Michel Bernanos: el hombre civilizado vs. la naturaleza salvaje.
Semiolvidado, ejemplo de la literatura de terror francesa.
Nuestro hombre. Y la habitual introducción.
Michel Bernanos, muy probablemente, no sea un nombre que diga mucho a la mayoría de la gente de hoy en día. Y eso, incluyendo a los aficionados a la literatura de terror y, por extensión, de fantasía y de ciencia-ficción -si bien, no son pocos los aficionados a este último género que guardan ciertas distancias de los dos anteriores; personalmente, no sólo veo que, en muchas ocasiones, los aficionados al terror-fantasía se interesan por la CF, es que no creo que tenga que haber problema alguno en disfrutar y ser aficionado de, cuantos más géneros literarios, musicales o cinematográficos, mejor-. Probablemente, esto sea por dos razones:
*La primera, porque Bernanos hijo -pues su padre, Georges Bernanos, también fue escritor, y con más fama que su vástago- no ha sido nunca demasiado famoso fuera de sus fronteras. Y eso, a pesar de haber sido traducida su obra más famosa e importante, "El otro lado de la montaña" -"La montagne morte de la vie", en su versión original- fue traducida al inglés, y gozado, temporalmente, de cierto renombre en Norteamérica.
*La segunda, al menos a mi entender, es porque gran parte de la literatura de género -y por extensión, también el cine, la televisión y el cómic- es considerado patrimonio casi exclusivo del mundo anglosajón, esto es, Estados Unidos y Gran Bretaña -con permiso de Canadá, Australia, Nueva Zelanda e Irlanda, aunque este último país sea, étnica y culturalmente celta-, por haber sido ellos en ocasiones los inventores, al menos en su forma más moderna y comercial, o, cuanto menos, sus máximos representantes. Eso, y la potencialidad de la lengua inglesa, y el poder económico y político de estos dos países, y su facilidad para extender su cultura -en muchas ocasiones, como si fuera de un único país- a nivel mundial. Sin embargo, igual que los alemanes destacaron en la fantasía y el terror literarios desde el siglo XVIII, los franceses, además, lo hicieron en la CF, y lo han seguido haciendo hasta ahora. Realmente, recuerdo que, de niño, podía encontrarme casi tantos libros de CF francesa en las tiendas -y ahora, de segunda mano, en los mercadillos, a los que soy tan asiduo- como anglosajona.
Bien, quizá habría que explicar, antes que nada, la vida de nuestro hombre -el primer escritor del que hago una entrada, por cierto-, pues no deja de ser importante para entender la extraña obsesión que tenía por una naturaleza no ya salvaje, sino opresiva, destructiva y, en cierto modo, hasta justiciera, castigadora de un género humano que previamente se ha introducido en unos espacios donde esta misma naturaleza se había refugiado, se había reservado para sí, y donde, como último reducto virgen, deberían haber sido respetados por unos humanos que ya no respetan nada.
Bernanos, como ya se ha dicho, era hijo del también escritor Georges Bernanos. Éste, hijo de artesanos, y por tanto, parte de una familia obrera sólo mínimamente acomodada, ex-soldado de la I Guerra Mundial, crítico con la burguesía y la democracia, y ferviente católico anti-laico, fue capaz de lograr una gran fama con obras como "Bajo la sombra de Satán", "Memorias de un cura rural", o "Diálogos de carmelitas". Por el título de dichas obras, casi se podría decir que habría querido ser sacerdote, y tal vez fuera así. Vivió un tiempo en Mallorca con su mujer y sus seis hijos, fue simpatizante de Falanje -uno de sus hijos, no Michel, fue miembro de dicho partido fascista- y de Franco, y su levantamiento contra la República. Pero cuando vio el terror que ejercían los rebeldes contra la población civil, en pocas semanas dejó de tenerles simpatías. En cuanto pudo, emigró con su familia al Brasil, donde tuvo su propia granja -lejos de carreteras y ferrocarriles, sólo con su mujer y sus seis hijos, y sus vacas y cebúes, como él mismo escribió-, y desde donde criticó, finalmente, al fascismo y el nazismo, al gobierno títere de Vichy y, finalmente, dando su apoyo a De Gaulle y sus tropas antifascistas. Tres de sus hijos, además, participaron activamente en la guerra, del lado de los aliados.
Michel ya había disfrutado, y al tiempo sufrido, la salvaje y frondosa naturaleza de América del Sur. Primero, en Paraguay -muy probablemente, alguna zona casi despoblada del Chaco, al norte del país-. Después, Brasil, donde su hermano Ives estuvo a punto de morir por ayudar a un misionero indio mentalmente trastornado que deseaba convertir al cristianismo a los miembros de tribus perdidas en lo más hondo de la selva. Su paso por la guerra fue como miembro de la tripulación de un submarino, tras lo cual volvió con su familia a Brasil. Pero tras la muerte de su padre, decidió marchar de nuevo a Francia -1948-, e instalarse en Gentilly, a las afueras de Paris. Y de allí ya no se movería en el resto de su corta vida.
