jueves, 28 de noviembre de 2013

Una entrada -como novedad- sobre escultura: Jaume Plensa, el hombre que esculpe con letras y cifras.

El descubrimiento -a pesar de que en mi ciudad existe una obra suya- de un escultor de lo más original.

La escultura, como la pintura, no son lo que se dice mi fuerte, pero cuando tienes cierto interés por el arte y la cultura en general, acabas teniendo cierto conocimiento de autores, obras y estilos, y aunque mucho de todo ello te entre y te salga de la cabeza con la misma facilidad, y necesites "encontrarte con artes y artistas" en más de una ocasión, para que sus nombres y características te acaben quedando en la mente, en no pocas ocasiones, aún a riesgo de que también acabes en parte olvidándote, te llaman la atención ciertos personajes y obras suyas, y tienes la necesidad -o el deseo disfrazado de tal- de conservarlos en el recuerdo. Y si tenes la posibilidad de escribir sobre ellos, mejor. Para eso están, también los blogs. Son algo así como una enorme hoja en blanco donde puedes anotar, copiar, adherir fotos y dibujos, escribir opiniones, sobre cualquier cosa que, en determinado momento, te llama la atención, pero que crees que, antes o después, olvidarás, a no ser que tomes nota en algún sitio. Y eso es lo he hago en ocasiones como esta.

El autor y su curiosa, llamativa, intensa obra.

Jaume Plensa nació en 1955 en Barcelona, y estudió escultura en "La Llotja" -"La lonja", en castellano; que sería como un mercado a cubierto de tiempo atrás-, y en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi, aunque aprendió las técnicas de la escultura en un taller de reparaciones mecánicas -de ahí su interés de crear esculturas con "piezas metálicas", como si fuera un complejo mecanismo, a la vez que un puzzle-. 
En principio, su mayor interés vendría por el volumen y el espacio, por la visión en 3D de la escultura, pero a partir de principios de los 80 (1983-4, por lo visto), desarrolló una forma de moldear el hierro por medio de la técnica de la fundición, y se interesa por la figura humana, tanto en su forma de cabeza completa -no sólo de cara, que sería más 2D-, como cuerpos enteros. Principalmente, humanos.
Plensa tiene numerosos premios y reconocimientos, el último, el Velázquez de Artes Plásticas de este mismo año -una especie de Cervantes, pero en arte-; además de ser Doctor Honoris Causa de la School of the Art Institute de Chicago (2002) -donde hay expuestas de forma permanente varias de sus obras-, los Premios Nacionales de Artes Plásticas (2012) y Arte Gráfico (2013), o el de haber sido nombrado Caballero de las Artes y las Letras  del Ministerio de Cultura francés en 1993.
Por cierto que, a pesar de ser escultor, y no dedicarse a la pintura o el diseño gráfico, fue el encargado de diseñar el cartel de las fiestas de la Mercè de Barcelona del 2012.

El cartel diseñado por Jaume Plensa para la Mercè 2012.
El cartel, basado en sus esculturas con letras y números.

Sería muy largo nombrar todas sus esculturas, o actuaciones en espacios públicos, pues esa es una de sus "especialidades"; digámoslo así: considerar dicho espacio como algo colectivo, donde la gente se sienta a gusto, y pueda moverse alrededor o debajo de esculturas, de obras, que signifiquen algo para ellos.
Dividiendo su obra por grupos o tipos, y dejando un tanto aparte el año en que fueron acabadas, o se comenzaron a exponer, se podría hablar de diversos estilos, como son:

-Las grandes cabezas, realizadas en hierro, mármol -y plomo y hierro- o en resina de poliéster, y realizadas, básicamente, para grandes espacios, como parques y jardines, o lugares de especial interés o atractivo paisajístico, o representativos de una ciudad o región, como parques de Londres, la playa de Botafogo en Río de Janeiro, o la parte exterior que rodea el Museo Albright-Knox de Buffalo, en EEUU. En ocasiones son huecas, pero con apariencia maciza -mármol, acero; éstas, realistas, pero más "aplanadas" que las de apariencia metálica-, otras, transparentes -resina-, pero también las hay creadas, como si fuera una fantasmal creación informática, con multitud de pequeños alambres metálicos, que se curvan hasta formar una cabeza tridimensional de gran realismo, a pesar de su fantástica naturaleza.

Una de las grandes cabezas creadas con multitud de alambres metálicos, que sabemos hueco y aparentemente endeble, pero con gran personalidad.

Una de las cabezas del autor, de 12 metros de altura, que estuvo 2 meses expuesta en la playa de Botafogo, en Río de Janeiro, donde era posible bañarse a su lado.

