jueves, 5 de mayo de 2016

Los prerrafaelitas (XXXIX): Marie Spartali Stillman, la pintora que no sólo se sentía griega, sino que lo era.

Afín a la corriente prerrafaelita, no era, como los demás, una auténtica anglosajona, sino hija de la diáspora griega.


Una de las tres figuras femeninas principales del prerrafaelismo.

Aunque en el mundo prerrafaelita, si podemos hablar de algo así -no sólo los miembros de la Hermandad, sino todos los que se consideraron parte del movimiento, o tuvieron alguna influencia o cercanía, además de modelos, amantes o esposas, críticos, amigos o enemigos, parientes...-, se pueden encontrar gran número de nombres femeninos, la mayoría son modelos o musas, que en no pocas ocasiones, acabaron siendo también amantes, esposas, o una cosa y más tarde la otra a la vez. Sin embargo, sí que existieron artistas que, en su momentos, pudieron hacerse un nombre en el mundo del arte. La principal de todas ellas se cree que debería ser Evelyn De Morgan, que consiguió fama ya en sus tiempos. La segunda, aunque ha sido conocida, o reconocida, no sólo como modelo o esposa de Rossetti, sino también como pintora y poeta, en los últimos años -y gracias, en parte, a internet- sería Elizabeth Siddal. Y la tercera, aunque en no pocas ocasiones se le olvida, o no se le acaba de considerar una auténtica prerrafaelita, sino más bien como una artista clásica con influencia del movimiento, sería Marie Eufrósine Spartali, conocida, tras casarse con el periodista norteamericano William J. Stillman, Marie Spartali Stillman, pues no quiso perder su apellido de soltera. Hay críticos, sin embargo, que consideran que Spartali no sólo habría que destacarla más, sino que es la mejor pintora del prerrafaelismo, por encima, incluso, de De Morgan. Y eso, son palabras mayores.
Spartali no sólo difería de la mayoría de los prerrafaelitas -pues se le puede, muy bien, considerar como tal-, por su condición de mujer -al fin y al cabo, como ya se ha dicho, al menos hubo otras dos, aparte de ella-, sino también por su origen familiar y cultural. Nacida en 1844 en Londres -otras fuentes dicen que en Middlesex; la explicación podría ser que parte de este condado, en el siglo XX, pasó a formar parte del Gran Londres, de ahí que se le considere londinense de nacimiento-, Spartali era de origen griego, tanto de parte de padre como de madre, pues era muy habitual en la, en aquellos tiempos, dispersa y considerable diáspora griega, que los griegos intentaran casarse y tener hijos entre ellos, siendo relatiamente raros los matrimonios con individuos, hombres o mujeres, de otros orígenes, a no ser -en caso de algunas mujeres-, por la fuerza, como a veces sucedía en Turquía, aunque en aquellos tiempos -siglo XIX-, la población helena era relativamente respetada en el Imperio Otomano.Su padre, Michael Spartali, era un griego londinense -no está muy claro si nacido o no en Inglaterra-, rico comerciante, y cónsul general en Londres -el equivalente a un embajador-, y su madre, Eufrosina, o Effie, seguramente también británica de nacimiento, era miembro de una familia de comerciantes griegos de Génova. Y el hecho de vivir en un país donde los griegos no eran especialmente numerosos, ni impidió que encontraran pareja en la comunidad, ni que educaran a sus hijos en el cristianismo ortodoxo, y en la cultura helena -básicamente, más que una cultura moderna, sería el recuerdo y orgullo de los griegos antiguos, bizantinos incluidos-. Tampoco impidió otra cosa: que su padre -rico, culto y famoso entre la gente importante de Londres-, invitara a su casa en la capital a jóvenes escritores y artistas de la época, que su hija Marie Eufrósine pudo conocer cuando todavía era prácticamente una niña.
Spartali, junto a sus primas -por lo visto, no pocos griegos londinenses eran parientes unos de otros, y muy unidos entre sí-, Aglaia Coronio, y Maria Zambaco -la que fue modelo y amante de Burne-Jones, con quién se obsesionó de tal modo, que amenazó con suicidarse-, serían conocidas como "Las tres Gracias", y los conocedores de la cultura y el arte clásico griegos las comparaban con las Cárites, tres diosas menores que personificaban el esplendor (Aglaya), la alegría (Eufrosina) y el buen ánimo (Thalía). El nombre de "Tres Gracias" viene de los romanos, que las representaron tanto en la pintura, como en la escultura. Uno de los poetas -y escritores en general- que se quedó más prendado con ellas, sobre todo con Maria Spartali, fue Swinburne, que la consideraba "una maravilla", que es como los prerrafaelitas y artistas cercanos a ellos llamaban a una mujer atractiva, que les sirviera de modelo e inspiración. Sí, Swinburne era aquel hombre que soñaba con Safo, a la que imagino como una amante lésbica que parecía coleccionar jovencitas, pero que al tiempo, se obsesionaba y casi enloquecía cuando alguna no quería ser pareja suya -algo, por lo que ya se comentó en otra entrada dedicada a la poeta de Lesbos, bastante lejos de la realidad-, y llegó casi a obsesionarse con ella. O como él decía, "le daban ganas de llorar" -y teniendo en cuenta el arrebatado carácter del poeta, muy probablemente, hablaba en serio-. Y es que Swinburne no sólo era un exagerado a la hora de hablar, y todavía más de escribir, sino también un volcán romántico poco dado a moderar sus opiniones.

