domingo, 7 de junio de 2015

Los prerrafelitas (XIX): Thomas Woolner, el más representativo de los escultores del movimiento.

Aún habiendo pintores que también se dedicaron a la escultura, Woolner fue de los pocos que se dedicó casi por entero a esta rama artística.


Escultura realista, vitalista, psicológica... pero el camino no es fácil, y debe marchar a Australia.

Thomas Woolner (1825, en Hadleigh, condado de Suffolk-1892) fue, principalmente, escultor, aunque también se dedicó a la poesía. Además, fue el único fundador dentro de la Hermandad Prerrafelita -aparte de la llamada "Santísima Trinidad" inicial- que no era pintor, ni tan siquiera de forma secundaria, sino escultor. 
Sin embargo, tardó un tiempo en hacerse un nombre artístico. Antes de ello, tuvo que emigrar a Australia por cuestiones económicas, donde empezó a hacerse famoso, hasta que, finlamente, consiguió ser considerado uno de los mejores escultores de Gran Bretaña tras volver a su país de nacimiento, si bien su estilo, rompedor, novedoso, no estuvo nunca libre de críticas -algunas, con cierta razón- y dudas, pues no sólo entre los críticos profesionales, sino entre el público en general, las nuevas propuestas no siempre eran bien recibidas, aunque con el paso del tiempo estas acabaran siendo no sólo absorbidas, sino consideradas casi como académicas -o "neo-académicas"- y representativas del arte nacional.

Thomas Woolner en una edad ya madura, si bien es cierto que la larga y profusa barba muy probablemente envejecen su imagen, pues murió a los sesenta y siete años, y la foto no es de poco antes de su muerte.

Nacido en Hadleigh, en el condado de Suffolk, en el este de Inglaterra, en una zona rural donde todos los que tenían vena artística soñaban con la emigración a la gran ciudad -o sea, Londres-, aprendió escultura con William Behnes, y como tantos otros, exhibió su trabajo en la Royal Academy en 1843. Allá conoció a Dante Gabriel Rossetti, que estuvo encantado con su nueva amistad -cuando, en general, se habla de algún nuevo miembro o simpatizante del movimiento, Rossetti siempre está enmedio; quizá como marido fue un desastre, pero a la hora de encontrar nuevos amigos en el mundo del arte, claramente se le daba de maravilla-, y con poder contar con un escultor para su proyecto artístico-revolucionario: la Hermandad Prerrafalita. 
Woolner defendía una escultura realista, e, incluso, psicológica -aunque no usara dicho término, que todavía no existía-, por lo que sus ideas artísticas no cuadraban demasiado con el punto de vista medievalista del resto de la Hermandad. Esto no hizo que rompiera con ellos, pero sí que eligiera un camino un tanto separado en cuestiones de estilo y filosofía del arte. Aún así, la cercanía, observación y reproducción realista de la naturaleza que tenían sus compañeros sí que era por él compartida.
Se dedicó, en principio, a hacer bustos y medallones -una especie de medalla de piedra de grandes dimensiones, que se exhibía de canto, y donde se esculpía en relieve un rostro, normalmente de perfil, o casi-, pero no le fue suficiente para ganarse la vida, así que decidió emigrar a Australia en 1852, que por aquel entonces, ya empezaba a recibir una inmigración voluntaria -no de delincuentes o de pobres y mendigos deportados- cada vez mayor, aunque casi totalmente de las Islas Británicas. Uno de sus amigos a quién más dolió la marcha de Woolner, tal vez porque pensó que no volvería a verlo, fue el pintor academicista-reformista -por llamarlo de algún modo- Ford Madox Brown, que pintó "The last of England" -"Lo último de Inglaterra", en referencia a lo que observaban los emigrantes al marchar por barco del país- inspirado en la marcha de su amigo. Sin embargo, aquella marcha al otro lado del mundo no fue tan penosa o dura como podría pensarse, pues allá, tanto en Australia como en Nueva Zelanda, donde los artistas escaseaban tanto, pudo conseguir grandes e importantes encargos, realizando estatuas de héroes imperiales británicos, como el capitán Cook, o Stamford Raffles -el hombre que ocupó, colonizó y urbanizó la estratégica colonia insular de Singapur-.

"El hilandero", en el ayuntamiento de Manchester.

Vuelta a Inglaterra, para alcanzar la fama, y conseguir el reconocimiento como uno de los grandes de la escultura nacional.

