizar, y todavía en proceso de urbanización -aunque con algunas ciudades de importancia, como Samadan, o las que en adelante serían temibles fortalezas de Sarkel y Tamatakha, con la invasión árabe. Los árabes tenían un ejército que se basaba, principalmente, en la caballería ligera, y en una infantería igualmente ligera, que se movían fácilmente en las llanuras, y que aprovechaba la lentitud de los acorazados y más numerosos ejércitos de los imperios enemigos: el Bizantino, y el Persa Sassánida. Pero los jázaros también eran una cultura del caballo, un pueblo de jinetes, además de grandes arqueros, y contaban con una infantería tal vez no tan ligera, pero probablemente también mejor dirigida y más organizada, y se movían entre montañas y estrechos valles mejor que sus enemigos. Además, a partir de cierta época, los dos ejércitos contaron con catapultas, y quizá otras máquinas de asedio -es de suponer que por influencia bizantina y, más lejanamente, romana-, lo que hace pensar que igual que sus enemigos musulmanes, los jázaros llegaron a tener un ejército no sólo numeroso, sino además bien armado, entrenado, y tecnológicamente avanzado. Únicamente carecían, casi completamente, de marina de guerra. Pero el mar, para estas gentes -y a pesar de tener como fronteras a este y oeste el Caspio y el Mar Negro- les daba un respeto rayano en el terror pagano, y dejaron el agua para los peces. O para los griegos, a los que admiraron casi tanto como desconfiaban de ellos.
La primera guerra entre árabes y jázaros debió ser por el 642 -una época muy temprana, todavía anterior al emirato de los Omeyas, en tiempos del califa Omar-, y acabó 21 años después. Los invasores se estrellaron en las montañas caucásicas, en zona fría y agreste, contra unos jázaros que se endurecieron y se dieron prisa en fortalecer su estado. A partir de allá, los árabes, que aún debían esperar hasta el siguiente siglo para vérselas con los francos de Carlos Martel, empezaron a tomarse en serio a aquella gente. En aquella, la capital pasa a Itil, la gran ciudad tocante al Caspio. Tal vez la actual Astracán, en territorio tártaro.
A finales del siglo VII, empieza realmente la alianza política y económica con Bizancio, al acoger los jázaros al desterrado emperador Justiniano II, que se acordó de ellos cuando volvió al poder en 705. Dicha alianza se fortaleció cuando éste se casó con la hermana del jagán -o khan, usando una expresión más mongol que turca-, que se convirtió al cristianismo, y adoptó el muy griego nombre de Teodora. Lo mismo hizo el emperador León III, con otra hermana del siguiente jagán, que cambió su nombre por Irene -otro nombre muy de la época-, y llegó a ser madre del emperador León IV. La sangre jázara correría, por tanto, por las venas de los herederos orientales de la legendaria Roma.

Un jinete jázaro -eran, básicamente, al menos en un principio, un pueblo subido a un caballo- con un prisionero de guerra, que por su físico, tal vez también será turco-mongol.

