Vittorio Giardino, el ingeniero que empezó a dibujar... cómics de fuerte personalidad.
Después de norteamericanos alternativos y franceses, ya iba siendo hora de tratar a algún autor del fumetto, el cómic italiano.
Hace unos días leí unos cómics de un autor italiano que ya conocía, por haber comprado de segunda mano un par de albums de una de las aventuras de un personaje que apenas me sonaba de oídas: el personaje en cuestión se llamaba Max Fridman, espía francés, y la historia, "Rapsodia húngara". Así que, en una de mis visitas a la biblioteca, decidí llevarme prestadas varias historias suyas: otra historia de Fridman, un par de recopilatorios sobre otro personaje, Sam Pezzo, detective privado, y un álbum auto-conclusivo erótico festivo: "Little Ego".
Después de haber conocido la obra de este buen hombre, conocido como Vittorio Giardino, y sin haber leído todo lo que ha creado -que sin ser mucho, tampoco es una obra mínima-, me decidí a escribir un poco sobre él, entre tanto norteamericano y francés de los que he hablado anteriormente, pues el cómic italiano, como el español, tal vez hayan sido minusvalorados a la hora de hablar sobre la historia universal -en sentido tanto cronológico como geográfico- del llamado noveno arte. Si de Italia, en particular, es fácil recordar -al menos, para los que tienen cierto conocimiento de cómic clásico, de los 80, básicamente- a Hugo Pratt y a Milo Manara -que sin duda, merecerían un reconocimiento por sí solos, y mucho mejor del que yo podría escribirles nunca, la verdad-, quedan en el tintero muchos otros. Y este sería uno de ellos, así que ahí vamos, a comentar la obra de este ingeniero que, en determinado momento, decidió que dibujar está bien, muy bien, pero que las viñetas y portadas resultan mucho más agradables de imaginar y plasmar en el papel que circuitos electrónicos, pues es esa rama profesional la que estudió, y con la que comenzó a ganarse la vida.
Vittorio Giardino: dibujante autodidacta, guionista genial, y creador de personajes carismáticos.
Giardino es natural de Bolonia, una ciudad italiana de tamaño medio, que a pesar de su historia y atractivo, no ocupa el mismo espacio en el imaginario colectivo -nacional y, sobretodo, internacional- de "ciudad del arte", como Florencia, Roma o Venecia, que tantos millones de turistas atraen año tras año. De familia de clase media, en 1969 se graduó en ingeniería electrónica -de la época, que no viene a ser lo mismo que la electrónica actual-, aunque muy joven, a los treinta y un años, dejó su profesión para dedicarse a la historieta. O, como se le llama en Italia, al fumetto. En la tierra de Hugo Pratt, de Crepax o de Manara, entre otros muchos, tenía, por lo menos, la posibilidad de, si no de triunfar allende sus fronteras, sí de ganarse la vida , mejor o peor, trabajando para alguna editorial de su país. Empezó en 1978, en la revista La Città Futura -semanario editado nada menos que por la Federación Juvenil Comunista Italiana; en Italia, el arte es lo suficientemente importante como para que cualquier organización se sirva de él para promocionarse a sí mismo o sus ideas-, con la historia corta "Pax Romana", para pasar al año siguiente a trabajar para Il Mago. ¿Qué tipo de publicación era esta? Un tipo de revista muy habitual, y popular, tanto en Italia como en España o Francia, donde se publicaba el llamado "cómic adulto" -que en muchos casos, más bien era juvenil, pero que se diferenciaba claramente del dedicado, hasta ese momento casi en exclusiva, a niños o adolescentes- donde había una mezcla de clásicos norteamericanos -"The Spirit" de Eisner, por ejemplo; lo sé porque en España se empezó a hacer popular precisamente en los 80, cuando leí algunas de esas publicaciones-, con autores franco-belgas, o nacionales, de otros países europeos, o argentinos. En el caso español, aparte de los autores francófonos, se podían encontrar en gran cantidad tanto los italianos como los argentinos -en realidad, Giardino acabó siendo un clásico en, por ejemplo, Cairo-, en Francia se podía encontrar bastantes españoles -aunque, en no pocas ocasiones, como si fueran franceses de adopción; la cuestión, sin embargo, es que las editoriales franco-belgas permitieron ganarse la vida, y ser ellos mismos, a legión de expatriados españoles-. En el caso italiano, los españoles y latinoamericanos no fueron tan populares. En esta revista aparecería por primera vez una aventura del primero de sus personajes-tótem, de los que le harían famoso entre los seguidores del cómic italiano y europeo en general.
