La ciencia-ficción franco-belga: la literatura (IV). La actualidad; o casi.
La última parte de la literatura en lengua francesa, al menos europea, y con un final abierto, no sea que haya algo más que añadir.
El subencabezado de ahí arriba viene, sobretodo, porque aquí, básicamente, se hablará de dos autores, aunque hay, desde luego, muchos otros, vivos o ya fallecidos, que han ido publicando en los últimos años. No serán los únicos, pero sí no sólo los que más conozco, sino también, tal vez -que me puedo haber equivocado, vamos a ver...- los más importantes o conocidos. Sobretodo el primero, aunque no por su obra escrita propiamente dicha, sino por las múltiples adaptaciones, spin-off, ramificaciones y derivaciones -o como se quiera llamar todo ello- que han ido apareciendo en las últimas décadas. Porque, al fin y al cabo, ¿quién no ha oído hablar, en algún momento, del "Planeta de los Simios"?
Pierre Boulle: la lucha final entre antropoides.
Nacido en Aviñón (1912-1994), con el título de ingeniero bajo el brazo, acabó enamorado de una mujer casada, más tarde separada de su marido, y vuelta con él, hasta que acabó reencontrándose con Bulle en Francia después de la guerra; pero ya habían pasado muchos años, nuestro protagonista por muchas penalidades, y de aquel reencuentro sólo nació una amistad mezclada con un amor platónico. Pierre Boulle tuvo una juventud un tanto difícil, por la sencilla razón de que le tocó vivir la II Guerra Mundial en dicha época de su vida, y una vez que su país se hundió ante la guerra relámpago de los ejércitos alemanes, en teoría podría haber decidido no complicarse demasiado la vida -como sí hicieron durante la ocupación no pocos de sus compatriotas, la verdad sea dicha-, y decidió colaborar con la resistencia francesa -más bien, con la Francia Libre, el estado-régimen democrático alternativo de de Gaulle y sus seguidores-, y "ejerció" -llamémoslo así- de espía en Singapur. Pero el bueno de don Boulle no era un profesional del espionaje, así que fue capturado por los japoneses, e internado en un campo de prisioneros, junto a numerosos militares aliados -la mayoría británicos o de los dominios de Gran Bretaña-, donde hay que reconocer que no soltó prenda; y los japoneses de la época, cuando vestían el uniforme, no resultaban, precisamente, tan simpáticos y aparentemente inofensivos como sus actuales descendientes, ni mucho menos.
Esa época de su vida, donde se vio obligado a trabajar prácticamente como un esclavo, junto a miles de prisioneros occidentales y peones -obligados- de Asia a construir ferrocarriles y puentes en plena selva. Para ser más exacto, uno de los muchos que levantaron los japoneses, le llevó a escribir en 1952, "El puente sobre el río Kway", que si bien no es una obra de CF, sino realista, bélica -o antibelicista, teniendo en cuenta cómo retrata la situación de los vencidos, y la brutalidad de los temporalmente vencedores- y en parte autobiográfica, si bien el oficial que estaba al mando de los cautivos en la vida real, y al contrario del protagonista de la novela, el coronel Nicholson, siempre se negó a colaborar con el enemigo. La novela, que ya de por sí resultaba interesante y consiguió ser un best seller, acabó pasando al cine en 1957 por David Lean, con el mismo título, y consiguió una buena cantidad de oscars, incluyendo el de mejor película, y mejor actor protagonista, el legendario sir Alec Guiness.
Pero no es de esta, o de otras obras -en general, realistas, y en muchas ocasiones bélicas-, de la que se debería hablar aquí, sino de un clásico de la CF, "El planeta de los simios" (1963), con multitud de versiones, ramificaciones y nuevas reboost, series, merchandising, etc.
La historia del planeta de los simios inteligentes, que tienen a la humanidad en parte reducida a la esclavitud, o más bien a la domesticación, y en parte la combaten como fieras que amenazan su civilización -se trataría de la parte no doméstica de la especie- la hemos visto muchas veces, sean en las dos primeras películas, protagonizadas por Charlton Heston, como las tres posteriores -incluída "La rebelión...", donde un simio inteligente viaja a un pasado donde se encuentra con unos humanos dominadores de la Tierra, que lo consideran una simple anomalía biológica, un monstruo a combatir-, la nueva versión de Tim Burton, lo la última, donde se plantea de forma lógica -dentro de la fantasía- el origen del "planeta al revés" del resto de películas.
Una de las muchas ilustraciones -y una de las más artísticas- basadas en la novela de Boulle.
Visión artística del final de "El planeta de los simios".
