miércoles, 8 de junio de 2016

"¿Cómo será el mundo dentro de cien años?" Así lo creían en 1900.

Unas cuantas ilustraciones de comienzos -muy comienzos- del siglo XX, sobre lo que sería el mitificado año 2000.


En la página de facebook de "Librepensadores", pude ver esta serie de ilustraciones de 1900, de un autor germano-hablante -alemán, austriaco o suizo-alemán, no he podido saber quién o de dónde era-, donde se fantseaba sobre cómo podía ser el mundo del año 2000, justo un siglo después del año en que comenzaba el XX, que tan nefasto llegó a ser por tantas cosas. 
Algunas eran pura fantasía decimonónica, de aquella época en que acababa la Era Victoriana en el poderosísimo Imperio Británico, y en Francia y Bélgica, con su art nouveau, y su Belle Époque. Otras, sin embargo, no estaban tan lejos de la realidad. Caso, por ejemplo, de lo que pocos años después sería el dirigible, o incluso, el submarino turístico. Mi preferida, quizá, serían las manzanas de bloques de viviendas móviles. Porque semejante esfuerzo económico y prodigio tecnológico, espectacular sin duda, ¿qué sentido tiene? Pues nada, lo que era la proto-ciencia-ficción de la época: sentido de lo mágico, aunque no tuviera ni pies ni cabeza.

Las casas móviles, o más bien, manzanas completas. ¿Y por dónde se movían, hacia dónde, y desde dónde también?

El pavimento móvil. Es más fácil mover gente, aunque sean pequeñas multitudes -y con las damas sentadas- que casas enteras. La ciencia-ficción posterior -algunas novelas de robots de Asimov, por ejemplo-, sí recuperó la idea.

Lo que se consideraba un novedoso medio de transporte -capaz de llegar hasta el mismo Polo Norte, y admirado por los inuit, o esquimales-, en un futuro -apenas unos años- sería el muy real dirigible.

Sin embargo, el dirigible, por su facilidad para incendiarse -aparte de que no era capaz de trasladar a un número muy grande de pasajeros, a pesar de su enorme tamaño-, acabó pasando pronto a la historia.

Un proyector -de imagen, pero que también permite escuchar a la cantante, e incluso, a poder escuchar sonidos sin necesidad de ver imagen alguna-. En 1900, el cine ya existía, pero el invento de los Lumière no parecía algo con mucho futuro, más allá de una gracioso divertimento de feria. Méliès demostraría, con una tecnología todavía rudimentaria, hasta dónde podía llegar el invento.

Máquinas voladoras para parejas o familia. Hoy en día, la única diferencia es que no es necesario volar para llevar a la familia o amigos a dónde quieras. Para eso tenemos coche.

Ciudades bajo techo. ¿Para protegerse de la lluvia, de la nieve? Sin embargo, el futuro parece vislumbrar algo parecido, y no sólo en cine o literatura de anticipación: las ciudades bajo enormes bóvedas. También Asimov -y otros, pero a Asimov lo conozco bastante bien- habló de ello, en "Bóvedas de acero" o "El sol desnudo".

Un submarino turístico, en aquellos tiempos, era fantasear con un invento real, pero todavía por explotar. Hoy en día, sin embargo, no deja de ser una realidad.

Y este es un ejemplo -real- de lo que hace más de un siglo imaginaron.

Patines o bicicletas para moverse por la superficie del agua. La bici ha sido sustituida por la moto acuática, pero los patines -en realidad, unas piezas de madera para no mojarse los pies-, y los globos agarrados a los hombros, como que no son muy prácticos.

Un barco que, al salir del mar, se transforma en locomotora de ferrocarril, o algo parecido. En realidad, se desarrolló una idea parecida, pero mucho más modesta: el hovercraft, capaz de moverse por tierra, pero despacio y a distancia corta.

Sistemas de vuelo personales, o individuales. Algo parecido ya existe desde hace tiempo, pero sin necesidad de alas. Para eso, ya están los motores.

¿Para qué se necesitan alas en este aparato? En aquellos tiempos, "vuelo" y "alas" eran inseparables.

Una máquina para controlar, y cambiar, el clima. Aunque todavía no se puede realizar semejante prodigio de forma sencilla y completa, se está en ello.  La literatura, y sobretodo el cine, tanto de ciencia-ficción, como de catástrofes, han encontrado en estas máquinas todo un filón para sus historias.



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