martes, 18 de febrero de 2014

Gente de mi ciudad ( I ): Josep Tapiró, el algo más que "el amigo de Fortuny".

Una entrada sobre uno de los pintores de Reus, mi ciudad, apenas conocido fuera de ella.


He escrito sobre novelistas, poetas y artistas de diversos países y épocas, pero me he dado cuenta de que no he dedicado entrada alguna sobre algún reusense, como si nunca hubiera nacido nadie que mereciera ser recordado, aunque fuera en un blog tan modesto como éste -eso sí, perteneciente a un natural de dicha ciudad-. Así que pensé que podría empezar por Josep Tapiró, un pintor que todavía tiene -hasta finales de mayo de este año- una exposición en el único museo propiamente dicho que nos queda en Reus. Supongo que cualquiera que la conozca, dirá que por qué no le dedico un espacio a los tres hijos más ilustres de ésta: el arquitecto Antoni Gaudí, el político y militar Joan Prim -el famoso general de la plaza del mismo nombre, conocido a veces como "el del caballo y el sable", y el también pintor Marià -o Mariano, pues en no pocas ocasiones castellanizó su nombre, forma por la que también es conocido- Fortuny.
Probablemente, la razón por la que no hablo, en primer lugar, de Gaudí, es, precisamente, por tratarse de un artista tan extraordinario como universal y conocido. No es que merezca un post, sino todo un blog o una web para él solito. No significa que no vaya a hablar, más adelante, de él o de su obra -o de una parte de ella, por lo menos-, pero creo que el personaje, hasta cierto punto, me viene grande. Respecto a Prim, tiene su importancia en la intrincada historia política de la España del siglo XIX -llamado, no sin razón "el siglo loco"; más tarde vendría el XX, que sería más loco y cruel todavía-, que está entre el sainete, la ópera bufa, y la tragedia muy mediterránea. Realmente, para cualquiera que no sea español, puede resultar un tanto difícil, entender toda aquella época -a mí también me resultó un poco, y eso que me interesaba, y que se me da bien el comprender este tipo de madejas político-militares-, así que mejor, por el momento, dejarlo en paz. Por ahora. Respecto a Fortuny, y a su hijo -residente en Venecia, donde todavía se conserva un palacio con su nombre, y artista polifacético- sí que podrían tener su espacio, pero más adelante.
Así pues, empiezo por este buen hombre, que en su época no sólo se hizo un nombre en el mundo del arte, sino que llegó a tener su mercado incluso en Gran Bretaña e Italia. Un artista hasta cierto punto internacional, aunque en su  patria chica poco o nada se sepa de ello. Realmente, me he tenido que informar más en los folletos y demás información que conseguí en la exposición, o en datos aparecidos en periódicos, que en la misma red -y ya no digamos en libros, pues muy poco se ha escrito sobre él-.


Vida y obra de Josep Tapiró, ejemplo del "orientalismo", tan en boga en la Europa del XIX.

JosepTapiró i Baró nació en Reus en 1836 -en la calle Llovera, que sería el centro del Reus de la época; y de esta también-, y murió en la ciudad de Tánger, en Marruecos, en 1913 -vivió unos setenta y siete años, bastante más que su amigo y casi vecino Fortuny-. No falleció en la población norteafricana por casualidad, pues hacía ya años que vivía y trabajaba allá. Algo, por lo demás, nada extraño, pues no pocos artistas europeos se instalaron allá hasta bien entrado el siglo XX.

Tapiró en su estudio de Tánger, donde posaron para él tantos habitantes de la ciudad.

