sábado, 4 de mayo de 2013

Una charla sobre una ruta por Tokio, sin moverme de mi ciudad.

Mi más que modesta participación en el Ciclo de Conferencias sobre Japón en Reus, mi ciudad.


Nunca he hablado aquí sobre mí mismo, ni sobre mi vida o experiencias. Evidentemente, cualquier blog, en mayor o menor medida, también indica algo sobre los gustos o intereses de la persona -o personas, porque a veces son más de una- que lo escribe. Por un lado, te gusta escribir para ti mismo, pero por otro, tienes presente que, aunque no tengas mucho éxito de público, por llamarlo de algún modo, siempre habrá alguien al otro lado de una pantalla que leerá lo que tu has escrito. Lo que se ha escrito a sí mismo pero también, lo quiera reconocer o no, ha escrito para cualquier otro que quiera echar una mirada a todo lo que se te ha ocurrido introducir.
Bueno, pues, aunque yo siempre he considerado que mi vida no tiene gran cosa de interesante o llamativa, y, sea por la razón que sea, no me agrada hablar de ella, no he podido evitar -no siempre uno va a practicar la modestia, venga esta al caso o no- comentar una pequeña experiencia que tuve el último sábado del ya pasado mes de abril -día, por lo demás, que empezó bastante mal, con una lluvia que duró todo el día, y un viento, muy habitual en mi ciudad, que amenazaba con romperme el paraguas y ponerme de una mala leche que no era el mejor estado emocional para charlas, precisamente-. De vez en cuando voy a clases de japonés -o a charlas, pues no son de pago, ni algo reglado, sino simplemente una aproximación al idioma- de una asociación cultural reusense llamada Amakuni. Allá me enteré de que se iban a realizar una serie de charlas sobre Japón, los últimos viernes y sábados de abril, y yo decidí exponer un trabajo sobre una ruta imaginaria, por medio de una agencia de viajes también de pura imaginación, por Tokio y Yokohama, que tuve que realizar para un curso de turismo que realizo todas las mañanas, desde hace ya meses. 
Pero claro, no es lo mismo exponerlo en una clase, delante de un profesor y unos compañeros que ya conoces, y con los que hay suficiente confianza como para decir que no conozco determinada respuesta para alguna de sus preguntas -aunque, en su momento, me hicieron bastantes, y salí bastante airoso de todas ellas- como hacerlo en una sala nada informal, con sus asientos de madera, su estrado, micrófonos, pantalla para Power Point -que, por cierto, era bastante corto, pero aún así, me quedé por enseñar en su totalidad-, y todo lo que correspondería a un acto, digamos oficial y serio.
Y reconozco que me podría haber salido mejor. Estuve nervioso, aunque parece que no se notó demasiado, no me acerqué lo que resultaba adecuado al micrófono, tal vez me puse demasiado cómodo en la silla, y en alguna ocasión, temí quedarme en blanco. Aparte de que, aunque no llegó a durar media hora -tal vez se alargó más de lo que pensaba-, no tenía en mis apuntes los suficientes datos necesarios como para que resultara todo lo profesional que yo habría querido. 
De todas formas, creo que tampoco salió tan mal. Era el único que no era profesional de nada -los había que eran profesores de universidad, gente que presentaba por segunda o tercera vez sus ponencias o tesis, directores de una revista, de una asociación gastronómica...-, y era mi primera vez. Y, la verdad, a pesar del mal rato inicial, nunca está de más intentar cosas nuevas. De todo se aprende, e imagino que, si tuviera que volver a hacer algo parecido, habría aprendido bien de mis errores o debilidades, porque, lejos de no querer admitirlos, los tengo bien presentes.


Bien, pues después de esta pequeña entrada de autobombo, una nueva entrada, aunque no sé muy bien qué es lo que tocaría ahora. ¿Acabar con la CF francesa y belga en literatura? Tal vez. Probablemente, si sigo con el tema, entraría en el emocionante pero complicado mundo del cómic. Lo de complicado, porque la cantidad de obras y autores sería enorme, y tendría que elegir. E, incluso, sin desear hacer elección, con toda seguridad me dejaría algún clásico o, al menos, algunas obras a tener en cuenta. Eso, si no prefiero realizar algún monográfico sobre ciertos autores. Moebius, por ejemplo, merecería uno por sí solo.

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