sábado, 21 de febrero de 2015

Los prerrafaelitas (XI): John William Godward, entre prerrafaelita y neo-clásico. La dificultad de poner etiquetas.

En muchas ocasiones no es considerado como un auténtico prerrafaelita, pero su preferencia por representar una Antigüedad idealizada y colorida lo acerca a dicha corriente artística.


John William Godward (1861-1922) fue nombrado en otra entrada como amigo, compañero en experiencias artísticas, y hasta cierto punto, maestro del también pintor, y prerrafaelita, William Clarke Wontner, a pesar de que ambos artistas tuvieran una edad parecida -para nada Godward pertenecía a una generación anterior a la de su compañero-. Sin embargo, reducirlo a esto, al amigo y profesor superado por su alumno de un artista que, con toda justicia, se hizo un nombre en su época, y sigue siéndolo hoy en día, sería injusto.
Bien es cierto que no su nombre no ha llegado a nuestros días con la misma fuerza, pero eso no significa que no valga la pena conocer su obra. Realmente, ¿no vale eso, la pena, el esfuerzo, o más bien el placer, de descubrir nuevos artistas, de cualquier país o época, y conocer su vida, su obra, sus influencias, tanto las recibidas, como las proyectadas sobre artistas coetáneos o posteriores? Godward no es un asiduo de los libros o webs de arte, más allá de Gran Bretaña, su país, pero no por eso deja de tener un espacio en la historia de los prerrafaelitas.


El hombre que nació demasiado tarde: nadie como él para retratar a las dominas y dominilas de las grandes familias romanas.

Godward nació en Wilton Grove (Wimbledon), que es como decir la Inglaterra profunda, hojo de un empleado de una empresa de seguros de vida de Londres, y criado en una familia numerosa -era el mayor de cinco hijos, con las habituales obligaciones no escritas hacia sus hermanos pequeños, que eran todos-, con un padre y un abuelo conservadores y un tanto autoritarios, religiosos y que, debido a que intentaron llevar bastante recto al joven John William -que, por lo demás, no parece que fuera un hijo ni rebelde ni egoista-, quizá provocaran que, en su edad adulta, fuera hombre un tanto tímido y con ciertos problemas para relacionarse con los demás. Al menos, al principio, pues cuando había confianza, parece que fue persona bastante agradable al trato, una vez que se le conocía a fondo.

"Nerissa" (1906). Si Godward hubiera vivido dos mil años antes de su época, con retratos como este habría conseguido fama y fortuna, y la invitación a no pocas fiestas y banquetes de los nobilis romanos.

Sus gustos, y por tanto, su estilo, no sería exactamente prerrafaelita, pues la influencia del neoclasicismo pictórico -que no se sabe bien si era un estilo, una corriente, o, simplemente, un re-descubrimiento de la cultura greco-latina en su conjunto, y no sólo desde un punto de vista político o militar, que fue lo más habitual hasta aquella época, primera mitad del siglo XIX- era clarísima. El título de más arriba no es gratuito. Godward, básicamente, siempre pintó obras muy parecidas entre sí: una mujer joven -entre adolescente y treintañera, aunque, en aquella época, resultaba un poco difícil distinguir edades de forma más o menos exacta-, normalmente de cuerpo entero, sola o acompañada de alguna otra mujer de la misma edad, y que representaba a una romana de clase media o alta -sí, en la antigua Roma había lo que llamaríamos una clase media, aunque, a partir del comienzo de su larguísima decadencia, las desigualdades sociales fueron cada vez mayores; la crisis y caída de Roma también fue un quebranto de la estructura social, y el desapego de gran parte de la población, que cada vez se veía más empobrecida y abandonada por el estado-. La  mujer representada, porque aunque muchos sean los cuadros, y las modelos no fueran siempre las mismas, sería, en la práctica, sólo una en muchos de ellos, acostumbra a llevar sus negros cabellos -latinos, como suponían la gente del norte, normalmente rubia, castaña o pelirroja, recogidos y no excesivamente largos, y su colorido vestuario no acostumbraba a variar demasiado. Cierto es que las modas en la Roma Imperial -o republicana, da igual- no cambiaron en exceso, pero las influencias exteriores -o de las provincias, a medida que los romanos sometieron a casi todos sus vecinos- hicieron que, tanto entre las mujeres como entre los hombres, hubiera más cambios de lo que se podría suponer. Y no sólo en el vestuario, pues según se ha podido averiguar en los últimos tiempos, las romanas tuvieron, a lo largo de los años, multitud de peinados y cortes de pelo que cambiaban, y a veces se recuperaban, de temporada en temporada, como también existían tintes para el cabello. Esto último quizá era más habitual en las atenienses -se teñían de rubias, como suponían que era la diosa Atenea, protectora de la legendaria Atenas pre-romana-, pero nada hace pensar que en Roma no hubiera mujeres de todos los orígenes sociales -y no sólo prostitutas, como a veces se dice- que gustaran de usarlos. Como Alma-Tadema o Leighton, en ocasiones tenía que investigar, si deseaba retratar de forma verosímil a sus "romanas resucitadas", por lo que dichos pintores, como también escultores o escritores -Flaubert, a la hora de escribir su "Salambó, la princesa de Cartago"; o Bulwer Lytton, cuando decidió escribir "Los últimos días de Pompeya". Es curioso lo mucho que hicieron estos artistas o literatos para re-descubrir el pasado clásico. Quizá, hicieran más que no pocos historiadores, acostumbrados a escribir de forma pesada y académica, sólo para gente de su mismo nivel cultural, por resucitar las costumbres y las vidas de hombres y mujeres del Mediterráneo que llevaban tantos siglos muertos y casi olvidados.

"Dolce far niente" (1904). El arte y disfrute de, simplemente, no hacer nada. Los italianos modernos, y mediterráneos en general, siguen practicándolo, dos mil años después de los esplendores imperiales romanos, y pasados más de mil quinientos desde la caída de Roma.

Summer Flowers - John William Godward
"Flores de verano" (1903), quizá uno de sus retratos más característicos. Una auténtica escena de cuento, donde las flores tienen tanto protagonismo como la joven patricia que admira un jardín que llega, literalmente hasta su ventana.