Pero Il Mago no consiguió tener una vida muy larga. Al año siguiente, 1980, echaba el cierre, y Giardino se fue con Pezzo a otra revista, parecida a la ya extinta, pero con más ventas y capital: Orient Express, para la que crearía un personaje distinto, que ya no protagonizaría historias cortas -o no tan cortas, pues en ocasiones éstas se iban encadenando-, sino aventuras con longitud equivalente a un álbum, pues el interés de la revista era poder publicar las creaciones de sus autores en ese formato, si tenían suficiente buena aceptación entre sus lectores. Este personaje sería el espía Max Fridman. Pero antes de hablar de él, quizá habría que comentar algo del detective Pezzo, que para haber sido su primera obra de importancia, no dejada de ser un personaje carismático y complejo. Tanto, que, a pesar del tiempo pasado desde que apareció por primera vez, todavía sigue teniendo ventas y nuevos seguidores, como el que suscribe.
Sam Pezzo es un detective privado, con todos los tópicos de los detectives privados de ficción, como los imaginaron Hammett o Chandler: oficina cochambrosa; ingresos económicos que no dan para más que la pura supervivencia; problemas con el alcohol; otros tipo de problemas, de los que, al contrario que el alcohol, pueden traer una muerte súbita, sea con mujeres atractivas -muchas rubias, además- o con tipos con los que no había que meterse; malas relaciones con la policía y, en general, con el poder establecido... pero, además, las aventuras de Pezzo, aunque nunca se nos diga cómo se llama la ciudad en que transcurren, suceden en la Bolonia del autor. Allá se encontrará con todo: orientales que no se sabe bien si son mafia, víctimas o liantes; enfrentamientos entre agentes del gobierno etíope con rebeldes eritreos -unos y otros han emigrado a Italia desde hace mucho; en la actualidad, son los eritreos, los que emigran a la antigua metrópolis, y a Occidente en general, de forma masiva. Quizá, pensarán algunos, la independencia por la que lucharon tantos años no les ha ido tan bien como cabía suponer...-, asesinatos oscuros, y, sobretodo, vemos a un hombre con sus debilidades, sus miedos y defectos, pero que, no por eso, deja de ser un tipo honrado, con una ética y unos principios que no siempre puede mantener en pie -es realista, se debe acostumbrar a lo que le rodea, para poder sobrevivir, en el sentido más literal del término. En resumidas cuentas, en las historias de Pezzo, se puede ver a un personaje que se mueve lo mejor que puede -en ocasiones, recibiendo más golpes de los que da- en una sociedad donde no es oro todo lo que reluce -inclusive, como no, en las grandes familias-, y que no está muy lejos de la realidad italiana, tanto pasada como presente. Las historias de Pezzo, donde el estilo fue mejorando de forma rápida -hay que tener en cuenta que Giardino es un artista completamente autodidacta, y que tuvo que aprender a medida que dibujaba más y más-, hasta llegar a ser tan oscuro como atractivo, se siguen publicando, también en España, en forma de álbumes de varios relatos, donde se puede ver la evolución, no sólo gráfica, también argumental y narrativa, del personaje. Por eso no vale la pena nombrar el título de tal o cual relato, pues es en forma de recopilación, como se pueden leer.
Respecto a su segundo personaje, Max Fridman, está, digámoslo así, más formado, se ve claramente la influencia franco-belga de la línea clara, el enorme trabajo de documentación -en aquella época no había internet, y este era un trabajo que podía ser realmente largo y pesado, por no decir extremadamente complicado-, y la forma en que las historias son más largas y complejas, pero perfectamente comprensibles. Lo que, en ocasiones, se agradece, pues hay autores que, queriendo buscar la originalidad, o la profundidad de la historia contada, sólo consigue que sea de lo más ininteligible y abstrusa.
