Los prerrafaelitas (anexo V): Un mural prerrafaelita tras un armario empotrado.
Se puede encontrar una obra de arte colectiva donde menos se puede esperar.
Una sorpresa en la antigua casa de William Morris, defensor de la "nueva artesanía".
William Morris, un personaje importante del prerrafaelismo, aunque no fuera pintor -sí que pintó, de forma más o menos profesional, un sólo cuadro, pero no se dedicó en serio de ello-, por ser una mezcla de ideólogo, artista polifacético, y por su capacidad de incluir el espíritu prerrafaelita no sólo en sus poemas o modestos trabajos arquitectónicos, sino sobre todo, por los productos -textiles, joyería, etc.- que se fabricaban en su empresa-taller, que fue una auténtica escuela de pequeños artistas, o de nuevos artesanos, amén de una no tan pequeña familia. Pero Morris, por sí mismo, necesitaría, y merecería, toda una entrada para explicar no sólo su vida y carácter, sino también la variedad de sus inquietudes y palos artísticos que tocó.
Morris vivía, junto a su mujer, Jane -que, siendo todavía sólo la prometida de William, fue modelo de Dante G. Rossetti, que se obsesionó con ella; más o menos, como con tantas otras, y más, tras la muerte de Siddal, aunque la conoció antes de quedarse viudo-, en la que llamarían la Red House, la Casa Roja, por el color de su fachada, que se encontraba en la población rural de Bexleyhealth, actualmente parte de Londres, y que Burne-Jones consideraba "el lugar más bonito del mundo". Allá vivía con su esposa, y recibía la visita de sus amigos y conocidos del mundo artístico, sobretodo a su mejor amigo, casi un hermano, Edward Burne-Jones, y su esposa Georgina, pero también Dante G. Rosseti y su esposa, o Madox Brown, el academicista que tan buena relación tenía con aquellos "jóvenes revolucionarios de un arte dormido".
La Red House, que entre 1860 y 1865 fue no sólo el hogar de William Morris y su esposa Jane, sino también lugar de reunión, trabajo y goce de los miembros de la Hermandad, de la que Morris, y su amigo Burne-Jones, también acabaron formando parte.
El interior de la casa, con murales a uno y otro lado de un mueble expositor.
Pues bien, resulta lógico pensar que, en aquel microcosmos que fue la Red House, tantos artistas, tanto arte por metro cuadrado, dejara alguna huella. Lo normal serían cuadros o dibujos en papel, obras portátiles, que se pudieran llevar y traer. Pero también podía haber otro tipo de colaboración, más directa, más coral, Y eso es lo que hace poco se ha descubierto en la vivienda: se trataría de un mural, que se encontraba escondido nada menos que tras un armario empotrado, bajo capas de papel y pintura. Ya se habían descubierto una parte de la obra completa al lado del mueble, pero no se sabía que continuara detrás de él. ¿Por qué estaba en ese estado? ¿Acaso propietarios posteriores a los Morris pensaron que aquello no era una obra de artistas de renombre, sino un dibujo sin especial interés ni calidad suficiente para dejarlo como estaba, y que ya había suficiente con la parte de la obra que estuvo siempre a la vista? ¿Decidieron, entonces, pintar o empapelar sobre él, para colocar delante un simple armario? Los Morris vivieron allá poco tiempo, entre 1860 y 1865, y después de ellos, aunque resulta posible saber quienes compraron la casa, no se puede saber quién o quienes decidieron tapar lo que consideraban algo, si no de mal gusto, sí sin interes para ellos.
La obra en cuestión consiste en un mural de 2'5 metros de largo, y 2 de alto, donde se representan varias figuras bíblicas: Adán, Eva, Noé, Raquel y Jacob, con un texto del Génesis, casi borrado, al pie de la pintura. Los especialistas que lo han estudiado piensan que es una obra colectiva de William Morris, Dante G. Rossetti, Elizabeth Siddal, Edward Burne-Jones y Ford Madox Brown.
Lo que no está del todo claro, es quién pintó, total o parcialmente, cada figura, porque a pesar de que se encuentran en mal estado, sí se observan estilos distintos. Se da por supuesto que la iniciativa partió del mismo Morris -al fin y al cabo, el dueño de la casa, aparte de ser una persona con incontables ideas para nuevas iniciativas y proyectos, y que él también pintó a Jacob, la figura que se encuentra más a la derecha de las seis. Raquel, sería cosa de Elizabeth Siddal, y Noé, Madox Brown. Lo que todavía no está tan claro, son Adán y Eva. El hecho de que los rostros estén casi borrados no ayuda mucho, precisamente. Eva, tal vez fuera obra de Rossetti, porque el rostro de ella se parece a personajes femeninos de los cuadros del pintor, y es de suponer, entonces, que Burne-Jones sería el autor de la figura que quedaba: Adán. Aunque, en estos dos últimos casos, nada está claro. Siddal dejó por escrito que había pintado una figura bíblica en la casa de Morris, y mientras que Madox Brow, en 1861, estaba ocupado en una vidriera con Noé de protagonista -quizá, el dibujo del mural fuera una especie de prueba-, Rossetti diseñó para otra vidriera, en Bradford, una Eva con gran parecido con la de la pintura de la Red House. Un auténtico trabajo de detectives del mundo del arte, que seguramente, será resuelto más pronto que tarde.
Otra cosa, es que aparezca una nueva sorpresa en la casa de los Morris. Ojalá fuera así.
En la pintura, se simulan los pliegues de una tela, como si realmente se tratara de un tapiz. Adán y Eva son representados con a serpiente, y Noé -en el medio de las dos pareja-, tiene entre las manos una miniatura del Arca. A la derecha, el patriarca bíblico Jacob, y su mujer Raquel.
Una pintura realizada por Morris, para su gabinete. Esta obra nunca ha estado oculta, y se ve que su estado es mucho mejor que el recién descubierto.
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