lunes, 10 de marzo de 2014

Eulogio Varela, el genio olvidado del modernismo español.

Una reciente exposición en Madrid recuerda a uno de los pintores e ilustradores españoles más originales  del primer tercio del siglo XX.





El Museo ABC rescata a Eulogio Varela, maestro del modernismo madrileño No es la primera vez que descubro a un artista por la prensa, pero como suele pasar, aunque dicho personaje te llame la atención, si no decides indagar un poco a fondo sobre su vida y obra, acabas por olvidarlo de nuevo. Y la verdad es que tener un blog, aunque no sea especialmente visitado, ayuda mucho a dejar por escrito lo que, de otra manera, acabaría olvidado por mi lamentable memoria. Uno de esos artistas es el español Eulogio Varela, pintor y, sobretodo, ilustrador, aunque también ejerció de diseñador y decorador -y, probablemente, de haberse dedicado casi exclusivamente a estas dos últimas ocupaciones, se habría ganado bien la vida sin complicarsela demsiado; aunque, bien mirado, para un artista, lo más complicado es no ejercer su arte-. Actualmente hay en Madrid una exposición de una parte importante de su obra -importante por representativa; no es mayoritaria porque fue inmensa: cuenta con más de 1400 trabajos-, en el Museo del diario ABC, para el cual trabajó durante años -la verdad es que no soy lector de prensa conservadora, pero si hay en ella algún artículo interesante, no tengo prejuicio ideológico alguno-, aportando gran cantidad de dibujos para su revista "Blanco y Negro". Como es más que posible que no tarde demasiado en dejar de estar, si no de moda, sí en boca de los amantes del arte en general, una vez acabe la exposición, creo que no está demás dejar por escrito algo sobre él, tal como hice con mi conciudadano Tapiró -Fortuny, al contrario que él, no lo necesita, pero no me estuve de escribir también sobre él-. Pues ahí va:



La vida y obra de Eulogio Varela, modernista donde el modernismo dejó huella endeble.

Por decirlo de una forma clara, Varela, aunque fue reconocido como gran artista estando todavía vivo, no acabó de ser profeta en su tierra. Ni tampoco, la verdad, fuera de ella. Al no ser catalán, ni haber vivido o trabajado nunca en Cataluña, no pudo formar parte del modernismo que representaba tanto la modernidad, valga la redundancia, y la identidad del catalanismo que había nacido en el siglo XIX, y que necesitaba símbolos, antiguos y modernos, para afianzarse; aparte, que Barcelona -donde se concentraron tantos genios de la época de entre-siglos- siempre estuvo más abierta a las influencias culturales y artísticas europeas, mientras que Madrid, un tanto aislado al estar en el centro de una Castilla muy poco poblada y desarrollada, y que dormía todavía un mal sueño posterior al desastre del 98, no tenía la misma posibilidad, y en ocasiones -al menos, parte importante de su entramado político y económico, y por su influencia, también parte de su población-, el interés, de abrirse al mundo, en la doble vertiente de influir y recibir influencias.

                  
Diseño de mobiliario y caligrafía artística, con los que Varela experimentó con éxito.


El Teatro Español de Madrid, donde trabajó Eulogio Varela.

Nacido en Andalucia, en El Puerto de Santa María (Cádiz), emigró, como tantos otros andaluces, a algún lugar donde pudiera ganarse mejor la vida, y  más, teniendo en cuenta que era un artista que, desde joven, tuvo interés por las vanguardias y por un estilo que, sin tener cierta raíz española, era muy cosmopolita, y por tanto, sólo tendría gran aceptación en Madrid o Barcelona. Pero el Madrid al que llegó era una ciudad un tanto provinciana, capital de un país que consideraba natural cierto aislacionismo -en ocasiones, mezclado con victimismo o patriotismo hueco, según a quién se preguntara, pero en no pocas ocasiones, simplemente con un fatalismo demasiado presente en todas partes). La guerra de Cuba no sólo significó la pérdida de las últimas colonias -si bien Cuba y Puerto Rico no eran colonias clásicas, pues gran parte de la población, blanca o mulata, tenía algún origen español, y hablaban la misma lengua que la antigua metrópoli-, sino también la ruina económica, el descrédito internacional -se dejó de ser potencia mediana para ser, simplemente potencia pequeña y casi olvidada por todos-, la destrucción de un ejército orgulloso que drenaba las arcas públicas -el enfrentamiento con Estados Unidos, sobretodo en el mar, fue desastroso-, aparte, claro está, de la enorme crisis económica social, y el haber perdido en años de guerra -en Cuba, en Filipinas, también en Marruecos, cosa que seguiría hasta los años 20- a docenas de miles de soldados, sin contar muertos y heridos. En resumidas cuentas, el hombre que llegó a lo que, en el siglo XIX se llamó "el rompeolas de las Españas" -el XIX fue considerado "el siglo loco"; como si el XX no fuera a traer más todavía-, se encontró a una metrópolis que se amargaba y dolía por sus heridas, su ruina y su aislacionismo, pero en no pocas ocasiones, para caer en la autocompasión, y sin querer -o poder, o saber- alzar la vista y observar cómo y por qué el resto de países europeos y americanos crecían y se modernizaban a mucha mayor velocidad -aunque, a la larga, dicha modernización trajera una mayor destrucción y mortalidad cuando dichos estados decidieron destruirse en la próxima I Guerra Mundial-. Si él quería dedicarse a una pintura, ilustración o diseño que demostraba -y en cierto modo, pedía al interesado, al espectador- alegría y fantasía, se encontró con una sociedad que, si bien contaba con intelectuales y críticos, no estaba para fiestas.

