lunes, 7 de diciembre de 2015

Luis Ricardo Falero: ¿Un pintor español con una obra tan atractiva como poco representativa del arte de su país? Él es el mejor ejemplo.

Considerado un artista indecente en su época, con mucha dificultad ha ido saliendo de nuevo a la luz.


A falta de tiempo para dedicarle a entradas más elaboradas, realizo una sobre un pintor español realmente poco conocido, sobretodo en su propio país -la mayoría de las pocas webs que hablan de él están originalmente escritas en inglés y francés-, pues debido a que se dedicó, básicamente, a retratar mujeres. Pero mujeres desnudas, sensuales, muy reales y deseables y en situaciones en ocasiones un tanto "incómodas" para la época -lo que ahora llamaríamos "políticamente incorrectas"-. Y teniendo en cuenta, además, que le tocó nacer en un país especialmente conservador, con enorme influencia de la iglesia católica, y donde una parte importante de la población -incluida las clases medias y altas, y lo que podría considerarse su intelectualidad y artistas en general- no es que mirasen tanto como debieran al exterior, para saber qué se estaba haciendo en otras naciones europeas o americanas, hizo que, en su momento, aunque llamara la atención, y se hiciera cierto nombre, no lograra ser famoso para el gran público, ni tuviera mucho éxito con los críticos. Pasados los años, y tras su temprana muerte, sus pinturas fueron prácticamente olvidadas, y sólo en los últimos tiempos, y gracias a internet, va siendo redescubierto poco a poco. Y eso incluye a no pocos españoles, que nunca habrían imaginado -como en mi caso- que hubiera habido en pleno siglo XIX un artista con semejantes gustos, y gusto también para retratar lo que más le gustaba: las mujeres, cuanto más atractivas y carnales, mejor.
Nacido en 1851 en Granada, fallecido en 1896 en Londres, duque de Labranzano -de no haber sido noble, seguramente le habrían caído todavía más palos de unos y otros-, Luis Ricardo Falero (a la derecha, un autorretrato suyo), pues ese es el nombre de nuestro hombre -hasta el segundo párrafo, ni lo había nombrado-, se especializó en desnudos femeninos, muchos de ellos de temática mitológica, fantástica -hadas y demás- y oriental. Pero oriental de verdad, mujeres con aspecto de ser originarias de Oriente Próximo -da igual si eran árabes, persas, armenias, etc.; con toda seguridad, él tampoco sabría bien cómo diferenciar unas de otras, algo habitual en un Occidente que sintió repentino interés por un mundo nuevo que los viajes y el imperialismo estaban abriendo de par en par-, o del Norte de África. Es el tipo de mujeres orientales que pintaban los artistas españoles, franceses e italianos, que en muchos casos, al menos se molestaban, o en viajar personalmente a otros países -sobretodo Marruecos y Argelia- o en enterarse qué aspecto tendrían dichas mujeres. Los británicos, por ejemplo -los prerrafaelitas, de los que tanto he hablado, son un claro ejemplo-, preferían vestir de gasas y joyas exóticas a alguna anglosajona o irlandesa o escocesa pelirroja y pálida -prototipo de celta-, y hacerlas pasar por exóticas concubinas de algún sultán turco. De estos últimos, los prerrafaelitas, así como de la pintura académica, tanto francesa como británica, y de los románticos, galos o alemanes, pudo aprender de primera mano, pues estudió en Richmond (Inglaterra) y en Francia, donde desarrolló un estilo, y se interesó por unas temáticas que, a buen seguro, no habría podido en caso de haber estudiado pintura en España.
Pero a lo que íbamos. Raro era el cuadro en que no apareciera, por lo menos, una mujer desnuda. En ocasiones, multitud de ellas. Prefirió siempre pintar en óleo sobre lienzo, y no en acuarela, por ejemplo, que tuvo éxito en su época y un poco antes -y eso que, en principio, fue el tipo de pintura que él aprendió y practicó-, o dibujar a carboncillo y semejantes. Y un par de cosas más -es difícil encontrar información sobre su persona, de ahí que tan poco hable de ello-: normalmente, no acostumbraba a poner títulos a sus obras, de ahí que los que se pueden ver en libros, webs, revistas, o incluso museos o exposiciones, se los fueron colocando marchantes, críticos, clientes, etc., con el paso del tiempo; y sus cuadros tienen mucho éxito cuando salen a subasta, pero en no pocas ocasiones, son adquiridos por coleccionistas privados por cantidades mucho menores de lo que podría pensarse, lo que hace pensar que por qué el Estado -cualquier administración- no ha intentado adquirir algunas de sus obras, cuando ha pujado por otras por cantidades de millones de euros.
A falta de explicaciones sobre los cuadros, o sus títulos -si los hubiere, y todos son apócrifos, no puestos por él mismo-, lo mejor es hacer aquí un listado de todas las obras que he podido encontrar de él, si bien en algún caso he tenido dudas de que realmente le pertenecieran.


