lunes, 28 de abril de 2014

La creadora de "El sueño de Sultana": Roquia Sakhawat Hussain.

Las dos primeras entradas del blog, después del prólogo, eran una traducción de su relato, pero se quedó en el tintero hablar algo más de ella.


Como queda dicho en el sub-encabezado, después de escribir el prólogo de mi blog, cuando no era más que un ejercicio anodino en un curso sobre internet, decidí traducir como pude, en parte con ayuda "informática", y en parte por mí mismo, y lo mejor que pude, un curioso relato con el título de "El sueño de Sultana" -"Sultana's dream", en versión original-, que se podría considerar, al tiempo, como una de las primeras ucronías -u obras de ficción política, o social, aunque también de ciencia-ficción, pues se hablaba de diversos avances tecnológicos- de la historia pero, además, quizá la primera que tuviera como protagonistas a las mujeres. Y el hecho de que su autor fuera, también, una mujer, y además musulmana, lo hacía, si cabe, más raro, por no decir casi único. Además, no era un cuento relativamente moderno, sino del siglo XIX. Y como no encontré ninguna traducción anterior al español, decidí empezar, por hacerlo yo mismo, sabiendo que no lograría, ni de lejos, el mismo resultado que un traductor profesional. Pero, en realidad, tampoco se trataba de un trabajo, sino de una mínima aportación a los que quisieran conocer a una autora, que yo sepa, casi desconocida en el mundo hispanohablante.
Ahora, después de más de un año, creo que no estaría de más hablar, aunque fuera un poco, sobre la creadora de dicha obra, y de otras, Roquia Sakhawat Hussain, o simplemente, Sakhawat, para no extenderse demasiado con el nombre.


La vida y la obra de una mujer única en su época y país.

Roquia -o Roquiya, según como se traduzca del bengalí- nació en 1880, hija de un terrateniente -zamindar, o arrendador, pues cobrara a colonos por cultivar tierras de su propiedad-, un hombre que, sin ser rico, tenía un alto nivel de vida, y que a pesar de tener buena relación con los dominadores británicos, no dejaba de ser, también, conservador tanto en lo religioso, como en lo político y social. Su país, Bangla-desh, formaba parte, unido al estado indio de Bengala Occidental, del Imperio Británico, y Bengala -en su conjunto, unidos los dos territorios- era parte importante, desde un punto tanto económico como cultural, de una India que era, para los monarcas británicos, la joya de la corona de su imperio mundial.
El padre de Roquia tenía una actitud ambivalente a la hora de educar a sus hijos, pero bastante habitual entre la población india -incluyendo como tal a la de los actuales Pakistán, Sry Lanka y Bangla-desh-, y no sólo entre los musulmanes: a sus dos hijos les dio una educación al estilo occidental, elevada, que incluía el aprendizaje del inglés, el idioma de los "amos", y la lengua más extendida, ya en aquella época, por todo el mundo. A sus dos hijas, en cambio, las obligó a vivir bajo el sistema y la ley no escrita de la purdah, de la que habló la escritora en "El sueño de Sultana", que consistía, básicamente, en el completo sometimiento de la mujer, desde su nacimiento hasta su muerte, a los varones de la familia: el padre, los hermanos, el marido y, si llegara el caso, también los hijos, aparte de la discriminación habitual por cuestiones religiosas, económicas y culturales.
En la infancia, aquello no significó demasiado, pues Roquia y su hermana Karimunessa aprendieron a leer y escribir, tanto en bengalí como en inglés, gracias a la ayuda de sus hermanos, que, debido a su educación en gran parte occidental -aunque sin perder la identidad bengalí-, tenían unas ideas bastante más abiertas que su padre y la mayoría de los hombres que les rodeaban, y les enseñaron en secreto multitud de cosas de diversas materias. Pero su padre no dejaba por ello de ser el amo y señor de la casa, y decidió que Karimunessa se casara a los quince años, arrancándola, literalmente, del lado de su hermana y hermanos, pues pasó a formar parte, en la práctica, de las propiedades de su nuevo y desconocido marido. Esto hizo que Roquia tomara conciencia de la discriminación, la "cosificación" -el tratar a humanos como cosas, como propiedad privada, en "bienes muebles"- de las mujeres en su país, y se juró a sí misma que, en cuanto fuera adulta, haría lo posible para cambiar aquel orden de cosas. Lo cual, realmente,  no era nada fácil. Los británicos, en general, no simpatizaban con el machismo del sub-continente indio -en cierto modo, les hacía olvidad el que ellos practicaban en su propio país, que aunque no era tan terrible, tampoco era poca cosa-, pero apenas hicieron algo para combatirlo. Más bien, pensaban que, si querían que los indígenas -como los llamaban- permanecieran tranquilos, mejor no tocarles ni las religiones, ni las costumbres ancestrales, por injustas que estas fueran. Aquella lucha, por tanto, podría estar inspirada en ideales llegados de Occidente, y en particular, de Gran Bretaña, pero poca ayuda podía esperar de los que, en teoría, eran sus garantes y defensores.

