viernes, 31 de julio de 2015

Los prerrafaelitas (XXIII): Anthony F. A. Sandys, y su hermana Emma; retratistas de todo tipo de mujeres.

Un personaje tal vez menor, pero que destacó por sus retratos de féminas de toda naturaleza.


Muchas visiones de la individualidad femenina.

El tema femenino, en el sentido de representar, de pintar, a la mujer, de forma individual, en primer o segundo plano -sobretodo esto último, de medio cuerpo-, o bien en tercer plano, casi siempre integrada en determinado espacio -jardines, bosques, reconstrucción histórica de tal o cual ciudad o pueblo sin nombre, sino prototípico de determinada época-, era algo no ya habitual entre los prerrafaelitas, sino una de sus características básicas. Y en no pocas ocasiones, no era una, sino varias, fueran parejas, tríos o grupos, los pintados. Uno de los autores que más optaron por lo primero, por pintar a féminas de diversos orígenes o clases, fue Anthony F. A. Sandys.
Anthony Frederick Augustus Sandys (Norwich, en Norfolk, costa oriental de Inglaterra, 1829- Londres, 1904) fue pintor, ilustrador, pero también delineante. Se centró en el retrato femenino, como ya se ha dicho, sobretodo por el segundo plano -lo que llamaríamos "medio cuerpo", o hasta la cintura-, y por los personajes mitológicos, en sentido amplio, donde en ocasiones también optaba por el tercer plano, o cuerpo entero. Estudió en la Escuela de Diseño de Norwich, su ciudad, donde ingresó en 1846, y en 1899 se convirtió en miembro del Comité Ejecutivo de la Sociedad Internacional de Escultores, Pintores y Gravadores, organización conocida popularmente como La Internacional, donde artistas de distintas nacionalidades fomentaban la popularización del arte en general, organizaban exposiciones -tanto de socios como de artistas externos-, y fomentaba la unión entre los pueblos mediante el lenguaje internacional del arte, y que fue fundada por el pintor estadounidense James Abbot McNeill Whistler, su primer presidente, al que sustituyó a su muerte el escultor francés Auguste Rodin. Lamentablemente, esta liga de artistas sólo existió entre 1898 y 1925, y fue popular sobretodo en Gran Bretaña, pues la mayoría de sus miembros, y de las exposiciones y actos que realizaron, fue en ese país. Aún así, el hecho de formar parte del Comité Ejecutivo significaba ser no sólo un artista de valía, sino también una persona con carácter y capacidad de representarse no sólo a sí mismo, o a una corriente artística, sino a un movimiento pan-artístico encomiable, aunque no durase demasiado.
Sandys nunca fue un pintor demasiado popular. No era tan conocido como su amigo Rosseti, o contemporáneos de ambos, ni tampoco pintó demasiados cuadros, comparados con la mayoría de los demás prerrafaelitas. Era, eso sí, una persona culta, que buscaba en la mitología -grecolatina o céltica- y en los mitos artúricos, todo tipo de influencias o ideas, además de intentar ser, dentro de lo que cabe, más o menos fiel a cómo debían ser  los personajes, históricos o legendarios, que representaba en sus cuadros.
Como grabador, tal vez no pudiera aumentar su fama, pues en general la obra era más conocida que su creador, pero sí que le permitió ganarse bien la vida. No fue un caso aislado. La ilustración y el grabado eran una salida laboral bastante bien pagada -dependía también de la suerte, o del estilo de cada autor- para no pocos pintores que habían conseguido un éxito relativo o no muy amplio entre público y crítica -o quizá sí entre los críticos, y entre otros artistas, pero no entre el público; sobretodo, entre el que tenía suficiente dinero como para hacerles encargos o interesarse por su trabajo-.

File:Medea-Sandys.jpg
"Medea" (1868), princesa del reino de la Cólquida, en la costa de la actual Georgia, esposa de Jason, el de los argonautas, y mas tarde bruja o hechicera -o eso cuenta la leyenda-, es uno de los personajes femeninos más importantes y potentes de la mitología griega, tal vez por no ser una diosa, sino una mujer de carne y hueso, que se enfrenta a todo con su inteligencia, aunque también acabe cometiendo locuras. Sandys intentó representarla de una forma más real que mágica, por considerarla también más terrenal que a una diosa.


María Magdalena (1860), en una visión quizá no tan ortodoxa, pues el autor no quiso representarla como un personaje "santificado".


Morgana (1862), la hermana del rey Arturo. En general, los prerrafaelitas gustaban de retratar a todo tipo de mujeres. Lo mismo santas o la misma Virgen, como a diosas u otros personajes femeninos, incluidos algunos no del todo humanos, de la mitología greco-latina, pero también de la céltica -o neo-céltica-, como la Morgana del mito artúrico.


"La reina Eleonor" (1858), esposa del rey de Inglaterra Enrique II, tiene toda una historia detrás. Como estaba celosa de Rosamunda, la amante de su marido el rey, éste, que no se fiaba de su esposa, decidió esconderla en un laberinto, y tan complicado resultaba no perderse en él, que para llegar a su amor secreto debía guiarse con un cordón rojo. Y eso es lo que hace la reina, siguiendo el cordón -en su mano izquierda, en la esquina abajo a la derecha del cuadro- desea llegar donde está Rosamunda, para, después de matar al guardia con un puñal, que lleva en la misma mano en la que aguanta el cordón, obligar -o quizá engañar- a la amante de su marido haciéndole beber de la copa, con agua o vino -no se sabe bien- en que ha vertido veneno.


File:Danae in the Brazen Chamber - Frederick Sandys.jpg
"Danae en la cámara de bronce", grabado en madera. Uno de los más representativos de la habilidad de Sandys en este difícil arte -hoy casi olvidado, por cierto-.

File:The Death of King Warwulf - Frederick Sandys.jpg
"La muerte del rey Warwulf" (1862), donde sabe representar la sensación de movimiento, con esos remolinos de agua que parecen llamas que amenazan con devorar al monarca.