En general, su obra iba del espionaje al relato de guerra, pero su obra más conocida también fue, sigue siendo, del género de CF, tanto a nivel europeo, como mundial, y su influencia en cine y televisión ha sido enorme, si bien mucha gente piensa que, tras la saga cinematográfica, sólo había un buen guión norteamericano, y no una novela europea que ya tuvo éxito de crítica y ventas por sí misma.
Un par de autores de "Fleuve Noir": Richard Bessiere y Jean Mazarin.
Ahora toca hablar de autores, quizá, menores, o no demasiado recordados fuera de los círculos más expertos, pero que en su momento -y podría hablarse de hasta los años ochenta- eran escritores de modestos -en la forma- superventas -porque, eso sí, vender, vendían; y eso mantenía muy vivo el género-. Gente que trabajó para la editorial "Fleuve Noir", que aún hoy en día no sólo aguanta a pesar de la crisis, sino que es capaz de capear el temporal, precisamente, por ofrecer literatura de fácil consumo y precio bajo.
Aquí van, pues, dos autores -entre otros muchos- que dieron buen nombre a su colección de CF, "Anticipación":
Richard Bessiere: El autor de Béziers (1923-2011, así que falleció hace un par de años; poco le ha faltado para ingresar en la corta lista de autores vivos que salen en esta serie) trabajó casi toda su vida literaria para la editorial del Río Negro, y se hizo famoso por una serie de novelas, conocida como "Los conquistadores del Universo", donde el profesor Bénac, y la modesta tripulación que reúne (tres jóvenes), exploran, más que conquistan, el Sistema Solar gracias a la avanzada -y única- tecnología de la nave Meteoro. Después de leer la primera novela -la conseguí en un mercadillo a uno o dos euros-, uno se da cuenta que Bessiere no es que tenga una formación científica muy sólida, pero, la verdad, tampoco es que la necesite demasiado. Sus civilizaciones en los distintos planetas y -sobretodo- satélites del sistema solar, hasta cierto punto, son plausibles -si una deja volar la imaginación, que no está de más, el hacerlo de vez en cuando-, aunque, en algún momento, cuando intenta dar alguna explicación científica -el funcionamiento de la nave, por ejemplo- uno no sabe bien si es que no tiene ni idea de ciencia, si la forma de enseñarnos el funcionamiento del motor en cuestión es demasiado complicado o, si bien -y lo más seguro- el autor nos empaqueta una explicación tan abstrusa como sin ningún sentido, pero que parece muy profundo, y en paz. Teniendo en cuenta que, aún siendo, más que científica, una serie de aventuras, no deja de ser literatura pulp, aunque sea a la europea, el nivel tampoco es tan bajo, y al final de la serie, opta incluso por cierta autoparodia. Él sabía lo que escribía, y lo que era capaz de hacer, y no nos hace creer lo contrario.
También tuvo, entro otras muchas obras, dos series más: una sobre Dan Seymour, una especie de agente secreto indestructible, pero en versión espacial. La otra compuesta por novelas autoconclusivas -y, normalmente, que no tenían relación directa unas con otras- donde la Tierra, o más bien la humanidad, se enfrentaba a diversas invasiones extraterrestres, pero compuestas no por las típicas flotas de naves espaciales, sino por invasiones más "biológicas": unos seres indescifrables y aparentemente invencibles, cuya única debilidad es el sonido, pues no son capaces de soportar ciertos tipos de ruidos ("Los maestros del silencio", de 1965); parásitos que se apoderan de los cuerpos humanos, adueñándose su voluntad ("Esa luz que venía de la oscuridad", de 1967; la verdad es que se curraba bastante los títulos); la idea de que la Tierra está compuesta por siete esferas -o mundos-, uno dentro del otro, con el infierno -y sus peligros- como el mundo más profundo ("Los siete mundos de Rea", de 1962; esta teoría, por cierto, no era nueva, y había otras, como la Tierra cóncava, o la Tierra hueca, que tuvieron bastantes seguidores en Europa y Norteamérica. Se cree que algunos dirigentes nazis, entre ellos Himmler, llegaron a creer en serio en algunas de esas locas ideas); o la reconquista de la Tierra, por parte de los humanos, a una marabunta de mutantes y nuevos seres mortales, tal como se cuenta en "La legión Alfa", de 1961.
Una versión -más bien modesta- de "Los conquistadores del universo". En el libro que leí, no se habla del vestido de la protagonista femenina, más atrevido que los cómics norteamericanos de la época.
