Los prerrafaelitas (LIV):Temas y personajes (y 6.-). La mitología griega, más alla de "La Odisea".
Los mitos y leyendas griegas, una de las bases de la ética y la cultura occidentales, influyeron sobremanera en los prerrafaelitas.
Dioses, semidioses, mortales heroicos o víctimas, deidades menores y monstruos...
Sin duda, los prerrafaelitas, tan amantes no sólo de colores o de la naturaleza, sino también de la fantasía en todas sus caras y alternativas, por pura lógica tuvieron que verse influidos por los antiguos griegos, y por extensión, también los romanos. Durante el siglo XIX, no sólo se fueron traduciendo al inglés prácticamente todo lo que unos y otros llegaron a escribir -descubrimientos posteriores aparte, evidentemente- sino que también hubo -no sólo en Gran Bretaña, sino también en Alemania, Francia, etc.- cada vez más historiadores y estudiosos del arte responsables de esclarecedores y atrayentes títulos que daban a conocer la Antigüedad a los europeos decimonónicos. Además, ya no eran solamente las clases altas las interesadas en ella, sino también, y cada vez más, la creciente y cada vez más culta clase media. Aparte decir, pero no olvidar, que la arqueología, desde tiempos del descubrimiento de Troya, Micenas, Tirinto, y la cultura minoica en Creta, comenzó a iluminar un pasado tan extraordinario como oscuro.
Aparte, un dato más: Gran Bretaña, por encima de cualquier otro país -europeo o no- era un imperio extraordinariamente grande, poblado y poderoso. Nunca un país había dominado tanto territorio, ni había estado tan poblado, ni contenía dentro de sus fronteras una proporción tan grande de la población humana -se supone que en el Imperio Británico debían vivir, al menos, una cuarta parte de la humanidad-. Resulta lógico que los habitantes de ese imperio, de esa nueva Roma, que además, por su enorme peso en la cultura y el arte también ccreyera parecerse en algo a la antigua Grecia -o, al menos, a Atenas, que realmente fue la polis que, más y mejor que ninguna otra, representa lo que fue aquella época extraordinaria de un pueblo igualmente extraordinario-. Lógico, pues, que los británicos victorianos mirasen a ese pasado que consideraron suyo, y que pensaban, y no sin cierta razón, que eran sus antecedentes. O según como se mire, el Imperio Británico era el sucesor de griegos y romanos, a unos y otros, a la vez.
Ya se ha visto que se podrían dividir esas obras pictóricas -y de otro tipo, en tres grupos, según la temática, digamos, clásica:
-Las damas -jóvenes, adolescentes, a veces un poco mayores- que parecen posar para el pintor, que en ocasiones más bien parece retratar victorianas vestidas de romanas o griegas, y no mujeres de la época clásica propiamente dicha. Casi nunca se trata de mujeres, reales o de la mitología, con nombre y personalidad propia, sino jóvenes anónimas, que representan una Antigüedad donde todo el mundo parecía vivir en calma y sin preocupaciones, sin violencia ni -¡qué cosa tan desagradable!- esclavos o siervos. Aunque el nombre de neo-clásico -no prerrafaelita, son otra escuela- más bien sería francés, donde Jacques-Louis David sería uno de sus mejores representantes, en Gran Bretaña destacaría, por encima de cualquier otro, John William Godward. Él no era, ni se consideró, prerrafaelita, pero resulta evidente su influencia, en por ejemplo, Alma-Tadema. Sin embargo Godward, normalmente, retrata a uno o dos personajes, casi siempre femeninos, y no se interesa en grandes escenas, históricas o no, llenas de gente.