La alianza contra los infieles cristianos no hizo gracia a los musulmanes, así que volvieron a la carga en el 722, en otra larga guerra que acabó, en principio, en un triunfo musulmán en 737 -parece mentira lo que llegaban a lugar las guerras abiertas en aquella época-. Sin embargo, los árabes no supieron -o no pudieron- aprovechar aquella victoria: los conflictos en la numerosa familia Omeya hizo que el general vencedor, el futuro califa Marwan II, tuviera que partir hacia Bagdad, abandonando a sus enemigos tocados, pero no totalmente vencidos. Y como dichos conflictos duraron varios años, fue suficiente para que los jázaros resurgieran. Como en otras ocasiones, los árabes serían capaces de realizar ataques esporádicos, o razzias de saqueo, pero cuando se alejaban de sus bases y atravesaban amplias zonas montañosas, se demostraron incapaces de conquistas duraderas. Más aún, los jázaros aprovecharon para expandirse por el norte, libre de montañas y muy poco poblado: la frontera, que la llegaba al Volga, incluyó su desembocadura, por el norte alcanzaron las grandes llanuras de lo que luego sería Rusia, y al oeste, alcanzaron el sur de Ucrania y parte de Crimea -el resto era bizantina y goda-. Es en aquella época, en 730, cuando Bulan, y gran parte de su pueblo -el mismo que, como caballería e infantería, formaban la base del ejército- se convierten al judaísmo, y aprovechan una invasión -más bien un saqueo- a Armenia, recordado durante mucho tiempo en aquel país, para construir un templo supuestamente judío -o caraíta, que tanto da-, y olvidando su antigua religión, el tengrismo, o animismo-chamanismo de los pueblos túrquicos y mongoles (dios del cielo Tengri- diosa de la tierra Eje, etc.). Parece que, casi siglo y medio después, los monjes Cirilo y Metodio, que cristianizaron a tantos pueblos eslavos, y creadores del alfabeto cirílico, intentaron lo mismo con los jázaros, pero éstos ya estaban muy unidos a su religión, y fracasaron en el intento. Hay también historiadores musulmanes que indican que la conversión también fue más tardía, pero eso son conjeturas.
Sobre su cultura. Aparte de que, poco a poco, se fueron urbanizando, fueron capaces de acuñar una moneda, la yarmaqs, imitación de los dirhams árabes. Respecto al comercio, al contrario de lo que en principio se pensó, llegó, a través de la Ruta de la Seda, desde China hasta la Europa Occidental -incluso Escandinavia y las Islas Británicas, gracias a los varegos, o escandinavos y sus descendientes que vivían en el interior de Rusia-.Parece que cobraban un impuesto del 10% de cualquier producto que atravesaba su territorio -se encontraban en medio de Asia, y enfrente de Europa, un lugar estratégico- aunque también contaban con industria propia, de vidrio y cerámica. Y por lo que se supone, debieron contar para administrar y controlar estas rutas y cobros con la ayuda de los judíos rhadanitas, una comunidad que se dedicaba al comercio a través de toda Asia, desde la frontera China hasta Europa, pasando por Persia, India, Rusia, Jazaria, etc. Y no sería de extrañar que esta comunidad influyera en la posterior conversión al judaísmo de gran parte de los jázaros, y de que judíos semitas acudieran a dicho estado -por lo que su origen étnico sería, entonces, mixto-.
En el siglo IX, la alianza con los bizantinos se acentúa, pero los enfrentamientos con los musulmanes se van limitando. Los Omeyas, y más adelante los Abássidas, se empecinan menos en nuevas conquistas, y más en administrar y pacificar el enorme Imperio Islámico. Así que conviene tener las fronteras en paz, y se olvidan de esas frías y montañosas tierras al norte de su imperio. Los jázaros, mientras tantos, llegarían a la cumbre de su poder: se internarían por la planicie rusa hasta llegar a sólo unos pocos cientos de kilómetros del actual emplazamiento de Moscú -que en aquella época todavía no existía, a no ser como una mísera y anónima aldea-, por el oeste se expandirían hasta la actual Rumanía -donde rondaban los magiares, preparándose para su futura expansión al oeste, una vez que sus hermanos ávaros cayeran bajo las armas carolingias-, y por el este, hasta ocupar parte del país conocido como Bulgaria del Volga. Y los armenios, georgianos, y las gentes del Cáucaso, incluido el misterioso territorio conocido como Albania del Cáucaso, y que hoy en día recibe el nombre de Azerbaiyán. En aquella época, es posible que el estado jázaro también llegara no sólo al máximo de su extensión territorial y poder económico y político, sino también demográfico: cerca de millón y medio de habitantes, donde la mayoría eran cristianos, musulmanes y paganos; eslavos, caucásicos, búlgaros del Volga, pechenegos, griegos, persas, ugrías... sin contar con la población de los estados vasallos, aunque estos no se sentían parte del imperio, aunque su fuerza les convenía, para protegerse del poder islámico. Caso de los armenios, y sobretodo la naciente nación georgiana.
Pero está claro que, cuando un país pequeño crece y amenaza con hacer sombra a estados más consolidados, acaba arrastrando la envidia de éstos. Y lo mismo sucede con potencias nacientes, que desean seguir por el mismo camino, creciendo a costa de los ya asentados.
En el siglo X, el imperio recibe algunos refugiados de Constantinopla. El emperador Romano Lekapeno -o "el armenio", que es lo que significa su apodo; y los armenios, a pesar de usar Jazaria como escudo contra los musulmanes, no dejaban de sentirse a disgusto bajo su vasallaje; se encontraban mejor formando parte de Bizancio-, después de batallar contra el rey búlgaro -de la actual Bulgaria, aunque en este caso, dicho país se había expandido por los Balcanes-, de forma bastante improductiva, acabó aliándose con su antiguo enemigo -que no pudo conquistar Constantinopla, pero debilitó mucho a su enemigo-, y con el naciente estado de la Rus de Kiev -la Kieva Rus, el antecesor político de la Rusia de los zares, destruido por la invasión mongol-, para así poder luchar contra los infieles, o sea, contra los musulmanes del califato Abassida, conquistando gran parte de Armenia, el país de sus antepasados. Después de ello, su celo cristiano hizo que persiguiera, obligara a la conversión, o hiciera encarcelar, matar y expulsar a miles de judíos. Muchos de estos refugiados acabaron, como no, en Jazaria -el país de las cuzari, como les llamaban sus hermanos semitas-, y esto llevó al emperador jázaro -tal vez José, o su sucesor, Manassé, es casi imposible saber cuando acababan o empezaban los distintos gobiernos de los janes- decidió vengarse sobre los cristianos de su territorio. Sin embargo, tal vez por miedo a una guerra abierta, o porque no deseaba castigar sin razón a sus súbditos -es posible que los cristianos "castigados" fueran armenios fieles a Bizancio- aquello no pasó de allí. Lo mismo sucedía cuando, en algún momento, se destruía alguna sinagoga en territorio musulmán: también se tiraba abajo una mezquita, pero se dejaba en paz a la mayoría de población musulmana, que seguramente ni sabría a qué venía aquello.