Una ilustración apaisada basada en el álbum "La puerta de Oriente", segunda aventura de Fridman.
La primera historia del espía francés, viudo con una hija, y aparentemente retirado -sólo aparentemente, de ahí lo de "espía", y no "ex-espía"-, sería "Rapsodia húngara", publicada por capítulos, como ya se ha dicho, por Orient Express, para salir, en 1982 al mercado en forma de álbum, y transformándose en éxito de ventas en poco tiempo. No sería un número uno, pero sí la obra de un autor que, cabía suponer -y con razón- que seguiría vendiendo de cada parte de ella años después de haberlas publicado. Se trata éste de una historia donde no sólo se presenta al personaje, sino que se nos cuenta, de forma nada sucinta -tenía más páginas que un álbum típico francés o belga, por ejemplo- el cómo Fridman debe averiguar por qué ha caído una red de espías del servicio secreto francés en Budapest, cómo intenta salvar a su única superviviente y, de paso, presentarnos un viaje por la Europa de los años treinta, inmediatamente anterior al estallido de la II Guerra Mundial. En realidad, las otras dos aventuras de Fridman, "La puerta de Oriente" (1986, ambientada, sobretodo, en Estambul; también en Grecia, y en pleno Mediterráneo-, y "No pasarán" (en tres volúmenes, aparecidos en el 2000, 2002 y 2007), ambientada esta última en la Guerra Civil Española, no dejan de ser, a pesar de considerarse historias independientes, tres capítulos de un mismo serial, donde Fridman es más excusa que agente para que podamos conocer, de una forma tan bella como detallista, cómo fue un mundo que ya no existe, que se evaporó para siempre entre las llamas que consumirían Europa y el mundo muy poco después. Y teniendo en cuenta que el último álbum del este espía tranquilo y educado, nada amigo de la violencia -aunque no duda en recurrir a ello si no queda más remedio; que sea buena persona, no significa que sea tonto- apareció en 2007, es de suponer que, en un futuro próximo, podríamos leer una nueva historia de Fridman, ya en plena Guerra Mundial.
Fridman, además, permitió a Giardino ser traducido -y por tanto, conocido- en multitud de países, y conseguir fama y premios, como el St. Michel de Bruselas, o el Yellow Kid del Salón Internacional del Cómic de Lucca -cerca de su Bolonia natal-.
En 1984 pasó a trabajar, sin abandonar Orient Express, para la revista Comic Art -que, por el nombre, ya da que pensar que era un medio para realizar trabajos más personales o alternativos-: "Little Ego". Ego es una joven cuyas historias cortas -más adelante, recogidas en un solo álbum recopilatorio del mismo nombre- están claramente inspiradas en las de Little Nemo, de Winsor McCay, uno de los primeros clásicos de la historia del cómic, y que, aún hoy en día, causan sensación por su originalidad, y la enorme variedad de recursos gráficos en una época tan temprana -principios del siglo XX-. Dicho de forma clara, siempre empiezan y acaban en el mismo sitio: la cama de Ego. Aventuras tan oníricas como eróticas. Pero no se trata de un erotismo de mal gusto, sino de un estilo muy italiano, donde sensualidad, originalidad y maestría en el dibujo ayudan a crear grandes obras que, en muchos casos, apenas cuentan con un guión elaborado, pero que no parece importar demasiado a sus muchos seguidores. Como ya se ha dicho antes, como Manara y Crepax. Además, fue una excusa para dibujar mujeres atractivas, y demostrar lo mucho que había mejorado en este campo Giardino. Tanto, que a la hora de hablar de dibujantes europeos capaces de retratar al sexo femenino de forma sensual y realista, pero sin abandonar fantasía o imaginación, acabó siendo un referente, a pesar de que tampoco es que le haya dedicado una gran parte de su obra, no como los autores arriba nombrados. Se fue publicando de forma un tanto esporádica, entre 1985 y 1989 en dicha revista.
