martes, 4 de septiembre de 2012

Kathleen Hanna, la combativa musa del riot grrrl!, y algunas historias más.

La líder de Bikini Kill y La Tigre; la guerrera intelectual de cuando el feminismo juvenil se colgó una guitarra.



Pero, exactamente, ¿qué carajo es eso del riot grrrl!?

Muy bien, ¿de dónde viene el hacer esta entrada? La idea, que no el interés -que es más antiguo- viene de una entrada anterior, dedicada al genial autor de cómics Jaime Hernández. Allá hablaba que, en las primeras historias de su larguísimo y magnífico serial "Locas", donde se hablaba sobre la adolescencia y primera juventud de sus protagonistas -principales y secundarios, que eran y son muchísimos; y aumentan con el paso del tiempo- se hacía mención al movimiento punk de los primeros ochenta. Realmente, se podría decir que, si bien el movimiento punk nació en Gran Bretaña a finales de los 70 -los Sex Pistols, los más duraderos e influyentes Clash, y un sinnúmero de grupos que aparecieron y desaparecieron en un decir Jesús, pero que dejaron su huella en la cultura popular de una forma considerable-, fue al otro lado del Atlántico donde prosperó y perduró más en el tiempo. Se podría decir que hubo dos oleadas o épocas punkeras: la primera sería a principios de los 80, con grupos como Dead Kennedys -con ese nombre, no había duda de que no les importaba cabrear al personal, y no sólo al más carca o conservador-, New York Dolls, The Misfits -el llamado "horror rock/punk"; que se separaron en 1983, para volver a mediados de los 90- y los legendarios -imposible olvidarlos- Ramones. Más adelante, acabando ya los 80, aparecieron bandas de punk tardías, como Bad Religion. Más o menos paralelamente, influyendo o dejándose influir, también existía el llamado "Rock alternativo norteamericano", que nunca estuvo demasiado claro en qué consistía, pero que todo el mundo sabía distinguir de cualquier banda considerada -con razón o sin ella- plenamente comercial. Casos de este último estilo -o más bien, etiqueta-, serían Sonic Youth, Pixies o Dinosaur Junior, y en sus primeros tiempos, también REM.
De todo aquel barullo, que la industria discográfica, y la todavía joven -y básicamente musical, no fábrica de delirantes, y en muchas ocasiones, terroríficos "young-realities"- MTV e imitaciones varias intentaron atraer, y por tanto, mercantilizar -y en no pocas ocasiones, suavizar y casi prostituir, o así lo consideraban los que querían quedar al margen-, fueron sobresaliendo nuevos estilos o movimientos que, al menos al principio, sin querer ser eternamente subterráneos, tampoco querían caer en la comercialidad pura y dura, y conservar su identidad y fuerza primigenia. Aparte de grupos alternativos o punks tardíos, un género nuevo sería el, a estas alturas ya, legendario movimiento grunge -¿fue tanto como se cree ahora, entrados ya en los años 10 del siglo XXI?; yo lo viví cuando era un adolescente, en un país donde llegó con relativa poca fuerza, y en una ciudad un tanto provinciana, así que difícilmente puedo hablar por experiencia propia, pero si todavía se habla tanto de él, si es considerado el movimiento musical y cultural principal de la primera mitad de los 90 del siglo pasado, por algo sería-. Pero al lado de este, el movimiento punk pareció dividirse en varias ramas: una fue un punk-pop que se fue haciendo cada vez menos rebelde -o más teledirigido-, aunque, al menos al principio, rejuveneció el movimiento, con gente tipo Green Day y Offspring -NOFX sí que eran un grupo menos comercial, pero también más minoritario-, en otros casos, se fue a un estilo más "moderno" o post-punk, como el hardcore. Y por último, apareció un punk no tomado demasiado en cuenta, pero con una particularidad: estaba formado, en principio, por grupos compuestos sólo por mujeres, y que se dirigía, en primer lugar, hacia ellas, tanto a las más jóvenes -adolescentes, más bien- como a otras de más edad y conciencia política y social más desarrollada. Esto es, el riot grrrl!
Portada de uno de los discos -vinilos, todavía- de las Bratmobile.