Ya había practicado el arte literario con algunos poemas, cuando rondaba los quince o dieciséis años, pero fue al llegar a Francia, donde pudo dedicarse profesionalmente a ello -editoriales, público, la posibilidad de escribir en su propio idioma sin necesidad de ser traducido-, fueran pequeñas novelas -novelettes, que decían los franceses, y por influencia, los españoles y anglosajones; más que novelas cortas, relatos largos, de entre ochenta y poco más de cien páginas, como la Carmila de Le Fanu-. Siempre utilizó seudónimos, Michel Talbert-Michel Drowin, para las distintas editoriales en que escribía. También participó de alguna forma en el mundo editorial y en el cine -un pequeño papel en la película "Un comdamné à mort s'est échappé" -se podría traducir como "Un condenado a muerte ha escapado", de Robert Bresson.
Sin embargo, su obra principal, la que lo consagró como un clásico de la literatura francesa, "Al otro lado de la montaña", no sería publicada hasta después de su muerte, en 1967. Bernanos se casó y tuvo una hija, aparentemente no se ganaba del todo mal la vida, pero la muerte de su madre fue un duro golpe para él, que ya había tenido dos intentos de suicidio en 1963. Quizá esto fue la espoleta que le condujo a su fin, pues se quitó la vida en 1964, a los cuarenta y un años de edad, apareciendo muerto en el bosque de Fontainebleau.
Su obra. Naturaleza eterna, impracticable, invencible...
La obra principal, cuyo título original se podría traducir como "La montaña muerta de vida", no deja de ser difícil de comprender y adaptar a otros idiomas, porque no sabemos bien si es que la montaña está muerta, si es que lo muerto es la vida -aunque después descubrimos que no es así, porque está llena de vida vegetal- o es que nadie es capaz de vivir -entiéndase por "nadie", a humanos y animales- durante mucho tiempo. Eso es lo que descubriremos a medida que la vayamos leyendo.
La historia se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera, el protagonista, un joven del que no sabemos el nombre, y que ejerce como narrador, y su amigo Toine -cocinero del barco en que ambos navegan- ven como lo que parecía una travesía en el océano por razones no demasiado claras -piratería, se podría pensar- se transforma en una masacre que acaba primero con la vida del capitán debido a un motín, y del resto de su tripulación, sea por hambre, canibalismo -no se recrea en este episodio, pero tampoco nos oculta toda la bestialidad a la que llega el ser humano puesto en una situación límite-, la violencia y, finalmente, una tormenta que hunde el barco, y deja a los dos protagonistas de la historia como únicos supervivientes en medio de unas aguas desconocidas, sin comida ni agua, agarrados a los restos de la nave que poco antes los transportaba. En principio, se le podría considerar una mezcla de novela iniciática, y relato de aventuras marinas, como los de Stevenson. Sin embargo, poco a poco, se nos da a entender que la historia tomará unos derroteros todavía más siniestros y oscuros, como en un cuento de terror marino, como "Las aventuras de Arthur Gordon Pym", de Poe; o los relatos de William Hope Hodgson, maestro en mezclar el mar y lo marino con el terror y el misterio.
Así, poco a poco, vemos como la narración se vuelve más y más sombría, oscura e inquietante. Aparecen fenómenos naturales que de eso mismo, de naturales, tienen bien poco, hasta acabar en una isla que el título original en francés nos da a entender que no contiene vida, pero que sólo es cierto en parte. La vida existe, desde luego, de forma abundante y exuberante, pero sólo vegetal. Ni un solo animal, tampoco ningún ser humano de carne y hueso... pero sí gran cantidad de esculturas de piedra de hombres y mujeres de todas las edades, y con un realismo estremecedor. Algo realmente extraño, al no encontrar más restos de civilización que la que correspondería a un pueblo que viviría, más o menos, como en el paleolítico. Pero más terrorífica parece esa vida vegetal que parece contener algún tipo de inteligencia, y que se diría que obedece a una fuerza superior infectada de un mal antiguo y absoluto. Por alguna razón que no acaban de entender, los personajes, que no pueden escapar de la isla por no poseer embarcación alguna, ni tiempo o herramientas para construirla, deciden atravesar la cordillera que parte en dos a la isla, para pasar así al otro lado. No hay una explicación ni clara ni lógica de el por qué eso les salvaría, pero deciden pasar allá, y entonces...
Bueno, entonces, mejor no seguir, porque, de alguna forma -no me gustan los spoilers- la narración perdería su gracia.
Esta historia no sería publicada hasta tres años después de su muerte. Y, esta vez sí, con su auténtico nombre. Nada de seudónimos. También se publicarían otros cuentos más cortos, pero de temática parecida. Tal es el caso de "El susurro de los Dioses", "Al otro lado del espolón", o "Arrancaron su imagen". En ellos se vuelve a la lucha entre seres humanos contra la naturaleza desbocada, que siempre acaba devorándolos o destruyéndolos, dejando para el futuro nada más que mudas ruinas de olvidadas civilizaciones, incluyendo una en el que la locura y la barbarie -canibalismo y sacrificios humanos incluidos- es borrada por una selva harta de violencia y refinada crueldad humana. La misma selva destruye los edificios y extermina a la humanidad corrompida. Una auténtica justicia quizá no divina, pero sí telúrica, enviada por la misma Tierra.
