miércoles, 18 de junio de 2014

Gente de mi ciudad (VI): Baldomer Galofre, el pintor reusense que quedaba.

Un último repaso -imagino, no prometo nada- a los grandes pintores de Reus.

Bien, hace poco dije que, con Josep Llovera, acababa con la lista de pintores reusenses, contando también al genial Fortuny, y al no suficientemente conocido Josep Tapiró. Bueno, pues parece que mi pequeña ciudad ha dado al mundo más pintores de lo que, en principio, pensaba, y que no está de más, teniendo en cuenta que esto es un listado un tanto incompleto, pero que intenta ser lo más representativo posible, no está de más rectificar, y no dejar en el olvido al bueno del señor Galofre, que también ha dado su nombre a una calle de Reus, aunque poca gente -muy poca- conozca al artista a quién debe su nomenclatura.


Baldomer Galofre, un último repaso a los pintores reusenses del siglo XIX.


Baldomer Galofre i Ximenis -o Ximenes, o Giménez, que no está demasiado claro, cual era la forma original de su segundo apellido- (1845-1902), fue más o menos contemporáneo del resto de pintores ya nombrados, si bien en el caso de Fortuny, por ejemplo, más bien sería de la generación de su hijo, o casi. En realidad, durante un tiempo, se le considerafa "fortunyista" -léase "fortuñista"-, pues tan admirado y recordado era ésta, y más después de su prematura muerte, que en mayor o menor medida, todo pintor que lo hubiera conocido en vida, aunque fuera de forma superficial, intentaba parecérsele lo más posible. Sin embargo, Galofre empezó el estudio y aprendizaje de la pintura, como no podía ser menos, en el taller de Domènec Soberano, que debería ser estudiado aunque fuera por una simple razón: fue maestro, en un momento u otro, de Fortuny, Tapiró, Galofre y Llovera, y alguno más. Un maestro de pintores, aunque no llegara nunca, ni en vida ni ya muerto, a disfrutar de gran fama, no dejaría de merecer, en mi modesta opinión, un pequeño espacio en la historia de la pintura. Como mínimo, en la pequeña historia de la pinacoteca reusense.

Baldomero Galofre Y Gimenez - Traient La Barca
"Sacando la barca". Una marina con animales de por medio.

Tras aprender del maestro, se trasladó, junto a su familia, a Barcelona, donde, él también -como otros ya nombrados, empezando, de nuevo, por Fortuny-, estudió en la Escuela de Arte de "La llotja", de la ciudad condal, y fue discípulo del pintor Ramón Martí i Alsina. Más tarde seguiría estudios en Madrid, y en 1866 participaría en una gran exposición  de Bellas Artes en Barcelona, donde ganaría cierta fama con una de sus primeras obras "Los arrieros" -"Els traginers", en catalán-, en la que volvería a participar en 1870 y 1872, y en la de Zaragoza de 1868. Allá destacaría por paisajes de montaña y marinas -o sea, cuadros de ambientación marinera-, y acabaría ganando una medalla de plata en Salamanca, cuando empezó a tener fama en toda España, si bien nunca llegó a ser un artista de renombre internacional, como sí lo fue Tapiró, por ejemplo. Una de las razones de ello, quizá, fue el que no tuvo especial interés ni en exponer, ni en vender o darse a conocer en el extranjero, ni tampoco le dio por interesarse por el "orientalismo", como otros conciudadanos suyos, instalados o viajeros por Tetuán o Tánger. Nunca viajó ni pintó nada que tuviera que ver con el norte de África, pero sí paisajes de Andalucia, Castilla, Extremadura y Madrid, incluyendo el río Manzanares, porque viajó y expuso bastante por toda España.

"Compañeros de establo", un cuadro de temática animal, no demasiado habitual, si no había humanos de por medio.

"Niños con barco en la bahía de Nápoles" (1866), que fue una de sus pinturas más conocidas.

En 1870, con ayuda económica del gobierno de la efímera I República, viajó a Roma, donde estudió en la academia de la ciudad -era normal, en aquella época, que cualquier pintor no especialmente mayor estudiara durante años, sin dejar por ello de desarrollar, o al menos intentarlo, una carrera profesional que, por lo menos, le diera para vivir-.
Allí acabaría de desarrollar su estilo. A partir de Fortuny, a quién siempre admiró -pero del que no se puede hablar de creador de escuela propia, pues su arte, tal como lo entendía y representaba, nació y murió con él mismo-, desarrolló un estilo brillante, colorido, pero detallista. Sus paisajes no serían simplemente un conjunto de manchas que, visto desde lejos, tendría la forma de un paisaje colorido, pero no demasiado definido. En determinado momento, es posible que acabara recibiendo influencia de los impresionistas, pero también, teniendo en cuenta que vivió y trabajó durante diez años en Italia, tal vez también se dejara influenciar mor los macchiaioli, que aunque toscanos, eran claramente el primer movimiento pictórico plenamente italiano en mucho tiempo.
Obras suyas, casi todas italianas: "Una calle", "Regatas en Sorrento", "Golfo de Nápoles" o "Puesta de sol".
Después de su aprendizaje y consagración en tierra italiana, en 1884 vuelve a exponer en Barcelona, donde la crítica le alaba, y más tarde también en Madrid, donde consigue, incluso, venderle un cuadro a Maria Cristina, la reina regente de aquel momento -el futuro rey Alfonso XIII todavía era un niño-.

"Paisaje de encinas" (1871). Paisajismo mediterráneo.

"Gauchos camino del pueblo" (1888), una curiosa estampa argentina.

"Niños jugando en la playa".

Otras obras, que podrían considerarse catalanas, o españolas, serían "De buena mañana", y "La feria". Siendo, en principio, casi imitador de Fortuny, acabó teniendo personalidad propia. Dejó inacabada una obra "El caballo más valiente", pero al poco de fallecer, su estilo fue considerado un tanto pasado de moda, o sobrepasado -empezaba la época del modernismo, que hizo dejar en parte de lado el impresionismo, al menos, el que no venía de Francia-, y acabó pasando  al olvido con el paso de los años, siendo sus cuadros bien considerados en las últimas décadas por coleccionistas, básicamente, de Cataluña, pero sin llegar a tener el mismo nombre que otros conciudadanos más o menos contemporáneos suyos.
Hoy en día, cuenta con obras expuestas en museos como el de Arte Moderno de Madrid, o el Nacional de Arte de Cataluña, además de algún museo menor, como el de Víctor Balaguer.

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