Este movimiento, como casi todos los movimientos socio-musicales modernos, parecen tener uno o dos miembros fundadores, aunque, siendo como fue de carácter libertario, anárquico, sin cabezas dirigentes -a pesar de ser mentes pensantes o concienciadoras de multitud de seguidoras y simpatizantes-, esto tampoco resulta, a estas alturas, demasiado claro. Sin embargo, puestos a dar dos nombres, estos serían los de Molly Newman y Allison Wolf, fundadoras del grupo Bratmobile, quienes iniciaron la publicación -autopublicación, realmente- del fanzine con el nombre del movimiento que ya se estaba formando en la ciudad de Olympia, en el estado de Oregón. Precisamente, fue en el noroeste de los USA, en Oregón y Washington, y en las ciudades de Olympia, Portland y la ya legendaria Seattle -donde se iría, en parte, fusionando con el movimiento grunge, de base más musical que política- donde dicho fenómeno no sólo nacería, sino también donde tendría su base y mayor influencia. Respecto al nombre, siempre habrá diversidad de explicaciones, pero parece que podría ser la idea de Molly Newman de fusionar el nombre de "Riot Girl", propuesto por la editora Jen Smith, y la expresión de Tobi Vail -compañera de Kathleen Hanna en Bikini kill- sobre lo que en inglés sería "angry grrrl scene". La traducción directa sería "La enfadada escena femenina -musical, se entiende", pero la interpretación es bien libre. Respecto a los grupos, aparte de Bikini kill y Bratmobile, no se puede hablar de muchos más que pasaran de algo más que el amateurismo, o el ser conocidas no más allá de su ciudad, o un pequeño círculo de seguidoras/es -que también los había-. Quizá, fueron más famosas algunas antecesoras, como las Runawais, o Courtney Love y su grupo Hole. Estos últimos, más bien formaron -o acabaron formando parte- del movimiento grunge -que tenía cierta influencia punk, pero no demasiada-, alcanzando, eso sí, unas ventas y una notoriedad considerables, sólo comparables -aunque a cierta distancia- de los grandes del movimiento, como Nirvana, Pearl Jam o Soundgarden. Y bueno, el hecho de que Love fuera la pareja del cantante de Nirvana, el mítico Kurt Cobain también tuvo su importancia, para qué engañarnos. Hubo, a finales de los 80 y más allá, grupos femeninos -o al menos, parcialmente femeninos, pero dirigidos por mujeres, siendo ellas base y alma de las bandas-, que es difícil considerarlas parte del Riot grrrl, o incluso del punk -más bien, se les podría encasillar en esa desdibujada etiqueta conocida como "rock alternativo norteamericano"-, pero que tuvieron su público, y temas que, mensaje aparte, tenían su calidad, como las Breeders o Veruka Salt, o la canadiense Alanis Morrisette, que llegado el momento, poco tenía de alternativa, siendo como fue superventas.

La portada de uno de los números -un personaje femenino icónico del mundo del cómic-.

El arte del "copiar-y-pegar".

