sábado, 24 de septiembre de 2016

Los prerrafaelitas (anexo XI): Lizzy Siddal, siglo y medio después de su muerte, cuenta su historia en el teatro.

Aunque la obra ya no esté en cartel,  ni saliera de Gran Bretaña, demuestra la fascinación que aún existe sobre su persona y su triste final.


Cuando se habla de los miembros de la Hermandad, Dante Gabriel Rossetti, genial, excesivo, egoísta pero también tremendamente atractivo, como artista y como personaje, acaba por conseguir un protagonismo por encima de Millais, Hunt, Morris o cualquier otro personaje que tuviera alguna relación con ésta, y con el movimiento prerrafaelita en general. Pero también, de forma automática, acaba apareciendo, iluminando, para ir apagándose poco a poco, y finalmente desapareciendo de forma tan dramática como abrupta e irremediable, su musa, modelo, primero amante, más tarde esposa, y también -finalmente, reconocida- artista: Elizabeth "Lizzi" Siddal.
Las historias de amor siempre acaban siendo atractivas, al menos, para las personas de espíritu romántico. Las que tratan, además, de amores imposibles, tortuosos, o de final trágico, contienen, además, un tipo de atractivo quizá un tanto morboso, siniestro, pero sin duda innegable. Y eso pasa con la historia de Siddal y Rossetti -si bien la vida del pintor todavía duraría bastantes años, y serían varias, las mujeres que pasarían por ella, tanto como amantes, como sólo de modelos-, que hemos podido disfrutar, o sufrir, en series de televisión, libros de historia, o de historia novelada, y también, en teatro. En Gran Bretaña -también en otros países, pero aquí más que la media- el teatro no sólo tiene un peso específico muy grande en la cultura, sea "alta cultura", o la llamada "cultura popular", y también en otros ámbitos, como el turístico o el puramente económico. Por los teatros británicos han pasado, de la forma más natural, personajes tanto literarios como reales, desde Drácula -fue en el teatro, donde al vampiro se le "otorgó" el título de conde, y donde se le afeitó su largo y blanco bigote, con el que ahora se haría irreconocible a todo el mundo- a Sherlock Holmes -también el teatro nos dio una imagen paradigmática de él, con su guardapolvos, su pipa, su gorro de cazar gamos, y su "Elemental, querido Watson", que nunca dijo en ninguna de sus novelas o relatos originales-. Y así ha sido durante décadas, durante generaciones.

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Y entonces -probablemente  no por primera vez, aunque no he encontrado noticia de una obra anterior sobre los personajes- hubo quién pensó que la historia del artista y la modelo -también artista ella, aunque descubierta muchos años después- resultaba lo suficientemente interesante, atractiva, además de real -aunque con los suficientes huecos por rellenar como para contar con algo de fantasía para taparlos- para ser representada en un escenario.
En el teatro Arcola de Londres, el director de escena -y dramaturgo, o más bien autor del libreto, o guión adaptado a partir de la vida de los distintos personajes reflejados en la historia- Jeremy Green decidió llevó a finales del 2013 su visión de esta historia de final tan trágico como conocido, cediendo la dirección a Lotte Wakeham. Y por lo que contaron las críticas, aunque no demostró una visión de la vida y final de Siddal, y su relación con Rossetti, Millais, Ruskin y compañía especialmente original -se podría decir que, al fin y al cabo, es una historia real, y no había mucho que contar que no contaran antes en libros o televisión-, se destacó, sobretodo, la actuación de la protagonista, Emma West, que, aparte de su parecido físico con Siddal, sí que fue capaz, literalmente, de resucitar, de dar vida, cuerpo, a quién, para muchos, es ya un personaje trágico, en cierto modo fascinante, pero lejano, que resulta difícil imaginar más allá de los cuadros para los que fue modelo. Error sería no buscarla también, no sólo en teatro o en televisión, sino en su propia obra: en sus pinturas y dibujos, y también, quizá más que de cualquier otra forma, leyendo sus poemas, que por suerte, no acabaron muriendo, literalmente, sobre la también sin vida autora.
Eso, la crítica llamada "especializada". Pero si se leen, en diversas webs o páginas de facebook, sobretodo las dedicadas mayoritaria o únicamente a Siddal -porque las hay, y más de lo que podría pensarse-, lo que sintieron los conocedores y admiradores de la modelo y artista al ver la obra, y a West interpretando a la modelo y artista, la cosa cambia, y no poco. Porque, en gran, gran parte, se sintieron realmente encantados de verla.

A promo photo from 'Lizzie Siddal', from arcolatheatre.com
Una fotografía promocional de la obra del Arcola Theatre.

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Los protagonistas, Emma West (Siddal) y Tom Bateman (Rossetti), antes de introducirse en el mundo victoriano en el que vivieron los personajes originales.

La obra ya no está en cartel -no hablamos ni de un teatro importante, ni de una compañía potente-, y resulta difícil que pudiera verse fuera de Gran Bretaña -son, quizá, unos personaje demasiado británicos, aunque son las nuevas tecnologías, paradójicamente, los que no sólo rescatan del olvido a muchos artistas del XIX, sino que los hacen universales, más allá de los países donde fueron famosos-, y evidentemente, resultaba -resultaría, de volver a hacerse- imposible escucharla en otro idioma que no fuera el inglés, pero reconozco que, en caso de existir la posibilidad de verla en una web con subtítulos, tendría curiosidad por verla. 
Nunca se sabe, todo es cuestión de buscar, que quién busca, encuentra.

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