sábado, 21 de marzo de 2015

La voz acallada, que no completamente olvidada, de un verso libre de la poesía persa en femenino: Forugh Farrojzad.

Tanto tiempo hace, que no escribo sobre poesía, que parecía algo olvidado. Si los primeros versos fueron de una poeta desconocida, ahora llega el momento de saber quién fue la autora sin nombre.


Creo recordar que la primera vez que traté un tema del que no soy en absoluto muy conocedor de él, pues no es, precisamente, el tipo de literatura que más leo -en realidad, la leo muy, muy poco-, fue sobre unos versos que descubrí, por pura casualidad, en una web olvidada. Sin embargo, decidí apuntármelos, básicamente, para poder usarlos a la hora de escribir a una persona con la que, en aquella época, tenía cierta relación de amistad -bueno, quizá aquella relación no fuera tan cierta, porque nunca más volví a saber de ella-, pero los versos quedaron, apuntados en un pequeño papel, y decidí buscar por la red, a ver si lograba saber de su autor o autora. Encontré un nombre que los acompañaba, y así lo escribí en una de las primeras entradas del blog, cuando todavía no sabía de qué escribir, y de qué no. Y realmente, todavía tengo dudas sobre ello.
Bien, basta de preámbulos. Básicamente, quería decir que empecé a escribir sobre poesía, precisamente, con los versos de una desconocida autora persa... hasta que descubrí que, tras buscar en la red, y dar con los versos en cuestión, se atribuían estos a una persona equivocada. Quizá, incluso, completamente inventada. 
Ahora, también por casualidad, informándome sobre una autora que, desde que oí su nombre, no dejé de tener curiosidad por ella, descubrí que Forugh Farrojzad, la poeta en cuestión, fue la autora de dichos versos. Y ahora, desearía hablar un poco de una persona con nombre y apellido, cuya vida me llamó la atención -normalmente, las vidas de mujeres destacadas siempre llaman la atención: son muy pocas, comparadas con los hombres, tan aplastantemente mayoritarios, en esta historia universal tan masculina como machista-: se trata de la poeta -o poetisa, palabra que creo que es inexacta, incorrecta, pero que me suena mejor, la verdad- Forugh Farrojad.


En un país que intentaba salir de la oscuridad y el atraso, a veces se encienden luces inesperadas.

Forugh Farrozjad nació en Teherán, en 1935. Si uno lee la wikipedia, o cualquier otra web que se basa directamente en la información que ésta nos da -que no dudo que sea veraz; al fin y al cabo, también yo mismo me baso en lo que dice, al menos, en una parte importante-, nos dirá que llegó al mundo en una época en que Persia se abría al mundo, y estaba en pleno proceso de modernización. Sin embargo, esto sólo es una verdad a medias. En aquellos tiempos, gobernaba el país el sha, o emperador, Reza Sha -o Reza Khan-, fundador de la dinastía de los Pahlaví -o Pahlevi, al no saberse bien cómo debía, y más en aquella época, pronunciarse en español-, que, entre otras cosas, y precisamente en ese mismo año, cambió el nombre al país, que dejó de llamarse Persia -Fars, en farsi, la lengua propia de los persas- para denominarse Irán, el país de los arios, o también, de los puros. En resumidas cuentas, Reza Khan -prefiero llamarlo así, pues es el nombre más usado en español, decidió apuntalar su régimen en el militarismo -al fin y al cabo, él mismo fue un general- y el nacionalismo. Sí que deseaba la modernización de su país, pero, básicamente, en dos puntos: un mayor potencial militar -un ejército moderno, que no temiera a los rusos, ahora soviéticos, y a los británicos que controlaban la India por entero-, y fomentar la urbanización del país. El campo era reducto de pobres ignorantes, y la ciudad sería el escaparate de la modernidad. Al menos, los centros neurálgicos, donde se concentraran  el poder político, militar y económico de la élite gobernante, y los que a su alrededor vivían. Cierto que, para ello, el nuevo sha se dio cuenta de la importancia de una burocracia eficiente, y una educación, si no universal -¿universal? ¿para qué, para quién?- sí que preparara un número mayor de individuos que fueran capaces de dirigir y administrar el nuevo país.
En esta nación oriental, heredera de tres imperios pre-islámicos -el aqueménida, el parto y el sassánida-, nació, por tanto, Farrojzad -tercera de siete hermanos-, en el seno de una familia capitalina de clase media, religiosa sin llegar a radical -lo que ahora llamaríamos "islamista"-, pero que, como era de suponer, si bien no eran contrarios a que los hijos varones -no sólo los que ellos pudieran tener, sino, en general, los de su mismo status económico y social- pudieran estudiar o viajar, encontraban impensable que una mujer, aunque fuera su propia hija, pudiera ni tan siquiera imaginar en hacer lo mismo. 