Una estatua de la begun Roquia Saksawat en la Universidad de Dacca, en Bangla-desh. El término "begun" se podría traducir por "señora", o "dama", y no sólo haría referencia a reinas y soberanas, o esposas de éstos, sino a cualquier mujer considerada sobresaliente en la cultura, sociedad, política, etc. El equivalente masculino sería "effendi".

En 1898, con sólo dieciocho años, Roquia se casó -probablemente, obligada, aunque es posible que diera el visto bueno a su futuro marido, pues en un futuro tendría una relación demasiado estrecha como para que, desde el principio, no hubiera, si no amor, sí un gran entendimiento mutuo- con un funcionario colonial, de nombre Syed Sakhawat Hussein, de quien heredaría sus apellidos, y que resultó bien distinto a la mayoría de los hombres de su país y su época. Lejos de estar en contra de la educación o la defensa de los derechos de las mujeres, consideraba que la India -no se pensaba en una Bengala independiente en aquella época; no, al menos, de una forma seria y profunda- debía fomentar la educación para toda su población, o, al menos, cuantos más indios fueran primero a la escuela, y más tarde a institutos y universidades, mejor. Así, con una población alfabetizada, culta y educada, sería posible, si no la independencia -que se veía como algo lejano, aunque deseable y, por que no, factible- sí el autogobierno y el desarrollo económico, tecnológico y cultural. Y eso incluía educar por igual a hombres y mujeres, a musulmanes, hindúes y miembros de otras religiones, a habitantes de cualquier región o parte de todos los pueblos que formaban aquel enorme territorio. Él fue quién le animó a escribir, y, más adelante, el que le daría el dinero necesario para abrir una escuela sólo para niñas, en la que pudieron educarse generaciones de mujeres que no serían simples habitantes del país, siervas de la religión, el hombre y la tradición, sino auténticas ciudadanas, concienciadas y combativas. La mima Roquia dijo en varias ocasiones que, sin el apoyo económico y moral de su marido, y a pesar de lo que pudo aprender antes de sus hermanas, ella no habría podido hacer apenas nada por su pueblo, y que él fue, siendo un hombre que, por ley y tradición, nada le debía a su mujer en cuestiones de libertad, el que más hizo por la causa femenina.
En 1905 escribió y publicó "El sueño de Sultana", que tanto dio que hablar -también en Inglaterra, pues fue escrito en inglés, y en una revista, teoricamente, para británicos-, pero en 1909 sufriría un duro golpe, con la muerte prematura de su esposo. En lugar de hundirse, siguió con la lucha que ambos tenían, y ese mismo año fundó la primera escuela para niñas de toda Bengala, y que contaba con sólo cinco -sí, cinco- alumnas en Bagalpur, donde se hablaba el urdu -la lengua de muchos de los musulmanes de la India, y que no deja de ser un dialecto del hindi, pero con alfabeto arábigo- y que cerró al año siguiente, por problemas con la familia de su marido. Pero perseverando, volvió a abrir en Calcuta otra escuela, en 1911, que en 1915 ya contaba con 84 estudiantes en 1915. La escuela, con el nombre de Sakhawat Memorial Girl's School, sigue todavía abierta, y es toda una institución, no sólo desde un punto de vista educacional -con toda seguridad, otras escuelas, privadas, cuentan con más medios y profesores- sino, sobretodo, histórico y social.