Anthony tuvo una hermana, Emma Sandys (1843-1877, en Norwich), que obtuvo cierta fama, debido a sus retratos de mujeres, normalmente niñas o jóvenes, muchas veces con ropajes medievales o, en general, históricos.. Parece que su padre, Anthony Sands -la familia añadió más adelante, en 1853, una "y" a su apellido, a saber por qué razón, a no ser para diferenciarse de los diversos Sands contemporáneos suyos-, y más adelante, de su hermano, y del amigo de éste, Dante Gabriel Rossetti, que parece que conoció y tuvo amistad, o al menos contacto, con una parte importante de los prerrafaelitas. Parece que empezó a pintar en serio -una técnica más o menos depurada, posibilidades de exponer, aunque tuviera que esperar todavía un tiempo- en 1863, y a exponer entre 1867 y 1874. Al contrario que su hermano, su vida artística, y personal, se mantuvo en Norwich, aunque resulta bastante creíble que, en los viajes que hacía para visitar a su hermano a Londres, pasara temporadas, donde practicara y mejorara su técnica a su lado. Sin embargo, aparte del hecho de ser mujer, que siempre era un peso a la hora de dedicarse al arte -se podía entender que las mujeres pudieran ser escritoras, o al menos, que escribieran sobre ciertas cosas, pero que se dedicaran en serio a la pintura o la escultura, resultaba como mínimo chocante, por no decir que, simplemente, no se les tomaba demasiado en serio- Emma no pudo dedicar demasiado tiempo a su pintura, pues murió muy joven, con treinta y cuatro años.

"Fiametta", de fecha no conocida, aunque debió pintarla entre 1867 y 1874.

"Sueños placenteros", más o menos de la misma época.

sábado, 25 de julio de 2015

Tura Satana como ídolo y símbolo Pop. Anexo a la entrada principal sobre la bailarina y actriz de serie B.

No se trata de una continuación, ni de un anexo, sino de un simple divertimento, a partir de una entrada anterior.


Bueno, por razones varias, no he tenido tiempo -ni muchas ganas, la verdad- de escribir nada nuevo en el blog, así que intentaré volver con una entrada más bien corta, de las de escribir poco, e investigar sólo un poco más que eso.
Hace ya no se cuanto tiempo, quizá un par de años, hice una entrada dedicada a la actirz de serie B, y personaje realmente carismático de la cultura popular norteamericana, Tura Satana. Hice lo que pude para resumir su vida, y hablar sobre las pocas películas -porque fueron realmente pocas, menos de lo que podría pensarse para el que empieza a conocer al personaje- en las que participó. Y digo que es lógico pensar que participó en muchas más, debido a la huella que dejó, a pesar de haber sido conocida, básicamente, entre los 60 y 70. Cuando busqué fotos sobre ella o algunos de sus trabajos, me encontré también con una enorme cantidad de carteles, ilustraciones, portadas de discos -cuando todavía el vinilo estaba vivo; bueno, más bien, cuando la venta de música grabada, aunque fuera en forma de CD, estaba viva y con relativa buena salud-, y todo tipo de homenajes, aparte de la influencia, de alguno de sus personajes, y de la persona en sí misma -al menos, de su físico, porque de su carácter, realmente, tampoco se sabe tanto, ni se tiene demasiado en cuenta, como si ambas cosas, personaje y persona, se fusionaran en una sola cosa-.
Así pues, aunque sea sólo como un juego, me puse a buscar en la red, y sin querer sobrecargar la entrada con cuarenta mil foto, aquí pongo unos ejemplos de Satana como personaje pop total. En no pocos casos, sin que ella misma lo supiera, e incluso posterior a su muerte, y por gente demasiado joven como para haberla visto en pantalla en sus buenos tiempos.


*Existe una banda de metal de Los Ángeles, llamada "Tura Satana" que, evidentemente, eligió ese nombre como homenaje de la actriz. Y, al menos durante un tiempo, la vocalista tenía un look claramente influenciado por ella.


En la portada se ve bastante claro que el nombre no es lo único en que Satana les influyó.


*Tura Luna Pascual Yamaguchi, su nombre real, que abandonó por el de Tura Satana, desde que comenzó en el mundo artístico como bailarina exótica -más de una página dedicada al burlesque, en sentido amplio, la incluye también a ella, aunque fuera por su fama cinematográfica más que en los escenarios, pero por lo que aún se cuenta, se hizo un nombre como bailarina oriental de origen poco claro, igual japonesa como filipina -sus dos orígenes asiáticos- o indochina.


Y aquí, un par de fotos, en los años a finales de los 50 -si nació en 1938, es fácil imaginar que era jovencísima-. Hay una leyenda urbana -o no tan leyenda, quizá- que en aquella época tuvo un lío, o un affaire -que se decía antes, y quedaba más serio- con el mismísimo Elvis Presley. Quizá sólo una fantasía más alrededor del rey del rock, pero nadie, hoy en día podría ni afirmarlo ni negarlo con rotundidad.


*El francés Fred Beltran, artista que se ha especializado, entre otras cosas, a carteles de películas alternativos, o más bien, imaginarios, pues los realizó años, incluso décadas después de sus estrenos, no pudo olvidarse de ella, ni de su película más famosa -y que, inexplicablemente, no fue la primera de una larga lista protagonizada, o con papeles secundarios importantes, por Satana-.



*Otro autor, Mike Hoffman, llegó a hacer toda una serie, que salió en forma no sólo de póster, sino también de cartas de colección, que hoy en día se venden en internet por bastante dinero -seguro que más de uno que las compró nunca lo habría esperado-.

  
Las dos cartas más conocidas, aunque hay al menos nueve.


Era tanto el interés de Hoffmann por Satana, que acabó creando un personaje de cómic, totalmente original, "Madame Tarantula", ambientado en un salvaje Oeste futurista, basado en el físico, el supuesto carácter, y la fama de la actriz.

*Y unas cuantas imágenes más, encontradas aquí y allá:

Una revista de cultura alternativa, dedicándole un especial a sus películas.

Un cartel francés de "Faster, Pussycat. Kill! Kill!", donde, sin embargo, no es ella la protagonista.

Otro póster alternativo -y muy posterior a la película-, de Mitch O'Conell, para la exposición dedicada a la actriz "Tura, Tura, Tura!"  -inspirado en la película bélica norteamericano-japonesa "Tora-Tora-Tora"; al fin y al cabo, ella era una norteamericana en parte de origen japonés, así que el título le iba que ni pintado- de 2009, en Chicago.