File:Dante Gabriel Rossetti - Marie Spartali Stillman.jpg
Un retrato a lápiz de Spartali, realizado por Rossetti en 1869, cuando el pintor ya era una figura, a pesar de sus problemas personales y económicos, y ella era una joven de veinticinco años, que ya empezaba a dar que hablar -aunque sólo fuera entre sus conocidos- por sus primeras obras.


Rossetti no se limitó a retratarla en dibujos, sino en pintarla en cuadros tan bellos como su "Visión de Fiametta", de 1878.


Una fotografía de Spartali en su juventud, como modelo de artistas que, al tiempo, también fueron sus maestros, como Madox Brown o Rossetti, o ejemplos a seguir, como Burne-Jones.


Marie Spartali también fue modelo fotográfica, cuando la fotografía todavía era un arte tan novedoso, que más que su propio lenguaje, bebía, y mucho, de la pintura. Este retrato, como Imperial Eleanore, fue realizado en 1868 por Julia Margaret Cameron, una de las mejores fotógrafos -y lo pongo en masculino, pues incluye a hombres y mujeres- del siglo XIX.

Tanta belleza, clase, el tener una figura imponente -ella en particular, disfrutaba de casi metro noventa de altura, y moviéndose, según se decía, casi como una reina, como una dama o diosa antigua-, ayudó a que las tres primas fueran requeridas, también, como modelos para cuadros y dibujos. Zambaco lo logró, como ya se ha dicho, para Burne-Jones -, al igual Spartali -la retrató en "El molino"-, que, como no, también consiguió llamar la atención de Rossetti -como cualquier modelo joven y atractiva que conocía; realmente, aquel hombre era insaciable-, que la retrató en "El sueño de Dante", "Una visión de Fiametta", en un retrato a lápiz, etc. 
Pero Spartali no sólo quiso ser modelo -y musa, por lo visto, ante la facilidad que tenía para que unos y otros perdieran la cabeza por ella-. También deseaba ser pintora. Pero no era cuestión de, solamente, desearlo. Para hacerse un hueco entre la legión de pintores -y no pintores- que hicieron de Gran Bretaña uno de los centros culturales del mundo -hasta el siglo XIX, dicho país destacó muy poco en pintura o escultura-, había que demostrar valía, además de trabajo. Y si se contaba con cierta ayuda extra, mejor. ¿Cómo consiguió aprender el difícil arte de la pintura? Ella ya debía haber demostrado, desde niña,, no sólo afición, sino también aptitudes artísticas, pero necesitaba maestros. El principal de ellos fue Madox Brown, que la introdujo en lo que se llamaría pintura académica, pero con mente abierta, dispuesta a temáticas nuevas, y también, a reconocer la belleza en los cuadros de pintores que buscaban nuevas formas expresivas: los prerrafaelitas. Madox Brown, como ya se dijo, no era uno de ellos, pero tenía amistad personal con los miembros de la Hermandad, y por fuerza, tuvo que haber influencia mutua, aunque sólo fuera por las "veladas artísticas" que pasaba con todos ellos en la casa de los Morris. Y como no, también ese hombre tan enamoradizo, genial pero excesivo, Rossetti, quiso que posara para él, y al saber que era aluna de Brown, quiso él también poner su granito de arena a la hora de formar a la artista en ciernes.