-Las figuras completas, antropomorfas -o sea, de seres humanos, pero no de caras o cabezas, sino de cuerpo entero-, realizadas muchas veces en resina traslúcida, en en ocasiones en metal. En ocasiones, se pueden ver una o varias de estas figuras subidas a grandes columnas con una base en su parte superior, como si fueran antiguos estilitas -antiguos cristianos que vivían así para alejarse lo máximo posible del mundo, del que querían olvidarse y acercarse, así, a Dios-. Lo más curioso y llamativo, es que muchas de esas luces son luminosas: cuando se hace de noche, cambian de color cada pocos segundos y de forma natural, nada abrupta, como el "bosque de columnas" de Gotemburgo, en Suecia, o la estatua que se encuentra a la entrada de la Biblioteca Municipal de mi ciudad, Reus, una de las más interesantes, y que, hasta hace nada, no conocía el nombre de su autor. En ocasiones, dichas esculturas tienen palabras, o más bien listados de letras, en otras, un aspecto más bien rugoso. Son, eso sí, de "una sola pieza", aunque en realidad puedan ser varias soldadas. Otra cosa, son sus esculturas de letras.

"Los tres estilitas", delante de un hotel de lujo de un millonario noruego, en Gotenburgo, Suecia. En cuanto oscurece el día -y en Escandinavia, durante casi todo el año, es bien pronto-, empiezan a brillar y cambiar de color.

Una escultura semejante delante del antiguo matadero y actual biblioteca de Reus -mi ciudad; ya sé que no es lo más espectacular del autor, pero me hacía como gracia sacarlo. En fin..., la tierra tira-.

Otro conjunto arquitectónico en Burdeos: hombre y naturaleza juntos; y alrededor de cada uno de ellos, letras: comunicación, lenguaje, cultura... todo en uno.

-Eso mismo, las esculturas con letras -en ocasiones, de alfabetos como el griego o el árabe- y números. También hay cabezas de gran tamaño con la misma técnica, así como esculturas de cuerpo entero, pero sin rostro. Son, muy probablemente, lo más llamativo de su obra, lo que lo hace un autor único. Hay que pensar el trabajo que representa -aún en el caso de que el no realizara pieza a pieza; esto no puedo asegurarlo, aunque es muy posible que tenga ayuda, debido a lo abundante de su obra, siendo él todavía joven- unir letra a letra, dándole, además, la curvatura necesaria para que, la unión de cientos o miles de ellas, den paso a una figura reconocible.

Un par de "figuras de letras" brillantes en una exposición en Burdeos. Hay esculturas que son fijas allá donde se exponen, y en otras ocasiones, están en museos, pero se exponen también al aire libre
.
También en Burdeos, al lado de la catedral. Aquí, en lugar de letras o números, son líneas de pentagrama y notas musicales, lo que forman al hombre, o más bien, a la humanidad de éste (Aquí, se agradecen el texto y las fotos del blog "Encuentros en el arte"; para quién quiera verlo en profundidad, dejo enlace).

-Hay más, sí: libros -de madera, con funda-sobrecubierta metálica, con tapa de metal y un reloj en medio..., aparte de los dedicados a él; pero hago referencia a los que son, en parte obra suya, pero en sentido físico, no literario-, dibujos y cuadros, arquitectura en jardinería, etc. Son consideradas partes menores de su obra, pero no dejan de ser, también, una forma diferente de conocer sus ideas, y la forma que tiene de plasmarlas, sin importar ni dónde, ni cómo.

Una de sus obras bibliófilas: un enorme libro dedicado a la pintura románica y gótica catalanas, "El libro de las maravillas" de Ramon Llull, donde la escultura de Plensa toma forma de estuche.

La plica de Plensa
Estatua en forma de cono invertido de acero y cristal de 10 metros de altura (2012) en la terraza del nuevo edificio de la BBC británica, en honor a los periodistas muertos en acto de servicio.

Jaume Plensa, frente a su escultura 'Lluvia silenciosa'. (EFE)
El autor -sin barba, pero es él- con su obra "Lluvia silenciosa", una escultura en forma de amplia cortina, que simboliza una lluvia de letras, y quizá también de sentimientos e información; en una exposición en Chicago.

Otra obra en Chicago -el Millenium Park-, mezcla de arquitectura y escultura: dos enormes torres -aquí sólo se ve una- donde se ven en sendas pantallas LED el rostro cambiante de multitud de personas anónimas. Desde su inauguración en 2004, es uno de los monumentos más visitados por turistas, pero también por residentes, de "La ciudad del viento" -como popularmente se le conoce-.

Y por último, un enlace de un documental de casi una hora sobre el autor, que no pude ver al completo, así que no me extrañaría que quién quiera verlo entero, descubra más de un error mío. En ese caso, una vez que me dé cuenta de ello, me encargaré de "expurgar" errores. Otra alternativa, es visitar, directamente, la web del autor, que está en inglés, pero que cualquier navegador traduce sin muchos problemas. Aparte, no hay demasiado texto, así que el idioma es lo de menos.

martes, 26 de noviembre de 2013

Los macchiaioli, la alternativa italiana al impresionismo francés.


Un pequeño descubrimiento hojeando la prensa.