Y aquí, el cartel de la exposición.


La verdad es que no he podido encontrar el nombre del autor de la ilustración, donde Dean Martin se topa, nada menos, que con Tura Satana y la legendaria Bettie Page. Pero claro, estamos hablando de uno de los miembros de la "Rattpack", junto a Frank Sinatra y compañía. Quemar la noche en compañía de damas insuperables.


Tampoco sé de quien es este dibujo, pero me gustó mucho, así que ya es suficiente.

 "Tura Satana in the violent planet", de Astromonster Zero One. O sea, la reina de las megavixen protagonizando una película de monstruos japonesa, en primer plano de un póster donde podría hacer de las suyas el mismísimo Gotzila. En la cultura popular global, imposible que faltara la versión nipona. (Y sobre quién es el Astromonster en cuestión, pues ni idea, y eso que he buscado, aunque no tengo claro que sea japonés, o un norteamericano "japonizado").

Y aquí, por último, un dibujo muy mono, y atractivo, de Satana y amigas en su peli más famosa, por la ilustradora Stephanie Buscema, y para quien le interese su blog, dejo un aquí.



jueves, 16 de julio de 2015

Alberto Lynch: Descubrimiento -por mi parte- de un injustamente olvidado pintor peruano del siglo XX.

Otro caso de artista recluido en el olvido, tras el paso del tiempo y las modas.


Un poco por casualidad -blogs de arte, de cultura general, historia, o lo que sea- descubrí la existencia de este artista peruano, del que reconozco no haber oído hablar en mi vida. Por lo visto, en el último cuarto del siglo XIX, y principios del siglo XX, fue un pintor no sólo conocido, y seguido, en su país, sino que también logró hacerse un hueco, aunque fuera pequeño, en lo que muy probablemente era una las capitales de la pintura mundial, junto a Londres y quizá Viena: París.
Poco se sabe de su vida privada, de su carácter, o de sus influencias artísticas, más allá de lo que pueda adivinarse estudiando su obra que, por lo demás, no era ni monotemática, ni monoestilística, si es que existe dicha palabra -me temo que no-. Lynch fue aprendiendo, descubriendo y probando, haciendo que, entre sus cuadros, se pueda encontrar, si no un poco de todo, sí una variedad de temas, y un deseo de probar con tal o cual corriente que pudo conocer, en América y Europa. En realidad, por saberse, ni tan siquiera se sabe exactamente ni donde nació, ni cuando murió. Tanto la wikipedia, como el "Diccionario Bénezit" -uno de los más célebres diccionarios de pintores y escultores-, dan por probado -o, al menos, como casi seguro- que nació en la ciudad peruana de Trujillo, en 1851, y que murió en Mónaco, medio retirado -aunque, por lo visto, no del todo-, en 1912. Sin embargo, en diversos libros, en artículos en periódicos o revistas de arte -más o menos actuales, más o menos antiguos- llegaron a afirmar que murió en 1932, o incluso en 1936. Y esto, no deja de ser curioso -y casi, misterioso-, pues Lynch no era un pintor aficionado o semi-desconocido, y resulta como mínimo extraño que se le añadan, por decirlo así, veinte o hasta veinticuatro años más de vida -¡ya le habría gustado a él, el haberlos vivido-, pero sin tener ni idea de lo que fue, ni su existencia, digamos, privada, ni tampoco de su obra que, o paró en seco -o sea, que sí que estuvo retirado, o definitivamente enfermo, hasta el día de su muerte-, o está, más que olvidada, completamente oculta o perdida. Así pues, se puede considerar 1912 como el día de su fallecimiento, mientras no se demuestre lo contrario.

"La carta", que llegó a ser uno de sus retratos más famosos y reconocibles.

"Joven bella con flores". En no pocos retratos, las flores acompañan a las mujeres retratadas, como un elemento más de feminidad y elegancia natural.

"Retrato de una dama elegante", otro de sus cuadros más conocidos. Lynch expuso en la Exposición Universal de 1900, lo que significa que alcanzó una fama y reconocimiento de sus colegas artistas considerable.

Se sabe, eso sí, que se estableció en París en 1878, con unos veintisiete años, después de un periodo de aprendizaje y práctica, y de hacerse un nombre en su país. Se dice que estudió allá en la Escuela de Bellas Artes, y que trabajó en talleres de pintores como el paisajista Henri Lehmann, conocido como un buen retratista de su época -aunque a veces se le describe como paisajista-, o Jules Noël, especializado, este último, en pintar barcos, playas, y ciudades costeras, o Gabriel Ferrier -experto, este, en retratos femeninos, incluidas niñas, y jóvenes de intrincados peinados, y quizá el más interesante de los tres-. Desde 1890 expuso en el Salón de Artistas Franceses, consiguiendo un tercer puesto en ese mismo año, y el primero en 1892, lo que no era poco.
En 1900 pudo participar, como otros artistas extranjeros -si bien él, muy probablemente, fue considerado un "asimilado", como Picasso, Mucha y otros muchos- en la Exposición Universal, donde ganó la medalla de oro, junto al húngaro Philip de László. En 1901, recibió, incluso, el título de oficial de la Legión de Honor. Todo esto resulta cuanto menos curioso, pues alguien que consigue todos esos galardones no puede ser, evidentemente, ni un mediocre, ni alguien que consigue un solitario premio casi por casualidad. Su olvido, pues, no deja de llamar la atención. Quizá, en su país se perdió su recuerdo porque pasó mucho tiempo en el extranjero, y en Francia, porque los artistas patrios, con más nombre, fama y obras universalmente conocidas, dejan en un segundo plano a otros muchos pintores, la mayoría -dudo que sea por chovinismo o xenofobia- franceses, aunque también "inmigrantes artísticos".
Como otros autores de principios de siglo, en que el dibujo, o más bien la ilustración y el cartelismo empezaron a tener cada vez más importancia, él también ilustró libros de varios escritores franceses, y no autores cualquiera: "La dama de las camelias", de Dumas, y "Papá Goriot", de Balzac, o "La Parisienne" de H. Becque.

