miércoles, 19 de agosto de 2015

Los prerrafaelitas (XXIV): James Collinson, algo más que un gran cuadro de la Sagrada Familia.

Quizá uno de los menos conocidos de los prerrafaelitas, que destaco por su religiosidad, aunque gran parte de su obra fuera profana.


Como ya se puede ver, últimamente no tengo demasiado tiempo para dedicarle al blog -bueno, quizá no tan "últimamente", porque hace ya tiempo que escribo esto. Y como el número de prerrafaelitas aquí comentados crece y crece -incluyendo escultores, y autores que, sin ser realmente del movimiento, tuvieron relación con él-, así que, últimamente, me va siendo un poco difícil encontrar alguno nuevo. Aún así, si una vez acabada el listado, apareciera algún ilustre desconocido -para mí, se entiende-, no habría problema de añadirlo como un anexo. 
Pues bien, en este caso, se trata de un autor poco conocido, pues abandonó la Hermandad muy tempranamente, y gran parte de su obra probablemente no se le pueda considerar completamente prerrafaelita, aparte de que, después de su muerte, su nombre ha acabado siendo casi totalmente olvidado.

James Collinson, y La Sagrada Familia.

James Collinson (1825, en Mansfield -1881, en Camberwell), a pesar de su poco nombre, digámoslo así, fue un auténtico miembro de la Hermandad Prerrafaelita (entre 1848 y 1850; hay que tener en cuenta que, en poco tiempo, la unión de los fundadores de la Hermandad, y los que se añadieron poco después, se fue debilitando, hasta que cada uno se fue un poco por su lado), junto a Millais, Rossetti y Holman Hunt, a los que conoció, como no, en la Royal Academy, y al contrario que otros autores mucho más conocidos -y con razón- que en ocasiones, ni tan siquiera llegaron a tener relación, o esta fue muy escasa, con "la Santísima Trinidad" del movimiento.
Quizá lo que más llama la atención de Collinson es la importancia que la fe, y la religión con ella, tuvo tanto en su vida personal, como en su obra. Aunque de joven -veintipocos años- entró a formar parte del grupo de Millais, Rosseti y compañía por considerarlos, de alguna forma, como jóvenes rebeldes y refundadores de la pintura, aquello tuvo, por fuerza, que acabar mal, por una razón que, seguramente, debió, aunque lo conocieran bien, sorprender al resto de sus compañeros de "aventuras pictóricas": él era un cristiano practicante, que consideraba su fe como algo de suma importancia. Era un caso de anglicano converso al catolicismo -como el escritor Chesterton, o la madre de Tolkien, y por extensión, los hijos de ésta-, lo que hacía que su religiosidad fuera más fuerte, pero también en ocasiones, más intransigente, si bien era conocido por sus compañeros de grupo como un joven apasionado, pero también en no pocas ocasiones tranquilo, e incluso un poco insulso -le apodaron "el lirón"-. Por cosas que pasan -me hago amigo tuyo, tú me presentas a tu hermana, tu hermana y yo nos gustamos...- acabó enamorándose de Christina Rossetti, la hermana poeta de Dante Gabriel -sí, el celoso-, y estuvieron a punto de casarse, pero como él se consideraba católico por encima de todo, y en aquella época, el Vaticano -entiéndase, la iglesia católica en su conjunto- todavía no había solucionado el problema -si es que se puede considerar como tal- de los matrimonios mixtos entre católicos y protestantes -normalmente, acababan, si se celebraban, con la conversión de uno de los miembros a la iglesia del otro, y en paz-, y al no querer dar su brazo a torcer ninguno de los dos, el compromiso se fue al traste. 

"La renuncia de Santa Isabel de Hungría" (1850), no alcanzó, pasado el tiempo, tanta celebridad como "La Sagrada Familia", aunque probablemente sea una obra de mayor envergadura. Cuenta la historia de la princesa Isabel, casada con el príncipe -landsgrave- de Turingia, Luis IV, un territorio que formaba parte del Sacro Imperio Romano-Germánico, y con gran autonomía. El príncipe en cuestión murió en una cruzada, y ella se dedicó más en ayudar a los necesitados -que eran muchos- que en cuestiones de impuestos y demás, así que la clase dirigente -nobles, alta burguesía, iglesia- decidió desposeerla de su condición de regente -o sea, del poder político-, así que ella decidió abandonar la vida en palacio -pues a ello no estaba obligada- y se retiró al convento de Kitzingen, donde falleció. Más adelante fue canonizada, y Charles Kingsley, escritor y teólogo del llamado "socialismo cristiano" escribió un drama sobre su historia, donde criticaba el exceso de ascetismo.