Mientras, realizó varias historias breves de tono satírico, generalmente ambientadas en la actualidad, y en un entorno social de clase media-alta o alga, y que se recopilarían en -al menos en España- tres álbumes: "Vacaciones fatales" -sin subtítulo-, "VF2: la tercera edad", y "VF 3: viajes de ensueño".
En 1991, llega el cuarto de sus personajes representativos, tras Pezzo, Fridman y Ego: Jonas Fink. En este caso, Giardino no crea un héroe -porque los dos primeros, cada uno a su manera son, si no héroes propiamente dichos, anti-héroes carismáticos-, ni tampoco un personaje paródico para divertirse y divertir a los demás, como Ego. Jonas Fink es más realista, no tiene la posibilidad de enfrentarse al mundo como los demás, porque, en realidad, no es muy distinto a cualquiera de nosotros. Se trata de un joven judío, huérfano de padre, nacido en Praga, y que, en su infancia y adolescencia, sufrirá junto a su madre tanto la discriminación antisemita -a pesar de la monstruosidad del Holocausto, tan reciente todavía en la década de los 50, donde transcurre gran parte de la historia, y que significó el exterminio de gran parte de los judíos checoslovacos-, como de la persecución y opresión del régimen comunista, que en aquella época, no era más que un gobierno colaboracionista con el poder omnímodo de Stalin, el zar rojo, el tirano que se había hecho con el poder en casi media Europa. En 1995 saldría a la venta el primer álbum "La infancia", y en 1998 el segundo, "La adolescencia". En España, donde se acostumbra a publicar álbumes europeos -y españoles, de un número determinado de páginas, se consideró que los de Giardino eran muy largos, así que las desventuras de Jonas Fink se publicaron en tres partes, y no dos, añadiendo una que no existe en otros países: "La juventud". La historia de este joven también es un recorrido por la bella, mítica y misteriosa ciudad de Praga. Pero la Praga que vemos aquí no corresponde a la que nos hemos encontrado los turistas occidentales en los últimos veinte años, que ha ido modernizándose, abriéndose al mundo, iluminándose -por decirlo de alguna forma- tras la caída del régimen comunista. No, no es así. Esta Praga se nos representa como una ciudad triste, oscura, deseosa de que vuelvan mejores tiempos como, cualquiera puede comprobarlo si viajase en nuestros días, así ha sido. No todas las ciudades o países, hoy en día, pueden decir lo mismo. En muchos, demasiados casos, la expresión "los buenos viejos tiempos", aunque de buenos tuvieran poco, no deja de llevar bastante razón. La obra se transformó en un clásico, que triunfó en el Festival de cómic de Angulema (1995) -un clásico para el séptimo arte europeo-, y en el San Diego Comic Con (1998), donde obtuvo el Premio Harvey.
Por último, en 2005 aparece "Eva Miranda", el primer álbum -existe la posibilidad de que aparezcan más, pero no se sabe mucho del tema. El autor ha estado muy ocupado con la trilogía de "No pasarán"- de una posible serie, donde Giardino opta, en este caso, por el humor, pero no humor sin más, sino en su versión paródica. En este caso, del mundo de las telenovelas -o de películas o libros equivalentes- donde la bella y astuta Eva Miranda del título intenta casarse con el heredero de la riquísima familia Stone, a pesar de que él está enamorado de una pastelera tan dulce como inocente. Es, además, el único caso en que Giardino ejerce solamente de dibujante, pues el guión corre a cargo de Giovanni Barbieri. No es lo que se dice una de sus principales obras, pero incluso en las llamadas "obras ligeras", su dibujo brilla por su enorme facilidad para retratar personajes, situaciones y ambientaciones de todo tipo.
Dos portadas -una para el mercado francófono, la otra para España- de "Eva Miranda".