Sviatoslav I de Kiev (en el barco), iniciador de la caída de Khazaria.

Sin embargo, después de la ruptura con Bizancio -ya nunca volvió a haber la alianza anterior- a Jazaria le apareció al noroeste un enemigo con el que nunca se había contado: los eslavos. Cuando los vikingos, o normandos, llegados de Suecia se hicieron con el poder de un enorme espacio, anárquico, primitivo y casi vacío, en el corazón de Rusia, se casaron con mujeres eslavas, trajeron nuevos normandos, y crearon pequeñas ciudades estado a lo largo del territorio, cerca de los grandes ríos, extendiendo la agricultura, el comercio de pieles y, en ocasiones, los ataques a territorios musulmanes más al sur. Los jázaros, en no pocas ocasiones, eran sus aliados o, por lo menos, intentaban no tener malas relaciones con algunos de ellos. Pero los bizantinos, poco a poco -con Cirilo y Metodio, los llamados "apóstoles del mundo eslavo"- extendieron el cristianismo en su versión oriental o constantinopolitana -lo que luego serían las iglesias ortodoxas, en contraposición con los latinos o católicos occidentales-, el alfabeto cirílico -sus lenguas no eran escritas- y una mayor civilización de esos pueblos. Poco a poco, los eslavos formarían un proto-estado, el Rus, luego Rus de Kiev, y uno de sus señores -es difícil considerarlo todavía rey, pues su poder sobre el enorme territorio que dominó era relativo- Sviatoslav I de Kiev, se hizo dueño de todo el centro de la actual Rusia europea, conquistó el norte de Ucrania, y saqueó, o transformó en vasallos, parte del norte del Imperio Jázaro, llevando su poder hasta Bulgaria, debilitada tras la muerte de Simeón. Los jázaros no estaban acostumbrados a los ataques de los eslavos, que se quejaron que no les permitieran saquear territorio musulmán -porque, evidentemente, estos reaccionarían, y la tomarían con los jázaros, aliados circunstanciales de los atacantes, y que estaban más cerca; aparte, claro está, de viejas rencillas-. Sin el apoyo bizantino, que ahora era para los eslavos de Rus, los jázaros empezaron su decadencia. José y Manasseh, con seguridad, hicieron lo que pudieron, pero su cercanía a los judíos de Occidente no significó que tuviera una fuerte relación con los estados cristianos -o musulmanes, caso del Califato de Córdoba, o Al-Andalus- fuera lo suficientemente sólida como para recibir ayuda de ellos -¿aquellos reyes sabían, acaso, hasta de la misma existencia, de aquel lejano reino?-, y y allá por el 965, las fortalezas de Sarkel y Tamatarkha serían arrasadas, lo que significó el principio del fin del poderío militar jázaro. En 972, Sviatoslav moriría en una emboscada en un bosque, a manos de los pechenegos -los antiguos enemigos de los jázaros, que los habían sustituido como aliados orientales de los bizantinos, y que, en un futuro cercano, acabarían enfrentándose y destruidos por ellos-, y eso, hasta cierto punto, dio cierto respiro al estado judío, pero Itil, la capital, había sido atacada y saqueada, y la decadencia era ya un hecho. La influencia al sur del Cáucaso era ya casi nula, y Jazaria se replegó sobre sí misma.