En ocasiones, también retrató mujeres desnudas, o semi-desnudas, aunque fuera en pocas ocasiones. Ni que decir cabe que, por muy clásico -por su estilo- que creyera ser -aunque no fuera realmente así, su forma de retratar era más alegre y colorida que la típica de los pintores británicos de otras generaciones-, aquello fue un escándalo. Aunque, con el tiempo, el público se fue acostumbrando, hasta que, finalmente, los desnudos femeninos no resultaban mucho más escandalosos que los masculinos. Aunque hablar, se hablaba, eso seguro.
En resumidas cuentas, Godward se habría ganado bien la vida retratando a las dominas -dueñas o amas de la casa, y no sólo entre familias ricas, aunque éstas eran las que más usaban la palabra en cuestión- o las dominilas -las niñas o adolescentes de la casa, o las mujeres de más edad que no eran ni las esposas ni las madres del dueño de la domus, la casa unifamiliar que sería el equivalente antiguo al chalet o vivienda separada en alguna de las muchas urbanizaciones que rodean a las ciudades-.

"Ochenta y dieciocho" (1898). En el original, "Eighty and eighteen", cuya pronunciación es mucho más parecida. La diferencia de edad no impide que se pueda disfrutar de la vida, aunque sea de forma o con una visión un tanto distintas. Aquí, el autor demuestra  su habilidad para representar la textura del mármol, la piel del tigre, el arbusto con flores de la derecha...

¿Qué influencias recibió Godward? Si hablamos de influencias personales, en primer lugar, de Alma-Tadema, uno de los paladines y líderes no reconocidos del movimiento. Él le ayudó a mejorar su pintura y su visión de la imagen y los personajes, quién -sin duda- le animó a interesarse por la Antigüedad, y a pintar obrar de ambientación romana. Tanto, que, más incluso que su maestro, fue Godward el representante de lo que podría llamarse "prerrafaelismo neoclásico", o "greco-romano". Y sin duda, el trabajar con Wontner le benefició también, porque, como ya se ha comentado, más que una relación maestro-alumno, fue una búsqueda compartida del arte y la belleza, y, por lo visto, fue bastante beneficioso para ambos. Sus obras lo atestiguan. Frederic Leighton, también amante de la mitología y la temática clásica, sería otra de sus influencias. O más bien, un autor de temática parecida. Roma, pues, sería su centro, aunque también en ocasiones retrataría alguna imagen "griega", o helénica. 
Como otros muchos artistas de su época, aparte de exponer en la Royal Academy -en su caso, desde 1887-, también visitó y vivió un tiempo en Italia, patria adoptiva de todo artista que se preciara, y donde se fugó con una de sus modelos en 1912. Aquello no facilitó, precisamente, que su familia, que nunca vio de buen grado que se dedicada a la pintura -consideraban a los artistas como poco menos que unos vagos viciosos, gente poco religiosa y nada recomendable- decidiera volver a aceptarlo en su seno. Más bien al contrario; desde ese momento, las relaciones con el su miembro más díscolo quedaron rotas para siempre.

"Desnudo en la playa" (1922). El único desnudo "moderno" que realizó, el último año de su vida. Tal vez, para demostrar que él podía ser, en los años 20 -lejos ya de su mejor época artística- tan rupturista como el que más.

"Cuando el corazón era joven", o "La señal" -he encontrado ambos títulos-, de principios de siglo. La afición de Godward a retratar mujeres en posición de descanso haría pensar que las romanas se pasaban el día entero tumbadas, lo que tampoco era del todo cierto -aunque, en el caso de las de origen social más elevado, igualmente, no sería del todo falso-.

Respecto a su fin, su muerte, no deja de ser sorprendente. Él murió en 1922, bien entrado ya el siglo XX. En sus últimos años, fue, por tanto, una especie de "antigüedad viviente" en los círculos artísticos. Cierto que seguía vendiendo cuadros, y teniendo seguidores, pero ya no era lo mismo. La aparición de impresionistas, post-impresionistas, fauvistas, cubistas, etc., hizo que su pintura fuera vista cada vez más como arte viejo, pasado de moda, condenado al olvido -como así fue, durante muchos años-. La aparición de un genio revolucionario, rupturista, como fue Pablo Picasso, más que enfurecerle, lo sumió en la depresión -claramente, el buen hombre tenía una psicología complicada y débil, y ciertas cosas le hicieron un daño en principio inimaginable-, y le quitaron las ganas de pintar. Cuando se encontró su cadáver, contando sesenta y un año solamente -aunque, en aquella época, era una edad avanzada, incluso entre gente con un nivel de vida bastante alto-, parece que se encontró -quizá sea leyenda; la historia del arte está llena de ellas- una nota que decía "El mundo no es lo suficientemente grande para mí y un Picasso".
Su familia, tan religiosa, y con quién Godward -aficionado a pintar, no vírgenes o santos, sin a antiguas romanas, ¡paganas!- no tenía buenas relaciones, se avergonzó de su suicidio -en aquella época, los suicidas eran vistos poco menos que como criminales, y descreídos que habían ofendido a Dios y a su familia-, y quemó sus papeles y documentos: cartas, fotografías, y tal vez, obras sin acabar, bocetos, escritos con posibles ideas... por lo que el conocimiento de la persona, más allá del artista, nos ha quedado vedado por culpa de la cerrazón de mente de la familia Godward.
Como otros muchos prerrafaelitas, la belleza de la composición y la modelo -o modelos- era de gran importancia. Y, a la vista está, el buen tratamiento de la luz, el color, el realismo a la hora de representar mármoles, telas y vegetación, y de retratar una Antigüedad más ideal que histórica. Aunque, después de todo, no fueron personajes o hechos históricos, los que más le interesaban. Una de sus obras más conocidas sería "Dolce far niente" (1904), el arte de no hacer nada. Tan italiano, tan mediterráneo. Claramente, Gorward era un británico que tenía poco de ello. Él siempre fue un italiano de adopción, aunque fuera desde la distancia.  De esta obra, como de otras, existen varias versiones, algunas poco conocidas, o directamente perdidas.

    
"Una sacerdotisa" (1894; aunque no queda claro dedicada al culto de que dios o diosa de la Antigüedad; la afición de muchos artistas "modernos" a retratar sacerdotisas paganas no sentaba demasiado bien a muchos miembros de una sociedad conservadora y muy cristiana), y "Una matrona romana" (1905). Sobre este segundo cuadro, quizá la dama no parezca una matrona tal como se las podría imaginar, pero es que en Roma, a partir de Augusto, no pocas mujeres jóvenes de buena familia se tomaban su condición de "señoras de alta alcurnia" como una forma de estar "encantadas de conocerse". El disfrute de la vida, vamos.