La única pega que se le puede poner a Giardino es, precisamente, el que su obra no sea demasiado abundante. Apenas dos recopilatorios de Pezzo, uno de Ego, dos o tres -depende del país- de historias cortas, entre cuatro y seis de Fridman -aquí también varía, según país y ediciones-, dos o tres de Jonas Fink, y el de Eva Miranda. Y poco más. Apenas algunas historias cortas de sus primeros tiempos -y prácticamente inencontrables- y alguna más para tal o cual revista, además de algunas bellas -y lamentablemente no muy numerosas- ilustraciones, portadas o carteles.
Todo es cuestión de esperar.
Una ilustración donde se representa a Bolonia, por medio de una modelo femenina.
Una foto de Giardino, en una librería, con álbumes de sus obras tras él.
Giardino es natural de Bolonia, una ciudad italiana de tamaño medio, que a pesar de su historia y atractivo, no ocupa el mismo espacio en el imaginario colectivo -nacional y, sobretodo, internacional- de "ciudad del arte", como Florencia, Roma o Venecia, que tantos millones de turistas atraen año tras año. De familia de clase media, en 1969 se graduó en ingeniería electrónica -de la época, que no viene a ser lo mismo que la electrónica actual-, aunque muy joven, a los treinta y un años, dejó su profesión para dedicarse a la historieta. O, como se le llama en Italia, al fumetto. En la tierra de Hugo Pratt, de Crepax o de Manara, entre otros muchos, tenía, por lo menos, la posibilidad de, si no de triunfar allende sus fronteras, sí de ganarse la vida , mejor o peor, trabajando para alguna editorial de su país. Empezó en 1978, en la revista La Città Futura -semanario editado nada menos que por la Federación Juvenil Comunista Italiana; en Italia, el arte es lo suficientemente importante como para que cualquier organización se sirva de él para promocionarse a sí mismo o sus ideas-, con la historia corta "Pax Romana", para pasar al año siguiente a trabajar para Il Mago. ¿Qué tipo de publicación era esta? Un tipo de revista muy habitual, y popular, tanto en Italia como en España o Francia, donde se publicaba el llamado "cómic adulto" -que en muchos casos, más bien era juvenil, pero que se diferenciaba claramente del dedicado, hasta ese momento casi en exclusiva, a niños o adolescentes- donde había una mezcla de clásicos norteamericanos -"The Spirit" de Eisner, por ejemplo; lo sé porque en España se empezó a hacer popular precisamente en los 80, cuando leí algunas de esas publicaciones-, con autores franco-belgas, o nacionales, de otros países europeos, o argentinos. En el caso español, aparte de los autores francófonos, se podían encontrar en gran cantidad tanto los italianos como los argentinos -en realidad, Giardino acabó siendo un clásico en, por ejemplo, Cairo-, en Francia se podía encontrar bastantes españoles -aunque, en no pocas ocasiones, como si fueran franceses de adopción; la cuestión, sin embargo, es que las editoriales franco-belgas permitieron ganarse la vida, y ser ellos mismos, a legión de expatriados españoles-. En el caso italiano, los españoles y latinoamericanos no fueron tan populares. En esta revista aparecería por primera vez una aventura del primero de sus personajes-tótem, de los que le harían famoso entre los seguidores del cómic italiano y europeo en general.
Sam Pezzo, la versión italiana de los detectives del "hard-boiled" norteamericano, trasplantado a la Bolonia de los 80.