Ilustración de lo más detallista, como portada de la revista en la que más trabajó.

Aquí, una influencia clara del checo Mucha.


Influencia de los pre-rafaelitas, y su querencia por los temas medievales.

Nacido en 1868, treinta años después empezó a colaborar con el diario ABC, con su revista "Blanco y Negro" -una de las primeras revistas ilustradas de España-, y en otras publicaciones, como "La ilustración española", o "Helios", donde llegó a publicar más de mil ilustraciones, lo que es una auténtica barbaridad, y que hizo que fuera premiado en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en seis ocasiones, entre 1892 y 1908. Tal vez por eso, por tener al medio escrito como vehículo de su trabajo, mucha gente lo consideró, más que un pintor, un ilustrador, un hombre "que hacía dibujos y anuncios para revistas"; en resumidas cuentas, un "moderno", que no tenía sentido comparar con auténticos artistas, o sea, pintores de murales o lienzos. Pero también se dedicó al diseño a la decoración -junto a Emilio Sala, del Teatro Español, y el Casino de Madrid-, profesor de arte -en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid-, escritor -libros sobre arte y estilo- y al diseño de muebles, joyas, vidrieras y tipografías. Algo, por lo demás, bastante habitual entre los modernistas -un ejemplo sería Gaudí, que no sólo era arquitecto, sino que diseñaba muebles, cerámica o enrejados de las casas de cuyos planos y formas era autor-.


Un par de portadas comunes en la época: una mujer atractiva y -para aquellos tiempos- moderna.


Una de sus muchas portadas modernistas para la revista "Blanco y negro".

Una temática de "historia romántica", o sea, con más imaginación que rigor histórico. En este caso, sobre el Egipto faraónico.

Moriría en la población de Cercedilla, cerca de Madrid, en 1955, y sus herederos donaron gran parte de su obra a su ciudad de nacimiento, donde se le hizo un primer homenaje en 1980. Otro parte de dicha obra está en manos del periódico para el que trabajó, y con la que -además de donaciones temporales del ayuntamiento del Puerto- se le ha realizado esta segunda exposición conmemorativa y de redescubrimiento.
Se puede observar, desde luego, una influencia del checo, parisino de adopción, Alphonse Mucha, y en general, tanto del modernismo -o art-deco, como se le llamaba en el mundo francófono-, como del simbolismo -una deriva más espiritual, profunda y en ocasiones surrealista del arte, aunque con cierto parentesco con los modernistas; en alguna ocasión, había artistas que practicaban ambos estilos-, y los todavía famosos -aunque fueran más bien victorianos- pre-rafaelitas británicos. Él, por su parte, aunque fuera conocido por el gran público, pero no siempre tomado demasiado en serio, sí que ejerció influencia sobre autores españoles más jóvenes. Por lo visto, tanto Juan Gris -trabajaron juntos en "Blanco y Negro", y se influyeron recíprocamente, pues Gris, más joven, no sólo aprendió del maestro, sino que le dio a conocer la rama modernista alemana y austriaca, más rupturista y radical que la franco-belga-, como el mismísimo Picasso, la reconocieron cuando empezaron a interesarse por la pintura de forma seria.
Eulogio Varela, Sinfonía de almas 2, Blanco y Negro, núm. 873, 25 de enero de 1908. Tinta, gouache y aguada cartulina, 498 x 162 mm. Museo ABC. Señala encima de la imagen para verla más grande.También tuvo tiempo para escribir un tratado sobre artes decorativas (1934), y obro sobre caligrafía, pues él, como otros seguidores de su estilo, utilizaba las letras no sólo como una forma de nombrar personajes, objetos o lugares retratados, sino como una forma más de arte.


Hojas de un tratado de Varela sobre caligrafía.

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