La ciudad de Quetta, en Irán, en los años treinta.

Así, no parece extraño que se casara a los dieciséis año. Y digo "parece" porque, realmente, Forugh se casó enamorada con un primo suyo, a disgusto de su familia, que pensaba -y con razón- que era demasiado joven para ello. Esto es un ejemplo de que, a pesar de ser conservadores, los Farrozjad tampoco eran prisioneros de tradiciones tan antiguas como reaccionarias, como es el casar a las hijas siendo casi niñas. De aquel matrimonio, que no prometía un gran futuro -no lo tuvo- nació un único hijo: Kamyar. 
Y si a los diecisiete fue madre, a los diecinueve se divorció. Aquello significó perder la custodia de su hijo, allá por 1954, pues, en la ley islámica -y el "nuevo Irán", aunque no fuera un estado islámico propiamente dicho, tampoco había conseguido, y quizá nadie lo había intentado en serio tampoco, separar religión y estado- consideraba que, en caso de divorcio, en la práctica totalidad de los casos, los hijos acababan en la casa del padre, que para eso era el hombre, el que trabajaba y el que traía dinero a casa -esto, al menos en el campo, tampoco era en absoluto cierto, pues las mujeres también ejercían de granjeras o campesinas, por ejemplo, pero todo ello era considerado como detalles sin importancia-. Aparte de todo ello, los hijos llevaban el apellido del padre, era su sangre la que más contaba. Y teniendo en cuenta que, con toda seguridad, todo el mundo pensaría que la ruptura del matrimonio se debió al carácter independiente y díscolo -o sea, indecente, indefendible-, de Forugh, que incluso llegó a ser ingresada por un ataque de nervios en al menos una ocasión, estaba claro que iba a tener muy difícil el volver a ver a Kamyar.
Fue en 1955, con sólo veinte años, cuando, tras quedarse sola en el mundo, sin marido -lo que, a pesar de las malas avenencias, no dejaba de estar mal visto, el que una mujer, por joven que fuera, se divorciara y quedara sin pareja-, lejos de su hijo, y con toda probabilidad, con mala relación con su familia -que le recordarían, una y otra vez, que le aconsejaron que no se casara tan joven-, cuando dio el salto hacia la literatura. Había escrito algunos poemas en sus años de adolescencia, quizá en su misma infancia, mientras estudiaba, pero es más que probable que, en aquel momento de su vida, necesitara expresarse de alguna forma, sacar de su interior todo, o al menos parte, de lo que sentía. Aquel primer poemario se llamaría "La cautiva", que resultaría tan moderno, tan rebelde y rupturista, que ni críticos, ni académicos, ni "compañeros" literarios los aprobaron y, en no pocos casos, ni se dignaron a leerlos en profundidad -o a leerlos, simplemente; era suficiente con que "los entendidos" los difamaran o criticaran con acritud y desdén-. Lo que la joven necesitaba para, precisamente, lejos de rendirse, continuara por el mismo camino.

En una foto de su juventud, encontrada en una de las webs -normalmente en inglés, también en francés y farsi- dedicada a ella.

La quisieron callar, pero tuvieron que seguir escuchando su voz.