Como hijo de lo que sería la clase media urbana, en parte comercial, en parte formada por obreros especializados, técnicos y artesanos más o menos especializados, formaba parte de un grupo social que, además de en sus negocios u oficios, también sentía interés por el arte y la cultura, tanto la propia -y aquí no sólo cabría hablar de Cataluña, sino de España en general, porque aunque empezaba a nacer cierta identidad nacional, no existía, como se podría creer, un movimiento o deseo separatista; o al manos, nada claro o político- como la foránea. Sobretodo, Francia y el Reino Unido. Se inició en la pintura con el pintor reusense Domènec Soberano -con obras de aprendizaje, empezando con retratar a sus propios padres-, donde conoció al que más tarde sería su amigo Fortuny, dos años más joven que él, pero que ya apuntaba maneras. Juntos marcharon a Barcelona, a realizar estudios artísticos en la Escola Llotja -donde conocieron lo que era vivir en la gran ciudad, y además, Tapiró salvó la vida a su amigo de morir ahogado en los muelles de la ciudad condal; al buen hombre, joven atolondrado en aquella época, se le ocurrió sumergirse allá sin saber apenas nadar-, y desde 1858, a Madrid. Allá se matricularon en la Escuela Superior de Pintura y Grabado, y asistieron, al mismo tiempo, a la academia particular de Federico Madrazo, uno de los mejores pintores españoles de la época. Ambos aprendieron mucho allá, pero Fortuny, además, se casó con la hija del maestro, así que salió aprendido y emparejado al tiempo.

"Joven italiana", uno de los primeros trabajos importantes -primeros, no iniciales, y tampoco escasos, pues pintó muchísimo en Roma, aunque gran parte de su obra, comprada por turistas, está dispersa y en parte, incluso es desconocida.

"Niños bajo el porche"; otra obra de su etapa italiana.

Uno de los tres retratos que hizo de uno de los cardenales residentes en Roma -donde se encuentra el Vaticano-. Era habitual en la época el pintar religiosos, y más si eran altos cargos.

Ambos marcharon, en 1862, a Roma -tras visitar Florencia, Nápoles, y recorrer media Italia-, donde compartieron amigos, gustos pictóricos, y una carrera modesta pero muy prolífica: él, en particular, se dedicó a pintar a los habitantes tanto de la ciudad -una obra costumbrista, por tanto-, como de las zonas rurales cercanas. Lo hizo en forma de postales, de pinturas de recuerdo, que compraron, además de los italianos y de algún español que pasaba por allí, sobretodo, los británicos, que en aquella época visitaban siempre que podían -y si se lo podían permitir, claro está- tanto Italia como Grecia. Consideradas una y otra como las dos cunas de la cultura occidental, redescubierto su arte tanto por arqueólogos, como por historiadores y artistas, ricos y clases medias se paseaban por aquellas decadentes pero fascinantes ciudades mediterráneas -como también hacían, en menor medida, por Estambul y Oriente Próximo- siempre que les resultara posible. Además, Tapiró era muy bueno no sólo retratando a los italianos, y las plazas, calles y pueblos por donde se movían, sino también lo hacía en forma de acuarela, que era un tipo de pintura que resultaba especialmente atractivo a los victorianos de la época, y más, si cabe, si el autor era especialmente detallista, su obra gozaba de gran colorido, y tenía cierto aire -hasta cierto punto- étnico. De aquella época son obras como "La visita del cardenal" -lo de pintar religiosos, era bastante habitual en la Italia de la época, tanto para pintores autóctonos como extranjeros- o "Una aldeana romana".
Poco a poco, sus obras, compradas por estos primeros turistas, le ayudan, casi sin darse él mismo cuenta, a hacerse cierto nombre entre marchantes y expositores, y entre descubridores de nuevos autores, en Londres y otras poblaciones británicas, así que, en poco tiempo, y debido también a lo prolífico de su obra -no se sabe, realmente, cuantas llegó a pintar, pues la mayoría están en manos de particulares, que no siempre desean sacarlas a la luz-, consiguió hacerse un hueco en un mercado grande y creciente, pero también competitivo y difícil para los extranjeros.

La "Novia bereber", adquirida hace muy poco por el MNAC de Barcelona.


                                        José Tapiro y Baro (español, 1830-1913)

"Grupo de moros armados detrás de una muralla", y "Un atrio oriental", o cómo conocer el Marruecos del siglo XIX. Después de la independencia de España y Francia, y la unión de los dos dominios europeos, más la ciudad libre de Tánger, en un solo estado, bajo el gobierno -y el dominio- de los reyes alauitas, el pasado occidental se ha ido desvaneciendo -y olvidando, y casi arrinconando- con el paso de los años. Y el islamismo rampante, muy cargado de xenofobia, ha ayudado también a ello. Una cosa era la prepotencia colonial, y las guerras de conquista, y otra bien distinta el arte.