Sam Pezzo es un detective privado, con todos los tópicos de los detectives privados de ficción, como los imaginaron Hammett o Chandler: oficina cochambrosa; ingresos económicos que no dan para más que la pura supervivencia; problemas con el alcohol; otros tipo de problemas, de los que, al contrario que el alcohol, pueden traer una muerte súbita, sea con mujeres atractivas -muchas rubias, además- o con tipos con los que no había que meterse; malas relaciones con la policía y, en general, con el poder establecido... pero, además, las aventuras de Pezzo, aunque nunca se nos diga cómo se llama la ciudad en que transcurren, suceden en la Bolonia del autor. Allá se encontrará con todo: orientales que no se sabe bien si son mafia, víctimas o liantes; enfrentamientos entre agentes del gobierno etíope con rebeldes eritreos -unos y otros han emigrado a Italia desde hace mucho; en la actualidad, son los eritreos, los que emigran a la antigua metrópolis, y a Occidente en general, de forma masiva. Quizá, pensarán algunos, la independencia por la que lucharon tantos años no les ha ido tan bien como cabía suponer...-, asesinatos oscuros, y, sobretodo, vemos a un hombre con sus debilidades, sus miedos y defectos, pero que, no por eso, deja de ser un tipo honrado, con una ética y unos principios que no siempre puede mantener en pie -es realista, se debe acostumbrar a lo que le rodea, para poder sobrevivir, en el sentido más literal del término. En resumidas cuentas, en las historias de Pezzo, se puede ver a un personaje que se mueve lo mejor que puede -en ocasiones, recibiendo más golpes de los que da- en una sociedad donde no es oro todo lo que reluce -inclusive, como no, en las grandes familias-, y que no está muy lejos de la realidad italiana, tanto pasada como presente. Las historias de Pezzo, donde el estilo fue mejorando de forma rápida -hay que tener en cuenta que Giardino es un artista completamente autodidacta, y que tuvo que aprender a medida que dibujaba más y más-, hasta llegar a ser tan oscuro como atractivo, se siguen publicando, también en España, en forma de álbumes de varios relatos, donde se puede ver la evolución, no sólo gráfica, también argumental y narrativa, del personaje. Por eso no vale la pena nombrar el título de tal o cual relato, pues es en forma de recopilación, como se pueden leer.
Respecto a su segundo personaje, Max Fridman, está, digámoslo así, más formado, se ve claramente la influencia franco-belga de la línea clara, el enorme trabajo de documentación -en aquella época no había internet, y este era un trabajo que podía ser realmente largo y pesado, por no decir extremadamente complicado-, y la forma en que las historias son más largas y complejas, pero perfectamente comprensibles. Lo que, en ocasiones, se agradece, pues hay autores que, queriendo buscar la originalidad, o la profundidad de la historia contada, sólo consigue que sea de lo más ininteligible y abstrusa.
Una página de la trilogía de "No pasarán". Fridman en las trincheras de la guerra de España.
Otra viñeta -que sirvió de portada en España- de "No pasarán".
Una ilustración apaisada basada en el álbum "La puerta de Oriente", segunda aventura de Fridman.
La primera historia del espía francés, viudo con una hija, y aparentemente retirado -sólo aparentemente, de ahí lo de "espía", y no "ex-espía"-, sería "Rapsodia húngara", publicada por capítulos, como ya se ha dicho, por Orient Express, para salir, en 1982 al mercado en forma de álbum, y transformándose en éxito de ventas en poco tiempo. No sería un número uno, pero sí la obra de un autor que, cabía suponer -y con razón- que seguiría vendiendo de cada parte de ella años después de haberlas publicado. Se trata éste de una historia donde no sólo se presenta al personaje, sino que se nos cuenta, de forma nada sucinta -tenía más páginas que un álbum típico francés o belga, por ejemplo- el cómo Fridman debe averiguar por qué ha caído una red de espías del servicio secreto francés en Budapest, cómo intenta salvar a su única superviviente y, de paso, presentarnos un viaje por la Europa de los años treinta, inmediatamente anterior al estallido de la II Guerra Mundial. En realidad, las otras dos aventuras de Fridman, "La puerta de Oriente" (1986, ambientada, sobretodo, en Estambul; también en Grecia, y en pleno Mediterráneo-, y "No pasarán" (en tres volúmenes, aparecidos en el 2000, 2002 y 2007), ambientada esta última en la Guerra Civil Española, no dejan de ser, a pesar de considerarse historias independientes, tres capítulos de un mismo serial, donde Fridman es más excusa que agente para que podamos conocer, de una forma tan bella como detallista, cómo fue un mundo que ya no existe, que se evaporó para siempre entre las llamas que consumirían Europa y el mundo muy poco después. Y teniendo en cuenta que el último álbum del este espía tranquilo y educado, nada amigo de la violencia -aunque no duda en recurrir a ello si no queda más remedio; que sea buena persona, no significa que sea tonto- apareció en 2007, es de suponer que, en un futuro próximo, podríamos leer una nueva historia de Fridman, ya en plena Guerra Mundial.