Una ilustración de Lynch, representando a Juana de Arco, para la revista ilustrada Figaro. El peruano no sólo ilustró libros de autores franceses, clásicos o contemporáneos suyos, sino que también trabajó para revistas de la época, donde las ilustraciones artísticas eran muy habituales.

Una ilustración para "La dama de las camelias", de A. Dumas.

¿Cómo y qué pintaba? Básicamente, pintó acuarela y gouache -la acuarela, ya lo dije en alguna ocasión, empezó a ponerse cada vez más de moda a partir de finales del siglo XIX, y si bien parecía tener buena aceptación sobre todo en Gran Bretaña, en Francia y el resto del continente también tuvo una gran época-, y raramente al óleo, que hasta mediados del XIX, era lo más normal. En las pocas webs en que he podido leer algo de él, siempre se destaca que no pertenecía a un estilo, corriente o escuela pre-determinadas, sino que fue aprendiendo y dejándose influir un poco por todas. Lo mismo hacía retratos -sobretodo de mujeres, bellas pero no tan etéreas como las prerrafaelitas; las suyas eran bonitas, dulces, pero tambien "carnales", reales-, como paisajes. Vivió en el París anterior a la I Guerra Mundial, así que el espíritu de la Belle Époque, de la alegría de vivir y la confianza de un mundo que caminaba unido a la modernidad y la paz -¡qué inocencia!, ¡qué poco faltaba, para que los pueblos descubrieran que todo aquello no era más que un sueño tan bello como etéreo!-, y el estilo reinante en la Francia de la época: el modernismo, o Art Déco, pero también por el llamado Neoacademicismo, o canto de cisne de la pintura académica, que a pesar de su nombre, no dejó nunca de reinventarse.

"Frescas del jardín", en referencia a las flores, junto a damas, jardines inacabables y jarrones enormes. Si es modernismo o neoacademicismo, es difícil de decir. Posiblemente, el ejemplo de la diversidad y mezcla cultural y artística de una época ya finita. Lamentablemente.

"Mujeres tomando el té". Un ejemplo parecido, de escena grupal. Con menos flores, y más vida social. Como casi cualquiera otra de sus obras, no resulta posible -o es difícil, aproximado- saber cuando fueron realmente pintadas, o finalizadas, pero al ser un artista que no vivió demasiado, y haber conseguido fama en una época muy determinada -finales del XIX, primera década del XX-, es fácil imaginar cuando se realizaron unas u otras.

Gran parte de la información la encontré en la wikipedia, pero también muchas imágenes en la web "Pintores latinoamericanos", donde se puede encontrar una larguísima y fascinante lista de docenas de pintores latinoamericanos de todas las épocas.

martes, 14 de julio de 2015

Paradoxografia, o cuando los griegos antiguos escribían sobre países lejanos que sólo conocían de oídas.

O dicho de otro modo: un estilo literario no tan noble y elevado como la tragedia o la poesía, pero que también tenía su público.


Hacía ya un tiempo que no escribía nada, pero la falta de eso mismo, de tiempo, y también un poco de ganas, hizo que tuviera el blog un tanto abandonado.
Pero dejando aparte este pequeño comentario, sin ningún interés por sí mismo, preferiría escribir de un vocablo, y de lo que él significa, que viene a cuento por un artículo que leí en un periódico -no recuerdo cual, la verdad-, que creo que hablaba de política y de políticos -imagino que españoles, o quizá de griegos, o europeos en general, no recuerdo bien; claramente, no estuve muy atento a lo que el artículo de marras decía-, y allá usaba la palabra "paradoxografos", creo que era, así que, milagrosamente, recordando tan curiosa palabra -y digo milagrosamente, porque mi memoria no es que sea gran cosa que digamos, y menos todavía para palabras que he escuchado por primera vez en mi vida- y me pasé un rato buscando por la red, a ver de qué se podía tratar.


Historias sobre países remotos, pueblos extraños, o fenómenos inexplicables o milagrosos, o simplemente todavía poco conocidos.