En resumidas cuentas, ante la pregunta "¿Godward era un prerrafaelita?", quizá habría que decir que no, que era un neo-clásico victoriano -por la época y lugar que le tocó vivir; a algunos de dichos autores se les criticó diciendo que representaban "victorianos con togas"-, pero sus influencias mutuas, entre los miembros de dicha corriente y él, hace que merezca ser nombrado entre el listado de los que sí son considerados como tales. Aunque sólo sea para dar a conocer su obra.

Y el por qué no hay fotos del artista, simplemente, porque su familia hizo lo posible, y lo imposible, para destruirlas todas. Probablemente, alguna se pueda encontrar en internet -al fin y al cabo, algún fotógrafo de algún periódico o revista tendría la idea, en determinado momento, de hacerle uno-, pero no deja de sorprender -si no se conoce la verdad de su fin- que resulte un personaje tan misterioso, como si no hubiera existido nunca.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Raimon Loewy, el gran diseñador que dio forma  a los años 50.

Después de la gran Revolución Industrial y tecnológica norteamericana, faltaba algo más: diseñar sus productos de la forma más atractiva posible.


Probablemente, es la primera vez, que me tomo en serio hablar de un tema como el diseño, que nunca me ha interesado con gran fuerza, ni he sido -ni soy-  no ya un experto -que sería ridículo ni tan siquiera insinuarlo-, sino ni tan siquiera un entendido. Sin embargo, hará unos meses -como siempre, retraso, eterno retraso- vi que se recordaba, por el veinticinco aniversario de su muerte, al diseñador norteamericano de origen francés -en realidad, fue en Francia, donde nació- Raymond Loewy -más o menos se pronunciaría "Louee", aunque mi francés ha ido, con el paso de los años, de mal en peor-.
Nacido en 1893, fue uno de los diseñadores industriales más importantes y reconocidos de su época, y sus ideas, sus creaciones, han llegado, bien en el recuerdo de la generación que las vivió como novedades, bien en las posteriores -cada vez más, evidentemente, por razones simplemente temporales: los que en los 50 eran adultos, aún siendo jóvenes, se van muriendo poco a poco-, debido, más que otra cosa, por el cine, la televisión, la literatura y el cómic, el "regreso" de estilos de otra época -revival, lo llaman-, o, simplemente, por el interés de los más jóvenes por unas ideas de diseño que en absoluto han pasado de moda, y porque los 50, se diga lo que se diga, no parece que se hayan acabado de ir nunca. Es una época que, a medida que se vuelve más y más lejana en el tiempo, para no pocos jóvenes -y no tan jóvenes- se vuelve más fascinante. Tal vez, como he comentado en otras entradas, en su caso de pintura, no deja de ser otra "edad de oro", que, si bien en parte fue real, no deja de ser, sesenta años después, un recuerdo colectivo de algo que la mayoría no vivimos, y que no fue tan brillante y estiloso como pensamos. Y más, si nos alejamos de Estados Unidos y los países occidentales más adelantados en aquella época.

La portada que Time le dedicó en 1949, rodeado de sus creaciones.


La llegada a América, y su relación con el ferrocarril.

Aunque su obra habla por él, tampoco estaría de más conocer un poco al hombre. Loewy nació en París, en 1893, de padre judío -periodista- y madre católica -él también lo era, pues la condición de judío, a no ser que en edad adulta se decida convertirse, se hereda por parte de madre-. Desde muy joven se interesó por el diseño, y en 1908 ganó el premio Bennett Gordon por el diseño de un avión, el Ayrel, que tendría gran éxito de ventas.
Más adelante, serviría en el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial, donde llegó a capitán, fue herido en combate, y condecorado por ello.
En cuanto pudo, sin embargo, marchó a Estados Unidos, huyendo de una Europa destruida, en busca de un futuro mejor en una nación nueva, expansiva, donde todo parecía posible. Vivió en Nueva York, donde llegó con apenas cuarenta dólares, y tras un tiempo de trabajo oscuro y deprimente, donde con toda seguridad se debió preguntar si fue buena idea cruzar el Atlántico, empezó a trabajar como diseñador de escaparates (Macy, Wanamaker, Saks), e ilustrador de moda para Vogue y Harpers Bazaar.  Siguió su trabajo diseñando casi cualquier cosa: una multicopista, el frigorífico Coldspot (Sears Roebuck), que le permitió hacerse un nombre en el diseño industrial y abrir oficina en Londres en la década de los 30, etc.

 
La nueva versión del paquete de tabaco Lucky-Strike. Anteriormente, era verde, y con el símbolo de la marca sólo en el anverso.

Sin embargo, habría una rama de la industria que le permitiría tanto ganar dinero y fama, como desarrollar todas sus ideas de diseño en una temática que le interesaba desde muy joven: los medios de transporte colectivos. Y para ser más exactos, el ferrocarril. En 1937, empezó a trabajar para la Pennsylvania Railroad (PRR), para la que realizó trabajos imaginando nuevas locomotoras y vagones, más estilizados y aerodinámicos, de un aspecto que, para aquella época, eran casi de película de ciencia-ficción. En resumidas cuentas, que no sólo la gente confiara en la tecnología y en la seguridad que prometía la empresa, sino que, simplemente, deseara ir en aquellos trenes por el placer, y no sólo la necesidad o conveniencia, de ir en ellos de un sitio a otro. El viajar por el placer de viajar dejaría de ser sólo cosa de ricos, o de gente con un nivel económico cuanto menos alto, que eran los que realizaban cruceros, o viajaban en avión, pues la clase media, ahora sí, podría viajar en trenes que eran bastante más que las locomotoras con incómodos vagones -al menos, para los viajeros de hoy en día- a los que estaba acostumbrada. Su joya sería la locomotora K4s Pacific, que encabezaría el tren expreso -también diseñado por él, en 1938- Broadway Limited. Otras locomotoras, estilizadas y experimentales, serían la S1, y la clase T1. También rediseñaría, para la PRR, la locomotora diésel eléctrica Baldwin, con una forma conocida como nariz de tiburón.

La S1, una de las futuristas locomotoras diseñadas para la Pennsylvania Railroad.