"Brujas yendo al Sabbath", o "La salida de las brujas"  son dos de los títulos más usados para la más famosa de sus obras, vendida en subasta por unos miles de euros. Con toda seguridad, llamaría la atención -y tendría no pocos seguidores- en cualquier museo que la exhibiera. Aquí, las brujas no son ni ancianas ni feas, más bien todo lo contrario. Su poder de atracción hacia los débiles mortales está bastante a la vista.

Estudió en el extranjero siendo todavía un niño -sus padres eran de clase alta, y pudieron permitirse el enviarlo allá-, pero además de inglés o francés, Falero demostró, desde la infancia, que era un pintor de lo más talentosa. Al volver a España, ingresó en la armada, pero abandonó el ejército al poco, dedicándose -lo que significó una decepción para sus padres, que deseaban para él un futuro de uniforme, que era la mejor forma de adquirir poder político, títulos nobiliarios y dinero en la llamada "España de los espadones", o de los militares metidos a políticos- tanto al arte, como a la química y la ingeniería industrial. Pero después de más de un experimento que le costó un buen susto, optó por el arte y nada más. Consiguió fama, sobretodo, en Gran Bretaña, y como tenía un alto nivel de inglés, y le agradaba -y tuvo, además, gran facilidad para integrarse-  la sociedad británica victoriana de la época-, se instaló en Londres, donde exponía y contaba con buena clientela. En España, sin embargo, ni buenas críticas, ni apenas exposiciones ni nada. Pero teniendo en cuenta que tenía el mercado británico abierto, y que además contaba con una posición económica envidiable por cuestiones familiares, todo aquello no importo. 
Lo único que le impidió tener una obra más extensa -y dentro de lo que cabe, lo fue bastante-, fue una muerte prematura, a los cuarenta y cinco años de edad.


"La fiesta de las brujas" (1880), volando por los cielos nocturnos, hacia el akelarre con sus hermanas.




Los dos cuadros podrían formar una serie. El último, ha sido llamado "Ninfa de la Luna", y en los tres casos, no está claro la naturaleza de estas mujeres que no parecen quizá divinas, pero tampoco completamente humanas. En un país como España, donde la mayoría de los cuadros famosos eran de vírgenes, santos, reyes y reinas, estaba claro que Falero no iba a encontrar su mercado.


"Caída en la red". Uno de los pocos cuadros en que la protagonista femenina está vestida -con ropa de su época, además, no de tiempos greco-romanos-. El niño más bien parece una versión modernizada de cupido, que más que desear que la muchacha caiga enamorada de algún hombre, es él mismo el que está encandilado con sus encantos femeninos.



"Una belleza oriental", demostraba la atracción por el Oriente por parte de la Europa de la época.


"La favorita", parece parte de una serie, con el cuadro anterior. El mundo del harén oriental siempre llamó la atención de los pintores europeos.


"Fausto y Mefisto", donde el primero parece soñar con lo que no parecen ángeles sin sexo definido, precisamente.


"Alegoría de la pureza y la lujuria", con influencia del simbolismo, y que cada uno busque una y otra cosa en el multitudinario cuadro.

Imagen relacionada
"Ninfa", así titulada -no por él, por no haberse entretenido nunca a dar títulos concretos a ninguna de sus obras-, por considerarse que la rubia joven que se encuentra tan a gusto en el agua debería ser una criatura primordial habitante de dicho elemento.


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"La mariposa", y "El hada Lily", como han sido tituladas estas dos obras consideradas menores.


falero
"Berenice". Nombre habitual entre las mujeres de la dinastía Tolomeo de Egipto. Ella era la esposa de Tolomeo III, y era conocida por su larga cabellera, que donó a Afrodita si su esposo volvía sano y salvo de la guerra. Una historia lo suficientemente larga e interesante como para ser contada aparte.

Imagen relacionada
"El vino de Tokay", y las visiones que provocaría.


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"Alegoría de la pintura" (1892), porque las mujeres no sólo son capaces de admirar el arte, sino también de crearlo. Algo que, en tiempos no tan lejanos -finales del siglo XIX- no era considerado algo tan lógico y normal.

1 comentario:

  1. El segundo al que titulas "Ninfas" es de Edward J. Poynter,creo que algún otro tampoco es suyo,"Alegoría", gracias por tu información

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