-Preferir retratar la Antigüedad de forma atractiva, incluso deslumbrante, pero dentro de lo que cabe, realista. Ya había suficiente conocimiento de cómo debía vivirse en Grecia, Roma, pero también en el Egipto faraónico, o en el cercano Oriente -Mesopotamia, Persia-, e incluso, en lo que se llamaba Tierra Santa, pues hay pinturas que, si bien tienen un trasfondo bíblico, su intento de retratar de la forma más exacta posible arquitecctura o vestuario dejan entrever que la religiosidad no tiene por qué estar en contra del respeto a la verosimilitud histórica. Tanto Lawrence Alma-Tadema, como en ocasiones, otros autores, como Frederic Leighton, fueron sus mejores representantes, si bien hubo autores fuera del prerrafaelismo -en la segunda mitad del siglo XIX, y aún algo después-, tanto en Gran Bretaña como en el continente, y en Norteamérica, también se apuntaron a ello.
-Y por último, los autores que, más que interesados en la representación histórica, optaron por dejarse influir por la mitología, tanto en temáticas de "La Odisea", como se vio en el capítulo anterior, como en cualquier otro mito, leyenda o cuento primero inventado, más tarde enriquecido por aedos, sacerdotes, o gente común de forma oral, y más adelante, puestos por escrito por poetas primero, dramaturgos y mitógrafos después. Los romanos, más bien, se redujeron a cambiar el nombre a dioses y humanos, y a recrear en nuevas obras lo que más les interesaba -y que consideraron, desde el primer momento, como literatura helena, raramente como relatos con alguna credibilidad histórica; hacía ya mucho que ni los mismos griegos la veían-. Curiosamente, o no -Roma fue la dueña del mundo antiguo, al menos, hasta Oriente Próximo; más allá de la Persia de los partos o los Sassánidas ya era otra cosa-, fueron las obras, y sobretodo los nombres que los romanos crearon los que más conocemos hoy en día -Ulises en lugar de Odiseo, o Hércules en vez de Heracles-. Esto se llamaría, por ejemplo, pintura de temática mitológica. Y entre otros, el que más destaca en ello, ya se vio con sus cuadros sobre las aventuras de Odiseo, John William Waterhouse.
Waterhouse, y el redescubrimiento de los mitos griegos, en ojos de un inglés.
John William Waterhouse no sólo pintó cuadros de temática clásica, o mitológica, ciertamente. A cierta edad, prefirió dedicarse a pintar cuadros basados en leyendas más modernas, u obras literarias británicas. Pero los griegos, desde luego, se le aparecieron muchas veces al pintor, que como pocos, pudo decir que se vio iluminado por las nueve musas -no por la décima, la única real, Safo, que iluminó más a Alma-Tadema y a su maestro, Godward, pero quizá por eso ellos la pintaron: por ser, precisamente, una mujer real-.
"Hilas y las ninfas" (1896), es una de las obras más conocidas de Waterhouse, de tema mitológico o no. Hilas era el hijo del rey Tiodamante, a quién había asesinado Heracles -un personaje que lo mismo aparece como un esforzado héroe, que como un asesino o un saqueador o bárbaro, lo que hace pensar que, llegado el momento, más bien era la fusión de distintos personajes de naturaleza parecida, pero de distinto comportamiento, o bien era uno solo, pero recreado por gente bien distinta, que tenían también, de él, visiones claramente distintas-. Además, había secuestrado a Hilas, su hijo, a quién había transformado, en la práctica, en su esclavo sexual, si bien otras versiones, hablan de amigos, o incluso de amantes -resulta casi imposible encontrar una sola versión de una historia en la mitología griega-. Durante el famoso viaje de Jasón y los argonautas a la Cólquide -en la costa de la actual Georgia, y zonas cercanas-, en búsqueda del vellocino de oro, el Argo -el barco de los héroes- hizo un alto para recoger agua y buscar algún alimento, o reconocer donde estaban. Entonces, Hilas fue a un riachuelo, o una laguna, a buscar agua, y alla las ninfas -según versiones, una sola, o varias, pero llevando una la voz cantante y el resto acompañándola- le convención para que le acompañara, y de un tirón, se lo llevaron a las profundidades del hogar de aquellas ninfas acuáticas -había ninfas de todo tipo y naturaleza-. Y aquí, también hay versiones distintas: Hilas murió ahogado, o las ninfas le mantuvieron con vida, permitiéndole vivir bajo el agua; que fue engañado, o que, simplemente, prefirió abandonar a su amo Heracles, asesino de su padre, para vivir rodeado de inmortales beldades. Esta versión, que la da Robert Graves en su "Dioses y héroes de la Antigua Grecia", por lógica, debió ser, o habría sido, de ser verdad, la más lógica. Yo me habría ido con ellas, ciertamente.
