Los prerrafaelitas (VIII): William Clarke Wontner: bastante más que retratar modelos británicas con atuendos orientales.
Experto en retratar mujeres hermosas que invitaran a viajar a un Oriente más mítico que real, en su época o en un legendario pasado.
Orientalismo en la Inglaterra imperial.
William Clarke Wontner (1857-1930; fue, por tanto, de los prerrafaelitas que vivió hasta una época más reciente, cuando su estilo ya hacía tiempo que era considerado desfasado y parcialmente olvidado) que no siempre es considerado como parte íntegra del movimiento. Para algunos críticos, más que un prerrafaelita propiamente dicho -no tenía, lo que se dice, una atracción demasiado fuerte hacia los pintores medievales o renacentistas anteriores a Rafael, de ahí el nombre de sus correligionarios-, pues aparte de su atracción por el estilo romántico de franceses y alemanes -ya en su época, finales del siglo XIX, considerados de otra época, a pesar de sus no pocos seguidores y admiradores-, siempre fue un artista de estilo académico. Principalmente, porque como clásico, aparte de bodegones y retratos de la campiña británica -o de donde quisiera ser el pintor en particular- optó por el retrato de segundo plano. O sea, de medio cuerpo -en contraposición al primer plano, en que básicamente se retrata el rostro, la cabeza; o el tercer plano, o de cuerpo entero-.
Un retrato realizado por Henry Myers, a una edad ya madura.
Wontner era hijo de William Hoff Wontner, arquitecto y diseñador, que nunca vio con malos ojos, más bien al contrario, que su vástago se dedicara al arte. Pero al menos, debió pensar el buen hombre, que lo haga en serio, y no sólo por pasar el rato. Él lo puso bajo la tutela del también pintor John William Godward (1861-1922, y que merecería una entrada propia, a pesar de haber sido casi totalmente olvidado), que no era, curiosamente, mayor que él, y del que acabaría siendo buen amigo, y que ya contaba con cierta fama como representante de un estilo llamado "greco-romano", o neo-clásico, del que también formaría parte, por derecho y lógica, Alma-Tadema. Si bien el término neo-clásico quizá no sea del todo exacto, pues ninguno de los tres deseaba, realmente, imitar la pintura de griegos o romanos antiguos, entre otras cosas, porque se conocía -y se sigue conociendo- bien poco de ella, sino más bien, retratar personajes, situaciones o hechos históricos ambientados en la Antigüedad, y no siempre de contenido mitológico, sino con hombres y mujeres reales, aunque fuera, en muchas ocasiones, de una forma idealizada, embellecida, y un tanto fantasiosa -eliminando, en no pocas ocasiones, lo más desagradable o terrible de aquella época, transformada por ellos en una especie de "edad de oro" perdida para siempre. En realidad, más bien se podría dudar si abrieron el movimiento prerrafaelita a nuevos motivos, ideas, personajes o épocas históricas, o bien fueron una especie de "parientes" suyos, cercanos pero diferenciables.
"Safie" (1900), o un intento de representar una belleza de Oriente -el Imperio Otomano, tal vez-. El hecho de que sea tan clara de piel también podría deberse a los orígenes georgianos o circasianos de muchas mujeres de aquella tierra, desde esclavas, hasta habitantes del harén del sultán de turno.
"El pañuelo -o chal- de púrpura" (1913). Un retrato de mujer romana, se supone que de buena familia, pues el púrpura no era color de tela que se pudiera permitir mucha gente. Durante el Imperio Bizantino, incluso, sólo podía llevarlo la familia imperial.
Respecto a su estilo, en seguida se comprueba que gran parte de sus obras, como ya se ha indicado, eran jóvenes de belleza lánguida, delicada, con vestidos y atavíos orientales, pero que, claramente, respondían al físico de mujeres occidentales, británicas, para ser más exactos, y difícilmente podían pasar por persas, turcas, armenias, árabes o circasianas, por mucho que se vistieran o peinaran como ellas, y tuvieran como telón de fondo paisajes exóticos, sedas y mármoles de supuestos palacios otomanos o persas. Aún así, la idea de que una mujer europea no sólo no tuviera ningún problema, sino que deseara vestirse y dejarse representar con una moda -para los occidentales; para los orientales, en no pocas ocasiones, era la ropa que llevaban desde hacía siglos; en caso, claro está, de que realmente vistieran así- de culturas orientales, que para muchos británicos y europeos de la época, que década tras década iban conquistando y explorando el mundo entero, pero que no habían reparado en la diversidad cultural del mundo que tenían literalmente a sus pies, era una novedad. El orientalismo, realmente, no era invento sólo, ni mucho menos, de los prerrafaelitas o los neo-clásicos -en realidad, más bien serían los pintores que sí habían visitado países de culturas distintas, que habían conocido a los habitantes de aquellas tierras, y los habían representado lo más fielmente que habían podido. Aquí se habló anteriormente de dos auténticos orientalistas, ambos catalanes y reusenses en particular: Fortuny y Tapiró. Ellos no viajaron a Persia, sólo a Marruecos, pero sí pintaron lo que vieron, aunque fuera a su manera-, pero sí supieron beber de él, dejarse influir, y también aportar su visión. Como en otros contemporáneos suyos, y teniendo en cuenta que él era más clásico y menos rupturista que los prerrafaelitas más auténticos, no tuvo problema en formar parte y ser exhibido en la Royal Academy, desde 1879, y en la Sociedad de Artistas Británicos.
"El collar de jade" (1908). Éste sí es un ejemplo claro de mujer occidental fascinada por una moda influida por los países orientales, aunque no correspondiera exactamente con la realidad.
"La chica bailarina" -"The dancing girl"-, quizá su obra más conocida: la joven artista oriental, sensual y exótica, cercana pero inalcanzable.
Respecto a su vida familiar, fue bien tranquila. Casado desde 1894 -un poco mayor para la época- con Jessie Marguerite Keene, no tuvo hijos, aunque su vida marital no destacó por problemas o altibajos. Y al contrario de lo que podría pensarse, su atracción por Oriente -o por sus mujeres, o por cómo las imaginaba él- no le animó a viajar fuera de Europa.
"Una belleza oriental", o uno de sus muchos retratos femeninos, aunque aquí, más que una elegante señora con exóticos ropajes, aparece una mayor verosimilitud -aunque la modelo, que me resulta desconocida, probablemente fuera tan británica como las demás-.
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