martes, 15 de noviembre de 2016

Aún más escultura contemporánea: Maravillas campando por las ciudades (III.-Europa continental).

En la Europa continental, no sólo en el Reino Unido, también existen ejemplos de nueva escultura.


Europa, occidental y oriental.

Después del mundo anglosajón, incluido el Reino Unido, faltaba Europa, destacando la importancia que la escultura moderna parece tener en la parte más oriental del viejo continente, pues sería erroneo creer que la escultura más contemporánea no ha tenido eco en países como Polonia, Rumanía o la República Checa. Más bien al contrario, pues para bien o para mal, los antiguos regímenes comunistas, y en ocasiones los gobiernos posteriores, deseosos de acercarse a la Europa occidental , y a lo que consideraban la modernidad cultural y artística, fueron, quizá, más abierto a las vanguardias que países como Francia o Alemania, donde, deseosos de conservar su pasado, se pensaban dos veces el añadir a su patrimonio cultural obras que, tal vez, en ocasiones eran consideradas demasiado atrevidas, o fiera de lugar.
Y nada más. Ahora, algunos ejemplos, tanto de la Europa occidental, como de la oriental:


"El fantasma negro", en Klaipeda (Lituania) de S. Jurkus y S. Plotnikovas.


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En el puerto de la ciudad de Klaipeda, en Lituania, existe esta curiosa y fantasmagórica estatua de bronce, que tanto llama la atención a cualquiera que la ve por primera vez, y todavía más, de noche. Hace referencia a una leyenda del país, en que se cuenta la aparición de un siniestro fantasma a un guardia del puerto, durante el siglo XVI.


"Monumento a un transeúnte anónimo", en Wroclaw (Polonia), de Jerzy Kalina.


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Este conjunto escultórico, pues son un buen número de figuras, representan una multitud de ciudadanos corrientes, que parecen nacer y crecer de la misma tierra, y sin que el embaldosado urbano pueda hacer nada para impedir que salgan a la luz.
Se encuentran en la ciudad polaca de Wroclaw,  en la calle Swidnicka, y no se puede valorar al completo el conjunto si no se observan, y admiran, escultura por escultura. La historia que se quiere contar, según el autor, era que un transeúnte no es más que una persona que pasa por la vida, y que, en la práctica, no está obligatoriamente atado a ningún lugar, ni a ningún momento histórico en particular.
Son obra del escultor y cineasta, también polaco, Jerzy Kalina, y se han transformado en una de las obras que mejor representan, también, la emigración y el exilio.


"Monumento a Mihai Eminescu", en Onesti (Rumanía).


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En la ciudad rumana de Onesti se encuentra esta ciudad, se encuentra este monumento al poeta romántico tardío Mihai Eminescu, uno de los artistas- más importantes y queridos del país. La única forma de poder ver el rostro del poeta es frontalmente, porque si se hiciera de lado, sólo podrían verse las ramas de los árboles que forman su rostro.


"Los viajeros", en Marsella (Francia), de Bruno Catalano.

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Estas esculturas de bronce y corte surrealista, del francés Bruno Catalano, se encuentran en la costa marsellesa -no son las únicas-. Representan a unos trabajadores -emigrantes, trabajadores temporales buscando trabajo, entrando o saliendo, emigrando o inmigrando a la ciudad-, a los que faltan gran parte de sus cuerpos, y se encuentran allá desde 2013, año en que Marsella fue Capital Europea de la Cultura. 
El movimiento, muchas veces forzado, de la gente, y la fragilidad que es representada por la falta de gran parte de sus cuerpos.


"El hombre que cuelga", en Praga (República Checa), de David Cerny.

El artista checo David Cerny -tan misterioso, que apenas se sabe de él, pues no concede entrevistas, ni acostumbra a explicar el sentido de sus obras, en el caso de que realmente lo tengan- es el autor de una de las esculturas más llamativas, espectaculares y originales no sólo de su país, sino de toda Europa, razón por la cual se ha transformado en una de esas cosas que todo visitante de Praga debería ver. Pero para eso, habría que caminar por la calle Husova mirando al cielo, porque de no ser así, no sería nada raro que pasara desapercibida al visitante. ¿Quién iba a percatarse, sino se le informa antes, de que ahí cuelga de una viga una figura de más de dos metros, con una mano agarrándose, y la otra en el bolsillo?
Representa a Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, y de la psicología como ciencia moderna, "colgado", literalmente, de sus fobias y miedos. Ni tan siquiera Viena, patria chica de Freud, cuenta con un monumento, como mínimo, tan curioso.


"Zapatos a la orilla del Danubio", en Budapest (Hungría), de Can Togay y Gyula Pauer.

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Gyula Pauer se ha dedicado sobretodo a perfomances, mientras que Can Togay lo mismo ha sido actor y director de cine, como diplomático cultural. Como se ve a primera vista, no se trata de un conjunto escultórico espectacular, pero sí muy emotivo. Hace referencia a los miles de personas, la enorme mayoría judíos, exterminados de forma directa, o enviados a campos de exterminio nazis, lo que sería un exterminio indirecto, perpetrados por el partido fascista de Partido de la Cruz Flechada, que gobernaron Hungría sólo unos meses -desde que los alemanes acabaron con el gobierno colaboracionista, aunque no nazi, del Gran Almirante Horty, para sustituirlos por unos fascistas puros y duros-, hasta que llegaron los soviéticos y liquidaron su régimen. Los zapatos en cuestión vienen a cuento porque, antes de asesinar por la espalda a miles de judíos al lado del Danubio -para que sus cuerpos sin vida cayeran al río, para que se los llevara lejos,  y no dejaran rastro de sus crímenes-, les obligaban a quitarse los zapatos. Y eso mismo, los zapatos de los asesinados, de los desaparecidos, es lo que los artistas desearon representar.


"Rinoceronte colgado", en Potsdam (Alemania), de Stefano Bambardieri.

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Ciertamente, este rinoceronte banco colgado, aparentemente de forma temporal, es un ejemplo de la nueva escultura que se puede encontrar en Alemania -sobretodo en Berlín, pero también en otras ciudades importantes- desde tiempos de la reunificación. En su caso, en Potsdam, frente a la puerta de Brandemburgo. No son pocos los que, al verlo, se acercan, sí, pero por si acaso, sin colocarse debajo de él. 
Su autor, el italiano Stefano Bambardieri, forma parte del grupo artístico "Arte y vida", que expone sus obras en cualquier parte, sobretodo al aire libre, y no sólo en museos.


Y por el momento, ya está. Dentro de poco -o no tan poco, no lo sé-, más. En Europa todavía hay mucho que ver.

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