Normalmente -bueno, más bien nunca- acostumbro a hablar de pintura. No es que sea un tema que no me interese o agrade, pero aparte de no ser experto en ello, tampoco es de los que más me apasione. Sin embargo, de vez en cuando, no sólo leo -o repaso- sobre dicho arte, sino que me agrada descubrir cosas nuevas; estilos, autores, corrientes o influencias de las que sabía poco o, simplemente, desconocía por completo.
Leyendo el periódico -para ser más exacto, "El periódico de Cataluña"- de hace ya días -tengo el blog muy dejado, así que el pedazo de hoja que guardo tiene ya un tiempo-, descubrí a los macchiaioli -la verdad es que, al principio, me costó bastante aprenderme el nombre; y eso que, en general, los nombres o expresiones en italiano, por la razón que sea, se me quedan en la memoria con bastante facilidad-, una corriente o escuela pictórica de la segunda mitad del siglo XIX, que, aunque no fueran ni imitadores ni rivales de los impresionistas franceses o belgas, contemporáneos suyos, sí se les puede considerar, hasta cierto punto, como una especie de alternativa o versión italiana de éstos. Por lo que dice el artículo, al haber sido un poco anteriores a sus correligionarios galos, y no conseguir demasiada fama fuera de sus fronteras, hizo que, hoy en día, hayan quedado casi totalmente olvidados, aunque en Madrid se realiza una exposición de parte de su obra hasta el 5 de enero del año que viene.

Quienes eran esta gente, y qué les gustaba pintar.

El nombre de "macchiaioli" vendría a significar "manchadores", "los que pintan a base de manchas", y se utilizó -por primera vez, en 1862-, al menos en un principio, de forma un tanto despectiva, por al menos un crítico -quizá más- de arte de provincias que consideraba que aquellos jóvenes pintores que deseaban renovar la pintura italiana no es que fueran unos revolucionarios geniales pero incomprendidos, sino, simplemente, unos mediocres y unos chapuceros. Como ocurre en no pocas ocasiones, lo que en principio fue un apodo despectivo, acabó transformándose en un nombre colectivo adoptado no sin cierto orgullo.
Diez años antes de que los impresionistas empezaran a ser conocidos como tales, en Florencia, y en general en la Toscana -en Italia, el arte tenía una base regional, o alrededor de una ciudad en particular; en Francia y Bélgica, sin embargo, el arte tenía como escaparate, base y refugio sólo a Parías, y allá llegaban, también, artistas de todo el mundo, desde checos hasta mexicanos, pasando por españoles o alemanes-, un grupo de artistas decidieron dar la vuelta a la pintura patria, que consideraban que iba demasiado a remolque de la de otros países, sin reflejar como debía ni los paisajes ni la gente de Italia en aquella época, en proceso todavía de unificación, lo que también significaba, en cierto modo, un apoyo a la formación de un espíritu nacional-, y romper tanto con el romanticismo -sobretodo francés: Delacroix, Géricault- como con el academicismo. Con el "Caffè Michelangiolo" como punto de encuentro -¡que importancia tuvieron los cafés de toda Europa en la historia del arte y la cultura, y mucho más que ello!-, y con el crítico Diego Martelli como mecenas y apoyo moral -y no sólo moral; siendo crítico de arte, podía hacer oír su voz donde resultaba bien difícil, por no decir imposible, a sus jóvenes protegidos-, empezó esta corriente modernizadora y alternativa. Todavía estamos hablando de mediados de la década de los 50 del siglo XIX. Faltaba al menos otra para que éstos se dieran realmente a conocer.

Los macchiaioli, reunidos en el "Caffè Michelangiolo".

El café, por cierto, fue tan famoso, y tuvo tanta importancia, tanto desde un punto de vista artístico como cultural y social, que aunque desapareció como tal -ya no se le encuentra, en la calle Cavour de Florencia-, sí que tiene su propia  página web.
Entre los principales autores, se podrían enumerar a Giovanni Fattori, Telemaco Signorini, Giuseppe Abbati, Silvestro Lega o Giovanni Boldini. Al contrario que con los impresionistas -y los post-impresionistas-, y más o menos como los pre-rafaelitas británicos, son más conocidos como grupo que como individuos, cada uno con su propia personalidad, técnica y gustos e influencias propios, lo cual, evidentemente, no es ni junto ni exacto, pues aunque tenían vidas e ideas en común, cada uno era un artista por sí mismo.
Todos y cada uno de ellos, a su forma, tenían cosas en común: su -en un primer momento- juventud; el deseo de reflejar a las gentes y paisajes de su región de una forma original, mucho más colorida -nada de "tenebrismos", a lo Caravaggio y el gótico-, dando más importancia al color en sí, que a la forma exacta y a la silueta bien recortada; el compartir ideas sobre la necesidad de cambios sociales y políticos, y fomentar no sólo la unión política, física, sino también cultural y humana entre las distintas partes del nuevo estado italiano, que había estado dividido en multitud de entidades políticas desde  tiempos de Justiniano -nada menos-.

Telemaco Signorini.La sirga, en Le Cascine de Florencia, 1864.Óleo sobre lienzo.54x173cm.Colección particular.Cortesía de Jean Luc Baroni Ltd. Asperas imágenes de una adhesión momentánea al tormento de los vencidos, a la vida de sacrificios y privaciones.
"La sirga", de Telemaco Signorini. Retrato de la Italia rural de la época: el "señor" y los todavía siervos.