Un fin tan oscuro como el principio.

El fin de Khazaria-Jazaria es un misterio, al menos a medias. A principios del siglo XI, se podría decir que casi dejó de existir, al unirse los eslavos de Rus, cada vez más unidos en un estado medio pagano que iba cristianizándose y "orientalizándose" -intentó parecerse cada vez más a Bizancio-, con los búlgaros del Volga y los ostrogodos de Crimea -en aquella época, aliados-protegidos de los bizantinos, que lo mismo los usaban como mercenarios o guardias del emperador de turno, como los armaban para proteger sus fronteras septentrionales-, y en pocos años, el ejército jázaro, en otra época con fama de temible, fue deshecho, y su pueblo, cuando no muerto o esclavizado, asimilado por los distintos pueblos que lo rodeaban o poblaban el imperio. Algunos, se fueron convirtiendo al cristianismo, y se fusionaron con los eslavos, que poco a poco avanzaban hacia el este. Otros, volvieron al paganismo, o se islamizaron, y se fueron mezclando con pueblo de raza o lengua túrquica, con los que tenían más afinidad. Algunos, islamizados o paganizados, quedaron como pequeñas comunidades aquí y allá, pero nadie es capaz de decir si algunas pequeñas naciones del Cáucaso, como los valkarios o los karachais, vecinos de los circasianos, o algunas gentes del Daguestán, descienden de ellos, de pueblos con un gran poder posterior, como los cumanos, o son una mezcla de todos ellos. En Crimea todavía existe una pequeña comunidad túrquica caraíta, que tal vez descienda de los que no aceptaron el judaísmo ortodoxo, y que casi se extinguió por culpa de nazis y comunistas, los karaim. Otra comunidad, de la misma región, los krymchak, también históricamente diezmados, sí se consideran descendientes, al menos en parte de los jázaros.

Las ruinas de Mangup (Doros): Capital de los godos de Crimea
Ruinas de Mangup (Doros), antigua capital de los godos de Crimea.

