martes, 26 de junio de 2012

 Un prólogo para toda obra.

Supongo que resulta normal intentar explicar el por qué una persona empieza a escribir un blog. Como también resultaría evidente dar una explicación sobre a qué tema en particular querría dedicarlo. 
Bien, eso, como queda dicho, sería lo más normal. Lo lógico y común. Pero a estas alturas de mi vida, un servidor ya no se ve con demasiadas ganas de dar explicaciones a todo. Principalmente, porque, aunque en ocasiones debes hacerte a la idea de recibir una auténtica lluvia de preguntas sobre todo, raramente hay nadie dispuesto a escuchar tus razones. Que, por lo demás, pueden ser razones en singular, pero no llevar "la razón", es particular.
De acuerdo, ¡pues ya está bien! simplemente, me apetecía. Probablemente, pueda participar en un improbable concurso de blogueros vagos y descuidados, que sólo se permiten el fastidiar al prójimo con alguna entrad,a como quién dice, de allá para cuando. Eso, sin contar que, desde este mismo momento, no prometo, precisamente, literatura de la buena. Algo he escrito por ahí, pero no está claro que puedan caer textos especialmente extensos por aquí. En teoría, claro, porque algo si colgaré. Eso, seguro. Que me llamen narcisista, porque más de uno pensará "¿Qué chorrada es esto?" Pues un desahogo, señores -y señoras, desde luego, antes que nadie-, pero me he quedado bien a gusto.

 El gigantesco cañón de Urban, machacando las murallas constantinopolitanas.

Y ahora, ¡que empiece el drama y la acción! ¡La caída de Constantinopla ha llegado!