domingo, 11 de septiembre de 2016

George Lawrence Bulleid, neoclásico victoriano ofuscado por la justa fama del maestro Godward.

Aunque mucho menos recordado que el principal y último de los neoclásicos, Bulleid formó parte de un movimiento influyente en su época.


A la sombra de un genio, y parte de un estilo, o escuela, ya casi olvidado.

George Lawrence Bulleid nació en Glastonbury, en el condado de Sommerset, en 1858. Fue, por tanto, algo posterior a los primeros prerrafaelitas, si bien él nunca lo fue, aunque, con toda seguridad, debió recibir -aunque fuera casi sin darse cuenta, viviendo, por decirlo así, en el ambiente artístico-cultural de su época, y absorbiendo todo tipo de aportaciones- alguna influencia de ellos. Pero sin duda, si hay un autor con el que se le puede comparar, aunque no llegue a su altura, ni por su maestría, ni por el atractivo de su obra, fue con John William Godward, nacido apenas tres años después de Bulleid -plenamente contemporáneos, pues, porque el término "Época Victoriana" abarca más de seis  décadas-, y con quien tuvo mucho en común.

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"El retorno de la emperatriz", aunque aquí, el interés más bien recae en quienes saludan su retorno con pétalos de flores.

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"Retrato de una joven", de fecha desconocida. Se supone que es de la izquierda. Su compañera de la derecha, que viste igual, debe ser su amiga o hermana. Dudosamente, una sirvienta o esclava.

Hijo de un abogado que, además, ocupó cargo público en su ciudad, pronto se desinteresó de la posibilidad de seguir el mismo camino laboral de su padre, y empezó a estudiar pintura en la West London School -no en la Art Academy, lo que le diferencia de la legión de prerrafaelitas de los que a se ha hablado-, donde, como muchos otros pintores británicos de la Época Victoriana, demostró un enorme interés y fascinación por la época clásica. Y no sólo por su mitología, o por la historia de los "grandes hombres", sino de la civilización en sentido amplio. Sobretodo, por sus mujeres. Como en el caso de Godward, Bulleid, de haber podido viajar hacia atrás en el tiempo, habría sido el pintor de no pocas damas romanas de aquellos lejanos tiempos, si bien él también algunos cuadros de temática contemporánea -de personajes contemporáneos suyos, se entiende; de su época-, aunque poco. Él estaba interesado en reflejar cómo serían las mujeres griegas o romanas, no siempre de clase elevada, e incluyendo entre ellas a niñas y adolescentes. O al menos, cómo pensaba él que serían. Cierto que, en el siglo XIX, tanto británicos como alemanes, franceses o norteamericanos, realizaron extraordinarios trabajos de arqueología, estudiaron idiomas muertos y alfabetos o jeroglíficos que, hasta no hacía mucho, resultaban completamente ininteligibles, se interesaban por migraciones y el origen étinico tanto de pueblos actuales, como ya extintos, y no fueron pocas las obras -también de ficción- que intentaban reconstruir la Antigüedad -la clásica, pero también la egipcia, la persa, la de los pueblos del Creciente Fértil- lo mejor que pudieron. Y así seguiría hasta hoy en día. Sin embargo, Bulleid era un artista, y es lógico que, como Godward, o como Alma-Tadema, Waterhouse, y otros, reflejaran aquellos tiempos, así como los mitos que para ellos eran algo -o mucho- más que literatura, oral o escrito, como más les interesaba placía. Y más, cuando se trataba de obras de encargo. Además, las modelos que trabajaban para ellos no eran, precisamente, mediterráneas -exceptuando algunos casos aislados, como Marie Spartali y sus primas, que eran de origen plenamente griego-, y en ocasiones, como en el caso de algunas obras de Waterhouse o Holman Hunt, más bien parecen británicas -inglesas, escocesas de rojos cabellos- vestidas de griegas o romanas.
También, como Godward o Alma-Tadema -un intermedio entre prerrafaelita y neoclásico, como igualmente lo fue Albert Moore-, los personajes -muchas veces, no más de uno o dos- se ven formando parte de un decorado de mármoles brillantes -casi siempre blancos- jardines, plantas domésticas llenas de flores, y ejemplos de los objetos que rodeaban a las mujeres de aquella época, que parecen estar bien pensando en algo importante, o presas de la melancolía, el aburrimiento o la molicie -aunque esto era más habitual en Moore, que se imaginaba a las romanas eternamente durmientes o recostadas-, o disfrutando, aunque fuera de forma tranquila y solitaria, del placer de vivir.

