viernes, 24 de febrero de 2017

Las Híades, hermanas de las Pléyades. ¿Morir de amor fraternal?

Los cielos están llenos de antiguas deidades femeninas, en ocasiones grupos de hermanas de origen poco claro.


Las Híades, musas de la lluvia, y su hermano Hiante.

Hace ya tiempo -ahora mismo, me parece casi una eternidad-, hablé de las Pléyades, hijas del titán de segunda generación Atlas, y de la oceánide Pléyone -o Pleíone-, que en la práctica, también era una titánide -titán mujer- hija de los titanes pricipales y de primera generación -su padre fue Océano, y su madre Tetis-. Resulta claro que, incluso estos dioses "secundarios" -titanes, titánides, oceánides originales, deidades menores consideradas primeras y principales ninfas- forman una familia tan grande, que resulta difícil no confundirse sin la ayuda de un árbol genealógico.
Pues bien, parece que Atlas y Pléyone no sólo tuvieron a la siete Pléyades -que no está claro si fueron septillizas, o nacieron en un breve plazo de tiempo; breve para dioses eternos, se entiende-, sino también a otro grupo de hermanas, las ocho Híades, además de las ¿tres? Hespérides, y la solitaria y fascinante Calipso, amante de Ulises/Odiseo, y que por su poder, más que una ninfa, casi podría considerársele como una diosa menor. 
Y además de esta enorme descendencia femenina -diecinueve hijas, por lo menos-, también existió un hijo varón: Hiante, o Hyas.
Sin embargo, la importancia de Hiante en la mitología es mínimo. Se podría decir que existe solamente como una especie de compañero, responsable masculino, protector y vigilante de las Híades. Algo un tanto curioso, pues si bien la sociedad griega antigua fue muy machista y patriarcal, no fueron pocas las diosas, ninfas, deidades menores -una especie de "pequeñas diosas", como las tres Gracias-, o seres femeninos como las sirenas, y ya no digamos las amazonas, que al menos en principio, fueron mujeres mortales.
En principio, las Híades debieron nacer, de golpe o en poco tiempo, en aquellos lejanos tiempos que luego se llamaron "la Edad de Oro", en que existió una primera humanidad -o algo parecido- que se extinguió tras la terrible guerra entre los Titanes y los dioses Olímpicos -ayudados por algunos de estos mismos Titanes, aparte de algunos "neutrales", como Océano y Tetis-, y serían conocidas como las diosas, más tarde ninfas, de la lluvia. Pero mucho tiempo después, se cuenta -unos mitógrafos, poetas o aedos sí, otros no- serían también las encargadas, junto a las Pléyades -o al menos algunas de ellas-, y tal vez otras ninfas -que por lo visto, acabaron siendo legión- de cuidar de Dioniso, el Baco romano, el último de los dioses Olímpicos en nacer, pues lo hizo ya en una época, digamos, tardía, y era nieto de Cadmo -el fenicio que fundó Tebas, aunque muy probablemente con otro nombre, y sobre, o cerca, de alguna pequeña población anterior a su capital- y Harmonía, la hija humana, o transformada en mortal, de Afrodita y Ares -la "escondieron" en el mundo de los humanos para evitar la furia de Hefesto, el esposo de Afrodita-.

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Las Híades, junto a las Pléyades -y probablemente, otras ninfas- cuidaron de Dioniso, el hizo de Zeus con la humana Sémele, hija de Cadmo y Harmonía. Y esta era, al tiempo, hija de Afrodita y Hades. Por tanto, Zeus tuvo un hijo con su biznieta mortal. Pero claro, Zeus era así, y cuando se encaprichaba de una mujer, le daba lo mismo quien fuera.