Hoy en día, gracias a internet, con la facilidad que hay para tener una web, un blog, o un espacio en facebook y parecidos, incluso la posibilidad de realizar un e-zine -o sea, un fanzine informatizado, en la web, donde se puede borrar o añadir contenidos sin problemas, y que, en ocasiones, son auténticas revistas, con un acabado profesional y una cantidad y calidad de contenidos increíbles-, los fanzines de los 70 y 80, incluso, como éste, o su pariente, "Girls germs", nos parecen algo casi anecdótico, chapucero, infantil. Pero existió otra época -yo soy treintañero, así que lo recuerdo bastante bien- en que realizar una revista consistía en escribir a máquina, pegar fotos -o fotocopias-, realizar dibujos -a veces con rotulador, boli o roting- y, como el caso, con el corta-y-pega -antes del que te deja hacer el Word- con tijeras y barra de pega. Así es como se realizó este fanzine -quizá, de apariencia un poco anticuada, siendo la época que era, pero tal vez teniendo como referencia a otros que le precedieron y sirvieron de ejemplo-. En realidad, uno de los consejos que se daban en él, era el dejarlo leer al mayor número de lectoras -también había lectores; otra cosa es que lo reconocieran- y que, dentro de lo posible, que lo fotocopiaran, para aumentar el número de ejemplares en circulación.
Como es de suponer, el movimiento no fue masivo, pero resultó un revulsivo del movimiento punk, que estaba un poco anquilosado, acabados ya los 80 -a pesar de algunas bandas como Bad Religion, que aparte de buenos músicos, no dejaban de ser gente sincera y comprometida-, y precisamente, el que fuera la parte femenina del punkismo -donde, como en cualquier otro sitio, mucho o poco, de machismo también había-, no dejó de ser algo que, al tiempo que sorprendía -hasta cierto punto, al menos- daba al traste a la visión del mundo del rock, en general, de "grupo de chicos, haciendo lo que concierne a chicos, hablando de ellos y de su relación con ese mundo desconocido, deseable y coñazo al tiempo, que es el sexo femenino". Bueno, se dijeron algunas, pues vale, pues eso se va a acabar. Y, al menos en parte, se acabó.
Como es de suponer, todo movimiento básicamente musical acaba, si no desapareciendo, sí configurándose en algo nuevo, o, al menos, dejando cierta influencia en movimientos posteriores. O no. En ocasiones, desaparece prácticamente sin dejar rastro -fogonazo/oscuridad-, o, al contrario, permanece, pero de forma perenne, sin cambios, casi fosilizado. No es este el caso. Hay influencias, desde luego, en muchas bandas. Y, como se ha visto en Rusia hace muy poco con las Pussy Riots -y no es casualidad el nombre del grupo-, en lugares donde el machismo -y por extensión, las discriminaciones, el autoritarismo, la falsa igualdad- está todavía muy presente, el movimiento todavía tiene un clima donde crecer y hacerse fuerte, aunque sea con un aspecto exterior y unas formas un tanto distintas, tanto por diferencias culturales, como porque el tiempo ha ido pasando para todos. De todas formas, en ocasiones, el Riot Grrrl se ha encontrado con contradicciones o desilusiones. En ocasiones, ha sido el feminismo más radical el que ha querido monopolizarlo; o bien, ha sido el movimiento lésbico más aislacionista -y poco representativo del colectivo, todo hay que decirlo- es que defendía, no sólo el odio a los hombres heterosexuales, sino también un marcado desprecio por los homosexuales varones -acusándolos de poco combativos, de dedicarse sólamente a ganar dinero, juerga y preocuparse por su físico; lo que significaba, paradójicamente, caer también en simplificaciones y en etiquetas ridículas e injustamente generalistas. En otro frente, el movimiento se encontró con un escollo: siendo el machismo, y la homofobia -también hacia los homosexuales varones, así como a los transexuales- lacras a combatir, también se incluía el racismo. Y eso, resultaba aún más lógico en un país multiracial desde su nacimiento, como eran -y son, hoy en día todavía más- los Estados Unidos. Pues bien, siendo la minoría negra -o afroamericana, aunque esta palabra, para mí, es un tanto discutible a la hora de utilizarla para describir al pueblo negro norteamericano- la más importante numérica y culturalmente en el país -hasta hace poco, sobrepasada por los hispanos, aunque éstos sean, realmente, un grupo de comunidades con mucho en común, pero igualmente distintos- era a ellos, a los que se les ofrecía la mano, para combatir todas las discriminaciones sociales, culturales y económicas del Imperio. Pero, pasado el tiempo, poco tiempo, cierta parte del mundo musical afro-americano, principalmente el rap, y dentro de él, el gansta, presumía en sus letras y formas de un machismo, de una misoginia -amén de racismo, sobretodo antisemitismo, homofobia, culto a la violencia, etc- que dejó más que alucinadas a muchas feministas sinceras  que, poco antes, criticaban el racismo contra la minoría negra parejo al machismo, como parte de un todo.
Aún así, repito, los movimientos, normalmente, no sólo quedan para los libros de historia. Este aquí tratado no tendría, desde luego, el mismo peso o importancia social que el feminismo anterior, pero esto fue, también, porque, aún existiendo muchas y diversas formas de discriminación hacia las mujeres, por lo menos, se había avanzado -más de lo que se piensa- desde los años 60. Pero avanzar significa, precisamente, no detenerse.


Ahora, nuestra amiga Kathleen y sus experiencias musicales y políticas.

Empecemos, pues. Kathleen -al final, he acabado por cogerle confianza, aunque no la haya conocido nunca en persona- nació a finales del 1968, en la ciudad de Portland -Oregón-, así que va camino de cumplir los 44. Lo que a algunos le parecerá mucho, pero teniendo en cuenta la edad de los protagonistas del punk original británico -en caso de que hayan sobrevivido, que esa es otra-, no deja de ser todavía joven. En alguna ocasión, incluyendo una web donde habla de sí misma, destaca que naciera un 12 de noviembre, compartiendo cumpleaños con el asesino Charles Manson, y con el icono de la no-violencia Mahatma Gandhi. Por eso, según ella, tiene una doble personalidad, un dualismo vital y filosófico único.