"Hilas con una ninfa" (1893), fue una versión algo anterior de Watehouse de la misma historia. Aquí, es una sola ninfa, la que intenta, y consigue, conquistar y llevarse con ella a Hilas, que no parece interesado en recoger agua, sino en descansar, sin esperar lo que le espera. Quizá lo mejor que podría pasarle, en lugar de arriesgar la vida en el viaje de los argonautas, donde fue más bien obligado, o convencido -según versiones- por Heracles, el superhéroe de la mitología griega.
"Pandora" (1896), es otro personaje de la mitología que debió llamar la atención de Waterouse. La primera mujer fue creada por los dioses para dividir a los hombres de la segunda humanidad, la de la Edad de Plata -la Edad de Oro fue la de Crono y los titanes, y los humanos, o algo parecido, escasos y débiles, o demasiado inocentes, se extinguiern al transformar titanes y dioses olímpicos la tierra donde vivían en su campo de batalla-, aunque Prometeo, un titán de segunda generación aliado de Zeus y sus hermanos, pensaba en cosa bien distinta: los humanos de aquella segunda humanidad eran todos hombres, no se sabe si inmortales -seguramente no-, pero que, al morir por accidente, hambre o por ataques de fieras, su número disminuía, y su extinción sería segura. Y por cierto, la expresión "la caja de Pandora" es inaxacta, y viene de una mala traducción del griego realizada por italianos, no se sabe bien quien o quienes, del Renacimiento. En realidad, hace referencia a una jarra o ánfora, pero la traducción por "caja", pasó del italiano al resto de lenguas, y de ahí, a ser representada en cuadros, dibujos, etc.
"Jasón y Medea" (1907). Medea es, sin duda, el personaje más interesante de los mitos griegos. No se trata de un personaje pasivo, secuestrada, violada, conquistada o rescatada por el héroe de turno. Héroes que, como Teseo con Ariadna, a la que abandonó en Naxos después de que ella le ayudara a escapar de Creta con el resto de atenienses entregados por su ciudad como sacrificio humano al Minotauro, no es que fueran, precisamente, de comportamiento ejemplar. Medea, que aquí es la que parece llevar la voz cantante, la que, probablemente, está dando a un Jasón que es un heroe pasivo, que se deja ayudar en demasiadas ocasiones -porque, aunque valiente, no puede por sí mismo cumplir con sus misiones, sus obligaciones o deseos-, y que la está escuchando entre enbelesado y nervioso. Medea sería la que, con su poder, dormiría a la serpiente que no dormía nunca, que guardaba el vellocino de oro, y que, en lugar de otras mujeres de los mitos, griegas auténticas -ella era de la Cólquide, caucásica de raza, bárbara para los micénicos, que consideran la tierra de la hechicera como el fin del mundo, al lado del Cáucaso, el techo del éste-, tomaba sus propias decisiones, y no se retiraba del mundo, o se ahorcaba, cuando pensaba que había cometido un error, o había sido engañada. Fue de las pocas que vivió como quiso, dentro de lo posible, y murió ya anciana, o al menos madura, después de haber recorrido buena parte del mundo conocido por los aqueos, que nunca la vieron como una de los suyos, de "sus mujeres".
