lunes, 27 de junio de 2016

El hombre que invento un color: el azul de Yves Klein.

Aunque parte de su obra haya sido engullida por el tiempo, o fuera más llamativa que arte puro, su azul ya será eterno.


¿Cómo se puede "inventar" un color?

Es una pregunta, si no interesante, sí llamativa. ¿Se puede inventar un color, o más bien una variedad particular de uno de ellos, o de alguna forma, toda la diversidad de la paleta de colores, de una u otra forma, se puede encontrar en la naturaleza? Realmente, parte de lo que llamaríamos "el mundo real", no es sólo natural. Parte importante -realmente, el mundo en el que normalmente nos movemos- es una creación humana. Resulta lógico pensar que, aún sin darnos cuenta, hemos encontrado, o creado, aunque nos hayan pasado desapercibidos, multitud de nuevos colores, o sub-colores, si lo queremos llamar así.

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Diversos tipos de azul. El Klein, entre sus "hermanos", más claro uno, más "marino" el otro.

No recuerdo haber hablado nunca de arte abstracto, contemporáneo -o moderno, qué más da-, o no figurativo. Resulta fácil averiguar qué tipo de arte, sobre todo en el mundo de la pintura y el dibujo, me interesa más -¿hace falta hablar, aquí también, de esos prerrafaelitas, y contemporáneos y compatriotas suyos, que parecen haberme abducido?-, pero aquí, más que llamarme la atención la obra en sí misma de Yves Klein, el "padre" del color azul klein -en castellano, también se le añade el adjetivo "internacional"-, es esa misma tonalidad azulada, la que, tras haber leído sobre ella ni sé donde, me rondó en un par de ocasiones más por la cabeza. Hablemos un poco de él, entonces.

El autor, con la más longeva de sus creaciones.

Yves Klein (1928-1962; tuvo una vida corta, pues. Apenas vivió treinta y cuatro años), fue una figura del llamado neodadaísmo. Si se tiene en cuenta que el dadaísmo original parecía ser más una especie de broma y de excusa para disfrutar cruzando las líneas del arte -no sólo el más académico, sino también del considerado, en los primeros años del siglo XX, como vanguardista- que una corriente artística en sí misma -pues, aparte de experimentos, perfomances y manifiestos, poca cosa más dejó-, se podría pensar que su "hijo", el neodadaísmo, no sería muy distinto. Pero en los años en que apareció y se paseó por museos y salas de exposición, entre las décadas de los 50 y 60, el arte figurativo casi había desaparecido ya, y los artistas eran tan revolucionarios -o más bien, intentaban serlo- y provocadores como creadores de arte propiamente dicho. Klein era, ciertamente, un hombre brillante, rupturista, imaginativo, pero también es cierto que su obra es, cuanto menos, algo discutible -sobretodo, para los seguidores que aún quedamos del arte figurativo, o clásico, o "antiguo", si se le quiere llamar así-. Aún así, fue capaz no sólo de llamar la atención, sino también de provocar que la gente se preguntara a sí misma "¿por qué lo que este hombre ha creado, aparentemente más pose que arte, me llama tanto la atención?". 
Su forma de llamar la atención, fue con una serie de pinturas monocromáticas -o sea, de un solo color- que en principio sería de colores distintos, hasta que, finalmente, optó por utilizar siempre el mismo, que no dudó en patentar -pues no dejaba de ser un invento, una propiedad intelectual, o artística- al que llamó Azul Klein Internacional, si bien las grandes firmas de moda -o empresas o profesionales del diseño- lo llaman también Azul Style. Finalmente, acabó usando como lienzos el cuerpo de modelos, a las que pintaba -o más bien, sobre las que pintaba- de su famoso color.
Poco más se puede decir de Klein, si no se tiene demasiado interés por el neodadaismo, el arte conceptual, o como hoy en día se quiera llamar. Con el paso del tiempo, creo que parte de este arte, real o supuesto, es más una mezcla de negocio, excusa de unos pocos para presumir de conocimientos profundos que sólo unos pocos disfrutan, y simple tomadura de pelo. Pero eso ya sería otra historia. Sin embargo, el Azul Klein sí que es algo que valdría la pena conservar. Su creador, casi sin querer, creo belleza en lo más simple, en un color vivo, eléctrico, que parece ideal para la moda, la joyería e, incluso, el diseño de muebles, lámparas, pequeñas esculturas, etc.

Pintando sobre sus modelos, utilizándolas como lienzos vivientes. A esta curiosa forma de pintar, o más bien "donde" pintar, la llamó antropometría. En una ocasión, realizó una perfomance, delante de una buena cantidad de elegantes invitados, donde pintaba de su Azul Klein a varias modelos, mientras sonaba su "Monotone Shymphony", compuesta por él msmo, y que consistía en 20 minutos sonando la misma nota -nombre muy acertado, como se ve-, seguidos de otros 20 minutos en completo silencio -y que, con toda seguridad, sus invitados debieron agradecer-.

Yves Klein
Una de sus obras, realizadas con esponjas, y que fue subastada en Nueva York hace poco. Ni hace falta decir, que fue por una buena cantidad de dinero.

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