En 1871, su vida, tanto desde un punto personal como profesional, iba a cambiar a raíz de un viaje que hizo, como no, en compañía de su amigo Fortuny al norte de África. Se había reencontrado con él tras retornar temporalmente a España -primero a Reus, a ver a su familia; más tarde a Madrid; y por último en Granada, donde se reunió con Fortuny-, e iniciaron un viaje a Tánger y Tetuán. En 1873-4 logró exponer en Roma, pero ese mismo 1874 fue muy aciago para él, pues su amigo moriría en dicha ciudad de forma repentina.
Tras participar en una recolecta para que Reus le dedique a su amigo de toda la vida un monumento en su honor, decide marchar a Tánger, donde decide comprar una casa en la famosa plaza de la Fuente Nueva, y se establece allá para siempre, pues esa sería, a partir de 1877, el lugar donde trabajaría, y donde abandonaría la temática italiana y religiosa -católica, se entiende- para zambullirse definitivamente en el orientalismo, que, lejos de espantar a sus viejos clientes, le haría ganar nuevos. También aquí sería prolífico, aunque menos, pues muchas de sus obras serían de mayor tamaño y dificultad. Y como en los casos anteriores, sigue sin saberse cuantos cuadros llegó a pintar.

"El santón Darcawi", de 1880, también llamado -más en Mauritania o Mali- morabito, una especie de religioso mendicante y al mismo tiempo sabio, o de eremita, pero en su versión musulmana.

Respecto a las obras que salen de su pincel, hoy en día se podrían considerar casi antropológicas, porque, además de fascinantes y exóticas, no dejan de ser también muy realistas. Testigos de un mundo ya desaparecido, y que, a falta de fotografías, sólo puede ser conocido -o insinuado, dado por supuesto- gracias a la obra de estos auténticos exploradores de imágenes llegados de Europa. Obras de esta época, entre otras, serían "Preparativos de la boda de la hija del cherif -o cheic- en Tánger", "Vendedor de cuscús", "El santón Darcawi", "Parache el bailarín", "Novia bereber -o mora, que no era usado como expresión despectiva o racista, sino como algo muy común-", o "Grupo de moros armados detrás de una muralla".

"Preparativos de la boda de la hija del cheic en Tánger", una de las más coloridas y fascinantes, pero también realistas -parece que, en más de una ocasión, Tapiró se disfrazó de musulmán, incluso de mujer, nikab o velo en la cara incluido, para ser testigo de lo que, en caso de presentarse como occidental, muy probablemente no podría haber visto de cerca.

Es a partir de esa época de donde viene su fama internacional, pues expondrá en París; más tarde en Londres, donde se instalará temporalmente en un pequeño apartamento de Golden Square, venderá su obra en galerias de la zona de Picadilly Circus, e incluso llegará a conocer en persona al príncipe e Gales. En 1883, participará en la XIX Exposición Anual de Aquarelistas Británicos y Extranjeros, organizada por la Thomas McLean's Gallery de Londres y en la que, a pesar de su nombre, los autores de otros países no eran, precisamente, muy numerosos.

Tanger en 1900, aproximadamente, tal como lo debió vivir Josep Tapiró.  La fiesta es la procesión de los isawas, ya desaparecida, y que Tapiró retrató en uno de sus cuadros.

El zoco grande, un día de mercado. Las dos fotos son del blog "Tánger en 1900".

No se casa hasta 1886 -con cincuenta años; no parecía tener mucha prisa, en tener pareja-, y expone y consigue premios y logra exponer en Barcelona, en Madrid -donde logra vender dos cuadros al museo del Prado, donde actualmente están expuestos: "Parache el bailarín", y "El santón Darcawi"-, en su ciudad, e incluso en Buenos Aires.
Un año después de este viaje a través del océano, fallecerá en su casa de Tánger de una insuficiencia respiratoria, siendo enterrado en esta ciudad. Hasta 1947, sus restos no serán trasladados, de forma ya definitiva, al cementerio de Reus.




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