Lo que tenían en común, o no, con los impresionistas. Las distintas etapas.

Unos y otros tenían la costumbre, poco habitual hasta aquel momento, de pintar al aire libre: en la calle, en los caminos, en los campos; así como su interés por la vida rural -eran pintores de este origen, o de pequeñas ciudades, mientras que los impresionistas, aunque nacieran en distintos puntos de Francia, vivían y trabajaban en París, y eran muy urbanos-, por los campesinos y pastores, los animales, la forma de vida de la población del campo, que en la Italia de aquellos tiempos, incluso en el norte, representaban la gran mayoría de sus habitantes -algunas ciudades, como Génova o Venecia, o la misma Florencia, arrastraban una larga decadencia, y su población no había aumentado apenas, incluso como el caso de Siena o Pisa, habían disminuido con respecto al Renacimiento-. Jugaron con los colores, cuantos más mejor, y con las sombras, que pasaron a ser secundarias, pero bien utilizadas para destacar los contrastes. Una de las diferencias, sin embargo, sería que los macchiaioli intentaban reflejar la realidad de la forma más realista posible -sobretodo en los retratos, en las figuras de mayor tamaño, que ocuparan gran parte del cuadro, como "El canto de una copla", de Lega-, mientras que los impresionistas buscaban el instante mismo, sin dar una importancia tan capital a la realidad en sí misma. Si a determinada hora, con determinada luz, un impresionista veía una catedral como si ésta estuviera brillando -como si fuera de cristal- o ardiendo, la pintaba tal como le parecía, aunque no fuera, ciertamente, algo demasiado realista.

Fattori-soldiers_tilt
"El campo de batalla italiano en la batalla de Magenta", de Fattori (1859), durante la guerra contra los austriacos por Lombardía.

Habría, al menos, tres etapas en que los distintos temas irían cambiando, aunque no de forma radical. En la primera, y un poco como los románticos franceses a los que querían "superar" -no en técnica, sino más bien, en cuestiones de visión artística o "ideológica"; los impresionistas, en general, eran bastante apolíticos, o tirando a conservadores, si no en la teoría, en la práctica de su vida y trabajo-, optaron por temas históricos, aunque sin interesarse en la mitología o las leyendas, como los prerrafaelitas británicos. En la segunda, salen completamente al exterior, y retratan los paisajes y habitantes de la Toscana, una de las regiones de Italia, por lo demás, más retratables y atractivas -al menos, en una especie de idea colectiva de europeos y norteamericanos que, quizá por influencias literarias y cinematográficas, vemos a la Toscana, igual que a la Provenza, o tal vez a Andalucía, como una especie de paraísos rurales y antropológicos por donde no ha pasado el tiempo, la gente no cambia, no existen los problemas diarios (como si allá la gente no tuviera que trabajar, o enfrentarse a cuestiones económicas o personales, como todo el mundo), y, en definitiva, nos encontráramos en una especie de "Edén europeo mediterráneo", donde no existen ni problemas ni cargas- de Italia. Añadir a la "pintura de paisajes y paisanajes", la de guerra, debido al compromiso político, a la lucha de la Italia en unificación contra el Imperio Austro-húngaro -primero, por Milán y la Lombardía; más adelante, aprovechando que el Imperio estaba enfrentado a la Prusia que unificaba Alemania, y con la que había cierta connivencia política y comprensión por los deseos de unión nacional, por Venecia y el Véneto-; o contra el Reino de Nápoles, gobernado por una rama de los Borbones, o, finalmente, contra unos desfallecientes Estados Pontificios, reducidos a Roma y el Lacio, que pudieron ocupar los italianos cuando sus antiguos aliados franceses sacaron de allá sus últimas tropas, para usarlas en la lucha contra la ya unificada Alemania imperial.

"El canto de una copla", de Silvestro Lega (1867).

Silvestro_Lega_001_tilt
"La pérgola", también de Lega (1866), retratando, también, la pequeña burguesía rural de la Toscana.

Por último, ya veteranos de la pintura, con más edad y menos ardor juvenil, se dedicaron a pintar a la nueva, o no tan nueva, burguesía toscana. Una burguesía, la florentina, por lo demás, ni tan rica ni tan influyente como la lombarda, así que tuvieron que pintar bastantes obras para ganarse bien la vida. Como sus antecesores -Medici y compañía-, aquellos florentinos con dinero -no tanto como se podría creer- y cultura y estudios -tampoco tanto, en muchos casos- quisieron tener obras de arte en sus casas, mientras que ejercían -o jugaban a ejercer- de nuevos mecenas. Cierto que aquellos pintores no eran un Leonardo, o un Rafael, pero ellos tampoco se podían permitir demasiados dispendios. Aún así, con su dinero, fomentaron que los macchiaioli  pudieran dejar para la posteridad un número mayor de obras, representándolos a ellos, o no.

fattori_tilt
"La diligencia a Sesto", de Fattori (1873), con un color -en los fondos- más desdibujado.