Al año siguiente decidió marcharse de un país que no era capaz de aceptar un auténtico cambio social, como era el reconocer que las mujeres debían tener voz y voto en la sociedad. Viaja a Europa, que recorrería durante nueve meses, e inicia una relación sentimental, sin matrimonio de por medio, con el cineasta y escritor Ebrahim Golestan, al que conoció en su estudio y que, por lo que él mismo ha explicado -y cuentan quienes les conocieron cuando vivían juntos- le animó a ser una persona más independiente, y la ayudó a conocer la sociedad y cultura europeas, sin por ello tener que perder sus raíces persas. La relación entre ambos fue liberal pero sincera, se influyeron y se quisieron, y no se rompió hasta la temprana muerte de Forugh. Golestan defendió siempre a su poético amor, incluso de críticos maliciosos, pues fue él, en la práctica, quien promovió el arte de la joven cuando esta ya había abandonado este mundo, el que conservó su recuerdo, y la singularidad de su figura. Vivo todavía -aunque ya anciano, nació en 1922-, Golestan siempre ha ayudado a mantener vivo el recuerdo de Forugh, a pesar de que su nombre ha querido ser borrado dentro de las fronteras iraníes, por razones evidentes. ¿Qué podrán pensar de ella, los guardianes de la moral de la República Islámica? Pero no adelantemos acontecimientos. En 1956, publicará "El muro", mientras llamaba la atención entre los intelectuales europeos por su vida e ideas liberales -algunos de ellos, por muy orgullosos que estuvieran de representar una cultura más abierta que la musulmana, no dejaban de ser, también, unos reaccionarios, o unos falsos e hipócritas liberales-. En 1958, saldría a la luz "Rebelión". Con ese nombre, está claro que Forugh estaba dispuesta a hacer cierta la frase "La poesía es un arma cargada de futuro". No podía saber ella, qué sería de su obra en ese futuro en que tan pocos años de vida le aguardaban, pero sí que podría, de alguna forma, imaginar que, después de ella, otros, y sobretodo otras, la utilizarían como eso mismo, un arma, contra la reacción y la oscuridad.
En 1962 filmaría una película documental, "La casa negra", un mediometraje de media hora, donde la acción, o más bien la no-acción -algo tan habitual en el cine iraní, y que hace que no sólo los occidentales, sino casi todos los no persas, tengamos, me incluyo, enormes problemas para seguir unas películas donde aparentemente no pasa nada, donde el tiempo parece ser relativo, porque parece expandirse, y que puede aburrir, si no se conocen ciertas características de la cultura y la visión de la vida de los persas-transcurre en un lugar tan siniestro, tan aparentemente poco poético, como es una leprosería, en la ciudad de Tabriz -en el Azerbaiyán iraní, si bien los azeríes de este país nunca han demostrado considerarse algo extraño a Irán, siempre han estado perfectamente integrados con sus vecinos iranios-. El crítico Mohsen Majmalbab aseguraba que era "la película más bella del cine iraní", aunque no está claro cuando lo dijo. También se ha comparado con "Las Hurdes: Tierra sin pan" de Luis Buñuel, y que tantos problemas le trajo, por ofrecer una imagen tan cruda de la situación de dicha región extremeña, sumida en la más absoluta de las miserias -sobre dicho documental, de apenas media hora, se criticó que Buñuel, en ocasiones, forzara o, directamente, montara escenas especialmente brutales; lo que sí es cierto, es que el estado de abandono y miseria que denunció Buñuel sí era cierto, por mucho que enfureciera a mucha gente en España, y eso teniendo en cuenta que la filmó en tiempos de la II República. A saber qué le abría pasado, de intentar hacerlo en años posteriores...-. La película, sin embargo, a pesar de su condición de cine de autor minoritario, tuvo éxito de crítica, reconocimiento internacional y, por último, fue galardonada en 1963 en el Festival de cine de Mannheim, Alemania. 


Una de sus imágenes, que ha acabado haciéndose clásica, entre los que la conocieron, y los que la empiezan a conocer en estos tiempos.