Jean Mazarin: Su nombre real es René-Charles Rey -de origen en parte español, pero nacido en Túnez, de donde tuvo que salir, con casi toda la población europea y judía, al independizarse el país norteafricano; la población musulmana, en su mayoría, no destacó por su tolerancia una vez conseguida la emancipación de la metrópoli-. Aunque gran parte de su extensa obra no era de CF, sino policíaca-costumbrista -las aventuras del detective privado de Niza Frankie "Pat" Puntacavello, y su extensa familia, donde se retrata la vida de los "pied noirs", los occidentales repatriados de los países del norte de África, después de su independencia; algunas novelas de terror-gore, con el sobrenombre de Charles Nécrorian...-, también escribió para el Río Negro algunas historias de género "espacial": "El universo roto" (1985), "¡Vivan los superhombres!" (1980), "Los profetas del apocalipsis" (1983), "El general de las galaxias" (1977)... habría que añadir una enormidad de obras de terror, policíacas o de espionaje que no entrarían en ninguna saga o colección.
En los últimos tiempos siguió escribiendo, por ejemplo, "La historia desviada" (1984), imaginando una guerra fría en un mundo alternativo, donde alemanes y japoneses se dividieron gran parte del planeta después de la II Guerra Mundial, que ganaron, precisamente, al ser los primeros en lanzar bombas atómicas. Las potencias son distintas, pero el peligro de hecatombe nuclear es el mismo. Aquí, como en otras de sus obras, interesan los datos sobre un nuevo pasado -hasta 1989- que explica el futuro alternativo -cinco años después del año en que escribió la novela- tanto o más que la acción en sí misma.
Mazarin ha escrito -a veces con dicho apodo, como Charles Nécrorian, como Emmanuel Erre -novela negra, básicamente-, docenas de obras, casi todas en "Fleuve Noire", pero también con otras, incluídas revistas, como "Mystère Magazine". Conozco, por haberla leído, alguna de sus obras -en su momento, en los 70 y 80, se publicaba en España bastante CF francesa; casi tanta como anglosajona, tal vez porque había más traductores de francés que de inglés-, "El general de las galaxias". Es un relato bastante corto, que te lo puedes leer de una sentada -tal vez 200 páginas, pero en formato pequeño. No es que sea una maravilla, pero sí que resulta interesante la claridad con la que se expone una historia del futuro, donde China acaba gobernando el mundo, creando un estado planetario con su propia dinastía, y que, para evitar enfrentamientos internos, sus últimos gobernantes mandan a su enorme ejército a la conquista de medio universo, y a someter a otras especies. Extinguida la dinastía terrestre, y por elección de los representantes de los distintos mundos -los humanos, en este enorme imperio, son mayoría en cuestiones demográficas, pero no en reparto de votos-, acaba dirigiendo dicho super-estado multiplanetario una dinastía no humana, con los conflictos culturales y políticos que esto plantea. En realidad, más que la historia en sí, es el planteamiento lo que más interesa. A pesar de que ha seguido escribiendo hasta, como quién dice, ayer mismo, Mazarin no es ya conocido o recordado fuera de Francia, pero eso no le niega dos cosas: la enormidad de su obra, y sus más que considerables ventas. Y el hecho de que, a pesar de ello, aunque siempre ha vivido holgadamente, nunca se ha hecho millonario. Ni parece que le haya importad demasiado.
Alain le Bussy, el maestro moderno de la CF belga.
Le Bussy (1947-2010) nació en Lieja, en Bélgica -para ser más exacto, en Valonia, la parte francófona del país-. Al fin y al cabo, si llevo tanto hablando de literatura franco-belga, ya tocaba hablar de algún belga, que no ha salido por aquí ninguno desde Rosny el mayor.
Desde muy joven, con unos catorce años, empezó a publicar artículos y cuentos en el periódico del colegio jesuita de Lieja donde estudió, para publicar después en una revista juvenil, que publicaba tanto relatos, como novelas por entregas -como en los viejos tiempos; al fin y al cabo, se trataban de autores jovencísimos y nóveles, así que, si lograban publicar, ya tenían bastante-, siguió publicando en el boletín de la universidad de su ciudad, que se leía en todas las del país, y acabó formando su propio fanzine -que lejos queda eso, lo de los fanzines, que me sonaban bastante, cuando todavía era un crío, o casi-: Xuensè.
Como los demás ya descritos, le Bussy también publicó, y mucho, en "Fleuve Noir", dedicándose, básicamente, a las sagas o ciclos; series de varias novelas, donde la CF, el terror o la fantasía se aúnan, pues como otros francófonos, le Bussy no era amante de la CF "dura", o "hard".
Las series más importantes, que representan gran parte de su obra, serían las de "Aqualia", "Chatinika", "El Sol Loco", y "El ciclo de Yorg". Esta última serie es realmente larga, y los últimos títulos fueron publicados por una nacienta editorial dedicada, básicamente, a la CF: "Edicions Eon".