Entre 1880 y 1930 -ya bajo el fascismo de Mussolini- existió lo que se llamó la corriente de los neo-macchiaioli, también de origen toscano y que, aún pintando gentes y lugares distintos -o que, al menos, habían cambiado con el paso de las décadas- no dejaban de tener un estilo y un punto de vista parecido a los que consideraban sus maestros. En general, la pintura realistas posterior, incluida la de ideología obrerista o revolucionaria -o de denuncia social, que quizá sería una denominación más apropiada- les debería mucho, y, en ocasiones, a algunos macchiaioli, como Lega, son considerados como auténticos "pre-realistas".

Vittorio Matteo Corcos, Sueños.  1896 Galería Nacional de Arte Moderno de Roma
"Sueños", de Vittorio Matteo Corcos, (1896), considerado uno de los más improtantes de los "neo-macchiaioli", pero, al tiempo, representante del realismo en la pintura italiana, en una época posterior a sus maestros.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Renée Dunan, la -casi- olvidada y rupturista dama de la literatura popular francesa de principios del siglo XX.

Otro nuevo personaje de la literatura europea fantástica, sepultado por el tiempo.


¿Y quién era, esta señora?

Aunque, normalmente, acostumbro a leer a autores -o sobre autores, que no es exactamente lo mismo- del mundo anglosajón -entiéndase: Estados Unidos, Gran Bretaña, pero también algún irlandés, canadiense o australiano-, y en menor medida, españoles, siempre me he interesado por cualquier escritor que me llame la atención, sin importarme ni su nacionalidad, ni la época en que vivió y creó su obra -que no es lo mismo que "publicó", pues hay no pocas obras que han visto la luz bastante, incluso mucho después de que su creador muriera; para un ejemplo paradigmático, Kafka-. Por decirlo de alguna forma, nunca he tenido prejuicios en el tema de "nacionalidad", "temática", u "época". Otra costumbre mía es pensar -acertada o equivocadamente, da igual- que un autor no sólo es su obra, sino también su vida, y el país y la época en que le tocó vivir. Y hay ocasiones en que la vida de algunos escritores resulta tan interesante y novelesca, si no más, que sus propias novelas o relatos. Pero a lo que iba, últimamente, he visto como me siento interesado por obras y autores del siglo XIX, y donde los francófonos -los franceses, pero también incluiría a los belgas-, ocupan un espacio importante, como también, en menor medida pero con importancia, los británicos, incluyendo como tales, a los irlandeses -por mucho que esto pueda molestar a los naturales de la isla esmeralda; por mucho que no se quiera recordar, hasta no hace tanto, toda Irlanda fue británica, y el inglés sigue siendo la lengua materna de casi toda la población-.
Resultado de imagen de renée dunan
En este caso, me ha venido a la mente una escritora de la que leí hace tiempo un relato, "El metal", y de quién busqué información por internet, lo que me permitió no sólo conocer el nombre de otras de sus obras, principalmente las más extensas -o sea, sus novelas, que también las tuvo-, sino también acercarme más al personaje, y a sus ideales políticos, y artísticos y literarios, y en cómo los defendió, y, cuando consideró necesario -o cuando pudo-, los puso por escrito.
Renée Dunan nació y murió en Aviñón, la antigua capital de los papas expulsados de Roma en la Baja Edad Media, y que, aún hoy en día, disfruta de un ambiente, y nos da una impresión, de grandiosidad, y también de cierta pretenciosidad, que no parece cuadrar a una ciudad, dentro de lo que cabe, relativamente pequeña. Desde muy joven pensó que el hecho de ser mujer no sólo no tenía que ser una rémora para dedicarse a la literatura, sino tampoco, y eso quizá la hacía diferente a otras muchas mujeres escritoras de su época, a escribir lo que ella quisiera. Fue novelista -incluyendo relatos, no sólo novelas-, poeta -o poetisa, como dicen algunos, parece que erróneamente, ¡pero a mí me suena tan bien, dicha errata!-, y crítica literaria, que en ocasiones podría considerarse, más bien, como escritora de panegíricos y artículos literarios, como su presentación y defensa del dadaismo.
Porque esta es otra faceta de su personalidad: además de señora de la pluma, fue firme defensora de los ideales feministas -o, teniendo en cuenta la época, proto-feministas-, dadaistas -un antecedente, básicamente literario, del surrealismo, que sería un estilo principalmente pictórico, gráfico-, anarquistas -en el sentido de la época: socialismo libertario-, pacifistas -que no antipatrióticos; más bien, aunque se sintiera francesa, no por ello se consideraba "anti-nada", y como buena artista abierta de mente y de miras, sentía interés por cualquier manifestación artística o cultural de cualquier otra nación- y nudistas -lo que hace pensar que el  también llamado "naturismo" es más antiguo de lo que parece-.
El dadaismo, aún siendo una ruptura completa con la literatura de la época -y de cualquier época, realmente-, tenía como debilidad, precisamente, su completa falta de reglas. Podía resultar alternativo, divertido, tenía, sin duda su gracia, pero también era difícil de leer. Más, incluso, que de escribir. Al ser casi un juego -aunque pudiera tener, para el creador o creadores, pues a veces eran más de uno-, sus propios secretos, dobles sentidos y sorpresas para los iniciados, para la mayoría de los lectores, una vez que se leían un par de cuentos o poemas, podía resultar un tanto tedioso. Fue más una queja que una revolución, y aunque influyó en escritores posteriores, no pudo dejar una gran huella en la historia de la cultura, aunque nadie puede negarle un puesto en dicha historia. Dunan fue una de las fundadoras del movimiento dada, junto a André Breton -su máximo representante en lengua francesa, o al menos así se le ha considerado siempre-, y Philippe Soupault, el cual describió al dadaismo como "una necesaria tabla rasa". Él sería de los que, una vez apagada la deslumbrante pero breve luz dada, se pasaría al naciente surrealismo, con más peso en la novela y el relato largo. Dunan, realmente, aunque apoyó semejante ruptura con lo establecido, y siendo también ella -y más, como mujer- moderna tanto en la temática como en la escritura de sus obras, tampoco se tomó, por lo que se pudo ver, demasiado en serio el dada, una vez que comprobó que se había transformado en un callejón sin salida. Aún así, algunas de esas obras se han ido reeditando, al menos en Francia y Bélgica, aunque al mundo hispanohablante ha llegado muy poca cosa. Parte de lo que de ella conozco, lo conseguí leer después de traducciones, fueran éstas -además de textos cortos-, tanto "informáticas", como propias, un tanto penosas.