También diseñaría para la PRR vagones, estaciones, material impreso, y rediseñaría otras máquinas, recomendando soldaduras y pulidos, en lugar de remaches, y pintarlas a rayas, para resaltar sus formas, más suaves y redondeadas, y dejando olvidado el aspecto de caja cuadrada de trenes anteriores. Su estudio fue tan grande, que llegó a tener a 143 diseñadores, arquitectos y dibujantes en plantilla, pues tocaba todos los palos, desde la tecnología, hasta la cartelería y los diseños de empresa.


Su relación con la industria del automóvil: los Studebaker.

Aunque desde mediados de los años 30 ya trabajaba para la empresa automovilística Studebaker, fue a finales de esa década cuando los distintos modelos de dicha marca empezaron a mostrar un aspecto característico y diferenciado, llegando a trabajar codo con codo con el diseñador oficial de ésta, Virgil Exner. Además, fue él quién creo el nuevo logo, más moderno y sencillo, reemplazando el que existía desde principios de siglo. La Segunda Guerra Mundial provocó que muchos técnicos y diseñadores, por ley, tuvieran que trabajar para el ejército, dejando temporalmente sin ellos a las grandes empresas automovilísticas -Ford, General Motors, Chyrsler-, pero como Studebaker era la cuarta empresa del país -a distancia de las "tres grandes"- se libró de dichas restricciones, por lo que pudo crecer en el mercado como no pudo hacerlo nunca en época de paz.


Posando junto al modelo de Studebaker Starliner'53, uno de los coches más deseados de su época, y que fue la joya de la época dorada de la compañía automovilística.

Acabada la guerra, empezaron a verse cada vez más coches con líneas estilizadas y aerodinámicas, como las locomotoras que Loewy había diseñado años antes, con una ventanilla trasera de 180º, y morro puntiagudo. En parte, serían el prototipo de automóvil de finales de los 40 y, sobretodo, de toda la década de los 50, que todavía se siguen recordando. Modelos prototípicos de su estilo serían el Starliner y el Starligh -"luz estelar"; los nombres también empezaron a tener una importancia especial-. Uno de los modelos de esas dos gamas sería el Starliner'53, considerado uno de los automóviles más bellos de la historia, y en su momento, un éxito de ventas, que no pocos famosos condujeron y presumieron de él. A principios de los 60, el presidente de la empresa, Sherwood Egbert, le propuso que diseñara, en apenas cuarenta días, un nuevo automóvil que atrajera a los más jóvenes, que, gracias a unos salarios cada vez más altos, pudieron comprar coches con unas facilidades que, años antes, no se podían permitir más que la clase media acomodada o, a lo sumo, obreros de edad, con ahorros, que se conformaran con vehículos de poco atractivo. Así nació el Avanti, cuyo nombre italiano quería hacer recordar el diseño del país transalpino, en lo que ya destacaba en aquellos años.


Su vida personal y otros trabajos.

Loewy ya era todo un personaje en los años cuarenta. Había conseguido una portada para él solo en la revista Time -la biblia de la clase media norteamericana- en 1949, que no era cualquier cosa, y menos todavía para un diseñador, un trabajo que parecía demasiado técnico -incluso, aburrido- para el gran público.
Diseñó gran número de logotipos, como el ya nombrado de Studebaker, los de las compañías petroleras Shell, BP y Exxon, la compañía aérea TWA, el logotipo del servicio de correos de Estados Unidos, o el galgo que representa a la empresa de autobuses Scenicruiser. También fue responsable de dar nueva forma a las máquinas expendedoras de Coca-Cola, y de "adelgazar" a la botella de la legendaria bebida, dándole un aspecto más atractivo, y una forma más ergonómica, que apenas ha cambiado hasta hoy en día.


Botellas y lata de Coca-Cola, tal como las diseñó Loewy. Detrás, una máquina expendedora, de las que se encontraban en bares y cines. Destacando tanto el color como la forma redondeada y atrevida. En la segunda imagen, se compara la máquina del genial creador con la anterior, que más bien parecía una tostadora.

Otra ya clásica invención suya sería el paquete de tabaco de Lucky Strike. Decidió, aún a pesar de la desconfianza del dueño de la empresa -que estaba pasando por una situación económica como mínimo, "delicada", de que había que eliminar el fondo verde por uno blanco, y que el logo de Lucky se viera tanto en el anverso como en el reverso, pasando los textos de avisos legales a los lados, donde no "molestaran". Y dicho cambio en su imagen ayudó, y mucho, a su remontada en el mercado del tabaco.
 Por decirlo de alguna forma, pensó que los objetos de uso diario, y los logos que representaban a las empresas debían ser fáciles de recordar y reconocer, y agradables a la vista, transformándolos en atractivos en sí mismos, y no sólo por el servicio que realizaban. Según él, si el público debía elegir entre comprar uno y otro producto, de utilidad y precio parecidos, siempre elegiría el más bonito, el más atractivo. ¿Por qué, entonces, no darle al diseño la atención merecida.
Apodos que la prensa le dedicó: "El hombre que dio forma a América", "El padre de la racionalización", o "El padre del diseño industrial".


Loewy creó el galgo que simbolizaba a la empresa Scenicruiser, pero también las líneas laterales y, en general, modernizó el diseño original de los autobuses.

Pero no sólo el ferrocarril y el automóvil fueron tocados por su magia. Otro medio de transporte, mucho más caro y sofisticado, todavía en desarrollo -lo sigue estando, realmente, pues desde hace años apenas ha habido cambios sustanciales en su modernización y cambio-: se trata de la industria aeroespacial. La Nasa necesitaba alguien que diseñara un habitáculo espacial, que permitiera a los astronautas vivir sin demasiadas apreturas, y donde, al tiempo, pudieran tanto pasar su tiempo libre como, sobretodo, realizar los pertinentes experimentos científicos. Su respuesta sería el Skylab, lanzado al espacio en 1973, y que estaría en órbita entre 1974 y 1978. Con estética revolucionaria, y nuevos materiales e innovadora técnica, sería un paso importante para futuras naves y habitáculos espaciales que, en la mayoría de los casos, todavía están por venir. Quizá, la próxima llegada a Marte, que parece que ocurrirá antes o después, casi como si una fuerza histórica estuviera empujando a la humanidad a llegar a otros mundos, necesite de un nuevo Loewy, que no dude en desarrollar sus ideas a partir de las del Loewy original.

Un plano del interior del Skylab, visto por medio de un corte transversal.