Como cualquier otra sociedad, los griegos antiguos, incluyendo como tales a los macedonios, y siguiendo con los romanos -que no dejaron de ser, en cierto modo, un pueblo helenizado en muchos sentidos-, existía lo que se llamaría una alta y baja culturas. O sea, una cultura de élites, y otra popular. Al menos, en teoría, pues muchas veces se entrecruzaban, y lo que a los que vivimos estos tiempos nos parece un teatro, una poesía, o una historiografía quizá difíciles de comprender, por una razón tan simple como que se trata de parte de una sociedad que existió al menos veinticinco siglos antes de nuestra época, y que consideramos una cultura elevada, profunda, pero también un tanto abstrusa, oscura, para sus contemporáneos, era algo de lo más común y habitual, eran las obras de teatro que iban a ver siempre que pudieran permitírselo, y la literatura que leía cualquiera que no fuera analfabeto y que tuviera un mínimo interés por las letras. En no pocas ocasiones, incluso, tanto la poesía como la prosa se leía en público, se recitaba, así que hasta los que no tenían la suerte de haber aprendido a leer podían disfrutar de ellas. Pero dejando aparte el detalle de que, muy probablemente, el nivel cultural de una parte importante de la población libre de Atenas, o de otras ciudades griegas, o de Roma o Persia, era mucho mayor de lo que podríamos pensar, es cierto que también existía otro tipo de literatura, más ligera, no especialmente realista, pero tampoco estrictamente fantástica, porque trataba, simplemente, de "lo otro". De países apenas conocidos, de pueblos que podrían ser considerados salvajes no sólo -o no siempre- por su nivel cultural, sino por lo extraño de sus costumbres, o, simplemente, por hechos del pasado -lejano o presente- que no parecían tener explicación, como tampoco parecían tenerla fenómenos naturales o de otro tipo.
A todo eso, que era un totum revolutum, que dijeron sus primos romanos, donde se entremezclaba un poco de todo -desde literatura más que apreciable, a deseos de dar explicaciones más o menos plausibles a fenómenos extraños, pasando por la superchería y el puro cuento- se le dio por llamar paradoxografía. género, o sub-género, que hoy en día podría calificarse de "literatura pulp", o simplemente "de género", pues formaba uno en sí mismo. Se decía que gustaban de leerla, casi de devorarla, tanto los niños y jóvenes, como las chicas que parecían tener, curiosamente, tanto o más interés por las gentes de la legendaria India, o la lejana Iberia, que por relatos de amor y cortejo, así como gentes, en teoría, de poca cultura, así como los llamados "nuevos ricos" -bueno, la expresión no es que se haya dejado de utilizar, precisamente-, que querían demostrar que ellos también eran asiduos lectores. Eso sí, de lo que a ellos les daba la gana. En resumidas cuentas, aunque no pocos supuestos "intelectuales" negaban que leyeran aquella supuesta basura, la paradoxografía tuvo siempre un público lo suficientemente amplio, en Grecia, el mundo helénico y más allá, como para existir durante siglos. Y si, pasado el tiempo, se dejó de usar dicha palabra, más allá, quizá, del Imperio Bizantino -al fin y al cabo, un estado griego, por mucho que sus habitantes siempre le llamaran Imperio Romano-, fue porque adoptó otros nombres y formas. Al fin y al cabo, y salvando mucho las distancias, tanto los libros de caballerías, como los de viajes -escritos, en no pocas ocasiones, por autores que no habían salido de su país, y casi ni de su ciudad-, no dejan de ser deudores y sucesores suyos.
Sobre quienes eran los que escribían todo aquello, no es que hayan quedado ni muchos nombres de autores, ni de obras ni, lamentablemente, partes íntegras -o casi- de ellas. A veces eran auténticos mercenarios literarios, o más bien escritores que sobrevivían como podían, ofreciendo sus obras a editores -porque también los había, en la Antigüedad- que tenían una buena cantidad de copistas, normalmente -aunque no siempre- esclavos, que hacían copias de los textos más populares durante todo el día. Era el problema de una época en que no existía la imprenta, pues, aunque las obras literarias acostumbraban a ser cortas -no eran libros de cientos de páginas, sino, en la práctica, grandes royos de papel que se extendían y enrollaban para ir leyendo su contenido-, no se podían copiar lo que se dice en un momento. Estos textos, por lo demás, parece que eran poco extensos, o más bien debían escribirse, copiarse y "publicarse" -o sea, salir al mercado- por capítulos o partes. Según el éxito, o lo que el autor lograra reunir, averiguar o inventar, así serían de largos, si alguien se molestaba en completar la serie entera. Y parece que sí los hubo, pues en escritos posteriores, se hace referencia a la obra completa de autores más antiguos que el que la comenta, y no siempre, por lo visto, eran simple perorata. Había escritores de calidad, y algunos de ellos debieron ser viajeros o, si no filósofos o sabios, sí gente instruida y curiosa.


Unos cuantos, de estos casi desconocidos, misteriosos, personajes.

La verdad es que pocos nombres han llegado hasta nuestros días. Y en algunos casos, son sólo eso: nombres, pues apenas tenemos más que la lista de sus obras, o poco más. He aquí unos pocos, con la inestimable ayuda de la wikipedia, porque, al menos en español, es difícil encontrar algo más sobre ellos:

Paléfato, sería uno de los más antiguos, pues vivió en el siglo IV a.C, y sería, posiblemente, contemporáneo de Alejandro, o de sus inmediatos sucesores. Escribió "Sobre fenómenos increibles", aunque está tan poco claro la identidad de este autor,que no se sabe bien si se trataba de un solo individuo, de más de uno con el mismo nombre, o que al Paléfato original se le reconocen obras que, muy probablemente, él no escribió. En realidad, su obra es más bien una reconstrucción, pues es posible que lo que se conserva de él sean restos de varias consecutivas y de temática parecida. Se le conoce por una obra, la "Suda", que es una especie de enciclopedia bizantina, donde se puede ver una enorme lista de autores y obras, tanto de autores griegos, helénicos o romanos, paganos o romanos. Algunos de ellos -y de las obras- se conocen solamente gracias a dicha obra, que además está incompleta, así que, a la hora de reconstruir esta parte de la literatura greco-romana -y más aún, la más antigua-, toda investigación es una serie inacabable de puzzles a completar, y donde siempre faltan piezas.

Arato, escribió "Fenómenos" (240 a.C.; debe ser casi la única obra de la que se sabe con casi total exactitud cuando fue escrita). Se trata de un poema -algo raro, en este género- donde intenta explicar fenómenos atmosféricos inusuales, que él considera señales de los dioses. En cierto modo, era algo bastante habitual de la época, ver señales divinas en fenómenos atmosféricos o naturales extraños, sin explicación lógica, o que parecían fuera de lugar o de tiempo -en el momento del año en que transcurrían-. Y además, el acudir a los dioses para explicar lo desconocido, era una fórmula tan vieja como atractiva, a la par que socorrida. Vivía -y se ganaba la vida- en la corte del rey macedonio Antígono II, uno de los sucesores de Alejandro -aunque no por sangre, sino porque su padre se quedó con el pequeño reino helénico a la muerte del conquistador del mundo-, y es considerado el mejor de los autores de paradoxografía. En realidad, siendo poeta, bueno no sólo en la rima, sino en saber usar un lenguaje claramente arcaizande -deseaba imitar a Homero, y a poetas todos anteriores a su época- y en hacer que una poesía en teoría didáctica también pudiera ser épica, le ganó el respeto de los griegos alejandrinos -Alejandría era, en aquella época de reinos helénicos, la mayor ciudad de cultura griega del mundo, como de los romanos, tan admiradores de todo lo griego, que quizá olvidaron un tanto el desarrollar una cultura propia que tuviera más espíritu plenamente romano. También escribió otras obras, entre ellas algunas de contenido médico -no era tan raro, que un poeta con interés por la astronomía, pues de eso trataba en cierto modo "Fenómenos" también se acercara al mundo de la medicina o la anatomía humana-, pero se han perdido, como gran parte de lo que se escribió a lo largo de la Antigüedad.