Respecto a qué pintaba Spartali, o qué es lo que más le interesaba, básicamente, se le podría considerar una retratista de mujeres, donde los hombres ocuparían un espacio casi marginal. Puede parecer curioso, siendo ella también mujer, pero es que, en aquellos tiempos, pintar a una mujer joven y atractiva, era sinónimo de representar a la belleza en su conjunto, y las pintoras, en general, aceptaran esa idea. Y respecto a la época preferida para su arte, también resulta curioso que Spartali, siendo griega de origen, de cultura, de identidad, prefiriera a mujeres que parecían vivir en en Renacimiento, o en la Edad Media, que en el caso italiano, podían ser ambas cosas a la vez, pues la época renacentista en este país apareció -nació, en realidad- entre los siglos XIII y XIV -depende de si se habla de pintura, literatura, filosofía o forma de ver el mundo-, cuando el Medievo estaba cerca de acabar, pero aún le quedaba tiempo para ello. Fueron los grandes escritores del renacimiento italiano, como Dante, Petrarca o Bocaccio, pero también -como cualquier inglés- Shakespeare, los autores que más le influyeron, y más temas y personajes aportaron a sus cuadros. Como, realmente, a cualquier otro prerrafaelita.
Spartali fue, entre otras cusas, una de los artistas -hombres o mujeres- más prolíficos de su tiempo, dentro  o fuera de su país. Se sabe, con seguridad, que es autora de al menos un centenar de cuadros o dibujos. Según algunos estudiosos, incluso de unos ciento setenta, lo que es una auténtica barbaridad, aún teniendo en cuenta que su carrera se extendió a lo largo de sesenta años, pues falleció en 1927, cuando el prerrafaelismo -y el simbolismo, el modernismo, el impresionismo, el post-impresionismo...- ya estaba muerto y prácticamente enterrado. Con semejante ritmo de trabajo, fue capaz de participar en exposiciones -compartidas o sólo dedicadas a su obra- tanto en Gran Bretaña, como en Estados Unidos, un país con el cual tuvo una fuerte relación -el único artista prerrafaelita que la tuvo, realmente-, y ahora se verá el por qué.

"Madonna Pietra degli Scrovigni", de 1884, que pintó tras su época como modelo, sería el ejemplo de lo que más le gustaba pintar: una joven rodeada por una naturaleza que parece enmarcarla, y que parecía haber llegado al tiempo presente -al de la pintora, se entiende- desde un Renacimiento legendario que, a la vez, parecía volver a hacerse realidad en la Gran Bretaña imperial.

"La rosa del jardín de Armida", de 1894, no deja de ser, si no una variación del mismo tema, sí la continuación en sus gustos y técnica.

"Lirios del -o en el- claustro". Spartali fue, tanto o más que cualquier hombre, una gran retratista de mujeres.


El prerrafaelismo llega a Norteamérica.