Loewy se retiró a la edad de 87 años, en 1980, y regresó a Francia, donde falleció -en realidad, no en territorio francés, sino en Monte Carlo, en Mónaco- y se encuentra enterrado -en el cementerio  de Rochefort-en Yvelines; él quiso un entierro católico, pues siempre practicó dicha rama del cristianismo en los mayoritariamente protestantes Estados Unidos-. Para él, volver a Europa fue como un descanso, pero Estados Unidos, un país joven y en continuo crecimiento y cambio, era el único que podía darle la libertad y, sobretodo, las oportunidades que una mente prodigiosa como la suya necesitaba.
Su viuda y su hija crearon la Fundación Raymond Loewy, en Hamburgo (Alemania), donde promueven la disciplina del diseño industrial a nivel internacional, además de conservar y promover el recuerdo de la obra de Loewy. Su hija Laurence, por su parte, creó en 1998 un museo en Atlanta (Georgia), donde se conservan tanto ejemplos de su trabajo, como fotos y documentos personales.

También escribió tres libros: "La locomotora: su estética" (1937), "No dejes nunca las cosas como estaban" (1951; su autobiografía, publicada en 1955 en España con el título "Lo feo no vende"), y "Diseño industrial" (1979).

Y aquí, un corto documental donde se repasan algunas de sus ideas más afortunadas, mientras se da una idea de lo que los norteamericanos de los 50 pensaban sobre la época en la que estaban viviendo, que Loewy supo plasmar en todo lo que diseñaba.


lunes, 9 de febrero de 2015



Los prerrafaelitas (X): Una visión femenina, Evelyn de Morgan.

La principal voz femenina del movimiento, y una de las más fieles a la influencia italiana y, en general, greco-latina.


La serie dedicada a los pintores prerrafaelitas ha resultado mucho más larga de lo que pensaba, debido también a que, a medida que escribía sobre algunos de ellos, descubría o recordaba a nuevos autores. En este caso, se trataría de la única mujer que se hizo un nombre en el universo prerrafaelista, mayoritariamente pictórico, también escultórico. Tal vez su obra no sea tan conocida, aunque, con un estilo muy neo-renacentista y característico, distinto a sus "compañeros" masculinos, debería ser, sin embargo, la que podría reclamar su condición de prerrafaelita más que ningún otro.


Evelyn de Morgan. El redescubrimiento de los autores renacentistas que, en su tiempo, intentaron pintar como si vivieran en la antigua Roma.

Nacida como Evelyn Pickering -su padre era magistrado en el pueblo minero y cervecero de Pontefract, en el norte de Inglaterra- en 1855, falleció en Londres  en 1919. Aunque sería quizá equivocado pensar que no hubiera más mujeres pintoras en el movimiento prerrafaelita, sí que fue la única que destacó en vida, y fue recordada tras su muerte, como una artista de importancia y especial valía. A los quince años recibía clases de dibujo -lo cual tampoco resultaba tan extraño en mujeres, o más bien adolescentes, de clase media-alta, y más teniendo en cuenta que su madre era hermana del artista John R. Spencer Stanhope-, si bien le costó un poco más que sus padres decidieran que pudiera inscribirse en un centro de arte serie, en 1873: la Slade School of Art, aunque, muy probablemente, y más todavía que los prerrafaelitas contemporáneos suyos, sería su tío Spencer Stanhope -también de esa tendencia pictórica- su mayor influencia. Éste vivía en Florencia, donde Evelyn fue a visitarlo en ocasiones, aprendiendo de él, y al tiempo, dejándose influir por el arte italiano en general, y el renacentista en particular. Sobretodo, por Boticelli, y no sólo por la pintura o el dibujo, sino también por la escultura. Florencia sería su segunda patria. La visitaría cuando ya era una mujer joven, pero adulta, y con su marido. Sobretodo, cuando éste ya tenía cierta edad, además de una salud delicada, y el clima mediterráneo le era mucho más benigno que el británico.
El apellido por el que es conocida, De Morgan, es de él, su marido, el ceramista William De Morgan, (en la foto de la derecha, ambos, cuando ya llevan muchos años juntos) con quién se casó en 1887, y con el que vivió hasta la muerte de éste en 1917. Ella le acompañaría sólo dos años después, también en Londres. De Morgan fue un artista reconocido en su arte, pero necesitaba ayuda económica para llevarlo a cabo, y su mujer no dudó en dársela. Al fin y al cabo, no se trataba de un simple capricho. William era una gran artista, y no disfrutaba de unos orígenes socio-económicos tan elevados como su mujer, que recordaba como sus padres se opusieron en principio a su carrera artística, y  la aceptaron -por su tozudez e insistencia continua, no era persona que se rindiera fácilmente- de forma apática, sin darle la mayor importancia a su arte. En 1876 expuso por primera vez una de sus obras: sería en la galería Dudley. Se trataba de su "Santa Catalina de Alejandría" (1873-5, parece), y al año siguiente, expondría su "Ariadna de Naxos" (1877, año de la exposición), en la prestigiosa galería Grosvenor. Y no le fue sencillo, pues a las mujeres les costaba un mundo que les tomaran en serio como artistas -los críticos, los artistas varones, los posibles mecenas, la sociedad en general-, así que tuvo que enfrentarse a ese hándicap durante años, aunque en edad madura, fue respetada como el que más.
"Medea" (1889), ejemplo de su temática: un personaje mitológico clásico, sobre un fondo que aparenta ser un ejemplo de colorida y marmórea arquitectura griega -aunque los arcos más bien parecen de influencia árabe-.

"SOS" (1914). Utiliza las siglas del código Morse para pedir ayuda, refiriéndose, quizá -nunca se ha llegado a estar completamente seguro- a la civilización en peligro de ser devorada por la barbarie, o tal vez acordándose de los millones de soldados que morían durante la Gran Guerra, o, incluso, a la pérdida de la inocencia de la sociedad, tanto en Gran Bretaña, como en Europa entera.

"Ariadna en Naxos" (1877), que ayudó a Teseo a salir del laberinto del minotauro, traicionando a su padre, el rey de Creta Minos.

Su relación con su marido siempre fue buena, por tener no sólo la misma pasión por el arte -por lo demás, su medio de vida- y un carácter parecido, sino también por sus ideas liberales y tolerantes. Evelyn adoptó las ideas feministas que empezaron a florecer en la Gran Bretaña -y Europa en general- de finales del siglo XIX, y, como mucha otra gente de su época -incluyendo gran número de personas de considerable inteligencia y nivel cultural-, estaba fascinada por el espiritismo, aunque no por la teosofía -que sería una versión más elaborada y pseudo-religiosa del primero-. Junto a otras amigas, no sólo tenía sus reuniones sociales y políticas, sino que también intentó -mejor o peor- participar en los cambios sociales, políticos y artísticos que iban desde el final de la Época Victoriana, hasta la I Guerra Mundial, cuyo final pudo ver -aunque no la firma del Tratado de Versalles-.