Esta segunda versión de "Lamia" representa, más bien, a una atractiva joven de indumentaria helena. Nadie podría ver en ella al antecedente de los actuales vampiros, pues, salvando las distancias, enormes en cuestiones culturales y temporales, no deja de ser uno de sus antecedentes. Probablemente, una lamia era una especie de ninfa -las náyades, nereas, bacantes o musas no dejarían de ser, realmente, comunidades o tipos distintos de ninfas, una especie de seres intermedios, entre dioses y humanos, deidades menores femeninas, bellas y siempre jóvenes, de orígenes muchas veces oscuros, que o bien eran inmortales, o de muy larga vida, y que lo mismo tenían hijos con los eternos del Olimpo, u otros dioses o algo así, como con simples humanos-. Las lamias, por lo visto, bebían sangre humana, o según algunos, hasta comían su carne, aunque también existían otras versiones, como que eran, simplemente, unas ninfas de las que no había que fiarse demasiado. Pero es que de este tipo, había otras, aparte de ellas.
Frederic Leighton, el hombre que lo pintaba todo con gracia.
"Ícaro y Dédalo" (1869), es una obra anterior a las de Waterhouse, que podría considerarse un artista casi de una generación posterior a Leighton, plenamente victoriano. Leighton pintó un poco de todo, y tambiénél se sintió interesado por la mitología. Dédalo, el diseñador del laberinto del minotauro, e Ícaro, su hijo, habian podido escapar de su propia obra, pero claro está, no de la isla de Creta. Necesitaban un barco, así que para eso creó unas alas artificiales, donde las plumas estaban pegadas con cera. Al ascender demasiado alto Ícaro, el calor derritió la cera, y es de sobra sabido qué pasó con él. Dicha historia, más una leyenda que un mito, fue contada durante siglos como ejemplo de lo que sucede cuando los hijos jóvenes no hacen caso de los sabios consejos de sus padres.
"Perseo y Andrómeda" (1891), fue otro de los cuadros de Leighton sobre uno de los mitos más conocido y largo de los helenos. Perseo, hijo mortal de Zeus -un héroe, en lenguaje de la época- salva a la princesa Andrómeda -por cierto, etíope, y por tanto de raza negra, aunque siempre se le represente blanca y de aspecto más nórdico o celta que mediterráneo-, que había sido ofrecida por sus padres, reyes de Etiopía, en sacrificio a un dragón -o un reptil monstruoso, en general- para que éste dejara de atacar a su pueblo. Con la ayuda de objetos fabulosos entregados en préstamo por otros dioses, finalmente pudo liberar a Andrómeda, con la que se casó. Perseo también es famoso por haber matado a Medusa, la única mortal de las tres gorgonas, cuya mirada petrificaba a sus enemigos.
"El mito de Ícaro", en este caso, en versión de Herbert James Draper. En ocasiones, las obras de Draper son cosideradas como secundarias, o complementarias, de maestros más conocidos, como Leighton o Waterhouse, pero él también tenía su propia personalidad. Aquí, Ícaro no está a punto de emprender el vuelo, sino que yace muerto tras estrellarse -aunque no lo parezca, por estar sus alas artificiales en demasiado buen estado, tras el accidente mortal-. Las jóvenes que lo miran, entre dolidas y curiosas, debían ser ninfas de la costa -según versiones, o se estrelló en las rocas de la costa cretense, o se ahogó en pleno mar-, o tal vez, incluso sirenas. Ni se sabe bien dónde pudieron vivir éstas, ni tampoco, si existía más de una colonia.
Los prerrafaelitas fueron, y son, dentro del mundo del arte a nivel mundial, y sin importar épocas, de los más utilizados para representar los mitos griegos, y a la hora de crear entradas o post sobre algún tema mitológico clásico, sin duda, alguno de ellos acaba por "prestar" alguna de sus obras. Realmente, mucha gente acabó interesándose -o hacerlo con más ganas- por las antiguas historias de los griegos, precisamente, gracias a ellos, y otros artistas del siglo XIX, más modernos, y con obras más espectaculares, que otras más clásicas -aunque igualmente, extraordinarias- de períodos anteriores, como el Renacimiento o el Barroco.
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