"Mis años de juventud. ¡Qué tiempos!".

Su familia, como ocurre tantas veces en Norteamérica, acabó trasladándose de una pequeña ciudad a otra durante años -sobretodo en el este, principalmente en el estado de Maryland-, hasta que, poco antes de su divorcio, los padres de nuestra heroína acabaron volviendo al noroeste, a la ciudad de Olympia. Allá, la misma Kathleen reconoce que tenía interés, principalmente, por tres cosas: conciertos, drogas, y ponerse hasta el culo de alcohol. Pero enseguida demostró que tenía algo más en la cabeza. En cuanto pudo, se apuntó a un curso de fotografía cuando todavía estaba en la escuela secundaria, y realizó un trabajo sobre el sexismo y el maltrato a la mujer. Pero aquello, en una sociedad mucho más conservadora e hipócrita de lo que reconocía ser -se trataba de finales de los 80, no de principios de siglo-, hicieron desaparecer dicho trabajo, y el de un compañero suyo que trató el tema del SIDA durante la noche, haciendo que, de un día para otro, su voz y denuncia quedaran silenciadas.
Así que, en su tiempo libre -y más, cuando acabó de estudiar-, decidió crear bandas alternativas en una zona donde la música tenía una potencia considerable, y era faro y altavoz del rock norteamericano moderno, con nombres como Amy Carter, o Viva Knievel, hasta que conoció a Tobi Vail -creadora de fanzines reivindicativos- y con un par de colegas -Kathi and Billy- formaron Bikini Kill. Grupo, este sí, que llegó a un público considerable, incluso más allá del ámbito alternativo, y con el que pudieron realizar giras no sólo a nivel nacional, sino también por Europa, Japón y Australia, apoyándose en la discográfica independiente Kill Rock Stars -en España existe todavía un equivalente, Subterfuge, casa-madre y apoyo de gran número de bandas independientes y alternativas durante años- que, con ese nombre, daba ya pistas de lo que iba. 


¿Cuál sería la versión femenina de "el puto amo"? Bueno, ya sabemos que no suena tan bien...