Una parte importante de estas historias son inéditas en español -al menos, en España; tal vez se haya editado algo en Hispanoamérica- aunque "Al otro lado de la isla" -traducción directa de su versión en inglés, no de la original en francés, tal vez por su oscuro significado- no resulta difícil de encontrar. Creo que resulta interesante leer a un autor tan "pictórico", tan realista a la hora de describir lo que no parece real. Nunca se sabrá qué más habría escrito en caso de haber vivido más tiempo, ni las razones reales de que se intentara suicidar tres veces, consiguiéndolo finalmente a la tercera -que va a la vencida, se supone-. Probablemente, como él decía, siempre vivió a la sombra de la fama de su padre -considerado hasta hoy como un escritor de considerable trascendencia a lo largo de todo el siglo XX-, pero, actualmente, es él el que mejor a aguantado el paso del tiempo.
Y hasta aquí puedo contar. La próxima, quizá vuelva por senderos franceses, pero no para referirme a un escritor galo, sino a parte de su arte de la historieta, sólo comparable -si hablamos de cómic no francés, sino franco-belga, e incluimos a los muchos extranjeros, sobretodo españoles, que en él han trabajado, y siguen trabajando; la crisis no para de enviarlos para allá- a los Estados Unidos, y a Japón.
Lo que se encuentran los protagonista de la historia: un mar de sangre sobre un cielo plomizo.
Así, poco a poco, vemos como la narración se vuelve más y más sombría, oscura e inquietante. Aparecen fenómenos naturales que de eso mismo, de naturales, tienen bien poco, hasta acabar en una isla que el título original en francés nos da a entender que no contiene vida, pero que sólo es cierto en parte. La vida existe, desde luego, de forma abundante y exuberante, pero sólo vegetal. Ni un solo animal, tampoco ningún ser humano de carne y hueso... pero sí gran cantidad de esculturas de piedra de hombres y mujeres de todas las edades, y con un realismo estremecedor. Algo realmente extraño, al no encontrar más restos de civilización que la que correspondería a un pueblo que viviría, más o menos, como en el paleolítico. Pero más terrorífica parece esa vida vegetal que parece contener algún tipo de inteligencia, y que se diría que obedece a una fuerza superior infectada de un mal antiguo y absoluto. Por alguna razón que no acaban de entender, los personajes, que no pueden escapar de la isla por no poseer embarcación alguna, ni tiempo o herramientas para construirla, deciden atravesar la cordillera que parte en dos a la isla, para pasar así al otro lado. No hay una explicación ni clara ni lógica de el por qué eso les salvaría, pero deciden pasar allá, y entonces...
Bueno, entonces, mejor no seguir, porque, de alguna forma -no me gustan los spoilers- la narración perdería su gracia.
Esta historia no sería publicada hasta tres años después de su muerte. Y, esta vez sí, con su auténtico nombre. Nada de seudónimos. También se publicarían otros cuentos más cortos, pero de temática parecida. Tal es el caso de "El susurro de los Dioses", "Al otro lado del espolón", o "Arrancaron su imagen". En ellos se vuelve a la lucha entre seres humanos contra la naturaleza desbocada, que siempre acaba devorándolos o destruyéndolos, dejando para el futuro nada más que mudas ruinas de olvidadas civilizaciones, incluyendo una en el que la locura y la barbarie -canibalismo y sacrificios humanos incluidos- es borrada por una selva harta de violencia y refinada crueldad humana. La misma selva destruye los edificios y extermina a la humanidad corrompida. Una auténtica justicia quizá no divina, pero sí telúrica, enviada por la misma Tierra.
Una parte importante de estas historias son inéditas en español -al menos, en España; tal vez se haya editado algo en Hispanoamérica- aunque "Al otro lado de la isla" -traducción directa de su versión en inglés, no de la original en francés, tal vez por su oscuro significado- no resulta difícil de encontrar. Creo que resulta interesante leer a un autor tan "pictórico", tan realista a la hora de describir lo que no parece real. Nunca se sabrá qué más habría escrito en caso de haber vivido más tiempo, ni las razones reales de que se intentara suicidar tres veces, consiguiéndolo finalmente a la tercera -que va a la vencida, se supone-. Probablemente, como él decía, siempre vivió a la sombra de la fama de su padre -considerado hasta hoy como un escritor de considerable trascendencia a lo largo de todo el siglo XX-, pero, actualmente, es él el que mejor a aguantado el paso del tiempo.
Lo más terrible de la naturaleza descrita: su creíble descripción.
Sobre la ilustración:
ResponderEliminarEl mar estárá BAJO el cielo, sea o no plomizo y no sobre él.
Saludos