Ese mismo año, la UNESCO produciría un documental de media hora sobre la vida y obra de Forugh, y el director italiano Bernardo Bertolucci viajaría a Irán para entrevistarla. De esas conversaciones, nacería un pequeño cortometraje de unos quince minutos, donde se le puede conocer más a fondo, escuchando su voz y viéndola tal como era, en su mejor momento emocional y artístico.
En 1964 publicaría su penúltima obra: "Nuevo nacimiento". Los títulos de éstas, como se puede comprobar, no están puestos por casualidad. Aquí se comprueba cómo la autora prácticamente se deshace de la tradición persa en temática, espíritu y forma -ella gustaba de la rima libre, sin complicarse demasiado la vida en contar sílabas de cada verso que imaginaba-. El ser, al tiempo, una persona de origen exótico, nacida en un país musulmán que, aunque intentara modernizarse, no dejaba de estar atrapado en convencionalismos, tradiciones anacrónicas, y en un peso excesivo de la religión, y, a la vez, artista prácticamente vanguardista, la hacía tan atractiva, como también, al menos para según qué círculos, difícil de etiquetar. Aparte, como era de imaginar, de escritora minoritaria: en su país era una casi total desconocida -excepto entre jóvenes interesados en la modernidad, en nuevos aires llegados de otras tierras pero que, al tiempo, deseaban que su propia patria participara de esas vanguardias que no tenían por qué ser siempre patrimonio de Occidente-; en Europa, apenas la leían algunos entendidos, o amantes de lo diferente. Con el paso del tiempo, su fama se acrecentó, hubo más gente que escuchó su nombre, y se interesó por su obra pero, como era de imaginar, nunca fue autora de masas.
El año 1966 sería en el que publicaría su última obra "Tengamos fe en el comienzo de la estación fría". En aquella época, también se interesó en la actuación, pues hacía ya tiempo que estaba deseosa de desarrollar, si no una auténtica carrera profesional como actriz, si no de cine, sí de teatro, al menos sí estudiar y practicar el arte dramático, y participar en alguna obra, aunque fuera alternativa o simplemente de aficionados. Parece, sin embargo, que se le daba mejor de lo que ella misma pensaba, y, cuando tenía entre manos la posibilidad de participar en el teatro profesional, murió en un accidente de coche, que conducía ella misma -iba sola en el vehículo-, mientras volvía de casa de su madre, con la que hacía ya tiempo que se había reconciliado. Se dice que, debido al mal tiempo, cuando la encontraron, la nieve había cubierto el vehículo y a ella misma, lo que hace pensar que el golpe fue lo suficientemente fuerte como para que saliera despedida, a no ser que intentara salir de él, ya agonizante.
 Lo que es cierto, es que desde el mismo momento en que falleció,el accidente dio algo que pensar. No es que hubiera pruebas de que el gobierno del hijo de Reza Khan, Mohamed Reza Pahlevi, estuviera mezclado en su muerte, ni tampoco es que el soberano iraní, transformado ya en autócrata todopoderoso -que si bien no era ciego a la impopularidad hacia su persona y régimen, que crecía en las calles iraníes, un día sí y otro también, tampoco parecía darle la importancia que debiera-, tuviera razones de peso para eliminarla. Ni tan siquiera una antipatía personal. Más bien, la debía considerar una "exiliada interior" más, que molestaba y ofendía a la parte más conservadora y religiosa de la sociedad, pero teniendo en cuenta que él se veía como el gran modernizador de Irán, debió pensar, para sus adentros, que si los ayatolás, o los defensores del "que nada cambie" rugían contra ella, pues que se aguantaran y en paz. Quizá, entonces, podrían haber sido estos reaccionarios, que acabaron siendo en parte revolucionarios contra la monarquía, y que finalmente, acabaron por secuestrar la revolución anti-sha, haciéndola sólo islamista, en lugar de permitir que fuera de todos, los que tuvieran algo que ver. Pero ellos tampoco es que fuera tan poderosos, ni estaban tan obsesionados con ella, y Forugh, más que un peligro, aunque les ofendiera en lo más profundo, era considera más bien como una simple molestia. Aunque molestara mucho, sin duda.


En 2014, se quería realizar en Irán -por parte de asociaciones culturales y defensoras de los derechos humanos- una exposición que recordara a Forugh Farrojzad, pero, de un día para otro, las autoridades del país la prohibieron, sin dar más explicaciones de las que acostumbran a dar cuando cierran periódicos o revistas "rebeldes", o encarcelan intelectuales, periodistas o estudiantes: "No es bueno para Irán", "No son buenos iraníes". Como anteriormente le pasó al sha Reza Pahlevi, tampoco los dirigentes actuales parecen darse cuenta que ya hace tiempo que perdieron la calle.