Fridman, además, permitió a Giardino ser traducido -y por tanto, conocido- en multitud de países, y conseguir fama y premios, como el St. Michel de Bruselas, o el Yellow Kid del Salón Internacional del Cómic de Lucca -cerca de su Bolonia natal-.
Una portada de "Vacaciones fatales", y una página en su edición en inglés.
Dos portadas diferentes de "Little Ego". La primera para Italia. La segunda para varios países, entre ellos España.
En 1991, llega el cuarto de sus personajes representativos, tras Pezzo, Fridman y Ego: Jonas Fink. En este caso, Giardino no crea un héroe -porque los dos primeros, cada uno a su manera son, si no héroes propiamente dichos, anti-héroes carismáticos-, ni tampoco un personaje paródico para divertirse y divertir a los demás, como Ego. Jonas Fink es más realista, no tiene la posibilidad de enfrentarse al mundo como los demás, porque, en realidad, no es muy distinto a cualquiera de nosotros. Se trata de un joven judío, huérfano de padre, nacido en Praga, y que, en su infancia y adolescencia, sufrirá junto a su madre tanto la discriminación antisemita -a pesar de la monstruosidad del Holocausto, tan reciente todavía en la década de los 50, donde transcurre gran parte de la historia, y que significó el exterminio de gran parte de los judíos checoslovacos-, como de la persecución y opresión del régimen comunista, que en aquella época, no era más que un gobierno colaboracionista con el poder omnímodo de Stalin, el zar rojo, el tirano que se había hecho con el poder en casi media Europa. En 1995 saldría a la venta el primer álbum "La infancia", y en 1998 el segundo, "La adolescencia". En España, donde se acostumbra a publicar álbumes europeos -y españoles, de un número determinado de páginas, se consideró que los de Giardino eran muy largos, así que las desventuras de Jonas Fink se publicaron en tres partes, y no dos, añadiendo una que no existe en otros países: "La juventud". La historia de este joven también es un recorrido por la bella, mítica y misteriosa ciudad de Praga. Pero la Praga que vemos aquí no corresponde a la que nos hemos encontrado los turistas occidentales en los últimos veinte años, que ha ido modernizándose, abriéndose al mundo, iluminándose -por decirlo de alguna forma- tras la caída del régimen comunista. No, no es así. Esta Praga se nos representa como una ciudad triste, oscura, deseosa de que vuelvan mejores tiempos como, cualquiera puede comprobarlo si viajase en nuestros días, así ha sido. No todas las ciudades o países, hoy en día, pueden decir lo mismo. En muchos, demasiados casos, la expresión "los buenos viejos tiempos", aunque de buenos tuvieran poco, no deja de llevar bastante razón. La obra se transformó en un clásico, que triunfó en el Festival de cómic de Angulema (1995) -un clásico para el séptimo arte europeo-, y en el San Diego Comic Con (1998), donde obtuvo el Premio Harvey.
La ciudad de Praga, transformada en protagonista. Lluvia y gris no pueden evitar la magia de la joya del Moldava.
La Praga real. Es fácil ver el esfuerzo de representar la ciudad eterna, que no ha variado demasiado desde los 50 hasta ahora.
Jonas Fink, paseando por una ciudad ingrata y dura: la Praga del estalinismo.
La única pega que se le puede poner a Giardino es, precisamente, el que su obra no sea demasiado abundante. Apenas dos recopilatorios de Pezzo, uno de Ego, dos o tres -depende del país- de historias cortas, entre cuatro y seis de Fridman -aquí también varía, según país y ediciones-, dos o tres de Jonas Fink, y el de Eva Miranda. Y poco más. Apenas algunas historias cortas de sus primeros tiempos -y prácticamente inencontrables- y alguna más para tal o cual revista, además de algunas bellas -y lamentablemente no muy numerosas- ilustraciones, portadas o carteles.
Todo es cuestión de esperar.
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