Pero como la educación de las niñas no podía ser suficiente, sino que también había que levantar de su postración, concienciar y animar a las mujeres adultas, en 1916 crearía la Asociación de Mujeres Musulmanas -en aquella época, musulmanes y hindúes estaban muy separados pero, además, se trataba de combatir la discriminación dependiendo de qué clase era, según religión o cultura de cada mujer, y Roquia conocía, básicamente, la situación de sus correligionarias musulmanas, que donde vivían, eran mayoría-, y, en 1926, presidiría la Conferencia a favor de la Educación de las Mujeres, que tenía ámbito nacional e interreligioso. Seguiría presidiendo las distintas conferencias, y manifestándose en periódicos, o por medio de nuevos relatos, hasta su temprana muerte, en 1932, cuando estaba participando en uno de los actos una conferencia que englobaba mueres de toda la India. El día de su muerte, el nueve de diciembre, se celebra en Bangla-desh -a pesar de que su escuela abrió y sigue existiendo en Calcuta, la India, y de que allá prosiguió su lucha, por ser esta ciudad la capital cultura y económica de todos los bengalíes, nació en el país vecino, y los bangladeshíes la consideran una auténtica heroína nacional; no andan muy sobradas de ellas, precisamente, y no era cuestión de olvidarla- "el día de Roquia", que no sólo celebran las feministas, sino numerosos bengalíes -a uno y otro lado de la frontera- progresistas y modernizadores, que no se dejan amilanar ni por la corrupción, ni por el creciente integrismo islámico, ni por el machismo todavía existente, ni por otros enormes problemas de las dos partes de la antigua Bengala: miseria, explotación laboral -en no pocos casos, pura esclavitud con otro nombre-, extrema superpoblación, conflictos entre religiones, etc.
Otra obra importante -entre algunos cuentos fantásticos- sería "Parmalag", en español "Flor de loto". Existe, desde hace ya mucho tiempo, una traducción en inglés, pero, que yo sepa, no en español. No es un relato corto como el de Sultana, sino una novela -no especialmente larga, pero tampoco es un cuento-, y se le considera una utopía para las mujeres, aunque quizá no sea del todo correcto, pues la autora no pensaba en utopías inalcanzables, sino en avances en el presente, en el mundo real. Y resulta algo más amargo, también más realista, que el cuento que le antecedió, pues más bien se habla de una especie de santuario donde pudieran refugiarse las mujeres maltratadas, huidas o cansadas de explotación o desprecio, y donde podían ser ellas mismas. Además, escribió un  ensayo que no pudo acabar, "Los derechos de las mujeres", que es considerado una especie de testamento político. En todos sus relatos, desde el primero, "Pipasha" -sed-, en 1902, exhorta a las mujeres, sin distinción de raza, credo o clase social -y en cierto modo, a los hombres que no estuvieran de acuerdo con la sociedad en la que vivían, pues nunca defendió el odio o desprecio sobre el varón, sino que intentó dar a entender a éste, con humor y lógica, los errores, y horrores, que la sociedad machista imponía a las mujeres- que no se estuvieran quietas, y lucharan por sus derechos.

Una imagen de la versión teatral de "El sueño de Sultana", en el festival de teatro de Dacca -Dakha Hay-, en Bangla-desh, de Naila Azad Nupur -directora y "madre" de la idea, con varias jovenes actrices del país.

Coches voladores, por el ilustrador frances Vilemard, que, según algunos, podrían haberse inspirado en los de "El sueño de Sultana", pues la postal -como otras- detan de 1905-6, cuando la historia se publicó no sólo en la India, sino también en Europa. Para el que quiera ver la colección entera, todo un ejemplo de la fantasía científica de la "belle époque" , ver este enlace.

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