Antígono de Caristo. Vivió y escribió a lo largo del siglo III a. C. Como la mayoría de los paradoxógrafos, fue hijo de la llamada época helenística, posterior a la división del enorme imperio de Alejandro, que había extendido la lengua y cultura griega -y a los griegos, como pueblo- por gran parte del mundo conocido, y parte también del hasta hacía poco, desconocido. Antígono vivió un tiempo en Atenas -que ya no era lo que fue en tiempos de Pericles, ciertamente, pero aún era un centro de cultura de primer orden, o casi-, para marchar más adelante a la ciudad de Pérgamo, en Asia Menor -la parte más occidental de la Turquía asiática-, capital del reino helenístico del mismo nombre, para ser un protegido del rey Átalo I. Escribió "Vidas de los filósofos", conservándose una parte de esa obra -aunque parece que se basó mucho, tal vez demasiado, en obras de reconocidos autores anteriores, como Diógenes Laercio-, pero sobretodo, destacó por su "Colección de historias maravillosas", que se conservan completas. Aquí parece que, aún siendo hombre culto y viajado, también se basó, principalmente, de obras anteriores, en este caso, nada menos que de Aristóteles, el maestro del mismo Alejandro Magno. Sobre si el Antígono escritor y amigo del rey Atalo I, y el escultor del mismo nombre -parece que aficionado a la escritura; para ser más exacto, a escribir sobre su propia obra escultórica- eran la misma persona, es más que probable que no fuera así, sino que se tratara de personas distintas, pues en aquella época, los griegos no tenían apellidos familiares, y en no pocas ocasiones, resulta fácil encontrar a varios individuos de la misma época que se llamaban igual. Aunque tampoco resulta imposible lo contrario. Tal vez algún descubrimiento próximo de la respuesta a estas dudas.

Flegón de Trales, liberto del emperador Adriano, y que con toda seguridad debió acompañarlo en, al menos, algunos de sus muchos viajes por todo el imperio -aparte de ser perfectamente bilingüe, en griego y en latín-, escribió, en el siglo II de nuestra era -por tanto, ya en época imperial romana- "Libro de las maravillas", donde, él sí, se deja de geografía, zoología o meteorología con algún viso de verosimilitud científica, para entrar directamente a relatar historias de fantasmas -lemures, los llamaban los romanos; en realidad los animales de Madagascar con el mismo nombre lo llevan debido a que, a los primeros europeos que los vieron, les parecieron fantasmas, y optaron por un nombre latino antiguo, que quedaba más realista y culto-, seres como los centauros -que aún en aquellos tiempos, pasada ya la época dorada de la antigua Grecia, eran considerados seres totalmente reales por no poca gente-, hermafroditas -otro ser que llamaba la atención de los antiguos, hombre y mujer, macho y hembra al tiempo-, esqueletos gigantes -que quizá podrían haber sido de dinosaurios u hombres prehistóricos de gran altura; en realidad, durante la Edad Media, y más allá, se siguió considerando huesos de humanos de enorme tamaño los que, en realidad, correspondían a animales, normalmente extinguidos en época inmemorial-, y demás personajes y hechos ya no insólitos, sino que, hoy en día, todavía se incluirían en lo que, de forma genérica, se llamaría "el misterio". Con toda seguridad, Flegón, en nuestro tiempos, se habría ganado bien la vida, hablando de todos estos seres misteriosos, o miembros de la llamada criptozoología -animales que supuestamente existen, pero que nadie puede dar pruebas reales de ello-, y habría escrito más de un libro, si no de éxito, si lo suficientemente bien vendido como para no tener que dedicarse a otros temas. Y ya no digamos, lo que podría dar de sí en televisión o en la red de redes. Flegón era de origen griego -o helénico, que no era exactamente lo mismo-, pero ya formaba parte del nuevo mundo, el de la Roma imperial, cuyo dominio abarcaba no sólo la totalidad de las riberas norte y sur del Mediterráneo, sino mucho más allá. Aparte de su "Libro de las maravillas", que debió poder realizar gracias a lo mucho que debió escuchar y aprender tanto en Roma como en provincias, se le debe una segunda obra -al menos, conocida-: "De los casos de longevidad", donde habla sobre las personas centenarias que él había conocido, si no en persona -al menos, sí a muchos-, de oídas, y donde también se incluyen algunos extractos de oráculos sibilinos. Estos oráculos, en teoría,deberían formar parte del libro de la Sibila de Cumas, la más famosa y legendaria de las adivinas de la Antigüedad, aunque quizá también podrían ser oráculos posteriores, tal vez escritos por judíos helenizados o primeros cristianos, que usaron el personaje de la Sibila para profetizar el nacimiento de Cristo, entre otras cosas -algo no tan difícil, pues al fin y al cabo, profetizaban cosas que ya habían ocurrido-.


El centauro fue un ser mitológico -no exactamente un animal, por tratarse de un "ser pensante", en parte humano- que en su tiempo fue considerado totalmente real, más que Pegaso o el Minotauro, que muchos griegos -y más todavía, los romanos- consideraban personajes de mitos, más que seres que, con toda seguridad, existieron tal como dichas historias los describían.

El hipogrifo -mezcla de caballo y águila-, fue otro animal fantástico, que hasta bien entrada la Edad Media, fue considerado real.

Hubo otros, sin duda. Griegos o semi-griegos, y también romanos, si bien estos últimos, en no pocas ocasiones, eran también griegos, pero o con ciudadanía romana, o, los más antiguos, habitantes de las provincias, y parte de la población de la República y el Imperio Romanos. Por tanto, debían ser bilingües, o fueron publicados por romanos -de nacimiento o adopción- que sí lo fueron. No ha podido llegar hasta la actualidad gran cosa, pues eran obras que, si bien en su momento pudieron ser populares, más adelante, se fueron olvidando -algo parecido a los best-sellers actuales-. Respecto a si el tipo de literatura en cuestión, se fue perdiendo, de eso nada. Se escribieron y publicaron obras parecidas, tanto en el Imperio Bizantino, como el el mundo árabe-musulmán, como en la Europa Medieval. Y en no pocas ocasiones, para dar verosimilitud a los escritos -en ocasiones, reflexiones o estudios de tierras lejanas, o pueblos y animales casi desconocidos; en otras ocasiones, pura fantasía, o auténticas majaderías-, no se dudaba en indicar que estaban basados en tratados y trabajos anteriores, de autores clásicos, y uno de ellos, Aristóteles, era el más reivindicado. En realidad, es dudoso pensar que el sabio griego llegara a escribir no sólo todo lo que realmente se le atribuye, sino lo que se supone que escribió. Los apócrifos considerados "escritos de un pseudo-Aristóteles"- que han ido apareciendo a lo largo de los siglos son ingentes.