No es que su discografía sea considerable en cantidad, pues sólo se podría hablar de un trabajo únicamente suyo, un EP con el nombre del grupo, y un LP compartido con el grupo británico Huggy bear, ya que el resto eran, básicamente, recopilaciones con varias bandas de la discográfica, además de un trabajo autoeditado, en forma de cinta grabada -lo que antes se llamaba "una maqueta", de las que se paseaban por discográficas y emisoras de radio, a ver si había suerte-, así como un CD recopilatorio. En general, todo con la discográfica  Kill Rock Stars. Respecto a los singles -que tuvieron varios, pues en el mundo anglosajón, al menos hasta el desembarco masivo del CD, el single y el maxi-single, de dos y cuatro canciones, más que probable éxito en la cara A, rareza en la cara B- tampoco fueron mucho más numerosos, aunque actualmente andan bastante buscados por los coleccionistas. Sobre las canciones más radiadas, o más escuchadas y con más éxito popular -dentro de unos límites, se entiende-, "Rebel Girl" fue su himno, aparte de algún otro como "Strawberry Julius" o "New Radio".
A partir de finales de los 90, el grupo sufrió cierto desgaste, y parece que a sus miembros -o que no miembras, aunque fueran mujeres- y muy especialmente a Kathleen, empezaron a cansarse de que les llamaran zorras en cualquier concierto con abundancia de público masculino -aunque, después, tuvieran otra actuación con uno básicamente femenino, que se sabía las canciones de memoria; probablemente, machismo aparte, se acabaron dando cuenta de que, siendo un grupo que cantaba básicamente a las mujeres, siempre habría hombres con ganas de insultarlas y tocar las narices-. Por lo visto, al ser un grupo minoritario que en su país se movía por clubs y espacios pequeños, tenían relación con dueños y empresarios poco escrupulosos o que, simplemente, no se las tomaban en serio -¿mujeres haciendo rock? ¿Punk? ¡Venga ya!-, y en no pocas ocasiones acabaran llegando casi a las manos por, como quien dice, cuatro perras.
De esa época, Kathleen recuerda que muchos hombres, al conocerla, le decían que les parecía una persona agradable, y no la fulana -"bitch", en inglés popular- que suponían que era. También hubo casos, como el grupo punk NOFX, donde se le criticaba, argumentando que, más que feminista, era anti-hombres, en general; o que, para ser la reina de lo independiente, no dudó, ya en Le tigre, en formar parte de una multinacional, y en salir en la MTV o programas de late-night de la televisión norteamericana que no eran, precisamente, de lo más vanguardista y anticomercial; en resumidas cuentas ¿Kill Rock Star? -en referencia a su discográfica anterior a la Universal- ¡Venga ya!. Y la única agresión física que recibió y de la que se tiene noticia: en un concierto, siendo ella espectadora, de la también aguerrida Courtney Love, que, no era precisamente amor, lo que sentía por ella -¿quizá eran celos, por la amistad que Kathleen tenía con Kurt Cobain?-.
Disuelto el grupo, nuestra amiga decide dedicarse más a la concienciación social -la participación en el ya nombrado fancine "Riot Grrrl", que ya había contado con su colaboración en varias ocasiones, cuando el movimiento todavía era débil-, o en reuniones y actos políticos. También escribió en otros fanzines y revistas, llegando, finalmente, a reunir el suficiente material como para que resultara no sólo considerable en cantidad, sino también en "interés histórico y social", así que decidió donarlo, nada menos, que a la Universidad de N.Y.
Y muy a gusto que lo aceptaron. Ya se sabe, Nueva York siempre ha sido, junto a S. Francisco, una ciudad muy liberal, muy "progre".
Ya descansada, decidió volver en solitario, como Julie Ruin, pero se dio cuenta que, aún siendo solista, necesitaría de una banda, hasta que, finalmente, con un par de amigas -Johanna Fateman, y Saddy Benning primero, y JD Samson después-, formó Le Tigre -título que venía a cuento porque, según ella, los norteamericanos siempre creen que la cultura y la lengua francesa y, en general, todo lo francés, van muy unidos-. Como el tiempo no pasa en balde, decidieron pasar del punk al electro-pop, o más bien, al tecno-rock. O lo que quisiera salir. Por cierto que, aquí, levantaron cierta polémica, al pasar del sello alternativo Sr. Ladies Records, a la multinacional discográfica Universal. Pero como dicen por ahí, "Los tiempos están cambiando". Siempre lo han hecho, realmente. Han sacado ya tres discos, y, aunque el ritmo de actuaciones, nacionales o internacionales, ha ido disminuyendo, todavía siguen en activo. Y hasta ahora.


Kathleen rodeada de libros, toda una señora intelectual.

Actualmente, aparte del compromiso político -que se ha ido suavizando un poco, pues en principio, más que anti-machista, a veces parecía, directamente, anti-hombre-, la señora Kathleen, ahora casada con el miembro de los Beasty Boys -geniales e inclasificables, con su tecno-rap blanco, o judío, para ser más exactos- Adam Horovitz, o Ad-Rock. Y de paso, ha vuelto a levantar alguna ampolla entre los puros y recalcitrantes, haciéndose algún retoque -quirúrgico-, o vistiéndose un poco más "sexy-four-teenager" -traducción tan libre como el palabro anglo que me acabo de inventar: las cuarentañeras (que no cuarentonas) gozan del encanto de la mujer madura, así que déjate de prejuicios, muchacho-. Aparte de colaborar con  la organización Positive Force, de Washington DC -no me refiero al estado del mismo nombre, en el noroeste del país, sino a la capital-, colectivo activista por el cambio social radical -pero no violento-, que organiza conciertos, exposiciones, protestas, proyecciones de películas, cortos y documentales, conciertos, etc.
Ahora, unos cuantos anexos:




*Positive Force.


Sobre Positive Force. Ya he escrito antes que es una organización al tiempo política, pero sin formar parte o depender de ningún partido. Eso no significa que no haya miembros, colaboradores o simpatizantes que formen parte de uno, pero sin dejar de hacerlo a título individual. Contrarios a las intervenciones militares exteriores, combaten el racismo, el machismo y la homofobia, pero también el control que ejercen la gran banca, las multinacionales, y los medios de comunicación a su servicio. Entre ellos hay de todo, gente más moderada, revolucionaria, o radical. Intelectuales, gente de acción; prácticos o utópicos. Pero en su variedad, tal vez esté su fuerza. Para saber un poco más, dejo un enlace con su página oficial, aunque sea en inglés.