Renée Dunan chez "dada".
Aunque no fue una de sus principales figuras en el mundo francófono, Dunan sintió gran atracción por el dadaismo, y su sucesor el surrealismo. Ejemplos, como el modernismo, de provocación y fantasía.


Las obras principales: "Baal", "Los amantes del Diablo", "El sexo y la daga: la ardiente vida de Julio César".

Renée Dunan, bien fuera con su propio nombre, o con alguno de sus numerosos pseudónimos -John Spaddy, M. Steinthal, Louis Pelea...- tuvo tiempo de escribir, a pesar de su corta vida (1892-1936; o 1938, porque hasta en la fecha de su muerte, hay dudas) una enorme cantidad de obras, incluyendo todo tipo de artículos, libelos y ensayos, y con toda seguridad, de vivir en nuestra época, tendría su sitio entre las webs o blogs, tanto literarios como subversivos. O ambas cosas a la vez. Dunan pensaba que la sexualidad tenía una gran importancia tanto en la sociedad de su época, como, en realidad, en todas las sociedades humanas, y en todas las épocas, pasadas o futuras. No es que fura ni lo único, ni lo más importante, pero consideraba ridículo e hipócrita pintar a los hombres de distintas eras -y más, cuando eran personajes a admirar, hubiera o no razón para ello- como si fuera poco menos que asexuados. Tampoco le gustaba el hecho de que las mujeres, ni en los estudios históricos, ni en el arte o la cultura -pasada o presente-, prácticamente fueran excluidas de antemano, como si nunca hubieran tenido parte activa alguna en la historia y la sociedad humanas. Y lo que era peor, como si las mujeres de su época -o sea, del presente-, no tuvieran derecho a cambiar tan penosa e injusta situación. Por eso, el sexo está presente en no poco de lo que escribió. En ocasiones, porque se trataba de novelas o relatos eróticos, así que toda la historia gira alrededor suyo. En otras porque, simplemente, consideraba la sexualidad, que no tenía por qué estar separada ni del amor, ni de que los personajes que la practicaran no fueran, aún a su modo, tan virtuosos como otros mucho menos creíbles creados por la mayoría de los autores de aquellos años, como una parte más de la vida, y de la personalidad del individuo.
A cierta edad, sin embargo, aparte de erotismo -que nunca abandonó, ni mucho menos-, y sin dejar de lado toda su producción -y militancia- política, artística y social, se decantaría por otros temas: la historia, el terror, y la fantasía, tratando, incluso -y aunque sólo fuera de pasada- el tema prehistórico, que en aquella época, y más en el mundo francófono, puso de moda Rosny Aine.
"Baal, o la maga apasionada; libro de sortilegios" (1924), trata sobre la hechicera -no se le considera una auténtica bruja; al menos, como la visión un tanto infantil de bruja que hoy en día se representa en televisión, cine o cómic-, la bella Palmira, que enseña a su ayudante y aprendiz Renée -curiosamente, esta iniciada en la brujería que desea aprender más de su maestra se llama igual que la autora-. Y eso incluye la capacidad de tener contacto, o de llamar a nuestro mundo, a todo tipo de criaturas de otros mundos -más bien, se diría que de dimensiones alternativas, y no del infierno "religioso"-, incluyendo al innombrable y terrible Baal, el gran demonio, que en su mundo nativo se mueve en unas -aparentemente- imposibles cuatro dimensiones, pero que en nuestro mundo de tres, se representa a sí mismo como una especie de pulpo humanoide. La bruja explicará los problemas o apuros que en ocasiones tuvo por invocar a semejante engendro, usando la autora cierta jerga entre oscura y pseudo-científica -a veces un poco indescifrable, por no decir incomprensible, pero que tiene su gracia-, pero que también, por cierta mezcla de atrevimiento, sensualidad y hasta inocencia, a veces puede ser aburrida, pero también encantadora.