Leo en la wikipedia que, hasta 1997, treinta años después de su muerte, era una casi completa desconocida, pues apenas se había traducido ni un poema suyo. A lo sumo, podían conocerla quienes la leyeron en traducciones al francés u otros idiomas europeos. La revista "Caminar" tradujo tres de sus poemas: "Regalo", "Muñeca de cuerda", y "Renacer". El primer libro sobre su obra se llamaría "Noche en Teherán", que no correspondía al título de ninguno de los suyos, lo que hace pensar que se trataba de una antología, por lo demás, prácticamente inencontrable.
Respecto a su estilo, al haber podido leer muy poco de ella, me fío de lo que otros comentan, con mayor conocimiento de la materia: eran, sin duda, versos, obras, donde se veía su condición femenina, donde su autobiografía, los distintos episodios de su vida, o se ven reflejados de una forma más o menos clara, o, al menos, influyen en cómo ve y expresa sus pensamientos. Una voz viva y fuerte que, en el Irán actual, es lógico pensar que resulta completamente imposible de leer o escuchar de forma legal, permitida y admitida. Pero si en otras ocasiones, los libros prohibidos, malditos, circulaban por mil medios y canales, en copias de copias, o en volúmenes publicados en el extranjero y pasados de contrabando, hoy en día, época de internet, resulta, si cabe, más difícil todavía, si no imposible, el eliminarlos al completo. La juventud iraní, al menos en las ciudades, es mucho más permeable, abierta de mente, e interesada en lo que sucede y se produce en el mundo exterior de lo que los mandamases de turno -con uniforme militar, o con barba y turbante de ayatolá- querrían admitir. Y si se interesan por las voces de otras tierras, más todavía, por las que, en algún momento de la historia, se expresaron en farsi, o en cualquier otra lengua de las que se hablan en lo que fue la antigua Persia.

Y aquí, un par de ejemplos de su obra, aunque la traducción realizada no es que sea una maravilla, pero, espero, se pueda comprobar cómo sentía, y cómo escribía.



Viernes.

Viernes tranquilo
Viernes desierto
Viernes triste como viejos callejones
Viernes de pensamientos enfermos y perezosos
Viernes de sinuosos tramos malsanos
Viernes de ninguna anticipación
Viernes de sumisión.

casa vacía
casa solitaria
casa bloqueada contra la embestida de la juventud
casa de la oscuridad y las fantasías del sol
casa de la soledad, augurio y la indecisión
casa de cortinas, libros, armarios, cuadros

¡Ah, cómo mi vida fluía, silenciosa y serena!
Como una corriente en su curso subterráneo
a través del corazón de tan silencioso, desierto viernes,
a través del corazón de esas casas tristes vacías,
¡ah, cómo mi vida fluía, silenciosa y serena!


El viento nos llevará.

Durante mi noche, tan breve, por desgracia
el viento tiene una cita con las hojas.
Mi noche, tan breve, se llena de angustia devastadora
¡Escucha! ¿Oyes la explosión de la oscuridad?
En esta felicidad, me siento en el extranjero.
Estoy acostumbrado a la desesperación.
¡Escucha! ¿Oyes la explosión de la oscuridad?
Allí, en la noche, algo sucede.
La luna está roja y ansiosa,
y enganchada a la azotea
Que corre el riesgo de desplomarse en cualquier momento.
Las nubes, como una multitud de dolientes,
están a la espera del nacimiento de la lluvia.
Un momento, y luego nada.
Al otro lado de esta ventana
se encuentra la noche, que tiembla.
Y está la Tierra, que deja de girar.
Detrás de esta ventana un desconocido se preocupa por mi y por ti.
Tú, bosque frondoso,
Pon tus manos - esos recuerdos ardientes -
sobre mis manos amorosas.
Y confía tus labios, saciados del calor de la vida,
con caricias de mis labios amorosos.
¡El viento nos llevará!
¡El viento nos llevará!


Y esta es otra versión de la poesía que encontré en la red, y publiqué hará una eternidad, tras retocarlos, después de haber visto una traducción fiel al inglés:


Regalo

Yo hablo desde la profundidad de la noche,
desde la abismal oscuridad.
Si vienes a mi casa, amigo,
tráeme luz y una ventana para que pueda ver
la felicidad de aquella calle abarrotada.

Más allá de la oscuridad, de las tinieblas, se encuentra una luz... no siempre una luz visible, sino emocional, metafísica. En algunos versos de Forugh se puede intuir algo así.


AQUÍ un enlace a una web dedicada a ella. En gran parte en inglés -también algo en francés y en persa-, he sacado de allá información y los ejemplos de su obra, pues resulta difícil encontrarlas en español, aunque todo es buscar.

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