lunes, 30 de mayo de 2016

Las espadas de los reyes nórdicos: gigantismo escultórico en Noruega.

De cerca o de lejos, un enorme recordatorio de los fundadores de la Noruega unida y conectada al continente.


Tres enormes espadas para recordar la unificación nacional.

Noruega es conocida, desde un punto turístico, principalmente por sus fiordos, pero para el que pueda viajar por el país con tiempo, o viva allá, podrá disfrutar de otros atractivos, tanto naturales como creados por la mano humana, que no dejan de ser, como mínimo, interesantes, y en ocasiones, simplemente espectaculares.
Y si es desde el punto de vista artístico, y en particular, escultórico, uno de los monumentos a visitar serían tres enormes, gigantescas espadas vikingas, de diez metros de altura de media, y clavadas en la dura roca de la región de Mollebukta, en el suroeste del país, y con el Mar del Norte a sus pies.
El conjunto escultórico se llama, en noruego, Sverd i fjell (traducido al castellano "Espadas en la montaña"; un nombre bastante descriptivo, pues), y hace referencia, o más bien conmemora, la batalla de Stavanger. o del fiordo de Hafr -ya que es en esa población, y para ser más exacto, en el fiordo de Hafr que también da nombre a la batalla, y donde se encuentra-, en 872, en plena era vikinga -pues las invasiones y colonizaciones de los normandos, que sería una forma más correcta de llamar a dichos pueblos, aún se extendería casi siglo y medio más-, en la que el rey noruego Harald Harfagre, conocido como "el rubio", o "cabello bonito", pues la mayoría de los reyes y caudillos guerreros tenían sus apodos reconocidos por todos, unificó los tres reinos -señoríos o grupos tribales aparte, en teoría vasallos de los reinos, pero con vida autónoma- en uno solo, que con los años, se cristianizaría, empezaría a urbanizarse, adoptaría el alfabeto latino y, en resumen, se integraría en la cultura y economía europeas. Se podría decir, pues, que Harald acabó con el eterno estado de guerra civil que asolaba Noruega desde hacía décadas, y que fomentó la emigración masiva de su población, que se dedicaba, lo mismo al saqueo, como al comercio o a la colonización. O a un poco de todo a la vez. La razón de que sean tres enormes espadas de reyes clavadas en la roca -la mayor, del rey Harald; las otras dos, del par de monarcas menores que fueron por él derrotados-, donde parece que resulta no ya difícil, sino imposible, el arrancarlas, es porque, tras la guerra aparentemente eterna, las espadas usadas para hacerla acabaron allá incrustadas, para no volver a usarlas más. Ni falta que haría. Una forma de simbolizar la paz y el nacimiento de un reino unificado, y una auténtica identidad nacional.

Las espadas, vistas desde lejos, e iluminadas. Aunque, seguramente, la fotografía está retocada, no deja de ser espectacular.

El monumento fue construido en 1983, por el escultor nacional Fritz Roed, fallecido en 2002, reinando en el país Olav V, y donde se representan tres espadas que, como ya se ha dicho, miden diez metros de media, pero también, que no son iguales de altura: la más alta mide once, y las otras dos, nueve, y están hechas de cobre, pues haberlas realizado de otro metal, como el bronce -que es una aleación de cobre con estaño, lo que, aparte de los materiales en sí, también habría significado pagar por dicho trabajo-, habría resultado demasiado caro.


Vistas desde abajo, comprobando su auténtica altura.

Y todavía desde más cerca, comprobando la rugosidad del material, y los filos desgastados, las hojas estropeadas por una lucha que, por el tamaño de las armas, debía pertenecer, más que a reyes, a dioses.


Varios visitantes, al lado del conjunto escultórico. Aquí se puede comprobar lo pequeño que se pueden sentir al verse a su lado.


Una vista aerea, con las espadas incrustadas, clavadas en la fría y dura roca del fiordo de Hafr.



No hay comentarios:

Publicar un comentario