Helen of Troy.jpg
"Helena de Troya" (1896), personaje mitológico indiscutible para cualquier amantes de la literatura y los mitos griegos.

Morgan, Evelyn de - Aurora Triumphans - c. 1886.jpg
"Aurora triunfante" (1878), mezcla a la diosa romana del alba, Aurora, con unos ángeles de alas rojas de temática cristiana, que anuncian el triunfa de ésta sobre la oscuridad (a la izquierda).


"La esperanza en la prisión de la desesperación". Esta pintura alegórica fue una de las más conocidas y representativas de la obra de Evelyn de Morgan.

Respecto a su obra, sí que, en su caso, es claramente prerrafaelita -no como otros artistas, donde a veces hay ciertas dudas, o mezcla de estilos-. De Morgan gustaba de dibujar sobretodo a personajes femeninos, de cuerpo entero, muchas veces como personajes centrales y únicos en lo que parece un retrato, con apariencia greco-latina -por el vestuario, el peinado, y los interiores, o exteriores, de ciudades o viviendas de la Antigüedad, que muchas veces sólo sirven de telón de fondo, sin ser demasiado descriptivos del lugar donde se muestra a la retratada en cuestión-. Como en otros casos, no son retratos históricos, sino entre mitológicos y de una particular reconstrucción del pasado -la ya nombrada "Edad de Oro" antigua, perdida para siempre, y que, realmente, nunca existió tal como es retratada-, dando gran importancia a los detalles, el color y la luz. Porque luz sí que hay mucha, nada de negrura o sombras oscuras. Quizá sea de los artistas de la corriente donde la influencia del Renacimiento -Boticelli, pero no sólo pintura, también escultura- se ve de forma más clara, como si, siglos después de que la parte artística de dicho movimiento -también social, literario, político, espiritual- hubiera desaparecido y pasado a la historia o los museos. De Morgan fue, como muchos otros artistas -y no artistas- de la Gran Bretaña del siglo XIX, muy británica, pero también, de forma espiritual, y casi sin darse cuenta, muy italiana. Fue un auténtico re-descubrimiento no sólo de la Antigüedad -al menos, de su arte-, sino también de la Europa meridional de su propio tiempo.
Y sobre su determinación para ser artista, recordar un par de frases que escribió en su diario cuando cumplió los diecisiete años, poco antes de inscribirse en la escuela artística: "El arte es eterno, la vida es breve", claramente inspirada en el "Ars longa vita brevis" de los antiguos romanos -aquí, claramente, la influencia clásica, aún antes de viajar de forma seria y continuada a Italia, a descubrir dicha huella cultural en su propia cuna itálica-, y "Debo darme prisa, no tengo un momento que perder". Y por lo que parece, hizo lo que pudo para no perder ese tiempo al que tanto valor daba.

"Cadmus y Harmonía" (1877), o la Tierra durmente frente a una Luna luminosa y cálida. Aunque, en teoría, tenga una temática mitológica, la imagen parece anticiparse por representar un mundo onírico. Probablemente, de Morgan, como Burne-Jones, acabó, casi sin darse cuenta, dando inicio al sucesor del prerrafaelismo: el simbolismo.

"Luna", otra escena onírica que pintó a partir de la década de los 70 del XIX -esta corresponde ya a los 80 de aquel siglo-, que invita a soñar, y a mirar atentamente el cielo con otros ojos.


miércoles, 4 de febrero de 2015

Otros dos vídeos sobre astronomía: un mundo seco y sin vida; otro con el aspecto que quizá tuvo hace una eternidad.

Cómo sería la Tierra sin agua, y Marte si disfrutara de ella.


Como se puede ver, han sido varios los vídeos de parecida temática que encontré en youtube. Para ser más exacto, sobre astronomía. 
En el primero de ellos -Creaciones Blender, ambos. Lástima del fastidio de la publicidad del principio, pero es poca cosa, creo-, se puede observar cómo sería nuestro planeta en el fatídico caso de quedarse sin agua, dulce o salada, y, al mismo tiempo, se puede tener una idea del volumen que ocuparía dicha agua en el caso de que formara una esfera que, como líquido satélite, diera vueltas alrededor de un planeta seco y muerto. Como su vecino marciano.


El segundo, sería todo lo contrario. El protagonista es Marte. El planeta rojo, aparentemente muerto y sin rastro de vida, todavía conserva algo de agua, en los polos y, probablemente, bajo su superficie. Pero si un astronauta pudiera llegar a ésta, sólo vería un inmenso desierto pedregoso de color rojizo. Pero no siempre fue así, y eso es lo que en el vídeo, de forma sucinta pero atractiva, se puede ver.



Bien, y después de este par de vídeos, y de las cuatro letras que los acompañan, hasta pronto. O eso espero.

Mucho más que la empresaria más importante de Afganistán: Roya Mahboob.

En el que muy probablemente sea el país más machista del mundo -aparte del Califato del EI-, Mahboob es una luz en medio de la oscura noche del islamismo y la guerra crónica.