Una edición, bastante reciente -y en versión original, desconozco si existe en español-, de "Baal",  "Los amantes del Diablo".

"Los amantes del Diablo" (1929), es una historia algo más corta, y muy moderna para la época. Ambientada en la Francia del siglo XVI, con sus guerras de religión o contra España y Alemania -el Sacro Imperio, donde también gobernaba Carlos de Habsburgo; realmente, la autora no se molesta demasiado en explicar dichas guerras de la Francia del Renacimiento, incluso deja caer comentarios sobre los cátaros, aunque éstos fueron aplastados por los cruzados del norte de Francia casi tres siglos antes- es un relato de aventuras, satanismo y brujería protagonizado por un cazador y su aguerrida esposa. Como en el caso de "Baal...", la autora considera que una de las bases de la brujería es la sexualidad, y, a la vez,  la  represión      -sobretodo en las mujeres- de su práctica y visión como algo natural. Aparte de una atracción del individuo hacia lo prohibido u oscuro; y aquí el sexo vuelve a aparecer: cuanto más prohibido y reprimido está algo, más fascina al subconsciente.
"El sexo y la daga: la ardiente vida de Julio César" (1928). Aquí, Dunan considerar a César, más que héroe histórico -que supo jugar bien las cartas que le tocaron en la vida-, un hombre de carne y hueso. A veces reconoce en él a un individuo extraordinario y noble; en otras, desorientado y derrotado -aunque siempre sabe recuperarse de sus malos momentos-. Como ella misma dice en la introducción a la novela: "Esta vida de César está llena de escenas brutales, escandalosas, lascivas y melancólicas." Ni que decir tiene, que esas escenas, sobretodo las escandalosas y lascivas, están muy presentes, lo que de alguna forma, humaniza más a César, Pompeyo, el rey Nicomedes de Bitinia -un reino helénico, pero de población autóctona, en el noroeste de Anatolia-, y compañía, pero que en ocasiones, desvirtúa un poco la figura del César político, militar y reformador, que también lo fue, y en grado sumo.
Una cosa hay que aclarar: se podría buscar aquí una especie de versión francesa de las historias de Lovecraft -sobretodo, con ese Baal con aspecto de pulpo-humanoide, pero con un deseo sexual inencontrable en la obra del legendario escritor de Providence-, pero Dunan prefiere cargar las tintas, más que en el satanismo -que conocía de forma más bien sucinta y superficial-, en las cuestiones más escabrosas y lascivas, que en aquella época, eran mucho más escandalosas y llamativas que hoy en día. En ocasiones, los diálogos -la novela está dividida en cuatro capítulos más o menos autónomos- entre la amoral y carismática bruja parisina Palmira, y su aprendiz y prendida seguidora Renée pueden resultar un poco aburridos. Aún así, la obra no deja de tener, cuanto menos, un interés mayor que el de simple "arqueología literaria". La segunda novela, donde Babet, esposa de Jean, intenta salvar a su marido de la horca mediante un pacto con el diablo, tampoco es que espante demasiado: más que invocaciones, se podría considerar que, a cambio de salvar a su amado, la aguerrida y atrevida esposa de él decide tener una repentina relación -evidentemente sexual- con un extraño y oscuro caballero que ya imaginamos cual es su auténtica naturaleza; ¿o no?


Otras obras. ¡Qué divertido resulta escribir sobre sexo, en tiempos en que casi nadie se atrevía! La Reneé propagandista política y literaria.

Poco añadí sobre los datos biográficos de la autora, porque, realmente, no es que se recuerden mucho. Curiosamente, al poco de morir, hasta se dudó de su misma existencia, pensando que, realmente, podría ser un hombre -o más de uno-, pero que resultaba más revolucionario y provocador el decir que los relatos eróticos por ella escritos -muchos de ellos con seudónimo, de allá el que resultara más fácil esparcir el bulo de su no-existencia como creadora de ellos-. Se sabe -o se supone- que participó en revistas y periódicos diversos, como el literario "Rojo y negro" -imagino que el nombre vendría por la obra de Stendhal-, defendiendo sus ideas anarquistas, feministas y dadaistas, pero parece que algunos de sus contemporáneos consideraron extraño que alguien -y más, una mujer- opinara sobre tantos temas, y dejara tanta constancia escrita de sus ideas sobre ellos.
¿Cuáles serían sus obras de género erótico más conocidas o leídas en su momento? Digamos que, en aquella época, no es que hubiera un listado de "grandes éxitos", sino autores o revistas -o editoriales- capaces de sacar a la luz gran número de novelas o relatos. Los títulos dan a entender, o a insinuar, de qué pueden ir las distintas historias -no es que fueran el colmo de la profundidad, pero vamos a ver, es que tampoco, ni ella ni autores contemporáneos, quisieran usar el sexo para escribir la novela del siglo; ni falta que hacía-: "El último orgasmo" (1925), "Noches voluptuosas" (1926), "Los caprichos del sexo, o la audacia erótica de la señorita Louise B..." (1928), y así podríamos seguir, en ocasiones escritas con su propio nombre, y en otras, con sobrenombres como John Spaddy -hay quién cree que, o bien ella no era el tal Spaddy, o compartió seudónimo con algún otro autor, hasta ahora anónimo; o conocido, pero que no quiso que se supiera a qué más se dedicaba-, o Louis Dormienne.