Al contrario de lo que, probablemente -es difícil saber qué pensaba realmente- el mismo imaginó, su estancia en Australia fue corta, y al año y poco de marchar, ya estaba de vuelta, con una reputación de joven artista rompedor, pero también de tener un carácter bastante fuerte, y de no dejarse convencer así como así. Amigo del poeta y crítico artístico Francis Turner Palgrave, con quién compartió casa a su retorno a Londres, ambos fueron protagonistas de un pequeño escándalo, cuando Turner, que fue crítico en una exposición internacional de escultura, en 1862, decidió defender y alabar a Woolner por encima de todos los demás artistas -que no dudó, en ocasiones, casi en denigrar de forma exagerada-, aunque algunos de estos fueran más conocidos -y reconocidos- que él. El crítico dijo que, aparte de la amistad que los unía, reconocía a Woolner como un modernizador de la escultura, dándola una energía y realismo que no le daban autores más veteranos, todavía demasiado deudores del clasicismo que bebía de los escultores greco-latinos. Aún así, Turner Palgrave, ante las críticas que él -critico, antes que poeta- recibió de todas partes, acabó retirando el catálogo.
Respecto a los encargos que recibió, el más importante fue una serie de esculturas que formaban parte del edificio de los antiguos tribunales de Manchester -Tribunales Assize, edificio ya desaparecido, y del que sólo quedan dibujos y grabados-. Woolner esculpió estatuas que representaban a legisladores y gobernantes, y otras alegóricas de la justicia y la misericordia, incluyendo un conjunto, conocido como "El juicio de Salomón", flanqueado por las estatuas de una "mujer virtuosa", y otra borracha, o que al menos lo parecía. El edificio fue bombardeado durante la II Guerra Mundial, y gran parte de las esculturas se perdieron, aunque algunas fueron salvadas, y ahora forman parte del edificio de los tribunales municipales que sustituyó al antiguo.

  
Dos estatuas de políticos de la época: Stamford Raffles -"padre" de la colonia de Singapur, que estableció en 1819", y Thomas B. Macaulay, creador de la doctrina de "la pesada carga del hombre blanco", o la mezcla de derecho y obligación de los occidentales de conquistar y gobernar el mundo.


Aunque muchos de sus trabajos eran de hombres famosos y, casi siempre, ricos -y vivos, o recientemente fallecidos. O sea, encargos personales de estos "grandes hombres", de sus familiares, o del Estado, o asociaciones diversas, que querían homenajearlos-, también gustaba de realizar otro tipo de trabajos, más personales y originales, como "Civilización" (1867), o "Virgilia lamentando la ausencia de Coriolano" (1871), haciendo referencia al legendario noble romano que, exiliado de su ciudad, acaba uniéndose a los enemigos de ésta, y que Shakespeare haría protagonista de una de sus obras. En estas obras, realmente, es donde pudo poner en práctica todas sus teorías de su visión de figuras nada estáticas, sino que representaban sentimientos y emociones. Fue, además, amigo de escritores, críticos, y de científicos, como el mismo Darwin, con el que tuvo no sólo cierta amistad, sino también hablaron entre ellos sobre las teorías del célebre científico, que en aquella época las iba publicando en libros que ahora nos parecerían inofensivos, pero que, en esos años, fueron todo un escándalo.
También realizó relieves, incluyendo algunos de lápidas de cementerios. Los más importantes, los de "La Ilíada".
Fue elegido miembro de la Royal Academy en 1875, y fue profesor de escultura entre 1877 y 1879.
Además de escultor, también fue poeta, e incluso tuvo cierto momento de gloria como tal, con la obra prerrafaelita -si es que se puede hablar de literatura claramente influida por la Hermandad- "Mi bella dama", aunque, más adelante, se interesó por el estilo neo-clásico, tan en boga en su época, aunque mezclando clasicismo -con temáticas, como no, greco-romanas, pero más legendarias o fantásticas que reales; como otros muchos artistas de su época, Woolner tenía más interés por la mitología o el arte griegos y romanos, que por la historia real de estos pueblos-, como "Pigmalion", o "Tiresias".
Aparte de todo ello, también ejerció de comerciante de arte. O sea, de marchante. Esto le fue realmente útil para venderse a sí mismo, o más bien a su obra. Como creo haber escrito hace ya tiempo -tanto, que tampoco puedo estar demasiado seguro-, el problema de algunos pintores y otros artistas era que no sabían ni buscar clientes para sus obras, ni venderlas a buen precio. Caso de mi conciudadano reusense Fortuny. Pero Woolner no fue así. Supo ganarse bien la vida, y así mantener a su esposa y sus seis hijos.
Murió a los sesenta y siete años, de forma más bien repentina -un derrame cerebral, aunque la medicina de aquella época estaba menos adelantada de lo que se podría pensar hoy en día, y a veces la gente, simplemente, se moría, y en paz-, en 1892. Su esposa Alice fallecería veinte años después, y su hijo Hugh -se habló de ello en su tiempo-, que vivía en Nueva York, y había viajado a Inglaterra para asistir al entierro de su madre, tuvo la mala suerte de hacer el viaje de vuelta en el Titanic. Aunque, quizá, su mala suerte no fue tanta, porque fue uno de los supervivientes.

  
"Apolo y Palas Atenea", y "Grupo de niños con chaqueta azul" -de su uniforme escolar", dos obras bien distintas, para un autor que usaba la mitología para expresar sus ideas artísticas más personales, y las "realistas" y los retratos para ganarse la vida, aunque siempre con un estilo propio.

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