George Lawrence Bulleid
"En la fuente", un lugar muy habitual donde se podían encontrar a las mujeres griegas, tanto libres como esclavas. En la sociedad griega antigua, las mujeres apenas salían de casa, era muy machista y patriarcal, y la separación de sexos era mayor de lo que podría pensarse en principio.

George Lawrence Bulleid
"En el cenador". La vegetación del jardín aquí hace como de marco natural, donde la joven es la única protagonista, que parece, más que rodeada, progetida por el ramaje.

George Lawrence Bulleid
"Antes del baño". En aquellos tiempos, el baño, y quizá más en una mujer, era casi un arte, así como una ceremonia doméstica y social -a solas, o con la ayuda de uno o más esclavos, o esclavas-.

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"La joven artista", aunque el artículo determinado, en inglés, no deja demasiado claro si la palabra "artista" hace referencia a una de las chicas -era realmente raro que, en la Grecia o Roma antiguas, una mujer se interesara por ser pintora; otra cosa bien distinta eran las poetisas, y, en general, las escritoras, además de las cantantes, músicas, bailarinas y recitadoras-. Tal vez, se refería a "un" artista, que regalaba a su amada -imposible saber si dicho amor es correspondido, porque hasta su misma existencia es sólo una teoría- con un continuo envío de pequeñas obras pintadas por él.

En 1889, se convirtió en miembro de la Royal Water Colour Society, la Real Sociedad de de la Acuarela, o más bien, de los acuarelistas, aunque eso no le impidió, en absoluto, exponer regularmente en la Royal Academy. En eso sí que se diferenciaba de Godward y otros: él prefirió siempre pintar con acuarelas antes que con pinturas al óleo. Pero eso no significó para él ni críticas, ni menos clientes, pues en Gran Bretaña, la acuarela siempre tuvo mucha aceptación, aunque no siempre fueron consideradas como pinturas a la misma altura que las realizadas al óleo.
Parece que, a finales del XIX, la influencia prerrafaelita fue mayor. Éstos habían pasado de ser unos revolucionarios que querían cambiar la pintura y el arte en sentido amplio, a transformarse en el centro de la pintura británica de su época. Se podría considerar, pues, que su revolución triunfó, y más, teniendo en cuenta que, en las últimas décadas, han vuelto con mucha fuerza, y generaciones posteriores los reconoce y recuerda -como también, en menor medida, a los neoclásicos- quizá más que a autores considerados, en su época, como más ortodoxos, más clasicistas o academicistas.
En sus últimos años de vida, dio un giro -o cieerto giro, al menos- a su estilo, y se dedicó a pintar cuadros más clásicos, con retratos contemporáneos, y gusto por representar flores y vegetación. Nunca olvidó, sin embargo, su afición por los colores claros -el blanco, básicamente- y por la luz, además de por su interés por retratar figuras femeninas en solitario o en parejas, aunque, como se ha dicho antes, su interés por las flores, o por la flora en sentido amplio, fue aumentando con el tiempo. Aquello también fue, en cierto modo, influencia prerrafaelita.
Falleció en 1933, a la edad de setenta y cinco años. once años después de Godward, llamado "el último de los neoclásicos". Eso hizo que él, que murió después de él, acabara por pasar casi inadvertido entre los estudiosos, o los primeros "desenterradores" de los maestros del XIX y principios del XX, pero internet, más que las exposiciones -que no pueden llegar a todo el mundo, ni en todo momento y lugar- o los libros -muchas veces, inencontrables fuera de ciertas librerías, o del país de nacimiento de ciertos artistas en cuestión- lo ha devuelto, literalmente, a la vida, y a su obra, a la luz y conocimiento para el que se interese por él y sus acuarelas.

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"Unas rosas, todavía vivas, en un jarrón -o un bol- de porcelana. Un ejemplo del estilo floral de Bulleid en sus últimos años de vida, biológica y, sobretodo, artística.

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