Los estados helenísticos, nacidos tras el hundimiento del Imperio Alejandrino. Incluye el estado griego de Bactriana, cuya escisión más sud-oriental daría paso al llamado Imperio Greco-indio -su nombre real, no se conoce; se trata de uno puesto por historiadores posteriores-.

También hubo autores plenamente romanos, que escribieron sobre temas maravillosos o inexplicables, pero total o casi totalmente, se han perdido. Se sabe que Cicerón se interesó  sobre el tema, pero es que Cicerón escribió sobre muchas cosas -aunque, lamentablemente, se ha perdido casi todo-. También Marco Terencio Varrón, amigo de Pompeyo Magno, perdonado por César, que entendió la inteligencia y sabiduría de aquel hombre, que lo nombró director de las primeras bibliotecas públicas de Roma. El más importante de todos, sin embargo, fue posterior a ellos:

Claudio Eliano (siglos II-III), que vivió y escribió en tiempos de Septimio Severo y Heliogábalo, en tiempos ya del Bajo Imperio. Son celebres dos obras suyas: una sería "Sobre la naturaleza de los animales", donde, basándose en conocimientos propios y ajenos -Aristóteles, por ejemplo, que estudió e investigó sobre todo lo imaginable, y cuyo nombre sería usado durante siglos para defender todo tipo de teorías científicas, algunas aberrantes o completamente superadas-, habla largo y tendido sobre costumbres y curiosidades del mundo animal. Aunque pudiera incluir algunos animales mitológicos, en general, sería más bien una obra sobre ciencias naturales, o zoológica. La otra, "Varia historia", o "Historias variadas o diversas" -por traducirlo de alguna forma- es un auténtico cajón de sastre, una miscelánea de todo tipo de temas que dejó perplejo a los historiadores, donde se pueden encontrar anécdotas o resúmenes de la vida de filósofos, poetas, dramaturgos o historiadores griegos -él era romano de nacimiento, origen y cultura, pero prefería todo lo griego, y en griego más o menos arcaico, o arcaizante, escribía; quizá, la Roma de su época no le atraía demasiado-, pero también sobre cualquier otro tema que él consideraba interesante: mapas y planos; ejemplos de buenos y malos gobernantes o héroes; diversidad de costumbres en cuestión de matrimonios, entierros y amoríos y sexo; y hasta consejos de cómo ser un buen pescador de caña -ya se sabía que los romanos sabían usar cañas para pescar, pero no se tenían datos tan exactos de cómo lo hacían-. "Sobre la providencia", y "Manifestaciones divinas" son obras conservadas sólo en parte, gracias a la "Suda", la ya nombrada enciclopedia bizantina, donde se nombran trabajos, pero también se pueden leer extractos bastante amplios de algunas de ellas. En realidad, no se tienen más ejemplos o restos de una y otra, si no fuera por este curioso y amplísimo -e incompleto, lamentablemente- texto bizantino, nada sabríamos de ellas. Respecto a "Cartas de un granjero", se supone que es una forma de hablar sobre las costumbres y la forma de vida del campo, aunque él, parece ser, era hombre de ciudad. En ocasiones decía haber conocido tal o cual región del Imperio, pero en otras ocasiones -ya se dijo más arriba- presumía de no haber salido nunca de Italia. Así que es difícil tener una idea exacta de su biografía. Tal vez viajara, pero poco, y el resto lo dejara a sus conocimientos, conocidos, textos leídos, o simple imaginación. En alguna ocasión, parece haber estado realmente en Grecia, pero cuando se es gobernado por individuos como Septimio Severo, Caracalla, Macrino o Heliogábalo, es lógico que se sueñe con vivir en otro lugar, y también en otros tiempos.


Al contrario que los griegos -que se sepa-, los romanos sí que creían en espíritus de los muertos que deambulaban por viviendas, ruinas u otros edificios, o en bosques o zonas rurales. Los llamaron lemures, y ese nombre acabó bautizando, mucho después, a los proto-simios que habitan la isla de Madagascar, que, de noche, sólo se sabe de ellos por inquietantes ruidos y brillantes ojos.

No habría sido raro que otros autores, como Pitágoras o Arquímedes, pudieran haber escrito algo sobre el tema, pero por el momento, no ha aparecido nada. Y es difícil que aparezcan obras desconocidas de autores de la Antigüedad, pero no hace poco -hace ya tiempo hice una entrada sobre ello- se descubrieron unos versos de la legendaria Safo de Lesbos, la mejor poeta de la Grecia antigua.
Así que nunca se sabe.


jueves, 2 de julio de 2015

Los prerrafaelitas (XXII): Herbert James Draper, entre el prerrafaelismo y el academicismo británico.

Otro caso de artista que, si bien tradicionalmente no se le trata como parte del movimiento, tiene mucho en común con él.


Prerrafaelita en todo, excepto en el nombre.