Positive Force (en inglés).




*Un par de grupos nuevos, sucesores del antiguo movimiento.

Hay, desde luego, muchos grupos que podrían ser herederos del movimiento Riot grrrl, que no se le puede dar por muerto, pero sí podría hablarse de una transformación, una adaptación a las distintas escenas indie, con un contenido feminista real, pero no tan explícito, donde, en muchas ocasiones, las mujeres son sólo una en un trío, o más de un trío -incluso, con un cambio constante de miembros-. Eso sí, ellas son cantantes, guitarristas, compositoras y alma y líderes natas. Y la forma en que irrumpen en un mundo donde el machismo no ha desaparecido, por mucho que las mujeres han ido ocupando un espacio cada vez mayor, no deja de ser, también, una forma combativa de tocar. O una forma de hacer música combatiendo.

El primero del que podría hablar, serían las Butcherettes. No se trata de una banda norteamericana, anglosajona, sino latina. Para ser más exacto, mexicanos, aunque canten en ingles -y esto, a su cantante, le representó recibir cierta condescendencia tipo "¿una mexicana blanca, que habla perfectamente en inglés, que sabe de música lo mismo que cualquier joven anglo?", y cosas por el estilo-. Su líder indiscutible, extremadamente carismática, a pesar de su edad, -creo que 22 o 23-, les hizo dar el salto de la escena indie, a una fama a uno y otro lado de la frontera, tanto entre la población hispana, como angloparlante. Esta señora del escenario -porque lo de "señorita", la verdad, suena un tanto cursi y casposo- sería la simpar Teri Gender Bender -alter ego de Teresa Suárez-, famosa por, en sus primeras actuaciones en México, aparecer siempre con delantales llenos de sangre, plumeros o escobas, así como vestidos más bien vintage, como simbolizando las ataduras de la mujer en general, y la latina en particular, a las tareas del hogar. A partir de su fama internacional, poco a poco ha ido dejando este look rompedor, así como recibiendo más influencias de los grupos anglosajones con los que ha ido tocando y compartiendo escena -como los Yeah Yeah Yeahs, que son, si no su versión estadounidense, sí un grupo con mucho en común con ellos-. Su, por el momento, único LP sería "Sin Sin Sin", amén de más de un CD pirata con algunos de sus directos. Directos realmente tremendos, por cierto.


Un par de fotos de las "carniceritas", que sería la traducción de "Butcherettes".

Y un enlace con su myspace, con gran parte de sus éxitos:



El otro grupo serían los Yeah Yeah Yeahs, capitaneados también por una madam-rock de armas tomar: Karen O. Naturales de Nueva York, con tres LP y un EP -que incluye un corto- a cuestas -tocan desde el 2000, no son unos principiantes- se cruzaron con las Butcherettes, cuando estos últimos fueron sus teloneros en su gira por México. Y como ellos, son un grupo no se sabe bien si post-punk, o neo-punk, pero con influencias de tecno -importante presencia de teclados-, una voz melancólica que no impide alzarla cuando se crea necesario, y una vitalidad y contundencia del llamado rock-garage. Lo de garage, viene simplemente porque muchos grupos norteamericanos tocaban en esos grandes garages donde no sólo hay sitio para uno o dos coches, o toda una ferretería de herramientas, clavos o tablones con los que el americano medio practica el bricolage -y se lo hace sufrir, en no pocas ocasiones, a su familia-, sino también donde se pueden realizar, entre otras cosas, ensayos musicales. El sonido de guitarras afiladas se supone que vendría del eco rebotando en las paredes, pero eso es un tópico. Al fin y al cabo, si tocan en directo al aire libre, ¿dónde está el eco? Bien, a lo que iba. Karen O siempre ha contado en su grupo con dos hombres lo suficientemente abiertos de mente como para saber que su líder indiscutible iba a ser, desde el principio, esta terrible señora: serían, Bryan Chase -batería-, y Nick Zinner -teclista y guitarrista-. El grupo siempre ha estado formado por ellos tres, además de algún refuerzo circunstancial en las giras.
Siempre han sido un grupo que ha apoyado a otros artistas, o ha compartido giras o actuaciones sin problemas. Su primer Lp, "Fever to Hell", vendió 750.000 copias, algo realmente extraordinario para un grupo, en teoría, bastante alternativo. El mejor, se dice, sería "Show your bones", el segundo, pero toda su discografía tiene un nivel parecido, aunque su tercer LP, "It's blitz" intenta cambiar un poco de estilo, tal vez para no repetirse, pero, realmente, ninguno de sus tres discos es en extremo homogéneo, siempre tienden a la variedad en sus temas.