Sin embargo, existe una pregunta ¿y los que siguieron siendo judíos? Parece que muchos prefirieron emigrar al territorio del Rus, poco urbanizado y casi despoblado, donde, al ser un pueblo urbano y bastante culto, después de tanta guerra, tal vez no fueran tan mal recibidos. Algunos, tal vez bastantes, con seguridad se fusionaron con los rusos. Otros, hasta pudieron alcanzar territorio húngaro o serbio. ¿Y el resto? ¿Son la base de los judíos de Ucrania, Rusia, Bielorrusia, Polonia, etc.? ¿Se mezclaron con judíos semitas, de habla yiddish -y el hecho de que, en esta, la lengua de los judíos askenazíes, prácticamente no haya rastro de influencia túrquica, demuestra su escaso origen jázaro, pues éstos sólo hablaban un idioma turco- y cultura más occidental, siendo su origen en ellos minoritario y casi olvidado? Esto es un misterio. Estudios genéticos han demostrado que los judíos de ese origen, que vivieron en su casi totalidad en el futuro reino de Polonia, y que son, en realidad, los antepasados de gran parte de la población hebrea mundial -la mayoría de los de Estados Unidos, al menos la mitad de los israelíes, y gran parte de los de Argentina, Australia, Sudáfrica, Gran Bretaña, Alemania...- tenían una base semítica, aunque, como era de esperar, con ciertas y variadas aportaciones étnicas. Paradojicamente, este hecho ha servido a muchos antisemitas -nazis incluidos- para poner en duda el derecho de los judíos a vivir en Israel: si este territorio les corresponde ría porque allá vivió el antiguo pueblo hebreo, del que se supone que descienden, pero en realidad sus antepasados son turcos, ¿no dejan de ser, en cierto modo, invasores sin ninguna relación con Palestina? Si los judíos tienen más o menos derecho a vivir en Israel, es opinión de cada uno, pero usar la base racial no tiene, realmente, sentido. La ciencia ha demostrado el origen semita de los judíos, pero también, es cosa sabida, su origen mezclado. Pero esto no resulta tan extraño. En cualquier documento, laico o religioso, judío o cristiano, se habla de conversiones y mezclas, y lo mismo que hay algo de sangre turca, también la hay eslava, germana, mediterránea, bereber, árabe, persa, y hasta india asiática... En la Alta Edad Media, eso se sabe, igual que tanto el islam como el cristianismo se expandieron, y se convirtieron a dichas religiones numerosos pueblos, es posible que el judaísmo, en un plano más modesto, hiciera lo mismo. De allá deben descender, de aquellas misteriosas conversiones, los judíos etíopes, y algunos de la India, del Yemen, de Persia... tal vez, paradojicamente, el actual pueblo palestino, en gran parte musulmán -aunque también cristiano, aunque eso no se tenga en cuenta-, fue antes cristiano en su totalidad. Y antes de eso, tal vez sus antepasados no fueran solamente árabes -u otros pueblos semitas cercanos- sino también hebreos. Hablar de sangre, de raza, es siempre un tema peliagudo. De pureza racial, tan peligroso como, a la larga, ridículo. Si se considera, como defienden algunos filo-nazis, que a Hitler y compañía no se les puede acusar de antisemitas porque los judíos, en su mayoría, no eran semitas -¿no lo eran, acaso, los sefarditas?-, estaríamos cayendo en su trampa. Además, entre las víctimas del holocausto, había judíos ateos y agnósticos, gentes de origen mixto, y conversos al cristianismo. Pero, acaso ¿su vida valdría menos por ello? Murieron por ser judíos, o ser considerados como tales. Y por esa razón, según sus verdugos, su vida no valía nada. ¿Ahora, precisamente, por ser, sólo teóricamente no semitas, su muerte está más justificada? Cerremos la cuestión.
Poco o nada queda ya de los jázaros. Lo poco que se sabe de ellos, es a través de textos, tanto de musulmanes -árabes- como de judíos europeos, o cristianos bizantinos. Existir, existieron. Pero hay voces que opinan, y tal vez con cierta base -que podría estar equivocada, pero no por ella habría que tomarla a la ligera- ni tan siquiera pudieron llegar a ser realmente judíos, sino paganos, musulmanes, o lo que fuera. Parece que casi todas las crónicas tienen, en la práctica, apenas, uno o dos orígenes, y la expresión "judío", tal vez quería significar, en sentido peyorativo, simplemente "no musulmán". Así que, después de todo, lo arriba contado no deje de ser más que un cúmulo de suposiciones bien interconectadas con apariencia de realidad..

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La portada original de "Caballeros del camino", sobre dos mercenarios judíos de camino a Jazaria, de Michael Chabon. Una de las pocas novelas que trata sobre ese extraño país.

Por mucho que se agradezca nueva luz en el estudio de la historia, no hay duda de que la penumbra de las leyendas y los antiguos mitos nos hace, tal vez no saber tanto, pero sí soñar con más intensidad.

Hasta otra, y espero que no hacerme esperar tanto.