Spartali, que parecía predestinada a casarse con un griego, sin importar demasiado donde naciera, con tal de que fuera hombre de buena familia, o en caso de tener origen modesto, haberse granjeado una fortuna -y de paso, tener un buen nivel de inglés, y una cultura, a ser posible en gran parte clásica, elevada-, pero no fue así como sucedió. La joven conoció no se sabe bien cómo, a un periodista norteamericano, anglosajón y protestante, William J. Stillman, viudo -su primera esposa se había suicidado-, y con quién Spartali había posado para Rossetti, para varias imágenes sobre Dante, si bien no está claro si, como se detalla antes, fue en ese momento en el que se conocieron. En aquellos tiempos, las relaciones sociales eran muy importantes, caasi cualquier hombre o mujer de clase mmedia para arriba asistía a fiestas, actos cullturales o políticos, o a cualquier otra ccosa -desde una boda hasta unas carreras de caballos, o una exposición de arte- para conocer gente nueva. Sobretodo, a "la gente a la que había que conocer". No resultaba extraño que Stillman, un periodista que lo mismo se interesaba por el arte -fue el primero en escribir un libro sobre el prerrafaelismo que fue publicado en Estados Unidos, dando a conocer a unos artistas prácticamente desconocidos allá-, como por la situación política mundial -visitó Grecia, los Balcanes...-. Stillman, por sí solo, merecería una entrada, por ser, realmente, una persona difícil de describir con una sola palabra. Fue pintor, viajó por el mundo, por su condición de corresponsal en el extranjero, y probablemente, nunca tuvo claro dónde acabaría sus días. La cuestión es que se enamoraron, decidieron casarse -a pesar de la oposición de la familia Spartali-, y siguieron viajando, por Italia, Francia, etc., por el trabajo de Stillman. Pero también vivieron en Estados Unidos, tuvieron tres hijos, y aunque volvieron en ocasiones a Inglaterra. Allá, en el Nuevo Mundo, Marie siguió pintando, exponiendo y vendiendo. Y viendo el éxito de su arte, siguió y siguió pintando hasta la vejez. No se sabe, realmente, a cuanto llega su obra, que fue extensísima, pero sin duda -y debido, también, a que no pocos cuadros fueron por encargo, y a veces de pequeño tamaño- llegó, y debió sobrepasar sin problema, el centenar de trabajos.
Fue en su país, Gran Bretaña -o uno de ellos, pues también era estadounidense de adopción, y griega de origen e identidad-, en South Kensington, donde falleció en 1927, pasados ya los ochenta años, y cuando el movimiento del que formó parte era ya prácticamente historia, al igual que otros posteriores. Era la época del Art Déco, pero también, de las vanguardias. Los pintores considerados clásicos -y os prerrafaelitas, que en su momento parecieron tan rupturistas, eran también considerados parte del "arte académico", o directamente antiguo- cada vez tenían menos espacio, y la pintura figurativa no vanguardista estaba relativamente cerca de desaparecer, y sus practicantes, considerados una rareza.



"Micer -más o menos, "señor", en italiano bajo-medieval o renacentista, traducido al español- Ansaldo mostrando a Madonna Dianova su jardín encantado". Probablemente, una de sus obras más cercanos al prerrafaelismo puro, donde se nota la influencia de Rossetti y, sobretodo, de Burne-Jones, que gustaba más que su compañero y maestro el pintar escenas de gran tamaño con gran número de personajes.

"La niñez de Santa Cecilia". No era muy común, en su obra, la representación de santos, aunque ella, como otros miembros 

"El encuentro entre Petraca y Laura en Santa Clara". Aparte de la influencia de Burne-Jones, Spartali demuestra aquí su interés por los personajes -reales o no- que protagonizaron el Renacimiento, incluso cuando dicho movimiento artístico-filosófico y social todavía no era reconocido por quienes estaban creándolo, por haber vivido en el siglo XIII, o principios del XIV, aún en pleno Medievo.


"Mensajero del amor", con un río y un bosque tras la ventana más fantástico que real, que realza una imagen entre histórica y onírica.



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