Hace ya tiempo -más o menos un mes- leí en un semanario -el del Diari de Tarragona, creo recordar, el periódico más vendido de mi provincia- un artículo sobre una joven, de apenas 27 años -unos cuantos menos que yo, desde luego- que había fundado, en 2010 -con apenas 23 años-, una empresa informática, o más bien, que utiliza la tecnología para realizar distintos encargos. 
Citadel es la empresa que fundó, y donde ha decidido contratar mayoritariamente -siempre que se pueda, realmente- a mujeres; dieciocho de un total de veinticinco empleados -hasta la fecha-. No se trata de ninguna política sexista. Todo lo contrario. En el que probablemente sea el país más machista del mundo -como ya se ha dicho más arriba, dejando aparte ese agujero negro de la humanidad que es el Califato fundado por el Estado Islámico y no reconocido, que se sepa, por gobierno alguno en el mundo-, donde la vida de una mujer, incluso en familias de nivel de vida relativamente alto, y supuestamente más abiertas de mente que la mayoría, vale menos que la de cualquier animal de granja. Donde nacer siendo de sexo femenino es considerado una desgracia para la familia -incluidas las otras mujeres que la forman-, pero que es todavía más, si cabe, un infierno para esa niña a medida que vaya creciendo y haciéndose adulta, y más todavía, si tiene interés y deseos de ser algo más que propiedad del padre hasta que pasa a ser, también propiedad, del marido, además de esclava de la religión y la tradición -masculina, claro está-. En realidad, lo de "adulta" es una forma de hablar, pues Afganistán es una sociedad donde, en general, a las mujeres nunca se les considera como personas adultas. Siempre serán menores de edad, tanto mental como social o políticamente hablando. Nunca se les tendrá en cuenta; menos, incluso, que a un niño varón. Porque éste, por lo menos, si no muere antes de alguna enfermedad, o por la violencia endémica que sufre el país desde la invasión soviética, al menos llegará algún día a adulto. Una mujer, sin embargo, sólo por su sexo, no lo será jamás, así que, según los "señores de la casa y de la patria", no vale la pena ni permitirle trabajar, ni formarse, ni opinar, porque es tiempo perdido. Algo poco menos que ridículo.
Mahboob es natural de Herat, una ciudad de noroeste de Afganistán, poblada mayoritariamente por tayikos, aunque existan comunidades de todos los pueblos que forman este desgarrado país -hazaras, pasthunes, uzbekos...-, donde hablan un sub-dialecto del dari -que aunque aquí se le considera lengua propia y una de las oficiales de Afganistán, no deja de ser un dialecto oriental, un tanto arcaizante y elegante del farsi o persa, la lengua mayoritaria de Irán-, y, supuestamente, existe una sociedad algo más abierta de mente que en el resto de la nación. Lo que tampoco es mucho decir, ciertamente. A pesar de ello, no fue en Herat, sino en Irán, donde ésta creció y estudió, pues fue allá donde huyó su familia -a pesar de ser sunnitas, y no chiitas, como la mayoría de los iraníes, así como su gobierno-. Como el dari, su lengua, resultó ser tan parecida al farsi, pudo estudiar informática, y formarse como nunca habría podido hacer en Afganistán, en aquel momento, en gran parte sometido a la tiranía de los talibanes, de los que su familia -culta y moderna, dentro de lo que cabe, y con cierto nivel de vida-huyó en cuanto pudo. Tras la caída de dicho régimen, y tras la pseudo-democracia que trajo la invasión-liberación norteamericana -la verdad es que resulta un tanto difícil donde acaba el primero y empieza el segundo de dichos hechos históricos y político-militares-, los Mahboob decidieron retornar. Irán,a pesar de ser una teocracia autoritaria, machista, intolerante y corrupta, no dejaba de ser -y lo es todavía- un país mucho más avanzado y moderno que su vecino oriental, y su sociedad, principalmente la urbana y la población más joven y abierta al mundo, son más tolerantes de lo que se podría pensar en Occidente. Pero como popularmente se dice, la tierra tierra tira, y Roya decidió poner en práctica un proyecto aparentemente inverosímil: fundar su propia empresa. Más aún, que dicha empresa, con base en Herat, se basara en las nuevas tecnologías -desarrollaría software para otras empresas, públicas y privadas, administraciones, e incluso para la misma OTAN-, y que, mientras fuera posible, contrataría mujeres. No siempre podría hacerlo, claro está, pues al ser el nivel cultural de la población femenina tan bajo -sobretodo, entre las menores de cincuenta años, las que sólo han visto guerras, señores tribales, fanatismo y violencia de todo tipo, en medio de una destrucción y miseria inimaginables-, que, antes de contratarlas, habría primero que formarlas.
Y esa es otra de sus aportaciones a su machacado país. Siete de sus empleados son hombres, en general jóvenes y, sobretodo, formados, que tendrían la posibilidad de poner en práctica todo lo que saben sin necesidad de emigrar al extranjero. Las otras dieciocho son mujeres, varias de las cuales trabajan desde su propia casa. La empresa, Afghan Citadel Software Co., o más bien su propietaria y máxima ejecutiva, con la ayuda de su familia, forman a  mujeres -y no sólo posibles futuras empleadas- en once laboratorios informáticos -más bien serían una especie de academias- tanto en Herat como en la capital nacional, Kabul, aumentando el número de sus alumnas de año en año. Otra iniciativa, aparte de dichas academias de informática, es una fundación que da acceso a internet a cerca de 160.000 estudiantes en todo el país, en cuarenta clases habilitadas para ello. Pues algo que en otros países parece tan normal, tan común, como es poder tener acceso a la red -si no en la propia casa, por falta de recursos económicos o de otro tipo, sí, al menos, en universidades, en wifi en locales que lo ofrezcan, bibliotecas públicas-, en Afganistán es algo que puede resultar extremadamente difícil de encontrar. Gracias a esas clases, las mujeres jóvenes no tienen que depender de los cyber-cafés, escasos, caros, y donde cada dueño tiene derecho a decidir si se permite o no la entrada de mujeres y donde, en general, aunque éstos puedan ser tolerantes -el negocio es el negocio- pueden estar mal vistas -o peor- por parte de la clientela masculina.

One of the school's computer classroom in Afghanistan
Una de las clases donde las estudiantes de institutos o universidad aprender a navegar por internet, y a sacar el máximo partido a la red. Cuando se tienen pocas posibilidades de navegar por ella, es vital poder conseguir el máximo con lo mínimo.