"Responder a la carta del emigrante" (1850), de su etapa prerrafaelita, resulta más cercano para el público de la época -sobretodo, el de origen social más modesto-, pues en aquella época, la emigración británica -incluyendo como tal a los irlandeses- a Australia, Canadá o Nueva Zelanda, como también a Estados Unidos, estaba empezando a ser cada vez mayor. Y más que crecería en las décadas siguientes.

Esto, claro está, no le hizo ganar mucha simpatía tanto entre los hermanos Rossetti, como entre otros miembros de la Hermandad. El otro encontronazo, que hizo que abandonara el grupo, fue que Millais pintó su famosa "Cristo en la casa de sus padres", donde la Sagrada Familia era retratada como lo que realmente era: un padre, una madre y un hijo, que se querían y se sentían como tales. Collinson, con la fuerza y la falta de visión y tolerancia que da la fe del converso, creyó que aquello era una blasfemia, y no quiso formar parte de un grupo de artistas que, para él, eran unos personajes que se creían con el derecho de burlarse, o de poner en tela de juicio, cualquier cosa y, en definitiva, de desacreditar la fe cristiana. Incluso, al poco de dejar el movimiento, pensó seriamente en dedicarse al sacerdocio. Empezó los estudios, como jesuita, pero no llegó a acabarlos. Probablemente, llegó a pensar en su fuero interno que arte y fe no tenían por qué estar reñidos, y que el ser sacerdote no iba con él.

"La Sagrada Familia" (1878), es su cuadro más famoso aunque, aparentemente, sea también el menos original. O no tanto, teniendo en cuenta que, en el mundo prerrafaelita, si bien la religión cristiana estuvo presente, siempre fue como tema secundario, y con un punto de vista menos clásico que el de Collinson.

"Un hijo de la tierra" (1856), algo posterior a su salida de la Hermandad, cuando tocó temas "profanos". Los campesinos fueron considerados, por no pocos pintores, como los representantes más genuinos de las sociedades de sus países -también ocurría en Italia, en Rusia...-.

Casado en 1858, con la cuñada de, también, un pintor -Eliza Wheeler, hermana de la mujer de John Rogers Herbert, una especie de pre-prerrafaelita, pues fue uno de los artistas que más les influyó, al menos, en un principio-, decidió volver a pintar, aunque sólo fuera porque de algo tenían que vivir. Y curiosamente, sus obras eran, básicamente de tipo laico, secular, sin vírgenes o santos de por medio, como se podría llegar a pensar; la principal: "To let and for sale", que podría traducirse como "Permitido y en venta", donde las mujeres protagonistas son más bien de vida alegre. A tener en cuenta que, en la época Victoriana, ciertamente, se daba importancia a la religión, la decencia, la seriedad y el saber estar, el ser persona responsable y respetable, pero la religión en el arte empezaba a perder bastante peso -en realidad, hacía ya tiempo que lo llevaba haciendo-, así que un pintor que sólo se dedicara a retratar temas religiosos, y además, de una forma claramente clásica, casi repitiendo obras más antiguas -y muy probablemente, mejores, o al menos más auténticas- tendría problemas para ganarse bien la vida. Habría encontrado clientes, sin duda, pero tal vez no le habrían podido pagar demasiado. Sin embargo, como prerrafaelita, sí que pintó algunas obras religiosas -tampoco fue el único; Millais, ya se ha dicho, pintó algunas también-, como "La renuncia de Santa Isabel de Hungría" (1850).
Su obra más celebre, "La Sagrada Familia", la pintó en 1878, en la última parte de su vida -no vivió demasiado, realmente, unos cincuenta y seis años-, casi retirado, entre Londres y la Bretaña francesa, donde residió una buena temporada, aprovechando que allá estudiaba su hijo Robert. Fue, además, secretario de la Royal Society of British Artist (1861-1870), a pesar de que nunca llegó a ser un artista especialmente conocido, aunque sí reconocido, pues pudo exhibir en las exposiciones de estas y otras sociedades artísticas, en parte también, por haber recuperado, pasado el tiempo, cierta relación, si no de amistad, sí artística, con Rossetti.

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"Volver a casa" (1856), retrata el retorno de un soldado británico a su hogar, tras pasar varios años en el frente de la impopular -y sangrienta- guerra de Crimea, donde combatieron al ejército ruso. Cuando se exhibió el cuadro por primera vez -en un momento en que se necesitaban las llamadas "bienvenidas escenificadas", donde se ve a familias dando la bienvenida a veteranos de guerra- se explica que el soldado consigue ser dado de baja por un accidente que le provoca la ceguera, de ahí que la alegría no deje de ser parcial, pues al tener a un miembro joven y en edad de trabajar transformado en un inválido, su situación social no hará más que empeorar.

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