El single "Show your bones", y una foto del grupo.

Aquí, la página oficial del grupo -en inglés claro; en este caso, no conseguí una traducción directa, pero se entiende igual-, con bastantes vídeos del grupo:



*Las Pussy Riots: las punkeras que tocaron las narices al zar Putin.

Por último, y para acabar toda esta parrafada, que no parece acabárseme nunca, a fuerza de añadir más y más cosas, comentar cómo el movimiento Riot Grrrl no está en absoluto muerto, y que, en caso de un país aparentemente occidental, pero tan distinto en muchas cosas tanto a Norteamérica y el mundo anglosajón, como a gran parte de Europa como es Rusia, todavía está muy vivo. Cierto es que no tiene una influencia social extremadamente grande, pero, realmente, ¿cuándo y dónde la tuvo?
 Rusia es, antes que nada, y por mucho que dentro y fuera del país se argumente lo contrario, un estado autoritario. No llega a ser dictadura, y hay cierta libertad, pero menos de lo que se supone. Hay demasiada herencia del autoritarismo, tanto soviético como, incluso, zarista. Los medios de comunicación, o son la voz del amo gubernamental, o dependen directamente de tal o cual jerarca político, amo y señor de su correspondiente república autónoma -como Tatarstán, Chechenia o Kalmukia, por poner tres ejemplos entre muchos-, o su oblast -provincia de población básicamente eslava, de cultura y lengua rusas-. Y cuanto más lejos estén del centro moscovita, mayor su impunidad y su poder omnímodo. Y eso, cuando no son unos cuantos multimillonarios salidos de la oscuridad del hundimiento del imperio soviético, momento en que se amasaron fortunas tan enormes como poco claros sus orígenes. Es un estado donde la corrupción de todas las élites -políticas, judiciales, económicas, en el ejército, la policía, la iglesia, la administración- es general y casi absoluta. Y el pueblo, cansado ya de las miserias soviéticas, de las ilusiones de la época de Gorbachov que quedaron en casi nada, y del desastroso desgobierno de Yeltsin, lo acepta como parte del paisaje, y, a falta de otra cosa, o aprovecha para formar parte del estado y participar en el reparto del botín, o, de alguna forma, vive a su alrededor aprovechando sus estudios o sus influencias, o sobrevive como puede, cayendo también, en el toma y daca de la corrupción general. Corrupción, esta, que también afecta no sólo a la esfera económica o política, sino también a la social y moral.
Así pues, resulta muy complicado una oposición coherente, una corriente de cambio que haga que esta Rusia, que a pesar de todo, no deja de crecer económicamente, y emite un canto de cisne de gran imperio, a pesar de desangrarse por la emigración, la violencia, la susodicha corrupción, y la crisis demográfica, consiga llegar a unas cotas de libertad y de respeto hacia la sociedad y el individuo que, a lo largo de tantos siglos, nunca a dejado de estar presente en el ideario popular. Desgraciadamente, casi siempre como una quimera, un espejismo -espejismo que, en época soviética, no pocos occidentales progresistas se creyeron como palabra revelada- que sólo pareció vislumbrarse en momentos muy determinados. El penúltimo, quizá, con Lenin. Y el último, con Gorbachov. Y ya saben como acabó, el uno y el otro.
El movimiento feminista, aquí, está demasiado contaminado, digámoslo así, por el pasado soviético. O bien, se considera lo mismo igualdad con alto nivel económico y prestigio social. El papel de mantenida, como el de triunfar por medio de la moda o los concursos de belleza, está muy extendido. Eso no ha impedido progresar laboral o empresarialmente a muchas mujeres, pero topándose con un techo que, más de cristal, parece de cemento. Se supone que está bien que las mujeres sean numerosas en los puestos más bajos, los trabajos más duros de la sociedad -herencia soviética posterior a la guerra mundial: las mujeres tuvieron que combatir en el frente, sustituir a millones de hombres que luchaban contra los nazis, y, más adelante, a los también millones que murieron, y que dejaron multitud de puestos que ocupar-, y que eran buenas representantes, caras visibles del régimen trabajando de cara al público, o en la administración. Pero enseguida que se estudia la historia de Rusia y el resto de repúblicas "hermanas", se echa en falta a la población femenina en cargos de poder y de influencia real. No es que fueran pocas, es que no había. Y ahora, aunque haya habido algunos avances, se comprueba que han sido menores que en el Occidente que, por un lado, querrían imitar pero que, por otro, temen y menosprecian.
En este ambiente, aparecen las Pussy Riot -en alfabeto latino, y que bien podría traducirse como "la rebelión de los coños", si se le quiere dar fuerza a la traducción, aunque sea malsonante-. Realmente, más que un grupo, un colectivo de unas doce personas -o más, incluyendo cámaras y técnicos que las ayudan a grabar sus actuaciones, normalmente en plena calle-, que hacían precisamente eso: actuaciones -o perfomances, que siendo en inglés, suena más alternativo, más cool; ¡eso, otro anglicismo!- realizadas sin permiso, en zonas inesperadas, concurridas, con canciones de no más de dos minutos -o menos de tres-, porque no es cuestión de extenderse y entretenerse a cantar donde se sabe que está prohibido. Algo parecido al colectivo Voina -guerra, en ruso-, que también realiza actos de protesta, en forma teatral, para colgarlas más tarde en internet. Grupo con el que, por lo visto, tienen cierta relación, y que podría haber jugado en su contra, pues los Voina están en la lista negra de "molestias a eliminar" del gobierno.