Como es de imaginar, todo ello se ha tenido que hacer enfrentándose con la falta de complicidad, la antipatía, la suspicacia o, directamente, la completa hostilidad de una parte importante de la sociedad. Los padres piensan que sus hijas, más que trabajar, buscan novio en facebook o páginas parecidas; los maridos, que no tiene sentido, ni es decente ni conveniente, que sus mujeres trabajen fuera de casa, y menos todavía, en una rama laboral como la informática, que ven con desconfianza y, en muchos casos, no comprenden en absoluto; los líderes políticos, religiosos y tribales, porque tienen unas ideas tan arcaicas y machistas, como grande es su deseo de que el pueblo ni aprenda ni progrese, y las mujeres, menos que nadie. Pero el hecho de que tantas mujeres tengan la posibilidad de abrir una ventana a un mundo que, para ellas, más bien era otro mundo, un planeta distinto -pues así de distante resultaba- puede ser, de hecho es, un arma de enorme poder para facilitar su progreso y libertad. Algo que, en una tierra llena de liberticidas, no podía pasar inadvertido. Roya y su familia han recibido infinidad de críticas, e incluso amenazas de muerte, y la policía, la justicia o no pocos políticos -supuestos representantes del pueblo- no le hacen ni caso, cuando no se ríen en su cara, pues están del lado, como era de esperar, de los fanáticos.
En 2013, la revista Time la consideró una de las personas más influyentes del mundo. Quizá pueda parecer algo exagerado, pero en su país, su influencia y la de su empresa sí que pueden ser de una importancia capital. Los talibanes, a corto plazo, podrán hacerse con una parte importante del país una vez que se marchen la casi totalidad de las tropas aliadas -realmente, ya son dueños de varias provincias, o, al menos, impiden que nadie pueda moverse por ellas en paz-, pero ciertas cosas, a pesar de la guerra y las persecuciones, no pueden erradicarse. Una nueva generación femenina podrá, en el interior de Afganistán o en el exilio, en las catacumbas o en aisladas regiones no sometidas por los bárbaros, seguir luchando y desarrollando el germen de lo que será una sociedad nueva. Las cosas, en Oriente -no sólo en el Extremo Oriente, sino también en el Asia Central y el Indostán- van a un paso más lento, a distinta velocidad que en Occidente -aunque el crecimiento de algunas economías, como la china, hacen pensar lo contrario-, y quizá ciertas cosas sólo las lleguen a ver los que ahora son niños o muy jóvenes, pero las verán. Y cuando vuelvan la vista atrás, y se den cuenta de cómo ha cambiado todo, no dejarán de asombrarse, y de querer más, pues la sociedad del progreso ya no podrá parar.

Una foto -no muy abundantes, por cierto- de Roya Mahboob, probablemente posterior a su visita a Estados Unidos. En San Francisco dio una masterclass y aceptó hablar con el público invitado.

Cuando leí el artículo sobre Roya Mahboob y su empresa, no pude evitar recordar las dos primeras entradas de este blog, tras el prólogo que servía de simple introducción, donde traduje como pude el relato "El sueño de Sultana", que su autora escribió, más que como un cuento de proto-ciencia-ficción, como una fábula social y feminista, en una tierra asiática y mayoritariamente musulmana -la Bengala británica; actualmente, el Bangla-desh independiente, y el estado indio de Bengala Occidental-. Es evidente que una sociedad como la que describe, tal como la imaginó, no es posible, pero, en un futuro lejano, o no tanto desde un punto histórico -dentro de la historia de la humanidad, cincuenta, ochenta o cien años no es demasiado tiempo-, tal vez veamos cosas que ni imaginábamos, en lugares insospechados.
Y si no, al tiempo. Y un ejemplo, en estos tiempos convulsos que vivimos, lo podemos ver en el Kurdistán sirio -Rojava- y en parte del iraquí, donde las nuevas amazonas del YPJ, y sus compañeros del YPG, entre otros, lograron expulsar a los nuevos nazis, los bárbaros del Estado Islámico, de la ciudad de Kobane, batalla de cuatro meses donde el papel de las mujeres, como parte del pueblo en armas contra la barbarie, ha sido fundamental, tanto por su peso entre la tropa -la mitad o más de ella- como por sus jefes militares -al menos uno de ellos era una mujer, Meryem Kobani, aunque poco se sabe de la dirección de dichos grupos armados, ni tan siquiera el rostro de alguno de ellos/as-.
Aunque eso, ya es otra historia.

Y para quién quiera leer algo más, aquí un enlace en inglés, donde se le hace una entrevista.

lunes, 2 de febrero de 2015

Tres vídeos sobre astronomía: mezcla de ciencia y fantasía.

Una entrada corta a base de vídeos, donde se puede imaginar a los planetas como si estuvieran prácticamente delante nuestro, y si es posible o no escuchar sonidos en el espacio.


Como ya se habrá podido observar, no he tenido demasiado tiempo de seguir entrando nada en el blog, aunque empezara el año, digamos que con bastantas ganas. Así que, hasta que pueda volver con algo más largo, cuelgo aquí tres vídeos que he encontrado en youtube -auténtica mina de todo tipo de información-, donde, en este caso, me interesé por alguno que hablara de astronomía, pero, a ser posible, no de forma profunda -no porque no pudiera interesarme, sino porque tampoco quería extenderme demasiado en una entrada, al no ser un tema que controle demasiado-, pero sí llamativa.

El primero es sobre los sonidos del espacio profundo. Algo, sin duda, fascinante, pero que al poco de escucharlo, me pareció también un tanto extraño. ¿No se su pone que, en el espacio profundo, donde no hay aire, no puede existir el sonido, pues las ondas sonoras no pueden transportarse? Eso parecía, pero en la web xatakaciencia pude encontrar la respuesta: en realidad, en el espacio sí que hay un conjunto poco conocido de gases, pero dicho "gas interestelar" -por llamarlo de alguna forma- es tan fino, tan poco denso, que los sonidos que pueden trasladarse en él son inaudibles para el ser humano y, probablemente, para cualquier animal terrestre. Pero si se tuviera un micrófono lo suficientemente avanzado -y parece que la NASA cuenta con ello- sí que podrían llegar a percibirse, y hacer audible para el oído humano, dichos misteriosos y fascinantes sonidos. He puesto un enlace donde se explica de forma menos sucinta, aparte de poder leer otros muchos artículos de la web.
Aquí, el vídeo de la NASA, colgado en youtube por el canal de astronomía Camengat.



Los otros dos, no dejan de ser una variación del mismo tema. ¿Cómo veríamos los distintos planetas del Sistema Solar si estos ocuparan el lugar de nuestra Luna? Evidentemente, estos sí que son vídeos de ficción científica realizados con ayuda informática, pero la verdad es que son atractivos, y no dejan de satisfacer nuestra curiosidad. Otra cosa, claro está, sería la posibilidad -o no, que es lo más probable- de que pudiera existir vida en la Tierra teniendo a semejantes vecinos mucho más cerca de lo que en realidad están. 
El primero también es del canal astronómico de youtube Camengat, y el segundo, de Creadores Blender. Quizá sea un poco menos espectacular, pero sí que se pueden ver los distintos mundos como si estuvieran a la misma distancia, por lo que también se comprueba la diferencia de tamaño.



Bueno, pues hasta otra, en que haya más material que colgar.