File:Herbert James Draper.jpgHerbert James Draper (1863/4, no se está seguro-1920) es considerado un artista academicista, o sea, que seguiría los dictados de técnica y estilo de la Art Academy y similares, o bien, un clasicista, en el sentido de que preferiría seguir el camino de la pintura "clásica", sin innovar en exceso. Pero esto sería una verdad a medias. Sí que se vio influido por los autores anteriores a su época, de distinta generación -lo que serían "los clásicos", como Turner o Reynolds-, pero también influyó, y se vio influido, por pintores más o menos de su edad, contemporáneos suyos. Hay que tener en cuenta que todo pintor o escultor que quisiera algo de fama exhibía en todas las salas de arte, o salas cedidas por academias artísticas, que fuera posible, y participar en exposiciones colectivas era de lo más habitual. Evidentemente, habría enfrentamientos y críticas, no siempre objetivas, y en no pocas ocasiones, se podía hablar de artistas enfrentados, a veces más por razones personales que puramente artísticas.
 Pero también, de una u otra forma, los pintores acababan por tener amistad -él era amigo de John William Waterhouse, y la influencia entre ambos, sobretodo en la temática mitológica, es evidente-, o al menos buena relación entre ellos, admiraban el arte de sus contemporáneos, y en ocasiones casi sin darse cuenta, se dejaban influir por uno u otro de ellos, aparte de los que pintaban o aprendían juntos, o los que ejercían de profesores o alumnos de otros, aunque en ocasiones la diferencia de edad no fuera grande. En el caso de H. J. Draper, él fue, más que contemporáneo de los prerrafaelitas, un poco posterior. De todas formas, no pocos miembros o seguidores de la Hermandad tuvieron vidas bastante largas, y pintaron hasta una edad muy avanzada. Fallecido bien entrado el siglo XX, probablemente fue uno de los últimos autores considerados en su conjunto como "clásicos", o academicistas. Grupo en el que, curiosamente, también fueron incluidos no sólo los academicistas propiamente dichos, sino también los prerrafaelitas, neo-clásicos y todo lo que no pudiera ser incluidos en las rompedoras vanguardias. Toda la pintura anterior, casi contemporánea a ellas, o anteriores en varias décadas, de autores vivos o fallecidos, de golpe, parecía quedar anticuada. Y de ahí, a un olvido -según el autor- entre grande y total, o casi, sólo hubo un paso. Quizá un paso grande, pero finalmente, la historia de la pintura volvió página para siempre. En los últimos años, sin embargo, y gracias también a internet, no pocos de ellos van siendo poco a poco recuperados y re-descubiertos Quizá Draper no sea de los demás, pero lo merecería.

"El kelpie" (1913). Una de sus últimas obras. El kelpie, en la mitología celta -y anglosajona, por adopción- era un ser, normalmente de aspecto femenino, que atraía humanos para que se ahogaran en ríos o lagos. No era, por tanto, un ser del que había que fiarse en absoluto.

"Alcíone" (1915), otro personaje de la mitología griega. Según una leyenda, era la esposa de Ceix, un rey de una ciudad de Tesalia, en el norte de Grecia, fronteriza con Macedonia. Al saber que su marido se había ahogado, ella quiso suicidarse lanzándose al mar, pero, finalmente, los dioses se apiadaron, y los transformaron en pájaros: los alcíones, o martines pescadores. Según otro mito, ambos fueron transformados en dichas aves como castigo, al compararse con Zeus y Hera, reyes de los dioses del Olimpo.

File:DrapersTristanIsolde.jpg
"Tristán e Isolda", fue una de las pocas obras que no bebe de la mitología griega, sino de la céltica. Exactamente, de los pueblos celtas de las Islas Británicas: ella de Irlanda, y él de Cornualles.

Su vida personal, o su camino artístico no fue muy distinto a otros contemporáneos suyos. Hijo de un joyero, londinense de familia de clase media, estudió, como muchos otros, en la Royal Academy, para, después, viajar él también a París -el viaje a Italia- y a París -al ser un poco más joven que otros autores, conoció un movimiento artístico parisino, y en general francés, más emocionante y radical-. Tras sus viajes por el continente (1888-1892, si bien parte de este tiempo lo pasó en Gran Bretaña), ganó la medalla de oro de la Royal Academy -que ya se había abierto a nuevos temas; de todas formas, él no dejaba de tener una técnica más clásica, más aceptada por sus miembros. Curiosamente, él tenía buena relación con la academia, pero no fue nunca socio de pleno derecho-. A partir de 1890 trabajó también como ilustrador, algo que hicieron cada vez más pintores, debido a su demanda tanto de periódicos y revistas, como de editoriales -los libros ilustrados eran habituales, y no sólo los infantiles, también novelas o poemarios-. Tras casarse y tener una hija, Yvonne, murió de arteriosclerosis, con cincuenta y seis años, en su casa de Abbey Road, una edad relativamente elevada para la época, pero tampoco tanto. Cabe imaginar, que de haber vivido más, todavía habría sido capaz de haber dado a la posteridad más obras tan bellas como las que fue capaz de pintar.
Respecto a las similitudes a los prerrafaelitas, Draper siempre optó por los temas mitológicos de la Grecia antigua -porque Roma, al fin y al cabo, no dejó de nutrirse de ellos, más que crear de nuevos, más allá de su literatura escrita, como la "Eneida" de Virgilio-. Su mejor época fue la última década del siglo XIX, ganando en 1900 la medalla de oro en la Exposición Universal de París. Pasado el tiempo, cuando los temas mitológicos fueron pasando un poco de moda, así que se dedicó al retrato de encargo, quizá menos atractivo -para los admiradores del arte en su conjunto, al menos-, pero le daba mayor beneficio económico. En realidad, en su época fue un artista famoso y reconocido por público y crítica, si bien, pasado el tiempo -quizá, a partir de 1905-1910, si bien quizá fue, paradójicamente, cuando más pintó-, su fama fue disminuyendo, hasta estar casi olvidado cuando le sobrevino la muerte, todavía relativamente joven.

"La ninfa acuática -o del agua" (1908). Por lo visto, Draper era muy aficionado a los personajes mitológicos acuáticos. Al menos, si tenían forma de mujer. Y desnuda, a ser posible. Sin embargo, a principios del siglo XX, una mujer sin ropa alguna ya no impresionaba ni escandalizaba como décadas atrás.

File:Herbert Draper - The Lament for Icarus - Google Art Project.jpg
"El lamento por Ícaro" (1898) fue, muy probablemente, su obra más conocida. Gracias a ella, ganaría, en 1900, la medalla de oro en la Exposición Universal de París.

File:Herbert James Draper, Oil study for Clyties of the Mist.jpg
"Clitie -o Clitia- de la niebla", hace referencia a una ninfa enamorada, y no correspondida, por Helios, personificación divina del Sol.


"Mares de verano", otra "fantasía acuática" de Draper, que se especializó en colocar a sus personajes a la orilla de mares y ríos, cuando no, directamente, nadando dentro de ellos. Sería, pues, el prerrafaelita que más y mejor trabajó lo que se llamaría "género acuático".