Una actuación del grupo en la Plaza Roja de Moscú.

Una foto de parte de las miembros del grupo.

Y una de esas actuaciones, la última, fue en la catedral -o basílica, siendo ortodoxa- del Cristo Salvador de Moscú, ciudad normalmente más conservadora y menos comprensiva a ciertos actos que, por ejemplo, San Petersburgo, y armaron la de Dios, y nunca mejor dicho. Putin y compañía -o Putin, y el resto haciendo de palmeros, como decimos aquí- dijo que no, que a él, criticas y burlas ninguna. Ni, naturalmente, a la iglesia ortodoxa, cada vez más poderosa e influyente desde el fin del comunismo, a pesar de ser especialmente dogmática, cerrada y ultraconservadora en muchos temas, y de entrometerse en exceso en política -algo no exclusivo de dicha iglesia, ni de Rusia, todo hay que decirlo; y no creo que hagan falta muchos ejemplos-. Pedir a la madre de Dios que echara a Putin, y criticar al patriarca Cirilo I -gran aliado del poder- por creer en el presidente ruso más que en el mismo Dios, no podía dejarse pasar. De las cinco participantes en el espectáculo -llamémosle así- sólo dieron con tres -la policía rusa, por mucho que, en parte, sea heredera del KGB, además de no usar siempre sus métodos, por suerte, tampoco tiene su misma efectividad-, pues las otras dos escaparon al extranjero -según dijeron a través de internet; no está demasiado claro a donde fueron, pero dijeron que se trataba de un país sin tratado de extradición con Rusia-, y, ahora mismo, desconozco si se tiene claro quienes eran. Los dos años a las que han sido condenadas representan un castigo a la disidencia -que no ha dudado en apoyarlas dentro y fuera del país-, pero si no ha sido un castigo mayor, ha sido por no perjudicar la imagen de Rusia y, de paso, de su señor, del pequeño zar y ex-espía, el macho Alfa, el señor Putin. 

Vladimir Putin, en su papel de "Padre de la Patria". ¿Vuelve el hombre?

Y, a pesar de que no pocos rusos se muestran conformes con la sentencia -cerca de una tercera parte la apoya, y algunos, hasta la creen blanda-, no son pocos los que han perdido el miedo a la "dictablanda" putiniana. Es posible, incluso, que en poco tiempo, Putin opte por el indulto, que no por la amnistía. El primero, es un perdón a un delincuente; la segunda, el reconocimiento de un error o injusticia perpetrado sobre un inocente.

Y aquí, un enlace con el vídeo de la actuación de la polémica. Cierto que, musicalmente hablando, no dejan de ser aficionadas -más que tocar la guitarra, la rascan; y no digamos ya nada sobre las voces-. Pero estamos hablando de punk primigenio, y no hay género en el mundo del rock donde las ganas y el compromiso, y más en este caso, cuenten tanto. Más, incluso, que la calidad musical, o la posibilidad de beneficio comercial:

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