Una ventana en color a un pasado centenario: fotografías de 1913 que parecen insospechadamente reales.
Lo que en su momento no fue más que una serie de fotos de un británico anónimo a su sobrina, hoy sería un recuerdo de un mundo perdido.
Esta será, imagino, una entrada corta. No sabía bien si hacerla, porque la fotografía es un tema que me atrae, pero no me apasiona, ni tampoco lo conozco especialmente. Pero en ocasiones, tanto los grandes fotógrafos -conocidos o no-, como según que tipo de fotografías, resultan no sólo artísticas, sino también tan atractivas como, igualmente, testigo y muestra de otros tiempos, y de hechos que, lejanos o no, ya no volverán.
Bien, pues en este caso, se trata de una serie de fotos que pude ver, por primera vez, en una sección de el diario español "El país", aunque después comprobé que habían dado, literalmente, la vuelta al mundo, pues había muchas webs y blogs, y no sólo de fotografía, que hablaban de ellas. Se trataba de cierto número de fotografías realizadas por el ingeniero Mervyn O'Gorman, inglés de origen irlandés, en 1913, sólo un año antes del apocalipsis que resultó para la Europa que vivía el sueño de "La Belle Époque", donde los avances tecnológicos, la cultura y una supuesta cultura común europea parecían presagiar un nuevo mundo sin guerras -al menos, sin grandes guerras, exceptuando, quizá, alguna colonial-, y donde la libertad, la ciencia y el progreso económico estaban casi condenados a extenderse de forma universal.
La joven, tal vez la sobrina del doctor y su esposa -porque se ha llegado a investigar sobre la identidad tanto de la chica como de su familia, y por lo visto, el matrimonio no tuvo hijos, aunque la teoría de la hija tampoco está descartada- aparece en no pocas imágenes con un vestuario rojo que llama la atención por lo vivo y llamativo del color, posando como una modelo profesional, en un día de playa, en la localidad costera de Lulworth Cove, en el sur de Inglaterra. La fascinación,y cierta sorpresa, vienen tal vez porque, como estamos tan acostumbrados al blanco y negro para la fotografía anterior a los años 50, que ver una fotografía tan colorida, pero sobretodo, donde el color y la luz son tan buenos, tan "actuales", que más que una antigüedad, un recuerdo un tanto polvoriento, como descolorido -o como si nunca hubieran tenido color propio-, asemejan una pequeña ventana a un mundo que ya tiene un siglo, y que si bien no es tampoco extremadamente lejano en el tiempo, ni los hombres y mujeres que lo habitaron tampoco eran tan distintos a nosotros -o eso suponemos, quizá sería interesante poder preguntárselo a ellos-, nos parecen casi como de otro planeta. Y tal vez sea cierto. Las dos guerras mundiales fueron una herida tan inmensa, para el mundo, y en particular para Europa, que todo lo anterior parece como leyenda antigua.
¿Pero ya había película a color en aquellos tempranos tiempos? Pues parece que sí. Existían varios tipos de ella, y como soy un auténtico analfabeto en estos temas, miré para informarme en la web "Xatakafoto", que es interesante para cualquiera que se interese por este mundo -y por ello pongo un enlace aquí-, donde explica que la diversidad de tonalidades -no es nada parecido a esos horrores de fotos o películas pintadas a mano, con tres o cuatro colores, en general muy poco naturales- se debe al uso de un tipo de placa autocroma, que eran placas de vidrio que constaban de una variedad de microscópicos granos de almidón -fécula de patata-, sobre la base de una película de blanco y negro. Estos granos estaban teñidos de varios colores -naranja, verde, morado-, que actuaban como filtros de color, y el resto de colores complementarios, aparecían tras el procesado de la placa. Parece que la patente data de 1903, -aunque parece que no se popularizó hasta 1907, y no se usó en película hasta los años 30- así que el ingeniero O'Gorman tenía en sus manos una cámara que usaba una técnica relativamente moderna -en aquella época, los inventos no se popularizaban tan rápido como hoy en día-, y haciendo lo que parecía una simple distracción familiar sin importancia, ha conseguido que su misteriosa hija, o sobrina, Christina, haya "resucitado" más de un siglo después. La calidad, pues, es sorprendente, sobretodo cuando las personas o los objetos retratados están en primer plano, pues se puede observar que, cuanto más lejos está el fondo, se ve más borroso. Pero aún así, más que un problema técnico, parece hecho adrede, para darle un aspecto más fantástico a cada imagen.
Hoy en día, como colofón a todo esto, se pueden encontrar en la web -e imagino que en libros dedicados al arte fotográfico-, gran cantidad de fotografías que, en su origen, fueron en blanco y negro, pero que han sido coloreadas de tal manera, que parece como si hubieran sido en color desde el principio. Y al contemplarlas con atención, individuos, multitudes, hechos históricos o de lo más anodino, y lugares que ya no existen tal como fueron retratados, parecen adoptar vida propia, o abrirnos los ojos a un pasado que parecía muerto, pero que, bien mirado, todavía tienen vida propia mientras seamos capaces de conservarlo y recordarlo.
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