Pero las Híades, además de como diosecillas, o ninfas de primera categoría, también son conocidas, hoy en día -y ya no digamos en el pasado- como una constelación de estrellas, no muy lejos de las Pléyades, donde también se encuentran Atlas y Pléyone. ¿Cómo llegaron allá arriba? Este proceso de catasterismo, que es la transformación de unos seres -mortales o divinos-, o parte de ellos -la cabellera de Berenice, de la que también escribí hace tiempo- pudo venir por dos razones:
Una, quizá la más antigua, es donde participa Hiante, que en sus tiempos libres, cuando no vigilaba y cuidaba de sus hermanas, hacedoras de lluvias bienhechoras, cazaba fieras. Y un dia tonto, cuando intentaba cazar, según unos un cachorro de león, según otros una serpiente, acabó muerto, bien por la mamá leona, bien por el reptil, que no era una culebra, no, sino una serpiente de grn tamaño y fuerza, casi como la Pitón que liquidó en su momento Apolo -que según versiones, más bien parece un primitivo dragón-. Lo suficientemente fuertes, una u otra, como para matar a un seer divino, un pequeño dios, que por lo visto, podía ser inmortal, pero sólo en caso de no encontrar algo o alguien con fuerza suficiente para acabar con él -una inmortalidad un poco discutible, por decirlo así-. Las Híades, que al fin y al cabo eran sus hermanas, y lo querían muy mucho, no soportaron la muerte de su hermano, así que lloraron y lloraron -más que lluvias, fueron tormentas e inundaciones, lo que debieron provocar-, y acabaron muriendo por amor fraternal. Zeus se apiadó de ellas -la verdad es que podría haberlo hecho antes de que murieran, pero claro, no dejaban de ser las hijas de un enemigo vencido, Atlas, e hijas y hermanas de exiliadas no siempre con un lugar donde poder vivir en paz: Pléyone y las Pléyades-, así que, aunque físicamente desaparecieran de la Tierra -o de algún tipo de mundo paralelo donde ellas vivían-, sus espíritus debían ir camino al Hades, el reino del oscuro y silencioso dios del inframundo, del mismo nombre, y decidió elevarlas a los cielos, donde formarían, como más adelante el resto de su familia, una nueva constelación, donde, es de suponer, se encontrarían a su hermano y protector -¿o controlador y vigilante?, Hiante, o Hyas.

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Las Híades participaron en una leyenda, en la que Alcmena, madre de Hércules/Heracles, es salvada de morir quemada en una pira, por orden de su marido, Anfitrión -al saber que estaba embarazada, y no de él-, gracias a la lluvia provocada por las hermanas, por orden de Zeus, padre del héroe. Que salvaran a Hércules y a su madre hace pensar que, en principio, las Híades o fueron transformadas en estrellas -un caso más, tan habitual, de metamorfosis en los mitos griegos- hasta una época bien avanzada. Hércules pertenecía a la generación anterior a los héroes -al menos, a los más jóvenes- que participaron en la guerra de Troya.

La segunda versión es menos triste, pero también no muy clara: agradecido Zeus por el cuidado que tuvieron las Híades de su hijo Dioniso, las transformó, también, en estrellas. Pero en este caso, que se sepa, no fallecieron, así que acabaron en la bóveda celeste, en apariencia, como estrellas -para los griegos de la época, las estrellas no eran astros, sino simples puntos de luz en el cielo-, pero tras aquellas pequeñas luces en la oscuridad de la noche, se encontrarían las jóvenes, eternas y vivas, muy vivas. En este caso, parece que Hiante no aparece -de ahí su insignificancia en los mitos-, y las Híadas, libres del hermano mortal, pasan a ser unas ninfas de vida, o eterna, o, en caso de no haber subido a los cielos, larguísima. Imagino que lo primero, porque por lo visto, había ninfas y ninfas.
Respecto a su número y nombre, lo más habitual es suponer que fueron ocho, aunque en época temprana, fueron tres, y tardíamente, hasta quince. Al contrario que las Pléyades, el nombre de las Híades no tiene importancia, porque, por decirlo así, no tienen ni personalidad, ni vida propias. Siempre se habla de ellas en grupo, sin que ninguna aparezca como hermana mayor, como líder, o destacando por nada en particular.
Lo que pienso, personalmente, es que la Hiades, con o sin hermano -dudo de que tuviera siempre un sitio en el mito original-, como sus hermanas las Pléyades, y la madre de todas elas, Pléyone, eran la familia de un derrotado en la guerra de la Titanomaquia, y Zeus tardó algo en encontrarles sitio en su nuevo orden. Mientras que las Pléyades tuvieron relación con dioses o humanos, y fueron más conocidas, y tuvieron lo que podría decirse "personalidad propia", las Híades eran un grupo de diosas menores, o ninfas principales, encargadas de la lluvia. En realidad, el que todas ellas estuvieran en el cielo, en forma de estrellas -como también su madre, y su padre Atlas, y Hiante, en caso de haber existido realmente- no tenía por qué impedirles el seguir vivas, y conservandon su identidad, en el mundo paralelo de los dioses, e incluso, intervenir -sobretodo los Híades, que para eso eran ninfas de la lluvia- en el devenir de los mortales.
Sus nombres fueron, según la mayoría de las fuentes: Fésile, Cleeía, Corónide -no confundir con otra Corónide, amante mortal de Apolo, y madre de Asclepio/Esculapio, dios de la medicina-, Eudora, Ambrosia, Feo, Polixo, y Dione.
El poeta romántico británico Tennyson las recuerda, en la boca de Ulises, en su inacabable vagar por los mares.

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La Híades y las Pléyades, dos grupos de hermanas en los cielos, muy cerca unas de otras. La estrella principal de las Híades es Aldebarán, que destaca sobre todas las demás.


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