Además, consiguió numerosos premios; desde el Rosny Aîné en 1993 -el máximo galardón de la literatura francófona para escritores del género, por "Deltas", la quinta parte de un total de siete de la serie de "Aqualia"-, hasta el "Séptimo continente", de la ya extinta revista "Imagine", del Quebec -o sea, la América francófona-.
Imagen que sirvió de portada a "La marca" una de sus mejores obras en fantasía.
En 2010 moriría de un ataque cardíaco, después de haber escrito más de doscientas obras -de ellas, cerca de cien novelas, de CF, misterio, terror, fantasía, literatura adolescente...; en ocasiones, utilizaba los seudónimos Michael Eden e Igor Kalkoff-. De ahí la frase que le inmortalizó: "El hombre que escribe más rápido que su propia sombra".
Un poco más, antes de acabar.
Antes de finalizar la entrada, y toda la serie sobre la literatura de CF franco-belga -quizá no francófona en su conjunto, porque olvidé el Quebec-, podría redondear hablando de algunos personajes. El primero sería Pierre Versins (1923-2001; nacido y fallecido en Aviñón), o André Chamson, su nombre real. Versins no era novelista, ni crítico. Era un fan, pero un fan extraordinario. Recorrió mercadillos y tiendas de primera y segunda mano, recogiendo material de todo tipo del género de la CF, fundando la asociación Futopía, con seguidores casi tan incondicionales como él mismo. Poco a poco, sus libros, carteles de cine, cómics, revistas, etc., no le cabían en su casa. Consigue que su creciente colección sea exhibida en Berna (Suiza), y después en el Museo de Artes Decorativas de París, paro acaban volviendo a su casa, donde construye estanterías para todo aquel creciente material. Conocido por el mismo Ackerman, el ejemplo de máximo experto y fan de CF de Estados Unidos, compra una granja en el pueblo de Robray, donde instala su enorme colección. En total, unos 40.000 libros, y 20.000 documentos y objetos con alguna relación con la CF. Escribió en revistas, y fundó fanzines -el primero, en 1957, siendo uno de los primeros en Europa-. Este museo sobrevivió a su creador, con el nombre de "La casa de otros lugares", en la población suiza de Yverdon-les-Bains, que ha ido creciendo con numerosas y continuas donaciones, tanto de autores famosos, coleccionistas que no saben a quién donar todo lo que han ido recogiendo a lo largo de su vida, como de gente anónima.
Una sala de "La casa de otros lugares", dedicada a Jules Verne.
Para quién le interese más información -o si se pasase por Suiza, y le coja cerca- aquí dejo un enlace de su página oficial.
También hablar de, al menos, tres revistas -no colecciones, sino publicaciones especializadas-: "CyberDreams", "Bifrost", y "Galaxies". En el caso de "Galaxies" -nada de ver con "Galaxy", la legendaria y desaparecida revista norteamericana, excepto por su interés por la CF- se puede decir que su punto de vista a la hora de buscar material ha cambiado un poco. Aquí, dos portadas, la primera más antigua:
Se supone que, con el paso del tiempo, las ventas aumentaron, pero el contenido varió bastante.
Mientras que "Bifrost" sigue siendo un clásico -de estilo moderno, eso sí- para los numerosos seguidores del género en el país vecino:
Para quién pueda interesarle -y, tal vez, intentar comprar por correo electrónico algún número-, dejo aquí también el enlace de la editorial, "El Belial", que la publica.
También podría hablarse un poco de Christine Renard (1929-1979), una de las pocas mujeres que consiguió renombre en la CF francófona, llegando a conseguir el Rosny Ainé, por "La noche de los albinos". Sin embargo su carrera literaria se vio interrumpida por un cáncer, no llegando a ver publicada la novela que le otorgaría un espacio en la CF francesa, al ser publicada de forma póstuma, y dejando a sus lectores con la duda de a donde habría llegado, pues pasó de ser escritora, básicamente, de relatos -que acostumbraban a publicarse en no pocas recopilaciones- a novela -la ya nombrada, o "Delta". A pesar de su corta obra, sigue siendo la gran dama de la CF francesa, quizá por la escasez de escritoras entre tanto hombre.
Bien, y por el momento, ya está bien. Quizá este par de entradas han sido un poco sosas, por no haber encontrado suficientes fotos o ilustraciones interesantes, o por falta de tiempo. Ahora mismo, son las tantas de la noche, así que corto por hoy, y hasta la próxima. Que en qué consistirán las próximas entradas, todavía no estoy seguro. Tal vez haya un par de escritoras, o alguna actriz con no mucho arte interpretativo, pero no poca personalidad -o como se le quiera llamar-. O algo distinto, ya se verá.
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