"Desvergonzadas", una de las obras de Dunan, con el seudónimo de Spaddy.

DunanCantharide.jpg
Otra de las novelas cortas -novelettes- de Dunan, sobre el tema de la sexualidad con ojos de mujer, que tantos hombres -y seguramente mujeres, aunque conste menos-, leyeron con interés.

Resultado de imagen de renée dunan
Y otra más, por si no había suficiente -que no, no lo había-. Hablando de "damas de Lesbos", está claro la temática lesbiana, ¿no?

También se podría nombrar "El metal" (probablemente 1920, aunque no he logrado encontrar la fecha exacta de cuando lo escribió), un relato corto "prehistórico", como los de Rosny Aine, o como "Antes de Adán", de Jack London, por poner dos ejemplos, donde la prehistoria es retratada de una forma un tanto fantástica, pero también evocadora -y más, teniendo en cuenta que, si la fecha de su escritura es real, la paleontología, aunque no era ya una ciencia nueva, en cuestión del estudio del hombre prehistórico, todavía estaba en sus principios-, con atlantes y amazonas incluidas. En español lo publicó la revista literaria "Delirio", pero se puede encontrar en la red -ilustrado, además-, aunque en francés, en este enlace.
Sobre sus artículos, que publicó allá donde le dejaron, se puede destacar uno sobre el dadaismo, en la revista literaria "La vie nouvelle", que se puede leer aquíEstá en francés, pero con la ayuda de algunos buscadores, se puede traducir al español bastante bien. O eso, o practicar esa lengua, que es lo que yo hice, aunque no sólo por cuestiones simplemente literarias, sino porque, en un futuro próximo, tal vez necesite un nivel aceptable de la lengua gala para trabajar, allende los Pirineos.
En cuestiones históricas, su novela sobre Julio César, centrándose en su vida íntima tanto o más que en sus facetas política y militar, o bien, "Los amantes del Diablo", donde resalta el poco interés en crear un marco histórico trabajado de la Francia del siglo XVI, o -en general- su novela "La extraordinaria aventura de la papisa Juana", de 1929, son ejemplos claros de cuando la leyenda se superpone a la historia verdadera. Pero en este último caso, resulta lógico: Juana, la mujer papa, al contrario de César, no fue un personaje real, y la época en la que vivió -se podría considerar la Alta Edad Media, al ser anterior al siglo X, es poco conocida por los historiadores, incluso actualmente.


Y algo más, para aumentar el misterio del personaje:

El escritor Jean-Pierre Weber insiste que, después de 1936 (o 1938), Renée Dunan "sobrevive" como Georges Dunan hasta 1944, como "autor de 30 libros y ¡1200! artículos en periódicos y revistas". El misterio, que Weber -y tras él, la investigadora literaria Claudine Brécourt-Villars- no han sido capaces de aclarar del todo -otra cosa es lo que ellos piensen y crean como cierto-, es si Renée y Georges fueron una o dos personas, o sea, si Georges tomó el sobrenombre de Renée -y algunos otros que, en principio, corresponderían a ella-, o si ambos usaron el mismo nombre -para ella- o sobrenombre -él-. O bien, teniendo en cuenta que Renée parece un auténtico "fantasma literario", si no fue George quién eligió el apodo de ella, sino si fue Renée la que, muriendo años más tarde de lo que todos pensaron -y piensan todavía-, siguió con su carrera literaria haciéndose pasar por un hombre -además, uno real, de carne y hueso, no ficticio-. Incluso, se cree que obras como "El giro oscuro" ("Le tournant obscur.", sin traducción al español, que yo sepa), "Pasión y maleficio", o "La misión de Herve Hanchy", escritos bajo el seudónimo de Annie de Mytho", también podría corresponder a uno de los Dunan. O al único, o única. Quizá, algún amante de la literatura olvidada llegue a saber la verdad. Mientras tanto, para el que sepa francés, no dudo que le resultará, cuanto menos curioso, el conseguir -más en mercadillos o webs que de algún otra forma más cómoda- alguna de las casi olvidadas obras de una tan curiosa autora, sepultada por el paso del tiempo.

Una primeriza edición de "Mimí Joconde, o la bella sin camisa", de época indeterminada, pero, seguramente, de los felices años 20.

Y para quién quiera leer -en francés también, pero es que en español no hay apenas nada-, algo más sobre ella, un tercer enlace.